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Full text of "Historia natural y moral de las Indias"

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flMElAS  INDIAS  é^ 
PVBUCADA  EN  SEVI- 
LLA ARO  1 159  o 


AHORA    FIELMEN- 
TE REIMPRESA  5»» 
MADRID  1894 


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HISTORIA  NATURAL  Y  MORAL  DE  LAS  INDIAS 


HISTORIA 

NATURAL     Y     MORAL 

DE  LAS  INDIAS 

ESCRITA  POR  EL  P.  JOSEPH  DE  AGOSTA, 

DE  LA  COMPAÑÍA  DH  JESÚS 

Píiblicada  en   Sevilla  en   Jj(^o. 

y  ahora  fielmente  reimpresa  de  la  primera  edición. 


TOMO  PRIMERO 


MADRID 
1894 


^P/g-^S^f'? 


Ramón  Anglés,  ímprecór. — Reina,  43. — xMadrid. 


HISTORIA  ¿/^/ 

NATURAL      4^^^ 

ZhAfH 
MORAL   DE    LAS 

INDIAS 

EN  QUÉ  SE  TRATAN  LAS  COSAS 
notadles  del  Cielo  y  elementos,  metale  suplantas  y  ani- 
males deltas;  y  los  ritos  y  ceremonias,  leyes 
y  govierno  y    guerras   de    los    indios. 

COMPUESTA    POR    EL    PADRE    JOSEPH    DE    AGOSTA, 

Religioso  de  la  Compafíia  de  Jesús. 

DIRIC.IUA  Á   Í.A  SKRKNISSIMA 

INFANTA    DOÑA    ISABEL    CLARA    EUGENIA    DE     AUSTRIA 


CON    PRIVILEGIO 
Impreso  en  Sevilla  en  Casa  de  Juan  de  León, 

AÑO  DE  M.  D.  XC, 


«El  fundamento  de  lo  que  hoy  llanaamos  física 
-del  globo,  prescindiendo  de  las  consideraciones 
matemáticas,  se  halla  en  la  Historia  Natural  y 
Moral  de  las  Indias,  del  jesuíta  José  Acosta,  y 
asimismo  en  la  obra  que  publicó  Gonzalo  Fernán- 
dez de  Oviedo  veinte  años  después  de  la  muerte 
de  Colón.  Desde  la  fundación  de  las  sociedades, 
en  ninguna  otra  época  se  habia  ensanchado  repen- 
tinamente y  de  un  modo  tan  maravilloso  el  círcu- 
lo de  las  ideas  en  lo  que  toca  al  mundo  exterior  y 
á  las  relaciones  del  espacio.» 

C'osmos.  París,    184.7  á  59.  Tomo  II, 
pág.  3  I  3). 


«La  demarcación  de  las  líneas  magnéticas,  cuyo 
-descubrimiento  se  atribuye  á  Gassendo,  era  un  se- 
creto todavía  para  el  mismo  Gilbert,  mientras  que, 
Acosta  instruido  por  marinos  portugueses,  habia 
ya  reconocido  en  toda  la  superficie  de  la  tierra 
cuatro  líneas  sin  declinación.  De  estas  cuatro  lí- 
neas dedujo  Halley  la  teoría  de  los  cuatro  polos 
magnéticos.» 

(Cosmos.  Tomo  II,  pág.  3  |.f .) 

Estas  son  palabras  del  sabio  Alejandro  de  Hu.vibodl t, 
cuya  opinión  y  autoridad  hacen  innecesarios  cuantos 
'i?logios  pudiésemos  tributar  al  autor  del  presente  libro. 


José  Acosta  pertenece  á  la  gloriosa  raza  española  del 
siglo  xv;  que  tanto  hizo  por  el  progreso  humano  y 
cuyos  trabajos  han  ido  cayendo  en  olvido  porque  ni  sus 
compatriotas  supieron  rendir  justo  tributo  á  su  memo- 
ria, ni  todos  los  extranjeros  han  sido  tan  imparciales  v 
honradamente  sinceros  como  Humboldt. 

La  biografía  de  Acosta  puede,  desgraciadamente,  re- 
ducirse á  muy  pocas  líneas.  Nació  en  Medina  del  Campo, 
antiguo  reino  de  León,  en  1539,  ingresó  a  los  catorce 
años  en  la  Compañía  de  Jesús,  explicando  teología  en 
Ocaña,  y  en  1571  marchó  á  América  como  segundo 
provincial  del  Perú.  A  este  viaje  se  debe  el  presente 
libro.  Volvió  á  España  en  1587,  fué  nombrado  rector 
del  colegio  de  Valladolid,  del  de  Salamanca  y  visitador 
de  Aragón  y  Andalucía.  En  1592  fué  á  Roma  para  asis- 
tir, con  derecho  á  votar,  á  la  quinta  congregación  gene- 
ral de  su  orden  celebrada  en  tiempo  de  Clemente  VIII, 
siendo  general  el  P.  Claudio  Aquaviva.  En  Italia  per- 
maneció dos  años,  y  vuelto  á  la  Patria  murió,  á  los  se- 
senta de  edad,  siendo  rector  de  Salamanca. 

Felipe  II  le  honró  sobre  manera,  deleitándose  en  oirle 
contar  sus  viajes,  aventuras,  observaciones  y  trabajos. 
Escribió  en  latín  varias  obras:  de  ellas  hacen  mención 
don  Nicolás  Antonio,  la  Biblioteca  Jesuítica  de  los  pa- 
dres Alegambe,  Ribadeneira  y  Sotuello,  Barnabita,  el 
1^.  Jouvenci  y  las  Memorias  del  P.  Nicerón. 

Feijóo  dice  en  su  discurso  xiv  intitulado  Glorias  de' 
España:  «Inglaterra  y  Francia  ya  por  la  aplicación  de 
sus  academias,  ya  por  la  curiosidad  de  sus  viajeros,  han 
hecho  de  algún  tiempo  á  esta  parte  no  leves  progresos 
en  la  historia  natural  de  la  América;  pero  no  nos  mos- 
trarán obra  alguna,  trabajo  de  un  hombre  solo,  que  sea 
comparable  á  la  Historia  Natural  de  la  América,  com- 
puesta por  el  Padre  Joseph  de  Acosta,  y  celebrada  por 


ios  eruditos  de  todas  las  naciones.  He  dicho  trabajada 
un  hombre  solo,  porque  en  esta  materia  hay  algunas 
colecciones  que  abultan  mucho  y  en  que  el  que  se 
llama  autor  tuvo  que  hacer  poco  ó  nada,  salvo  el  aunar 
en  un  cuerpo  materiales  que  estaban  divididos  en  va- 
rios autores.  El  P.  Acosta  es  original  en  su  género  y  se 
le  pudiera  llamar  con  propiedad  el  Plinio  del  Nuevo 
Mundo.  En  cierto  modo  más  hizo  que  Plinio,  pues  éste 
se  valió  de  las  especies  de  muchos  escritores  que  le  pre- 
cedieron, como  él  mismo  confiesa. 

El  P.  Acosta  no  halló  de  quien  transcribir  cosa  al- 
guna. Añádese  á  favor  del  historiador  español  el  tiento 
en  creer  y  circunspección  al  escribir,  que  faltó  al 
romano.» 

El  célebre  Antonio  de  León  Pinelo  dijo  que  el  Padre 
.  Acosta  compuso  su  obra  aprovechándose  de  dos' manus- 
critos: la  Historia  de  los  indios  de  Nueva  España  y  las 
Antig. tallas  de  los  indios  de  N.ieva  España,  ambos  de 
un  fraile  llamado  Diego  Duran,  natural  de  Tezcuco, 
antigua  corte  de  los  emperadores  mejicanos.  Según 
Pinelo,  guardó  dichos  manuscritos  el  jesuíta  Juan  de 
Tovar,  y  más  tarde  hizo  entrega  de  ellos  al  P.  Acosta, 
el  cual  afirma,  sin  embargo,  que  cuenta  lo  que  vio,  coj- 
slderó  ú  oyó  d3  p?rsonis  fid'edigia<^y  sin  mencionar  qu^' 
copiase  nada  de  nadie.  [No  es  por  otra  parte  verosí- 
mil la  acusación,  cuando  el  P.  Acosta  confiesa  llana- 
mente que  no  todo  lo  que  narra  es  fruto  de  su  investi- 
gación personal,  sino  también  de  informes  ágenos. 

Los  testimonios  citados  y  un  ligero  examen  del  libro 
bastan  para  dejar  fuera  de  duda  la  importancia  excep- 
cional de  esta  obra  indispensable  á  cuantos  hombres 
estudiosos  escriben  sobre  cosas  de  América,  útil  á  les 
eruditos,  y  agradable  para  toda  persona  ilustrada. 

El  Padre  Acosta  publicó  su  obra  primero  en  latín  y 


luego  en  castellano.  He  aquí  la  lista  completa  de  las 
ediciones  que  de  ella  se  han  hecho: 

i.'Clatina).  De  natvra  nobi  orbis  libri  dvo,  et  de 
promvlgatione  evangelü  apud  barbaros,  sive  de  procu- 
randa  indorum  salvte,  Libri  sex.  Autore  Josepho  Acos- 
ta,  presbytero  societatis  Jesv.  (Escudo  de  la  Compa- 
ñía de  Jesús).  Salmanti-Cíe.  Apud  Guillelmun  Foquel. 
M.D.  LXXXIX.  Un  tomo,  8.0,  10  hojas  preliminares, 
264  páginas. 

2,"  ^primera  castellana).  En  Sevilla,  por  Juan  de 
León,  1590. 

3. '  ('castellana).  En  Barcelona,  por  Jaime  Cendrar, 
en  8.0  ,  1591. 

4."  (latina).  Salamanca,  1595,  en  8.0  ,  citada  por  Ni- 
colás Antonio. 

5.'  (castellana).     Madrid,   1608. 

6.»        (id).  Madrid,  1610. 

7.''        (id).  Madrid,  1792. 

De  suerte  que  esta  última,  dada  por  sus  editores  Cí)m() 
sexta,  es  en  realidad,  séptima. 

Picatoste  en  su  notabilísima  obra  Apuntes  para  una 
biblioteca  científica  espaíiola  de!  siglo  xvt,  cita  una  edi- 
ción de  1752,  que  no  hemos  visto. 

La  Historia  Natural  v  Moral  dk  las  In;)tas,  del 
P.  Acosta,  obtuvo  tal  éxito,  que  se  tradujo  á  todos  los 
idiomas  de  Europa.  La  tradujo  al  latín  Teodoro  Bry  en 
la  tercera  parte  de  su  Historia  Occidental;  al  italiano 
Paolo  Gamucio,  en  1596;  al  francés  Robert  Regnault, 
en  1600;  al  inglés  Edward  Grimstone,  en  1604;  al  fla- 
menco Juan  Hugo  Luischat,  en  1 598;  al  alemán  fué  ver- 
tida por  Gotardo  Artús  de  Dantzig. 

Todas  estas  ediciones  se  han  hecho  rarísimas;  muchas 
de  ellas  faltan  aun  en  las  bibliotecas  públicas,  y  cuando 
se  encuentra  alguna  en  el  comercio  cuesta  muy  cara. 


La  que  hoy  ofrecemos  al  público  es  fidelísima  reim- 
presión de  la  primera  edición  castellana  de  Sevilh',  en 
1590:  que  forma  un  tomo  en  4.  o,  de  536  páginas,  16 
hojas  ó  sean  32  páginas  sin  numerar  para  la  Tabla  de 
las  rosas  notables;  y  dos  hojas  también  sin  numerar 
para  la  Tabla  de  algunos  lugares  de  la  Sagrada  Escri- 
tura cuya  declaración  se  toca  al  paso  en  el  discurso  desta 
historia.  Al  fin:  La.is  Deo,  (escudo  del  impresor).  His- 
palis.  Escudebat  Joanis  Leonino.  Anno  1590. 


Yo  Cristóval  ns  L«:in,  escribano  de  Cámara  del  Rey 
nuestro  Señor,  de  los  que  residen  en  su  Consejo,  doy 
fé,  que  habiéndose  visto  por  los  Señores  del,  un  libro 
intitulado  Historia  Natural  y  Moral  de  las  Indias,  que 
con  su  licencia  hizo  imprimir  el  Padre  loseph  de  Acos- 
ta  de  la  Compañía  de  Jesús,  tasaron  cada  pliego  de  los 
del  dicho  libro  en  papel  á  tres  maravedís:  y  manda- 
ron, que  antes  que  se  venda  se  imprima  en  la  prime- 
ra hoja  de  cada  uno  ,de  ellos  este  testimonio  de  tasa; 
y  para  que  dello  conste,  de  mandamiento  de  los  di- 
chos Señores  del  Consejo,  y  del  pedimento  del  Padre 
Diego  de  Lugo,  Procurador  general  de  la  dicha  Com- 
pañía de  Jesús,  di  esta  fé,  que  es  fecha  en  la  villa  de 
Madrid  á  treinta  dias  del  mes  de  Abril,  de  mil  v  qui- 
nientos y  noventa  años. 

Ckistoval  i)k  Leox. 


Yo  GoNZAf.o  Davíla,  Provincial  de  la  Compañía  de 
Jesüs  en  la  Provincia  de  Toledo  por  particular  comi- 
sión que  para  ello  tengo  del  Padre  Claudio  Aquaviva, 
nuestro  Prepósito  General,  doy  licencia  para  que  se 
pueda  imprimir  el  libro  de  la  Historia  Natural  y  Mornl 


VIH 

de  las  Indias,  que  el  Padre  loseph  de  Acosta,  Religioso 
de  la  misma  Compañia  ha  compuesto,  y  ha  sido  exa- 
minado y  aprobado  por  personas  doctas  y  graves  de 
nuestra  Compañia.  En  testimonio  de  lo  cual  di  esta  fir- 
mada de  mi  nombre,  y  sellada  con  el  Sello  de  mi  oficio... 
En  Alcalá  once  de  Abril,  de  1589. 

G.  Davila. 


EL    REY 

Por  cuanto  por  parte  de  vos,  Josef  de  Acosta  de  la 
Compañia  de  Jesús  nos  fué  hecha  relación  diciendo, 
que  vos  aviades  compuesto  un  libro  intitulado  Historia 
Natural  y  Moral  de  las  Indias  en  lengua  Castellana,  en 
el  cual  aviades  puesto  mucho  trabajo  y  cuidado,  y  nos 
pedistes  y  suplicastes,  os  mandásemos  dar  licencia,  para 
le  poder  imprimir  en  estos  nuestros  Reinos  con  privile- 
gio por  diez  años,  ó  por  el  tiempo  que  fuésemos  servi- 
do, ó  como  la  nuestra  merced  fuese.  Lo  cual  visto  por 
los  del  nuestro  Consejo,  y  como  por  su  mandado  se  hi- 
cieron en  el  dicho  libro  las  diligencias,  que  la  Prag- 
mática por  nos  últimamente  fecha  sobre  la  impresión 


IX 

de  los  dichos  libros  dispone,  fue  acordado,  que  debia- 
mos  mandar  dar  esta  nuestra  cédula  en  la  dicha  razón, 
é  yo  túvelo  por  bien.  Por  la  cual  vos  damos  licencia  y 
facultad,  para  que  por  tiempo  de  diez  años  cumplidos, 
que  corran,  y  se  cuenten  desde  el  dia  de  la  fecha  de 
ella,  podáis  imprimir,  y  vender  en  estos  nuestros  Reinos 
el  dicho  libro  que  de  suso  se  hace  mención,  por  el  ori- 
í:;inal  que  en  nuestro  Consejo  se  vio,  que  van  rubrica- 
das las  hojas,  y  firmado  al  fin  del,  de  Cristóbal  de  León 
nuestro  escribano  de  Cámara,  de  los  que  residen  en  el 
nuestro  Consejo,  y  con  que  antes  se  venda,  lo  trai- 
gáis ante  ellos  juntamente  con  el  original  que  ante 
ellos  presentastes,  que  se  vea  si  la  dicha  impresión 
está  conforme  á  él,  ó  traigáis  Fé  en  publica  forma,  en 
como  por  Corrector  nombrado  por  nuestro  mandado 
se  vio,  y  corrigió  la  dicha  impresión  por  el  dicho  origi- 
nal, y  quedan  ansi  mismo  impresas  las  dichas  erratas 
por  él  apuntadas  para  cada  un  libro  de  los  que  ansi  fue- 
ren impresos,  y  se  os  tase  el  precio  que  por  cada  volu- 
men aveis  de  haber  y  llevar.  Y  mandamos,  que  durante 
el  dicho  tiempo,  persona  alguna  no  le  pueda  imprimir 
sin  licencia  vuestra:  sopeña  que  el  que  lo  imprimiere, 
ó  vendiere,  aya  perdido,  y  pierda  todos  y  cualesquier 
moldes,  y  aparejos,  que  del  tuviere,  y  los  libros  que 
vendiere  en  estos  nuestros  Reinos:  é  incurra  en  pena 
de  cincuenta  mil  maravedís  por  cada  vez  que  lo  contra- 
rio hiciere.  La  cual  dicha  pena  sea  la  tercia  parte  para 
la  nuestra  Cámara:  y  la  otra  tercia  parte  para  el  denun- 
ciador: y  la  otra  tercia  parte  para  el  juez  que  lo  senten- 
ciare. Y  mandamos  á  los  del  nuestro  Consejo,  Presi- 
dente y  Oidores  de  las  nuestras  Audiencias,  Alcaldes, 
Alguaciles  de  la  nuestra  casa  y  Corte,  y  Chancillerías, 
y  á  todos  los  Corregidores,  Asistentes,  Gobernadores, 
Alcaldes  mayores  y  Ordinarios,  y  otros  jueces,  y  justi- 


cías  cualesquier  de  todas  las  ciudades,  villas  y  lugares 
de  los  nuestros  Reinos  y  Señoríos,  ansi  á  ios  que  agora 
son  como  los  que  serán  de  aquí  adelante,  que  guarden 
y  cumplan  esta  nuestra  cédula,  y  merced  que  ansi  vos 
facemos,  y  contra  el  temor  y  forma  de  ello,  y  de  lo  en 
ella  contenido  no  vayan,  ni  pasen,  ni  consientan  ir,  ni 
pasar  en  manera  alguna:  sopeña  de  la  nuestra  merced, 
y  de  diez  mil  maravedís  para  la  nuestra  Cámara.  Dada 
en  San  Lorenzo  á  veinticuatro  días  del  mes  de  Mayo, 
de  mil  y  quinientos  y  ochenta  y  nueve  años. 

YO  EL  REY 

Por  mandado  del  Rey  nuestro  Señor, 

.1  TAN'  Va/.í)ukz 


APROBACIÓN 

E  visto  esta  Historia  Natural  y  Moral  de  las  Indias, 
que  escribe  el  Padre  loseph  Acosta  de  la  Compañía  de 
Jksus,  y  en  lo  que  toca  á  la  doctrina  de  la  Fé,  es  cató_ 
lica,  y  en  lo  demás  digna  de  las  muchas  letras  y  pru- 
dencia del  Autor,  y  de  que  todos  la  lean,  para  que  ala- 
ben á  Dios,  que  tan  maravilloso  es  en  sus  obras.  En 
San  Phelipe  de  ^Madrid  á  cuatro  de  Mayo,  de  1589. 

Fra>'  Luis  ok  Lkox. 


A    LA    serenísima     INFAN'I'A 
Doña  Isabel  Clara  Eugenia  de  Austria. 

SEÑORA. 

Habiéndome  la  Magestad  del  Rey,  nuestro  Señor, 
dado  licencia  de  ofrecer  á  V.  A.  esta  pequeña  obra,  in- 
titulada: Historia  natural  y  moral  de  las  Indias,  no  se 
me  podrá  atribuir  á  falta  de  consideración,  querer 
ocupar  el  tiempo,  que  en  cosas  de  importancia  V.  A. 
tan  santamente  gasta,  divirtiendola  á  materias,  que  por 
tocar  en  Filosofía  son  algo  obscuras,  y  por  ser  de  gen- 
tes bárbaras  no  parecen  á  propósito.  Mas  porque  el  co- 
nocimiento y  especulación  de  cosas  naturales,  mayor- 
mente si  son  notables  y  raras,  causa  natural  gusto  y 
deleite  en  entendimientos  delicados,  y  la  noticia  de  cos- 
tumbres y  hechos  extraños  también  con  su  novedad 
aplace,  tengo  para  mí,  que  para  V.  A.  podrá  servir  de 
un  honesto  y  útil  entretenimiento,  darle  ocasión  de 
considerar  en  obras  que  el  Altísimo  ha  fabricado  en  la 
máquina  de  este  Mundo,  especialmente  en  aquellas  par- 
tes que  llamamos  Indias,  que  por  ser  nuevas  tierras, 
.dan  mas  que  considerar,  y  por  ser  de  nuevos  vasallos, 
que  el  Sumo  Dios  dio  á  la  Corona  de  España,  no  es  del 
todo  ageno,  ni  extraño  su  conocimiento.  Mi  deseo  es, 
que  V.  A.  algunos  ratos  de  tiempo  se  entretenga  con 
esta  lectura,  que  por  eso  va  en  vulgar;  y  si  no  me  en- 
gaño, no  es  para  entendimientos  vulgares,  y  podrá  ser, 
que  como  en  otras  cosas,  así  en  ésta,  mostrando  gus- 
to V.  A.  sea  favorecida  esta  obrilla,  para  que  por  tal 


medio  también  el  Rey,  nuestro  Señor,  huelgue  de  en- 
tretener alguna  vez  el  tiempo  con  la  relación  y  consi- 
deración de  cosa  y  gentes  que  á  su  Real  Corona  tanto 
tocan,  á  cuya  Magestad  dediqué  otro  libro,  que  de  la 
predicación  Evangélica  de  aquellas  Indias  compuse  en 
latin.  Y  todo  ello  deseo  que  sirva  para  que  con  la  noti- 
cia de  lo  que  Dios  nuestro  Señor  repartió,  y  depositó 
de  sus  tesoros  en  aquellos  Reinos,  sean  las  gentes  de 
ellos  mas  ayudadas  y  favorecidas  de  estas  de  acá,  á 
quien  su  divina  y  alta  Providencia  las  tiene  encomen- 
dadas, Suplico  á  V.  A.  que  si  en  algunas  partes  esta 
obrilla  no  pareciere  tan  apacible,  no  deje  de  pasar  los 
ojos  por  las  demás,  que  podrá  ser,  que  unas  ú  otras  sean 
degusto,  y  siéndolo,  no  podrán  dejar  de  ser  de  prove- 
cho, y  muy  grande,  pues  este  favor  será  en  bien  de  gen- 
tes y  tierras  tan  necesitadas  de  él.  Dios  nuestro  Señor 
guarde  y  prospere  á  V,  A.  muchos  años,  como  sus  sier- 
vos cotidiana  y  afectuosamente  lo  suplicamos  á  su  Di- 
vina Magestad.  Amen.  En  Sevilla  primero  de  Marzo  de 
mil  quinientos  y  noventa  años. 

JOSEI'H  DS  ACOSFA. 


PROEMIO    DEL    AUTOR 

Del  nuevo  mundo  é  Indias  Occidentales  han  escrito 
muchos  Autores  diversos  libros  y  relaciones,  en  que  dan 
noticia  de  las  cosas  nuevas  y  extrañas,  que  en  aquellas 
partes  se  han  descubierto,  y  de  los  hechos  y  sucesos  de 
los  Españoles  que  las  han  conquistado  y  poblado.  Mas 
hasta  ahora  no  he  visto  Autor,  que  trate  de  declarar  las 
causas  y  razón  de  tales  novedades  y  extrañezas  de  na- 
turaleza, ni  que  haga  discurso  é  inquisición  en  esta 
parte:  ni  tampoco  he  encontrado  libro,  cuyo  argumen- 
to sea  los  hechos  é  historia  de  los  mismos  Indios  anti- 
guos y  naturales  habitadores  del  nuevo  orbe:  A  la  ver- 
dad ambas  cosas  tienen  dificultad  no  pequeña.  La  pri- 
mera, por  ser  cosas  de  naturaleza,  que  salen  de  la  Filo- 
sofía antiguamente  recibida  y  platicada:  como  es  ser  la 
región  que  llaman  Tórrida  muy  húmeda,  y  en  partes 
muy  templada:  llover  en  ella  cuando  el  Sol  anda  mas 
cerca,  y  otras  cosas  semejantes.  Y  los  que  han  escrito 
de  Indias  Occidentales,  no  han  hecho  profesión  de  tan- 
ta Filosofía,  ni  aun  los  mas  de  ellos  han  hecho  adver- 
tencia en  tales  cosas.  La  segunda,  de  tratar  los  hechos  é 
historia  propia  de  los  Indios,  requería  mucho  trato 
y  muy  intrínseco  con  los  mismos  Indios,  del  cual  care- 
cieron los  mas  que  han  escrito  de  Indias:  ó  por  no  sa- 
ber su  lengua,  ó  por  no  cuidar  de  saber  sus  antigüeda- 
des: así  se  contentaron  con  relatar  algunas  de  sus  cosas 
superficiales.  Deseando,  pues,  yo  tener  alguna  mas  es- 
pecial noticia  de  sus  cosas,  hice  diligencia  con  hombres 
prácticos  y  muy  versados  en  tales  materias,  y  de  sus 
pláticas  y  relaciones  copiosas  pude  sacar  lo  que  juzgué 
bastar  para  dar  noticia  de  las  costumbres  y  hechos  de 
■estas  gentes.   Y  en  lo  natural  de  aquellas  tierras  y  sus 


XIV 

propiedades  con  la  experiencia  de  muchos  años,  y 
con  la  diligencia  de  inquirir,  discurrir  y  conferir  con 
personas  sabias  y  expertas:  también  me  parece,  que  se 
me  ofrecieron  algunas  advertencias  que  podrían  servir 
y  aprovechar  ú  otros  ingenios  mejores,  para  buscar  la 
verdad,  ó  pasar  mas  adelante,  si  les  pareciese  bien  lo 
que  aquí  hallasen.  Así  que  aunque  el  mundo  nuevo  ya 
no  es  nuevo,  sino  viejo,  según  hay  mucho  dicho,  y  es- 
crito de  él,  todavía  me  parece  que  en  alguna  manera  se 
podrá  tener  esta  Historia  por  nueva,  por  ser  juntamen- 
te Historia,  y  en  parte  Filosofía,  y  por  ser  no  solo  de 
las  obras  de  naturaleza,  sino  también  de  las  del  libre 
albedrío,  que  son  los  hechos  y  costumbres  de  hom- 
bres. Por  donde  me  pareció  darle  nombre  de  Historia 
Natural  y  Moral  de  Indiar,  abrazando  con  este  intento 
ambas  cosas.  En  los  dos  primeros  libros  se  trata,  lo  que 
toca  al  Cielo,  temperamento  y  habitación  de  aquel 
orbe:  Los  cuales  libros  yo  habia  primero  escrito  en 
latin,  y  ahora  los  he  traducido  usando  mas  de  la  licen- 
cia de  Autor,  que  de  la  obligación  de  intérprete,  por 
acomodarme  mejor  á  aquellos  á  quien  se  escribe  en  vul- 
gar. En  los  otros  dos  libros  siguientes  se  trata,  lo  que 
de  elementos  y  mixtos  naturales,  que  son  metales,  plan- 
tas y  animales,  parece  notable  en  Indias.  De  los  hom- 
bres y  de  sus  hechos  (quiero  decir  de  los  mismos  In- 
dios, de  sus  ritos,  costumbres,  gobierno,  guerras,  y  su- 
cesos) refiei^en  los  demás  libros,  lo  que  se  ha  podido 
averiguar,  y  parece  digno  de  relación.  Cómo  se  hayan 
sabido  los  sucesos  y  hechos  antiguos  de  Indios,  no  te- 
niendo ellos  escritura  como  nosotros,  en  la  misma  His- 
toria se  dir¿i,  pues  no  es  pequeña  parte  de  sus  habilida- 
des, haber  podido  y  sabido  conservar  sus  antiguallas, 
sin  usar  ni  tener  letras  algunas.  El  fin  de  este  trabajo 
es,  que  por  la   noticia  de  las  obras  naturales  el  que 


XV 

Autor  tan  sabio  de  toda  naturaleza  ha  hecho,  se  le  dé 
alabanza  y  gloria  al  altísimo  Dios,  que  es  maravilloso 
en  todas  partes:  Y  por  el  conocimiento  de  las  costum- 
bres y  cosas  propias  de  los  Indios,  ellos  sean  ayudados 
á  conseguir  y  permanecer  en  la  gracia  de  la  alta  voca- 
ción del  Santo  Evangelio,  al  cual  se  dignó  en  el  fin  de 
los  siglos  traer  gente  tan  ciega,  el  que  alumbra  desde 
los  montes  altísimos  de  su  eternidad.  Además  de  eso 
podrá  cada  uno  para  sí  sacar  también  algún  fruto,  pues 
por  bajo  que  sea  el  sugeto,  el  hombre  sabio  saca  para 
sí  sabiduría;  y  de  los  mas  viles  y  pequeños  anima  lejos 
se  puede  tirar  muy  alta  consideración,  y  muy  prove- 
chosa Filosofía.  Solo  resta  advertir  al  lector,  que  los 
dos  primeros  libros  de  esta  Historia  ó  discurso  se  es- 
cribieron estando  en  el  Perú,  y  los  otros  cinco  después 
en  Europa,  habiéndome  ordenado  la  obediencia  volver 
por  acá.  Y  así  los  unos  hablan  de  las  cosas  de  Indias 
como  de  cosas  presentes,  y  los  otros  como  de  cosas 
ausentes.  Para  que  esta  diversidad  de  hablar  no  ofenda, 
me  pareció  advertir  aquí  la  causa. 


ÍNDICE 

DE     LOS      LIBROS     Y      CAPÍTULOS     DE 
ESTE     TOMO      PRIMERO 

Libro  primero. 

Páginas 


Capítulo  I. — De  la  opinión  que  algunos  Autores 
tuvieron  que  el  Cielo  no  se  extendía  ai  Nuevo 

Mundo I 

Cap.    II. —  Que   el   Cielo  es    redondo   por  todas 

partes,  y  se  mueve  en  torno  de  sí  mismo.  ...       6 
Cap.    III. — Que  la  Sagrada   Escritura   nos   da 

á  entender,  que  la   tierra  está  en  medio  del 

Mundo 12 

Cap.  IV. — En  que  se  responde  á  lo  que  se  alega 

de  la  Escritura  contra  la  redondez  del  Cielo. .      19 
Cap,  V. — De   la  hechura  y  gesto  del  Cielo  del 

Nuevo-Mundo 22 

Cap.  VI. — Que  el  Mundo  hacia  ambos  polos  tiene 

tierra  y  mar 24 

Cap.   Vil. — En  que  se   reprueba  la   opinión  de 

Lactancio,  que  dijo  no  haber  Antípodas 30 

Cap.  VIII. — Del  motivo  que  tuvo  San   Agustín 

pera  negar  los  Antípodas 33 

Cap.  IX. — De  la   opinión  que   tuvo   Aristóteles 

del  Nuevo-Mundo;  y  qué  es  lo  que  le  engañó 

para  negarle \  . . .     39 

Cap.  X. — Que   Plinio  y  los  mas  de  los  Antiguos 

sintieran  lo  mismo  que  Aristóteles 47 

Cap.  XI. — Que  se  halla  en  los  Antiguos  alguna 

noticia  de  este  Nuevo-Mundo 50 


XVIII 

Páginas. 


Cap.  XII.— Qué  sintió  Platón  de  esta  India  Oc- 
cidental      57 

Cap.  XIII. — Que  algunos  han  creido,  que  en  las 
Divinas  Escrituras  Ofir  signifique  este  nues- 
tro Perú 59. 

Cap.  XIV. — Qué  significan  en  la  Escritura  Tar- 
sis  y  Ofir 63 

Cap.  XV. — De  la  profecía  de  Abdias,  que  algu- 
nos declaran  de  estas  Indias 68 

Cap.  XVI. — De  qué  modo  pudieron  venir  á  In- 
dias los  primeros  homb'-es;  y  que  no  navega- 
ron de  propósito  á  estas  partes 72 

Cap.  XVII. — De  la  propiedad  y  virtud  admira- 
ble de  la  piedra  imán  para  navegar,  y  que  los 
Antiguos  no  la  conocieron 80 

Cap.  XVIII.— Én  que  se  responded  los  que  sien- 
ten haberse  navegado  antiguamente  el  Océano 
como  ahora 85 , 

Cap.  XIX. — Que  se  puede  pensar,  que  los  prime- 
ros pobladores  de  Indias  aportaron  á  ellas, 
echados  de  tormentas,  y  contra  su  voluntad. .     87 

Cap.  XX. — Que  con  todo  eso,  es  mas  conforme  á 
buena  razón  pensar  que  vinieron  por  tierra 
los  primeros  pobladores  de  Indias >  91 

Cap.  XXI. — En  qué  manera  pasaron  bestias  y 
ganados  á  las  tierras  de  Indias 97 

Cap.  XXII. — Que  no  pasó  el  linage  de  Indios  por 
la  Isla  Atlántida,  como  algunos  imaginan. .  . .    102 

Cap.  XXIII. — Que  es  falsa  la  opinión  de  muchos 
que  afirman  venirlos  Indios  de  el  linage  de  los 
Judíos 106 

Cap.  XXIV. — Por  qué  razón  no  es  puede  averi- 
guar bien  el  origen  de  los  Indios 110 

Cap.  XXV. — Qué  es  lo  que  los  Indios  suelen  con- 
tar de  su  origen. •  •  • 112. 

Libro    segundo. 

Capítulo  I. — Qué  se  ha  de  trstar  de  la  natura- 
leza de  la  equinoccial 117 


XIX 


Cap.  lí.  — Qué  les  movió  á  los  Antiguos  á  teoer 
por  cosa  sin  duda  que  la  Tórrida  era  inhabi- 
table      1 1 8 

Cap.  III.— Qu?  la  Tórridazona  es  humedísima; 
y  que  en  esto  se  engañaron  los  Antiguos.  ....    121 

Cap.  IV. — Que  fuera  de  los  Trópicos  es  al  revés 
que  en  la  Tórrida,  y  así  hay  mas  aguas  cuan- 
do el  Sol  se  aparta  mas 124 

Cap.  V. — Que  dentro  de  los  Trópicos  las  aguas 
son  en  el  estío  ó  tiempo  de  calor;  y  de  la  cuen- 
ta del  verano  é  invierno 127 

Clap.  VI. — Que  la  Tórrida  tiene  gran  abundan- 
cia de  aguas  y  pastos,  por  mas  que  Aristóteles 
lo  niegue 1 30 

(]ap.  VIL— Trátase  la  razón,  por  qué  el  Sol  fue- 
ra de  los  Trópicos,  cuando  mas  dista,  levanta 
aguas,  y  dentro  de  ellos  al  revés  cuando  está 
mas  cerca 135 

(vap.  VIII. — En  qué  manera  se  haya  de  entender 
lo  que  se  dice  de  la  Tórridazona 141 

Cap.  IX. — Que  la  Tórrida  no  es  en  exceso  ca- 
liente, sino  moderadamente  caliente 143 

(]ap.  X. — Que  el  calor  de  la  Tórrida  se  templa 
con  la  muchedumbre  de  lluvias,  y  con  la  bre- 
vedad de  los  dias 146 

(]ap.  XI. — Que  fuera  de  las  dichas  hay  otras 
causas  de  ser  la  Tórrida  templada,  y  especial- 
mente la  vecindad  del  mar  Océano 1 50 

(]ap.  XII. — Que  las  tierras  mas  altas  son  mas 
frías,  y  qué  sea  la  razón  de  esto 153 

(]ap.  Xlil.— Que  la  principal  causa  de  ser  la  Tó- 
rrida templada,  s^n  los  vientos  frescos 157 

Cap.  XIV. — Que  en  la  región  de  ia  equinoccial 
se  vive  vida  muy  apacible 162 

Libro  tercero. 

Cap.  I. — Que  la  historia  natural  de  las  cosas  de 
las  Indias  es  apacible  y  deleitosa 1(^1 


XX 

Páginas 

Cap.  II. — De  los  vientos,  y  sus  diferencias,  y 
propiedades,  y  causas  en  general 169 

Cap.  III. — De  algunas  propiedades  de  vientos 
que  corren  en  el  nuevo  Orbe. 176 

Cap.  IV. — Que  en  la  Tórridazona  corren  siem- 
pre brisas,  y  fuera  de  ella  vendavales  y  brisas.   180 

Cap.  V. — Délas  diferencias  de  brisas  y  venda- 
vales con  los  demás  vientos. 186 

Cap.  VI. — Qué  sea  la  causa  de  hallarse  siempre 
viento  de  oriente  en  la  Tórrida  para  navegar.   192 

Cap.  VII. — Por  qué  causa  se  hallan  masot-dina- 
rios  vendavales  saliendo  de  la  Tórrida  á  mas 
altura 198 

Cap.  VIII. — De  las  excepciones  que  se  hallan  en 
la  regla  ya  dicha,  y  de  los  vientos  y  calmas 
que  hay  en  mar  y  tierra 200 

Cap.  IX. — De  algunos  efectos  maravillosos  de 
vientos  en  partes  de  Indias 203 

Cap.  X. — Del  Océano,  que  rodea  las  Indias,  y 
de  la  mar  del  norte,  y  del  sur. 212 

Cap.  XI. — Del  Estrecho  de  Magaií^ines,  como  se 
pasó  por  h  banda  del  sur 217 

Cap.  XII. — Del  Estrecho  que  algunos  afirman 
haber  en  la  Florida, 221 

Cap.  XIII. — De  las  propiedades  del  Estrecho  de 
Magallanes 223 

Cap.  XIV. — Del  flujo  y  reflujo  del  mar  Océano 
en  Indias 223 

Cap.  XV. — De  diversos  pescados,  y  modos  de 
pescar  de  los  Indios 226 

Cap.  XVI. — De  las  lagunas  y  lagos  que  se  hallan 
en  Indias 230 

Cap  XVII. — De  diversas  fuentes,  y  manan- 
tiales    243 

Cap.  XVIII.— De  Rios. 245 

Cap.  XIX. — De  la  cualidad  de  la  tierra  de  Indias 
en  general 249 

Cap.  'XX.— De  las  propiedades  de  la  tierra  del 
Perú .0 259 

Cap.  XXI. — De  las  causas  que  dan  de   no  llover 


XXI 

Páginas 

eo  los  llanos 257 

Cap.  XXII. — De  la  propiedad  de  Nueva-España 

y  Islas,  y  las  demás  tierras 262 

Gap.  XXIII. — De  la  tierra  que  se  ignora,  y  de  la 

diversidad  de  un  dia  entero  entre  orientales  y 

occidentales 265 

Cap.  XXIV.— De  los  volcanes  ó  bocas  de  fuego. .  270 
Cap.  XXV. — Qué  sea   la  causa  de  durar  tanto 

tiempo  el  fuego  y  humo  de  estos  volcanes. .  . .   274 

Cap.  XXVI. — De  los  temblores  de  tierra 276 

Cap.  XXVII. — Cómo  se  abrazan  la  tierra  y  la 

mar 281 

Libro  cuarto. 

Cap.  I. — De  tres  géneros  de  mixtos  que  se  han 
de  tratar  en  esta  historia 285 

Cap.  IL — De  la  abundancia  de  metales  que  hay 
en  las  Indias  occidentales 288 

Cap.  III.— De  la  cualidad  de  la  tierra  donde  se 
hallan  metales;  y  que  no  se  labran  todos  en 
Indias;  y  de  cómo  usaban  los  Indios  de  los  me- 
tales    292 

Cap.  IV. — Del  oro  que  se  labra  en  Indias 296 

Cap.  V. — De  la  plata  de  Indias 302 

Cap.  VI. — Del  Cerro  de  Potosí  y  de  su  descubri- 
miento    306 

Cap.  VII. — De  la  riqueza  que  se  ha  sacado,  y 
cada  dia  se  va  sacando  de  el  cerro  de  Potosí..   312 

Cap.  VIII. — Del  modo  de  labrar  las  minas  de 
Potosí 318 

Cap.  IX.— Cómo  se  beneficia  el  metal  de  plata. .   324 

Cap.  X. — De  las  propiedades  maravillosas  del 
azogue 327 

Cap.  XI.— Donde  se  halla  el  Azogue,  y  cómo  se 
descubrieron  sus  minas  riquísimas  en  Guanca- 
velíca 332 

Gap.  XII. — De  el  modo  y  arte  que  se  saca  el 
Azogue,  y  se  beneficia  con  él  la  plata 337 


xxn 

Páginas 

'Cap.  XÍII. — De  los  ingenios  para  moler  metales, 
y  del  ensaye  de  la  plata 343 

Gap.  XIV. — De  las  esmeraldas 347 

Cap.  XV.— De  las  perlas 351 

Cap.  XVI.— Del  pan  de  Indias  y  del  maíz 354 

Cap.  XVII.— De  las  yucas,  cazabe,  papas,  chuño 
y  arroz 359 

Cap.  XVIII. — De  diversas  raíces  que  se  dan  en 
Indias 363 

Cap.  XIX. — De  diversos  géneros  de  verduras  y 
legumbres:  y  de  los  q^ue  llaman  pepinos,  pinas, 
frutilla  de  Chile  y  ciruelas 365 

Cap.  XX. — Del  aji  ó  pimienta  de  las  Indias 370 

Cap.  XXL— Del  plátano 373 

Cap.  XXII.— Del  cacao  y  de  la  coca 370 

Cap.  XXIII.— Del  maguey,  del  tunal,  de  la  gra- 
na, del  añil  y  algodón 382 

Cap.  XXIV. — De  los  mameyes,  guayavos  y  pal- 
tos     386 

Cap.  XXV.— Del  chicozapote,  de  las  anonas  y  de 
los  capDlíes 388 

Cap.  XXVI. — De  diversos  géneros  de  frutales;  y 
de  los  cocos,  almendras  de  Andes  y  almendras 
de  Chachapoyas 39') 

Cap.  XXVII. — De  diversas  flores,   y  de  algunos 
árboles  que  solamente  dan  flores;   y   como  los   . 
Indios  los  usan 394 

Cap.  XXVIII.— Del  bálsamo 397 

Cap.  XXIX. — Del  liquidambar,  y  otros  aceites, 
gomas  y  drogas,  que  se  traen  de  Indias 40Í 

Cap.  XXX. — be  las  grandes  arboledas  de  Indias, 
y  de  los  cedros,  ceyvas  y  otros  árboles  gran- 
des    403 

Cap.  XXXI. — De  las  plantas  y  frutales  que  se 
han  llevado  de  España  á  las  Indias.  , 410 

Cap.  XXXII. — De  las  uvas,  viñas,  olivas,  more- 
ras y  cañas  de  azúcar 413 

Cap.  XXXIII.— De  los  ganados  ovejuno  y  va- 
cuno   417 

Cap,  XXXIV.— De  algunos  animales  de   Europa 


Páginas 

que  hallaron  los  Españoles  en  Indias,  y  cómo 

hayan  pasado 421 

Cap.  XXXV.— De  las  aves  que  hay  de  acá,   y 

cómo  pasaron  á  Indias 425 

Cap.  XXXVI. — Cómo  sea  posible  haber  en  In- 
dias animales,  que  no  hay  en  otra  parte  del 

mundo 428 

Cap.  XXXVII. — De  las  aves  propias  de  Indias. .  431 
Cap.  XXXVIII. — De  los  animales  de  monte. . . .  435 
Cap.  XXXIX. — De  los  micos  ó  monos  de  Indias.  439 
Cap.  XL. — De  las  vicuñas  y  tarugas  dei  Perú. . .  441 
Cap.  XLI. — De  los  pacos,  guanacos  y  carneros 

del  Perú 443 

Cap.  XLII.— De  las  piedras  bezaares 450 

TABLA  de  las  cosas  mas  principales  que  se  con- 
tienen en  ebte  tomo  primero 455 


LIBRO  PRIMERO 

DE  LA 

HISTORIA  NATURAL  Y  MORAL  DE  LAS  INDIAS 


CAPITULO  PRIMERO 

De  la  opinión  que  algunos  autores  tuvieron,  que  el 
Cielo  no  se  extendía  al  nuevo  mundo. 

Estuvieron  tan  lejos  los  antiguos  de  pensar  que 
hubiese  gentes  en  este  nuevo  mundo,  que  mu- 
chos de  ellos  no  quisieron  creer  que  había  tie- 
rra de  esta  parte;  y  lo  que  es  más  de  maravillar, 
no  faltó  quien  también  negase  haber  acá  este  Cielo 
que  vemos.  Porque  aunque  es  verdad  que  los  más 
y  los  mejores  délos  Filósofos  sintieron,  que  el  Cielo 
era  todo  redondo,  como  en  efecto  lo  es,  y  que  así 
rodeaba  por  todas  partes  la  tierra,  y  la  encerraba 
en  sí;  con  todo  eso,  algunos,  y  no  pocos,  ni  de  los 
de  menos  autoridad  entre  los  sagrados  Doctores, 
tuvieron  diferente  opinión,  imaginando  la  fábrica 
de  este  mundo  á  manera  de  una  casa,  en  la  cual 
el  techo  que  la  cubre,  solo  la  rodea  por  lo 
Tomo  l.  2 


LIBRO    PRIMERO 


gan  los  dichos  Autores  cosas  como  éstas,  no  hay  que 
maravillarnos;  pues  es  notorio,  que  no  se  cuidaron 
tanto  de  las  ciencias  y  demostraciones  de  Filosofía,, 
atendiendo  á  otros  estudios   más  importantes.   Lo 
que  parece  más  de  maravillar  es,   que  siendo  San 
Agustín  tan  aventajado  en  todas  las  ciencias  natu- 
rales, y  que  en  la  Astrología  y  en  la  Física  supo 
tanto;   con  todo   eso  se  queda  siempre  dudoso,    y 
sin  determinarse  en   si  el  Cielo  rodea  la  tierra  de 
todas  partes,  ó  no.  Qué  se  me  dá  á  mí,  dice  él  (l), 
que  pensemos  que  el  cielo,  como  una  bola,  encie- 
rre en  sí  la  tierra  de  todas  partes,  estando  ella  en 
medio  del  mundo,  como  en  el  fiel,  ó  que  digamos 
que  no  es  así,  sino  que  cubre  el  Cielo  á  la  tierra 
por  una  parte   solamente,  como  un  plato    grande 
que  está  encima.  En  el  propio  lugar  donde  dice  lo 
referido,   da  á  entender,  y  aún  lo  dice  claro,   que 
no  hay   demostración,   sino  solo  conjeturas,  para 
afirmar  que  el  Cielo  es  de  figura  redonda.  Y  allí  y 
en  otras  partes  (2)  tiene  por  cosa  dudosa  el   mo- 
vimiento circular  de  los  Cielos.   No  se  ha  de  ofen- 
der nadie,  ni  tener  en  menos  los  Santos   Doctores 
de  la  Iglesia,  si  en  algún. punto  de  Filosofía  y  cien- 
cias naturales   sienten   diferentemente  de  lo  que 


(i)    Augustin.  lib.  2.  de  Genes,  ad  lit.  cap.  9. 
(2)    Augustin.  in  PsaAm.  135, 


DE    LA'  HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  5 

está  más  recibido  y  aprobado  por  buena  Filosofía; 
pues  todo  su  estudio  fué  conocer,  y  servir  y  pre- 
dicar al  Criador,  y  en  esto  tuvieron  grande  exce- 
lencia. Y  como  empleados  del  todo  en  ésto,  que 
es  lo  que  importa,  no  es  mucho  que  en  el  estudio 
y  conocimiento  de  las  criaturas,  no  hayan  todas 
veces  por  entero  acertado.  Harto  más  ciertamente 
son  de  reprehender  los  Sabios  de  este  siglo,  y  Fi- 
lósofos vanos,  que  conociendo  y  alcanzando  el  ser 
y  orden  de  estas  criaturas,  el  curso  y  movimiento 
de  los  Cielos,  no  llegaron  los  desventurados  á  co- 
nocer al  Criador  y  Hacedor  de  todo  esto;  y  ocu- 
pándose todos  en  estas  hechuras,y  obras  de  tanto 
primor,  no  subieron  con  el  pensamiento  á  descu- 
brir al  Autor  soberano,  como  la  divina  Sabiduría 
lo  advierte  (l);  6  ya  que  conocieron  al  Criador  y 
Señor  de  todo  (2),  no  le  sirvieron,  y  glorificaron 
como  debían,  desvanecidos  por  sus  invenciones^ 
cosa  que  tan  justamente  les  arguye  y  acusa  el 
Apóstol. 


(O    Sap.  13. 
(2)    Rom.  I. 


CAPÍTULO    II 

Que  el  cielo  es  redondo  por  todas  partes ,  y  se 
mueve  en  torno   de  si  mismo. 

Mas  viniendo  á  nuestro  propósito,  no  hay  duda 
sino  que  lo  que  el  Aristóteles  y  los  demás  Peri- 
patéticos, juntamente  con  los  Estoicos,  sintie- 
ron (i),  cuanto  á  ser  el  Cielo  todo  de  figura  re- 
donda, y  moverse  circular  mente  y  en  torno,  es 
puntualmente  tanta  verdad,  que  la  vemos  con 
nuestros  ojos  los  que  vivimos  én  el  Perú;  harto 
más  manifiesta  por  la  experiencia,  de  lo  que  nos 
pudiera  ser  por  cualquiera  razón  y  demostración 
Filosófica.  Porque  para  saber  que  el  Cielo  es  todo 
redondo,  y  que  ciñe  y  rodea  por  todas  partes  la 
tierra,  y  no  poner  duda  en  ello,  basta  mirar  desde 
este  emisferio  aquella  parte  y  región  del  Cielo, 
que  da  vuelta  á  la  tierra,  la  cual  los  Antiguos  jamás 
vieron.  Basta  haber  visto  y  notado  ambos  á  dos 
polos,   en  que  el  Cielo  se  revuelve  como    en  sus 


(i)    Plutarchus  de  placitis  Philos.  lib.  2.  cap.  2. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL  DE    INDIAS         r       7 

quicios,  digo  el  polo  Ártico  y  Septentrional,  que 
ven  los  de  Europa,  y  estotro  Antartico  6  Aus- 
tral (de  que  duda  Agustino)  (l),  cuando  pasada 
la  línea  equinoccial  trocamos  el  norte  con  el  sur 
acá  en  el  Perú.  Basta  finalmente  haber  corrido  na- 
vegando más  de  sesenta  grados  de  norte  á  sur, 
cuarenta  de  la  una  banda  de  la  línea,  y  veintitrés 
tde  la  otra  banda;  dejando  por  ahora  el  testimonio 
de  otros  que  han  «navegado  en  mucha  más  altura, 
y  llegado  á  casi  sesenta  grados  al  sur.  ¿Quién  dirá 
que  la  nao  Victoria,  digna  cierto  de  perpetua 
memoria,  no  ganó  la  victoria  y  triunfo  de  la  re- 
dondez del  mundo,  y  no  menos  de  aquel  tan  vano 
vacío,  y  caos  infinito  que  ponían  los  otros  Filóso- 
fos debajo  de  la  tierra,  pues  dio  vuelta  al  mun- 
do, y  rodeó  la  inmensidad  del  gran  Océano?  ^A 
quién  no  le  parecerá  que  con  este  hecho  mostró, 
qué  toda  la  grandeza  de  la  tierra,  por  mayOr  que 
se  pinte,  está  sujeta  á  los  pies  de  un  hombre,  pues 
la  pudo  medir?  Así  que,  sin  duda,  es  el  Cielo  de 
redonda  y  perfecta  figura;  y  la  tierra  abrazándose 
con  el  agua,  hacen  un  globo  ó  bola  cabal,  que  re- 
sulta de  los  dos  elementos,  y  tiene  sus  términos  y 
límites,  su  redondez  y  grandeza.  Lo  cual  se  puede 
bastantemente  probar  y  demostrar  por  razones  de 
Filosofía  y  de  Astrología,  y  dejando  aparte  aquellas 


(  i)    August.  2  1.  de  Gen.  ad  lit.  c.  lo. 


8  LIBRO   PRIMERO 


sútiles,que  se  alegan  comunmente  deque  al  cuerpo 
más  perfecto,  (cual  es  el  Cielo),  se  le  debe  la  más 
perfecta  figura,  que  sin  duda  es  la  redonda:  de  que 
el  movimiento  circular  no  puede  ser  igual  y  firme, 
si  hace  esquina  en  alguna  parte,  y  se  tuerce,  como 
es  forzoso,  si  el  Sol  y  Luna  y  Estrellas  no  dan  vuelta 
redonda  al  mundo.  Mas  dejando  ésto  aparte,  como 
digo,  paréceme  á  mí,  que  sola  la  Luna  debe  bastar 
en  este  caso,  como  testigo  fiel'en  el  Cielo;  pues 
entonces  solamente  se  obscurece  y  padece  eclipse, 
cuando  acaece  ponérsele  la  redondez  de  la  tierra 
ex-diámetro  entre  ella  y  el  Sol,  y  así  estorvar  el 
paso  á  los  rayos  del  Sol;  lo  cual,  cierto  no  podría 
ser  si  no  estuviese  la  tierra  en  medio  del  mundo, 
rodeada  de  todas  partes  de  los  orbes  celestes.  Aun- 
que tampoco  ha  faltado  quien  ponga  duda  si  el  res- 
plandor de  la  Luna  se  le  comunica  de  la  luz 
del  Sol  (i).  Mas  ya  esto  es  demasiado  dudar, 
pues  no  se  puede  hallar  otra  causa  razonable 
de  los  eclipses,  y  de  los  llenos  y  cuartos  de  Lu- 
na, sino  la  comunicación  del  resplandor  del  Sol. 
También  si  lo  miramos,  veremos  que  la  noche 
ninguna  otra  cosa  es  sino  la  obscuridad  causada 
de  la  sombra  de  la  tierra,  por  pasársele  el  Sol  á 
otra  banda.  Pues  si  el  Sol  no  pasa  por  la  otra  par- 
te de  la  tierra,  sino  que  al  tiempo  de  ponerse  se 


(O    August.  Epist.  109  ad  Januarium,  cap.  4. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS 


torna  haciendo  esquina  y  torciendo,  lo  cual  for- 
zoso ha  de  conceder  el  que  dice,  que  el  Cielo  no 
es  redondo,  sino  que  como  un  plato,  cubre  la  haz 
de  la  tierra;  sigúese  claramente,  que  no  podrá  ha- 
cer la  diferencia  que  vemos  de  los  días  y  noches, 
que  en  unas  regiones  del  mundo  son  largos,  y  bre- 
ves á  sus  tiempos,  y  en  otras  son  perpetuamente  igua- 
les. Lo  que  el  Santo  Doctor  Agustino  escribe  (i) 
en  los  libros  de  Genesi  ad  litteram,  que  se  pueden 
salvar  bien  todas  las  oposiciones,  y  conversiones, 
y  elevaciones,  y  caimientos,  y  cualesquiera  otros 
aspectos  y  disposiciones  de  los  planetas  y  estre- 
llas, con  que  entendamos  que  se  mueven  ellas,  es- 
tándose el  Cielo  mismo  quedo  y  sin  moverse,  bien 
fácil  se  me  hace  á  mi  de  entenderlo,  y  se  le  hará 
á  cualquiera,  como  haya  licencia  de  fingir  lo  que 
se  nos  antojare.  Porque  si  ponemos  por  caso,  que 
cada  estrella  y  planeta  es  un  cuerpo  por  sí,  y  que 
le  menea  y  lleva  un  Ángel,  al  modo  que  llevó  á 
Abacúch,  á  Babilonia  (2):  ¿quién  será  tan  ciego, 
que  no  vea  que  todas  las  diversidades  que  parecen 
de  aspectos  en  los  planetas  y  estrellas,  podrán  pro- 
ceder de  la  diversidad  del  movimiento  que  el  que 
las  mueve  voluntariamente  les  da?  Empero  no  da 
lugar  la  buena  razón  á  que  el  espacio  y  región 


(i)    August.  lib.  2.  de  Genes,  ad  lit.  cap.  lo. 
(2)    Dan.  14. 


10  LIBRO    PRIMERO 


por  donde  se  fingen  andar  ó  volar  las  estrellas 
deje  de  ser  elementar  y  corruptible,  pues  se  divide 
y  aparta  cuando  ellas  pasan,  que  cierto  no  pasan 
por  vacuo;  y  si  la  región  en  que  las  estrellas  y 
planetas  se  mueven,  es  corruptible,  también  cier- 
tamente lo  han  de  ser  ellas  de  su  naturaleza,  y 
por  el  consiguiente  se  han  de  mudar  y  alterar,  y 
en  fin  acabar.  Porque  naturalmente  lo  contenido 
no  es  más  durable  que  su  continente.  Decir,  pues, 
que  aquellos  cuerpos  celestes  son  corruptibles,  ni 
viene  con  lo  que  la  Escritura  dice  en  el  Salmo  (l), 
que  los  hizo  Dios  para  siempre,  ni  aun  tampoco 
dice  bien  con  el  orden  y  conservación  de  este 
Universo.  Digo  más,  que  para  confirmar  esta  ver- 
dad de  que  los  mismos  Cielos  son  los  que  se  mue- 
ven, y  en  ellos  las  estrellas  andan  en  torno,  pode- 
mos alegar  con  los  ojos,  pues  vemos  manifiesta- 
mente, que  no  solo  se  mueven  las  estrellas,  sino 
partes  y  regiones  enteras  del  Cielo:  no  hablo  solo 
de  las  partes  lúcidas,  y  resplandecientes,  como  es 
la  que  llaman  vía  láctea,  que  nuestro  vulgar  dice 
camino  de  Santiago,  sino  mucho  más  digo  esto 
por  otras  partes  obscuras  y  negras  que  hay  en  el 
Cielo.  Porque  realmente  vemos  en  él  unas  como 
manchas,  que  son   muy  notables,  las  cuales  jamás 


(i)    Psalm.  148.  V,  6. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  I  I 

me  acuerdo  haber  echado  de  ver  en  el  Cielo 
cuando  estaba  en  Europa;  y  acá  en  este  otro 
emisferio  las  he  visto  muy  manifiestas.  Son  estas 
manchas  de  color  y  forma  que  la  parte  de  la  luna 
eclipsada,  y  parecénsele  en  aquella  negrura  y  som- 
brío. Andan  pegadas  á  las  mismas  estrellas,  y 
siempre  de  un  mismo  tenor  y  tamaño,  como  con 
experiencia  clarísima  lo  hemos  advertido  y  mirado. 
A  alguno,  por  ventura,  le  parecerá  cosa  nueva,  y 
preguntará,  ^de  qué  pueda  proceder  tal  género  de 
manchas  en  el  Cielo?  Yo  cierto  no  alcanzo  hasta 
ahora  más  de  pensar,  que  cómo  la  galajia  ó  vía 
láctea,  dicen  los  Filósofos,  que  resulta  de  ser  par- 
tes del  Cielo  más  densas  y  opacas,  y  que  por  eso 
reciben  más  luz,  así  también  por  el  contrario  hay 
otras  partes  muy  raras  y  muy  diáfanas  ó  transpa- 
rentes, y  como  reciben  menos  luz,  parecen  partes 
más  negras.  Sea  ésta,  ó  no  sea  ésta  la  causa  (que 
causa  cierta  no  puedo  afirmarla),  á  lo  menos  en  el 
hecho  que  haya  las  dichas  manchas  en  el  Cielo,  y 
que  sin  discrepar  se  menean  con  el  mismo  compás 
que  las  estrellas,  es  experiencia  certísima,  y  de 
propósito  muchas  veces  considerada.  Infiérese  de 
todo  lo  dicho,  que  sin  duda  ninguna  los  Cielos  en- 
cierran en  sí  de  todas  partes  la  tierra,  moviéndose 
siempre  al  derredor  de  ella,  sin  que  haya  para  qué 
poner  ésto  más  en  cuestión. 


,     .      ,,    CAPITULO  m 

Que  ¿a  Sagrada  Escritura  nos  da  á  entender ^  que 
la  tierra  está  en  me  dio  del  mundo. 


Y  aunque  á  Procopio  Gáceo  y  á  otros  de  su 
opinión  les  parezca  que  es  contrario  á  la  divina 
Escritura  poner  la  tierra  en  medio  del  mundo,  y 
hacer  el  Cielo  todo  redondo;  mas  en  la  verdad 
esta  no  solo  no  es  doctrina  contraria,  sino  antes 
muy  conforme  a  lo  que  las  letras  sagradas  nos  en- 
señan. Porque  dejando  aparte  que  la  misma  Es- 
critura (i)  usa  de  este  término  muchas  veces:  la 
redondez  de  la  tierra,  y  que  en  otra  parte  apunta, 
que  todo  cuanto  hay  corporal  es  rodeado  del  Cielo, 
y  como  abarcado  de  su  redondez;  á  lo  menos  aque- 
llo del  Eclesiastés  (2),  no  se  puede  dejar  de  tener 
por  muy  claro,  donde  dice:  «Nace  el  Sol  y  pónese, 
y  vuélvese  á  su  lugar,  y  allí  tornando  á  nacer  da 
vuelta  por  el  medio  día,  y  tuércese  hacia  el  norte: 
rodeando  todas  las  cosas  anda  el  espíritu  al  derro- 


co   iEsther.  13.  Sap.  1.2.7.  1 1-  «í*-  Psal.  9.  17.  23.  39.  97.  Job.  37 
(2)    Ecclesiast.  i.  w.  5.  6. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  1 3 

dor,  y  vuélvese  á  sus  mismos  cercos.  En  este  lu- 
gar dice  la  paráfrasis  y  exposición  de  Gregorio 
el  Neocesariense  ó  el  Nacianceno:  El  Sol  habiendo 
corrido  toda  la  tierra  vuélvese,  como  en  torno, 
hasta  su  mismo  término  y  punto.  Esto  que  dice 
Salomón  y  declara  Gregorio,  cierto  no  podía 
ser,  si  alguna  parte  de  la  tierra  dejase  de  estar 
rodeada  del  Cielo,  Y  así  lo  entiende  San  Geróni- 
mo (l),  escribiendo  sobre  la  Epístola  á  los  Efesios, 
de  esta  manera:  Los  mas  comunmente  afirman, 
conformándose  con  el  Eclesiastés,  que  el  Cielo  es 
redondo,  y  que  se  mueve  en  torno,  á  manera  de 
bola.  Y  es  cosa  llana,  que  ninguna  figura  redonda 
tiene  latitud,  ni  longitud,  ni  altura,  ni  profundo, 
porque  es  por  todas  partes  igual  y  pareja,  &.  Lue- 
go, según  San  Gerónimo,  lo  que  los  más  sienten 
del  Cielo  que  es  redondo,  no  solo  no  es  contrario 
á  la  Escritura,  pero  muy  conforme  con  ella.  Pues 
San  Basilio  (2)  y  S.  Ambrosio,  que  de  ordinario 
le  sigue  en  los  libros  llamados  Hexamerón,  aun- 
que se  muestran  un  poco  dudosos  en  este  punto, 
al  fin,  más  se  inclinan  á  conceder  la  redondez  del 
mundo.  Verdad  es,  que  con  la  quinta  substancia 
que  Aristóteles  atribuye  al  Cielo,  no  está  bien  San 


(O    Hieronym.  ¡n  cap.  3.  ad  Ephes. 

)2)    Basil.  Homil.  i.  Hexamerón  prope  linem. 


14  '  LIBRO    PRIMERO 


Ambrosio  (l).  Del  lugar  de  la  tierra  y  de  su  fir- 
meza, es  cosa  cierto  de  ver,  cuan  galanamente  y 
con  cuanta  gracia  habla  la  divina  Escritura,  para 
causarnos  gran  admiración,  y  no  menor  gusto,  de 
aquella  inefable  Potencia  y  Sabiduría  del  Criador. 
Porque  en  una  parte  nos  refiere  Dios  (2)  que  él 
fiae  el  que  estableció  las  columnas  que  sustentan  la 
tierra,  dándonos  á  entender,  como  bien  declara 
San  Ambrosio  (3),  que  el  peso  inmenso  de  toda 
la  tierra  le  sustentan  las  manos  del  divino  Poder, 
que  así  usa  la  Escritura  (4)  nombrar  columnas 
del  Cielo  y  de  la  tierra,  no  cierto  las  del  otro  A- 
tlante,  que  fingieron  los  Poetas,  sino  otras  propias 
de  .  la  palabra  eterna  de  Dios,  que  con  su  virtud 
sostiene  Cielos  y  tierra  (5).  Masen  otro  lugar  lamis- 
ma  divina  Escritura  (6),  .  para  significarnos  como 
la  tierra  está  pegada  y  por  gran  parte  rodeada 
del  elemento  del  agua,  dice  galanamente:  Que' 
asentó  Dios  la  tie;rra  sobre  las  aguas;  y  en  otro 
lugar:  que  fundó  la  redondez  de  la  tierra  sobre  la 
mar.  Y  aunque  San  Agustín  (7)  no  quiere  que  se 


Ambros.  lib.  i.  Héxameron,  cap.  6. 

Psal.  74.  V.  4. 

Ambros.  i.  Héxameron,  cap.  6. 

Job.  9.  V.  6.  p.  cap.  26.  V.  1 1. 

Heb.  I.  V.  3. 

(6) 

Ps.  135.  V.  6.  Psalm.  23.  y.  4. 

(7)- 

August.  in  Psalm,   133.,  ;  ,.    : . 

DE    LA    HISTORIA  NATURAL  DE   INDIAS  l^ 

saque  de  este  lugar,  como  sentencia  de  Fé,  queia 
tierra  y  agua  hacen  un  globo  en  medio  del  mundo, 
y  así  pretende  dar  otra  exposición  á  las  sobredi- 
chas palabras  del  Salmo;  pero  el  sentido  llano  sin 
duda  es  el  que  está  dicho,  que  es  darnos  á  enten- 
der, que  no  hay  para  qué  imaginar  otros  cimien- 
tos, ni  estrivos  de  la  tierra,  sino  el  agua,  la  cual 
con  ser  tan  fácil  y  mudable,  la  hace  la  sabiduría 
del  supremo  Artífice,  que  sostenga  y  encierre 
aquesta  inmensa  máquina  de  la  tierra.  Y  dícese 
estar  la  tierra  fundada  y  sostenida  sobre  las  aguas 
y  sobre  el  mar,  siendo  verdad,  que  antes  la  tierra 
está  debajo  del  agua,  que  no  sobre  el  agua,  por- 
que á  nuestra  imaginación  y  pensamiento  lo  que 
está  de  la  otra  banda  de  la  tierra  que  habitamos; 
nos  parece  que  está  debajo  de  la  tierra;  y  así  el 
mar  y  aguas  que  ciñen  la  tierra  por  la  otra  parte, 
imaginamos  que  están  debajo,  y  la  tierra  encima 
de  ellas.  Pero  la  verdad  es,  que  lo  que  es  propia- 
mente debajo,  siempre  es  lo  que  está  más  en  me- 
dio del  universo.  Mas  habla  la  Escritura  conforme 
á,  nuestro  modo  de  imaginar  y  hablar.  Preguntará 
alguno,  pues  la  tierra  está  sobre  las  aguas,  según 
la  Escritura,  ^las  mismas  aguas  sobre  qué  estarán, 
ó  qué  apoyo  tendrán?  Y  si  la  tierra  y  agua  hacen 
una  bola  redonda,  ^toda  ésta  tan  terrible  máquina, 
dónde  se  podrá    sostener? 

A  eso  satisface   en  otra  parte   la  divina  Escri- 


i6 


LIBRO    PRIMERO 


tura  (i),  causando  mayor  admiración  del  poder 
del  Criador:  Extiende,  dice,  al  Aquilón  sobre  vacío, 
y  tiene  colgada  la  tierra  sobre  no  nada.  Cierto  ga- 
lanamente lo  dijo;  porque  realmente  parece  que 
está  colgada  sobre  no  nada  la  máquina  de  la  tie- 
rra y  agua,  cuando  se  figura  estar  en  medio  del 
aire,  como  en  efecto  está.  Esta  maravilla,  de  que 
tanto  se  admiran  los  hombres,  aún  la  encarece  más 
Dios  preguntando  al  mismo  Job  (2):  ¿Quién  echó 
los  cordeles  para  la  fábrica  de  la  tierra?  díme  si  lo 
has  pensado  p  en  qué  cimiento  están  aseguradas 
sus  basas?  Finalmente,  para  que  se  acabase  de  en- 
tender la  traza  de  este  maravilloso  edificio  del  mun- 
do, el  Profeta  David,  gran  alabador  y  cantor  de  las 
obras  de  Dios,  en  un  Salmo  (3)  que  hizo  á  este  pro- 
pósito, dice  así:  Tu  que  fundaste  la  tierra  sobre  su 
misma  estabilidad  y  firmeza,  sin  que  bambalee  ni  se 
trastorne  para  siempre  jamás.  Quiere  decir,  la  causa 
porque  estando  la  tierra  puesta  en  medio  del  aire 
no  se  cae,  ni  bambalea,  es  porque  tiene  seguros 
fundamentos  de  su  natural  estabilidad,  la  cual  le 
dio  su  sapientísimo  Criador  para  que  en  sí  misma 
se  sustente,  sin  que  haya  menester  otros  apoyos 
ni  estrivos.   Aquí,  pues,  se  engaña  la  imaginación 


(i)    Job-  26.  V.  V.  7. 
(2)    Job.  38.  V.  4.  5.  6. 
<5)   f^salm.  103.  V.  5. 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  1/ 

humana,  buscando  otros  cimientos  á  la  tierra,  y 
procede  el  engaño  de  medir  las  obras  divinas  con 
las  humanas.  Así  que  no  hay  que  temer,  por  más 
que  parezca  que  esta  tan  gran  máquina  cuelga  del 
aire,  que  se  caiga  ó  trastorne,  que  no  se  trastor- 
nará, como  dijo  el  Salmo  (i)  para  siempre  jamás. 
Con  razón,  por  cierto,  David,  después  de  haber 
contemplado  y  cantado  tan  maravillosas  obras  de 
Dios,  añade:  Gozarse  há  el  Señor  en  sus  obras;  y 
después:  ¡Oh  qué  engrandecidas  son  tus  obras, 
Señor!  bien  parece  que  salieron  todas  de  tu  saber. 
Yo  cierto,  si  he  de  decir  lo  que  pasa,  digo,  que 
diversas  veces  que  he  peregrinado,  pasando  esos 
grandes  golfos  del  mar  Océano,  y  caminando  por 
estotras  regiones  de  tierras  tan  extrañas,  ponién- 
dome á  mirar  y  considerar  la  grandeza  y  extrañe- 
za  de  estas  obras  de  Dios,  no  podía  dejar  de  sen- 
tir admirable  gusto,  con  la  consideración  de  aque- 
lla soberana  sabiduría  y  grandeza  del  Hacedor, 
que  reluce  en  éstas  sus  obras  tanto,  que  en  com- 
paración de  ésto,  todos  los  palacios  de  los  Reyes, 
y  todas  las  invenciones  humanas  me  parecen  po- 
quedad y  vileza.  ¡O  cuántas  veces  se  me  venía 
al  pensamiento  y  á  la  boca  aquello  del  Salmo  (2): 


(i)    Psalm.   103.  V.  31, 
(i)    Psalm.  91.  V.  5. 

Tomo  i. 


1 8  LIBRO    PRIMERO 


Gran  recreación  me  habéis,  Señor,  dado  con 
vuestras  obras,  y  no  dejaré  de  regocijarme  en  mi- 
rar las  hechuras  de  vuestras  manos!  Realmente 
tienen  las  obras  de  la  divina  arte  un  no  sé  qué  de 
gracia  y  primor  como  escondido  y  secreto,  con 
que  miradas  una  y  otra  y  muchas  veces,  causan 
siempre  un  nuevo  gusto.  Al  revés  de  las  obras 
humanas,  que  aunque  estén  fabricadas  con  mucho 
artificio,  en  haciendo  costumbre  de  mirarse,  no  se 
tienen  en  nada,  y  aun  cuasi  causan  enfado.  Sean 
jardines  muy  amenos,  sean  palacios  y  templos 
galanísimos,  sean  alcázares  de  soberbio  edificio, 
sean  pinturas,  ó  tallas,  ó  piedras  de  exquisita  in- 
vención y  labor,  tengan  todo  el  primor  posible, 
es  cosa  cierta  y  averiguada,  que  en  mirándose 
dos  ó  tres  veces,  apenas  hay  poner  los  ojos  con 
atención,  sino  que  luego  se  divierten  á  mirar 
otras  cosas,  como  hartos  de  aquella  vista.  Mas  la 
mar,  si  la  miráis,  ó  ponéis  los  ojos  en  un  peñasco 
alto,  que  sale  acullá  con  extrañeza,  ó  el  campo 
cuando  está  vestido  de  su  natural  verdura  y  flo- 
res, ó  el  raudal  de  un  río  que  corre  furioso,  y  está 
sin  cesar  batiendo  las  peñas,  y  como  bramando 
en  su  combate;  y  finalmente,  ^cualesquiera  obras 
de  naturaleza,  por  más  veces  que  se  miren,  siem- 
pre causan  nueva  recreación,  y  jamás  enfada  su 
vista,  que  parece,  sin  duda,  que  son  como  un 
combite  copioso  y  magnífico  de  la  divinaSabiduría, 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  IQ 

que  allí   de  callada,  sin  cansar  jamás,   apacienta  y 
deleita  nuestra  consideración. 


CAPÍTULO   IV 

Én  que  se  responde  á  lo  que  se  alega  de  la  Escri- 
tura contra  la  redondez  del  Cielo, 


Mas  volviendo  á  la  figura  del  Cielo,  no  sé  de 
qué  autoridades  de  la  Escritura  se  haya  podido 
colegir  que  no  sea  redondo,  y  su  movimiento 
circular.  Porque  llamar  San  Pablo  (l)  al  Cielo  un 
tabernáculo  ó  tienda  que  puso  Dios,  y  no  el  hom- 
bre, no  veo  que  haga  al  caso,  pues  aunque  nos 
digan  que  es  tabernáculo  puesto  por  Dios,  no  por 
eso  hemos  de  entender,  que  á  manera  de  toldo 
cubre  por  una  parte  solamente  la  tierra,  y  que  se 
está  allí  sin  mudarse,  como   lo  quisieron  entender 


(O    Heb.  8.  v.v.  2    5. 


20  LIBRO    PRIMERO 


algunos.  Trataba  el  Apóstol  la  semejanza  del  ta- 
bernáculo antiguo  de  la  ley,  y  á  ese  propósito 
dijo,  que  el  tabernáculo  de  la  ley  neuva  de  gracia, 
es  el  Cielo,  en  el  cual  entró  el  Sumo  Sacerdote  Je- 
su-Christo  de  una  vez  por  su  sangre,  y  de  aquí  infie- 
re que  hay  tanta  ventaja  del  nuevo  tabernáculo  al 
viejo,  cuanto  hay  de  diferencia  entre  el  Autor  del 
nuevo,  que  es  Dios,  y  el  obrador  del  viejo,  que 
fué  hombre.  Aunque  es  verdad,  que  también  el 
viejo  tabernáculo  se  hizo  por  la  sabiduría  de  Dios, 
que  enseñó  á  su  maestro  Beseleél  (i).  Ni  hay  para 
qué  buscar  en  las  semejanzas  ó  parábolas  ó  alego- 
rías, que  en  todo  y  por  todo  cuadren  á  lo  que  se 
traen,  como  el  bienaventurado  Crisóstomo  (2)  á 
otro  propósito  lo  advierte  escogidamente.  La  otra 
autoridad  que  refiere  San  Agustín,  que  alegan  al- 
gunos, para  probar  que  el  Cielo  no  es  redondo,  di- 
ciendo (3):  Extiende  el  Cielo  como  piel,  de  donde 
infieren  que  no  es  redondo,  sino  llano  en  lo  de 
arriba,  con  facilidad  y  bien  responde  el  mismo 
Santo  Doctor  (4),  que  en  estas  palabras  del  Salmo, 
no  se  nos  da  á  entender  la  figura  del  Cielo,  sino  la 
facilidad  con  que   Dios  obró   un  Cielo  tan  grande, 


(O  Exod.  36.  V.  I. 

(2)  Christ.  in  20.  c. 

(3)  Psalm.  103.  V.  2. 

(4)  August.  2.  de  Genes,  ad  lit.  cap.  9. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  2l 

pues  no  le  fue  á  Dios  más  difícil  sacar  una  cubier- 
ta tan  inmensa  del  Cielo,  que  lo  fuera  á  nosotros 
desplegar  una  piel  doblada.  O  pretendió  quizá, 
darnos  á  entender  la  gran  majestad  de  Dios,  al 
cual  sirve  el  Cielo  tan  hermoso  y  tan  grande,  de 
lo  que  á  nosotros  nos  sirve  en  el  campo  un  toldo 
6  tienda  de  pieles.  Lo  que  un  Poeta  galanamente 
declaró  diciendo: 

E/  toldo  del  claro  Cielo. 

Lo  otro  que  dice  Isaías  (l):  El  Cielo  me  sirve  de 
silla,  y  la  tierra  de  escabelo  para  mis  pies,  si  fué- 
ramos del  error  de  los  Antropomorfitas,  que  po- 
nían miembros  corporales  en  Dios  según  su  divi- 
nidad, pudiera  darnos  en  qué  entender  para  de- 
clarar, cómo  era  posible  ser  la  tierra  escabelo  de 
los  pies  de  Dios,  estando  en  medio  del  mundo,  si 
hinche  Dios  todo  el  mundo,  porque  había  de  tener 
pies  de  una  parte  y  de  otra,  y  muchas  cabezas  al 
derredor,  que  es  cosa  de  risa  y  donaire.  Basta, 
pues,  saber  que  en  las  divinas  Escrituras  no  hemos 
de  seguir  la  letra  que  mata,  sino  el  espíritu  que 
da  vida,  como  dice  San  Pablo  (2). 


(O    Isaías,  66.  v.  i. 
{2\    2.  Cor.  3.  V.  6. 


CAPITULO  V 
De  la  hechura  y  gesto  del  Cielo  del  nuevo  Mundo, 


Cuál  sea  el  gesto  y  manera  de  este  Cielo  que 
está  á  la  banda  del  sur,  pregúntanlo  muchos  en 
Europa,  porque  en  los  Antiguos  no  pueden  leer 
cosa  cierta,  porque  aunque  concluyen  eficazmente 
que  hay  Cielo  de  esta  parte  del  mundo;  pero  qué 
talle  y  hechura  tenga,  no  lo  pudieron  ellos  alcan- 
zar. Aunque  es  verdad,  que  tratan  mucho  (l)  de 
una  grande  y  hermosa  estrella  que  acá  vemos,  que 
ellos  llaman  Canopo.  Los  que  de  nuevo  navegan 
á  estas  partes,  suelen  escribir  cosas  grandes  de 
este  Cielo,  es  á  saber,  que  es  muy  resplandeciente, 
y  que  tiene  muchas  y  muy  grandes  estrellas.  En 
efecto,  las  cosas  de  lejos  se  pintan  muy  engrande- 
cidas. Pero  á  mí  al  revés  me  parece,  y  tengo  por 
llano,  que  á  la  otra  banda  del  norte  hay  más  nú- 
mero de  estrellas  y  de  mas  ilustre  grandeza.  Ni  veo 


(i)    Plinius,  lib.  6.  cap.  22. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  2$ 

acá  estrellas  que  excedan  á  la  bocina  y  al  carro. 
Bien  es  verdad,  que  el  crucero  de  acá  es  hermosa 
y  de  vista  admirable.  Crucero  llamamos  cuatro 
estrellas  notables  que  hacen  entre  sí  forma  de  cruz, 
puestas  en  mucha  igualdad  y  proporción.  Creen 
los  ignorantes,  que  este  crucero  es  el  polo  del  sur, 
porque  ven  á  los  marineros  tomar  el  altura  por  el 
crucero  de  acá,  como  allá  suelen  por  el  norte,  mas 
engañanse.  Y  la  razón  porque  lo  hacen  así  los  ma- 
rineros es,  porque  no  hay  de  esta  banda  estrella 
fija  que  muestre  al  polo,  al  modo  que  allá  la  estre- 
lla del  norte  lo  hace,  y  así  toman  la  altura  por  la 
estrella  que  es  el  pie  del  crucero,  la  cual  estrella 
dista  del  verdadero  y  fijo  polo  treinta  grados,  coma 
la  estrella  del  norte  allá  dista  tres  y  algo  más.  Y 
así  es  más  difícil  de  tomar  acá  la  altura,  porque  la 
dicha  estrella  del  pie  del  crucero,  ha  de  estar  de- 
recha, lo  cual  es  solamente  á  un  tiempo  de  la  no- 
che, que  en  diversas  partes  del  año  es  á  diferentes 
horas,  y  en  mucho  tiempo  del  año  en  toda  la  noche 
no  llega  á  encumbrar,  que  es  cosa  molesta  para 
tomar  la  altura.  Y  así,  los  más  diestros  Pilotos  na 
se  cuidan  del  crucero,  sino  por  el  astrolabio  toman 
el  Sol,  y  ven  en  él  la  altura  en  que  se  hallan:  en  la 
cual  se  aventajan  comunmente  los  Portugueses, 
como  gente  que  tiene  mas  curso  de  navegar,  de 
cuántas  naciones  hay  en  el  mundo.  Hay  también 
de  esta  parte  del  sur  otras  estrellas,  que  en  alguna 


24  LIBRO    PRIMERO 


manera  responden  á  las  del  Norte.  La  vía  láctea, 
que  llaman,  corre  mucho  y  muy  resplandeciente  á 
esta  banda,  y  vense  en  ella  aquellas  manchas  ne- 
gras tan  admirables,  de  que  arriba  hicimos  men- 
ción; otras  particularidades  otros  las  dirán  ó  adver- 
tirán con  más  cuidado;  bástenos  por  ahora,  esto 
poco  que  habemos  referido. 


CAPITULO   VI 

Que  el  mundo  hacía  ambos  polos  tiene 
tierra  y  mar. 


No  está  hecho  poco,  pues  hemos  salido  con  que 
acá  tenemos  Cielo,  y  nos  cobija  como  á  los  de  Eu- 
ropa y  Asia  y  África.  Y  de  esta  consideración  nos 
aprovechamos  á  veces,  cuando  algunos  ó  muchos 
de  los  que  acá  suspiran  por  España,  y  no  saben 
hablar  sino  de  su  tierra,  se  maravillan  y  aun  eno- 
jan con  nosotros,  pareciéndoles  que  estamos  olvi 
dados,  y  hacemos  poco  caso  de  nuestra  común 
patria,  á  los  cuales  respondemos,  que  por  eso  no 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  2^ 

nos  fatiga  el  deseo  de  volver  á  España,  porque  ha- 
llamos que  el  Cielo  nos  cae  tan  cerca  por  el  Perú, 
como  por  España.  Pues,  como  dice  bien  San  Geró- 
nimo, escribiendo  á  Paulino,  tan  cerca  está  la  puer- 
ta del  Cielo  de  Bretaña,  como  de  Jerusalén.  Pero  ya 
que  el  Cielo  de  todas  partes  toma  al  mundo  en  de- 
rredor, es  bien  que  se  entienda,  que  no  por  eso  se 
sigue  que  haya  tierra  de  todas  partes  del  mundo. 
Porque  siendo  así  que  los  dos  elementos  de  tierra 
y  agua,  componen  tin  globo  ó  bola  redonda,  como 
los  más  y  los  mejores  de  los  Antiguos,  según  refie- 
re Plutarco  (l),  lo  sintieron,  y  con  demostraciones 
certísimas  se  prueba;  podríase  pensar  que  la  mar 
ocupa  toda  la  parte  que  cae  al  polo  Antartico  ó 
sur,  de  tal  modo,  que  no  deje  lugar  alguno  á  la 
tierra  por  aquella  banda,  según  que  San  Agustín, 
doctamente  arguye  (2),  contra  la  opinión  de  los  que 
ponen  Antípodas.  No  advierten,  dice,  que  aunque 
se  crea  ó  se  pruebe,  que  el  mundo  es  de  figura 
redonda  como  una  bola,  no  por  eso  está  luego  en 
la  mano,  que  por  aquella  otra  parte  del  mundo 
esté  la  tierra  descubierta  y  sin  agua.  Dice  bien,  sin 
duda,  San  Agustín  en  ésto.  Pero  tampoco  se  sigue, 
ni  se  prueba  lo  contrario,  que  es "  no  haber  tierra 


(O    Plutarchus.  lib.  3  de  placitis  Philosoph.  c.  9.  p.  1 1. 
(2)    August.  lib.  16.  de  Civit.  cap.  9. 


20  LIBRO   PRIMERO 


descubierta  al  polo  Antartico,  y  ya  la  experiencia 
á  los  ojos  lo  ha  mostrado  ser  así,  que  en  efecto  la 
hay.  Porque  aunque  la  mayor  parte  del  mundo, 
que  cae  al  dicho  polo  Antartico,  esté  ocupada  del 
mar,  pero  no  es  toda  ella,  antes  hay  tierra,  de  suer- 
te que  á  todas  partes  del  mundo  la  tierra  y  el  agua 
se  están  como  abrazando,  y  dando  entrada  la  una 
á  la  otra.  Que  de  verdad  es  cosa  para  mucho  ad- 
mirar y  glorificar  el  arte  del  Criador  soberano.  Sa- 
bemos por  la  Sagrada  Escritura  (l),  que  en  el 
principio  del  mundo  fueron  las  aguas  congregadas, 
y  se  juntaron  en  un  lugar,  y  que  la  tierra  con  esto 
se  descubrió.  Y  también  las  mismas  sagradas  le- 
tras nos  enseñan,  que  estas  congregaciones  de 
aguas  se  llamaron  mar,  y  como  ellas  son  muchas, 
hay  de  necesidad  muchos  mares.  Y  no  solo  en  el 
Mediterráneo  hay  esta  div^ersidad  de  mares,  lla- 
mándose uno  el  Euxino,*otro  el  Caspio,  otro  el 
Erythréo  ó  Bermejo,  otro  el  Pérsico,  otro  el  de 
Italia,  y  otros  muchos  así;  mas  también  el  mismo 
Océano  grande,  que  en  la  divina  Escritura  se  suele 
llamar  abismo,  aunque  en  realidad  de  verdad  sea 
uno,  pero  en  muchas  diferencias  y  maneras,  como 
respecto  de  este  Perú  y  de  toda  la  América  es 
uno  el  que  llaman  mar  del  norte,  y  otro  el  mar  del 


(i)    Genes,  i.  v.  v.  9.  10. 


DE    LA   HISTORIA   NATURAL    DE    INDIAS  2/ 

sur.  Y  en  la  India  Oriental,  uno  es  el  mar  Indico,, 
otro  el  de  la  China.  Yo  he  advertido,  así  en  lo  que 
he  navegado  como  en  lo  que  he  entendido  de  re- 
laciones de  otros,  que  nunca  la  mar  se  aparta  de  la 
tierra  más  de  mil  leguas,  sino  que  donde  quiera, 
por  mucho  que  corre  el  Océano,  no  pasa  de  la 
dicha  medida.  No  quiero  decir,  que  no  se  navegan 
más  de  mil  leguas  del  mar  Océano,  que  esto  sería 
disparate,  pues  sabemos  que  las  naves  de  Portugal 
navegan  cuatro  tanto  y  más,  y  aun  todo  el  mundo 
en  redondo  se  puede  navegar  por  mar,  como  en 
nuestros  tiempos  lo  hemos  ya  visto,  sin  poderse 
dudar  en  ello.  Mas  lo  que  digo  y  afirmo  es,  que  en 
lo  que  hasta  ahora  está  descubierto,  ninguna  tierra 
dista  por  línea  recta  de  la  tierra  firme  ó  Islas  que 
le  caen  cerca,  sino  á  lo  sumo  mil  leguas,  y  que  así 
entre  tierra  y  tierra  nunca  corre  mayor  espacio 
de  mar,  tomándolo  por  la  parte  que  una  tierra  está 
más  cercana  de  otra,  porque  del  fin  de  Europa,  y 
de  Afi-ica  y  de  su  costa  no  distan  las  Islas  Cana- 
rias y  las  de  los  Azores,  con  las  del  Cabo  verde,  y 
las  demás  en  aquel  paraje,  más  de  trescientas  ó 
quinientas  leguas,  á  lo  sumo  de  Tierra-firme. 

De  las  dichas  Islas  haciendo  discurso  hacia  la 
India  Occidental,  apenas  hay  novecientas  leguas 
hasta  llegar  á  las  Islas  que  llaman  Dominica,  y  las 
Vírgenes,  y  la  Beata,  y  las  demás.  Y  éstas  van  co- 
rriendo por  su  orden   hasta    las  que  llaman    de 


28  LIBRO    PRIMERO 


Barlovento,  que  son  de  Cuba,  y  Española,  y  Bori- 
quen.  De  éstas,  hasta  dar  en  la  tierra  firme  apenas 
hay  doscientas  ó  trescientas  leguas,  y  por  partes, 
muy  mucho  menos.  La  tierra  firme  luego  corre  una 
cosa  infinita  desde  la  tierra  de  la  Florida  hasta  acullá 
á  la  tierra  de  los  Patagones,  y  por  estotra  parte  del 
sur,  desde  el  estrecho  de  Magallanes  hasta  el  cabo 
Mendocino,  corre  una  tierra  larguísima,  pero  no 
muy  ancha,  y  por  donde  más.  ancha,  es  aquí  en  esta 
parte  del  Perú,  que  dista  del  Brasil  obra  de  mil  le- 
guas. En  este  mismo  mar  del  Sur,  aunque  no  se  halla 
ni  sabe  fin  la  vuelta  del  Poniente,  pero  no  ha]  mu- 
chos años  que  se  descubrieron  las  Islas  que  intitu- 
laron de  Salomón,  que  son  muchas  y  muy  gran- 
des y  distan  de  este  Perú  como  ochocientas  leguas. 
Y  porque  se  ha  observado  y  se  halla  así,  que 
donde  quiera  que  hay  Islas  muchas  y  grandes, 
se  halla  no  muy  lejos  tierra  firme,  de  ahí  viene, 
que  muchos,  y  yo  con  ellos;  tienen  opinión,  que  hay 
cerca  de  las  dichas  islas  de  Salomón,  tierra  firme 
grandísima,  la  cual  responde  á  la  nuestra  América 
por  parte  del  poniente,  y  sería  posible  que  corrie- 
se por  la  altura  del  sur  hacia  el  estrecho  de  Ma- 
gallanes. La  nueva  Guinea  se  entiende  que  es  tie- 
rra firme,  y  algunos  doctos  la  pintan  muy  cerca 
de  las  Islas  de  Salomón.  Así  que  es  muy  conforme 
á  razón,  que  aún  está  por  descubrir  buena  parte 
del  Mundo.  Pues  ya  por  este  mar  del  Sur  navegan 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    ÜE    INDIAS  29 

también  los  nuestros  á  la  China  y  Filipinas;  y  á  la 
ida  de  acá  allá  no  nos  dicen  que  pasan  más  largo 
mar  que  viniendo  de  España  á  estas  Indias.  Mas 
por  donde  se  continúan  y  traban  el  un  mar  Océa- 
no con  el  otro,  digo  el  mar  del  sur  con  el  mar 
del  norte,  por  la  parte  del  polo  Antartico  bien  se 
sabe  que  es  por  el  estrecho  tan  señalado  de  Ma- 
gallanes, que  está  en  altura  de  cincuenta  y  un  gra- 
dos. Pero  si  al  otro  lado  del  mundo  al  polo  del 
norte  también  se  continúan  y  corren  estos  dos 
mares,  grande  cosa  es,  que  muchos  la  han  pesqui- 
sado; pero  que  yo  sepa,  nadie  hasta  ahora  ha  dado 
en  ella,  solamente  por  conjeturas,  y  no  sé  qué  in- 
dicios, afirman  algunos,  que  hay  otro  estrecho 
hacia  el  norte,  semejante  al  de  Magallanes.  Para 
el  intento  que  llevamos,  bástanos  hasta  ahora  saber 
de  cierto,  que  hay  tierra  de  esta  parte  del  sur,  y 
que  es  tierra  tan  grande  como  toda  la  Europa  y 
Asia,  y  aun  África;  y  que  á  ambos  polos  del  mun- 
do se  hallan  mares  y  tierras  abrazados  entre  sí,  en 
lo  cual  los  Antiguos,  como  á  quienes  les  faltaba 
experiencia,  pudieron  poner  duda,  y  hacer  contra- 
dicción. 


CAPITULO  Vil 


En  que  se  reprueba  la  opinión  de  Lactancio,  que 
dijo  no  haber  Antipodas, 


Pero  ya  que  se  sabe  que  hay  tierra  á  la  parte 
del  sur  ó  polo  Antartico,  resta  ver  si  hay  en  ella 
hombres  que  la  habiten,  que  fué  en  tiempos  pasa- 
dos una  cuestión  muy  reñida.  Lactancio  Firmia- 
no  (l),  y  San  Agustín  (2)  hacen  gran  donaire  de 
los  que  afirman  haber  Antípodas,  que  quiere  decir 
hombres  que  traen  sus  pies  contrarios  á  los  nues- 
tros. Mas  aunque  en  tenerlo  por  cosa  de  burla 
convienen  estos  dos  Autores;  pero  en  las  razones  y 
motivaos  de  su  opinión  van  por  muy  diferentes  ca- 
minos, como  en  los  ingenios  eran  bien  diferentes. 
Lactancio  vase  con  el  vulgo,  pareciéndole  cosa  de 
risa  decir  que  el  Cielo  está  en  torno  por  todas  par- 
tes, y  la  tierra  está  en  medio,  rodeada  de  él  como 


(i)     Lactant.  lib.  7.  de  divin.  instituí,  cap.  23. 
(2)    August.  lib.  16.  de  Civit.  cap.  9. 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  3 1 

una  pelota;  y  así  escribe  de  esta  manera:  ¿Qué  ca- 
mino lleva  lo  que  algunos  quieren  decir,  que  hay 
Antípodas,  que  ponen  sus  pisadas  contrarias  a  las 
nuestras?  ¿Por  ventura  hay  hombre  tan  tonto  que 
crea  haber  gentes  que  andan  los  pies  arriba  y  la 
cabeza  abajo?  ¿y  que  las  cosas  que  acá  están  asen- 
tadas, estén  allá  trastornadas  colgando?  ¿y  que  los 
árboles  y  los  panes  crecen  allá  hacia  abajo?  ¿y  que 
las  lluvias  y  la  nieve  y  el  granizo  suben  á  la  tie- 
rra hacia  arriba?  y  después  de  otras  palabras  aña- 
de Lactancio  aquestas:  El  imaginar  al  Cielo  redon- 
do fué  causa  de  inventar  estos  hombres  Antípo- 
das colgados  del  aire.  Y  así,  no  tengo  más  que 
decir  de  tales  Filósofos,  sino  que  en  errando  una 
vez,  porfían  en  sus  disparates,  defendiendo  los  unos 
con  los  otros.  Hasta  aquí  son  palabras  de  Lactan- 
cio. Mas  por  más  que  él  diga,  nosotros  que  habita- 
mos al  presente  en  la  parte  del  Mundo,  que  respon- 
de en  contrario  de  la  Asia,  y  somos  sus  Anticto- 
nos,  como  los  Cosmógrafos  hablan,  ni  nos  vemos 
andar  colgando,  ni  que  andemos  las  cabezas  abajo 
y  los  pies  arriba.  Cierto  es  cosa  maravillosa  consi- 
derar, que  al  entendimiento  humano  por  una  parte 
no  le  sea  posible  percibir  y  alcanzar  la  verdad,  sin 
usar  de  imaginaciones,  y  por  otra  tampoco  le  sea 
posible  dejar  de  errar,  si  del  todo  se  va  tras  la 
imaginación.  No  podemos  entender  que  el  Cielo 
es  redondo,  como  lo  es,  y   que   la   tierra  está   en 


32  LIBRO    PRIMERO 


medio,  sino  imaginándolo.  Mas  si  á  esta  misma 
imaginación  no  la  corrije  y  reforma  la  razón, 
sino  que  se  deja  el  entendimiento  llevar  de  ella, 
forzoso  hemos  de  ser  engañados  y  errar.  Por 
donde  sacaremos  con  manifiesta  experiencia,  que 
hay  en  nuestras  almas  cierta  lumbre  del  Cielo, 
con  la  cual  vemos  y  juzgamos  aun  las  mismas 
imágenes  y  formas  interiores,  que  se  nos  ofre- 
cen para  entender:  y  con  la  dicha  lumbre  in- 
terior aprobamos  ó  desechamos  lo  que  ellas  nos 
están  diciendo.  De  aquí  se  vé  claro,  como  el  ánima 
racional  es  sobre  toda  naturaleza  corporal;  y  como 
la  fuerza  y  vigor  eterno  de  la  verdad,  preside  en 
el  más  alto  lugar  del  hombre;  y  vese,  cómo  mues- 
tra y  declara  bien  que  ésta  su  luz  tan  pura,  es 
participada  de  aquella  suma  y  primera  luz;  y  quien 
ésto  no  lo  sabe  ó  lo  duda,  podemos  bien  decir, 
que  no  sabe  ó  duda  si  es  hombre.  Así  que  si  á 
nuestra  imaginación  preguntamos,  qué  le  parece 
de  la  redondez  del  Cielo,  cierto  no  nos  dirá  otra 
cosa  sino  lo  que  dijo  á  Lactancio.  Es  á  saber,  que 
si  es  el  Cielo  redondo,  el  Sol  y  las  estrellas  habrán 
de  caerse  cuando  se  trasponen,  y  levantarse  cuan- 
do van  al  medio  día;  y  que  la  tierra  está  colgada  en 
el  aire;  y  que  los  hombres  que  moran  de  la  otra 
parte  de  la  tierra,  han  de  andar  pies  arriba  y  ca- 
beza abajo;  y  que  las  lluvias  allí  no  caen  de  lo  alto 
antes  suben  de  abajo;ylas  demás  monstruosidades, 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  33 


que  aun  decirlas,  provoca  á  risa.  Mas  si  se  consulta 
la  fuerza  de  la  razón,  hará  poco  caso  de  todas  estas 
pinturas  vanas,  y  no  escuchará  ala  imaginación  más 
que  á  una  vieja  loca:  y  con  aquella  su  entereza  y 
gravedad,  responderá,  que  es  engaño  grande  fa- 
bricar en  nuestra  imagrinación  á  todo  el  mundo  á 
manera  de  una  casa,  en  la  cual  está  debajo  de  su 
cimiento  la  tierra,  y  encima  de  su  techo  está  el 
Cielo:  y  dirá  también,  que  como  en  los  animales 
siempre  la  cabeza  es  lo  más  alto  y  supremo  del 
animal,  aunque  no  todos  los  animales  tengan  la 
cabeza  de  una  misma  manera,  sino  unos  puesta 
hacia  arriba,  como  los  hombres,  otros  atravesada, 
como  los  ganados,  otros  en  medio,  como  el  pulpo 
y  la  araña,  así  también  el  Cielo  donde  quiera  que 
esté,  está  arriba,  y  la  tierra  ni  mas  ni  menos,  don- 
de quiera  que  esté,  está  debajo.  Porque  siendo  así, 
c|ue  nuestra  imaginación  está  asida  á  tiempo  y  lu- 
gar, y  el  mismo  tiempo  y  lugar  no  lo  percibe  uni- 
versalmente,  sino  particularizado,  de  ahí  le  viene 
que  cuando  la  Icwantan  á  considerar  cosas  que  ex- 
ceden y  sobrepujan  tiempo  y  lugar  conocido, 
luego  se  cae:  y  si  la  razón  no  la  sustenta  y 
levanta,  no  puede  un  punto  tenerse  en  pie:  y 
así  veremos,  que  nuestra  imaginación,  cuando 
se  trata  de  la  creación  del  mundo,  anda  á  buscar 
tiempo  antes  de  criarse  el  mundo,  y  para  fabri- 
carse el  mundo,  también  señala  lugar,  y  no  acaba 
l'OMO   I.  4 


34  LIBRO    PRIMERO 


de  ver  que  se  pudiess  de  otra  suerte  el  mundo 
hacer;  siendo  verdad,  que  la  razón  claramente  nos 
muestra,  que  ni  hubo  tiempo  antes  de  haber  mo- 
vimiento, cuya  medida  es  el  tiempo,  ni  hubo  lugar 
alguno  antes  del  misma  universo,  que  encierra 
todo  lugar.  Por  tanto  el  Filósofo  excelente  Aristó- 
teles, clara  y  bre\'emente  satisface  (l)  al  argu- 
mento que  hacen  contra  el  lugar  de  la  tierra,  to- 
mado del  modo  nuestro  de  imaginar,  diciendo  Con 
gran  verdad,  que  en  el  mundo  el  mismo  lugar  es 
en  medio  y  abajo,  y  cuanto  más  en  medio  está  una 
cosa,  tanto  más  abajo,  la  cual  respuesta  alegando 
Lactancio  Firmiano,  sin  reprobarla  con  alguna 
razón,  pasa  con  decir,  que  no  se  puede  detener 
en  reprobarla  por  la  priesa  que  lleva  á  otras 
cosas. 


(O    Aristótel.  i.  de  ccelo.  cap.  3. 


CAPITULO   VIII   . 

/)./  viotivo  qiLe  Uivo  San  Agustín  para  ne gal- 
los Anti podas. 


Muy  otra  fue  la  razón  que  movió  á  S.  Agustín, 
como  de  tan  alto  ingenio,  para  negar  los  Antípo- 
das. Porque  la  razón  que  arriba  dijimos,  de  que 
andarían  al  revés  los  Antípodas,  el  mismo  Santo 
Doctor  la  deshace  en  su  libro  de  los  Predicamen- 
tos. Los  Antiguos,  dice  él  (l),  afirman,  que  por 
todas  partes  está  la  tierra  debajo  y  el  Cielo  en- 
cima. Conforme  á  lo  cual  los  Antípodas,  que  se- 
gún se  dice,  pisan  al  revés  de  nosotros,  tienen 
también  el  Cielo  encima  de  sus  cabezas.  Pues 
entendiendo  esto  San  Agustín  tan  conforme  á 
buena  Filosofía,  ¿qué  será  la  razón  por  donde 
persona  tan  docta  se  movió  á  la  contraria  opinión? 
I"ue  cierto  el  motivo  que  tuvo  tomado  de  las  en- 
trañas de  la  sagrada  Teología,  conforme  á  la  cual 


(O    August.  lib.  Categoriarum  cap.  ip.  in  i.  tomo. 


3^  LIBRO    PRIMERO 


nos  enseñan  las  di\'inas  letras,  que  todos  los  hom- 
bres del  mundo  descienden  de  un  primer  hombre, 
que  fue  Adán.  Pues  decir,  que  los  hombres  habían 
podido  pasar  al  nue\'o  mundo,  atravesando  ese 
infinito  piélago  del  mar  Océano,  parecía  cosa  in- 
creíble y  un  puro  desatino.  Y  en  verdad,  que  si 
el  suceso  palpable,  y  experiencia  de  lo  que  hemos 
visto  en  nuestros  siglos,  no  nos  desengañara,  hasta 
el  día  de  hoy  se  tuviera  por  razón  insoluble  la 
dicha.  Y  ya  que  sabemos,  que  no  es  concluyente 
ni  verdadera  la  dicha  razón,  con  todo  eso  nos 
queda  bien  que  hacer  para  darle  respuesta,  quiero 
decir,  para  declarar  en  qué  modo,  y  por  qué  via 
pudo  pasar  el  linaje  de  los  hombres  acá,  ó  cómo 
vinieron,  y  por  dónde,  á  poblar  estas  Indias.  Y 
porque  adelante  se  ha  de  tratar  esto  muy  de  pro- 
pósito, por  ahora  bien  será  que  oigamos  lo  que  el 
Santo  Doctor  Agustino  disputa  de  esta  materia 
en  los  libros  de  la  ciudad  de  Dios  (l),  el  cual  dice 
así:  Lo  que  algunos  platican,  que  hay  Antípodas, 
esto  es,  gentes  que  habitan  de  la  otra  parte  de  la 
tierra,  donde  el  Sol  nace  al  tiempo  que  á  nosotros 
se  pone;  y  que  las  pisadas  de  estos  son  al  revés 
de  las  nuestras,  esto  no  es  cosa  que  se  ha  de  creer. 
Pues  no  lo  afirman  por  relación  cierta  que  de  ello 


(i)     Lib.  i6.  cap.  g. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  37 

tengan,  sino  solamente  por  un  discurso  de  Filoso- 
fía que  hacen,  con  que  concluyen,  que  estando  la 
tierra  en  medio  del  mundo  rodeada  de  todas  par- 
tes del  Cielo  igualmente,  ha  de  ser  forzosamente  lu- 
gar más  bajo  siempre  el  que  estuviere  más  en  medio 
del  mundo.  Y  después  añade:  De  ninguna  manera 
engaña  la  divina  Escritura,  cuya  verdad  en  lo  que 
refiere  haber  pasado,  se  prueba  bien,  viendo  cuan 
puntualmente  sucede  lo  que  profetiza  que  ha  de 
venir.  Y  es  cosa  de  disparate  decir,  que  de  estas 
partes  del  mundo  hayan  podido  hombres  llegar  al 
otro  nuevo  mundo,  y  pasar  esa  inmensidad  del 
mar  Océano,  pues  de  otra  suerte  no  es  posible  ha- 
ber allá  hombres,  siendo  verdad  que  todos  los 
hombres  descienden  de  aquel  primer  hombre.  Se- 
gún esto  toda  la  dificultad  de  San  Agustín  no  fue 
otra  sino  la  incomparable  grandeza  del  mar  Océano. 
Y  el  mismo  parecer  tuvo  San  Gregorio  Nacian- 
ceno  afirmando,  como  cosa  sin  duda,  que  pasado 
el  Estrecho  de  Gibraltar,  es  imposible  navegarse 
el  mar.  En  una  Epístola  que  escribe  (l),  dice  áeste 
propósito:  Estoy  muy  bien  con  lo  que  dice  Pínda- 
ro,  que  después  de  Cádiz  es  la  mar  innavegable  de 
hombres.  Y  él  mismo,  en  la  oración  funeral  que 
hizo  á  San  Basilio,  dice,  que  á  ninguno  le  fue  con- 


(i)    Nacianc.  Epistol.  17.  ad  Posthumianum. 


38  LIBRO    PRIMERO 


cedido  pasar  del  Estrecho  de  Gibraltar,  navegando 
la  mar.  Y  aunque  es  verdad  que  esto  se  tomó  como 
por  refrán  del  Poeta  Píndaro,  que  dice,  que  así  á 
sabios  como  á  necios  les  está  vedado  saber  lo  que 
está  adelante  de  Gibraltar;  pero  la  misma  origen 
de  este  refrán  da  bien  á  entender  cuan  asentados 
estuvieron  los  Antiguos  en  la  dicha  opinión;  y  así 
por  los  libros  de  los  Poetas,  y  de  los  Historiado- 
res, y  de  los  Cosmógrafos  antiguos,  el  fin  y  tér- 
minos de  la  tierra  se  ponen  en  Cádiz  la  de  nuestra 
España:  allí  fabrican  las  columnas  de  Hércules,  allí 
encierran  los  términos  del  Imperio  Romano,  allí 
pintan  los  fines  del  mundo.  Y  no  solamente  las  le- 
tras profanas,  mas  aún  las  sagradas,  también  hablan 
en  esa  forma,  acomodándose  á  nuestro  lenguage^ 
donde  dicen  (l),  que  se  publicó  el  edicto  de  Au- 
gusto Cesar,  para  que  todo  el  mundo  se  empadro- 
nase: y  de  Alejandro  el  Magno,  que  extendió  su 
Imperio  hasta  los  cabos  de  la  tierra  (2);  y  en  otra 
parte  dicen  (3):  que  el  Evangelio  ha  crecido  y  he- 
cho fruto  en  todo  el  mundo  universo.  Porque  por 
estilo  usado  llama  la  Escritura  todo  el  mundo  á  la 
mayor  parte  del  mundo,  que  hasta  entonces  esta- 
ba descubierto  y  conocido.  Ni  el    otro   mar  de  la 


(i)     Luc.  2. 

(2)  I.  Machab.  i, 

(3)  Colos.  I. 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  39 

India  oriental,  ni  este  otro  de  la  occidental,  enten- 
dieron los  Antiguos,  que  se  pudiese  navegar,  y  en 
esto  concordaron  generalmente.  Por  lo  cual  Plinio, 
como  cosa  llana  y  cierta,  escribe  (l):  Los  mares 
que  atajan  la  tierra,  nos  quitan  de  la  tierra  habita- 
ble la  mitad  por  medio,  porque  ni  de  acá  se  puede 
pasar  allá,  ni  de  allá  venir  acá.  Esto  mismo  sintie- 
ron Tulio  y  Macrobio,  y  Pomponio  Mela,  y  final- 
mente fue  el  común  parecer  de  los  Escritores  an- 
tiguos. 


CAPÍTULO  IX 

De  la  opinión  que  tuvo  Aristóteles  cerca  del  nuevo 
Mundo;  y  qué  es  lo  que  le  engañó  para  alegarle. 


Hubo,  demás  de  las  dichas,  otra  razón  también, 
por  la  cual  se  movieron  los  Antiguos  á  creer  que 
era  imposible  pasar  los  hombres  de  allá  á  este  nue- 


(i)    Plinius  lib.  2.  cap.  69. 


40  LIERO    PRniERO 


vo  Mundo,  y  fué  decir,  que  de  la  otra  parte  de  la 
inmensidad  del  Océano,  era  el  calor  de  la  región 
que  llaman  Tórrida  ó  Quemada  tan  excesivo,  que 
no  consentía,  ni  por  mar,  ni  por  tierra,  pasar  los 
hombres,  por  atrevidos  que  fuesen,  del  un  polo  al 
otro  polo.  Porque  aun  aquellos  Filósofos,  que  afir- 
maron ser  la  tierra  redonda,  como  en  efecto  lo  es, 
y  haber  hacia  ambos  polos  del  mundo,  tierra  ha- 
bitable, con  todo  eso  negaron,  que  pudiese  habi- 
tarse del  linaje  humano  la  región  que  cae  en  me- 
dio, y  se  comprehende  entre  los  dos  Trópicos,  que 
es  la  mayor  de  las  cinco  zonas  ó  regiones  en  que 
los  Cosmógrafos  y  Astrólogos,  parten  el  mundo. 
La  razón  que  daban  de  ser  esta  zona  tórrida  inha- 
bitable, era  el  ardor  del  Sol,  que  siempre  anda  en- 
cima tan  cercano,  y  abrasa  toda  aquella  región,  y 
por  el  consiguiente  la  hace  falta  de  aguas  y  pastos. 
De  esta  opinión  fué  Aristóteles,  que  aunque  tan  gran 
Filósofo,  se  engañó  en  esta  parte.  Para  cuya  inte- 
ligencia será  bien  decir  qn  qué  procedió  bien  con  su 
discurso,  y  en  qué  \^ino  á  errar.  Disputando,  pues, 
el  Filósofo  (l)  del  viento  ábrego  ó  sur,  si  hemos 
de  entender,  que  nace  del  medio  día  ó  no,  sino  del 
otro  polo  contrario  al  norte,  escribe  en  esta  ma- 
nera: La  razón  nos  enseña,  que  la   latitud  y  ancho 


(i)    Aristotel.  2.  Meteor.  cap.  5. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL     DE    INDIAS  4 1 

de  la  tierra  que  se  habita,  tieae  sus  límites;  pero  no 
puede  toda  esta  tierrahabitable  continuarse  entre  sí, 
por  no  ser  templado  el  medio.  Porque  cierto  es  que 
en  su  longitud,  que  es  de  oriente  á  poniente,  no  tiene 
exceso  de  frió,  ni  de  calor;  pero  tiénele  en  su  lati- 
tud, que  es  del  polo  ala  línea  equinoccial;  y  así  po- 
dría sin  duda  andarse  toda  la  tierra  en  torno  por 
su  longitud,  sino  lo  estorváse  en  algunas- partes  la 
grandeza  del  mar  que  la  ataja.  Hasta  aquí  no  hay 
mas  que  pedir  en  lo  que  dice  Aristóteles;  y 
tiene  gran  razón,  en  que  la  tierra  por  su  longitud, 
que  es  de  oriente  á  poniente,  corre  con  mas  igual- 
dad, y  mas  acomodada  á  la  vida  y  habitación  hu- 
mana, que  por  su  latitud,  que  es  del  norte  al  medio 
dia:  y  esto  pasa  así  no  solo  por  la  razón  que  toca 
Aristóteles  de  haber  la  misma  templanza  del  Cielo 
de  oriente  á  poniente,  pues  dista  siempre  igualmen- 
te del  frío  del  norte,  y  del  calor  del  medio  dia, 
sino  por  otra  razón  también,  porque  yendo  en  lon- 
gitud, siempre  hay  dias  y  noches  succesivamentc, 
lo  cual  yendo  en  latitud,  no  puede  ser,  pues  ha  de 
llegar  forzoso  á  aquella  región  polar,  donde  hay 
una  parte  del  año  noche  continuada,  que  dure  seis 
meses,  lo  cual  para  la  vida  humana  es  de  grandí- 
simo inconveniente.  Pasa  mas  adelante  el  Filósofo, 
reprehendiendo  á  los  Geógrafos,  que  describían  la 
tierra  en  su  tiempo,  y  dice  así:  Lo  que  he  dicho  se 
puede  bien  advertir  en  los  caminos  que  hacen  por 


42  LIBRO    PRIMERO 

tierra,  y  en  las  navegaciones  de  mar,  pues  hay 
gran  diferencia  de  su  longitud  á  su  latitud.  Porque 
el  espacio  que  hay  desde  las  columnas  de  Hércules 
que  es  Gibraltar,  hasta  la  India  oriental,  excede  en 
proporción  mas  que  de  cinco  á  tres,  al  espacio 
que  hay  desde  la  Etiopia  hasta  la  laguna  Meotis,  y 
últimos  fines  de  los  Scitas:  y  esto  consta  por  la 
cuenta  dejornadas,  y  de  navegación,  cuanto  se  ha 
podido  hasta  ahora  con  la  experiencia  alcanzar.  Y 
tenemos  noticia  de  la  latitud  que  hay  de  la  Tórri- 
da habitable,  hasta  las  partes  de  ella  que  no  se  ha- 
bitan. En  esto  se  le  debe  perdonar  á  Aristóteles» 
pues  en  su  tiempo  no  se  había  descubierto  mas  de 
la  Etiopia  primera,  que  llaman  exterior,  y  cae  jun- 
to a  la  Arabia  y  África:  la  otra  Etiopia  interior  no 
la  supieron  en  su  tiempo,  ni  tuvieron  noticia  de 
aquella  inmensa  tierra,  que  cae  donde  son  ahora 
las  tierras  del  Preste  Juan:  y  mucho  menos  toda  la 
demás  tierra  que  cae  debajo  déla  equinoccial,  y  va 
corriendo  hasta  pasar  el  Trópico  de  Capricornio,  y 
para  en  el  cabo  de  Buena-Esperanza,  tan  conocido 
y  famoso  por  la  navegación  de  los  Portugueses. 
Desde  el  cual  cabo,  si  se  mide  la  tierra,  hasta  pa- 
sada la  Scitia  y  Tartaria,  no  hay  duda  sino  que 
esta  latitud  y  espacio  será  tan  grande,  como 
la  longitud  y  espacio  que  hay  desde  Gibraltar 
hasta  la  India  oriental.  Es  cosa  llana,  que  los  An- 
tiguos ignoraron  los  principios  del  Nilo,  y   lo  últi- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  43 

mo  de  la  Etiopia;  y  por  eso  Lucano  reprehende  (l) 
la  curiosidad  de  Julio  Cesar  en  querer  inquirir  el 
principio  del  Nilo;  y  dice  en  su  verso: 

^'Qtíé  tienes  tit,  Romano,  qjce  ponerte 
A  inquirir  del  Nilo  el  nacimiento? 

Y  el  mismo  Poeta  hablando  con  el  propio  Nilo 
dice: 

Pues  es  tu  nacimiento  tan  oculto, 
Que  ignora  el  mundo  todo  cuyo  seas. 

Mas  conforme  á  la  sagrada  Escritura,  bien  se 
entiende  que  sea  habitable  aquella  tierra,  pues  de 
otra  suerte  no  dijera  el  Profeta  Sofonías  (2),  ha- 
blando de  la  vocación  al  Evangelio  de  aquellas 
gentes:  De  mas  allá  de  los  rios  de  Etiopia  me 
traerán  presentes  los  hijos  de  mis  esparcidos,  que 
así  llama  á  los  Apóstoles.  Pero,  como  está  dicho, 
justo  es  perdonar  al  I^ilósofo,  por  haber  creido  á 
los  Historiadores  y  Cosmógrafos  de  su  tiempo. 
Examinemos  ahora  lo  que  se  sigue:  la  una  parte, 
dice,  del  mundo,  que  es  la  septentrional  puesta  al 


(i)     Lucano  10.  Pharsal. 
(2)    Sophon.  3.  V.  10. 


44  LIBRO    PRIMERO 


norte,  pasada  la  zona  templada,  es  inhabitable  por 
el  frió  excesivo:  la  otra  parte  que  está  al  medio 
día,  también  es  inhabitable  en  pasando  del  Trópi- 
co, por  el  excesivo  calor.  Mas  las  partes  del  mun- 
do que  corren  pasada  la  India  de  una  vanda,  y 
pasadas  las  columnas  de  Hércules  de  otra,  cierto  es 
que  no  se  juntan  entre  sí,  por  atajarlas  el  gran 
mar  Océano.  En  esto  postrero  dice  mucha  verdad; 
pero  añade  luego:  Por  cuanto  á  la  otra  parte  del 
mundo  es  necesario,  que  la  tierra  tenga  la  misma 
proporción  con  su  polo  Antartico,  que  tiene  esta 
nuestra  parte  habitable  con  el  suyo,  que  es  norte. 
No  hay  duda,  sino  que  en  todo  ha  de  proceder  el 
otro  mundo  como  este  de  acá,  en  todas  las  demás 
cosas,  y  especialmente  en  el  nacimiento  y  orden 
de  los  vientos;  y  después  de  decir  otras  razones 
que  no  hacen  á  nuestro  caso,  concluye  Aristóteles 
diciendo:  Forzoso  hemos  de  conceder,  que  el 
Ábrego  es  aquel  viento  que  sopla  de  la  región 
que  se  abrasa  de  calor,  y  la  tal  región  por  tener 
tan  cercano  al  Sol,  carece  de  aguas  y  de  pastos. 
Este  es  el  parecer  de  Aristóteles:  y  cierto  que 
apenas  pudo  alcanzar  mas  la  conjetura  humana. 
De  donde  vengo,  cuando  lo  pienso  cristianamen- 
te, á  advertir  muchas  veces,  cuan  flaca  y  corta  sea 
la  Filosofía  de  los  Sabios  de  este  siglo  en  las  cosas 
divinas,  pues  aun  en  las  humanas,  donde  tanto  les 
parece    que    saben,    á    veces    tampoco    aciertan. 


Í)E    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  45 

Siente  Aristóteles  y  afirma,  que  la  tierra  que  está 
á  este  polo  del  sur  habitable,  es,  según  su  longitud, 
grandísima,  que  es  de  oriente  á  poniente,  y  que 
según  su.  latitud,  que  es  desde  el  polo  del  sur  hasta 
la  equinoccial,  es  cortísima.  Esto  es  tan  al  revés 
de  la  verdad,  que  cuasi  toda  la  habitación  que  hay 
á  esta  vanda  del  polo  Antartico,  es  según  la  lati- 
tud, quiero  decir,  del  polo  á  la  línea:  y  por  la  lon- 
gitud, que  es  de  oriente  á  poniente,  es  tan  peque- 
ña, que  excede  y  sobrepuja  la  latitud  á  la  longitud 
en  este  nuevo  orbe,  tanto  como  diez  exceden  a 
tres,  y  aun  mas.  Lo.  otro,  que  afirma  ser  del  todo 
inhabitable  la  región  media,  que  llaman  Tórrida- 
zona,  por  el  excesivo  calor,  causado  de  la  vecin-. 
dad  del  Sol,  y  por  esta  causa  carecer  de  aguas  y 
pastos,  esto  todo  pasa  al  revés.  Porque  la  mayor 
parte  de  este  nuevo  Mundo,  y  muy  poblada  de 
hombres  y  animales,  está  entre  los  dos  Trópicos 
en  la  misma  Tórridazona;  y  de  pastos  y  aguas  es 
la  región  mas  abundante  de  cuantas  tiene  el  mun- 
do universo:  y  por  la  mayor  parte  es  región  muy 
templada,  para  que  se  vea,  que  aun  en  esto  natu- 
ral, hizo  Dios  necia  la  sabiduría  de  este  siglo.  En 
conclusión,  la  Tórridazona  es  habitable,  y  se  habi- 
ta copiosísimamcnte,  cuanto  quiera  que  los  Anti- 
guos lo  tengan  por  imposible  Mas  la  otra  zona  ó 
región,  que  cae  entre  la  tórrida  y  la  polar  al  sur, 
aunque  por  su  sitio  sea  muy  cómoda    para  la  vida 


46  LIBRO     PRIMERO 


humana;  pero  son  muy  pocos  los  que  habitan  en 
ella,  pues  apenas  se  sabe  de  otra,  sino  del  Reino 
de  Chile,  y  un  pedazo  cerca  del  cabo  de  Buena- 
Esperanza :  lo  demás  tiénelo  ocupado  el  mar 
Océano.  Aunque  hay  muchos  que  tienen  por  opi- 
nión, y  de  mí  confieso,  que  no  estoy  lejos  de  su 
parecer,  que  hay  mucha  más  tierra,  que  no  está 
descubierta,  y  que  ésta  ha  de  ser  tierra  firme 
opuesta  á  la  tierra  de  Chile,  que  vaya  corriendo 
al  sur  pasado  el  círculo  ó  Trópico  de  Capricornio 
Y  si  la  hay,  sin  duda  es  tierra  de  excelente  con- 
dición por  estar  en  medio  de  los  dos  extremos,  y 
en  el  mismo  puesto,  que  lo  mejor  de  Europa.  Y 
cuanto  á  esto  bien  atinada  anduvo  la  congetura  de 
Aristóteles.  Pero  hablando  de  lo  que  hasta  ahora 
está  descubierto,  lo  que  hay  en  aquel  puesto  es 
muy  poca  tierra,  habiendo  en  la  Tórrida  muchísi- 
ma y  muy  habitada. 


CAPITULO  X 

Qtie  Plhiio  y  los  mas  de  los  Antiguos  sÍ7itieroii    lo 
mismo  que  Aristóteles, 


El  parecer  de  Aristóteles  siguió  á  la  letra  Plinio, 
el  cual  dice  así  (l):  El  temple  de  la  región  del  me- 
dio del  mundo,  por  donde  anda  de  continuo  el  Sol, 
y  está  abrasada  como  de  fuego  cercano,  y  toda 
quemada  y  como  humeando.  Junto  á  esta  de  en 
medio,  hay  otras  dos  regiones  de  ambos  lados,  las 
cuales  por  caer  entre  el  ardor  de  ésta,  y  el  cruel 
frió  de  las  otras  dos  extremas,  son  templadas.  Mas 
estas  dos  templadas  no  se  pueden  comunicar  en- 
tre sí,  por  el  excesivo  ardor  del  Cielo.  Esta  propia 
fue  la  opinión  de  los  otros  Antiguos,  la  cual  gala- 
namente celebra  el  Poeta  en  sus  \'ersos  (2). 

Rodean  cinco  cintas  todo  el  Cielo: 

De  estas,  nna  con  Sol  perpetuo  ardiente 

Tienen  de  quemazÓ7i  bejinejo  el  suelo. 


(i)    Plinius  lib.  2.  cap.  68. 
(2)    VirgU.  in  Georgic. 


48  LIBRO    PRIMERO 


Y  el  mismo  Poeta  en  otro  cabo  (l).     * 

Oyólo,  si  hay  algnuo  que  allá  habite. 
Donde  se  tiende  la  región  mas  larga. 
Que  en  medio  de  las  cuatro  el  Sol  derrite. 

Y  otro  Poeta  aun  mas  claro  dice  lo  mismo  (2): 

Son  en  la  tierra  iguales  las  regiones 
A  las  del  Cielo;  y  de  estas   cinco,  aquella 
Que  está  enmedio,  no  tiene  poblaciones 
Por  el  bravo  calor. 

Fundóse  esta  opinión  común  de  los  Antiguos  en 
una  razón  que  les  pareció  cierta  é  inexpugnable. 
Veían  que  en  tanto  era  una  región  mas  caliente, 
cuando  se  acercaba  mas  al  medio  dia.  Y  es  esto 
tanta  verdad,  que  en  una  misma  Provincia  de  Italia 
es  la  Pulla  mas  cálida  que  la  Toscana  por  esa  ra- 
zón; y  por  la  misma  en  España  es  mas  caliente  el 
Andalucía  que  Vizcaya,  y  esto  en  tanto  grado, 
que  no  siendo  la  diferencia  de  mas  de  ocho  gra- 
dos, y  aun  no  cabales,  se  tiene  la  una  por  muy  ca- 
liente, y  la  otra  por  muy  fria.  De  aquí  inferían  por 
buena  consecuencia,  que  aquella  región  que  se  alle- 


(i)    7.  ^neid. 

(2)    Metamorph.  Ovid.  i. 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  49 

gase  tanto  al  medio  dia,  que  tuviese  el  vSol  sobre 
su  cabeza,  necesariamente  había  de  sentir  un  per- 
petuo y  excesivo  calor.  Demás  de  esto  veían  tam- 
bién, que  todas  las  diferencias  que  el  año  tiene,  de 
Primavera,  Estío,  Otoño,  Invierno,  proceden  de 
acercarse  ó  alejarse  el  Sol.  Y  echando  de  ver,  que 
estando  ellos  aún  bien  lejos  del  Trópico,  á  donde 
llega  el  vSol  en  Verano,  con  todo  eso  por  írseles 
acercando,  sentian  terribles  calores  en  hastío,  ha- 
cían su  cuenta,  que  si  tuvieran  al  Sol  tan  cerca  de 
sí,  que  anduviera  encima  de  sus  cabezas,  y  esto 
por  todo  el  discurso  del  año,  fuera  el  calor  tan  in- 
sufrible, que  sin  duda  se  consumieran  y  abra- 
saran los  hombres  de  tal  exceso.  Esta  fue  la 
razón  que  venció  á  los  Antiguos,  para  tener  por 
no  habitable  la  región  de  en  medio,  que  por  eso 
llamaron  Tórridazona.  Y  cierto  que  si  la  misma 
experiencia  por  vista  de  ojos,  no  nos  hubiera  des- 
engañado, hoy  dia  dijéramos  todos,  que  era  razón 
concluyente  y  Matemática,  porque  \'eamos  cuan 
flaco  es  nuestro  entendimiento  para  alcanzar  aun 
estas  cosas  naturales.  Mas  ya  podemos  decir,  que 
á  la  buena  dicha  de  nuestros  siglos  le  cupo  alcan- 
zar aquellas  dos  grandes  maravillas,  es  á  saber, 
navegarse  el  mar  Océano  con  gran  facilidad,  y 
gozar  los  hombres  en  la  Tórridazona  de  lindísimo 
temple,  cosas  que  nunca  los  Antiguos  se  pudieron 
persuadir.  De  estas  dos  maravillas  la  postrera  de 
Tomo  i.  5 


50  LIBRO    PRIMERO 


la  habitación  y  cualidades  de  la  T(3rridazoiia,  he- 
mos de  tratar,  con  ayuda  de  Dios,  largamente  en 
el  libro  siguiente.  Y  así  en  este  será  bien  declarar 
la  otra,  del  modo  de  na\'egar  el  Océano,  porque 
nos  importa  muchos  para  el  intento  que  llewamos 
en  esta  obra.  Pero  antes  de  venir  á  este  punto,  con- 
\'endrá  decir,  qué  es  lo  que  sintieron  los  Antiguos 
de  estas  nue\'as  gentes  que  llamamos  Lidios. 


CAPirui.o  XI 

Que  se  halla  en  los   AntigíLos  alguna  noticia   de 
este  nuevo  Míindo. 


Resumiendo  lo  dicho,  queda  que  los  Antiguos, 
ó  no  creyeron  haber  hombres  pasado  el  Trópico 
de  Cáncer,  como  San  Agustín  y  Lactancio  sintie- 
ron, ó  que  si  habia  hombres,  á  lo  menos  no  habi- 
taban entre  los  Trópicos,  como  lo  afirman  Aristó- 
teles y  Plinio,  y  antes  que  ellos,  Parmcnides  Filó- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  5  I 


sofo  (l).  vSer  de  otra  suerte  lo  uno  y  lo  otro,  ya 
está  bastante  a\'eriguado.  ?^Ias  todavía  muchos  con 
curiosidad  preguntan,  si  de  esta  \'erdad  que  en 
nuestros  tiempos  es  tan  notoria,  hubo  en  los  pasa- 
dos alguna  noticia.  Porque  parece  cierto  cosa  muy 
extraña,  que  sea  tamaño  este  mundo  nuevo,  como 
con  nuestros  ojos  le  vemos,  y  que  en  tantos  siglos 
atrás  no  haya  sido  subido  por  los  Antiguos.  Por 
donde  pretendiendo  quizá  algunos  menoscabar  en 
esta  parte  la  felicidad  de  nuestros  tiempos,  y  obs- 
curecer la  gloria  de  nuestra  nación,  procuran  mos- 
trar, que  este  nuevo  Mundo  fué  conocido  por  los 
Antiguos:  y  realmente  no  se  puede  negar,  que 
haya  de  esto  algunos  rastros.  Escribe  San  Geróni- 
mo (2)  en  la  Epístola  á  los  P^fesios:  Con  razón  pre- 
guntamos, qué  quiera  decir  el  Apóstol  en  aquellas 
palabras:  en  las  cuales  cosas  anduvistes  un  tiempo 
según  el  siglo  de  este  mundo,  si  quiere  por  ventu- 
ra dar  á  entender,  que  hay  otro  siglo  que  no  per- 
tenezca á  este  mundo,  sino  á  otros  mundos,  de 
los  cuales  escribe  Clemente  en  su  Epístola:  El 
Océano  y  los  mundos  que  están  más  allá  del 
Océano.  P^sto  es  de  San  Gerónimo.  Yo  cierto 
no  alcanzo,    qué  Epístola    sea    esta  de    Clemente, 


(i)    Plutarch.  3.  de  placitis  Philosoph.  cap.  1 1. 
(2)     Hieronym.  super  cap.  2.  ad  Ephes. 


52  LIBRO    PRIMERO 


que  San  Gerónimo  cita;  pero  ninguna  duda  tengo 
que  lo  escribió  así  San  Clemente,  pues  lo  alega 
San  Gerónimo.  Y  claramente  refiere  vSan  Clemen- 
te, que  pasado  el  mar  Océano,  hay  otro  mundo  y 
aun  mundos,  como  pasa  en  efecto  de  verdad,  pues 
hay  tan  excesiva  distancia  del  un  nuevo  mundo  al 
otro  nuevo  mundo,  quiero  decir,  de  este  Perú  é 
India  occidental  á  la  India  oriental  y  China.  Tam- 
bién Plinio,  que  fue  tan  extremado  en  inquirir  las 
cosas  extrañas  y  de  admiración,  refiere  en  su  Flis- 
toria  natural  (l),  que  Hannón,  Capitán  de  los  Car- 
taginenses, navegó  desde  Gibraltar,  costeando  la 
mar,  hasta  lo  último  de  Arabia,  y  que  dejó  escrita 
esta  su  navegación.  Lo  cual  si  es  así,  como  Plinio 
lo  dice,  sigúese  claramente  que  navegó  el  dicho 
Hannón  todo  cuanto  los  Portugueses  hoy  día  na- 
vegan, pasando  dos  veces  la  equinoccial  ,  que 
es  cosa  para  espantar.  Y  según  lo  trae  el  mismo  Pli- 
nio (2)  de  Cornelio  Nepote,  Autor  grave,  el  propio 
espacio  navegó  otro  hombre  llamado  Eudoxo,  aun- 
que por  camino  contrario,  porque  huyendo  el 
dicho  Eudoxo  del  Rey  de  los  Latyros,  salió  por 
el  mar  Bermejo  al  mar  Océano,  y  por  él  voltean 
do  llegó   hasta  el  Estrecho    de  Gibraltar,   lo    cual 


(1)  Plinius  lib.  2.  cap.  69. 

(2)  ídem  ibidem. 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  53 


afirma  el  Cornelio  Nepote  haber  acaecido  en  su 
tiempo.  También  escriben  Autores  graves,  que 
una  nave  de  Cartaginenses  llevándola  la  fuerza 
del  viento  por  el  mar  Océano,  vino  á  reconocer 
una  tierra  nunca  hasta  entonces  sabida,  y  que  vol- 
viendo después  á  Cartágo,  puso  gran  gana  á  los 
Cartaginenses  de  descubrir  y  poblar  aquella  tierra, 
y  que  el  Senado  con  riguroso  decreto  vedó  la  tal 
navegación,  temiendo  que  con  la  codicia  de  nue- 
vas tierras,  se  menoscabase  su  patria.  De  todo 
esto  se  puede  bien  colegir,  que  hubiese  en  los  An- 
tiguos algún  conocimiento  del  nuevo  Mundo;  aun- 
que particularizando  á  esta  nuestra  América,  y 
toda  esta  India  occidental,  apenas  se  halla  cosa 
cierta  en  los  libros  de  los  Escritores  antiguos. 
Mas  de  la  India  oriental  no  solo  la  de  la  una  par- 
te, sino  también  la  de  la  otra,  que  antiguamente 
era  la  más  remota  por  caminarse  al  contrario  de 
ahora,  digo  que  se  halla  mención,  y  no  muy  corta, 
ni  muy  obscura.  Porque  ^^á  quién  no  le  es  fácil  ha- 
llar en  los  Antiguos  la  Malaca,  que  llamaban  Áu- 
rea Chersoneso.^  Y  al  cabo  de  Comorin,  que  se 
decia  Promontorimn  Cori,  ^y  la  grande  y  célebre 
Isla  de  Sumatra,  por  antiguo  nombre  tan  celebra- 
do, Taprobana?  ¿Qué  diremos  de  las  dos  Etiopias? 
¿•qué  de  los  Bracmanes?  ^-qué  de  la  gran  tierra  de 
los  Chinos?  ¿Quién  duda  en  los  libros  de  los  Anti- 
guos, que  traten  de   estas   cosas  no   pocas   veces.^ 


54  LIBRO    PRIMERO 


Mas  de  las  Indias  occidentales,  no  hallamos  en 
Plinio,  que  en  esta  navegación  pasase  de  las  Islas 
Canarias,  que  él  llama  Fortunatas;  y  la  principal 
de  ellas  dice  (l)  haberse  llamado  Canaria,  por  la 
multitud  de  canes  ó  perros  que  en  ella  habia.  Pa- 
sadas las  Canarias,  apenas  hay  rastro  en  los  Anti- 
guos de  la  navegación  que  hoy  se  hace  por  el 
golfo,  que  con  mucha  razón  le  llaman  grande.  Con 
todo  eso  se  mueven  muchos  á  pensar,  que  profe- 
tizó Séneca,  el  Trágico,  de  estas  Indias  occidenta- 
les, lo  que  leemos  en  su  Tragedia  Aledea  (2)  en 
sus  versos  anapésticos,  que  reducidos  al  metro 
Castellano,  dicen  así: 

Tras  largos  años  vendrá 
Un  siglo  nuevo  y  dichoso. 
Que  al  Océano  anchuroso 
Sus  limites  pasará. 

Descíibrirán  grande  tierra. 
Verán  otro  nuevo  Mundo, 
Navegando  el  gran  profundo. 
Que  ahora  el  paso  nos  cierra. 

La  Thule  tan  afamada 


(1)  Plinius  1.  6.  c.  32. 

(2)  Séneca  in  MeJea  actu  2.  in  une. 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DK     INDIAS  55 


Como  del  imuido  postrera. 
Quedará  en  esta  carrera 
Por  imiy  cercana  contada. 

Esto  canta  Séneca  en  sus  versos;  y  no  podemos 
negar  que  al  pie  de  la  letra  pasa  así,  pues  los  años 
largos  que  dice,  si  se  cuentan  del  tiempo  del  'IVá- 
gico,  son  al  pie  de  mil  y  cuatrocientos,  y  si  de  el 
de  Medea,  son  mas  de  dos  mil;  que  el  Océano  an- 
churoso haya  dado  el  paso,  que  tenia  cerrado,  y 
que  se  haya  descubierto  grande  tierra,  mayor  ([ue 
toda  Europa  y  Asia,  y  se  habite  otro  nuevo  mundo, 
vérnoslo  por  nuestros  ojos  cumplido,  y  en  esto  no 
hay  duda.  En  lo  que  la  puede  con  razón  haber,  es, 
en  si  Séneca  adivinó,  ó  si  acaso  di(3  en  esto  su 
Poesía.  Yo  para  decir  lo  c|ue  siento,  siento  c[ue 
adivinó  con  el  modo  de  adi\inar  que  tienen  los 
hombres  sabios  y  astutos.  \^eía  (|ue  ya  en  su 
tiempo  se  tentaban  nuevas  na\'egaciones  y  viages 
por  el  mar:  sabía  bien,  coni)  h^ilósofo,  que  habia 
otra  tierra  opuesta  del  mismo  ser,  que  llaman  An- 
tichtona.  Pudo  con  este  fundamento  considerar, 
que  la  osadía  y  habilidad  de  los  hombres,  en  ñn 
llegaría  á  pasar  el  mar  Océano,  y  pasándole,  des- 
cubrir nuevas  tierras,  y  otro  mundo,  mayormente 
siendo  ya  cosa  sabida  en  tiempo  de  Séneca  el  su- 
ceso de  aquellos  naufragios  que  refiere  Plinio,  con 
que  se  pasó  el  gran  mar  Océano.  Y  que  este  haya 


56  LIBRO    PRIMERO 


sido  el  motivo  de  la  profecía  de  Séneca,  parece  lo 
dan  á  entender  los  versos  que  preceden,  donde 
habiendo  alabado  el  sosiego  y  vida  poco  bulliciosa 
de  los  Antiguos,  dice  así: 

Mas  aho7'a  es  otro  tiempo, 
y  el  mar  de  fuerza  ó  de  grado 
ha  de  dar  paso  al  osado, 
y  el  pasarle  es  pasatiempo. 

Y  mas  abajo  dice  así: 

Al  alto  mar  proceloso 

ya  cualquier  barca  se  atreve: 

todo  vi  age  es  ya  breve 

al  navegante  curioso. 

No  hay  ya  tierra  por  saber, 
no  hay  Reyno  por  conquistar, 
nuevos  muros  ha  de  hallar 
quieíi  se  piensa  defender. 

Todo  anda  ya  trastornado, 
sin  dejar  cosa  en  síl  asiento: 
el  mundo  claro  y  esento 
no  hay  ya  en  él  rincón  cerrado. 

El  Indio  cálido  bebe 


DE    LA    HISTORIA   NATURAL   DE    INDL\S  5/ 

del  Rio  Araxis  helado, 

y  el  Persa  en  Al  bis  dañado, 

y  el  Rhin  mas  frió  que  nieve. 

De  esta  tan  crecida  osadía  de  los  hombres  viene 
Séneca  á  congcturar  lo  que  luego  pone,  como  el 
•extremo  á  que  ha  de  llegar,  diciendo:  Tras  largos 
-años  vendrá  &c.  como  está  ya  dicho. 


CAPITULO  XII 
Qné  sintió  Platón  de  esta  India  occidental. 


Mas  si  alguno  hubo  que  tocase  mas  en  particu- 
lar esta  India  occidental,  parece  que  se  le  debe  á 
Platón  esa  gloria,  el  cual  en  su  Timéo  escribe  así: 
En  aquel  tiempo  no  se  podia  navegar  aquel  golfo 
(y  va  hablando  del  mar  Atlántico,  que  es  el  que 
está  en  saliendo  del  Estrecho  de  Gibraltar),  por- 
que tenía  cerrado  el  paso  á  la  boca  de  las  colum- 
nas de  Hércules,  que  vosotros   soléis  llamar,  (que 


58  LlHRíT     PRIMERO 


es  el  mismo  Estrecho  de  Gibraltar)  y  era  aquella 
Isla  qué  estaba  entonces  juntp  á  la  boca  dicha,  de 
tanta  grandeza,  que  excede  á  toda  la  África  y 
Asia  juntas.  De  esta  Isla  habia  paso  entonces  á 
otras  Islas  para  los  que  iban  á  ellas;  y  de  las  otras 
Islas  se  iba  á  toda  la  Tierra  firme,  que  estaba  fron- 
tero de  ellas,  cercada  del  verda'dero  mar.  listo 
cuenta  Cricias  en  Platón.  Y  los  que  se  persuaden 
que  esta  narración  de  Platón  es  historia,  y  verda- 
dera historia,  declarada  en  esta  forma,  dicen  que 
aquella  grande  Isla  llamada  Atlantis,  la  cual  exce- 
día en  grandeza  á  África  y  Asia  juntas,  ocupaba 
entonces  la  mayor  parte  del  mar  Océano,  llamado 
Atlántico,  que  ahora  navegan  los  Españoles,  y  que 
las  otras  Islas  que  dice  estaban  cercanas  á  esta 
grande,  son  las  que  hoy  dia  llaman  Islas  de  Barlo- 
vento, es  á  saber,  Cuba,  Española,  San  Juan  de 
Puerto-rico,  Jamaica,  y  otras  de  aqu.el  paragc.  Y 
que  la  Tierra  firme  que  dice,  es  la  que  hoy  dia  se 
llama  Tierra  firme,  y  este  Perú  y  América.  El  mar 
verdadero  que  dice  estar  junto  aquella  tierra  firme, 
declaran  que  es  este  mar  del  sur,  y  que  poreso  se 
llama  verdadero  mar,  porque  en  comparación  de 
su  inmensidad,  esotros  mares  Mediterráneos,  y  aun 
el  mismo  Atlántico,  son  como  mares  de  burla.  Con 
ingenio,  cierto,  y  delicadeza  está  explicado  Platón 
por  los  dichos  Autores  curiosos:  con  cuanta  ver- 
dad y  certeza,  eso  en  otra  parte  se  tratará. 


CAPrruLO  XIII 

Que  algunos  han  creído,  .que  en  las  divinas 
Escrituras   OJir   signifique  este   nuestro    Perú, 


No  falta  también  á  quien  le  parezca,  que  en  las 
sagradas  letras  hay  mención  de  esta  India  occiden- 
tal, entendiendo  por  el  Oñr  que  ellas  tanto  cele- 
bran, este  nuestro  Perú.  Roberto  Stefano,  ó  por 
mejor  decir,  Francisco  Vatablo. ,  hombre  en  la  len- 
gua Hebrea  aventajado,  según  nuestro  preceptor 
que  fue  discípulo  suyo,  decia,  en  los  escolios  sobre 
el  capítulo  nono  del  tercer  libro  de  los  Reyes  (l), 
escribe  que  la  Isla  Española  que  halló  Cristoval 
Colón,  era  el  Ofir,  de  donde  Salomón  traía  cua- 
trocientos y  veinte,  ó  cuatrocientos  y  cincuenta 
talentos  de  oro  muy  fino.  Porque  tal  es  el  oro  de 
Cybao,  que  los  nuestros  traen  de  la  Española.  Y 
no  faltan  Autores  doctos  que  afirmen  (2)  ser  Ofir 
este  nuestro  Perú,  deduciendo   el    un    nombre  del 


(i)    In  3.  lib.  Reg.  cap.  lo. 

(2)    Arias  Montanus  in  apparatu,  in  Phaleg.  cap.  9. 


6o  LIBRO    PRIMERO 


otro,  y  creyendo  que  en  el  tiempo  que  se  escribió 
el  libro  del  Paralipomenon  se  llamaba  Perú  como 
ahora.  Fúndanse  en  que  refiere  la  Escritura  (l) 
que  se  traía  de  Ofir  oro  finísimo  y  piedras  muy 
preciosas,  y  madera  escogidísima,  de  todo  lo  cual 
abunda,  según  dicen  estos  Autores,  el  Perú.  Mas  á 
mi  parecer  está  muy  lejos  el  Perú  de  ser  el  Ofir, 
que  la  Escritura  celebra  (2).  Porque  aunque  hay 
en  él  copia  de  oro,  no  es  en  tanto  grado,  que  ha- 
ga ventaja  en  esto  á  la  fama  de  riqueza  que  tuvo 
antiguamente  la  India  oriental.  Las  piedras  tan  pre- 
ciosas, y  aquella  tan  excelente  madera,  que  nunca 
tal  se  vio  en  Jerusalén,  cierto  yo  no  lo  veo,  porque 
aunque  hay  esmeraldas  escogidas,  y  algunos  árbo- 
les de  palo  recio  y  oloroso;  pero  no  hallo  aquí 
cosa  digna  de  aquel  encarecimiento,  que  pone  la 
Escritura.  Ni  aun  me  parece  que  lleva  buen  cami- 
no pensar,  que  Salomón  dejada  la  India  oriental 
riquísima,  enviase  sus  flotas  á  esta  última  tierra.  Y 
si  hubiera  venido  tantas  veces,  mas  rastros  ñiera 
razón  que  halláramos  de  ello.  Mas  la  etimología 
del  nombre  Ofir,  y  reducción  al  nombre  de  Perú, 
téngolo  por  negocio  de  poca  sustancia,  sien- 
do como  es  cierto,  que  ni  el  nombre  del  Perú  es 
tan  antiguo,  ni  tan  general  á  toda    esta  tierra.    Ha 


(i)    2.  Paralip.  9.  5.  Reg.  10. 

(2)    2.  Paral.  8.  4.  Reg.  22.  3.  Re^.  9. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  6 1 

sido  costumbre  muy  ordinaria  en  estos  descubri- 
mientos del  nuevo  Mundo  poner  nombres  á  las 
tierras  y  puertos,  de  la  ocasión  que  se  les  ofrecía, 
y  así  se  entiende  haber  pasado  en  nombrar  á  este 
Reino,  Perú.  Acá  es  opinión,  que  de  un  rio  en  que 
á  los  principios  dieron  los  Españoles,  llamado  por 
los  naturales  Perú,  intitularon  toda  esta  tierra  Perú: 
Y  es  argumento  de  esto,  que  los  Indios  naturales 
del  Perú,  ni  usan. ni  saben  tal  nombre  de  su  tierra. 
Al  mismo  tono  parece  afirmar,  que  Sefer  en  la 
Escritura  son  estos  Andes,  que  son  unas  sierras 
altisimas  del  Perú.  Ni  basta  haber  alguna  afinidad  ó 
semejanza  de  vocablos,  pues  de  esa  suerte  tam- 
bién diríamos  que  Yucatán  es  Yectán,  á  quien 
nombra  la  Escritura;  ni  los  nombres  de  Tito  y  de 
Paulo  que  usaron  los  Reyes  Incas  de  este  Perú,  se 
debe  pensar  que  vinieron  de  Romanos  ó  de  Cris- 
tianos, pues  es  muy  ligero  indicio  para  afirmar 
cosas  tan  grandes.  Lo  que  algunos  escriben,  que 
Tharsis  y  Ofir  no  eran  en  una  misma  navegación 
ni  provincia,  claramente  se  ve  ser  contra  la  inten- 
ción de  la  Escritura,  confiriendo  el  cap.  22  del 
cuarto  libro  de  los  Reyes,  con  el  cap.  20  del  se- 
gundo libro  del  Paralipomenon.  Porque  lo  que  en 
los  Reyes  dice,  que  Josafát  hizo  flota  en  Asionga- 
ber  para  ir  por  oro  á  Ofir,  eso  mismo  refiere  el 
Paralipomenon  haberse  hecho  la  dicha  flota  para 
ir  á  Tharsis.    De  donde  claro  se    colige,  que    en  el 


02  LIBRO  primp:ro 

propósito  tomó  por  una  misma  cosa  la  Escritura  á 
lliarsis  y  Ofir.  Preguntarme  há  alguno  á  mí,  se- 
gún esto,  qué  región  ó  provincia  sea  el  Ofir,  adon- 
de iba  la  flota  de  Salomón  con  marineros  de  Hi- 
rán,  Rey  de  Tiro  y  vSidon,  para  traerle  oro;  adon- 
de también  pretendiendo  ir  la  flota  del  Rey  Jo- 
safát,  padeció  naufragio  en  Asiongaber,  como 
refiere  la  Escritura  (l).  En  esto  digo,  que  me 
acerco  de  mejor  gana  a  la  opinión  dejosefo  en  los 
libros  de  Aiitiqíiitatíbiis,  donde  dice,  que  es  pro- 
vincia de  la  India  oriental,  la  cual  fiando  aquel 
Ofir  hijo  de  Yectán,  de  quien  se  hace  mención  en 
el  Génesis  (2):  y  era  esta  provincia  abundante  de 
oro  finísimo.  De  aquí  procedió  el  celebrarse  tanto 
el  oro  de  Ofir  ó  de  Ofaz,  y  según  algunos  quieren 
decir,  el  Obrizo  es  como  el  Ofirizo,  porque  habien- 
do siete  linages  de  oro,  como  refiere  San  Geróni- 
mo, el  de  Ofir  era  tenido  por  el  mas  fino,  así  como 
acá  celebramos  el  oro  de  Valdivia,  ó  el  de  Cara- 
■vaya.  La  principal  razón  que  me  mueve  á  pensar, 
que  Ofir  está  en  la  Lidia  oriental,  y  no  en  esta 
occidental,  es  porque  no  podia  venir  acá  la  flota 
de  Salomón,  sin  pasar  toda  la  India  oriental,  y 
toda  la  China,  y  otro  infinito  mar;  y  no  es  vero- 
símil que  atravesasen  todo  el  mundo  para   \'enir  a 


(1)  3.  Reg.  9.  4.  Reg.  22. 

(2)  Genes.  10. 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL     DE    INDIAS  63 

buscar  acá  el  oro,  mayormente  siendo  esta  tierra 
tal,  que  no  se  podia  tener  noticia  de  ella  por  viaje 
de  tierra;  y  mostraremos  después  que  los  Anti- 
guos no  alcanzaron  el  arte  de  na\'egar,  que  ahora 
se  usa,  sin  el  cual  no  podian  engolfarse  tanto.  Fi- 
nalmente, en  estas  cosas,  cuando  no  se  traen  indi- 
cios ciertos,  sino  conjeturas  ligeras,  no  obligan  á 
creerse  mas  de  lo  que  á  cada  uno  le  parece. 


CAPITULO  XIV 

Qué  significan  en  la  Escritura  TJiarsis  y  Ofir. 


\  si  valen  conjeturas  y  sospechas,  las  mias  son, 
que  en  la  divina  Escritura  los  vocablos  de  Ofir  y 
de  Tharsis  las  mas  veces  no  significan  algún  deter- 
minado lugar,  sino  que  su  significación  es  general 
cerca  de  los  Hebreos,  como  en  nuestro  vulgar  el 
vocablo  de  Indias  es  general,  porque  el  uso  y  len- 
guage  nuestro  nombrando  Indias  es  significar  unas 
tierras  muy  apartadas,  y  muy  ricas,  y  muy  extra- 


64  LIBRO    PRIMERO 


ñas  de  las  nuestras;  y  así  los  Españoles  igualmen- 
te llamamos  Indias  al  Perú,  y  á  Méjico,  y  á  la 
China,  y  á  Malaca,  y  al  Brasil:  y  de  cualquier 
parte  de  estas  que  vengan  cartas,  decimos  que  son 
cartas  de  las  Indias,  siendo  las  dichas  tierras  y 
Reinos  de  inmensa  distancia  y  diversidad  entre  sí. 
Aunque  tampoco  se  puede  negar,  que  el  nombre 
de  Indias  se  tome  de  la  India  oriental;  y  porque 
cerca  de  los  Antiguos  esa  India  se  celebraba  por 
tierra  remotísima,  de  ahí  viene,  que  estotra  tierra 
tan  remota,  cuando  se  descubrió,  la  llamaron  tam- 
bién India,  por  ser  tan  apartada,  como  tenida  por 
el  cabo  del  mundo;  y  así  llaman  Indios  a  los  que 
moran  en  el  cabo  del  mundo.  Al  mismo  modo  me 
parece  á  mí,  que  Tharsis  en  las  divinas  letras,  lo 
mas  común  no  significa  lugar  ni  parte  determina- 
da, sino  unas  regiones  muy  remotas;  y  al  parecer 
de  las  gentes,  muy  extrañas  y  ricas.  Porque  lo  que 
Josefo  y  algunos  quieren  decir,  que  Tharsis  y  Tar- 
so es  lo  mismo  en  la  Escritura,  paréceme  que  con 
razón  lo  reprueba  San  Gerónimo  (l),  no  solo  por- 
que se  escriben  con  diversas  letras  los  dos  dichos 
vocablos,  teniendo  uno  aspiración,  y  otro  no,  sino 
también  porque  muchísimas  cosas  que  se  escriben 
de  Tharsis,  no  pueden  cuadrar  á  Tarso,  ciudad  de 


(i)    Hieron.  ad  Marcell.  in  3.  tom. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  65 

Cilicia.  Bien  es  verdad,  que  en  alguna  parte  se  in- 
sinúa en  la  Escritura,  que  Tharsis  cae  en  Cilicia, 
pues  se  escribe  así  de  Holofernes  en  el  libro  de 
Judith  (i):  Y  como  pasase  los  términos  de  los  Asi- 
rlos, llegó  á  los  grandes  montes  Angc  (que  por 
ventura  es  el  Tauro),  (2)  los  cuales  montes  caen  á 
la  siniestra  de  Cilicia,  y  entró  en  todos  sus  casti- 
llos, y  se  apoderó  de  todas  sus  fueras,  y  quebran- 
tó aquella  ciudad  tan  nombrada  Melothi,  y  despo- 
jó á  todos  los  hijos  de  Tharsis  y  á  los  de  Ismael, 
que  estaban  frontero  del  desierto,  y  los  que  esta- 
ban al  mediodia  hacia  tierra  de  Cellón,  y  pasó  el 
Eufrates,  &c.  Mas  como  he  dicho,  pocas  veces  cua- 
dra á  la  ciudad  de  Tarso  lo  que  se  dice  de  Tarsis. 
Teodoreto  (3)  y  otros,  siguiendo  la  interpretación 
de  los  Setenta,  en  algunas  partes  ponen  á  Tharsis 
en  África,  y  quieren  decir  que  es  la  misma  que  fué 
antiguamente  Cartágo  (4),  y  ahora  Reino  de  Tú- 
nez: Y  dicen,  que  allá  pensó  hacer  su  camino  Jo- 
ñas, cuando  la  Escritura  refiere  que  quiso  huir  del 
Señor  á  Tharsis.  Otros  quieren  decir,  que  Tharsis 
es  cierta  región  de  la  India,  como  parece  sentir 
S.    Gerónimo   (5).  No  contradigo  yo  por  ahora  á 


(i)  Jud.  2.  vv.  12.  13.  14. 

(2)  Lege.  Plin.  1.  5.  c.  27. 

(3)  Theodoretus,  in  i.  Jonae. 

(4)  Arias  Mont.  ibidem,  p.  in  Alphabeto  apparatus. 

(5)  Hieron.  ad  Marcellam. 

Tomo  i. 


66  LIBRO   PRIMERO 


estas  opiniones;  pero  afirmóme  en  que  no  significa 
siempre  una  determinada  región  ó  parte  del  mun- 
do. Los   Magos   que  vinieron  á  adorar   á  Cristo, 
cierto  es  que  fueron  de  oriente,  y  también  se  coli- 
ge de  la  Escritura  (l),  que  eran  de  Sabá,  y  de  Epha) 
y  de  Madian;  y  hombres  doctos    sienten  que   eran 
de  Etiopia,  y  de  Arabia,  y  de  Persia.  Y   de   estos 
canta  el  vSalmo  y  la  Iglesia:  Los  Reyes    de  Tharsis 
traerán  presentes.  Concedamos,  pues,  con  San  Ge- 
rónimo, que  Tharsis  es  vocablo  de  muchos   signi- 
ficados en  la  Escritura,  y  que  unas   veces    se    en- 
tiende por  la  piedra  crisólito  ó  jacinto:  otras  algu- 
na cierta  región  de  la  India:  otras  la  mar,  que  tiene 
el  color  de  jacinto  cuando  reverbera  el  Sol.   Pero 
con  mucha  razón   el    mismo   Santo  Doctor  niega, 
que  fuese  región  de  la  India    el  Tharsis  donde  Jo- 
ñas huía,  pues  saliendo  de  Jope,  era  imposible  na- 
vegar á  la  India  por  aquel   mar;  porque  Jope,  que 
hoy  se  llama  Jafa,  no  es  puerto  del  mar  Bermejo, 
que  se  junta  con  el  mar   oriental   Indico,   sino   del 
mar  Mediterráneo,  que  no  sale  á  aquel  mar  Indico: 
de  donde  se  colige  clarísimamente,  que    la  nave- 
gación que  hacía  la  flota  de  Salomón  (2)  de  Asion- 
gaber  (donde  se  perdieron  las  naves   del  Rey  Jo- 
safát)  iba  por  el  mar  Bermejo  á  Ofir  y  á   Tharsis; 


(i)    Ps.  44..  Isai.  60.  V.  6. 
(2)    3.  Reg.  22. 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL     DE    INDIAS  6/ 

que  lo  uno  y  lo  otro  afirma  expresamente  la  Es- 
critura (l),  fué  muy  diferente  de  la  que  Joñas  pre- 
tendió hacer  á  Tharsis.  Pues  es  Asiongaber  puer 
to  de  una  ciudad  de  Iduméa,  puesta  en  el  estre- 
cho, que  se  hace  donde  el  mar  Bermejo  se  junta 
con  el  gran  Océano.  De  aquel  Ofir,  y  de  aquel 
Tharsis  (sea  lo  que  mandaren)  traían  á  Salomón 
oro,  y  plata,  y  marfil,  y  monos,  y  pavos,  con  na- 
vegación de  tres  años  muy  prolija.  Todo  lo  cual 
sin  duda  era  de  la  India  oriental,  que  abunda  de 
todas  esas  cosas,  como  Plinio  largamente  lo  ense- 
ña, y  nuestros  tiempos  lo  prueban  bastantemente. 
De  este  nuestro  Perú  no  pudo  llevarse  marfil,  no 
habiendo  acá  memoria  de  elefantes:  oro,  y  plata, 
y  monos  muy  graciosos  bien  pudieran  llevarse; 
pero  en  fin  mi  parecer  es,  que  por  Tharsis  se  en- 
tiende en  la  Escritura  comunmente,  ó  el  mar  gran- 
de, ó  regiones  apartadísimas  y  muy  extrañas:  y  así 
me  doy  á  entender,  que  las  profecías  que  hablan 
de  Tharsis,  pues  el  espíritu  de  profecía  lo  alcanza 
todo,  se  pueden  bien  acomodar  muchas  veces  á 
las  cosas  del  nuevo  orbe. 


(i)    2.  Paralip.  g.  3.  Reg.  10. 


CAPITULO  XV 

De  la  Profecía  de  Abdias  que  algunos  declaran 
de  estas  Indias, 


No  falta  quien  diga  y  afirme,  que  está  profeti- 
zado en  las  divinas  letras  tanto  antes,  que  este  nuevo 
orbe  habia  de  ser  convertido  á  Cristo,  y  esto  por 
gente  Española  (l).  A  este  propósito  declaran  el 
remate  de  la  profecía  de  Abdias,  que  dice  así:  Y 
la  transmigración  de  este  ejército  de  los  hijos  de 
Israel,  todas  las  cosas  de  los  Cananéos  hasta  Sa- 
repta;  y  la  transmigración  de  Jerusalén,  que  está  en 
el  Bosforo  (2),  poseerá  las  Ciudades  del  Austro;  y 
subirán  los  salvadores  al  monte  deSion  para  juzgar 
el  monte  de  Esaú;  y  será  el  Reino  para  el  Señor. 
Esto  es  puesto  de  nuestra  Vulgata  así  á  ia  letra. 
Del  Hebreo  leen  los  Autores  que  digo,  en  esta 
manera:  Y  la  transmigración  de   este   ejército  de 


(i)    Guido  Bodenanus  in  Epist.  ad  Philippumcatholicum  Reg.  in 
5.  tom.  sac.  Bibl.  Zumarraga  in  Hisoanica  historia, 
(a)    Ludovicus  León,  Augustinianus,  in  Commehtar,  super  Ab- 
iann. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  ÓQ 

los  hijos  de  Israel  Cananéos  hasta  Sarfát  (que  es 
Francia),  y  la  transmigración  de  Jerusalén,  que 
está  en  Sefarad  (que  es  España)  poseerá  por  he- 
redad las  ciudades  del  Austro;  y  subirán  los  que 
procuran  la  salvación,  al  monte  de  Sion  para  juz- 
gar el  monte  de  Esaú;  y  será  el  Reino  para  el  Se- 
ñor. Mas  porque  Sefarad,  que  San  Gerónimo  in- 
terpreta el  Bosforo  ó  estrecho,  y  los  Setenta  in- 
terpretan, Eufrata,  signifique  á  España,  algunos  no 
alegan  testimonio  de  los  Antiguos,  ni  razón  que 
persuada,  mas  de  parccerles  así.  Otros  alegan  á  la 
paráfrasis  Caldayca,  que  lo  siente  así,  y  los  Anti- 
guos Rabinos  que  lo  declaran  de  esta  manera.  Co- 
mo á  Sarfat,  donde  nuestra  Vulgata  y  los  Setenta 
tienen  Sarepta,  entienden  por  Francia.  Y  dejando 
esta  disputa,  que  toca  á  pericia  de  lenguas,  ^-qué 
obligación  hay  para  entender  por  las  ciudades  de 
Austro  ó  de  Nagcb  (como  ponen  los  Setenta) 
las  gentes  del  nuevo  Mundo?  ¿qué  obligación  tam- 
bién hay  para  entender  la  gente  Española,  por  la 
transmigración  de  Jerusalén  en  Safarad?  si  no  es 
que  tomemos  á  Jerusalén  espiritualmente,  y  por 
ella  entendamos  la  Iglesia.  De  suerte,  que  el  Espí- 
ritu Santo,  por  la  transmigracian.  de  Jerusalén,  que 
está  en  Safarad,  nos  signifique  los  hijos  de  la  Santa 
Iglesia,  que  moran  en  los  fines  de  la  tierra  ó  en 
los  puertos:  porque  eso  denota  en  lengua  Syriaca 
Sefarad,  y  viene  bien  con  nuestra  España,  que  se- 


70  LIBRO    PRIMERO 


gun  los  Antiguos  es  lo  último  de  la  tierra,  y  cuas 
toda  ella  está  rodeada  de  mar.  Por  las  ciudades 
del  Austro  ó  del  sur,  puédense  entender  estas  In- 
dias, pues  lo  más  de  este  Mundo  nuevo  está  al  medio 
dia,  y  aun  gran  parte  de  él  mira  el  polo  del  sur.. 
Lo  que  se  sigue:  y  subirán  los  que  procuran  la  sal- 
vación, al  monte  de  Sion  para  juzgar  el  monte  de 
Esaú,  no  es  trabajoso  de  declarar,  diciendo  que  se 
acogen  á  la  doctrina  y  fuerza  de  la  Iglesia  Santa 
los  que  pretenden  deshacer  los  errores  y  profani- 
dades de  los  Gentiles:  porque  eso  denota,  juzgar 
al  monte  de  Esaú.  Y  sigúese  bien,  que  entonces 
será  el  Reino  no  para  los  de  España  ó  para  los  de 
Europa,  sino  para  Cristo  nuestro  Señor.  Quien 
quisiere  declarar  en  esta  forma  la  profecía  de  Ab- 
días,  no  debe  ser  reprobado,  pues  es  cierto,  que  el 
Espíritu  Santo  supo  todos  los  secretos  tanto  antes: 
y  parece  cosa  muy  razonable,  que  de  un  negocio 
tan  grande,  como  es  el  descubrimiento  y  conver- 
sión á  la  Fé  de  Cristo,  del  nuevo  Mundo,  haya  al- 
guna mención  en  las  Sagradas  Escrituras.  Isaías 
dice  (l):  ¡Ay  de  las  alas  de  las  naves  que  van  de 
la  otra  parte  de  la  Etiopia!  Todo^aquel  capítulo, 
Autores  muy  doctos  le  declaran  de  las  Indias,  á 
quien  me  remito.  El  mismo  Profeta  en  otra  parte 


(i)    Isaías  i8,  v.  i.  juxta  70.  Interpret. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  /I 

dice  (l),  que  los  que  fueren  salvos  de  Israel,  irán 
muy  lejos  á  Tharsis  á  Islas  muy  remotas,  y  que 
convertirán  al  Señor  muchas  y  varias  gentes,  don- 
de nombra  á  Grecia,  Italia  y  África,  y  otras  mu- 
chas naciones;  y  sin  duda  se  puede  bien  aplicar  á 
la  conversión  de  estas  gentes  de  Indias.  Pues  ya  lo 
que  el  Salvador  con  tanto  peso  nos  afirma,  que  se 
predicará  el  Evangelio  en  todo  el  mundo  (2),  y 
que  entonces  vendrá  el  fin,  ciertamente  declara 
que  en  cuanto  dura  el  mundo  hay  todavia  gentes, 
á  quien  Cristo  no  esté  anunciado.  Por  tanto  debe- 
mos colegir,  que  á  los  Antiguos  les  quedó  gran 
parte  por  conocer,  y  que  á  nosotros  hoy  dia  nos 
está  encubierta  no  pequeña  parte  del  mundo. 


(i)    Isaías  66.  v.  iq. 
(2)    Math.  24.  V.  14. 


CAPITULO  XVI 

De  qué  modo  pudieron  venir  á  Indias  los  primeros 

hombres^  y  que  no  navegaron  de  propósito  á 

estas  partes. 


Ahora  es  tiempo  de  responder  á  los  que  dicen, 
que  no  hay  Antípodas,  y  que  no  se  puede  habitar 
esta  región  en  que  vivimos.  Gran  espanto  le  puso 
á  San  Agustin  la  inmensidad  del  Océano,  para 
pensar  que  el  linaje  humano  hubiese  pasado  a  este 
nuevo  Mundo.  Y  pues  por  una  parte  sabemos  de 
cierto,  que  ha  muchos  siglos  que  hay  hombres  en 
estas  partes,  y  por  otra  no  podemos  negar  lo  que 
la  divina  Escritura  claramente  enseña  (i),  de  ha- 
ber procedido  todos  los  hombres  de  un  primer 
hombre,  quedamos  sin  duda  obligados  á  confesar, 
que  pasaron  acá  los  hombres  de  allá  de  Europa, 
ó  de  Asia,  ó  de  África;  pero  el  cómo,  y  porqué 
camino  vinieron,  todavía  lo  inquirimos,  y  deseamos 


(i)    Act.  17.  V.  26. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE    INDIAS  73 

saber.  Cierto  no  es  de  pensar  que  hubo  otra  arca 
de  Noé  en  que  aportasen  hombres  á  Indias:  ni  mu- 
cho menos  que  algún  Ángel  trajese  colgados  por  el 
cabello,  como  al  Profeta  Abacúch  (l),  á  los  prime- 
ros pobladores  de  este  mundo.  Porque  no  se  trata, 
qué  es  lo  que  pudo  hacer  Dios,  sino  qué  es  con- 
forme á  razón,  y  al  orden  y  estilo  de  las  cosas  hu- 
manas. Y  así  se  deben  en  verdad  tener  por  mara- 
villosas, y  propias  de  los  secretos  de  Dios  ambas 
cosas:  una  que  haya  podido  pasar  el  género  hu- 
mano tan  gran  inmensidad  de  mares  y  tierras:  otra 
que  habiendo  tan  innumerables  gentes  acá,  estu- 
viesen ocultas  a  los  nuestros  tantos  siglos.  Porque 
pregunto  yo,  ¿con  qué  pensamiento,  con  qué  in- 
dustria, con  qué  fuerza  pasó  tan  copioso  mar  el  li- 
naje de  los  Indios?  ¿Quién  pudo  ser  el  inventor  y 
movedor  de  pasage  tan  extraño?  Verdaderamente 
he  dado,  y  tomado  conmigo  y  con  otros  en  este 
punto  por  muchas  veces,  y  jamás  acabo  de  hallar 
cosa  que  me  satisfaga.  Pero  en  fin  diré  lo  que  se 
me  ofrece:  y  pues  me  faltan  testigos  á  quien  se-, 
guir,  dejareme  ir  por  el  hilo  de  la  razón,  aunque 
sea  delgado,  hasta  que  del  todo  se  me  desaparez- 
ca de  los  ojos.  Cosa  cierta  es,  que  vinieron  los 
primeros  Indios  por  una  de  tres  maneras  á  la  tie- 
rra del  Perú.  Porque   ó   vinieron    por   mar,  ó  por 


(i)    Dan.  14.  V.'  35. 


74  LIBRO   PRIMERO 


tierra:  y  si  por  mar,  ó  acaso,  ó  por  determinación 
suya:  digo  acaso,  echados  con  alguna  gran  fuerza 
de  tempestad,  como  acaece  en  tiempos  contrarios 
y  forzosos:  digo  por  determinación,  que  pretendie- 
sen navegar  é  inquirir  nuevas  tierras.  Fuera  de 
estas  tres  maneras,  no  me  ocurre  otra  posible,  si 
hemos  de  hablar  según  el  curso  de  las  cosas  hu- 
manas, y  no  ponernos  á  fabricar  ficciones  poéticas 
y  fabulosas:  si  no  es  que  se  le  antoje  á  alguno  bus- 
car otra  águila,  como  la  de  Ganimedes,  ó  algún 
caballo  con  alas,  como  el  de  Perséo,  para  llevar 
los  Indios  por  el  aire:  ó  por  ventura  le  agrada 
aprestar  peces  Sirenas  y  Nicolaos,  para  pasarlos 
por  mar.  Dejando,  pues,  pláticas  de  burlas,  exa- 
minemos por  sí  cada  uno  de  los  tres  modos  -que 
pusimos:  quizá  será  de  provecho  y  de  gusto  esta 
pesquisa.  Primeramente  parece  que  podríamos  ata- 
jar razones  con  decir,  que  de  la  manera  que  veni- 
mos ahora  á  las  Indias,  guiándose  los  pilotos  por 
la  altura  y  conocimiento  del  Cielo,  y  con  la  indus- 
tria de  marear  las  velas  conforme  á  los  tiempos 
que  corren,  así  vinieron,  y  descubrieron  y  pobla- 
ron los  Antiguos  pobladores  de  estas  Indias.  ¿Por 
qué  no?  ¿Por  ventura,  solo  nuestro  siglo  y  solos 
nuestros  hombres  han  alcanzado  este  secreto  de 
navegar  el  Océano?  Vemos  que  en  nuestros  tiem- 
pos se  navega  el  Océano  para  descubrir  nuevas 
tierras,  como  pocos  años  há  navegó   Alvaro  Alen- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  75 

daña  y  sus  compañeros,  saliendo  del  puerto  de 
Lima  la  vuelta  del  poniente,  en  demanda  de  la  tie- 
rra que  responde,  leste  oeste,  al  Perú:  y  al  cabo 
de  tres  meses  hallaron  las  Islas  que  titularon  de 
Salomón,  que  son  muchas  y  grandes:  y  es  opinión 
muy  fundada,  que  caen  junto  a  la  nueva  Guinea,  ó 
por  lo  menos  tienen  tierra  firme  muy  cerca:  y  hoy 
dia  vemos,  que  por  orden  del  Rey  y  de  su  Conse- 
jo, se  trata  de  hacer  nueva  jornada  para  aquellas 
Islas.  Y  pues  esto  pasa  así,  ^porqué  no  diremos 
que  los  Antiguos  con  pretensión  de  descubrir  la 
tierra  que  llaman  Antictona  opuesta  á  la  suya,  la 
cual  habia  de  haber  según  buena  Filosofía,  con  tal 
deseo  se  animaron  á  hacer  viaje  por  mar,  y  no  pa- 
rar hasta  dar  con  las  tierras  que  buscaban?  Cierto 
ninguna  repugnancia  hay  en  pensar,  que  antigua- 
mente acaeció  lo  que  ahora  acaece.  Mayormente 
que  la  divina  Escritura  refiere  (l),  que  de  los  de 
Tiro  y  Sidon  recibió  Salomón  maestros  y  pilotos 
muy  diestros  en  la  mar,  y  que  con  estos  se  hizo 
aquella  navegación  de  tres  años.  ¿A  qué  propósito 
se  encarece  el  arte  de  los  marineros  y  su  ciencia, 
y  se  cuenta  navegación  tan  prolija  de  tres  años,  si 
no  fuera  para  dar  á  entender,  que  se  navegaba  el 
gran  Océano,   por  la  flota   de   Salomón?   No  son 


(O    2.  Part.  9.  3. 


'j6  LIBRO    PRIMERO 


pocos  los  que  lo  sienten  así,  y  aún  les  parece  que 
tuvo  poca  razón  San  Agustín  de  espantarse  y  em- 
barazarse con  la  inmensidad  del  mar  Océano,  pues 
pudo  bien  congeturar  de  la  navegación  referida 
de  Salomón,  que  no  era  tan  difícil  de  navegarse. 
Mas  diciendo  verdad,  yo  estoy  de  muy  diferente 
opinión,  y  no  me  puedo  persuadir,  que  hayan  ve- 
nido los  primeros  Indios  a  este  nuevo  Mundo  por 
navegación  ordenada  y  hecha  de  propósito,  ni  aun 
quiero  conceder  que  los  Antiguos  hayan  alcanza- 
do la  destreza  de  navegar,  con  que  hoy  dia  los 
hombres  pasan  el  mar  Océano,  de  cualquiera  par- 
te á  cualquiera  otra  que  se  les  antoja,  lo  cual  ha- 
cen con  increíble  presteza  y  certeza,  pues  de  cosa 
tan  grande  y  tan  notable  no  hallo  rastros  en  toda 
la  antigüedad.  El  uso  de  la  piedra  imán,  y  del 
aguja  de  marear,  ni  la  hallo  yo  en  los  Antiguos, 
ni  aun  creo  que  tuvieron  noticia  de  él:  y  quitado 
el  conocimiento  del  aguja  de  marear,  bien  se  ve 
que  es  imposible  pasar  el  Océano.  Los  que  algo 
entienden  de  mar,  entienden  bien  lo  que  digo 
Porque  así  es  pensar,  que  el  marinero  puesto  en 
medio  del  mar  sepa  enderezar  su  proa  á  donde 
quiere,  si  le  falta  la  aguja  de  marear,  como  pen- 
sar, qne  el  que  está  sin  ojos  muestre  con  el  dedo 
lo  que  está  cerca,  y  lo  que  está  lejos  acullá  en  un 
cerro.  Es  cosa  de  admiración,  que  una  tan  exce- 
lente propiedad  de  la    piedra  imán  la  hayan  igno- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL     DE    INDIAS  'J J 


rado  tanto  tiempo  los  Antiguos,  y  se  haya  descu- 
bierto por  los  modernos.  Haberla  ignorado  los  An- 
tiguos, claramente  se  entiende  de  Plinio  (l),  que 
con  ser  tan  curioso  Historiador  de  las  cosas  na- 
turales, contando  tantas  maravillas  de  la  piedra 
imán,  jamás  apunta  palabra  de  esta  virtud  y  efica- 
cia, que  es  la  mas  admirable,  que  tiene  de  hacer 
mirar  al  norte  el  hierro  que  toca.  Como  tampoco 
Aristóteles  habló  de  ello,  ni  Teofrasto,  ni  Dioscó- 
rides,  ni  Lucrecio  (2),  ni  Historiador,  ni  Filósofo 
natural,  que  yo  haya  visto,  aunque  tratan  de  la 
piedra  imán.  Tampoco  San  Agustin  toca  en  esto, 
escribiendo  por  otra  parte  muchas  y  maravillosas 
excelencias  de  la  piedra  imán,  en  los  libros  de  la 
Ciudad  de  Dios  (3).  Y  es  cierto,  que  cuantas  ma- 
ravillas se  cuentan  de  esta  piedra,  todas  quedan 
muy  cortas  respecto  de  esta  tan  extraña  de  mirar 
siempre  al  norte,  que  es  un  gran  milagro  de  natu- 
raleza. Hay  otro  argumento  también,  y  es,  que 
tratando  Plinio  (4)  de  los  primeros  inventores  de 
navegación,  y  refiriendo  allí  de  los  demás  instru- 
mentos y  aparejos  no  habla  palabra  del  aguja  de 
marear,  ni  de   la  piedra   imán:    solo    dice,    que  el 


(i)  Plin.  1.  36.  c.  16.  pe  lib.  34.  cap.  14.  pe  lib.  37.  c.  4 

(2)  Dioscor.  lib.  5.  c.  105.  Lucrctius  lib.  6. 

(3)  August.  1.  21.  de  Civit.  c.  4.  ubi  multa  de  magnete. 

(4)  Plin.  lib.  7.  cap.  56. 


78  LIBRO    PRIMERO 


arte  de  notar  las  estrellas  en  la  na\'egacion  salió 
de  los  de  Fenicia.  No  hay  duda  sino  que  los  Anti- 
guos lo  que  alcanzaron  del  arte  de  navegar,  era 
todo  mirando  las  estrellas,  y  notando  las  playas, 
y  cabos,  y  diferencias  de  tierras.  Si  se  hallaban  en 
alta  mar,  tan  entrados  que  por  todas  partes  per- 
diesen la  tierra  de  vista,  no  sabian  enderezar  la 
proa  por  otro  regimiento,  sino  por  las  estrellas,  y 
Sol,  y  Luna.  Cuando  esto  faltaba,  como  en  tiempo 
nublado  acaece,  regíanse  por  la  cualidad  del  vien- 
to, y  por  conjeturas  del  camino  que  hablan  hecho. 
Finalmente,  iban  por  su  tino,  como  en  estas  Indias 
también  los  Indios  navegan  grandes  caminos  de 
mar,  guiados  de  sola  su  industria  y  tino.  Hace  mu- 
cho á  este  propósito  lo  que  escribe  Plinio  (l)  de 
los  Isleños  de  la  Taprobaaa,  que  ahora  se  llama 
Sumatra,  cerca  del  arte  é  industria  con  que  nave- 
gaban, escribiendo  en  esta  manera:  Los  de  Tapro- 
bana  no  ven  el  norte,  y  para  navegar  suplen  esta 
falta  llevando  consigo  ciertos  pájaros,  los  cuales 
sueltan  á  menudo,  y  como  los  pájaros  por  natural 
instinto  vuelan  hacia  la  tierra,  los  marineros  ende- 
rezan su  proa  tras  ellos.  ¿Quién  duda,  si  estos  tu- 
vieran noticia  del  aguja  de  marear,  que  no  toma- 
ran por  guias  á  los  pájaros,  para  ir  en  demanda 
de  la  tierra?  En  conclusión,  basta  por  razón,  para 


(i)    Plin   lib.  6.  cap.  22. 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  79 

entender  que  los  Antiguosno  alcanzaron  este  secre- 
to de  la  piedra  imán,  ver  que  para  cosa  tan  nota- 
ble, como  es  el  aguja  de  marear,  no  se  halla  voca- 
blo latino,  ni  griego,  ni  hebraico.  Tuviera  sin  falta 
algún  nombre  en  estas  lenguas  cosa  tan  importan- 
te, si  la  conocieran.  De  donde  se  verá  la  causa, 
porqué  ahora  los  pilotos  para  encomendar  la  via 
al  que  lleva  el  timón,  se  sientan  en  lo  alto  de  la 
popa,  que  es  por  mirar  de  allí  el  aguja,  y  antigua- 
mente se  sentaban  en  la  proa,  por  mirar  las  dife- 
rencias de  tierras  y  mares,  y  de  allí  mandaban  la 
via,  como  lo  hacen  también  ahora  muchas  veces 
al  entrar  6  salir  de  los  puertos.  Y  por  eso  los 
Griegos  llamaban  á  los  pilotos  Proritas^  porque 
iban  en  la  proa. 


CAPITULO  XVII 

De  la  propiedad  y  virtud  admirable  de  la  piedra 

imán  para  navegar;  y  que  los  Antiguos  no  la 

conocieron. 


De  lo  dicho  se  entiende,  que  á  la  piedra  imán 
se  debe  la  navegación  de  las  Indias,  tan  cierta  y 
tan  breve,  que  el  dia  de  hoy  vemos  muchos  hom- 
bres, que  han  hecho  viaje  de  Lisboa  á  Goa,  y  de 
Sevilla  á  Méjico  y  á  Panamá;  y  en  estotro  mar  del 
sur  hasta  la  China  y  hasta  el  Estrecho  de  Magalla- 
nes: y  esto  con  tanta  facilidad  como  se  va  el  La- 
brador de  su  aldea  á  la  villa.  Ya  hemos  visto 
hombres  que  han  hecho  quince  viajes,  y  aun  diez 
y  ocho  á  las  Indias:  de  otros  hemos  oido,  que  pa- 
san de  veinte  veces  las  que  han  ido  y  vuelto,  pa- 
sando ese  mar  Océano,  en  el  cual  cierto  no  hallan 
rastro  de  los  que  han  caminado  por  él,  ni  encuen- 
tran caminantes  á  quien  preguntar  el  camino.  Por- 
que, como  dice  el  Sabio  (i):  la  nave  corta  el  agua 


(i;    Sap.  5.  Y.  10. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  Oí 

y  SUS  ondas,  sin  dejar  rastro  por  donde  pasar,  ni 
hacer  senda  en  las  ondas.  Mas  con  la  fuerza  de  la 
piedra  imán  se  abre  camino  descubierto  por 
todo  el  grande  Océano,  por  haberle  el  altísi- 
mo Criador  comunicado  tal  virtud,  que  de  solo 
tocarla  el  hierro,  queda  con  la  mira  y  movimiento 
al  norte,  sin  desfallecer  en  parte  alguna  del  mun- 
do. Disputen  otros  é  inquieran  la  causa  de  esta 
maravilla,  y  afirmen  cuanto  quisieren  no  sé  qué 
simpatía;  á  mí  mas  gusto  me  da,  mirando  estas 
grandezas,  alabar  aquel  poder  y  providencia  del 
sumo  Hacedor,  y  gozarme  de  considerar  sus  obras 
maravillosas.  Aquí  cierto  viene  bien  decir  con  Sa- 
lomón á  Dios  (l):  ¡O  padre  cuya  providencia  go- 
bierna á  un  palo,  dando  en  él  muy  cierto  camino 
por  el  mar,  y  senda  muy  segura  entre  las  fie- 
ras ondas,  mostrando  juntamente  que  pudieras 
librar  de  todo,  aunque  fuese  yendo  sin  nave  por 
la  mar!  Pero  porque  tus  obras  no  carezcan  de  sa- 
biduría, por  esto  confian  los  hombres  sus  vidas  de 
un  pequeño  madero,  y  atravesando  el  mar  se  han 
■escapado  en  un  barco.  También  aquello  del  vSal- 
mista  (2)  viene  aquí  bien:  Los  que  bajan  á  la  mar 
•en  naves  haciendo  sus  funciones  en  las  muchas 
aguas,  esos  son  los  que  han  visto  las  obras  del  Se- 


(.0    Sap.  14.  vv.  3.  4-  5- 
(2)     Ps.  106.  vv.  23.  24. 

Tomo  i. 


82  LIBRO      PRIMERO 


ñor,  y  sus  maravillas  en  el  profundo.  Que  cierto  na 
es  de-  las  menores  maravillas  de  Dios,  que  la  fuer- 
za de  una  pedrezuela  tan  pequeña  mande  en  la 
mar,  y  obligue  al  abismo  inmenso  á  obedecer,  y 
estar  á  su  orden.  Esto,  porque  cada  dia  acontece,, 
y  es  cosa  tan  fácil,  ni  se  maravillan  los  hombres 
de  ello,  ni  aun  se  les  acuerda  de  pensarlo:  y  por 
ser  la  franqueza  tanta,  por  eso  los  inconsiderados 
la  tienen  en  menos:  Mas  á  los  que  bien  lo  miran  r 
oblígales  la  razón  á  bendecir  la  sabiduría  de  Dios,. 
y  darle  gracias  por  tan  grande  beneficio  y  mer- 
ced. Siendo  determinación  del  Cielo,  que  se  des- 
cubriesen las  naciones  de  Indias,  que  tanto  tiempa 
estuvieron  encubiertas,  habiéndose  de  frecuentar 
esta  carrera,  para  que  tantas  almas  viniesen  en  co- 
nocimiento de  Jesu-Cristo,  y  alcanzasen  su  eterna 
salud,  proveyóse  también  del  Cielo  de  guia  segura 
para  los  que  andan  este  camino,  y  fué  la  guia  eí 
aguja  de  marear,  y  la  virtud  de  la  piedra  imán. 
Desde  qué  tiempo  haya  sido  descubierto  y  usada 
este  artificio  de  navegar,  no  se  puede  saber  con 
certidumbre.  El  no  haber  sido  cosa  muy  antigua,, 
téngolo  para  mí  por  llano  porque  demás  de  las  ra- 
zones que  en  el  capítulo  pasado  se  tocaron,  yo  no  he 
leído    en   los   Antiguos   que  tratan  de  relojes  (l),. 


(i)    Lib.  i.  de  Italiae  illust.  Reg.    13.  Plin.  lib.  2.  c.   72.   p.   76. 
lib.  7.  cap.  último. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  83 

mención  alguna  de  la  piedra  imán,  siendo  ver- 
dad que  en  los  relojes  de  Sol  jjortátiles  que  usa- 
mos, es  el  mas  ordinario  instrumento  el  aguja 
tocada  á  la  piedra  imán.  Autores  nobles  es- 
criben en  la  historia  de  la  India  oriental  (l), 
que  el  primero  que  por  mar  la  descubrió,  que  fué 
Vasco  de  Gama,  encontró  en  el  parage  de  Mo- 
zambique con  ciertos  marineros  Moros,  que  usa- 
ban el  aguja  de  marear,  y  mediante  ella  nave- 
garon aquellos  mares.  Mas  de  quién  aprendieron 
aquel  artificio,  no  lo  escriben:  antes  algunos  de 
estos  Escritores  afirman  lo  que  sentimos,  de  haber 
ignorado  los  Antiguos  este  secreto.  Pero  diré  otra 
maravilla  aun  mayor  de  la  aguja  de  marear,  que 
se  pudiera  tener  por  increíble,  si  no  se  hubiera 
visto,  y  con  clara  experiencia  tan  frecuentemente 
manifestado.  El  hierro  tocado  y  refregado  con  la 
parte  de  la  piedra  imán,  que  en  su  nacimiento  mira 
al  sur,  cobra  virtud  de  mirar  al  contrario,  que  es 
el  norte,  siempre,  y  en  todas  partes;  pero  no  en 
todas  le  mira  por  igual  derecho.  Hay  ciertos  pun- 
tos y  climas,  donde  puntualmente  mira  al  norte,  y 
se  fija  en  él;  en  pasando  de  allí  ladea  un  poco  ó  al 
oriente  ó  al  poniente,  y  tanto  mas  cuanto  se  va 
mas  apartando  de  aquel  clima.  Esto  es  lo  que  los 
marineros  llaman  nordestear  y  norvestear.  El  nor- 


(i)    Osorius  de  reb.  gest.  Emmanuelis   ib.  i 


84  LIBRO     PRIMERO 


destear  es  ladearse  inclinando  á   levante:   Norves- 
tear  inclinando  a  poniente.  Esta  declinación  ó  la- 
dear del  aguja  importa  tanto    saberla,  que  aunque 
es  pequeña,  si  no  se  advierte,  errarán   la    navega- 
ción, é  irán  á  parar  á  diferente  lugar  del  que  pre- 
tenden. Decíame  á  mí  un  piloto  muy  diestro,  Por- 
tugués, que  eran  cuatro  puntos  en   todo    el   orbe, 
donie   se  fijaba  la  aguja  con  el  norte,  y  contába- 
las por  sus  nombres,  de  que  no    me  acuerdo  bien. 
Uno  de  estos  es  el  parage  de  la  Isla  del  Cuervo,  en 
las  Terceras  ó  Islas  de   Azores,   como  es  cosa  ya 
muy  sabida.  Pasando  de  allí  á  mas  altura,  norves- 
tea,  que  es  decir,  que  declina    al  poniente.  Pasan- 
do al  contrario  á  menos  altura  hacia  la  equinoccial 
norvestea,  que  es  inclinar  al  oriente.    Qué   tanto  y 
hasta  donde,  diránlo  los  maestros  de  esta  arte.  Lo 
que  yo  diré  es,  que  de   buena  gana  preguntaría  á 
los  Bachilleres  que  presumen  de  saberlo  todo,  que 
sea,  que  me  digan  la  causa  de  este  efecto.  Porque 
un  poco  de  hierro  de  fregarse  con  la  piedra  imán, 
concibe  tanta  virtud  de  mirar  siempre  al  norte,    y 
esto  con  tanta  destreza,  que  sabe  los  climas  y  pos- 
turas diversas  del  mundo,  donde   se   ha   de    fijar, 
donde  inclinar  á  un  lado,  donde  á  otro,  que  no  hay 
Filósofo,  ni  Cosmógrafo,  que  así  lo   sepa.   Y  si  de 
estas  cosas,  que  cada  dia  traemos  al  ojo,  no  pode- 
mos hallar  la  razón,  y  sin  duda  se  nos  hicieran  du- 
ras de  creer  si  no  las  viéramos  tan  palpablemente, 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL     DE   INDIAS  85 

^jquién  no  verá  la  necedad  y  disparate  que  es  que- 
rernos hacer  jueces,  y  sujetar  á  nuestra  razón  las 
cosas  divinas  y  soberanas?  Mejor  es,  como  dice 
Gregorio  Teólogo,  que  á  la  Fé  se  sujete  la  razón, 
pues  aun  en  su  casa  no  sabe  bien  entenderse.  Bas- 
te esta  digresión,  y  volvamos  á  nuestro  cuento, 
concluyendo  que  el  uso  de  la  aguja  de  mar  no  le 
alcanzaron  los  Antiguos:  de  donde  se  infiere,  que 
fué  imposible  hacer  viaje  del  otro  mundo  á  éste 
por  el  Océano,  llevando  intento  y  determinación 
de  pasar  acá. 


CAPÍTULO  xvm 

En  que  se  responde  á  los  que  sienten  haberse 
navegado   antiguamente  el  Océano,   como  ahora. 


Lo  que  se  alega  en  contrario  de  lo  dicho,  que 
la  flota  de  Salomón  navegaba  en  tres  años,  no  con- 
veQce,  pues  no  afirman  las  sagradas  letras,  que  se 
gastaban  tres  años  en  aquel  viaje,  sino  que  en  cada 


86  LIBRO  PRIMERO 


tres  años  una  vez  se  hacía  viaje.  Y  aunque  demos 
que  duraba  tres  años  la  navegación,  pudo  ser,  y  es 
mas  conforme  á  razón,  que  navegando  á  la  India 
oriental,  se  detuviese  la  flota  por  la  diversidad  de 
puertos  y  regiones  que  iba  reconociendo  y  toman- 
do, como  ahora  todo  el  mar  del  Sur  se  navega 
cuasi  desde  Chile  hasta  nueva  España;  el  cual 
modo  de  navegar,  aunque  tiene  mas  certidumbre 
por  ir  siempre  á  vista  de  tierra,  es  empero  muy 
prolijo  por  el  rodeo  que  de  fuerza  ha  de  hacer  por 
las  costas,  y  mucha  dilación  en  diversos  puertos. 
Cierto,  yo  no  hallo  en  los  Antiguos,  que  se  hayan 
arrojado  á  lo  muy  adentro  del  mar  Océano,  ni 
pienso  que  lo  que  navegaron  de  él,  fué  de  otra 
suerte,  que  lo  que  el  dia  de  hoy  se  navega  del 
Mediterráneo.  Por  donde  se  mueven  hombres  doc- 
tos á  creer,  que  antiguamente  no  navegaban  sin 
remos,  como  quien  siempre  iba  costeando  la  tie- 
rra. Y  aun  parece  lo  da  así  á  entender  la  divina 
Escritura,  cuando  refiere  aquella  famosa  navega- 
ción del  Profeta  Jonás,  donde  dice  (l),  que  los  ma- 
rineros, forzados  del  tiempo,  remaron  á  tierra. 

(i)    Jon.  I. 


CAPITULO  XIX 

Que  se  pítede  pensar,  que  los  primeros  pobladores 

<de  Indias  aportaron  á  ellas   echados  de  tormenta, 

y  contra  su  vohtntad. 


Habiendo  mostrado  que  no  lleva  camino  pensar, 
•que  los  primeros  moradores  de  Indias  hayan  veni- 
do á  ellas  con  navegación  hecha  para  ese  fin,  bien 
se  sigue,  que  si  vinieron  por  mar  haya  sido  acaso, 
y  por  fuerza  de  tormentas  el  haber  llegado  á  In- 
dias. Lo  cual,  por  inmenso  que  sea  el  mar  Océa- 
no, no  es  cosa  increíble.  Porque,  pues,  así  sucedió 
en  el  descubrimiento  de  nuestros  tiempos,  cuando 
aquel  marinero  (cuyo  nombre  aun  no  sabemos, 
para  que  negocio  tan  grande  no  se  atribuya  á  otro 
Autor,  sino  á  Dios),  habiendo  por  un  terrible  é  im- 
portuno temporal  raconocido  el  nuevo  Mundo,  de- 
jó por  paga  del  buen  hospedage  á  Cristoval  Colón 
la  noticia  de  cosa  tan  grande;  así  pudo  ser,  que  al- 
gunas gentes  de  Europa,  ó  de  África  antiguamen- 
te hayan  sido  arrebatadas  de  la  fuerza  de  el  vien- 
to, y   arrojadas   á  tierras  no  conocidas,  pasado  el 


88  LIBRO    PRIiMERO 


mar  Océano.  ^-Quién  no  sabe,  que  muchas,  ó  la& 
mas  de  las  regiones  que  se  han  descubierto  en  este- 
nuevo  Mundo,  ha  sido  por  esta  forma?  ¿qué  se 
debe  mas  á  la  violencia  de  temporales  su  descu- 
brimiento, que  á  la  buena  industria  de  los  que  las 
descubrieron?  Y  porque  no  se  piense  que  solo  en 
nuestros  tiempos  han  sucedido  semejantes  viajes 
hechos  por  la  grandeza  de  nuestras  naves,  y  por 
el  esfuerzo  de  nuestros  hombres,  podrá  desenga- 
garse  fácilmente  en  esta  parte,  quien  leyere  lo  que 
Plinio  refiere  (l)  haber  sucedido  á  muchos  Anti- 
guos. Escribe,  pues,  de  esta  manera:  Teniendo  el 
cargo  Gayo  Cesar,  hijo  de  Augusto,  en  el  mar  de 
Arabia,  cuentan  haber  visto  y  conocido  señas  de 
naves  Españolas,  que  hablan  padecido  naufragio;, 
y  dice  mas  después:  Nepote  refiere  del  rodeo  Sep- 
tentrional, que  se  trajeron  á  Quinto  Mételo  Cele- 
re,  compañero  en  el  Consulado  de  Gayo  Afranio 
(siendo  el  dicho  Mételo  Procónsul  en  la  Galia) 
unos  Indios  presentados  por  el  Rey  de  Suevia:  los 
cuales  Indios  navegando  desde  la  India  para  sus 
contrataciones,  por  la  fuerza  de  los  temporales 
fueron  echados  en  Germania.  Por  cierto,  si  Plinio 
dice  verdad,  no  navegan  hoy  dia  los  Portugueses 
mas  de  lo  que  en   aquellos    dos  naufragios   se  na~ 


[   (i)    Plin.  2  lib.  cap.  69. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE     INDIAS  SQ- 

vegó,  el  uno  desde  España  hasta  el  mar  Bermejo, 
y  el  otro  desde  la  India  oriental  hasta  Alemania. 
En  otro  Hbro  escribe  el  propio  Autor  (l),  que  un 
criado  de  Annio  Plocanio,  el  cual  tenia  arrenda- 
dos los  derechos  de  el  mar  Bermejo,  navegando  la 
vuelta  de  la  Arabia,  sobreviniendo  nortes  furiosos,, 
en  quince  dias  vino  pasada  la  Carmania,  á  tomar 
á  Hippuros,  Puerto  de  la  Taprobana,  que  hoy  dia 
llaman  Sumatra.  Tambiea  cuentan,  que  una  nave 
de  Cartaginenses  de  el  mar  de  Mauritania  fué 
arrebatada  de  bris.is  hasta  ponerse  á  vista  del 
nuevo  orbe.  No  es  cosa  nueva  para  los  que  tienen 
alguna  experiencia  de  mar,  el  correr  á  veces  tem- 
porales forzosos,  y  muy  porfiados,  sin  aflojar  un 
momento  de  su  furia.  A  mí  me  acaeció  pasando  á 
Indias,  verme  en  la  primera  tierra  poblada  de  Es- 
pañoles, en  quince  dias  después  de  salidos  de  las 
Canarias,  y  sin  duda  fuera  mas  breve  el  viage,  si  se 
dieran  velas  á  la  brisa  fresca,  que  corria.  Asi  que 
me  parece  cosa  muy  verosímil,  que  hayan  en  tiem- 
pos pasados  venido  á  Indias  hombres  vencidos  de  la 
furia  de  el  viento,  sin  tener  ellos  tal  pensamiento. 
Hay  en  el  Perú  gran  relación  de  unos  Gigantes^ 
que  vinieron  en  aquellas  partes,  cuyos  huesos  se 
hallan  hoy  dia,  de  disforme  grandeza  cerca  de 
Manta,  y  de  Puerto  viejo,  y  en  proporción  habían 


(i)    Plin.  lib.  6.  cap.  ?2. 


90  LIBRO    PRIMERO 


de  ser  aquellos  hombres  mas  que  tres  tanto  ma- 
yores, que  los  Indios  de  ahora.  Dicen  que  aquellos 
Gigantes  vinieron  por  mar,  y  que  hicieron  guerra 
á  los  de  la  tierra,  y  que  edificaron  edificios  sober- 
bios, y  muestran  hoy  un  pozo  hecho  de  piedras  de 
gran  valor.  Dicen  más,  que  aquellos  hombres  ha- 
ciendo pecados  enormes,  y  especial  usando  contra 
natura,  fijeron  abrasados  y  consumidos  con  fuego 
que  vino  del  Cielo.  También  cuentan  los  Indios  de 
lea,  y  los  de  Arica,  que  solian  antiguamente  na- 
vegar á  unas  Islas  al  poniente,  muy  lejos,  y  la  na- 
vegación era  en  unos  cueros  de  lobo  marino  hin- 
chados. De  manera,  que  no  faltan  indicios  de  que 
se  haya  navegado  la  mar  del  sur,  antes  que  vinie- 
sen Españoles  por  ella.  Así  que  podríamos  pensar, 
que  se  comenzó  á  habitar  el  nuevo  orbe  de  hom- 
bres, á  quien  la  contrariedad  del  tiempo,  y  la  fuer- 
za de  nortes  echó  allá,  como  al  fin  vino  á  descu- 
brirse en  nuestros  tiempos.  Es  así,  y  mucho  para 
considerar,  que  las  cosas  de  gran  importancia  de 
naturaleza  por  la  mayor  parte  se  han  hallado  aca- 
so, y  sin  pretenderse,  y  no  por  la  habilidad  y  dili- 
gencia humana.  Las  mas  de  las  yerbas  saludables, 
las  mas  de  las  piedras,  las  plantas,  los  metales,  las 
perlas,  el  oro,  el  imán,  el  ámbar,  el  diamante,  y 
las  demás  cosas  semejantes:  Y  así  sus  propiedades 
y  provechos,  cierto  mas  se  han  venido  á  saber  por 
casuales  acontecimientos,  que  no  por  arte  é  indus- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  QI 

tria  de  hombres,  para  que  se  vea,  que  el  loor  y 
gloria  de  tales  maravillas  se  debe  á  la  providen- 
cia del  Criador,  y  no  al  ingenio  de  los  hombres. 
Porque  lo  que  á  nuestro  parecer  sucede  acaso,  eso 
mismo  lo  ordena  Dios  muy  sobrepensado. 


CAPITULO    XX 

Que  con  todo  eso  es  mas  conforme  á  buena  razón 

pensar  que  vinieron  por  tierra  los  primeros 

pobladores  de  Indias. 


Concluyo,  pues,  con  decir,  que  es  bien  proba- 
ble de  pensar,  que  los  primeros  aportaron  á  In- 
dias por  naufragio  y  tempestad  de  mar.  Mas  ofré- 
cese aquí  una  dificultad,  que  me  da  mucho  en  qué 
entender,  y  es,  que  ya  que  demos,  que  hayan  ve- 
nido hombres  por  mar  á  tierras  tan  remotas,  y 
que  de  ellos  se  han  multiplicado  las  naciones  que 
vemos;  pero  de  bestias  y  animales,  que  cria  el 
nuevo  orbe,  muchas  y  grandes,    no   sé   cómo   nos 


Q2  LIBRO     PRIMERO 


demos  maña  á  embarcarlas,  y  llevarlas  por  mar  á 
las  Indias.  La  razón  porque  nos  hallamos  forzados 
á  decir,  que  los  hombres  de  las   Indias   fueron   de 
Europa  ó  de  Asia,  es,  por  no  contradecir  á   la  sa- 
grada Escritura,  que  claramente  enseña,  que  todos 
los  hombres  descienden  de   Adán,  y  así  no  pode- 
mos dar  otro  origen  á  los  hombres  de  Indias.  Pues 
la  misma  divina  Escritura   también   nos   dice    (l), 
que  todar  las  bestias  y  animales  de  la  tierra   pere- 
cieron, sino  las  que  se  reservaron   para   propaga- 
ción de  su  géiero,  en  el  arca  de  Noé.  Asi  también 
es  fuerza  reducir  la  propagación  de  todos  los  ani- 
males dichos  á  los    que    salieron   del   arca   en  los 
montes  de  Ararat,  donde  ella  hizo  pie:  de  manera, 
que  como  para  los  hombres,  así  también   para  las 
bestias,  nos  es  necesidad  buscar  camino,  por  donde 
hayan  pasado  del  viejo  mundo  al  nuevo.  San  Agus- 
tín tratando  esta  cuestión   (2):    cómo  se   hallan  en 
algunas  Islas  lobos,    y   tigres   y    otras    fieras,    que 
no  son    de   provecho   para  los    hombres,    porque 
de  los  elefantes,  caballos,  bueyes,  perros    y   otros 
animales,  de  que  se  sirven  los   hombres,    no   tiene 
embarazo  pensar,  que  por  industria  de  hombres  se 
llevaron  por  mar  con  naves,  como  los  vemos  hoy 
dia,  que  se  llevan  desde  (oriente  á  Europa,  y   des- 


(i)     Genes.  7.  vv.  21.  22.  23. 

(2)    Augus.  lib.  ibdeCivit.  cap.  7. 


DE    LA'    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  93 

-de  Europa  al  Perú  con  navegación  tan  larga;  pero 
de  los  animales,  que  para  nada  son  de  provecho, 
y  antes  son  de  mucho  daño,  como  son  lobos,  en 
que  forma  hayan  pasado  á  las  Islas,  si  es  verdad, 
como  lo  es,  que  el  diluvio  bañó  toda  la  tierra,  tra- 
tándolo ol  sobredicho  santo  y  doctísimo  varón, 
procura  librarse  de  estas  angustias,  con  decir,  que 
tales  bestias  pasaron  á  nado  á  las  Islas,  ó  alguno 
por  codicia  de  cazar  las  llevó,  ó  fue  ordenación 
de  Dios,  que  se  produjesen  de  la  tierra,  al  modo 
que  en  la  primera  creación  dijo  Dios  (l):  Produz- 
ca la  tierra  ánima  viviente  en  su  género,  jumentos 
y  animales  rateros,  y  fieras  del  campo,  según  sus 
especies.  Mas  cierto  que  si  queremos  aplicar  esta 
solución  á  nuestro  propósito,  mas  enmarañado  se 
nos  queda  el  negocio.  Porque  comenzando  de  lo 
postrero,  no  es  conforme  al  orden  de  naturaleza, 
ni  conforme  al  orden  del  gobierno  que  Dios  tiene 
puesto,  que  animales  perfectos  como  leones,  tigres 
y  lobos  se  engendren  de  la  tiei-ra  sin  generación. 
De  ese  modo  se  producen  ranas,  y  ratones,  y 
abispas,  y  otros  animalejos  imperfectos.  Mas  ¿á 
qué  propósito  la  Escritura  tan  por  menudo  dice  (2): 
Tomarás  de  todos  los  animales,  y  de  las  aves  del 
Cielo  siete  y  siete,  machos  y  hembras,  para  que  se 


(r     Genes,  i.  v.  24. 
2)  Genes.  7.  vv.  2.  3. 


94  LIBRO    PRIMERO 


salve  su  generación  sobre  la  tierra,  si  habia  de  te- 
ner el  mundo  tales  animales  después  del  diluvio 
por  nuevo  modo  de  producción  sin  junta  de  ma- 
cho y  hembra?  y  aún  queda  luego  otra  cuestión: 
^•por  qué  naciendo  de  la  tierra,  conforme  á  esta 
opinión,  tales  animales,  no  los  tienen  todas  las 
tierras  é  Islas,  pues  ya  no  se  mira  el  orden  natu- 
ral de  multiplicarse,  sino  sola  la  liberalidad  del 
Criador?  Que  hayan  pasado  algunos  animales  de 
aquellos  por  pretensión  de  tener  caza,  que  era  otra 
respuesta,  no  lo  tengo  por  cosa  increíble,  pues  ve- 
mos mil  veces  que  para  sola  grandeza  suelen  Prín- 
cipes y  Señores  tener  en  sus  jaulas  leones,  osos  y 
otras  ñeras,  mayormente  cuando  se  han  traído  de 
tierras  muy  lejos.  Pero  esto  creerlo  de  lobos  y  de 
zorras,  y  de  otros  tales  animales  bajos  y  sin  pro- 
vecho, que  no  tienen  cosa  notable,  sino  solo  hacer 
mal  á  los  ganados,  y  decir  que  para  caza  se  traje- 
ron por  mar,  por  cierto  es  cosa  muy  sin  razón. 
(jQuién  se  podrá  persuadir,  que  con  navegación  tan 
infinita,  hubo  hombres,  que  pusieron  diligencia  en 
llevar  al  Perú  zorras,  mayormente  las  que  llaman 
añas,  que  es  un  linage  el  mas  sucio  y  hediondo  de 
cuantos  he  visto?  ¿Quién  dirá,  que  trajeron  leones 
y  tigres?  Plarto  es  y  aun  demasiado,  que  pudiesen 
escapar  los  hombres  con  las  vidas  en  tan  prolijo 
viage,  viniendo  con  tormenta,  como  hemos  dicho, 
cuando  mas  trazar  de  llevar  zorras  y  lobos,  y  man- 


DE     LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  95 


tenerlos  por  mar.  Cierto  es  cosa  de  burla  aun  ima~ 
ginarlo.  Pues  si  vinieron  por  mar  estos  animales, 
solo  resta,  que  hayan  pasado  á  nado.  Esto  es  ser 
cosa  posible  y  hacedera,  cuanto  a  algunas  Islas 
que  distan  poco  de  otras,  ó  de  la  tierra  firme,  no 
se  puede  negar  la  experiencia  cierta,  con  que  ve- 
m(»s,  que  por  alguna  grave  necesidad  á  veces  na- 
dan estos  animales  dias  y  noches  enteras,  y  al  cabo 
escapan  nadando;  pero  esto  se  entiende  en  golfi- 
llos  pequeños.  Porque  nuestro  Océano  haría  burla 
de  semejantes  nadadores,  pues  aun  á  las  aves  de 
gran  vuelo  les  faltan  las  alas  para  pasar  tan  gran 
abismo.  Bien  se  hallan  pájaros,  que  vuelen  más  de 
cien  leguas,  como  los  hemos  visto  navegando  di- 
versas veces;  pero  pasar  todo  el  mar  Océano  vo- 
lando es  imposible,  ó  á  lo  menos  muy  difícil.  Sien- 
do así  todo  lo  dicho,  ¿por  dónde  abriremos  cami- 
no para  pasar  fieras  y  pájaros  á  las  Indias.?  ¿de 
qué  manera  pudieron  ir  del  un  mundo  al  otro? 
Este  discurso  que  he  dicho,  es  para  mí  una  gran 
congetura  para  pensar  que  el  nuevo  orbe,  que 
llamamos  Indias,  no  está  del  todo  diviso  y  aparta- 
do del  otro  orbe.  Y  por  decir  mi  opinión,  tengo 
para  mí  dias  ha,  que  la  una  tierra  y  la  otra  en  al- 
guna parte  se  juntan,  y  continúan,  ó  á  lo  menos  se 
avecinan  y  allegan  mucho.  Hasta  ahora  á  lo  me- 
nos no  hay  certidumbre  de  lo  contrario.  Porque 
al  polo  Ártico,  que  llaman  norte,  no   está   descu- 


g6  LIBRO     PRIMERO 

bierta  y  sabida  toda  la  longitud  de  la  tierra;  y  no 
faltan  muchos  que  afirmen,  que  sobre  la  Florida 
corre  la  tierra  larguísimamente  al  Septentrión,  la 
cual  dicen  que  llega  hasta  el  mar  Scítico,  ó  hast  i 
el  Germánico.  Otros  añaden,  que  ha  habido  nave, 
que  navegando  por  allí,  relató  haber  visto  los  ba- 
callaos correr  hasta  los  fines  cuasi  de  Europa.  Pues 
ya  sobre  el  cabo  Mendocino  en  la  mar  del  sur, 
tampoco  se  sabe  hasta  dónde  corre  la  tierra,  mas 
de  que  todos  dicen  que  es  cosa  inmensa  lo  que  co 
rre.  Volviendo  al  otro  polo  del  sur,  no  hay  hom- 
bre que  sepa  dónde  para  la  tierra,  que  está  de  l:i 
otra  banda  del  Estrecho  de  Magallanes.  Una  nave 
del  Obispo  de  Plasencia,  que  subió  del  Estrecho, 
refirió,  que  siempre  habia  visto  tierra,  y  lo  mismo 
contaba  Hernando  Lamero,  piloto,  que  por  tor- 
menta pasó  dos  ó  tres  grados  arriba  del  Estrecho. 
Así  que  ni  hay  razón  en  contrario,  ni  experiencia 
que  deshaga  mi  imaginación,  ú  opinión,  de  que 
toda  la  tierra  se  junta,  y  continúa  en  alguna  parte, 
á  lo  menos  se  allega  mucho.  Si  esto  es  verdad, 
como  en  efecto  me  lo  parece,  fácil  respuesta  tiene 
la  duda  tan  difícil,  que  habíamos  propuesto:  cómo 
pasaron  á  las  Indias  los  primeros  pobladores  de 
ellas,  porque  se  ha  de  decir,  que  pasaron,  no  tanto 
navegando  por  mar,  como  caminando  por  tierra; 
y  ese  camino  lo  hicieron  muy  sin  pensar,  mudan- 
do sitios  y  tierras  poco  á  poco;  y    unos   poblando 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  Q/ 

las  ya  halladas,  otros  buscando  otras  de  nuevo, 
vinieron  por  discurso  de  tiempo  á  henchir  las  tie- 
rras de  Indias  de  tantas  naciones,  y  gentes,  y  len- 
guas. 


CAPITULO  XXI 

En  qué  manera  pasaron  bestias  y  ganados 
á   las  tierras  de  Indias, 

Ayudan  grandemente  al  parecer  ya  dicho  los 
indicios  que  se  ofrecen  á  los  que  con  curiosidad 
examinan  el  modo  de  habitación  de  los  Indios. 
Porque  donde  quiera  que  se  halla  Isla  muy  apar- 
tada de  tierra  firme,  y  también  de  otras  Islas, 
como  es  la  Bermuda,  hállase  ser  falta  de  hombres 
del  todo.  La  razón  es  porque  no  navegaban  los 
Antiguos,  sino  á  playas  cercanas,  y  cuasi  siempre 
á  vista  de  tierra.  A  esto  se  alega,  que  en  ninguna 
tierra  de  Indias  se  han  hallado  navios  grandes, 
cuales  se  requieren  para  pasar  golfos  grandes.  Lo 
Tomo  i.  8 


98  LIBRO    PRIMERO 


que  se  halla  son  balsas,  ó  piraguas,  ó  canoas,  que 
todas  ellas  son  menos  que  chalupas;  y  de  tales  em- 
barcaciones solas  usaban  los  Indios,  con  las  cuales 
no  podian  engolfarse  sin  manifiesto  y  cierto  peli- 
gro de  perecer;  y  cuando  tuvieran  navios  bastan- 
tes para  engolfarse,  no  sabian  de  aguja,  ni  de  as- 
trolabio,  ni  de  cuadrante.  Si  estuvieran  diez  y  ocho 
dias  sin  ver  tierra,  era  imposible  no  perderse,  sia 
saber  de  sí.  Vemos  Islas  pobladísimas  de  Indios, 
y  sus  navegaciones  muy  usadas;  pero  eran  las  que 
digo,  que  podian  hacer  Indios  en  canoa  ó  pira- 
guas, y  sin  aguja  de  marear.  Cuando  los  Indios 
que  moraban  en  Tumbez  vieron  la  primera  vez 
nuestros  Españoles  que  navegaban  al  Perú,  y  mi- 
raron la  grandeza  de  las  Adelas  tendidas  y  los  ba- 
jeles también  grandes,  quedaron  atónitos:  y  como 
nunca  pudieron  pensar  que  eran  navios,  por  no 
haberlos  visto  jamás  de  aquella  forma  y  tamaño, 
dicen  que  se  dieron  á  entender  que  debian  de  ser 
rocas  y  peñascos  sobre  la  mar;  y  como  veian  que 
andaban,  y  no  se  hundían,  estuvieron  como  fuera 
de  sí  de  espanto  gran  rato,  hasta  que  mirando  más 
vieron  unos  hombres  barbudos  que  andaban  por 
los  navios,  los  cuales  creyeron  que  debian  ser  al- 
gunos Dioses,  ó  gente  de  allá  del  Cielo.  Donde  se 
ve  bien,  cuan  agena  cosa  era  para  los  Indios  usar 
naves  grandes,  ni  tener  noticia  de  ellas.  Hay  otra 
cosa,  que  en  gran    manera  persuade    á  la   opinión 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  QQ 

dicha,  y  es,  que  aquellos  animales  que  dijimos  no 
ser  creíble  haberlos  embarcado  hombres  para  las 
Indias,  se  hallan  en  lo  que  es  tierra  firme,  y  no  se 
hallan  en  las  Islas,  que  disten  de  la  tierra  firme 
cuatro  jornadas.  Yo  he  hecho  diligencia  en  ave- 
riguar esto,  pareciéndome  que  era  negocio  de 
gran  momento  para  determinarme  en  la  opinión 
que  he  dicho,  de  que  la  tierra  de  Indias,  y  la  de 
Europa,  y  Asia  y  Afi-ica  tienen  continuación  en- 
tre sí,  ó  á  lo  menos  se  llegan  mucho  en  alguna 
parte.  Hay  en  la  América  y^Perú  muchas  fieras, 
como  son  leones,  aunque  estos  no  igualan  en  gran- 
deza y  braveza,  y  en  el  mismo  color  rojo  á  los  fa- 
mosos leones  de  Afi-ica;  hay  tigres  muchos,  y 
muy  crueles,  aunque  lo  son  mas  comunmente  con 
Indios,  que  con  Españoles;  hay  osos,  aunque  no 
tantos;  hay  javalíes;  hay  zorras  innumerables.  De 
todos  estos  géneros  de  animales,  si  quisiéremos 
buscarlos  en  la  Isla  de  Cuba,  ó  en  la  Española,  ó 
en  Jamaica,  ó  en  la  Margarita,  ó  en  la  Dominica, 
no  se  hallará  ninguno.  Con  esto  viene,  que  las  di- 
chas Islas  con  ser  tan  grandes  y  tan  fértiles,  no  te- 
nían antiguamente,  cuando  á  ellas  aportaron  Es- 
pañoles, de  esotros  animales  tampoco,  que  son  de 
provecho;  y  ahora  tienen  innumerables  manadas 
de  caballos,  de  bueyes,  y  vacas,  de  perros,  de 
puercos;  y  es  en  tanto  grado,  que  los  ganados  de 
vacas  no  tienen  ya  dueños  ciertos,  por  haber  tanto 


loo  LIBRO    PRIMERO 


multiplicado,  que  son  del  primero  que  las  desja- 
rreta en  el  monte  ó  campo:  lo  cual  hacen  los  mo- 
radores de  aquellas  Islas  para  aprovecharse  de  los 
cueros  para  su  mercancía  de  corambre,  dejando 
la  carne  por  allí,  sin  comerla.  Los  perros  han  en  ^ 
tanto  exceso  multiplicado,  que  andan  manadas  de 
ellos;  y  hechos  bravos  hacen  tanto  mal  al  ganado, 
como  si  fueran  lobos,  que  es  un  grave  daño  de 
aquellas  Islas.  No  solo  carecen  de  fieras,  sino  tam- 
bién de  aves  y  pájaros  en  gran  parte.  Papagayos 
hay  muchos,  los  cuales  tienen  gran  vuelo,  y  an- 
dan á  bandas  juntos;  también  tienen  otros  pájaros, 
pero  pocos,  como  he  dicho.  De  perdices,  no  me 
acuerdo  haber  visto,  ni  sabido  que  las  tengan, 
como  las  hay  en  el  Perú,  y  mucho  menos  los  que 
en  el  Perú  llaman  guanacos,  y  vicuñas,  que  son 
como  cabras  monteses  ligerísimas,  en  cuyos  bu- 
ches se  hallan  las  piedras  bezaares,  que  precian 
algunos,  y  son  á  veces  mayores  que  un  huevo  de 
gallina  tanto  y  medio.  Tampoco  tienen  otro  géne- 
ro de  ganado,  que  nosotros  llamamos  ovejas  de 
las  Indias,  las  cuales,  demás  de  la  lana  y  carne, 
con  que  visten  y  mantienen  los  Indios,  sirven  tam- 
bién de  recua  y  jumentos  para  llevar  cargas;  lle- 
van la  mitad  de  la  carga  de  una  muía,  y  son  de 
poco  gasto  á  sus  dueños,  porque  ni  han  menester 
herraduras,  ni  albardas,  ni  otros  aparejos,  ni  ceba- 
da para  su  comer;  todo  esto  les  dio  naturaleza  sin 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL    DE    INDIAS  lOI 

costa,  queriendo  fa^'orecer  á  la  pobre  gente  de  los 
Indios.  De  todos  estos  géneros  de  animales,  y  de 
otros  muchos,  que  se  dirán  en  su  lugar,  abunda  la 
tierra  firme  de  Indias;  las  Islas  de  todos  carecen, 
si  no  son  los  que  han  embarcado  Españoles.  Ver 
dad  es,  que  en  algunas  Islas  vio  tigres  un  hermano 
nuestro,  según  él  refería,  andando  en  una  peregri- 
nación y  naufragio  trabajosísimo;  mas  preguntan- 
do qué  tanto  estarían  de  tierra  firme  aquellas  Is- 
las, dijo,  que  obra  de  seis  ú  ocho  leguas  á  lo  más, 
el  cual  espacio  de  mar,  no  hay  duda,  sino  que  pue- 
den pasarle  á  nado  los  tigres.  De  estos  indicios,  y 
de  otros  semejantes  se  puede  colegir,  que  hayan 
pasado  los  Indios  á  poblar  aquella  tierra,  mas  por 
camino  de  tierra,  que  de  mar;  ó  si  hubo  navega- 
ción, que  fué  no  grande,  ni  dificultosa,  porque  en 
efecto  debe  de  continuarse  el  un  orbe  con  el  otro 
ó  á  lo  menos  estar  en  alguna  parte  muy  cercanos, 
entre  si. 


CAPÍTULO  XXII 

Que  no  pasó  el  linage  de   Indios  por  la  Isla 
Atlántida,  como  algunos  imaginan. 


No  faltan  algunos  (l),  que  siguiendo  el  parecer 
de  Platón,  que  arriba  referimos,  dicen,  que  fueron 
esas  gentes  de  Europa,  ó  de  África  á  aquella  fa- 
mosa Isla,  y  tan  cantada  Atlántida,  y  de  ella  pa- 
saron á  otras  y  otras  Islas,  hasta  llegar  á  la  tierra 
firme  de  Indias.  Porque  de  todo  esto  hace  men- 
ción el  Cricias  de  Platón  en  su  Timéo.  Porque  si 
era  la  Isla  Atlántida  tan  grande  como  toda  la  Asia 
y  África  juntas,  y  aun  mayor,  como  siente  Platón, 
forzoso  habia  de  tomar  todo  el  Océano  Atlántico, 
y  llegar  cuasi  á  las  Islas  del  nuevo  orbe.  Y  dice  mas 
Platón:  que  con  un  terrible  diluvio  se  anegó  aquella 
su  Isla  Atlántida,  y  por  eso  dejó  aquel  mar  impo- 
sibilitado de  navegarse,  por  los  muchos  vajíos  de 
peñas,  y  arrecifes,  y  de  mucha  lama,  y  que  así  lo 


(i;    Sap.  cap.  12. 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  IO3 

estaba  en  su  tiempo;  pero  que  después  con  el 
tiempo  hicieron  asiento  las  ruinas  de  aquella  Isla 
anegada,  y  en  fin,  dieron  lugar  á  navegarse.  Esto 
tratan  y  disputan  hombres  de  buenos  ingenios  muy 
de  veras,  y  son  cosas  tan  de  burla  considerándose 
un  poco,  que  mas  parecen  cuentos,  ó  fábulas  de 
Ovidio,  que  Historia,  ó  Filosofía  digna  de  cuenta. 
Los  mas  de  los  intérpretes  y  expositores  de  Pla- 
tón afirman,  que  es  verdadera  historia  todo  aque- 
llo que  allí  Cricias  cuenta  de  tanta  extrañcza 
del  origen  de  la  Isla  Atlántida,  y  de  su  grandeza, 
y  de  su  prosperidad,  y  de  las  guerras  que  los  de 
Europa  y  los  de  Atlántida  entre  sí  tuvieron,  con 
todo  lo  demás.  Muevense  á  tenerlo  por  verdadera 
historia,  por  las  palabras  de  Cricias  que  pone  Pla- 
tón, en  que  dice  en  su  Timéo,  que  la  plática  que 
quiere  tratar  es  de  cosas  extrañas,  pero  del  todo 
verdaderas.  Otros  discípulos  de  Platón,  conside- 
rando que  todo  aquel  cuento  tiene  más  arte  de  fá- 
bula,  que  de  historia,  dicen,  que  todo  aquello  se 
ha  de  entender  por  alegoría,  que  así  lo  pretendió 
su  divino  Filósofo.  De  estos  es  Proclo,  y  Porfirio, 
y  aun  Orígenes:  son  estos  tan  dados  á  Platón,  que 
así  tratan  sus  escritos,  como  si  fuesen  libros  de 
Moisés,  ó  de  Esdras;  y  así  donde  las  palabras  de 
Platón  no  vienen  con  la  verdad,  luego  dan  en  que 
se  ha  de  entender  aquello  en  sentido  místico  y  ale- 
górico, y  que  no  puede  ser  menos.  Yo,  por  decir 


I04  LIBRO   PRIMERO 


verdad,  no  tengo  tanta  reverencia  á  Platón,  por  más 
que  le  llamen  divino,  ni  aun  se  me  hace  muy  difí- 
cil de  creer,    que   pudo  contar  todo   aquel  cuento 
de  la  Isla  Atlántida  por  verdadera  historia,  y  pudo 
ser    con   todo  eso    muy  fina   fábula,  mayormente 
que  refiere  él  haber  aprendido  aquella  relación  de 
Cricia,  que  cuando   muchacho,  entre  otros  canta- 
res y  romances,    cantaba  aquel  de    la   Atlántida. 
Sea  como    quisieren,  haya   escrito  Platón  por  his- 
toria, ó  haya  escrito   por  alegoría,  lo  que  para  mí 
es  llano,  es,  que  todo  cuanto  trata  de  aquella  Isla, 
comenzando  en  el  diálogo   Timéo,  y  prosiguiendo 
en  el  diálogo  Cricia,  no  se  puede  contar  en  veras, 
sino   es  á    muchachos  y   ^'iejas.    ;Quién  no  tendrá 
por  fábula  decir,  que  Neptuno  se  enamoró  de  Cli- 
to,  y  tuvo  de  ella  cinco  veces  gemelos  de  un  vien- 
tre? ^'y  que  de  un  collado   sacó  tres   redondos   de 
mar,  y  dos  de  tierra,   tan  parejos  que  parecian  sa- 
cados por  torno?  ;Pucs  qué  diremos  de  aquel  Tem- 
plo de  mil  pasos  en  largo,  y  quinientos  en  ancho,  cu- 
yas paredes  por  defuera  estaban  todascubiertas  de 
plata,  y  todos  los  altos  de  oro,  y  por  de  dentro  era 
todo  de   bóveda  de    marfil  labrado,  y   entretejido 
de  oro,  y  plata,  y  azófar?  Y  al  cabo  el  donoso  re- 
mate de  todo,  con  que  concluye  en  el  Timéo  dicien- 
do: En  un  diay  una  noche,  viniendo  un  grande  dilu- 
vio, todos  nuestros  soldados  se  los  tragó  la  tierra  á 
montones;  y  la  Isla  Atlántida  de  la  misma  manera  ane- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  IO5 

gada  en  la  mar  desapareció.  Por  cierto  ella  lo  acertó 
mucho  en  desaparecerse  toda  tan  presto,  porque 
siendo  Isla  mayor  que  toda  la  Asia  y  África  jun- 
tas, hecha  por  arte  de  encantamento,  fue  bien  que 
así  se  desapareciese.  Y  es  muy  bueno  que  diga, 
que  las  ruinas  y  señales  de  esta  tan  grande  Isla  se 
echan  de  ver  debajo  de  el  mar,  y  los  que  lo  han 
de  echar  de  ver,  que  son  los  que  navegan,  no 
pueden  navegar  por  allí.  Pues  añade  donosamen- 
te: Por  eso  hasta  el  dia  de  hoy  ni  se  navega,  ni 
puede  aquel  mar,  porque  la  mucha  lama  que  la 
Isla  después  de  anegada  poco  á  poco  crió,  lo  im- 
pide. Preguntara  yo  de  buena  gana,  ¿qué  piélago 
pudo  bastar  á  tragarse  tanta  infinidad  de  tierra, 
que  era  mas  que  toda  la  Asia  y  África  juntas,  y 
que  llegaba  hasta  las  Indias.^  ¿Y  tragársela  tan  del 
todo,  que  ni  aun  rastro  no  haya  quedado?  Pues  es 
notorio,  que  en  aquel  mar  donde  dicen  habia  la 
dicha  Isla,  no  hallan  fondo  hoy  dia  los  marineros, 
por  mas  brazas  de  sonda  que  den.  Mas  es  incon- 
sideración querer  disputar  de  cosas,  que,  ó  se  con- 
taron por  pasatiempo,  ó  ya  que  se  tenga  la  cuen- 
ta que  es  razón  con  la  gravedad  de  Platón,  pura- 
mente se  dijeron  para  significar,  como  en  pintura, 
la  prosperidad  de  una  ciudad,  y  su  perdición  tras 
ella.  El  argumento  que  hacen  para  probar  que 
realmente  hubo  Isla  Atlántida,  de  que  aquel  mar 
hoy  dia  se    nombra  el  mar  Atlántico,  es   de  poca 


I06  LIBRO    PRIMERO 


importancia,  pues  sabemos  que  en  la  última  Mau- 
ritaniaestá  el  monte  Atlante,  del  cual  siente  Plinio  ( I ) 
que  se  le  puso  al  mar  el  nombre  de  Atlántico.  Y 
sin  esto  el  mismo  Plinio  reñerc,  que  frontero  del 
dicho  monte  está  una  Isla  llamada  Atlántida,  la 
cual  dice  ser  muy  pequeña  y  muy  ruin. 


CAPITULO  XXIII 

QtLe  es  falsa   la  opinión  de  muchos,  que  afirman 
ve7iir  los  Indios  de  el  linage  de  los  Judíos, 


Ya  que  por  la  Isla  Atlántida  no  se  abre  camino 
para  pasar  los  Indios  al  nuevo  Mundo,  paréceles  á 
otros,  que  debió  de  ser  el  camino  el  que  escribe 
Esdras  (2)  en  el  cuarto  libro,  donde  dice  así:  Y 
porque  le  viste  que  recogía  á  sí  otra  muchedum- 


(i)    Plin.  1.  6.  c.  5.  p.  lib.  6.  cap.  3  i. 
(2)    4.  Esdras  13. 


DE  La  historia  natural  de   indias        107 

bre  pacífica,  sabrás,  que  estos  son  los  diez  Tribus 
que  fueroft  llevados  en  cautiverio  en  tiempo  del 
Rey  Oseé)  al  cual  llevó  cautivo  Salmanasár,  Rey- 
de  los  Aáirios,  y  á  estos  los  pasó  á  la  otra  parte 
del  rio,  y  Fueron  trasladados  á  otra  tierra.  Ellos 
tuvieron  entre  sí  acuerdo  y  determinación  de  de- 
jar la  multitud  de  los  Gentiles,  y  de  pasarse  á  otra 
región  mas  apartada,  donde  nunca  habitó  el  géne- 
ro humano,  para  guardar  siquiera  allí  su  ley,  la 
cual  no  hablan  guardado  en  su  tierra.  Entraron, 
pues,  por  unas  entradas  angostas  del  rio  Eufrates; 
porque  hizo  el  Altísimo  entonces  con  ellos  sus 
maravillas,  y  detuvo  las  corrientes  del  rio,  hasta 
que  pasasen.  Porque  por  aquella  región  era  el  ca- 
mino muy  largo  de  año  y  medio:  y  llámase  aque- 
lla región  Arsareth.  Entonces  habitaron  allí  h^sta 
el  último  tiempo,  y  ahora  cuando  comenzaren  á 
venir,  volverá  el  Altísimo  á  detener  otra  vez  las 
corrientes  del  rio,  para  que  puedan  pasar;  por  eso 
viste  aquella  muchedumbre  con  paz.  Esta  escritu- 
ra de  Esdras  quieren  algunos  acomodar  á  los  In- 
dios, diciendo  que  fueron  de  Dios  llevados,  donde 
nunca  habitó  el  género  humano,  y  que  en  la  tierra 
que  moran  es  tan  apartada,  que  tiene  año  y  medio 
de  camino  para  ir  á  ella,  y  que  esta  gente  es 
naturalmente  pacífica.  Que  procedan  los  Indios 
de  linage  de  Judíos,  el  vulgo  tiene  por  indicio 
cierto  el  ser  medrosos,  y  descaídos,   y  muy  cere- 


io8 


LIBRO    PRIMERO 


moniáticos,  y  agudos  y  mentirosos.  Demás  de  eso 
dicen,  que  su  hábito  parece  el  propio  que  usaban 
Judíos,  porque  usan  de  una  túnica  ó  camiseta,  y 
de  un  manto  rodeado  encima;  traen  los  pies  des- 
calzos, ó  su  calzado  es  unas  suelas  asidas  por 
arriba,  que  ellos  llaman  ojotas.  Y  que  éste  haya 
sido  el  hábito  de  los  Hebreos  dicen,  que  consta 
así  por  sus  historias,  como  por  pinturas  antiguas, 
que  los  pintan  vestidos  en  este  traje.  Y  que  estos 
dos  vestidos,  que  solamente  traen  los  Indios,  eran 
los  que  puso  en  apuesta  Sansón,  que  la  Escritura  (l) 
nombra  Tunycam  p  syndonein,  y  es  lo  mismo  que 
los  Indios  dicen  camiseta  y  manta.  Mas  todas  estas 
son  conjeturas  muy  livianas,  y  que  tienen  mucho 
mas  contra  sí,  que  por  sí.  Sabemos  que  los  He- 
breos usaron  letras;  en  los  Indios  no  hay  rastro  de 
ellas:  los  otros  eran  muy  amigos  del  dinero,  estos 
no  se  les  da  cosa.  Los  Judíos,  si  se  vieran  no  estar 
circuncidados,  no  se  tuvieran  por  Judíos:  Los  In- 
dios poco  ni  mucho  no  se  retajan,  ni  han  dado  ja- 
más en  esa  ceremonia,  como  muchos  de  los  de 
Etiopia  y  del  Oriente.  Mas  ¿qué  tiene  que  ver, 
siendo  los  Judíos  tan  amigos  de  conservar  su  len- 
gua y  antigüedad,  y  tanto  que  en  todas  las  partes 
del  mundo  que  hoy  viven,  se  diferencian  de  todos 
los   demás,  que  en  solas   las  Indias  á   ellos  se   les 


(O      Judie.     14. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  IOQ 

haya  olvidado  su  linage,  su  ley,  sus  ceremonias, 
su  Mesías,  y  finalmente  todo  su  Judaismo?  Lo  que 
dicen  de  ser  los  Indios  medrosos,  y  supersticiosos, 
y  agudos  y  mentirosos,  cuanto  á  lo  primero,  no 
es  eso  general  á  todos  ellos;  hay  naciones  entre 
estos  bárbaros  muy  agenas  de  todo  eso,  hay  na- 
ciones de  Indios  bravísimos  y  atrevidísimos,  hay- 
las  muy  botas  y  groseras  de  ingenio.  De  ceremo- 
nias y  supersticiones  siempre  los  Gentiles  fueron 
amigos.  El  trage  de  sus  vestidos,  la  causa  porque 
es  el  que  se  refiere,  es,  por  ser  el  más  sencillo  y 
natural  del  mundo,  que  apenas  tiene  artificio,  y 
así  fué  común  antiguamente  no  solo  á  Hebreos, 
sino  á  otras  muchas  naciones.  Pues  ya  la  historia 
de  Esdras  (si  se  ha  de  hacer  caso  de  escrituras 
apócrifas)  mas  contradice,  que  ayuda  su  intento. 
Porque  allí  se  dice  que  los  diez  Tribus  huyeron  la 
multitud  de  Gentiles,  por  guardar  sus  ceremonias 
y  ley:  mas  los  Indios  son  dados  á  todas  las  idola- 
trías del  mundo.  Pues  las  entradas  del  rio  Eufra- 
tes, vean  bien  los  que  eso  sienten,  en  qué  manera 
pueden  llegar  al  nuevo  orbe,  y  vean  si  han  de  vol- 
ver por  allí  los  Indios,  como  se  dice  en  el  lugar 
referido.  Y  no  sé  yo  porqué  se  han  de  llamar 
estos  gente  pacífica,  siendo  verdad ,  que  perpe- 
tuamente se  han  perseguido  con  guerras  mor- 
tales unos  á  otros.  En  conclusión ,  no  veo  que 
el  Eufrates    apócrifo  de    F2sdras    dé  mejor    paso 


lio  LIBRO    PRIMERO 


á  los  hombres  para    el    nueve  orbe,    que   le    daba 
la   Atlántida    encantada  y    fabulosa   de   Platón. 


CAPITULO  XXIV 

Porqué  aazon  no  se  puede  averiguar  bien  el  origen 
de  los  hidios. 


Pero  cosa  es  mejor  de  hacer  desechar  lo  que 
es  falso  del  origen  de  los  Indios,  que  determinar 
la  verdad,  porque  ni  hay  escritura  entre  los  Indios, 
ni  memoriales  ciertos  de  sus  primeros  fundadores. 
Y  por  otra  parte,  en  los  libros  de  los  que  usaron 
letras,  tampoco  hay  rastro  de  el  nuevo  Mundo, 
pues  ni  hombres,  ni  tierra,  ni  aun  Cielo  les  pareció 
á  muchos  de  los  Antiguos,  que  no  habia  en  aques- 
tas partes;  y  así  no  puede  escapar  de  ser  tenido 
por  hombre  temerario  y  muy  arrojado  el  que  se 
atreviere  a  prometer  lo  cierto  de  la  primera  ori- 
gen de  los  Indios,  y  de  los  primeros  hombres  que 
poblaron  las  Indias.  Mas  así  á  bulto  y  por  discre- 
ción podemos   colegir  de    todo  el  discurso   arriba 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  III 

hecho,  que  el  Hnage  de  los  hombres  se  vino  pa- 
sando poco  á  poco,  hasta  llegar  al  tmevo  orbe, 
ayudando  á  esto  la  continuidad  6  vecindad  de  las 
tierras,  y  á  tiempos  á  alguna  navegación,  y  que 
éste  fué  el  orden  de  venir,  y  no  hacer  armada  de 
propósito,  ni  suceder  algún  grande  naufragio:  aun- 
que también  pudo  haber  en  parte  algo  de  esto; 
porque  siendo  aquestas  regiones  larguísimas,  y  ha- 
biendo en  ellas  innumerables  naciones ,  bien  pode- 
mos creer,  que  unos  de  una  suerte,  y  otros  de  otra 
se  vinieron  en  fin  á  poblar.  Mas  al  fin,  en  lo  que 
me  resumo  es,  que  el  continuarse  la  tierra  de  Indias 
con  esotras  de  el  mundo,  a  lo  menos  estar  muy 
•cercanas,  ha  sido  la  mas  principal  y  mas  verda- 
dera razón  de  poblarse  las  Indias;  y  tengo  para 
mí,  que  el  nuevo  orbe  é  Indias  occidentales,  no  há 
muchos  millares  de  años  que  las  habitan  hom- 
bres, y  que  los  primeros  que  entraron  en  ellas, 
mas  eran  hombres  salvages  y  cazadores,  que  no 
gente  de  República,  y  pulida;  y  que  aquellos 
aportaron  al  nuevo  Mundo ,  por  haberse  per- 
dido de  su  tierra,  ó  por  hallarse  estrechos  y  ne- 
cesitados de  buscar  nueva  tierra,  y  que  hallándola 
comenzaron  poco  á  poco  á  poblarla,  no  teniendo 
mas  ley  que  un  poco  de  luz  natural,  y  esa  muy 
obscurecida,  y  cuando  mucho  algunas  costumbres 
que  les  quedaron  de  su  patria  primera.  Aunque 
no  es  cosa  increíble  de  pensar,  que  aunque  hubie- 


112  LIBRO    PRIMERO 


sen  salido  de  tierras  de  policía,  y  bien  gober- 
nadas, se  les  olvídase  todo  con  el  largo  tiempo, 
y  poco  uso;  pues  es  notorio  que  aun  en  España  y 
en  Italia  se  hallan  manadas  de  hombres,  que  si  no 
es  el  gesto  y  figura,  no  tienen  otra  cosa  de  hom- 
bres. Así  que  por  este  camino  vino  á  haber  una 
barbaridad  infinita  en  el  nuevo  Mundo. 


CAPITULO  XXV 

Qué  es  lo  que  los  Indios  suelen  contar  de  su 
origen. 


Saber  lo  que  los  mismos  Indios  suelen  contar 
de  sus  principios  y  origen,  no  es  cosa  que  impor- 
ta mucho,  pues  mas  parecen  sueños  los  que  refie- 
ren, que  historias.  Hay  entre  ellos  comunmente 
gran  noticia  y  mucha  plática  del  diluvio;  pero  no 
se  puede  bien  determinar,  si  el  diluvio,  que  estos 
refieren,  es  el  universal  que  cuenta  la  divina  Es- 
critura, ó  si  fué  algún  otro  diluvio  ó  inundación 
particular    de   las   regiones    en   que   ellos   moran 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  II3 


mas,  de  que  en  aquestas  tierras  hombres  expertos 
dicen,  que  se  ven  señales  claras  de  haber  habido 
alguna  grande  inundación.  Yo  mas  llego  al  pare- 
cer de  los  que  sienten,  que  los  rastros  y  señales 
que  hay  de  diluvio  no  son  del  de  Noé,  sino  de  al- 
gún otro  particular,  como  el  que  cuenta  Platón,  ó 
el  que  los  Poetas  cantan  de  Deucalión.  Como 
quiera  que  sea,  dicen  los  Indios,  que  con  aquel  su 
diluvio  se  ahogaron  todos  los  hombres,  y  cuen- 
tan, que  de  la  gran  laguna  Titiaca  salió  un  Vira- 
cocha, el  cual  hizo  asiento  en  Tiaguanaco,  donde 
se  ven  hoy  ruinas  y  pedazos  de  edificios  antiguos 
y  muy  extraños,  y  que  de  alli  vinieron  al  Cuzco, 
y  así  volvió  á  multiplicarse  el  género  humano. 
Muestran  en  la  misma  laguna  una  Isleta,  donde 
fingen  que  se  escondió  y  conservó  el  Sol,  y  por 
eso  antiguamente  le  hacían  allí  muchos  sacrificios, 
no  solo  de  ovejas,  sino  de  hombres  también.  Otros 
cuentan,  que  de  cierta  cueva  por  una  ventana  sa- 
lieron seis,  ó  no  sé  cuantos  hombres,  y  que  estos 
dieron  principio  á  la  propagación  de  los  hombres, 
y  es  donde  llaman  Pacari  Tampo  por  esa  causa. 
Y  así  tienen  por  opinión,  que  los  Tambos  son  el 
linage  mas  antiguo  de  los  hombres.  De  aquí,  di- 
cen, que  procedió  Mangocapa,  al  cual  reconocen 
por  el  fijndador  y  cabeza  de  los  hicas,  y  que  de 
éste  procedieron  dos  íamilias,  ó  linages,  uno  de 
Hanan  Cuzco,  otro  de  Urincuzco.  Refieren  que 
Tomo  i.  9 


114  LIBRO    PRIMERO 

los  Reyes  Incas,  cuando  hacían  guerra  y  conquis- 
taban diversas  Provincias,  daban  por  razón  con 
que  justificaban  la  guerra,  que  todas  las  gentes 
les  debían  reconocimiento,  pues  de  su  línage  y  su 
patria  se  había  renovado  el  mundo.  Y  así  á  ellos 
se  les  habia  revelado  la  verdadera  Religión  y  culto 
del  Cielo.  Mas  ¿de  qué  sir^"e  añadir  mas,  pues  todo 
va  lleno  de  mentira,  y  ageno  de  razón?  Lo  que 
hombres  doctos  afirman  y  escriben  es,  que  todo 
cuanto  hay  de  memoria  y  relación  de  estos  Indios 
llega  á  cuatrocientos  años,  y  que  todo  lo  de  antes 
es  pura  confiísion  y  tinieblas,  sin  poderse  hallar 
cosa  cierta.  Y  no  es  de  maravillar,  faltándoles  li- 
bros y  escritura,  en  cuyo  lugar  aquella  su  tan  es- 
pecial cuenta  de  los  Quipocamayos  es  harto  y  muy 
mucho,  que  pueda  dar  razón  de  cuatrocientos 
años.  Haciendo  yo  diligencia  para  entender  de 
ellos  de  qué  tierras,  y  de  qué  gente  pasaron  á  la 
tierra  en  que  viven,  hállelos  tan  lejos  de  dar  razón 
de  esto,  que  antes  tenian  por  muy  llano,  que  ellos 
hablan  sido  criados  desde  su  primera  origen  en  el 
mismo  nuevo  orbe  donde  habitan,  á  los  cuales 
desengañamos  con  nuestra  Fé,  que  nos  enseña, 
que  todos  los  hombres  proceden  de  un  primer 
hombre  (l).  Hay  conjeturas  muy  claras,  que  por 
gran  tiempo  no  tuvieron  estos  hombres  Reyes,  ni 


(i)    Act.  17.  V.  26. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  II5 

República  concertada,  sino  que  vivian  por  behe- 
trias,  como  ahora  los  Floridos,  y  los  Chiriguanas, 
y  los  Brasiles,  y  otras  muchas  naciones,  que  no 
tienen  ciertos  Reyes,  sino  conforme  á  la  ocasión 
que  se  ofrece  en  guerra  ó  paz,  eligen  sus  caudillos, 
como  se  les  antoja:  mas  con  el  tiempo  algunos 
hombres,  que  en  fuerzas  y  habilidad  se  aventaja- 
ban á  los  demás,  comenzaron  á  señorear  y  mandar, 
como  antiguamente  Nembr(5t  (l),  y  poco  á  poco 
creciendo  vinieron  á  fundar  los  Reinos  de  Perú  y 
de  Méjico,  que  nuestros  Españoles  hallaron,  que 
aunque  eran  bárbaros,  pero  hacian  grandísima 
ventaja  á  los  demás  Indios.  Así  que  la  razón  di- 
cha persuade,  que  se  haya  multiplicado  y  proce- 
dido el  linage  de  los  Indios  por  la  mayor  parte  de 
hombres  salvages  y  fugitivos.  Y  esto  baste  cuanto 
á  lo  que  del  origen  de  estas  gentes  se  ofrece  tra- 
tar, dejando  lo  demás  para  cuando  se  traten  sus 
historias  mas  por  extenso. 


(I)    Gen. 


FIN     DEL     LIBRO     PRIMERO 


LIBRO   SEGUNDO 

DE  LÁ 

HISTORIA  NATURAL  Y  MORAL  DE  LAS  INDIAS 


CAPITULO  PRIMERO 

Qué  se  ha  de  tratar  de  la  naturaleza  de  la 
equinoccial. 


Estando  la  mayor  parte  del  nuevo  Mundo  que  se 
ha  descubierto,  debajo  de  la  región  de  en  medio  del 
Cielo,queesla  que  los  Antiguos  llaman  Tórridazona, 
teniéndola  por  inhabitable,  es  necesario  para  saber 
las  cosas  de  Indias,  entender  la  naturaleza  y  con- 
dición de  esta  región.  No  me  parece  á  mí  que  di- 
jeron mal  los  que  afirmaron,  que  el  conocimiento 
de  las  cosas  de  Indias  dependia  principalmente  del 
conocimiento  de  la  equinoccial;  porque  cuasi  toda 
la  diferencia  que  tiene  un  orbe  del  otro,  procede 
délas  propiedades  de  la  equinoccial.  Y  es  de  no- 
tar, que  todo  el  espacio  que  hay  entre  los  dos 
Trópicos,  se  ha  de  reducir  y  examinar  como  por 
regla  propia  por  la  linea  de  en  medio,    que  es  la 


Il8  LIBRO     SEGUNDO 


equinoccial,  llamada  así,  porque  cuando  anda  el 
Sol  por  ella,  hace  en  todo  el  universo  mundo  igua- 
les noches  y  dias  y  también  porque  los  que  habi- 
tan debajo  de  ella,  gozan  todo  el  año  de  la  propia 
igualdad  de  noches  y  días.  En  esta  linea  equinocial 
hallamos  tantas  y  tan  admirables  propiedades,  que 
con  gran  razón  despiertan  y  avivan  los  entendi- 
mientos para  inquirir  sus  causas,  guiándonos  no 
tanto  por  la  doctrina  de  los  antiguos  Filósofos, 
cuanto  por  la  verdadera  razón  y  cierta  experiencia. 


CAPITULO  II 

Qué  ¿es  movió  á  los  Antiguos  á  tener  por  cosa  sin 
duda  que  la  Tórrida  era  inhabitable. 


Ahora,  pues,  tomando  la  cosa  de  sus  principios, 
nadie  puede  negar  lo  que  clarísimamente  vemos, 
que  el  Sol  con  llegarse  calienta,  y  con  apartarse 
enfria.  Testigos  son  de  esto  los  dias  y  las  noches; 
testigos  el  invierno  y  el  verano,  cuya  variación,  y 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  I  IQ 


frió,  y  calor  se  causa  de  acercarse,  ó  alejarse  el 
Sol.  Lo  segundo,  y  no  menos  cierto,  cuanto  se 
acerca  mas  el  Sol,  y  hiere  mas  derechamente  con 
sus  rayos,  tanto  mas  quema  la  tierra.  Vese  clara- 
mente esto  en  el  fervor  del  medio  dia,  y  en  la 
fuerza  del  estío.  De  aquí  se  saca  é  infiere  bien  (á 
lo  que  parece),  que  en  tanto  será  una  tierra  más 
fria,  cuanto  se  apartare  mas  de  el  movimiento  del 
Sol.  Así  experimentamos,  que  las  tierras  que  se 
allegan  mas  al  Septentrión  y  Norte,  son  tierras 
mas  frias;  y  al  contrario  las  que  se  allegan  mas  al 
Zodiaco,  donde  anda  el  Sol,  son  mas  calientes.  Por 
esta  orden  excede  en  ser  cálida  la  Etiopia  á  la 
África  y  Berbería,  y  éstas  al  Andalucía,  y  Anda- 
lucía á  Castilla  y  Aragón,  y  éstas  á  Vizcaya  y 
Francia;  y  cuanto  mas  Septentrionales,  tanto  son 
éstas  y  las  demás  Provincias  menos  calientes:  y 
así  por  el  consiguiente  las  que  se  van  mas  llegan- 
do al  Sol,  y  son  heridas  mas  derecho  con  sus  ra- 
yos, sobrepujan  en  participar  mas  el  fervor  del 
Sol.  Añaden  algunos  otra  razón  para  lo  mismo,  y 
es  el  movimiento  del  Cielo,  que  dentro  de  los  Tró- 
picos es  velocísimo,  y  cerca  de  los  polos  tardísi- 
mo: de  donde  concluyen,  que  la  región  que  rodea 
el  Zodiaco  tiene  tres  causas  para  abrasarse  de  ca- 
lor, una  la  vecindad  del  Sol,  otra  herirla  derechos 
sus  rayos,  la  tercera  participar  el  movimiento  más 
apresurado  del  Cielo.  Cuanto  al  calor  y  al  frío   lo 


120  LIBRO    SEGUNDO 


que  está  dicho  es  lo  que  el  sentido  y  la  razón  pa- 
rece que  de  conformidad  afirman.  Cuanto  á  las 
otras  dos  cualidades,  que  son  humedad  y  seque- 
dad, (jqué  diremos?  Lo  mismo  sin  falta,  porque  la 
sequedad  parece  causarla  el  acercarse  el  Sol,  y  á 
la  humedad  el  alejarse  el  Sol;  porque  la  noche, 
como  es  mas  fria  que  el  día,  así  también  es  mas 
húmeda;  el  día  como  mas  caliente,  asi  también  mas 
seco.  El  invierno,  cuando  el  Sol  está  mas  lejos,  es 
mas  frió  y  mas  lluvioso;  el  verano,  cuando  el  Sol 
está  mas  cerca,  es  mas  caliente  y  mas  seco.  Por- 
que el  fuego  así  como  va  cociendo  ó  quemando, 
así  va  juntamente  enjugando  y  secando.  Conside- 
rando, pues,  lo  que  está  dicho,  Aristóteles  y  los 
otros  Filósofos  atribuyeron  á  la  región  media,  que 
llaman  Tórrida,  juntamente  exceso  de  calor  y  de 
sequedad;  y  así  dijeron,  que  era  á  mara\-illa  abra- 
sada y  seca,  y  por  el  consiguiente  del  todo  falta  de 
aguas  y  de  pastos.  Y  siendo  asi,  forzoso  había  de 
ser  muy  incómoda  y  contraria  á  la  habitación  hu- 
mana. 


CAPITULO  III 

Qíte  la  Tórridazona  es  humedísima;  y  que  en  esto 
se  efigañaron  mucho  los  Antiguos, 


Siendo  al  parecer  todo  lo  que  se  ha  dicho  y 
propuesto  verdadero,  y  cierto  y  claro,  con  todo 
eso,  lo  que  de  ello  se  viene  á  inferir  es  muy  falso; 
porque  la  región  media,  que  llaman  Tórrida,  en 
realidad  de  \'erdad  la  habitan  hombres,  y  la  hemos 
habitado  mucho  tiempo,  y  es  su  habitación  muy 
cómoda  y  muy  apacible.  Pues  si  es  así,  y  es  noto- 
rio que  de  \'erdades  no  se  pueden  seguir  falseda- 
des, siendo  falsa  la  conclusión,  como  lo  es,  con- 
viene que  volvamos  atrás  por  los  mismos  pasos,  y 
miremos  atentamente  los  principios,  en  donde  pudo 
haber  yerro  y  engaño.  Primero  diremos  cual  sea 
la  verdad,  según  la  experiencia  certísima  nos  la  ha 
mostrado;  y  después  probaremos,  aunque  es  nego- 
cio muy  arduo,  á  dar  la  propia  razón  conforme  á 
buena  Filosofía.  Era  lo  postrero  que  se  propuso 
arriba,  que  la  "sequedad  tanto  es  mayor,  cuanto  el 
Sol  está  mas  cercano  á  la  tierra.  Esto  p  arecía  cosa 


122  LIBRO    SEGUNDO 


llana  y  cierta;  y  no  lo  es,  sino  muy  falsa,  porque 
nunca  hay  mayores  lluvias,  y  copia  de  aguas  en  la 
Tórridazona,  que  al  tiempo  que  el  Sol  anda  enci- 
ma muy  cercano.  Es  cierto  cosa  admirable  y  dig- 
nísima de  notar,  que  en  la  Tórridazona  aquella 
parte  del  año  es  mas  serena  y  sin  lluvias,  en  que 
el  Sol  anda  mas  apartado;  y  al  revés,  ninguna  par- 
te del  año  es  mas  llena  de  lluvias,  y  nublados  y 
nieves,  donde  ellas  caen,  que  aquella  en  que  el 
Sol  anda  mas  cercano  y  vecino.  Los  que  no  han 
estado  en  el  nuevo  Mundo,  por  ventura  tendrán 
esto  por  increíble;  y  aun  á  los  que  han  estado,  si 
no  han  parado  la  atención  en  ello,  también  quizá 
les  parecerá  nuevo;  mas  los  unos  y  los  otros  con 
facilidad  se  darán  por  vencidos,  en  advirtiendo  á 
la  experiencia  certísima  de  lo  dicho.  En  este  Perú, 
que  mira  al  polo  del  sur  ó  Antartico,  entonces 
está  el  Sol  mas  lejos,  cuando  está  mas  cerca  de 
Europa,  como  es  en  Mayo,  Junio,  Julio,  Agosto, 
que  anda  muy  cerca  al  Trópico  de  Cancro.  En 
estos  meses  dichos  es  grande  la  serenidad  de  el 
Perú:  no  hay  lluvias,  ni  caen  nieves,  todos  los  rios 
corren  muy  menguados,  y  algunos  se  agotan.  Mas 
después,  pasando  el  año  adelante,  y  acercándose 
el  Sol  al  círculo  de  Capricornio,  comienzan  luego 
las  aguas,  lluvias,  y  nieves,  y  grandes  crecientes 
de  los  rios,  es  á  saber,  desde  Octubre  hasta  Di- 
ciembre. Y  cuando  volviendo  el  Sol  de  Capricor- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  123 

nio  hiere  encima  de  las  cabezas  en  el  Perú,  ahí  es 
el  furor  de  los  aguaceros,  y  grandes  lluvias,  y 
muchas  nieves,  y  las  avenidas  bravas  de  los  rios, 
que  es  al  mismo  tiempo  que  reina  el  mayor  calor 
del  año,  es  á  saber,  desde  Enero  hasta  mediado 
Marzo.  Esto  pasa  así  todos  los  años  en  esta  pro 
vincia  del  Perú,  sin  que  haya  quien  contradiga.  En 
las  regiones  que  miran  al  polo  Ártico  pasada  la 
equinoccial,  acaece  entonces  todo  lo  contrario,  y 
es  por  la  misma  razón,  ahora  tomemos  á  Panamá  y 
toda  aquella  costa,  ahora  la  nueva  España,  ahora 
las  Islas  de  Barlovento,  Cuba,  Española,  Jamaica, 
San  Juan  de  Puerto-Rico,  hallaremos  sin  falta  que 
desde  principio  de  Noviembre  hasta  Abril  gozan 
de  el  Cielo  sereno  y  claro;  y  es  la  causa,  que  el 
Sol,  pasando  la  equinocial  hacia  el  Trópico  de  Ca- 
pricornio, se  aparta  entonces  de  las  dichas  regio- 
nes mas  que  en  otro  tiempo  del  año.  Y  por  el 
contrario,  en  las  mismas  tierras  vienen  aguaceros 
bravos,  y  muchas  lluvias,  cuando  el  Sol  se  vuelve 
hacia  ellas,  y  les  anda  mas  cerca,  que  es  desde  Ju- 
nio hasta  Septiembre,  porque  las  hiere  mas  cerca 
y  mas  derechamente  en  esos  meses.  Lo  mismo 
está  observado  en  la  India  oriental,  y  por  la  rela- 
ción de  las  cartas  de  allá  parece  ser  así.  Así  que 
es  la  regla  general,  aunque  en  algunas  partes  por 
especial  causa  padezca  excepción,  que  en  la  región 
media  ó  Tórridazona,  que  todo  es  uno,  cuando  el 


124  LIBRO    SEGUNDO 


Sol  se  aleja,  es  el  tiempo  sereno  y  hay  mas  se- 
quedad: cuando  se  acerca,  es  lluvioso  y  hay  mas 
humedad:  y  conforme  al  mucho  ó  poco  apartarse 
el  Sol,  así  es  tener  la  tierra  mas  ó  menos  copia  de 
aguas. 


CAPITULO  IV 

Que  fuera  de  los  Trópicos  es  al  revés  que  en  la 

Tórrida,  y  así  hay  jnas  aguas  cuando  el  Sol 

se  aparta  mas. 


Fuera  de  los  Trópicos  acaece  todo  lo  contrario, 
porque  las  lluvias  con  los  frios  andan  juntas,  y  el 
calor  con  la  sequedad.  En  toda  Europa  es  esto 
muy  notorio  y  en  todo  el  mundo  viejo.  En  todo 
el  Mundo  nue\'o  pasa  de  la  misma  suerte;  de  lo 
cual  es  testigo  todo  el  reino  de  Chile,  el  cual  por 
estar  ya  fuera  del  círculo  de  Capricornio,  y  tener 
tanta  altura  como  España,  pasa  por  las  mismas  le- 


DE    LA   HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  125 

yes  de  invierno  y  verano,  excepto  que  el  invierno 
es  allá,  cuando  en  España  verano;  y  al  revés,  por 
mirar  al  polo  contrario:  y  así  en  aquella  provincia 
vienen  las  aguas  con  gran  abundancia  juntas  con 
el  frió,  al  tiempo  que  el  Sol  se  aparta  mas  de 
aquella  región,  que  es  desde  que  comienza  Abril 
hasta  todo  Septiembre.  El  calor  y  la  sequedad 
vuelven  cuando  el  Sol  se  vuelve  á  acercar  allá; 
finalmente  pasa  al  pie  de  la  letra  lo  mismo  que  en 
Europa.  De  ahí  procede,  que  así  en  los  frutos  de 
la  tierra,  como  en  ingenios,  es  aquella  tierra  mas 
allegada  á  la  condición  de  Europa,  que  otra  de 
aquestas  Indias.  Lo  mismo  por  el  mismo  orden, 
según  cuentan,  acaece  en  aquel  gran  pedazo  de 
tierra,  que  mas  adelante  de  la  interior  Etiopia  se 
va  alargando,  al  modo  de  punta,  hasta  el  cabo  de 
Buena-Esperanza.  Y  así  dicen  ser  ésta  la  verdade- 
ra causa  de  venir  el  tiempo  de  estio  las  inunda- 
ciones del  Nilo,  de  las  cuales  tanto  los  Antiguos 
disputaron.  Porque  aquella  región  comienza  por 
Abril,  cuando  ya  el  Sol  pasa  del  signo  de  Aries,  á 
tener  aguas  de  invierno,  que  lo  es  ya  allí,  y  estas 
aguas,  que  parte  proceden  de  nieves,  parte  de  llu- 
vias, van  hinchando  aquellas  grandes  lagunas,  de 
las  cuales,  según  la  verdadera  y  cierta  Geografía, 
procede  el  Nilo;  y  así  van|poco  á  poco  ensanchan- 
do sus  corrientes,  y  al  cabo  de  tiempo  corriendo 
larguísimo  trecho   vienen   á    inundar   á  Egipto  al 


126 


Lir.RO  SEGUNDO 


tiempo  del  estío,  que  parece  cosa  contra  naturale- 
za, y  es  muy  conforme  a  ella.  Porque  al  mismo 
tiempo  es  estío  en  Egipto,  que  está  al  Trópico  de 
Cancro,  y  es  fino  invierno  en  las  fuentes  y  lagu- 
nas de  el  Nilo,  que  están  al  otro  Trópico  de  Ca- 
pricornio. Hay  en  la  América  otra  inundación  muy 
semejante  á  esta  del  Nilo,  y  es  en  el  Paraguay,  ó 
Rio  de  la  Plata  por  otro  nombre,  el  cual  cada  año, 
cogiendo  infinidad  de  aguas,  que  se  vierten  de  las 
sierras  del  Perú,  sale  tan  desaforadamente  de  ma- 
dre, y  baña  tan  poderosamente  toda  aquella  tie- 
rra, que  les  es  forzoso  á  los  que  habitan  en  ella 
por  aquellos  meses  pasar  su  vida  en  barcos,  ó  ca- 
noas, dejando  las  poblaciones  de  tierra. 


CAPÍTULO   V 

Que  dentro  de  los  Trópicos  los  aguas  son  en  el 

estío  ó  tiempo  de  calor;  y  de  la  ctienta  del 

verano     é     invierno. 


En  resolución,  en  las  dos  regiones,  ó  zonas  tem- 
pladas, el  verano  se  concierta  con  el  calor  y  1  a 
sequedad:  el  invierno  se  concierta  con  el  frío  y 
humedad.  Mas  dentro  de  la  Tórridazona  no  se 
conciertan  entre  sí  de  ese  modo  las  dichas  cualida- 
des. Porque  al  calor  siguen  las  lluvias;  al  frió  (frió 
llamo  falta  de  calor  excesivo)  sigue  la  serenidad. 
De  aquí  procede,  que  siendo  verdad  que  en  Euro- 
pa el  invierno  se  entiende  por  el  frió  y  por  las 
"lluvias,  y  el  verano  por  la  calor  y  por  la  sereni- 
dad, nuestros  Españoles  en  el  Perú  y  Nueva-Es- 
paña, viendo  que  aquellas  dos  cualidades  no  se 
aparean,  ni  andan  juntas  como  en  España,  lla- 
man invierno  al  tiempo  de  muchas  aguas,  y  lla- 
man verano  al  tiempo  de  pocas,  ó  ningunas.  En  lo 
cual  llanamente  se  engañan ;  porque  por  esta 
regla  dicen,  que  el  verano  es  en  la  sierra  del  Perú 


128  LIBRO   SEGUNDO 


desde  Abril  hasta  Septiembre,  porque  se  alzan 
entonces  las  aguas;  y  de  Septiembre  á  Abril  di- 
cen que  es  invierno,  porque  vuelven  las  aguas;  y 
así  afirman,  que  en  la  sierra  del  Perú  es  verano, 
al  mismo  tiempo  que  en  España,  é  invierno,  ni  más 
ni  menos.  Y  cuando  el  Sol  anda  por  el  zenit  de 
sus  cabezas,  entonces  creen  que  es  finísimo  invier- 
no, porque  son  las  mayores  lluvias.  Pero  esto  es 
cosa  de  risa,  eomo  de  quien  habla  sin  letras;  por- 
que asi  como  el  dia  se  diferencia  de  la  noche  por 
la  presencia  del  Sol,  y  por  su  ausencia  en  nuestro 
emisferio,  según  el  movimiento  del  primer  móvil, 
y  esa  es  la  definición  del  dia  y  de  la  noche,  así  ni 
mas  ni  menos  se  diferencia  el  verano  del  invierno, 
por  la  vecindad  del  Sol,  ó  por  su  apartamiento, 
según  el  movimiento  propio  del  mismo  Sol,  y  esa 
es  su  definición.  Luego  entonces  en  realidad  de 
verdad  es  verano,  cuando  el  Sol  está  en  la  suma 
cercanía;  y  entonces  invierno,  cuando  está  en  el 
sumo  apartamiento.  Al  apartamiento  y  allega- 
miento del  Sol  sigúese  el  calor  y  el  frió,  ó  tem- 
planza necesariamente;  mas  el  llover  ó  no  llover, 
que  es  humedad  ó  sequedad,  no  se  siguen  necesa- 
riamente. Y  así  se  colige  contra  el  vulgar  parecer 
de  muchos,  que  en  el  Perú  el  Invierno  es  sereno  y 
sin  lluvias,  y  el  verano  es  lluvioso;  y  no  al  re\'és, 
como  el  vulgo  piensa,  que  el  invierno  es  caliente, 
y  el  verano  frió.  El  mismo  yerro  es  poner  la  dife- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  129 

rencia  que  ponen  entre  la  sierra  y   los   llanos   del 
Perú:  dicen,  que  cuando  en  la  sierra  es  verano,  en 
los  llanos  es  invierno,  que  es  Abril,   Mayo,  Junio, 
Julio,  Agosto.  Porque   entonces  la   sierra  goza  de 
tiempo  muy  sereno,  y  son  los  Soles  sin  aguaceros, 
y  al  mismo  tiempo  en  los   llanos   hay  niebla,  y  la 
que  llaman  gariia,  que  es  una  mollina  ó  humedad 
muy  mansa,  con  que  se  encubre  el  Sol.  Mas  como 
está  dicho,  verano  é  invierno  por    la   vecindad,  ó 
apartamiento    del   Sol,   se   han   de   determinar;  y 
siendo  así  que  en  todo  el  Perú,  así  en  sierra,  como 
en  llanos,  á  un  mismo  tiempo  se  acerca  y  aleja  el 
Sol,  no  hay  razón  para  decir,  que  cuando  es  vera- 
no en  una  parte,  es  en   la   otra   invierno.  x\unque 
en  esto  de  vocablos  no  hay  para  qué  debatir,  llá- 
menlo  como  quisieren,    y    digan   que    es   verano 
cuando   no  llueve,  aunque   haga  mas  calor,    poco 
importa.  Lo  que  importa  es,  saber  la   verdad  que 
está  declarada,  que  no  siempre  se  alzan  las  aguas 
con  acercarse  mas  el  Sol,  antes  en  la  Tórridazona 
es  ordinario  lo  contrario. 


Tomo  i.  10 


CAPITULO    VI 

QiLe  la  Tórrida  tiene  gran  abimdancia  de  aguas 
y  pastos,  por  mas  que  Aristóteles  lo  niegue. 


Según  lo  que  está  dicho,  bien  se  puede  enten- 
der, que  la  Tórridazona  tiene  agua,  y  no  es  seca, 
lo  cual  es  verdad  en  tanto  grado,  que  en  muche- 
dumbre y  dura  de  aguas  hace  ventaja  á  las  otras 
regiones  del  mundo,  salvo  en  algunas  partes  que 
hay  arenales,  ó  tierras  desiertas,  y  yermas,  como 
también  acaece  en  las  otras  partes  del  mundo.  De 
las  aguas  del  Cielo  ya  se  ha  mostrado,  que  tiene 
copia  de  lluvias,  de  nieves,  de  escarchas,  que  es- 
pecialmente abundan  en  la  Provincia  del  Perú.  De 
las  aguas  de  tierra,  como  son  rios,  fuentes,  arro- 
yos, pozos,  charcos,  lagunas,  no  se  ha  dicho  hasta 
ahora  nada;  pero  siendo  ordinario  responder  las 
aguas  de  abajo  á  las  de  arriba,  bien  se  deja  tam- 
bién entender  que  las  habrá.  Hay,  pues,  tanta 
abundancia  de  aguas  manantiales,  que  no  se  halla- 
rá que  el  universo  tenga  mas  rios,  ni  mayores,  ni 
mas  pantanos  y  lagos.  La  mayor  parte  de  la  Amé- 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  I3I 

rica,  por  esta  demasía  de  aguas  no  se  puede  habi- 
tar, porque  los  rios  con  los  aguaceros  de  verano 
salen  bravamente  de  madre,  y  todo  lo  desbaratan; 
y  el  lodo  de  los  pantanos  y  atolladeros  por  infi- 
nitas partes  no  consiente  pasarse.  Por  eso  los  que 
habitan  cerca  del  Paraguay,  de  que  arriba  hicimos 
mención,  en  sintiendo  la  creciente  del  rio,  antes 
que  llegue  de  a\'enida,  se  meten  en  sus  canoas,  y 
allí  ponen  su  casa  y  hogar,  y  por  espacio  cuasi  de 
tres  meses  nadando  guarecen  sus  personas  y  ha- 
tillo. En  volviendo  á  su  madre  el  rio,  también  ellos 
vuelven  á  sus  moradas,  que  aun  no  están  del  todo 
enjutas.  Es  tal  la  grandeza  de  este  rio,  que  si  se 
juntan  en  uno  el  Nilo,  y  Ganges,  y  Eufrates  no  le 
llegan  con  mucho.  ^'Pues  qué  diremos  del  rio  gran- 
de de  la  Magdalena,  qu9  entra  en  la  mar  entre 
Santa  Marta  y  Cartagena,  y  que  con  razón  le  lla- 
man el  Rio  grande?  Cuando  navegaba  por  allí,  me 
admiró  ver,  que  diez  leguas  la  mar  adentro  hacía 
clarísima  señal  de  sus  corrientes,  que  sin  duda  to- 
man de  ancho  dos  leguas  y  mas,  no  pudiéndolas 
vencer  allí  las  olas  é  inmensidad  del  mar  Océano. 
Mas  hablándose  de  rios,  con  razón  pone  silencio  á 
todos  los  demás  aquel  gran  rio,  que  unos  llaman 
de  las  Amazonas,  otros  Marañen,  otros  el  rio  de 
Orellana,  al  cual  hallaron  y  navegaron  los  nues- 
tros Españoles;  y  cierto  estoy  en  duda,  si  le  llame 
rio,  ó  si  mar.  Corre  este  rio  desde  las   sierras    del 


132  LIBRO     SEGUNDO 

Perú,  de  las  cuales  coge  inmensidad  de  aguas,  de 
lluvias  y  de  rios,  que  va  recogiendo  en  sí,  y  pa- 
sando los  grandes  campos  y  llanadas  del  Paytiti,  y 
del  Dorado,   y   de  las  Amazonas,   sale    en  fin   al 
Océano,  y  entra  en  él    cuasi    firontero  de  las  Islas 
Margarita  y  Trinidad.  Pero  van  tan  estendidas  sus 
riberas,  especial  en  el  postrer  tercio,  que  hace  en 
medio  muchas  y  grandes  Islas;  y  lo  que  parece  in- 
creíble, yendo  por  medio  del  rio,  no  miran  los  que 
miran,  sino  Cielo  y  rio;  aun  cerros  muy  altos  cer- 
canos á  sus  riberas,  dicen  que  se  les  encubren  con 
la  grandeza   del   rio.   La    anchura  y   grandeza  tan 
maravillosa  de  este  rio,  que  justamente    se  puede 
llamar  Emperador  de  los  rios,  supímosla  de   buen 
original,  que  ñié  un  hermano  de   nuestra   Compa- 
ñía, que  siendo  mozo  le  anduvo,   y   navegó  todo, 
hallándose  á  todos  los  sucesos  de  aquella  extraña 
entrada,  que  hizo  de  Pedro  de  Orsua,  y  á  los  mo- 
tines y  hechos  tan  peligrosos  del  perverso   Diego 
de  Aguirre,  de  todos  los  cuales  trabajos  y  peHgros 
le  libró  el  Señor,  para  hacerle  de  nuestra  Compa- 
ñía. Tales,  pues,  son  los  rios  que  tiene,  la  que  lla- 
man Tórrida,  seca  y  quemada   región,   á   la    cual 
Aristóteles,  y  todos  los  Antiguos  tuvieron  por  po- 
bre, y  falta  de  aguas  y  pastos.  Y  porque  he  hecho 
mención  del  rio  Marañón,  en  razón   de  mostrar  la 
abundancia  de  aguas  que  hay  en  la   Tórrida,  pa- 
réceme  tocar  algo  de  la   gran  laguna  que    llaman 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  133 

Titicaca,  la  cual  cae  en  la  Provincia  del  Collao,  en 
medio  de  ella.  Entran  en  este  lago  mas  de  diez 
rios  muy  caudalosos:  tiene  un  solo  desaguadero,  y 
ese  no  muy  grande,  aunque  á  lo  que  dicen  es  hon- 
dísimo; en  el  cual  no  es  posible  hacer  puente,  por 
la  hondura  y  anchura  del  agua;  ni  se  pasa  en  bar- 
cas, por  la  furia  de  la  corriente,  según  dicen.  Pása- 
se con  notable  artificio,  propio  de  Indios,  por  una 
puente  de  paja,  echada  sobre  la  misma  agua,  que 
por  ser  materia  tan  liviana  no  se  hunde,  y  es  pa- 
sage  muy  seguro  y  muy  fácil.  Rodea  la  dicha  la- 
guna cuasi  ochenta  leguas;  el  lago  será  cuasi  de 
treinta  y  cinco;  el  ancho  mayor  será  de  quince  le- 
guas; tiene  Islas,  que  antiguamente  se  habitaron  y 
labraron,  ahora  están  desiertas.  Cria  gran  copia  de 
un  género  de  junco,  que  llaman  los  Indios  Totora, 
de  la  cual  se  sirven  para  mil  cosas,  porque  es  co- 
mida para  puercos,  y  para  caballos,  y  para  los 
mismos  hombres;  y  de  ella  hacen  casa,  y  fuego,  y 
barco,  y  cuanto  es  menester:  tanto  hallan  los  Uros 
en  su  Totora.  Son  estos  Uros  tan  brutales,  que 
ellos  mismos  no  se  tienen  por  hombres.  Cuéntase 
de  ellos,  que  preguntados  qué  gente  eran,  respon- 
dieron, que  ellos  no  eran  hombres,  sino  Uros, 
como  si  fuera  otro  género  de  animales.  Halláron- 
se pueblos  enteros  de  Uros,  que  moraban  en  la  la- 
guna en  sus  balsas  de  Totora,  trabadas  entre  sí,  y 
atadas   á  algún  peñasco,  y   acaecíales  levarse  de 


134  LIBRO  SEGUNDO 


allí,  y  mudarse  todo  un  pueblo  á  otro  sitio;  y  así 
buscando  hoy  adonde  estaban  ayer,  no  hallarse 
rastro  de  ellos,  ni  de  su  pueblo.  De  esta  laguna, 
habiendo  corrido  el  desaguadero  como  cincuenta 
leguas,  se  hace  otra  laguna  menor,  que  llaman  de 
Paria,  y  tiene  ésta  también  sus  Isletas,  y  no  se 
le  sabe  desaguadero.  Piensan  muchos  que  corre 
por  debajo  de  tierra,  y  que  va  á  dar  en  el  mar  del 
Sur,  y  traen  por  consecuencia  un  brazo  de  rio,  que 
se  ve  entrar  en  la  mar  de  muy  cerca,  sin  saber  su 
origen.  Yo  antes  creo  que  las  aguas  de  esta  lagu- 
na se  resuelven  en  la  misma  con  el  Sol.  Baste  esta 
digresión,  para  que  conste  cuan  sin  razón  conde- 
naron los  Antiguos  á  la  región  media  por  falta  de 
aguas,  siendo  verdad,  que  así  del  Cielo  fcomo  del 
suelo  tiene  copiosísimas  aguas. 


CAPITULO     VII 

Trátase    la    razón,  porqué  el  Sol  fuera    de    los 

Trópicos,  cuando  mas  dista,  levanta  aguas, 

y  dentro  de  ellos  al  revés,  cuando   está 

mas  cerca. 


Pensando  muchas  veces  con  atención,  de  qué 
causa  proceda  ser  la  equinoccial  tan  húmeda, 
como  he  dicho,  deshaciendo  el  engaño  de  los  An- 
tiguos, no  se  me  ha  ofrecido  otra,  sino  es  que  la 
gran  fuerza  que  el  Sol  tiene  en  ella,  atrae,  y  le- 
vanta grandísima  copia  de  vapores  de  todo  el 
(océano,  que  está  allí  tan  estendido,  y  juntamente 
con  levantar  mucha  copia  de  vapores,  con  gran- 
dísima presteza  los  deshace,  y  vuelve  en  lluvias. 
Que  provengan  las  lluvias  y  aguaceros  del  braví- 
simo ardor,  pruébase  por  muchas  y  manifiestas 
experiencias.  La  primera  es  la  que  ya  he  dicho 
que  el  llover  en  ella  es  al  tiempo  que  los  rayos 
hieren  mas  derechos,  y  por  eso  mas  recios:  y 
cuando  el  Sol  ya  se  aparta,  y  se  va  templan- 
do el  calor,   no    caen  lluvias    ni    aguaceros.   Se- 


I36  LIBRO  SEGUNDO 


gun  esto,  bien  se   infiere,    que  la  fuerza  poderosa 
del  Sol  es  la  que  allí  causa  las  lluvias.  ítem,  se  ha 
observado,  y  es  así  en  el  Perú,  y  en  la  Nueva-Es- 
paña, que  por  toda  la  región  Tórrida  los  aguace- 
ros y  lluvias  vienen  de  ordinario  después  de  me- 
diodía, cuando  ya  los  rayos  del  Sol  han  tomado 
toda  su  fuerza:  por  las  mañanas  por  maravilla  llue- 
ve; por  lo  cual  los  caminantes  tienen  aviso  de  sa- 
lir   temprano,  y    procurar   para   mediodía  tener 
hecha  su  jornada,  porque  lo  tienen  por  tiempo  se- 
guro de  mojarse:  esto  saben  bien  los  que  han  ca- 
minado en  aquestas  tierras.  También  dicen  algu- 
nos prácticos,    que  el  mayor  golpe  de  lluvias   es 
cuando  la  Luna  está  mas  llena.  Aunque,  por  decir 
verdad,  yo  no  he  podido  hacer  juicio  bastante  de 
esto,  aunque  lo  he    experimentado  algunas  veces. 
Así  que  el  año,  el  dia  y  el  mes  todo  da  á  entender 
la  verdad  dicha,  que  el  exceso  de  calor  en  la  Tó- 
rrida causa  las  lluvias.  La  misma   experiencia  en- 
seña lo  propio  en  cosas  artificiales,    como  las  al- 
quitaras y  alambiques   que  sacan   agua  de  yerbas 
ó  flores,  porque  la  vehemencia  del  fuego  encerra- 
do levanta  arriba  copia  de  vapores,  y  luego  apre- 
tándolos, por  no  hallar  salida,  los  vuelve  en  agua 
y  licor.  La  misma  Filosofia  pasa  en  la  plata  y  oro, 
que  se  saca  por  azogue,  porque  si  es  el  fuego  poco 
y  flojo,  no  se  saca  cuasi  nada   del   azogue;    si   es 
fuerte,  evapora  mucho  el  azogue,  y  topando  arri- 


ÜE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  137 

ba  con  lo  que  llaman   sombrero,   luego  se  vuelve 
■en  licor,  y  gotea  abajo.   Así  que  la   fuerza  grande 
del  calor,   cuando   halla  materia   aparejada,   hace 
ambos  efectos,   uno  de   levantar  vapores   arriba, 
otro    de  derretirlos  luego,    y  volverlos  en  licor, 
cuando  hay  estorbo  para  consumirlos  y  gastarlos. 
Y  aunque  parezcan   cosas  contrarias,  que   el  mis- 
mo Sol  cause  las  lluvias  en  la   Tórrida,   por  estar 
muy  cercano,  y  el  mismo  Sol   las  cause   fuera  de 
•ella,  por  estar  apartado,  y  aunque  parece  repug- 
nante lo  uno  á  lo  otro,  pero   bien  mirado  no  lo  es 
«en  realidad  de  verdad.    Mil  efectos  naturales  pro- 
ceden de  causas  contrarias   por   el  modo  diverso. 
Ponemos  á  secar  la   ropa   mojada   al    fuego,  que 
■calienta,  y  también  al  aire,  que  enfría.  Los  adobes 
se  secan,  y  cuajan,  con  el  Sol,  y  con  el  hielo.  El 
sueño  se  provoca  con   ejercicio  moderado;  si  es 
demasiado,  y  si  es  muy  poco  ó  ninguno,  quita   el 
sueño.  El  fuego,  si  no  le  echan  leña,  se  apaga;  si 
^e  echan  demasiada  leña  también  se   apaga;  si  es 
proporcionada,  susténtase  y  crece.   Para   ver,  ni 
ha  de  estar  la  cosa  muy  cerca  de  los  ojos,  ni  muy 
lejos:  en  buena  distancia   se    ve:    en  demasiada  se 
pierde,  y  muy  cercana  tampoco  se  ve.  Si  los  rayos 
rios;  si  son  muy  recios,  tan  presto  como  levantan 
del  Sol  son  muy  flacos,  no  levantan  nieblas  de  los 
vapores,  los  deshacen;   y   así  el   moderado   calor 
los  levanta  y  los  conserva.   Por  eso  comunmente 


138  LIBRO  SEGUNDO 


ni  se  levantan  nieblas   de   noche,  ni  al   medio   dia 
sino  á  la  mañana,  cuando  va  entrando  mas  el  Sol.. 
A  este  tono  hay  otros  mil  ejemplos  de   cosas  na- 
turales, que  se  ven  proceder  muchas  veces  de  cau- 
sas contrarias.  Por  donde  no  debemos  maravillar- 
nos, que  el  Sol  con   su   mucha   vecindad   levante 
lluvias,  y  con  su  mucho  apartamiento  también  las. 
mueva;  y  que  siendo   su  presencia    moderada,   ni 
muy  lejos,  ni   muy   cerca  no   las  consienta.  Pera 
queda  todavía  gana  de  inquirir,  porqué  razón  den- 
tro de  la  Tórrida  causa  lluvias  la  mucha  vecindad 
del  Sol,  y  fuera  de  la  Tórrida  las  causa  su  mucho- 
apartamiento.  A  cuanto  yo  alcanzo,   la   razón   es, 
porque  fuera  de  los   Trópicos   en   el   invierno  no 
tiene  tanta  fuerza   el    calor   del   Sol,  que   baste  á 
consumir  los  vapores,  que  se  levantan  de  la  tierra 
y  mar;  y  así  estos  vapores  se  juntan  en   la  región 
fria  de  el  aire  en  gran  copia,  y  con  el   mismo  frío 
se  aprietan  y  espesan;  y  con  esto,    como  exprimi- 
dos ó  apretados,  se  vuelven  en  agua.  Porque  aquel 
tiempo  de  invierno  el  Sol  está  lejos,  y  los  días  son 
cortos,  y  las  noches  largas,  lo  cual  todo  hace  para 
que  el  calor  tenga  poca  fuerza.  Mas  cuando  se  va 
llegando  el  Sol  á   los  que  están  fuera   de  los  Tró- 
picos, que  es  en  tiempo  de  verano,  es  ya  la  fuerza 
del  Sol  tal,   que  juntamente   levanta   vapores,    y 
consume,  y  gasta,  y  resuelve  los  mismos   vapores: 
que  levanta.  Para  la  fuerza  del  calor  ayuda  ser  el 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  139 

Sol  mas  cercano,  y  los  días  mas  largos.  Alas  den- 
tro de  los  Trópicos  en  la  región  Tórrida,  el  apar- 
tamiento del  Sol  es  igual  á  la  mayor  presencia  de 
esotras  regiones  fuera  de  ellos,  y  así  por  la  misma 
razón  no  llueve  cuando  el  Sol  está  mas  remoto  en 
la  Tórrida,  como  no  llueve  cuando  está  mas  cer- 
cano á  las  regiones  de  fuera  de  ella,  porque  está 
en  igual  distancia,  y  así  causa  el  mismo  efecto  de 
■  serenidad.  Mas  cuando  en  la  Tórrida  llega  el  Sol 
á  la  suma  fuerza,  y  hiere  derecho  las  cabezas,  no 
hay  serenidad  ni  sequedad,  como  parecía  que  ha- 
bla de  haber,  sino  grandes  y  repentinas  lluvias. 
Porque  con  la  fuerza  excesiva  de  su  calor  atrae 
y  levanta  cuasi  súbito  grandísima  copia  de  vapo- 
res de  la  tierra  y  mar  Océano;  y  siendo  tanta  la 
copia  de  vapores,  no  los  disipando,  ni  derra- 
mando el  viento,  con  facilidad  se  derriten,  y  cau- 
san lluvias  mal  sazonadas.  Porque  la  vehemencia 
excesiva  del  calor  puede  levantar  de  presto  tantos 
vapores,  y  no  puede  tan  de  presto  consumirlos  y 
resolverlos;  y  así  levantados,  y  amontonados  con 
su  muchedumbre  se  derriten,  y  vuelven  en  agua. 
Lo  cual  todo  se  entiende  muy  bien  con  un  ejem- 
plo manual.  Cuando  se  pone  á  asar  un  pedazo  de 
puerco,  ó  de  carnero,  ó  de  ternera,  si  es  mucho  el 
fuego,  y  está  muy  cerca,  vemos  que  se  derrite  la 
grosura,  y  corre,  y  gotea  en  el  suelo,  y  es  la  cau- 
sa, que  la  gran  fuerza  del  fuego  atrae,    y   levanta 


140  LIBRO    SEGUNDO 


aquel  humor  y  bahos  de  la  carne;  y  porque  es 
mucha  copia  no  puede  resolverla,  y  así  destila  y 
cae  mas.  Cuando  el  fuego  es  moderado,  y  lo  que 
se  asa  está  en  proporcionada  distancia,  vemos  que 
se  asa  la  carne,  y  no  corre,  ni  destila,  porque  el 
calor  va  con  moderación  sacando  la  humedad,  y 
con  la  misma  la  va  consumiendo  y  resolviendo. 
Por  eso  los  que  usan  arte  de  cocina,  mandan  que 
el  fuego  sea  moderado,  y  lo  que  se  asa  no  esté 
muy  lejos,  ni  demasiado  de  cerca,  porque  no  se 
derrita.  Otro  ejemplo  es  en  las  candelas  de  cera, 
ó  de  sebo,  que  si  es  mucho  el  pávilo  derrite  el 
sebo,  ó  la  cera,  porque  no  puede  gastar  lo  que  le- 
vanta de  humor.  Mas  si  es  la  llama  proporciona- 
da, no  se  derrite,  ni  cae  la  cera;  porque  la  llama 
va  gastando  lo  que  va  levantando.  Esta,  pues  (á 
mi  parecer),  es  la  causa,  porqué  en  la  equinoccial 
y  Tórrida  la  mucha  fuerza  del  calor  cause  las  llu- 
vias que  en  otras  regiones  suele  causar  la  flaque- 
za del  calor. 


CAPÍTULO    VIII 

En  qtié  manera  se  haya  de  entender  lo  que  se 
dice    de    la    Tórridazona. 


Siendo  así  que  en  las  causas  naturales  y  Físicas 
no  se  ha  de  pedir  regla  infalible  y  Alatemática, 
sino  que  lo  ordinario  y  muy  común  eso  es  lo  que 
hace  regla,  conviene  entender,  que  en  ese  propio 
estilo  se  ha  de  tomar  lo  que  vamos  diciendo,  que 
en  la  Tórrida  hay  mas  humedad  que  en  esotras 
regiones,  y  que  en  ella  llueve  cuando  el  Sol  anda 
mas  cercano.  Pues  esto  es  así  según  lo  mas  común 
y  ordinario;  y  no  por  eso  negamos  las  excep- 
ciones que  la  naturaleza  quiso  dar  á  la  regla  dicha, 
haciendo  algunas  partes  de  la  Tórrida  sumamente 
secas,  como  de  la  Etiopia  refieren,  y  de  gran  par- 
te del  Perú  lo  hemos  visto,  donde  toda  la  costa  y 
tierra  que  llaman  llanos,  carece  de  lluvias,  y  aun 
de  aguas  de  pie,  excepto  algunos  valles  que  gozan 
de  las  aguas  que  traen  los  rios  que  bajan  de  las 
sierras.  Todo  lo  demás  son  arenales  y  tierra  esté- 
ril, donde  apenas  se   hallarán  fuentes,  y   pozos;    s 


142  LIBRO    SEGUNDO 


algunos  hay,  son  hondísimos.  Qué  sea  la  causa, 
que  en  estos  llanos  nunca  llueve  (que  es  cosa  que 
muchos  preguntan),  decirse  há  en  su  lugar  que- 
riendo Dios,  solo  se  pretende  ahora  mostrar,  que 
de  las  reglas  naturales  hay  diversas  excepciones. 
Y  así,  por  ventura,  en  alguna  parte  de  la  Tórrida 
acaecerá,  que  no  llueva  estando  el  Sol  mas  cer- 
cano, sino  mas  distante,  aunque  hasta  ahora  yo  no 
lo  he  visto,  ni  sabido,  mas  si  la  hay,  habráse  de 
atribuir  á  especial  cualidad  de  la  tierra,  siendo 
cosa  perpetua:  mas  si  unas  veces  es  así,  y  otras  de 
otra  manera,  háse  de  entender,  que  en  las  cosas 
naturales  suceden  di^'ersos  impedimentos,  con  que 
unas  a  otras  se  embarazan.  Pongamos  ejemplo: 
podrá  ser  que  el  Sol  cause  lluvias,  y  el  viento  las 
estorbe,  ó  que  las  haga  mas  copiosas  de  lo  que 
suelen.  Tienen  los  vientos  sus  propiedades  y  di- 
versos principios,  con  que  obran  diferentes  efec- 
tos, y  muchas  veces  contrarios  á  lo  que  la  razón 
y  curso  de  tiempo  piden.  Y  pues  en  todas  partes 
suceden  grandes  variedades  al  año,  por  la  di\^crsi- 
dad  de  aspectos  de  los  planetas,  y  diferencias  de 
posturas,  no  será  mucho  que  también  acaezca  algo 
de  eso  en  la  Tórrida,  diferente  de  lo  que  hemos 
platicado  de  ella.  ?^[as  en  efecto,  lo  que  hemos 
concluido  es  verdad  cierta  y  experimentada,  que 
en  la  región  de  en  medio,  que  llamamos  Tórrida, 
no  hay  la  sequedad  que  pensaron   los   viejos,  sino 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  I43 

mucha    humedad,    y   que   las  lluvias   en   ella  son 
cuando  el  Sol  anda  mas  cerca. 


CAPITULO  IX 

Que  la  Tórrida  no  es  en  exceso  caliente^  sino  . 
rnoder adámente  caliente. 


Hasta  aquí  se  ha  dicho  de  la  humedad  de  la 
Tórridazona,  ahora  es  bien  decir  de  las  otras  dos 
cualidades,  que  son  calor  y  frió.  Al  principio  de 
este  tratado  digimos,  cómo  los  Antiguos  enten- 
dieron que  la  Tórrida  era  seca  y  caliente,  y  lo 
uno  y  lo  otro  en  mucho  exceso;  pero  la  verdad 
es,  que  no  es  así,  sino  que  es  húmeda  y  cálida,  y 
su  calor,  por  la  mayor  parte,  no  es  excesivo,  sino 
templado;  cosa  que  se  tuviera  por  increíble,  si  no 
la  hubiéramos  experimentado.  Diré  lo  que  me  pasó 
á  mí  cuando  fui  á  las  Indias:  como  habia  leido  lo 
que  los  Filósofos  y  Poetas  encarecen  de  la  Tórri- 
dazona, estaba  persuadido,  que  cuando  llegase  á  la 
equinoccial  no  habia  de  poder  sufrir  el  calor  terri- 


144  LIBRO    SEGUNDO 


ble:  fué  tan  al  revés,  que  al  mismo  tiempo    que  la 
pasé  sentí  tal  frío,  que  algunas  veces  me  salia  al 
Sol,  por  abrigarme,  y  era  en  tiempo  que   andaba 
el  Sol  sobre  las  cabezas  derechamente,  que  es  en 
el  signo  de  Aries    por   Marzo.    Aquí   yo    confieso 
que  me  reí,  é  hice  donaire    de  los  Meteoros    de 
Aristóteles,  y  de  su  Filosofía,  viendo  que  en  el  lugar 
y  en  el  tiempo  que,  conforme  á  sus  reglas,  habia 
de  arder  todo,  y  ser  un  fuego,  yo  y  todos  mis  com- 
pañeros teníamos  frió.  Porque  en  efecto  es  así,  que 
no  hay  en  el  mundo  región  mas  templada,  ni  mas 
apacible,  que  debajo  de  la  equinoccial.  Pero  hay 
en  ella  gran  diversidad,  y  no   es  en  todas  partes 
de  un  tenor:  en  partes  es  la  Tórridazona  muy  tem- 
plada, como  en  Quito,  y  los  llanos  del  Perú:  en 
partes  es  muy  fria,  como  en  Potosí;  y  en  partes  es 
muy  caliente,  como  en  Etiopia,  y  en  el  Brasil,  y 
en  los  Malucos.  Y  siendo  esta  div^ersidad  cierta  y 
notoria,    forzoso  hemos  de  inquirir  otra  causa  de 
frió  y  calor,  sin  los  rayos  del  Sol,  pues  acaece  en 
un  mismo  tiempo  del  año,  lugares  que  tienen  la 
misma  altura  y  distancia  de  polos  y  equinoccial, 
sentir   tanta  diversidad,   que  unos  se  abrasan   de 
calor,  y  otros  no  se  pueden  valer   de  frío;  otros 
se   hallan    templados    con    un    moderado    calor. 
Platón  (i)  ponía  su  tan   celebrada  Isla   Atlántida 


(i)    Platón  in  Timío  p.  in  rriiía. 


LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INTIA- 


en  parte  de  la  Tórrida,  pues  dice,  qne  en  cierto 
tiempo  del  año  tenía  al  Sol  encima  de  sí;  con  todo 
eso  dice  de  ella  que  era  templada,  abundante  y 
rica.  Plinio  (l)  pone  á  la  Taprobana  ó  Sumatra, 
que  ahora  llaman,  debajo  de  la  equinoccial,  como 
en  efecto  lo  está,  la  cual  no  solo  dice,  que  es  rica 
y  próspera,  sino  también  muy  poblada  de  gente  y 
de  animales.  De  lo  cual  se  puede  entender,  que 
aunque  los  Antiguos  tuvieron  por  intolerable  el 
calor  de  la  Tórrida,  pero  pudieron  advertir,  que 
no  era  tan  inhabitable,  como  la  hacían.  El  exce- 
lentísimo Astrólocfo  V  Cosmócrafo  Ptolomeo,  v  el 
insigne  Filósofo  y  Médico  Avicena  atinaron  harto 
mejor,  pues  ambos  sintieron,  que  debajo  de  la 
equinoccial  habia  muy  apacible  habitación. 


Pan.  1.  ^.  c. 


Tomo  i.  II 


CAPITULO  X 

Que  el  calor  de  la  Tórrida  se  templa  con  la 

muchedumbre  de  Ihtvias,  y  con  la 

brevedad  de  los  dias. 


Ser  así  verdad,  como  estos  dijeron,  después  que 
se  halló  el  nuevo  Mundo,  quedó  averiguado,  y  sin 
duda.  Mas  es  muy  natural,  cuando  por  experiencia 
se  averigua  alguna  cosa  que  era  fuera  de  nuestra 
opinión,  querer  luego  inquirir,  y  saber  la  causa 
del  tal  secreto.  Así  deseamos  entender  porqué  la 
región  que  tiene  al  Sol  mas  cercano,  y  sobre  sí,  no 
solo  es  mas  templada,  pero  en  muchas  partes  es 
fria.  Mirándolo  ahora  en  común,  dos  causas  son  ge- 
nerales para  hacer  templada  aquesta  región.  La 
una  es  la  que  está  arriba  declarada,  de  ser  región 
mas  húmeda  y  sujeta  á  lluvias;  y  no  hay  duda,  sino 
que  la  lluvia  refresca.  Porque  el  elemento  del  agua 
es  de  su  naturaleza  frió,  y  aunque  el  agua  por  la 
fuerza  del  fuego  se  calienta,  pero  no  deja  de  tem- 
plar el  ardor,  que  se  causará  de  los  rayos  del  Sol 
puro.  Pruébase  bien  esto  por  lo  que  refieren  de  la 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL  DE    INDIAS  14/ 

Arabia  interior,  que  está  abrasadísima  del  Sol,  por- 
que no  tiene  lluvias  que  templen  la  furia  del  Sol. 
Las  nubes  hacen  estorbo  á  los  rayos  del  Sol,  para 
que  no  hieran  tanto,  y  las  lluvias  que  de  ellas  pro- 
ceden, también  refrescan  el  aire  y  la  tierra,  y  la 
humedecen,  por  mas  caliente  que  parezca  el  agua 
que  llueve;  en  fin,  se  bebe,  y  apaga  la  sed  y  el  ar- 
dor, como  lo  han  probado  los  nuestros,  habiendo 
penuria  de  agua  para  beber.  De  suerte,  que  así  la 
razón,  como  la  experiencia  nos  muestran,  que  la 
lluvia  de  suyo  mitiga  el  calor;  y  pues  hemos  ya 
asentado,  que  la  Tórrida  es  muy  lluviosa,  queda 
probado,  que  en  ella  misma  hay  causa  para  tem- 
plarse su  calor.  A  esto  añadiré  otra  causa,  que  el 
entenderla  bien  importa,  no  solo  para  la  cuestión 
presente,  sino  para  otras  muchas;  y  por  decirlo  en 
pocas  palabras,  la  -equinoccial,  con  tener  soles  mas 
encendidos,  tiénelos,  empero  mas  cortos;  y  asf 
siendo  el  espacio  del  calor  del  dia  mas  breve  y 
menor,  no  enciende  ni  abrasa  tanto;  mas  conviene 
que  esto  se  declare,  y  entienda  mas.  Enseñan  los 
Maestros  de  esfera,  y  con  mucha  verdad,  que  cuan 
to  es  mas  oblicua,  y  atravesada  la  subida  de  el 
Zodiaco  en  nuestro  emisferio,  tanto  los  dias  y  no- 
ches son  mas  desiguales;  y  al  contrario,  donde  es 
la  esfera  recta,  y  los  signos  suben  derechos,  allí 
los  tiempos  de  noche  y  dia  son  iguales  entre  sí. 
Es  también  cosa  llana,  que  toda  región    que    está 


148  LIBRO    SEGUNDO 


entre  los  dos  Trópicos,  tiene  menos  desigualdad 
de  dias  y  noches,  que  fuera  de  ellos;  y  cuanto 
mas  se  acerca  á  la  línea,  tanto  es  menor  la  dicha 
desigualdad.  Esto  por  vista  de  ojos  lo  hemos  pro- 
bado en  estas  partes.  Los  de  Quito,  porque  caen 
debajo  de  la  línea,  en  todo  el  año  no  tienen  dia 
mayor  ni  menor,  ni  noche  tampoco,  todo  es  pare- 
jo. Los  de  Lima,  porque  distan  de  la  linea  cuasi 
doce  grados,  echan  de  ver  alguna  diferencia  de 
noches  y  dias,  pero  muy  poca,  porque  en  Diciem- 
bre y  Enero  crecerá  el  día  como  una  hora  aun  no 
entera.  Los  de  Potosí  mucho  mas  tienen  de  dife- 
rencia en  invierno  y  verano,  porque  están  cuasi 
debajo  del  Trópico.  Los  que  están  ya  del  todo 
fuera  de  los  Trópicos  notan  mas  la  brevedad  de 
los  dias  de  invierno,  y  prolijidad  de  los  de  verano, 
y  tanto  mas  cuanto  mas  se  desvian  de  la  línea,  y 
se  llegan  al  polo;  y  así  Germania  y  Anglia  tienen 
en  verano  mas  largos  dias  que  Italia  y  España. 
Siendo  esto  así,  como  la  esfera  lo  enseña,  y  la  ex- 
periencia clara  lo  muestra,  háse  de  juntar  otra 
proposición  también  verdadera,  que  para  todos  los 
efectos  naturales  es  de  gran  consideración,  la  per- 
severancia en  obrar  de  su  causa  eficiente.  Esto  su- 
puesto, si  me  preguntan,  porqué  la  equinoccial  no 
tiene  tan  recios  calores  como  otras  regiones  por 
estío,  verbi  gracia,  Andalucía  por  Julio  y  Agosto, 
finalmente  responderé,  que  la  razón  es,  porque  los 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  149 

dias  de  verano  son  mas  largos  en  Andalucía,  y 
las  noches  son  mas  cortas;  y  el  dia,  como  es  ca- 
liente, enciende;  la  noche  es  húmeda  y  fria,  y  re- 
fresca. Y  por  eso  el  Perú  no  siente  tanto  calor, 
porque  los  dias  de  verano  no  son  tan  largos,  ni  las 
noches  tan  cortas,  y  el  calor  del  dia  se  templa 
mucho  con  el  frescor  de  la  noche.  Donde  los  dias 
son  de  quince  ó  diez  y  seis  horas,  con  razón  hará 
más  calor,  que  donde  son  de  doce  ó  trece  horas, 
y  quedan  otras  tantas  de  la  noche  para  refrigerar. 
Y  así,  aunque  la  Tórrida  excede  en  la  vecindad 
del  Sol,  exceden  esotras  regiones  en  la  proligidad 
del  Sol.  Y  es  según  razón,  que  caliente  mas  un 
fuego,  aunque  sea  algo  menor,  si  persevera  mucho, 
que  no  otro  mayor,  si  dura  menos:  mayormente 
interpolándose  con  frescor.  Puestas,  pues,  en  una 
balanza  estas  dos  propiedades  de  la  Tórrida,  de 
ser  mas  lluviosa  al  tiempo  del  mayor  calor,  y  de 
tener  los  dias  mas  cortos,  quizá  parecerá  que  igua- 
lan á  otras  dos  contrarias,  que  son,  tener  el  Sol 
mas  cercano,  y  mas  derecho:  á  lo  menos  que  no 
les  reconocerán  mucha  ^'entaja. 


CAPITULO  XI 

Que  fuera  de  las   dichas  hay  otras  causas  de  ser 

la  Tórrida  templada^  y  especialmente  la 

vecindad  del  mar  Océano, 


Mas  siendo  universales  y  comunes  las  dos  pro- 
piedades que  he  dicho,  á  toda  la  región  Tórrida, 
y  con  todo  eso,  habiendo  partes  en  ella  que  son 
muy  cálidas,  y  otras  también  muy  frias;  y  final- 
mente, no  siendo  uno  el  temple  de  la  Tórrida  y 
equinoccial,  sino  que  un  mismo  clima  aqui  es  cá- 
lido, allí  frío,  acullá  templado,  y  esto  en  un  mismo 
tiempo,  por  fuerza  hemos  de  buscar  otras  causas, 
de  donde  proceda  esta  tan  gran  diversidad  que  se 
halla  en  la  Tórrida.  Pensando,  pues,  en  esto  con 
cuidado,  hallo  tres  causas  ciertas  y  claras,  y  otra 
cuarta  oculta.  Causas  claras  y  ciertas  digo:  la  pri- 
mera, el  Océano,  la  segunda,  la  postura  y  sitio  de 
la  tierra;  la  tercera,  la  propiedad  y  naturaleza  de 
diversos  vientos.  Fuera  de  estas  tres,  que  las  ten- 
go por  manifiestas,  sospecho  que  hay  otra  cuarta 
oculta,  que  es  propiedad  de  la  misma  tierra  que  se 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  I5I 

habita,  y  particular  eficacia  é  influencia  de  su  Cie- 
lo. Que  no  basten  las  causas  generales  que  arriba 
se  han  tratado,  será  muy  notorio  á  quien  conside- 
rare lo  que  pasa  en  diversos  cabos  de  la  equinoc- 
cial. Manomotapa,  y  gran  parte  del  Reino  del  Pres- 
te Juan  están  en  la  linea  ó  muy  cerca,  y  pasan 
terribles  calores ,  y  la  gente  que  allí  nace  es 
toda  negra,  y  no  solo  allí,  que  es  tierra  firme, 
desnuda  de  mar,  sino  también  en  Islas  cercadas  de 
mar  acaece  lo  propio.  La  Isla  de  Santo  Tomé  está 
en  la  línea,  las  Islas  de  Caboverde  están  cerca,  y 
tienen  calores  fiíriosos,  y  toda  la  gente  también 
es  negra.  Debajo  de  la  misma  línea,  ó  muy  cerca 
cae  parte  del  Perú,  y  parte  del  nuevo  Reino  de 
Granada,  y  son  tierras  muy  templadas,  y  que  cua- 
si declinan  mas  á  fi*io  que  á  calor,  y  la  gente  que 
crian,  es  blanca.  La  tierra  del  Brasil  está  en  la  mis- 
ma distancia  de  la  línea,  que  el  Perú  y  el  Brasil;  y 
toda  aquella  costa  es  en  extremo  tierra  cálida, 
con  estar  sobre  la  mar  del  norte.  Estotra  costa  del 
Perú,  que  cae  á  la  mar  del  sur,  es  muy  templada. 
Digo,  pues,  que  quien  mirare  estas  diferencias,  y 
quisiere  dar  razón  de  ellas,  no  podrá  contentarse 
con  las  generales  que  se  han  traído,  para  declarar 
como  puede  ser  la  Tórrida  tierra  templada.  Entre 
las  causas  especiales  puse  la  primera  la  mar,  por- 
que sin  duda  su  vecindad  ayuda  á  templar,  y  re- 
ñ*igerar   el    calor;   porque    aunque  es  salobre   su 


152  LIBRO     SEGUNDO 


agua,  en  fin  es  agua,  y  el  agua  de  suyo  fi*ia, 
y  esto  es  sin  duda.  Con  esto  se  junta,  que  la 
profundidad  inmensa  del  mar  Océano  no  da  lu- 
gar á  que  el  agua  se  caliente  con  el  fervor  del 
Sol,  de  la  manera  que  se  calientan  las  aguas 
de  rios.  Finalmente,  como  el  salitre  con  ser 
de  naturaleza  de  sal,  sirve  para  enfriar  el  agua, 
así  también  vemos  por  experiencia  que  el  agua 
de  la  mar  refresca;  y  así  en  algunos  Puertos, 
como  en  el  del  Callao,  hemos  visto  poner  á  enfriar 
el  agua  ó  vino  para  beber,  en  frascos  ó  cántaros 
metidos  en  la  mar.  De  todo  lo  cual  se  infiere,  que 
el  Océano  tiene  sin  duda  propiedad  de  templar  y 
refrescar  el  calor  demasiado,  por  eso  se  siente  mas 
calor  en  tierra,  que  en  mar  cceteris  paribus.  Y  co- 
munmente las  tierras  que  gozan  marina,  son  mas 
frescas  que  las  apartadas  de  ella,  ccEteris  paribus, 
como  está  dicho.  Así  que  siendo  la  mayor  parte 
del  nuevo  orbe  muy  cercana  al  mar  Océano,  aun- 
que esté  debajo  de  la  Tórrida,  con  razón  diremos 
que  de  la  mar  recibe  gran  beneficio  para  templar 
su  calor. 


CAPITULO  XII 

Qjie  las  tierras  mas  altas  son  mas  frias; 
y  qué  sea  la  razón  de  esto. 


Pero  discurriendo  mas,  hallaremos,  que  en  la  tie- 
rra, aunque  esté  en  igual  distancia  de  la  mar,  y  en 
unos  mismos  grados,  con  todo  eso  no  es  igual  el 
calor,  sino  en  una  mucho,  y  en  otra  poco.  Qué  sea 
la  causa  de  esto,  no  hay  duda,  sino  que  el  estar 
mas  honda,  ó  estar  mas  levantada,  hace  que  sea 
la  una  caliente,  y  la  otra  fria.  Cosa  clara  es,  que 
las  cumbres  de  los  montes  son  mas  frias,  que  las 
honduras  de  los  valles;  y  esto  no  es  solo  por  haber 
mayor  repercusión  de  los  rayos  del  Sol  en  los  lu- 
gares bajos  y  cóncavos,  aunque  esto  es  mucha 
causa:  sino  que  hay  otra  también,  y  es,  que  la  re- 
gión del  aire,  que  dista  mas  de  la  tierra,  y  está  mas 
alta,  de  cierto  es  mas  fria.  Hacen  prueba  suficien- 
te de  esto  las  llanadas  del  Collao  en  el  Perú,  y  las 
de  Popayán,  y  las  de  Nueva-España,  que  sin  duda 
toda  aquella  es  tierra  alta,  y  por  eso  fría,  aunque 
está  cercada  de  cerros,  y  muy  expuesta  á  los  ra- 


154  LIBRO  SEGUNDO 

y  OS  del  .Sol.  Pues  si  preguntamos  ahora,  porqué 
los  llanos  de  la  costa  en  el  Perú  y  en  Nueva-Espa- 
ña es  tierra  caliente,  y  los  llanos  de  las  sierras  del 
mismo  Perú  y  Nueva-España  es  tierra  fria,  por 
cierto  que  no  veo  que  otra  razón  pueda  darse,  sino 
porque  los  unos  llanos  son  de  tierra  baja,  y  los 
otros  de  tierra  alta.  El  ser  la  región  media  del  aire 
mas  fria  que  la  inferior,  persuádelo  la  experiencia, 
porque  cuanto  los  montes  se  acercan  más  á  ella, 
tanto  mas  participan  de  nieve  y  hielo,  y  frió  per- 
petuo. Persuádelo  también  la  razón,  porque  si  hay 
esfera  de  fuego,  como  Aristóteles  y  los  mas  Filó- 
sofos ponen  por  antiparistasis,  ha  de  ser  mas  fria  la 
región  media  del  aire,  huyendo  á  ella  el  frió,  como 
en  los  pozos  hondos  vemos  en  tiempo  de  verano. 
Por  eso  los  Filósofos  afirman,  que  las  dos  regio- 
nes extremas  del  aire  suprema  é  ínfima,  son  mas 
cálidas,  y  la  media  mas  fria.  Y  si  esto  es  así  ver- 
dad, como  realmente  lo  muestra  la  experiencia, 
tenemos  otra  ayuda  muy  principal  para  hacer 
templada  la  l^órrida,  y  es  ser  por  la  mayor  parte 
tierra  muy  alta  la  de  las  Indias,  y  llena  de  muchas 
cumbres  de  montes,  que  con  su  vecindad  refres- 
can las  comarcas  donde  caen.  Vénse  en  las  cum- 
bres que  digo,  perpetua  nieve  y  escarcha,  y  las 
aguas  hechas  un  hielo,  y  aun  heladas  á  veces  del 
todo;  y  es  de  suerte  el  frió  que  allí  hace,  que  que- 
ma la  yerba.  Y  los  hombres   y  caballos,   cuando 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE     INDIAS  155 

caminan  por  allí,  se  entorpecen  de'puro  frió.  Esto, 
como  ya  he  dicho,  acaece  en  medio  de  la  Tórri- 
da; y  acaece  mas  ordinariamente  cuando  el  Sol 
anda  por  su  zenit.  Así  que  ser  los  lugares  de  sie- 
rra mas  frios  que  los  de  los  ^'alles  y  llanos,  es  cosa 
muy  notoria;  y  la  causa  también  lo  es  harto,  que 
es  participar  los  montes  y  lugares  altos  mas  de  la 
región  media  del  aire,  que  es  frígidísima.  Y  la 
causa  de  ser  mas  fria  la  región  media  del  aire, 
también  está  ya  dicha,  que  es  lanzar  y  echar  de  si 
todo  el  frió  la  región  del  aire,  que  está  vecina  á  la 
Ígnea  exalacion,  que  según  Aristóteles,  está  sobre 
la  esfera  del  aire.  Y  así  todo  el  frió  se  recoce  á  la 
región  media  del  aire,  por  la  fuerza  del  antiparis- 
tasis,  que  llaman  los  Filósofos.  Tras  esto,  si  me 
preguntare  alguno,  si  el  aire  es  cálido  y  húmedo, 
como  siente  Aristóteles  (l),  y  comunmente  dicen, 
¿de  dónde  procede  aquel  frió  que  se  recoge  á  la 
media  región  del  aire?  Pues  de  la  esfera  del  fuego 
no  puede  proceder,  y  si  procede  del  agua  y  tierra, 
conforme  á  razón  mas  fria,  habia  de  ser  la  región 
ínfima,  que  no  la  de  en  medio:  cierto  que  si  he  de 
responder  verdad,  confesaré,  que  esta  objeción  y 
argumento  me  hace  tanta  dificultad,  que  cuasi  es- 
toy por  seguir  la  opinión  de  los  que  reprueban  las 
cualidades  símbolas  y  disímbolas,  que  pone   Aris- 


(i)    Aristotel.  Meteo. 


156  LIBRO  Segundo 


tóteles  en  los  elementos,  y  dicen  que  son  imagina- 
ción. Y  así  afirman,  que  el  aire  es  de  su  naturale- 
za frió,  y  para  esto  cierto  traen  muchas  y  grandes 
pruebas.  Y  dejando  otras  á  parte,  una  es  muy  no- 
toria, que  en  medio  de  Caniculares  solemos  con  un 
abanico  hacernos  aire,  y  hallamos  que  nos  refres- 
ca; de  suerte,  que  afirman  estos  Autores,  que  el 
calor  no  es  propiedad  de  elemento  alguno,  sino  de 
solo  el  fuego,  el  cual  está  esparcido  y  metido  en 
todas  las  cosas,  según  que  el  Magno  Dionisio  ense- 
ña (i).  Pero  ahora  sea  así,  ahora  de  otra  manera 
(porque  no  me  determino  á  contradecir  á  Aristóte- 
les, sino  es  en  cosa  muy  cierta),  al  fin  todos  convie- 
nen en  que  la  región  media  del  aire  es  mucho  mas 
fria  que  la  inferior  cercana  á  la  tierra,  como  también 
la  experiencia  lo  muestra;  pues  allí  se  hacen  las 
nieves  y  el  granizo,  y  la  escarcha,  y  los  demás  in- 
dicios de  extremo  frió.  Pues  habiendo  de  una  par- 
te mar,  de  otras  sierras  altísimas,  por  bastantes 
causas  se  deben  éstas  tener,  para  refrescar  y  tem- 
plar el  calor  de  la  media  región,  que  llaman  Tó- 
rrida. 


(i)    Dionis.  cap.  i  5.  de  cael.  Hierar. 


CAPITULO   XIII 

Que  la  principal  causa  de  ser  la  Tórrida  templada 
son  los  vientos  frescos. 


Mas  la  templanza  de  esta  región,  principalmen- 
te,  y  sobre  todo  se  debe  á  la  propiedad  del  viento 
que  en  ella  corre,  que  es  muy  fresco  y  apacible. 
Fué  providencia  del  Gran  Dios,  Criador  de  todo, 
qne  en  la  región  donde  el  Sol  se  pasea  siempre,  y 
con  su  fuego  parece  lo  había  de  asolar  todo,  allí 
los  vientos  más  ciertos  y  ordinarios  fuesen  á  mara- 
villa frescos,  para  que  con  su  frescor  se  templase 
el  ardor  del  Sol.  No  parece  que  iban  muy  fuera 
de  camino  los  que  dijeron,  que  el  Paraíso  terrestre 
estaba  debajo  de  la  equinoccial,  si  no  les  en- 
gañara su  razón,  que  para  ser  aquella  región  muy 
templada,  les  parecía  bastar  el  ser  allí  los  dias  y 
las  noches  iguales,  á  cuya  opinión  otros  contradi- 
jeron, y  el  famoso  Poeta  (l)  entre  ellos  diciendo:; 


(I)    Virg.,  4,  Georg. 


158  LIBRO    SEGUNDO 


Y  aquella  parte 
Está  siempre  de  un  Sol  bravo  encendiday 
Sin  que  fuego  jamás  de  ella  se  aparte, 

Y  no  es  la  frialdad  de  la  noche  tanta,  que  baste 
por  sí  sola  á  moderar,  y  corregir  tan  bravos  ardo- 
res del  sol.  Así  que  por   beneficio  del  aire    fresco 
y  apacible  recibe   la   Tórrida  tal   templanza,  que 
siendo  para  los  antiguos  más  que  horno  de  fuego, 
sea  para  los  que  ahora  la  habitan  más  que  prima- 
vera deleitosa.  Y  que  este  negocio  consista  princi- 
palmente en  la  cualidad  del  viento,   pruébase  con 
indicios  y  razones  claras.    Vemos   en   un    mismo 
clima  unas  tierras  y  pueblos   más   calientes  que 
otros,    solo   por  participar   menos  del  viento  que 
refresca.  Y  así  otras  tierras  donde  no  corre  vien- 
to,   ó    es    muy    terrestre,    y    abrasado    como    un 
bochorno,  son  tatjto  fatigadas  del   calor,   que  es- 
tar en  ellas   es    estar   en  horno   encendido.  Tales 
pueblos    y    tierras    hay    no    pocas    en    al   Brasil, 
en  Etiopia,  en  el  Paraguay,  como  todos   saben,  y 
lo  que  es  más  de  advertir,  no  solo   en   las   tierras, 
sino  en  los  mismos  mares  se  ven  estas  diferencias 
clarísimamente.  Flay  mares  que  sienten  mucho  ca- 
lor, como  cuentan   del  de   Mozambique,  y  del  de 
Ormúz  allá  en  lo  oriental;    y  en   lo    occidental   el 
mar  de  Panamá,  que  por  eso  cria  caimanes,   y    el 
mar  del  Brasil.  Hay  otros  mares,  y  aun  en  los  mis- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  159 

mos  grados  de  altura,  muy  frescos,  como  es  el  del 
Perú,  en  el  cual  tuvimos  frió,  como  arriba  conté, 
cuando  le  navegamos  la  vez  primera;  y  esto  siendo 
en  Marzo,  cuando  el  sol  anda  por  encima.  Aquí 
cierto  donde  el  Cielo  y  el  agua  son  de  una  misma 
suerte,  no  se  puede  pensar  otra  cosa  de  tan  gran 
diferencia,  sino  la  propiedad  del  viento,  que  ó  re- 
fresca, ó  enciende.  Y  si  se  advierte  bien,  en  esta 
consideración  del  viento  que  se  ha  tocado,  po- 
dránse  satisfacer  por  ella  muchas  dudas,  que  con 
razón  ponen  muchos,  que  parecen  cosas  extrañas 
y  maravillosas.  Es  á  saber,  -porqué  hiriendo  el  Sol 
en  la  Tórrida,  y  particularmente  en  el  Perú,  muy 
mas  recio  que  pc.^;  caniculares  en  España;  con  todo 
eso,  se  defienden  de  él  con  mucho  menor  reparo, 
tanto,  que  con  la  cubierta  de  una  estera,  ó  de  un 
techo  de  paja,  se  hallan  mas  reparados  del  calor, 
que  en  España  con  techo  de  madera,  y  aun  de  bó- 
veda? ítem,  ^.-porqué  en  el  Perú  las  noches  de  ve- 
rano no  son  calientes  ni  congojosas  como  en  Espa- 
ña? ítem,  ^'porqué  en  las  mas  altas  cumbres  de  la 
sierra,  aun  entre  montones  de  nieve,  acaece  mu- 
chas veces  hacer  calores  intolerables?  ^.'Porqué  en 
toda  la  provincia  del  Collao,  estando  á  la  sombra, 
por  flaca  que  sea,  hace  frió,  y  en  saliendo  de  ella 
al  Sol,  luego  se  siente  excesivo  calor?  ítem,  ¿por- 
qué siendo  toda  la  costa  del  Perú  llena  de  arena- 
les muertos,  con  todo  eso  es  tan  templada?  ítem. 


1 6o  LIBRO      SEGUNDO 


^•porqué  distando  Potosí  de  la  ciudad  de  la  Plata 
solas  diez  y  ocho  leguas,    y    teniendo   los  mismos 
grados,  hay  tan  notable  diferencia,  que  Potosí  es 
frígidísima,  estéril,  y  seca:  la  Plata  al  contrario  es 
templada,  y  declina  á  caliente,  y  es  muy  apacible, 
y  muy  fértil  tierra?  En  efecto,  todas  estas  diferen- 
cias y  extrañezas   el   viento    es  el    que   principal- 
mente las    causa,  porque  en   cesando    el    benefi- 
cio   del  viento    fresco,    es    tan    grande    el   ardor 
del   Sol,    que    aunque    sea    en   medio    de  nieves, 
abrasa:  en  volviendo    el    frescor    del    aire,    luego 
se   aplaca  todo  el  calor,  por  grande  que  sea.  Y 
donde   es    ordinario,    y   como  morador  este  vien- 
to fresco,  no  consiente  que  los   humos  terrenos  y 
gruesos,  que  exhálala  tierra,  se  junten,  y  causen 
calor  y  congoja,  lo   cual    en   Europa  es  al   revés, 
que  por  estos  humos  de  la  tierra,  que  queda  como 
quemada  del  Sol  del  dia,  son  las   noches  tan   ca- 
lientes, pesadas   ó   congojosas,  y   así  parece,  que 
sale  el  aire  muchas  veces  como   de   una  boca   de 
un  horno.  Por  la  misma  razón  en  el   Perú  el    fres- 
cor del  viento  hace,  que  en    faltando  de  los  rayos 
del  vSol,  con    cualquier    sombra   se   sienta    fresco. 
Otrosí,  en  Europa  el  tiempo  mas  apacible  y  suave 
en  el  estío  es  por  la  mañanica.  Por  la  tarde   es  el 
mas  recio  y  pesado.  Mas  en  el  Perú,  y  en  toda  la 
equinoccial  es  al  contrario,  que  por  cesar  el  vien- 
to 'de   la   mar  por   las   mañanas,    y   levantarse  ya 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  l6l 

que  el  Sol  comienza  á  encumbrar,  por  eso  el  ma- 
yor calor  se  siente  por  las  mañanas,  hasta  que 
viene  la  virazón  que  llaman,  ó  marea,  ó  viento  de 
mar,  que  todo  es  uno,  que  comienza  á  sentirse 
fresco.  De  esto  tuvimos  experiencia  larga  el  tiem- 
po que  estuvimos  en  las  Islas,  que  dicen  de  Barlo- 
vento, donde  nos  acaecía  sudar  muy  bien  por  las 
mañanas,  y  al  tiempo  de  medio  dia  sentir  buen 
fresco,  por  soplar  entonces  la  brisa  de  ordinario, 
que  es  viento  apacible  y  fresco. 


Tomo  i.  12 


CAPITULO  XÍV 

Que  en  la  región   de  la  equinoccial  se    vive  vida 
muy  apacible. 


Si  guiaran  su  opinión  por  aqui  los  que  dicen,  que 
el  Paraíso  terrenal  está  debajo  de  la  equinoc- 
cial (l),  aún  parece  que  llevaran  algún  camino.  No 
porque  me  determine  yo  a  que  está  allí  el  Paraíso 
de  deleites  que  dice  la  Escritura,  pues  sería  teme- 
ridad afirmar  eso  por  cosa  cierta.  Mas  dígolo, 
porque  si  algún  Paraíso  se  puede  decir  en  la  tie- 
rra, es  donde  se  goza  un  temple  tan  suave  y  apa- 
cible. Porque  para  la  vida  humana  no  hay  cosa  de 
igual  pesadumbre  y  pena,  como  tener  un  Cielo  y 
aire  contrario,  y  pesado,  y  enfermo;  ni  hay  cosa 
mas  gustosa  y  apacible,  que  gozar  de  el  Cielo  y 
aire  suave,  sano,  y  alegre.  Está  claro,  que  de  los 
elementos  ninguno  participamos  mas  á  menudo, 
ni  mas  en  lo  interior  de  el  cuerpo,  que  el  aire. 
Este  rodea  nuestros  cuerpos:  éste  nos  entra  en  las 


(i)    Vives  lib.  13.  de  Civitate  cap.  21. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  I63 

mismas  entrañas,  y  cada  momento   visita  el  cora- 
zón, y  así  le  imprime  sus  propiedades.    Si  es   aire 
corrupto,  en  tantico  mata:  si  es  saludable,    repara 
las  fuerzas;  finalmente,  solo  el  aire  podemos  decir 
que  es  toda  la  vida  de  los  hombres.  Así  que  aun- 
que haya  mas  riquezas  y  bienes,  si  el  Cielo  es  des- 
abrido y  mal  sano,  por  fuerza  se  ha  de   vivir  vida 
penosa  y  disgustada.  Mas  si  el  aire   y  Cielo  es  sa- 
ludable, y  alegre  y  apacible,  aunque  no  haya  otra 
riqueza,  da   contento   y  placer.    Mirando   la   gran 
templanza,  y  agradable  temple   de  muchas  tierras 
de  Indias,  donde  ni  se  sabe    qué  es  invierno,    que 
apriete  con  frios,  ni  estío  que  congoje  con  calores: 
donde  con  una  estera  se   reparan   de  cualesquier 
injurias  del  tiempo:  donde  apenas  hay   que  mudar 
vestido  en  todo  el  año,  digo  cierto,  que    conside- 
rando esto,  me  ha  parecido  muchas   veces,   y   me 
lo  parece  hoy  dia,  que    si    acabasen   los  hombres 
consigo  de  desenlazarse  de  los  lazos   que  la  codi- 
cia les  arma,  y  si  se  desengañasen  de  pretensiones 
inútiles  y  pesadas,  sin  duda  podrian  vivir  en  Indias 
vida  muy  descansada  y  agradable.  Porque  lo  que 
^os  otros  Poetas  cantan  de  los    campos  Elíseos,  y 
de  la  famosa  Tempe,  y  lo  que  Platón,  ó  cuenta,  ó 
finge  de  aquella  su  Isla  Atlántida,  cierto   lo  halla- 
rían los  hombres  en  tales  tierras,  si  con   generoso 
corazón  quisiesen  antes  ser  señores,  que  no  escla- 
vos de  su  dinero  y  codicia.  De  las   cualidades   de 


104  LIBRO    SEGUNDO 


la  equinoccial,  y  del  calor,  y  frió,  sequedad, y  llu- 
vias, y  de  las  causas  de  su  templanza,  bastará  lo 
que  hasta  aquí  se  ha  disputado.  El  tratar  mas  en 
particular  de  las  diversidades  de  vientos,  y  aguas, 
y  tierras:  item,  de  los  metales,  plantas,  y  animales 
que  de  ahí  proceden,  de  que  en  Indias  hay  gran- 
des y  maravillosas  pruebas,  quedará  para  otros 
libros.  A  este,  aunque  breve,  la  dificultad  de  lo 
que  se  ha  tratado,  le  hará  por  ventura  parecer 
prolijo. 


FIN    DEL    SEGUNDO    LIBRO 


NOTA    DEL    AUTOR 


[  Adviértese  al  Lector,  que  '.os  dos  libros  precedentes  se  escribie- 
ron en  latin,  estando  yo  en  el  Perú;  y  así  hablan  de  las  cosas  de  In- 
■dias,  como  de  cosas  presentes.  Después  habiendo  venido  á  España 
me  pareció  traducirlos  en  vulgar,  y  no  quise  mudar  el  modo  de 
hablar  que  tenian.  Pero  en  los  cinco  libros  siguientes,  porque  los 
hice  en  Europa,  fué  forzoso  mudar  el  modo  de  hablar;  y  así  trato'en 
•ellos  las  cosas  de  Indias,  como  de  tierras  y  cosas  ausentes.  Porque 
•esta  variedad  de  hablar  pudiera  con  razón  ofender  al  Lector,  me  p 
recio  advertirlo  aquí  de  nuevo. 


LIBRO  TERCERO 

DE  LA 

HISTORIA  .\ATÜIIAL  Y  MORAL  DE  LAS  INDIAS 


CAPITULO  PRIMERO 

Que  la  historia  natural  de  cosas  de  las  Indias 
es  apacible  y  deleitoso. 


Toda  historia  natural  es  de  suyo  agradable;  y  á 
quien  tiene  consideración  algo  más  levantada,  es 
también  provechosa  para  alabar  al  Autor  de  toda 
la  naturaleza,  como  vemos  que  lo  hacen  los  varo- 
nes sabios  y  santos,  mayormente  David  (l)  en  di- 
versos Salmos,  donde  celebra  la  excelencia  de  es- 
tas obras  de  Dios.  Y  Job  (2)  tratando  de  los  se- 
cretos del  Hacedor:  y  el  mismo  Señor  largamente 
respondiendo  á  Job.  Quien  holgare  de  entender 
verdaderos  hechos  de  esta  naturaleza,  que  tan 
varia  y  abundante  es,  tendrá  el    gusto    que    da  la 


(i)    Psalm.  103.  135.  91.  32.  18.  8. 
(2)    Job  28.  38.  39.  40.  41. 


l68  LIBRO     TERCERO 


historia,  y  tanto  mejor  historia,  cuanto  los  hechos 
no  son  por  trazas  de  hombres,  sino  del  Criador: 
Quien  pasare  adelante,  y  llegare  á  entender  las 
causas  naturales  de  los  efectos,  tendrá  el  ejercicio 
de  buena  Filosofía:  Quien  subiere  mas  en  su  pen- 
samiento, y  mirando  al  sumo  y  primer  Artífice  de 
todas  estas  maravillas,  gozare  de  su  saber  y  gran- 
deza, diremos  que  trata  excelente  Teología.  Así 
que  para  muchos  buenos  moti\^os  puede  servir  la 
relación  de  cosas  naturales,  aunque  la  bajeza  de 
muchos  gustos  suele  mas  ordinario  parar  en  lo 
menos  útil,  que  es  un  deseo  de  saber  cosas  nuevas, 
que  propiamente  llamamos  curiosidad.  La  relación 
de  cosas  naturales  de  indias,  fuera  de  ese  común 
apetito,  tiene  otro,  por  ser  cosas  remotas,  y  que 
muchas  de  ellas,  ó  las  mas,  no  atinaron  con  ellas 
los  mas  aventajados  maestros  de  esta  facultad  en- 
tre los  Antiguos.  Si  de  estas  cosas  naturales  de 
Indias  se  hubiese  de  escribir  copiosamente,  y  con 
la  especulación  que  cosas  tan  notables  requieren, 
no  dudo  yo  que  se  podria  hacer  obra,  que  llegase 
á  las  de  Plinio,  y  Teofrasto,  y  Aristóteles.  Mas  ni 
yo  hallo  en  mí  ese  caudal,  ni  aunque  le  tuviera, 
fuera  conforme  a  mi  intento,  que  no  pretendo  mas 
de  ir  apuntando  algunas  cosas  naturales,  que  es- 
tando en  Indias  vi  y  consideré,  6  las  oí  de  perso- 
nas muy  fidedignas;  y  me  parece  no  estañen  Eu- 
ropa tan  comunmente  sabidas.  Y  así  en  muchas  de 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  lÓQ 

ellas  pasaré  sucintamente,  ó  por  estar  ya  escritas 
por  otros,  ó  por  pedir  mas  especulación  de  la  que 
yo  les  he  podido  dar. 


CAPITULO   II 

De  los  vientos,  y  sus  diferencias,  y  propiedades, 
y  cansas  en  general. 


Habiéndose,  pues,  en  los  dos  libros  pasados  tra- 
tado lo  que  toca  al  Cielo,  y  habitación  de  Indias 
en  general,  sigúese  decir  de  los  tres  elementos, 
aire,  agua,  y  tierra,  y  los  compuestos  de  estos,  que 
son  metales,  y  plantas,  y  animales.  Porque  del  fue- 
go no  veo  cosa  especial  en  Indias,  que  no  sea  así 
en  todas  partes:  si  no  le  p'areciese  á  alguno,  que  el 
modo  de  sacar  fuego,  que  algunos  Indios  usan,  fre- 
gando unos  palos  con  otros,  y  el  de  cocer  en  ca- 
labazas, echando  en  ellas  piedras  ardiendo,  y  otros 
usos  semejantes,  eran  de  consideración,  de  lo  cual 
anda  escrito  lo  que  hay  que  decir.  Mas  de  los  fue- 


I70  LIBRO     TERCERO 


gos  que  hay   en    volcanes    de   Indias,    que  tienen 
digna  consideración,  diráse   cómodamente,    cuan- 
do   se    trate    la    diversidad    da    de    tierras,   don- 
de   esos    fuegos    y    volcanes    se    hallan.    Así  que 
comenzando    por    los    vientos,     lo    primero    que 
digo  es,  que  con  razón  Salomón  (l)  entre  las  otras 
cosas  de    gran   ciencia    que  Dios   le   había  dado> 
cuenta  y  estima  el  saber  la  fuerza  de  los  vientos,  y 
sus  propiedades,  que  son  cierto  maravillosas.  Por- 
que unos  son  lloviosos,  otros  secos;  unos  enfermos, 
y  otros  sanos;  unos  calientes,  y  otros    frios,    sere- 
nos,  y   tormentosos,   estériles,    y  fructuosos,   con 
otras  mil  diferencias.  Hay  vientos,  que    en  ciertas 
regiones  corren,  y  son  como  señores  de    ellas,  sin 
sufrir   competencia   de    sus   contrarios.   En    otras 
partes  andan  á  veces;  ya  vencen  estos,  ya  sus  con- 
trarios: aveces  corren  diversos,  y  aun   contrarios 
juntos,  y  parten  el  camino  entre  sí,  y  acaece  ir    el 
uno  por  lo  alto,  y    el   otro  por   lo    bajo.    Algunas 
veces  se  encuentran  reciamente  entre  sí,  que  para 
los  que  andan  en  mar  es  fuerte  peligro.  Hay  vien- 
tos que  sirven  para  generación  de  animales,  otros 
que  las  destruyen.    Corriendo  cierto  viento    se  ve 
en  alguna  costa  llover  pulgas,    no  por   manera  de 
encarecer,    sino  que   en   efecto    cubren  el   aire,  y 
cuajan  la  playa  de  la  mar;  en  otras  partes  llueven 


(O    Sap.  7. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  I/I 

sapillos.  Estas  y  otras  diferencias,  que  se  prueban 
tan  ciertas,  atribuyen  comunmente  á  los  lugares 
por  donde  pasan  estos  vientos;  porque  dicen,  que 
de  ellos  toman  sus  cualidades  de  secos,  ó  frios,  ó 
húmedos,  ó  cálidos,  ó  enfermos,  ó  sanos,  y  así  las 
demás.  Lo  cual  en  parte  es  verdad,  y  no  se  puede 
negar,  porque  en  pocas  leguas  se  ven  de  un  mis- 
mo viento  notables  diversidades.  En  España,  pon- 
go ejemplo,  el  solano  ó  levante  es  comunmente 
cálido  y  congojoso:  en  Murcia  es  el  mas  sano 
y  fresco  que  corre,  porque  viene  por  aquellas 
huertas,  y  vega  tan  fresca  y  grande,  donde  se 
baña.  Pocas  leguas  de  ahí  en  Cartagena  es  el 
mismo  viento  pesado  y  mal  sano.  El  ábrego,  que 
llaman  los  del  mar  Océano  sur,  y  los  del  Medite- 
rráneo mezojorno,  comunmente  es  llovioso  y  mo- 
lesto: en  el  mismo  pueblo  que  digo,  es  sano  y  sereno. 
Plinio  dice  (l),  que  en  África  llueve  con  viento 
del  Xorte,  y  el  viento  de  mediodía  es  sereno. 
Y  lo  que  en  estos  vientos  he  dicho  por  ejemplo, 
en  tan  poca  distancia  verá,  quien  lo  mirare  con 
algún  cuidado,  que  se  verifica  muchas  veces,  que 
en  poco  espacio  de  tierra  ó  mar  un  mismo  viento 
tiene  propiedades  muy  diferentes,  y  á  veces  harto 
contrarias.  De  lo  cual  se  arguye  bien,  que  el  lugar 
por  donde  pasa,  le  da  su   cualidad   y   propiedad; 


(O    Plin.  lib.  2.  cap.  47. 


1/2  LIBRO    TERCERO 


pero  de  tal  modo  es  esto  verdad,  que  no  se  puede 
de  ninguna  suerte  decir,  que  esta  sea  toda  la  cau- 
sa, ni  aun  la  mas  principal  de  las  diversidades  y 
propiedades  de  los  \'ientos.  Porque  en  una  misma 
región,  que  toma  (pongo  por  caso)  cincuenta  le- 
guas en  redondo,  claramente  se  percibe,  que  el 
N'iento  de  una  parte  es  cálido  y  húmedo,  y  de  la 
otra  frió  y  seco,  sin  que  en  los  lugares  por  donde 
pasan  haya  tal  diferencia,  sino  que  de  suyo  se 
traen  consigo  esas  cualidades  de  los  vientos;  y  así 
se  les  dan  sus  nombres  generales,  como  propios, 
verbi  gracia,  al  septentrión,  ó  cierzo,  ó  norte,  que 
todo  es  uno,  ser  frió,  y  seco,  y  deshacer  nubla- 
dos; a  su  contrario,  el  ábrego,  6  leveche,  ó  sur 
todo  lo  contrario,  ser  húmedo,  y  cálido,  y  levan- 
tar nublados.  Así  que  siendo  esto  general  y  común, 
otra  causa  mas  universal  se  ha  de  buscar  para  dar 
razones  de  estos  efectos,  y  no  basta  decir  que  el 
lugar  por  donde  pasan  los  vientos,  les  da  las  pro- 
piedades que  tienen,  pues  pasando  por  unos  mis- 
mos lugares  hacen  efectos  muy  conocidamente 
contrarios.  Así  que  es  fuerza  confesar,  que  la  re- 
gión del  Cielo  de  donde  soplan,  les  da  esas  virtu- 
des y  cualidades.  Y  así  el  cierzo,  porque  sopla  del 
norte,  que  es  la  región  mas  apartada  del  Sol,  es 
de  suyo  frió.  El  ábrego,  que  sopla  del  mediodía, 
es  de  suyo  caliente,  y  porque  el  calor  atrae  vapo- 
res, es  juntamente  húmedo  y    llovioso,  y   al  revés 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  1/3 

el  cierzo  seco  y  sutil,  por  no  dejar  cuajar  los  va- 
pores: y  á  este  modo  se  puede  discurrir  en  otros 
vientos,  atribuyendo  las  regiones  que  tienen,  á 
las  propiedades  del  aire  de  donde  soplan.  Mas 
hincando  la  consideración  en  esto  un  poco  mas, 
no  acaba  de  satisfacer  del  todo  esta  razón,  Porque 
preguntaré  yo,  ^-qué  hace  la  región  del  aire,  de 
donde  viene  el  viento,  si  allí  no  se  halla  su  cuali- 
dad? Quiero  decir,  en  Germania  el  ábrego  es  cá- 
lido y  llovioso,  y  en  África  el  cierzo  frió  y  seco; 
cierto  es,  que  de  cualquier  región  de  Germania 
donda  se  engendre  el  ábrego,  ha  de  ser  mas  fria 
que  cualquiera  de  África,  donde  se  engendra  el 
cierzo.  ¿Pues  porqué  razón  ha  de  ser  mas  frió  en 
África  el  cierzo,  que  el  ábrego  en  Germania,  sien- 
do verdad  que  procede  de  región  mas  cálida? 
Dirán  que  viene  del  norte,  que  es  frió.  No  satisfa- 
ce, ni  es  verdad,  porque  según  eso,  cuando  corre 
en  África  el  cierzo,  habia  de  correr  en  toda  la  re- 
gión hasta  el  norte.  Y  no  es  asi,  pues  en  un  mismo 
tiempo  corren  nortes  en  tierra  de  menos  grados,  y 
son  frios;  y  corren  vendavales  en  tierra  de  mas 
grados,  y  son  cálidos:  y  esto  es  cierto,  y  evidente, 
y  cotidiano.  Donde  á  mi  juicio  claramente  se  in- 
fiere, que  ni  basta  decir  que  los  lugares  por  donde 
pasan  los  vientos  les  dan  sus  cualidades,  ni  tam, 
poco  satisface  decir,  que  por  soplar  de  diversas 
regiones  del  aire,  tienen  esas   diferencias,  aunque. 


1/4  LIBRO    TERCERO 


como  he  dicho,  lo  uno  y  lo  otro  es  verdad;  pero 
es  menester  mas  que  eso.  Cual  sea  la  propia,  v 
original  causa  de  estas  diferencias  tan  extrañas  de 
vientos,  yo  no  atino  á  otra,  sino  que  el  eficiente,  y 
quien  produce  el  viento,  ese  le  da  la  primera  y  más 
original  propiedad.  Porque  la  materia  de  que  se 
hacen  los  vientos,  que  vsegun  Aristóteles  y  razón, 
son  exhalaciones  de  los  elementos  inferiores,  aun- 
que con  su  diversidad  de  ser  mas  gruesa,  ó  mas 
sutil,  mas  seca,  ó  mas  húmeda,  puede  causar,  y  en 
efecto  causa  gran  parte  de  esta  diversidad;  pero 
tampoco  basta,  por  la  misma  razón  que  está  toca- 
da; es  á  saber:  que  en  una  misma  región  donde  los 
vapores,  y  exhalaciones  son  de  un  mismo  géne- 
ro, se  levantan  vientos  de  operaciones  contrarias. 
Y  así  parece  se  ha  de  reducir  el  negocio  al  efi- 
ciente superior  y  celeste,  que  ha  de  ser  el  vSol,  y 
movimiento  é  influencia  de  los  Cielos,  que  de  di- 
versas partes  mueven  é  influyen  variamente.  Y 
porque  estos  principios  de  mover  é  influirnos  son 
á  los  hombres  tan  ocultos,  y  ellos  en  sí  tan  pode- 
rosos y  eficaces,  con  gran  espíritu  de  sabiduría 
dijo  el  Santo  Profeta  David  (l),  entre  otras  gran- 
dezas del  Señor;  y  lo  mismo  replicó  el  Profeta  Je- 
remías (2):  Qui  educit  ventos  de  thesatiris  suis.  ¥A 


(i)    Psalm.   134..  V.  7. 
('')    Gerem.  lo,  v.   13. 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL   DE    INDIAS  1/5 

que  saca  los  vientos  de  sus  tesoros.  Cierto  tesoros 
son  ocultos  y  ricos  estos  principios,  que  en  su  efi- 
ciencia tiene  el  Autor  de  todo,  conque  cuando 
quiere,  con  suma  facilidad  saca  para  castigo,  ó 
para  regalo  de  los  hombres,  y  envia  el  viento  que 
quiere.  Y  no  como  el  otro  Eolo,  que  neciamente 
fingieron  los  Poetas,  tener  en  su  cueva  encerrados 
los  vientos,  como  á  fieras  en  jaula.  El  principio  y 
origen  de  estos  \'ientos  no  le  vemos,  ni  aun  sabe- 
mos, que  tanto  duraran,  ni  dónde  procedieron,  ni 
hasta  dónde  llegarán.  Mas  vemos  y  sabemos  de 
cierto  los  diferentes  efectos  que  hacen,  como  nos 
advirtió  la  suma  Verdad,  y  Autor  de  todo,  di- 
ciendo (l):  SpiritjLS  tidi  riilt  spirat:  p  vocem  ejíis 
audis:  p  nescis  linde  veniat  aiit  qiio  vadat.  El  espí- 
ritu, ó  viento  sopla  donde  le  parece,  y  bien  que 
sientes  su  soplo,  mas  no  sabes  de  dónde  procedió, 
ni  á  dónde  ha  de  llegar.  Para  que  entendamos,  que 
entendiendo  tan  poco  en  cosa  que  tan  presente  y 
tan  cotidiana  nos  es,  no  hemos  de  presumir  de 
comprehender  lo  que  tan  alto,  y  tan  oculto  es, 
como  las  causas  y  motivos  del  Espíritu  Santo.  Bás- 
tanos conocer  sus  operaciones  y  efectos,  que  en  su 
grandeza  y  pureza  se  nos  descubren  bastantemente. 
Y  también  bastará  haber  filosofado  esto  poco  de 
los  \'ientos  en  general,  y  de  las  causas  de   sus  di- 


(3)    Joan.  3.  V.  8. 


1^6  LIBRO     TERCERO 


ferencias,  y  propiedades,  y  operaciones,  que  en 
suma  las  hemos  reducido  á  tres,  es  á  saber:  á  los 
lugares  por  donde  pasan,  á  las  regiones  dedonde 
soplan,  y  á  la  virtud  celeste  movedora  y  causado- 
ra del  viento. 


CAPITULO  III 

De  algunas  propiedades  de  vientos  que  corren 
en  el  nuevo  orbe. 


Cuestión  es  muy  disputada  por  Aristóteles  (l) 
si  el  viento  austro,  que  llamamos  ábrego,  ó  leve- 
che,  ó  sur  (que  por  ahora  todo  es  uno)  sopla  desde 
el  otro  polo  antartico,  ó  solamente  de  la  equinoc- 
cial y  mediodia,  que  en  efecto  es  preguntar,  si 
aquella  cualidad  que  tiene  de  ser  llovioso  y  calien- 
te, le  permanece  pasada  la  equinoccial.  Y  cierto 
es    bien    para   dudar,    porque  aunque   se  pase  la. 


(i)    Aristotel.  2.  Meteo.  cap.  5. 


DE    LA   HISTORIA   NATURAL    DE    INDIAS  1 7/ 

el  viento  norte,  que  corre  del  lado  contrario,  no 
deja  de  ser  norte,  aunque  se  pase  la  Tórrida  y  la 
linea.  Y  asi  parece  que  ambos  vientos  han  de  con- 
servar sus  primeras  propiedades,  el  uno  de  ser 
caliente  y  húmedo,  y  el  otro  de  ser  frió  y  seco:  el 
austro  de  causar  nublados  y  lluvias;  y  el  bóreas, 
ó  norte  de  derramarlas  y  serenar  el  Cielo.  Mas 
Aristóteles  á  la  contraria  opinión  se  llega  mas, 
porque  por  eso  es  el  norte  en  Europa  frió,  porque 
viene  del  polo,  que  es  región  sumamente  fria;  y  el 
ábrego  al  revés  es  caliente,  porque  viene  del  me- 
diodía, que  es  la  región  que  el  Sol  mas  calienta. 
Pues  la  misma  razón  obliga  a  que  los  que  habitan 
de  la  otra  parte  de  la  línea  les  sea  el  austro  frió,  y 
el  cierzo,  ó  norte  caliente,  porque  allí  el  austro 
viene  del  polo,  y  el  norte  viene  del  mediodía.  Y 
aunque  parece  que  ha  de  ser  el  austro,  ó  sur  mas 
frío  allá,  que  es  acá  el  cierzo,  ó  norte.  Porque  se 
tiene  por  región  mas  fria  la  del  polo  del  sur,  que 
la  del  polo  del  norte,  á  causa  de  gastar  el  Sol  siete 
dias  del  año  mas  hacia  el  Trópico  de  Cancro,  que 
hacia  el  de  Capricornio,  como  claramente  se  ve 
por  los  equinoccios  y  solsticios,  que  hace  en  am- 
bos círculos.  Con  que  parece  quiso  la  naturaleza 
declarar  la  ventaja  y  nobleza,  que  esta  media  par- 
te del  mundo,  que  está  al  norte,  tiene  sobre  la 
otra  media,  que  está  al  sur.  Siendo  así,  parece 
concluyente  razón  para  entender,  que  se  truecan 
Tomo  i.  13 


1/8  LIBRO     TERCERO 


estas  cualidades  de  los  cientos  en  pasando  la  línea. 
Mas  en  efecto  no  pasa  así,  cuanto  yo  he  podido 
comprehender  con  la  experiencia  de  algunos  años 
que  anduve  en  aquella  parte  del  mundo,  que  cae 
pasada  la  linea  al  sur.  Bien  es  verdad  que  el  vien- 
to norte  no  es  allá  tan  generalmente  frió  y  sereno 
como  acá.  En  algunas  partes  del  Perú  experimen- 
tan, que  el  norte  les  es  enfermo  y  pesado,  como 
en  Lima,  y  en  los  llanos.  Y  por  toda  aquella  costa, 
que  corre  mas  de  quinientas  leguas,  tienen  al  sur 
por  saludable  y  fresco,  y  lo  que  mas  es,  serení- 
simo; pues  con  él  jamás  llueve,  todo  al  contra- 
rio de  lo  que  pasa  en  Europa,  y  de  esta  par- 
te de  la  linea;  pero  esto  de  la  costa  del  Perú  no 
hace  regla,  antes  es  excepción,  y  una  maravilla  de 
naturaleza,  que  es  nunca  llover  en  aquella  costa,  y 
siempre  correr  un  viento,  sin  dar  lugar  á  su  con- 
trario; de  lo  cual  se  dirá  después  lo  que  pareciere. 
Ahora  quedamos  con  esto,  que  el  norte  no  tiene 
de  la  otra  parte  de  la  linea  las  propiedades  que  el 
austro  tiene  de  ésta,  aunque  ambos  soplan  de  el 
mediodía  á  regiones  opuestas.  Porque  no  es  gene- 
ral allá,  que  el  norte  sea  cálido,  ni  llovioso,  como 
lo  es  acá  el  austro,  antes  llueve  allá  también  con  el 
austro,  como  se  ve  en  toda  la  sierra  del  Perú,  y 
en  Chile,  y  en  la  tierra  de  Congo,  que  está  pasada 
la  linea,  y  muy  dentro  en  la  mar.  Y  en  Potosí  el 
viento  que  llaman  tomahavi,  que  si  no  me  acuerdo 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL    DE    INDIAS  1 79 

mal,  es  nuestro  cierzo,  es  extremadamente  seco  y 
frió,  y  desabrido  como  por  acá.  Verdad  es,  que  no 
es  p3r  allá  tan  cierto  el  disipar  las  nubes  el  norte, 
ó  cierzo,  como  acá,  antes,  si  no  me  engaño,  mu- 
chas veces  llueve  con  él.  No  hay  duda  sino  que  de 
los  lugares  por  donde  pasan,  y  de  las  próximas  re- 
giones d^  donde  nacen,  se  les  pega  á  los   vientos 
tan  grande  diversidad,  y  efectos  contrarios,  como 
cada  dia  se  experimentan  en  mil  partes.  Pero   ha- 
blando en  general,  para  la  cualidad  de  los  vientos, 
mas  se  mira  en  los  lados  y  partes  del   mundo,   de 
donde  proceden,  que  no  en  ser  de  ésta,  ó  de  la  otra 
parte  de  la  linea,  como  á  mi  parecer  acertadamen- 
te lo  sintió  el  Filósofo.  Estos  vientos  capitales,  que 
son  oriente  y  poniente,  ni  acá,  ni  allá  tienen  tan  no- 
torias y  universales  cualidades,  como  los  dos  di- 
chos. Pero  comunmente  por  acá  el  solano,  ó  levan- 
te es  pesado  y  mal  sano,  el  poniente,  ó  zéfiro   es 
mas  apacible  y  sano.  En  Indias,  y  en  toda  la  Tó- 
rrida, el  viento  de  oriente,  que  llaman  brisa,  es  al 
contrario  de  acá,  muy  sano  y  apacible.  Del  de  po- 
niente no  sabré  decir  cosa  cierta  ni  general,  ma- 
yormente no  corriendo  en  la  Tórrida   ese  viento, 
sino  rarísimas  veces.  Porque  en  todo  lo  que  se  na- 
vega  entre  los  Trópicos,  es  ordinario  y  regular 
viento  el  de  la  brisa.  Lo  cual  por  ser  una  de  las 
maravillosas  obras  de  naturaleza,  es  bien  se  entien- 
da de  raiz  como  pasa. 


CAPÍTULO  IV 

Que  en  la  Tórridazona  corren  siempre  brisas ^ 
y  fuera  de  ella  vendavales  y  brisas. 


No  es  el  camino  de  mar  como  el  de  tierra,  que 
por  donde  se  va,  por  allí  se  vuelve.  El  mismo  ca- 
mino es,  dijo  el  Filósofo,  de  Atenas  á  Tebas,  y  de 
Tebas  á  Atenas.  En  la  mar  no  es  así,  por  un  ca- 
camino  se  va,  y  por  otro  diferente  se  vuelve^ 
Los  primeros  descubridores  de  Indias  occidenta- 
les, y'aun  de  la  oriental,  pasaron  gran  trabajo  y 
dificultad  en  hallar  la  derrota  cierta  para  ir,  y  no 
menos  para  volver  (i),  hasta  que  la  experiencia,, 
que  es  la  maestra  de  estos  secretos,  les  enseñó  que 
no  era  el  navegar  por  el  Océano,  como  el  ir  por 
el  Mediterráneo  á  Italia,  donde  se  van  reconocien- 
do á  ida  y  vuelta  unos  mismos  puertos  y  cabos,  y 
solo  se  espera  el  favor  del  aire,  que  con  el  tiempo 
se  muda.  Y  aun  cuando   esto   falta,  se  valen   del 


(i)    Juan  de  Barros  en  la  Década  i.  lib  4.  cap.  6. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  l8l 

remo;  y  así  van  y  vienen  galeras  costeando.  En  el 
mar  Océano  en  ciertos  parages  no  hay  esperar 
otro  viento:  ya  se  sabe,  que  el  que  corre  ha  de 
-correr  mas  ó  menos:  en  fin,  el  que  es  bueno,  para 
ir,  no  es  para  volver.  Porque  en  pasando  del  Tró- 
pico, y  entrando  en  la  Tórrida  señorean  la  mar 
siempre  los  vientos  que  vienen  del  nacimiento  del 
Sol,  que  perpetuamente  soplan,  sin  que  jamás  den 
lugar  á  que  los  vientos  contrarios  por  allí  preva- 
lezcan, ni  aun  se  sientan.  En  donde  hay  dos  cosas 
maravillosas:  una,  que  en  aquella  región,  que  es  la 
mayor  de  las  cinco,  en  que  dividen  el  mundo,  rei- 
nen vientos  de  oriente,  que  llaman  brisas,  sin  que 
los  de  poniente,  ó  de  mediodía,  que  llaman  ven- 
davales, tengan  lugar  de  correr  en  ningún  tiempo 
•de  todo  el  año.  Otra  maravilla  es,  que  jamás  fal- 
tan por  allí  brisas,  y  en  tanto  mas  ciertas  son 
cuanto  el  parage  es  mas  propincuo  á  la  línea,  que 
parece  hablan  de  ser  allí  ordinarias  las  calmas,  por 
ser  la  parte  del  mundo  mas  sujeta  al  ardor  del  Sol; 
y  es  al  contrario,  que  apenas  se  hallan  calmas,  y 
la  brisa  es  mucho  mas  fresca  y  durable.  En  todo  lo 
que  se  ha  navegado  de  Indias,  se  ha  averiguado  ser 
así.  Esta,  pues,  es  la  causa  de  ser  mucho  mas  breve, 
y  mas  fácil,  y  aun  mas  segura  la  navegación  que  se 
hace  yendo  de  España  á  las  Indias  occidentales, 
•que  la  de  ellas  volviendo  á  España.  Salen  de  Sevi- 
lla las  flotas,  y  hasta  llegar  á  las   Canarias  sienten 


Io2  LIBRO     TERCERO 


la  mayor  dificultad,  por  ser  aquel  golfo  de  las  Ye- 
guas vario,  y  contrastado  de  varios  vientos.  Pasa- 
das las  Canarias,  van  bajando  hasta  entrar  en  la 
Tórrida,  y  hallan  luego  la  brisa,  y  navegan  á  popa, 
que  apenas  hay  necesidad  de  tocar  á  las  velas  en 
todo  el  viage.  Por  eso  llamaron  a  aquel  gran  golfo,, 
el  golfo  de  las  Damas,  por  su  quietud  y  apacibili- 
dad.  Así  llegan  hasta  las  Islas  Dominica,  Guadalu- 
pe, Deseada,  Alarigalante,  y  las  otras  que  están  en 
aquel  parage,  que  son  como  arrabales  de  las  tie- 
rras de  Indias.  Allí  las  flotas  se  dividen;  y  las  que 
van  á  Nueva-España  echan  á  mano  derecha  en  de- 
manda de  la  Española,  y  reconociendo  el  cabo  de 
San  Antón,  dan  consigo  en  San  Juan  de  Ulúa,  sir- 
viéndoles siempre  la  misma  brisa.  Las  de  tierra 
firme  toman  la  izquierda,  y  van  á  reconocer  la  al- 
tísima sierra  Tayrona,  y  tocan  en  Cartagena,  y 
pasan  á  Nombre  de  Dios,  de  donde  por  tierra  se 
va  á  Panamá,  y  de  allí  por  la  mar  de  el  sur  al  Perú» 
Cuando  vuelven  las  flotas  á  España,  hacen  su  via- 
ge en  está  forma:  La  de  el  Perú  va  á  reconocer  el 
cabo  de  San  Antón,  y  en  la  Isla  de  Cuba  se  entra 
en  la  Habana,  que  es  muy  hermoso  Puerto  de 
aquella  Isla.  La  flota  de  Nueva-España  viene  tam- 
bién desde  la  Veracruz,  ó  Isla  de  San  Juan  de 
Ulúa  á  la  Habana,  aunque  con  trabajo,  porque  son 
ordinarias  allí  las  brisas,  que  son  vientos  contrarios. 
En  la  Habana,  juntas  las  flotas,  van  la   vuelta   de 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  1 83 

España  buscando  altura  fuera  de  los  Trópicos, 
donde  ya  se  hallan  vendavales,  y  con  ellos  vienen 
a  reconocer  las  Islas  de  Azores,  ó  Terceras,  y  de 
allí  á  Sevilla.  De  suerte  que  la  ida  es  en  poca  altu- 
ra, y  siempre  menos  de  veinte  grados,  que  es  ya 
dentro  de  los  Trópicos;  y  la  vuelta  es  fuera  de 
ellos,  por  lo  menos  en  veinte  y  ocho,  ó  treinta  gra- 
dos. Y  es  la  razón,  la  que  se  ha  dicho,  que  dentro 
de  los  Trópicos  reinan  siempre  vientos  de  orien- 
te, y  son  buenos  para  ir  de  España  á  Indias  occi- 
dentales, porque  es  ir  de  oriente  á  poniente. 
Fuera  de  los  Trópicos,  que  son  en  veinte  y  tres 
grados,  hállanse  vendavales,  y  tanto  mas  ciertos, 
cuanto  se  sube  á  mas  altura;  y  son  buenos  para 
volver  de  Indias,  porque  son  vientos  de  mediodía 
y  poniente,  y  sirven  para  volver  á  oriente  y  nor- 
te. El  mismo  discurso  pasa  en  las  navegaciones 
que  se  hacen  por  el  mar  del  sur,  navegando  de  la 
Nueva-España,  ó  el  Perú  a  las  Filipinas,  ó  á  la 
China,  y  volviendo  de  las  Filipinas,  ó  China  á  la 
Nueva-España.  Porque  a  la  ida,  como  es  navegar 
de  oriente  á  poniente,  es  fácil;  y  cerca  de  la  línea 
se  halla  siempre  viento  a  popa ,  que  es  brisa.  El 
año  de  ochenta  y  cuatro  salió  del  Callao  de  Lima 
un  navio  para  las  Filipinas,  y  navegó  dos  mil  y 
setecientas  leguas  sin  ver  tierra:  la  primera  que 
reconoció  fué  la  Isla  de  Luzón,  á  donde  iba,  y  allí 
tomó  Puerto,  habiendo  hecho  su  viaje  en  dos  me- 


184  LIBRO    TERCERO 


ses,  sin  faltarles  jamás  viento,  ni  tener  tormenta,  y 
fué  su  derrota  cuasi  por  debajo  de  la  línea,  por- 
que de  Lima,  que  está  á  doce  grados  al  sur,  vi- 
nieron á  Manila,  que  está  cuasi  otros  tantos  al  nor- 
te. La  misma  felicidad  tuvo  en  la  ida  al  descubri- 
miento de  las  Islas  que  llaman  de  Salomón,  Alva- 
ro de  Mendaña,  cuando  las  descubrió,  porque 
siempre  tuvieron  viento  á  popa,  hasta  topar  las  di- 
chas Islas,  que  deben  de  distar  del  Perú,  de  don- 
de salieron,  como  mil  leguas,  y  están  en  la  propia 
altura  al  sur.  La  vuelta  es  como  de  Indias  á  Espa- 
ña, porque  para  hallar  vendavales  los  que  vuelven 
de  las  Filipinas,  ó  China  á  Méjico,  suben  á  mucha 
altura,  hasta  ponerse  en  el  parage  de  los  Japones, 
y  vienen  á  reconocer  las  Californias,  y  por  la  cos- 
ta de  la  Nueva-España  vuelven  al  Puerto  de  Aca- 
pulco,  de  donde  habian  salido.  De  suerte,  que  en 
esta  navegación  está  también  verificado,  que  de 
oriente  á  poniente  se  navega  bien  dentro  de  los 
Trópicos,  por  reinar  vientos  orientales:  y  volvien- 
do de  poniente  á  oriente,  se  han  de  buscar  los  ven- 
davales, ó  ponientes  fuera  de  los  Trópicos  en  al- 
tura de  veinte  y  siete  grados  arriba.  La  misma 
experiencia  hacen  los  Portugueses  en  la  navega- 
ción á  la  India,  aunque  es  al  revés,  porque  el  ir  de 
Portugal  allá  es  trabajoso,  y  el  volver  es  más  fácil. 
Porque  navegan  á  la  ida  de  poniente  á  oriente,  y 
así  procuran  subirse  hasta  hallar  los  vientos  gene- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  I85 

rales,  que  ellos  dicen  que  son  también  de  veinte  y 
siete  grados  arriba.  A  la  vuelta  reconocen  á  las 
Terceras;  pero  les  es  mas  fácil,  porque  vienen  de 
oriente,  y  sírvenles  las  brisas,  ó  nordestes.  Final- 
mente, ya  es  regla,  y  observación  cierta  de  mari- 
neros, que  dentro  de  los  Trópicos  reinan  los  vien- 
tos de  levante;  y  así  es  fácil  navegar  al  poniente. 
Fuera  de  los  Trópicos  unos  tiempos  hay  brisas, 
otros,  y  lo  mas  ordinario,  hay  vendavales;  y  por 
eso  quien  nav^ega  de  poniente  á  oriente  procura 
salirse  de  la  Tórrida,  y  ponerse  en  altura  de  \'ein- 
te  y  siete  grados  arriba.  Con  la  cual  regla  se  han 
ya  los  hombre  atrevido  á  emprehender  navegacio- 
nes extrañas  para  partes  remotísimas,  y  jamás 
vistas. 


CAPITULO   V 

De  las  diferencias  de  brisas  y  vendavales  con  los 
demás  vientos. 


Siendo  lo  que  está  dicho  cosa  tan  probada  y  tan 
universal,  no  puede  dejar  de  poner  gana  de  inqui- 
rir la  causa  de  este  secreto,  ^-porqué  en  la  Tórrida 
se  navega  siempre  de  oriente  á  poniente  con  tanta 
facilidad,y  no  al  contrario?  que  es  lo  mismo  que 
preguntar,  ^-porqué  reinan  allí  las  brisas,  y  no  los 
vendavales?  pues  en  buena  Filosofía  lo  que  es  per- 
petuo, y  universal,  y  de  per  se,  que  llaman  los  Fi- 
lósofos, ha  de  tener  causa  propia,  y  de  per  se.  Mas 
antes  de  dar  en  esta  cuestión,  notable  á  nuestro 
parecer,  será  necesario  declarar,  qué  entendemos 
por  brisas,  y  qué  por  vendavales,  y  servirá  para 
ésta,  y  para  otras  muchas  cosas  en  materia  de  vien- 
tos y  navegaciones.  Los  que  usan  el  arte  de  nave- 
gar cuentan  treinta  y  dos  diferencias  de  vientos» 
porque  para  llevar  su  proa  al  puerto  que  quieren,  y 
tienen  necesidad  de  hacer  su  cuenta  muy  puntual, 
lo  mas  distinta  y  menuda  que  pueden;  pues  por  poco 
que  se  eche  á  un  lado,  ó  á  otro,  hacen  gran  diferen- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  18/ 

cia  al  cabo  de  su  camino,  y  no  cuentan  mas  de  trein- 
ta y  dos,  porque  estas  div^isiones  bastan,    y    no  se 
podria  tener  cuenta  con   más  que   éstas.    Pero    en 
rigor,  como  ponen  treinta   y   dos,   podrían    poner 
sesenta  y  cuatro,  y  ciento  y  veinte  y  ocho,  y  dos- 
cientos y  cincuenta  y  seis;  y  finalmente,  ir    multi- 
plicando estas  partidas  en  infinito.    Porque   siendo 
como  centro  el  lugar   donde   se  halla    el  navio,  y 
todo  el  Emisferio  su    circunferencia,    ¿quién    quita 
que  no  puedan  salir  de  ese  centro  al  círculo  líneas 
innumerables.^   y  tantas   partidas    se    contarán,    y 
otras  tantas  divisiones  de  vientos;  pues    de    todas 
las  partes  del  Emisferio  viene  el  viento,  y  el   par- 
tirle en  tantas  ó  tantas  es  á  nuestra  consideración, 
que  puede  poner  las   que   quisiere.    Mas   el   buen 
sentido  de  los  hombres,  y  conformándose   con    él 
también  la  divina  Escritura,  señala  cuatro  vientos, 
que  son  los  principales  de  todos,  y   como    cuatro 
esquinas  del  Universo,   que   se  fabrican    haciendo 
una  Cruz  con  dos  líneas,  que  la  una  vaya  de  polo 
á  polo,  y  la  otra  de  un  equinoccio    al    otro.    Estos 
son  el  norte,  ó  aquilón,  y  su  contrario  el  austro,  ó 
viento  que  vulgarmente   llamamos    mediodía;   y  á 
la  otra  parte  el  oriente  donde  sale  el  Sol,  y  el  po- 
niente donde  se  pone.  Bien  que   la  sagrada  Escri- 
tura (l)  nombra  otras    diferencias   de   vientos    en 

(O    Act.,27. 


l88  LIBRO     TERCERO 


algunas  partes,  como  el  euroaquilo^  que  llaman  los 
del  mar  Océano,  nordeste,  y  los  del  Mediterráneo, 
gregal,  de  que  hace  mención  en  la  navegación  de 
San  Pablo.  Pero  las  cuatro  diferencias  solemnes 
que  todo  el  mundo  sabe,  esas  celebran  las  divinas 
letras,  que  son,  como  está  dicho,  septentrión,  y 
mediodia,  y  oriente,  y  poniente,  Mas  porque  en  el 
nacimiento  del  Sol,  de  donde  se  nombra  el  orien- 
te, se  hallan  tres  diferencias,  que  son  las  dos  decli- 
naciones mayores  que  hace,  y  el  medio  de  ellas, 
según  lo  cual  nace  en  diversos  puestos  en  invierno 
y  verano,  y  en  el  medio;  por  eso  con  razón  se 
cuentan  otros  dos  vientos,  que  son  oriente  estival, 
y  oriente  hiemal;  y  por  el  consiguiente  otros  dos 
ponientes  contrarios  á  estos,  estival,  y  hiemal.  Y 
así  resultan  ocho  vientos  en  ocho  puntos  notables 
del  Cielo,  que  son  los  dos  polos,  y  los  dos  equinoc- 
cios, y  los  dos  solsticios  con  los  opuestos  en  el 
mismo  círculo.  De  esta  suerte  resultan  ocho  dife- 
rencias de  vientos,  que  son  notables,  las  cuales  en 
diversas  carreras  de  mar  y  tierra  tienen  diversos 
vocablos.  Los  que  navegan  el  Océano  suelen  nom- 
brarlos así:  al  que  viene  del  polo  nuestro,  llaman 
norte,  como  al  mismo  polo:  al  que  se  sigue,  y  sale 
del  oriente  estival,  nordeste:  al  que  sale  del  orien- 
te propio  y  equinoccial,  llaman  leste:  al  del  orien- 
te hiemal,  sueste:  al  de  el  mediodia,  ó  polo  antar- 
tico, sur:  al  que  sale  del  ocaso  hiemal,  sudueste:  al 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL  DE    INDIAS  ISQ 

del  ocaso  propio  y  equinoccial,  oeste:  al  del  ocaso 
estival,  norueste.  Los  demás  vientos  fabrican  entre 
estos,  y  participan  de  los  nombres  de  aquellos  á  que 
se  allegan,  como  nornorueste,  nornordeste,  lesnor- 
deste,  lessueste,  susueste,  sudueste,  ossudueste,  os- 
norueste,  que  cierto  en  el   mismo  modo   de  nom- 
brarse, muestran  arte,  y  dan  noticia  de  los  lugares 
de  donde  proceden  los  dichos  vientos.  En  el  mar 
Mediterráneo,  aunque  siguen  la  misma  arte  de  con- 
tar, nombran  diferentemente  estos  vientos.  Al  nor- 
te llaman  tramontana:  á  su  opuesto  el   sur  llaman 
mezojorno,  ó  mediodia:  al  leste  llaman  levante:  al 
oeste  poniente;  y  á  los  que  entre  estos  cuatro  se 
atraviesan,  al  sueste  dicen  jiroque,  ó  jaloque:  á  su 
opuesto,  que  es  norueste,  llaman  maestral:  al  nor- 
deste llaman  greco,  ó  gregal;  y  á  su  contrario  el 
sudueste    llaman   leveche,  que  es  lybico,  ó  áfri- 
co en  latin.   En  latín  los    cuatro    cabos   son,  sep- 
tentriOi  auster^  snbsítlanos,  favonius;  y  los  entre- 
puestos  son,  aqitilo,   vtdtiirnus,  africiis,  y  coriis, 
vSegun  Plinio  (l),  vultiirnics,  y  eitrus  son  el  mismo 
viento  que  es  sueste,  ó  jaloque:  favonius  el  mismo 
que  oeste,  ó  poniente:  aquilo^  y   bóreas    el  mismo 
que  nornordeste,  o  gregal  tramontana:  africus^   y 
lybs  el  mismo  que  sudueste,  ó  leveche:   aiister,  y 


(i)    Plin.  lib.  2.  cap.  47.  Gell.  lib.  r.  cap,  22. 


IQO  LIBRO    TERCERO 


notns  el  mismo  que  sur,  ó   mediodía:   corus,  y  se- 
fyriLS  el  mismo  que  norueste,  ó  maestral.  Al  pro- 
pio que  es  nordeste,  ó  gregal,  no  le  da  otro  nom- 
bre sino  phenicias:  otros  los  declaran  de  otra  ma- 
nera; y  no  es  de  nuestro  intento  averiguar   al  pre- 
sente los  nombres  latinos  y  griegos  de  los  vientos. 
Ahora  digamos,    cuales   de   estos   vientos  llaman 
brisas,  y   cuales   vendavales,   nuestros    marineros 
del  mar  Océano  de  Indias.  Es  así  que  mucho  tiem- 
po anduve  confuso  con  estos   nombres,   viéndoles 
usar  de  estos  vocablos  muy  diferentemente,  hasta 
que  percibí  bien,  que  mas  son  nombres  generales, 
que  no  especiales  de  vientos  ni  partidas.  Los   que 
les  sirven  para  ir  á  Indias,  y  dan  cuasi  á  popa,  lla- 
man brisas,  que  en   efecto   comprehenden   todos 
los  vientos  orientales,  y  sus  allegados,  y    cuartas. 
Los  que  les  sirven  para  volver   do   Indias  llaman 
venda\'ales,  que  son  desde  el  sur  hasta  el  ponien- 
te estival.  De  manera,  que  hacen  como  dos   cua- 
drillas de  vientos,  de  cada  parte  la  suya,    cuyos 
caporales  son:  de  una  parte,   nordeste,    ó   gregal: 
de  otra  parte,  sudoeste,  ó  leveche.    Mas   es  bien 
saber,  que  de  los  ocho  vientos,  ó   diferencias  que 
contamos,  los  cinco  son  de  provecho   para  nave- 
gar, y  los  otros  tres  no:  quiero  decir,  que   cuando 
navega  en  la  mar  una  nave,  puede  caminar,  y  ha- 
cer el  viage  que  pretende,  de  cualquiera  de  cinco 
partes  que  corra  el  viento,  aunque  no  le  será  igual 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  IQI 

mente  provechoso;  mas  corriendo  de  una  de  tres, 
no  podrá  navegar  á  donde  pretende.  Como  si  va  al 
sur,  con  norte,  y  con  nordeste,  y  con  norueste  na- 
vegará, y  también  con  leste,  y  con  oeste,  porque 
los  de  los  lados  igualmente  sirven  para  ir,  y  para 
venir.  Mas  corriendo  sur,  que  es  derechamente 
contrario,  no  puede  navegar  al  sur,  ni  podrá  con 
los  otros  dos  laterales  suyos,  que  son  sueste,  y  su- 
dueste.  Esto  es  cosa  muy  trillada  á  los  que  andan 
por  mar,  y  no  habia  necesidad  de  ponerlo  aquí, 
sino  solo  para  significar,  que  los  vientos  laterales 
del  propio  y  verdadero  oriente,  esos  soplan  comun- 
mente en  la  Tórrida,  y  los  llaman  brisas:  y  los 
vientos  de  mediodia  hacia  poniente,  que  sirven 
para  navegar  de  occidente  á  oriente,  no  se  hallan 
comunmente  en  la  Tórrida:  y  así  los  suben  á  bus- 
car fuera  de  los  Trópicos,  y  esos  nombran  los  ma 
rineros  de  Indias  comunmente  vendavales. 


CAPÍTULO  VI 

Qué  sea  la  cansa  de  hallarse  siempre  vienta 
de  oriente  en  la  Tórrida  para  navegar. 


Digamos  ahora  cerca  de  la  cuestión  propuesta^ 
cual  sea  la  causa  de  navegarse  bien  en  la  Tórrida 
de  oriente  á  poniente,  y  no  al  contrario.  Para  lo 
cual  se  han  de  presuponer  dos  fundamentos  ver- 
daderos: el  uno  es,  que  el  movimiento  del  primer 
móvil,  que  llaman  rapto,  ó  diurno,  no  solo  lleva 
tras  sí,  y  mueve  á  los  orbes  celestes  á  él  inferio- 
res, como  cada  dia  lo  vemos  en  el  Sol,  Luna,  y 
Estrellas,  sino  que  también  los  elementos  partici- 
pan aquel  movimiento,  en  cuanto  no  son  impedi- 
dos. La  tierra  no  se  mueve  así  por  su  graveza  tan 
grande,  con  que  es  inepta  para  ser  movida  circu- 
larmente,  como  también  porque  dista  mucho  del 
primer  móvil.  El  elemento  del  agua  tampoco  tiene 
este  movimiento  diurno,  porque  con  la  tierra  está 
abrazado,  y  hace  una  esfera,  y  la  tierra  no  le  con- 
siente moverse  circularmente.  Esotros  dos  elemen- 
tos fuego,  y  aire  son  mas  sutiles,  y  mas  cercanos- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  I93 

álos  orbes  celestes,  y  así  participan  su  movimiento, 
siendo  llevados  circularmente  como  los  mismos 
cuerpos  celestes.  De  el  fuego  no  hay  duda,  si  hay 
esfera  suya,  como  Aristóteles,  y  los  demás  la  po- 
nen. El  aire  es  el  que  hace  á  nuestro  caso:  y  que 
éste  se  mueva  con  el  movimiento  diurno  de  oriente 
á  poniente,  es  certísimo,  por  las  apariencias  de  l(»s 
cometas,  que  clarísimamente  se  ven  mover  de 
oriente  á  occidente,  naciendo,  y  subiendo,  y  en- 
cumbrando, y  bajando;  y  finalmente,  dando  vuelta 
á  nuestro  Emisferio,  de  la  misma  manera  que  las 
Estrellas  que  vemos  mover  en  el  firmamento.  Y 
estando  los  cometas  en  la  región,  y  esfera  del  aire, 
donde  se  engendran,  y  aparecen,  y  se  deshacen, 
imposible  sería  moverse  circularmente,  como  se 
mueven,  si  el  movimiento  del  aire  donde  está,  no 
se  moviese  con  esc  propio  movimiento.  Porque 
siendo,  como  es,  materia  inflamada,  se  estarla  que- 
da, y  no  andarla  al  derredor,  si  la  esfera  donde 
está,  estuviese  queda.  Si  no  es  que  finjamos  que 
algún  Ángel,  ó  inteligencia  anda  con  el  cometa 
trayéndole  al  derredor.  El  año  de  mil  y  quinien 
tos  y  setenta  y  siete  se  vio  aquel  maravilloso  co- 
meta, que  levantaba  una  figura  de  plumage  desde 
el  horizonte  cuasi  hasta  la  mitad  del  Cielo,  y  duró 
desde  primero  de  Noviembre  hasta  ocho  de  Di- 
ciembre. Digo  desde  primero  de  Noviembre,  por- 
que aunque  en  España  se  notó,  y  vio  á  los  nueve 
Tomo  i.  1 4 


194  lii:ro  tercero 


de  Noviembre,  según  reñeren  historias  de  aquel 
tiempo;  pero  en  el  Perú,  donde  yo  estaba  a  la  sa- 
zón, bien  me  acuerdo,  que  le  vimos,  y  notamos 
ocho  dias  antes  por  todos  ellos.  La  causa  de  esta 
diversidad  dirán  otros;  lo  que  yo  ahora  digo  es, 
que  en  estos  cuarenta  dias  que  duró,  advertimos 
todos,  así  los  que  estaban  en  Europa,  como  los 
que  estábamos  entonces  en  Indias,  que  se  movia 
cada  dia  con  el  movimiento  universal  de  oriente  á 
poniente,  como  la  Luna,  y  las  otras  Estrellas.  De 
donde  consta,  que  siendo  su  región  la  esfera  del 
aire,  el  mismo  elemento  se  movia  así.  Advertimos 
también,  que  además  de  ese  movimiento  universal 
tenia  otro  particular,  con  que  se  movia  con  los 
planetas  de  occidente  á  oriente,  porque  cada  noche 
estaba  mas  oriental,  como  lo  hace  la  Luna,  el  Sol, 
y  la  Estrella  de  Venus.  Advertimos  otrosí,  que 
con  otro  tercero  movimiento  particularísimo  se 
movia  en  el  zodiaco  hacia  el  norte;  porque  al  cabo 
de  algunas  noches  estaba  mas  conjunto  á  signos 
septentrionales.  Y  por  ventura  fué  ésta  la  causa  de 
verse  primero  este  gran  cometa  de  los  que  estaban 
mas  australes,  como  son  los  de  el  Perú.  Y  después, 
como  con  el  movimiento  tercero,  que  he  dicho,  se 
llegaba  mas  á  los  septentrionales,  le  comenzaron  á 
ver  mas  tarde  los  de  Europa;  pero  todos  pudieron 
notar  las  diferencias  de  movimientos  que  he  dicho. 
De  modo,  que  se  pudo  echar  bien  de  ver  que  lie- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  IQS 

gaba  la  impresión  de  diversos  cuerpos  celestes  á  la 
esfera  del  aire,  así  que  es  negocio  sin  duda  el  mo- 
verse el  aire  con  el  movimiento  circular  del  Cielo, 
de  oriente  á  poniente,  que  es  el  presupuesto,  ó 
fundamento.  El  segundo  no  es  menos  cierto  y  no- 
torio, es  á  saber,  que  este  movimiento  del  aire,  por 
las  partes  que  caen  debajo  de  la  equinoccial,  y  son 
propincuas  a  ella,  es  velocísimo,  y  tanto  mas,  cuan- 
to mas  se  acerca  a  la  equinoccial,  como  por  el  con- 
siguiente tanto  es  mas  remiso  y  tardío  este  movi- 
miento, cuanto  mas  se  aleja  de  la  linea,  y  se  acer- 
ca á  los  polos.  La  razón  de  esto  es  manifiesta, 
porque  siendo  la  causa  eficiente  de  este  movimien- 
to el  movimiento  del  cuerpo  celeste,  forzoso  ha  de 
ser  mas  presuroso,  donde  el  cuerpo  celeste  se 
mueve  mas  velozmente.  Y  que  en  el  Cielo  la  Tó- 
rrida tenga  mas  veloz  movimiento,  y  en  ella  la  li- 
nea mas  que  otra  parte  alguna  del  Cielo,  querer 
mostrarlo  sería  hacer  a  los  hombres  faltos  de  vista; 
pues  en  una  rueda  es  evidente,  que  la  circunferen- 
cia mayor  se  mueve  mas  velozmente  que  la  menor, 
acabando  su  vuelta  grande  en  el  mismo  espacio  de 
tiempo  que  la  menor  acaba  la  suya  chica.  De  estos 
dos  presupuestos  se  sigue  la  razón,  porque  los  que 
navegan  golfos  grandes,  navegando  de  oriente  á 
poniente,  hallan  siempre  viento  á  popa  yendo  en 
poca  altura,  y  cuanto  mas  cercanos  á  la  equi- 
noccial, tanto  mas  cierto  y  durable   es   el   vien- 


IgÓ  LIBRO    TERCERO 


to;  y  al  contrario,  navegando  de  poniente  á  orien- 
te, siempre  hallan  viento  por  proa,  y  contrario. 
Porque  el  movimiento  velocísimo  de  la  equinoc- 
cial lleva  tras  sí  al  elemento  del  aire,  como  á  los 
demás  orbes  superiores,  y  así  el  aire  sigue  siem- 
pre el  movimiento  del  dia  yendo  de  oriente  á  po- 
niente, sin  jamás  variar,  y  el  movimiento  del  aire 
veloz,  y  eficaz  lleva  también  tras  si  los  bahos,  y 
exhalaciones  que  se  levantan  de  la  mar,  y  esto 
causa  ser  en  aquellas  partes  y  región  continuo  el 
viento  de  brisa,  que  corre  de  levante.  Decia  el 
P.  Alonso  Sánchez,  que  es  un  Religioso  de  nues- 
tra Compañía,  que  anduvo  en  la  India  occidental, 
y  en  la  oriental,  como  hombre  tan  práctico,  y  tan 
ingenioso,  que  el  navegar  con  tan  continuo  y  du- 
rable tiempo  debajo  de  la  línea,  ó  cerca  de  ella, 
que  le  parecía  á  él,  que  el  mismo  aire  movido  del 
Cielo  era  el  que  llevaba  los  navios,  y  que  no  era 
aquello  viento  propiamente,  ni  exhalación,  sino  el 
propio  elemento  del  aire  movido  del  curso  diurno^ 
del  Cielo.  Traía  en  confirmación  de  esto,  que  en 
el  golfo  de  las  Damas,  y  en  esotros  grandes  golfos 
que  se  navegan  en  la  Tórrida,  es  el  tiempo  unifor- 
me, y  las  velas  van  con  igualdad  extraña,  sin  Ím- 
petu ninguno,  y  sin  que  sea  menester  mudarlas 
cuasi  en  todo  el  camino.  Y  si  no  fuera  aire  movido 
del  Cielo,  alguna  vez  faltaría,  y  algunas  se  muda- 
ría en  contrario,  y  algunas  también  fuera  tormén- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  IQ/ 

toso.  Aunque  esto  está  dicho  doctamente,  no  se 
puede  negar  que  sea  también  viento,  y  le  haya, 
pues  hay  bahos  y  exhalaciones  del  mar;  y  ve- 
mos manifiestamente  ,  que  la  misma  brisa  á  ratos 
€8  mas  fuerte,  y  á  ratos  mas  remisa,  tanto  que 
á  ratos  no  se  pueden  llevar  velas  enteras.  Háse, 
pues,  de  entender ,  y  es  así  la  verdad,  que  el 
aire  movido  lleva  tras  si  los  bahos  que  halla,  por- 
que su  fuerza  es  grande,  y  no  halla  resistencia;  y 
por  eso  es  continuo,  y  cuasi  uniforme  el  viento  de 
oriente  á  poniente  cerca  de  la  línea,  y  cuasi  en 
toda  la  Tórridazona,  que  es  el  camino  que  anda 
el  Sol  entre  los  dos  círculos  de  Cáncer  y  Capri- 
cornio. 


CAPITULO    VII 

Porqué  cmisa    se   hallan    mas    ordinarios 

vendavales  saliendo  de  la  Tórrida  á 

mas  altura. 


Quien  considerare  la  que  está  dicho,  podrá  tam- 
bién entender,  que  yendo  de  poniente  á  oriente  en 
altura  que  exceda  los  Trópicos,  es  conforme  á  ra- 
zón hallar  vendavales.  Porque  como  el  movimien- 
to de  la  equinoccial  tan  veloz  es  causa  que  debajo 
de  ella  el  aire  se  mueva,  siguiendo  su  movimiento, 
que  es  de  oriente  á  poniente,  y  que  lleve  tras  sí  de 
ordinario  los  vahos  que  la  mar  levanta;  así  al  re- 
vés los  vahos  y  exhalaciones  que  de  los  lados  de 
la  equinoccial  ó  Tórrida  se  levantan,  con  la  reper- 
cusión que  hacen  topando  en  la  corriente  de  la 
Zona,  revuelven  cuasi  en  contrario,  y  causan  los 
vendavales,  ó  suduestes  tan  experimentados  por 
esas  partes.  Así  como  vemos  que  las  corrientes  de 
las  aguas,  si  son  heridas  y  sacudidas  de  otras  mas 
recias,  vuelven  cuasi  en  contrario.  Al  mismo  modo 
parece  acaecer  en  los  bahos  y  exhalaciones  por 


DE    LA    HIST(3RIA     NATURAL     DE     1NDL\S  199 

donde  los  vientos  se  despiertan  á  unas  partes  y  á 
otras.  Estos  \-endavales  reinan  mas  ordinariamen- 
te en  mediana  altura  de  \-einte  y  siete  á  treinta  y 
siete  grados,  aunque  no  son  tan  ciertos  y  regulares 
como  las  brisas  en  poca  altura,  y  la  razón  lo  lleva; 
porque  los  venda\'ales  no  se  causan  de  movimien- 
to propio  y  uniforme  de  el  Cielo,  como  las  brisas 
cerca  de  la  linea;  pero  son,  como  he  dicho,  mas  or- 
dinarios, y  muchas  veces  furiosos  sobre  manera  y 
tormentosos.  En  pasando  á  mayor  altura,  como  de 
cuarenta  grados,  tampoco  hay  mas  certidumbre 
de  vientos  en  la  mar,  que  en  la  tierra.  Unas  veces 
son  brisas,  ó  nortes;  otras  son  vendavales,  ó  po- 
nientes; y  así  son  las  navegaciones  mas  inciertas  y 
peligrosas. 


CAPÍTULO    VIII 

De  las  excepciones  que  se  Jiallaii  en  la  regla  ya 

dicha,  y  de  los  i'ientos  y  calmas  que  hay 

en  mar  y  tierra, 


Lo  que  se  ha  dicho  de  los  vientos  que  corren  de 
ordinario  dentro  y  fuera  de  la  Tórrida,  se  ha  de 
entender  en  la  mar  en  los  golfos  grandes;  porque 
en  tierra  es  de  otra  suerte,  en  la  cual  se  hallan 
todos  ^-lentos,  por  las  grandes  desigualdades  que 
tiene  de  sierras  y  \-alles,  y  multitud  de  rios  y  la- 
gos, y  diversas  facciones  de  País,  de  donde  suben 
A'apores  gruesos  y  varios,  y  según  di^^ersos  prin- 
cipios son  movidos  á  unas  y  otras  partes  así  cau- 
san diversos  vientos,  sin  que  el  movimiento  del 
aire  causado  del  Cielo  pueda  prevalecer  tanto,  que 
siempre  los  lle^^e  tras  sí.  Y  no  solo  en  la  tierra, 
sino  también  en  las  costas  del  mar  en  la  Tórrida, 
se  hallan  estas  di\'ersidades  de  vientos  por  la  mis- 
ma causa.  Porque  hay  terrales  que  tienen  de  tie- 
rra, y  hay  mareros  que  soplan  del  mar:  de  ordi- 
nario los  de  mar  son  suaves  y  sanos,  y  los  de  tie- 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    1XDL\S  201 

rra  pesados  y  mal  sanos,  aunque  según  la  diferen- 
cia de  las  costas,  asi  es  la  di\'ersidad  que  en  esto 
hay.  Comunmente  los  terrales,  o  terrenos  soplan 
después  de  media  noche  hasta  que  el  Sol  comien- 
za á  encumbrar;  los  de  mar,  desde  que  el  Sol  \'a 
calentando  hasta  después  de  ponerse.  Por  ventura 
es  la  causa,  que  la  tierra,  como  materia  mas  grue- 
sa, humea  mas  ida  la  llama  del  Sol,  como  lo  hace 
la  leña  mal  seca,  que  en  apagándose  la  llama,  hu- 
mea mas.  La  mar,  como  tiene  mas  sutiles  partes, 
no  levanta  humos,  sino  cuando  la  están  calentan- 
do, como  la  paja,  ó  heno,  si  es  poca,  ó  no  bien 
seca,  que  levanta  humo  cuando  la  queman,  y  en 
cesando  la  llama  cesa  el  humo.  Cualquiera  que  sea 
la  causa  de  esto,  ello  es  cierto,  que  el  viento  te- 
rral prevalece  mas  con  la  noche,  y  el  de  mar,  al 
contrario,  mas  con  el  dia.  Por  el  mismo  modo, 
como  en  las  costas  hay  vientos  contrarios,  y  vio- 
lentos á  \'eces,  y  muy  tormentosos,  acaece  haber 
calmas  y  muy  grandes.  En  gran  golfo,  navegando 
debajo  de  la  línea,  dicen  hombres  muy  expertos, 
que  no  se  acuerdan  haber  visto  calmas,  sino  que 
siempre  poco  ó  mucho  se  navega,  por  causa  del 
aire  movido  del  movimiento  celeste,  que  basta 
á  llevar  el  navio,  dando,  como  da,  apopa.  Ya  dije, 
que  en  dos  mil  y  setecientas  leguas  siempre  deba- 
jo, ó  no  mas  lejos  de  diez  ó  doce  grados  de  la  li- 
nea, fué  una  na^-c  de  Lima  a  ALanila  por  Febrero  y 


202  LIBRO    TERCERO 


Aíarzo,  que  es  cuando  el  Sol  anda  mas  derecho  en- 
cima, y  en  todo  este  espacio  no  hallaron  calmas> 
sino  viento  fresco;  y  asi  en  dos  meses  hicieron  tan 
grave  \'iage.  ]\Ias  cerca  de  tierra,  en  las  costas,  6 
donde  alcanzan  los  \'apores  de  Islas,  ó  tierra  firme, 
suele  haber  muchas  y  muy  crueles  calmas  en  la 
Tórrida,  y  fuera  de  ella.  De  la  misma  manera  los 
turbiones,  y  aguaceros  repentinos,  y  torbellinos, 
y  otras  pasiones  tormentosas  del  aire,  son  mas 
ciertas  y  ordinarias  en  las  costas,  y  donde  alcan- 
zan los  bahos  de  tierra,  que  no  en  el  gran  gol- 
fo; esto  entiendo  en  la  Tórrida,  porque  fuera 
de  ella,  así  calmas,  como  turbiones,  también  se 
hallan  en  alta  mar.  Xo  deja,  con  todo  eso,  en- 
tre los  Trópicos,  y  en  la  misma  linea,  de  ha- 
ber aguaceros,  y  súbitas  lluvias  á  veces,  aun- 
que sea  muy  adentro  en  la  mar,  porque  para  eso 
bastan  las  exhalaciones  y  vapores  del  mar,  que  se 
mueven  á  veces  presurosamente  en  el  aire,  y  cau- 
san truenos  y  turbiones;  pero  esto  es  mucho  mas 
ordinario  cerca  de  tierra,  y  en  la  misma  tierra. 
Cuando  navegué  del  Perú  á  la  Nueva-España  ad- 
vertí, que  todo  el  tiempo  que  fuimos  por  la  costa 
del  Perú,  fué  el  viage,  como  siempre  suele,  fácil  y 
sereno,  por  el  viento  sur,  que  corre  allí,  y  con  él 
se  viene  á  popa  la  vuelta  de  España,  y  de  Nueva- 
España:  cuando  atravesamos  el  golfo,  como  Íba- 
mos muy  dentro  en  la  mar,  y  cuasi  debajo  de  la  li- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  203 

nca,  fué  el  tiempo  muy  apacible,  y  fresco,  y  á  popa. 
En  llegando  al  parage  de  Xicaragua,  y  por  toda 
aquella  costa,  tu\'imos  tiempos  contrarios,  y  mu- 
chos nublados  y  aguaceros,  y  A'iento  que  á  \'eces 
bramaba  horriblemente.  Y  toda  esta  nav^egacion 
fué  dentro  de  la  Zonatórrida,  porque  de  doce  gra- 
dos al  sur  que  está  Lima,  navegamos  á  diez  y  sie- 
te, que  está  Guatulco,  puerto  de  Xueva-España.  Y 
creo  que  los  que  hubieren  tenido  cuenta  en  lo  que 
han  na\xgado  dentro  de  la  Tórrida,  hallarán,  poco 
mas  ó  menos,  lo  que  está  dicho;  y  esto  baste  de 
la  razón  general  de  vientos  que  reinan  en  la  Tó- 
rridazona  por  el  mar. 


CAPÍTULO  IX 

De  algunos  efectos  maravillosos  de  vientos 
en  partes  de  Indias, 


Gran  saber  sería  explicar  por  menudo  los  efec- 
tos admirables  que  hacen  diversos  vientos  en  di- 
versas partes,  y   dar  razón    de   tales   obras.    Hay 


204  LIBRO   tercb:ro 


vientos  que  naturalmente  enturbian  el  agua  de  la 
mar,  y  la  ponen  verdinegra;  otros  la  ponen  clara 
como  un  espejo.  Unos  alegran  de  suyo  y  recrean, 
otros  entristecen  y  ahogan.  Los  que  crian  gusanos 
de  seda  tienen  gran  cuenta  con  cerrar  las  \'enta- 
nas  cuando  corren  esos  A'enda\'ales;  y  cuando  co- 
rren los  contrarios,  las  abren;  y  por  cierta  expe- 
riencia hallan,  que  con  los  unos  se  les  muere  su 
ganado,  ó  desmedra,  con  los  otros  se  mejora,  y 
engorda.  Y  aun  en  sí  mismo  lo  probará  el  que  ad- 
virtiere en  ello,  que  hacen  notables  impresiones  y 
mudanzas  en  la  disposición  del  cuerpo  las  varie- 
dades de  vientos  que  andan,  mayormente  en  las 
partes  afectas  o  indispuestas,  y  tanto  mas,  cuanto 
son  delicadas.  La  Escritura  (l)  llama  á  un  viento, 
abrasador;  y  á  otro  le  llama,  \'icnto  de  rocío  sua- 
ve. Y  no  es  mara\'illa,  que  en  las  yerbas,  y  en  los 
animales,  y  hombres  se  sientan  tan  notables  efec- 
tos del  viento,  pues  en  el  mismo  hierro,  que  es  el 
mas  duro  de  los  metales,  se  sienten  A'isiblementc. 
En  diversas  partes  de  Indias  vi  rejas  de  hierro  mo- 
lidas y  deshechas,  y  que  apretando  el  hierro  entre 
los  dedos  se  desmenuzaba,  como  si  fuera  heno  ó 
paja  seca;  y  todo  esto  causado  de  solo  el  viento, 
que  todo  lo  gastabay  corrompia  sin  remedio.  Pero 
dejando  otros  efectos  grandes  y  maravillosos,  so- 


(i)     Exo,1.  lo.  p.    14.  Job  27.  Jon.  4.  Ose.  13.  Dan.  3. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  20$ 

lamente  quiero  referir  dos:  uno,  que  con  dar  an- 
gustias mas  que  de  muerte,  no  daña:  otro,  que  sin 
sentirse  corta  la  vida.  El  marearse  los  hombres  que 
comienzan  á  navegar,  es  cosa  muy  ordinaria;  y  si 
como  lo  es  tanto  y  tan  sabido  su  poco  daño,  no  se 
supiera,  pensaran  los  hombres  que  era  aquél  el  mal 
de  muerte,  según  corta,  congoja,  y  aflige  el  tiem- 
po que  dura,  con  fuertes  bascas  de  estómago,  y 
dolor  de  cabeza,  y  otros  mil  accidentes  molestos. 
Este  tan  conocido  y  usado  efecto  hace  en  los  hom- 
bres la  novedad  del  aire  de  la  mar,  porque  aun- 
que es  así  que  el  movimiento  del  navio,  y  sus  vai- 
venes hacen  mucho  al  caso  para  marearse  más  ó 
m_enos,  y  asípnismo  la  infección  y  mal  olor  de  co- 
sas de  naves;  pero  la  propia  y  radical  causa  es  el 
aire  y  bahos  del  mar,  lo  cual  extraña  tanto  el  cuer- 
po y  el  estómago  que  no  está  hecho  á  ello,  que  se 
altera  y  congoja  terriblemente,  porque  el  aire  en 
fin  es  con  el  que  vivimos  y  respiramos,  y  le  mete- 
mos en  las  mismas  entrañas,  y  las  bañamos  con  él. 
Y  así  no  hay  cosa  que  mas  presto,  ni  mas  podero- 
samente altere,  que  la  mudanza  del  aire  que  respi- 
ramos, como  se  ve  en  los  que  mueren  de  peste.  Y 
que  sea  el  aire  de  la  mar  el  principal  movedor  de 
aquella  extraña  indisposición  y  náusea,  pruéba- 
se con  muchas  experiencias.  Una  es,  que  corrien- 
do cierto  aire  de  la  mar  fuerte,  acaece  marear- 
se los  que  están  en  tierra,  como  á  mí  me  ha  acae- 


206  LIBRO    TERCERO 


cido   á    veces.    Otra,    que   cuanto  mas  se    entra 
en  mar,    y  se  apartan    de  tierra,    mas  se  marean. 
Otra,  que  yendo  cubiertos  de  alguna  Isla,  en   em- 
bocando  aire   de    gruesa    mar,    se   siente  mucho 
mas  aquel  accidente:  aunque  no  se  niega,    que    el 
movimiento    y   agitación    t  ambien    causa    marea- 
miento,  pues  \'emos  que  hay  hombres  que   pasan- 
do rios  en  barcas,  se  marean,  y  otros    que  sienten 
lo  mismo  andando  en  carros,  ó  coches,  según   son 
las  diversas  complexiones  de  estómago:   como   al 
contrario  hay  otros,  que  por   gruesas  mares  que 
haga,  no  saben  jamás  qué  es  marearse.  Pero  en  fin, 
llano  y  averiguado  negocio  es,  que   el  aire   de  la 
mar  causa  de  ordinario  ese  efecto    en  los   que  de 
nuevo  entran  en  ella.  He  querido  decir  todo  esto 
para  declarar  un  efecto  extraño  que  hace  en  cier- 
tas tierras  de  Indias  el  aire  ó  viento  que  corre,  que 
es  marearse  los  hombres   con  él,  no    menos,  sino 
mucho  mas  que  en  la  mar.  Algunos  lo  tienen  por 
fábula,  y  otros  dicen  que  es  encarecimiento    esto: 
yo  diré  lo  que  pasó  por  mí.  Hay  en   el  Perú  una 
sierra  altísima,    que  llaman   Pariacaca;    yo   habia 
oído  decir  esta  mudanza  que  causaba,  y   iba  pre- 
parado lo  mejor  que  pude,  conforme  á  los  docu- 
mentos que  dan  allá  los  que   llaman  Vaquianos  ó 
prácticos;  y  con  toda  mi  preparación,  cuando  subí 
las  escaleras,  que  llaman,  que   es  lo   mas  alto  de 
aquella  sierra,  cuasi  súbito  me  dio  una  congoja  tan 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE     INDL\S         20/ 

mortal,  que  estuve  con  pensamientos  de  arro- 
jarme de  la  cabalgadura  en  el  suelo;  y  porque 
aunque  íbamos  muchos,  cada  uno  apresuraba  e\ 
paso,  sin  aguardar  compañero,  por  salir  presto  de 
aquel  mal  parage,  solo  me  hallé  con  un  Indio,  al 
cual  le  rogué  me  ayudase  á  tener  en  la  bestia.  Y 
con  esto  luego  tantas  arcadas  y  vómitos,  que  pen- 
sé dar  el  alma,  porque  tras  la  comida  y  flemas, 
cólera  y  mas  cólera,  y  una  amarilla,  y  otra  ^'erde, 
llegué  á  echar  sangre,  de  la  violencia  que  el  estó- 
mago sentía.  Finalmente  digo,  que  si  aquello  dura- 
ra, entendiera  ser  cierto  el  morir,  mas  no  duró 
sino  obra  de  tres  ó  cuatro  horas,  hasta  que  baja- 
mos bien  abajo,  y  llegamos  a  temple  mas  con\'e- 
niente,  donde  todos  los  compañeros,  que  serian  ca- 
torce ó  quince,  estaban  muy  fatigados,  algunos  ca- 
minando pedian  confesión,  pensando  realmente 
morir.  Otros  se  apeaban,  y  de  vómitos  y  cámaras 
estaban  perdidos:  á  algunos  me  dijeron,  que  les  ha- 
bia  sucedido  acabar  la  vida  de  aquel  accidente. 
Otro  vi  yo,  que  se  echaba  en  el  suelo,  y  daba  gri- 
tos del  rabioso  dolor  que  le  había  causado  la  pa- 
sada de  Pariacaca.  Pero  lo  ordinario  es  no  hacer 
daño  de  importancia,  sino  aquel  fastidio  y  disgus- 
to penoso  que  da  mientras  dura.  Y  no  es  solamen- 
te aquel  paso  de  la  sierra  Pariacaca  el  que  hace 
este  efecto,  sino  toda  aquella  cordillera,  que  corre 
á  la  larga  mas  de  quinientas  leguas,  y   por  donde 


208  LIBRO    TERCERO 


quiera  que  se  pase,  se  siente  aquella  extraña  des- 
templaza,  aunque  en  unas  partes  mas  que  en  otras, 
y  mucho  mas  a  los  que  suben  de  la  costa  de  la  mar 
á  la  sierra,  que  no  en  los  que  vuelven  de  la  sierra 
á  los  llanos.  Yo  la  pasé  fuera  de  Pariacaca,  tam- 
bién por  los  Lucanas  y  Soras,  y  en  otra  parte  por 
los  Collaguas,  y  en  otra  por  los  Cabanas;  finalmen- 
te, por  cuatro  partes  diferentes  en  diversas  idas  y 
venidas,  y  siempre  en  aquel  parage  sentí  la  altera- 
ción y  marcamiento,  que  he  dicho,  aunque  en  nin- 
guna tanto  como  en  la  primera  vez  de  Pariacaca.  La 
misma  experiencia  tienen  los  demás  que  la  han  pro- 
bado. Que  la  causa  de  esta  destemplanza  y  altera- 
ción tan  extraña  sea  el  viento  ó  aire  que  allí  reina, 
no  hay  duda  ninguna,  porque  todo  el  remedio  (y  lo 
es  muy  grande)  que  hallan  es,  en  taparse  cuanto 
pueden  oídos,  y  narices,  y  boca,  y  abrigarse  de 
ropa  especialmente  el  estómago.  Porque  el  aire  es 
tan  sutil  y  penetrativo,  que  pasa  las  entrañas;  y  no 
solo  los  hombres  sienten  aquella  congoja,  pero 
también  las  bestias,  que  a  ^^eces  se  encalman  de 
suerte,  que  no  hay  espuelas  que  ba\sten  á  mover- 
las. Tengo  para  mi,  que  aquel  parage  es  uno  de 
los  lugares  de  la  tierra  que  hay  en  el  mundo  mas 
alto;  porque  es  cosa  inmensa  lo  que  se  sube,  que 
á  mi  parecer  los  puertos  nevados  de  España,  y 
los  Pirineos  y  Alpes  de  Italra,  son  como  casas  or- 
dinarias respecto  de  torres  altas;  y  así  me  persua- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  20g 


do  que  el  elemento  de  el  aire  está  allí   tan  sutil  y 
delicado,  que  no  se  proporciona  á  la   respiración 
humana,  que  le  requiere  mas  grueso   y  mas  tem- 
plado; y  esa  creo  es  la  causa  de  alterar  tan  fuerte- 
mente el  estómago,  y  descomponer  todo  el  sugeto. 
Los  puertos  nevados,  ó  sierras   de  Europa,  que 
yo  he  visto,  bien  que  tienen  aire  frió,  que  da  pena, 
y  obliga  á  abrigarse  muy  bien;   pero   ese    frió  no 
quita  la  gana  del  comer,  antes  ja  provoca;  ni  cau- 
sa vómitos,  ni  arcadas  en  el  estómago,  sino   dolor 
en  los   pies,  ó  manos;   finalmente,    es  exterior   su 
operación;  mas  el  de  Indias,  que  digo,  sin  dar  pena 
á  manos,  ni  pies,  ni   parte  exterior,  revuelve   las 
entrañas.  Y  lo  que  es  mas  de  admirar,  acaece  ha- 
ber muy  gentiles  soles,  y  calor  en  el  mismo  para- 
ge;  por  donde  me  persuado,  que  el  daño  se  recibe 
de  la  cualidad  del    aire   que    se    aspira   y  respira, 
por  ser  sutilísimo  y  delicadísimo,  y  su  frió  no  tan 
sensible,  como  penetrativo.  De  ordinario   es   des- 
poblada aquella  cordillera,  sin  pueblos,  ni    habita- 
ción humana,  que  aun  para  los   pasageros   apenas 
hay  tambos,  ó  chozas  donde  guarecerse  de  noche . 
Tampoco  se  crian  animales  buenos,  ni  malos,  sino 
son  vicuñas,  cuya  propiedad  es  extraña,  como  se 
dirá  en  su  lugar.  Está  muchas  veces  la  yerba  que- 
mada y  negra  del  aire  que  digo.    Dura  el   despo- 
blado de  veinte  á  treinta  leguas  de  traviesa,  y  en 
largo,  como   he    dicho,  corre  mas   de   quinientas. 
Tomo  i.  1 5 


2IO  LIBRO    TERCERO 


Hay  otros  despoblados,  ó  desiertos,  ó  páramos, 
que  lla-niQ  ea  el  Perú  Punas,  porque  vengamos  á 
lo  segundo  que  prometimos,  donde  la  cualidad  del 
aire  sin  sentir  corta  los  cuerpos  y  vidas  humanas. 
En  tiempos  pasados  caminaban  los  Españoles  del 
Perú  al  Reino  de  Chile  por  la  sierra,  ahora  se  va 
de  ordinario  por  mar,  y  algunas  \'eces  por  la  cos- 
ta, que  aunque  es  trabajoso  y  molestísimo  camino, 
no  tiene  el  peligro  que  el  otro  camino  de  la  sierra, 
en  el  cual  hay  unas  llanadas,  donde  al  pasar  pere- 
cieron muchos  hombres,  y  otros  escaparon  con 
gran  ventura;  pero  algunos  de  ellos  mancos,  ó  li- 
siados. Da  allí  un  airecillo  no  recio,  y  penetra  de 
suerte,  que  caen  muertos  cuasi  sin  sentirlo,  ó  se  les 
caen  cortados  de  los  pies  y  manos  dedos,  que  es 
cosa  que  parece  fabulosa,  y  no  lo  es,  sino  verda- 
dera historia.  Yo  conocí,  y  traté  mucho  al  General 
Gerónimo  Costilla,  antiguo  poblador  del  Cuzco,  al 
cual  le  faltaban  tres  ó  cuatro  dedos  de  los  pies, 
que  pasando  por  aquel  despoblado  á  Chile,  se  le 
cayeron,  porque  penetrados  de  aquel  airecillo, 
cuando  los  fué  á  mirar,  estaban  muertos,  y  como 
se  cae  una  manzana  anublada  del  árbol,  se  cayeron 
ellos  mismos,  sin  dar  dolor,  ni  pesadumbre.  Refe- 
ria el  sobredicho  Capitán,  que  de  un  buen  ejérci- 
to, que  habia  pasado  los  años  antes,  después  de 
descubierto  aquel  Reino  por  Almagro,  gran  parte 
habia  quedado  allí  muerta,  y  que  vio  los  cuerpos 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  211 

tendidos  por  allí,  y  sin  ningún  olor  malo,  ni  co- 
rrupción. Y  aun  anadia  otra  cosa  extraña,  que  ha- 
llaron vivo  un  muchacho,  y  preguntado  cómo  ha- 
bla vivido,  dijo,  que  escondiéndose  en  no  sé  qué 
chocilla,  de  donde  salia  á  cortar  con  un  cuchillejo 
de  la  carne  de  un  rocín  muerto,  y  así  se  habia  sus- 
tentado largo  tiempo;  y  que  no  sé  cuantos  compa- 
ñeros que  se  mantenían  de  aquella  suerte,  ya  se  ha- 
bían acabado  todos,  cayéndose  un  día  uno,  y  otro 
día  otro  amortecidos,  y  que  él  no  quería  ya,  sino 
acabar  allí  como  los  demás,  porque  no  sentía  en  sí 
disposición  para  ir  á  parte  ninguna,  ni  gustar  de 
nada.  La  misma  relación  oí  á  otros,  y  entre  ellos,  á 
uno  que  era  de  la  Compañía,  y  siendo  seglar  habia 
pasado  por  allí.  Cosa  maravillosa  es  la  cualidad  de 
aquel  aire  frío,  para  matar,  y  juntamente  para 
conservar  los  cuerpos  muertos  sin  corrupción.  Lo 
mismo  me  refirió  un  Religioso  grave.  Dominico, 
y  Prelado  de  su  Orden,  que  lo  habia  él  visto,  pa- 
sando por  aquellos  despoblados;  y  aun  me  contó, 
que  siéndole  forzoso  hacer  noche  allí  para  ampa- 
rarse del  vientecillo,  que  digo  que  corre  en  aquel 
parage  tan  mortal,  no  hallando  otra  cosa  á  manos, 
juntó  cantidad  de  aquellos  cuerpos  muertos  que 
habia  al  derredor,  é  hizo  de  ellos  una  como  pare- 
dilla  por  cabecera  de  su  cama;  y  así  durmió,  dán- 
dole la  vida  los  muertos.  Sin  duda  es  un  género 
de  frío  aquél,  tan  penetrativo,  que  apaga  el   calor 


212  LIBRO    TERCERO 


vital,  y  corta  su  influencia;  y  por  ser  juntamente 
sequísimo,  no  corrompe,  ni  pudre  los  cuerpos 
muertos,  porque  la  corrupción  procede  de  calor  y 
humedad.  Cuanto  á  otro  género  de  aire,  que  se 
siente  sonar  debajo  de  la  tierra,  y  causa  temblo- 
res y  terremotos,  mas  en  Indias  que  en  otras  par- 
tes, decirse  ha  cuando  se  trate  de  las  cualidades 
de  la  tierra  de  Indias.  Por  ahora  contentarnos  he- 
mos con  lo  dicho  de  los  vientos  y  aires,  y  pasare- 
mos á  lo  que  se  ofrece  considerar  del  agua. 


CAPITULO  X 

Del  Océano  i  que  rodea  las  Indias^  y  de  la  mar 
del  norte,  y  del  sur. 


En  materia  de  aguas,  el  principado  tiene  el  gran 
mar  Océano,  por  el  cual  se  descubrieron  las  Indias, 
y  todas  sus  tierras  están  rodeadas  de  él;  porque  ó 
son  Islas  del  mar  Océano,  ó  tierra  firme,  que  tam- 
bién por  donde  quiera  que   fenece  y  se  acaba,  se 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL   DE    INDIAS  213 

parte  con  el  mismo  Océano.  No  se  há  hasta  ahora 
en  el  nuevo  orbe  descubierto   mar  Mediterráneo, 
como  le  tienen  Europa,  Asia  y  África,  en  las  cua- 
les entran  unos  brazos  de   aquel   inmenso    mar,   y 
hacen  mares  distintos,  tomando   los   nombres    de 
las  provincias  y  tierras  que  bañan;  y  cuasi    todos 
-estos  mares  Mediterráneos  se  continúan  entre  sí,  y 
al  cabo  con  el  mismo  Océano  en   el  Estrecho     de 
Gibraltar,  que  los  Antiguos  nombraron  Columnas 
de  Hércules.  Aunque  el  mar  Rojo  desasido  de  es- 
otros Mediterráneos  por  sí  se  entra  en    el  Océano 
Indico,  y  el  mar  Caspio  con  ninguno  se  junta.  Mas 
en  Indias,  como  digo,  ningún  otro  mar  se  halla  sino 
el  Océano,  y  éste  dividen  en  dos:  uno,  que  llaman 
mar  del  norte:  otro,  mar  del  sur.  Porque  la  tierra 
de  Indias  occidentales,  que  fue  descubierta  por  el 
Océano  que  llega  á  España,  toda  está  puesta   al 
norte,  y  por  esa  tierra  vinieron  á  descubrir  mar  de 
la  otra  parte  de  ella,  la  cual  llamaron  del  sur,  por- 
que por  ella  bajaron  hasta  pasar  la  linea,  y  perdi- 
do el  norte,  ó  polo  Ártico,   descubrieron   el    polo 
Antartico,  que  llaman  sur.  Y  de  ahí  quedó  nom- 
brar mar  del  sur  todo  aquel  Océano,  que  está    de 
la  otra  parte  de  las  Indias  occidentales,  aunque  sea 
grandísima  parte  de  él  puesta  al  norte,  como  lo  está 
toda  la  costa  de  la    Nueva-España,    y  de   Nicara- 
gua, y  de  Guatemala,  y  de  Panamá.  El  primer  des- 
cubridor de  este  mar  del  sur,  dicen,  haber  sido  un 


214  LIBRO    TERCERO 


Blasco  Nuñez  de  Balboa;  descubrióse  por  lo  que 
ahora  llaman  llerra-firme,  en  donde  se  estrecha 
Ja  tierra  lo  sumo,  y  los  dos  mares  se  allegan  tanto 
uno  al  otro,  que  no  distan  mas  de  siete  leguas,, 
porque  aunque  se  andan  diez  y  ocho  de  Nombre 
de  Dios  á  Panamá,  es  rodeando,  y  buscando  la 
comodidad  del  camino;  mas  tirando  por  recta  li~ 
nea,  no  dista  mas  de  lo  dicho  un  mar  de  el  otro. 
Han  platicado  algunos  de  romper  este  camino  de 
siete  leguas,  y  juntar  el  un  mar  con  el  otro,  para 
hacer  cómodo  el  pasage  al  Perú,  en  el  cual  dan 
mas  costa,  y  trabajo  diez  y  ocho  leguas  de  tierra, 
que  hay  entre  Nombre  de  Dios  y  Panamá,  que  dos 
mil  y  trescientas  que  hay  de  mar.  A  esta  plática 
no  falta  quien  diga,  que  sería  anegar  la  tierra;  por- 
que quieren  decir,  que  el  un  mar  está  mas  bajo 
que  el  otro,  como  en  tiempos  pasados  se  halla  por 
las  historias  haberse  dejado  de  continuar  por  la 
misma  consideración  el  mar  Rojo  con  el  Nilo, 
en  tiempo  del  Rey  Sesostris,  y  después  del  Im- 
perio Otomano  (l).  Mas  para  mí  tengo  por  co- 
sa vana  tal  pretensión,  aunque  no  hubiese  el  in- 
conveniente que  dicen ,  el  cual  yo  no  tengo 
por  cierto;  pero  eslo  para  mí,  que  ningún  poder 
humano  bastará  á  derribar  el  monte  Tortísimo  é 
impenetrable  que  Dios  puso  entre  los  dos  mares, 


(i)      Hérodotus.  Jovius. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  21  5 


(1 3  montes  y  peñas  durísimas,  que  bastan  á  susten- 
t  ir  la  furia  de  ambos  mares.  Y  cuando  fuese  á 
liombres  posible,  sería  á  mi  parecer  muy  justo  te- 
ner del  castigo  del  Cielo,  querer  enmendar  las 
obras  que  el  Hacedor,  con  sumo  acuerdo  y  provi- 
dencia, ordenó  en  la  fábrica  de  este  universo.  Ce- 
sando, pues,  de  este  cuidado  de  abrir  la  tierra  y 
unir  los  mares,  hubo  otro  menos  temerario;  pero 
bien  difícil  y  peligroso  de  inquirir,  si  estos  dos 
grandes  abismos  se  juntaban  en  alguna  parte  del 
mundo.  Y  ésta  fué  la  empresa  de  Fernando  Ma- 
gallanes, Caballero  Portugués,  cuya  osadía  y 
constancia  grande  en  inquirir  este  secreto,  y  no 
menos  feliz  suceso  en  hallarle,  con  eterna  memo- 
ria puso  nombre  al  Estrecho,  que  con  razón  por 
su  inventor  se  llama  de  Magallanes:  de  el  cual, 
como  de  una  de  las  grandes  maravillas  del  mun- 
do, trataremos  un  poco.  El  Estrecho,  pues,  que  en 
la  mar  del  sur  halló  Magallanes,  creyeron  algunos, 
ó  que  no  lo  habia,  ó  se  habia  ya  cerrado,  como 
Don  Alonso  de  Ercilla  escribe  en  su  Araucana;  y 
hoy  dia  hay  quien  diga  que  no  hay  tal  Estrecho, 
sino  que  son  Islas  entre  la  mar,  porque  lo  que  es 
tierra  firme,  se  acaba  allí,  y  el  resto  es  todo  Islas, 
y  al  cabo  de  ellas  se  junta  el  un  mar  con  el  otro 
amplísimamente,  ó  por  mejor  decirse,  es  todo  un 
mismo  mar.  Pero  de  cierto  consta  haber  el  Estre- 
cho, y  tierra  larguísima  á  la  una  b?.nda  y  á  la  otra, 


2l6 


LIBRO    TERCERO 


aunque  la  que  está  de  la  otra  parte  del  Estrecho  al 
sur  no  se  sabe  hasta  dónde  llegue.  Después  de  Ma- 
gallanes, pasó  el  Estrecho  un  navio  del  Obispo  de 
Plasencia  D.  Gutierre  Carvajal,  cuyo  mástil  dicen, 
que  está  en  Lima  á  la  entrada  de  Palacio.  De  la 
banda  del  sur  se  fué  después  á  descubrir  por  orden 
de  Don  Garcia  de  Mendoza,  que  entonces  tenia  el 
gobierno  de  Chile;  y  así  le  halló  y  pasó  el  Capitán 
Ladrillero,  cuya  relación  notable  yo  leí,  aunque 
dice  no  haberse  atrevido  á  desembocar  el  Estre- 
cho, sino  que  habiendo  ya  reconocido  la  mar  del 
norte,  dio  la  vuelta  por  la  aspereza  del  tiempo, 
que  era  ya  entrado  el  invierno;  y  venían,  según 
dice,  las  olas  del  norte  furiosas,  y  las  mares  hechas 
todas  espuma  de  bravas.  En  nuestros  dias  pasó  el 
propio  Estrecho  Francisco  Drac,  Inglés  corsario: 
después  le  pasó  el  Capitán  Sarmiento  por  la  banda 
del  sur;  y  ahora  últimamente,  en  este  año  pasado 
de  ochenta  y  siete,  con  la  instrucción  que  dio 
Drac,  le  han  pasado  otros  corsarios  Ingleses,  que 
al  presente  andan  en  la  costa  del  Perú.  Y  porque 
me  parece  notable  la  relación  que  yo  tuve  del 
Piloto  mayor,  que  le  pasó,  la  pondré  aquí. 


CAPITULO  XI 

Del  Estrecho  de  Magallanes,  como  se  pasó 
por  la  banda  del  sur. 


Año  de  mil  y  quinientos  y  setenta  y  nueve,  ha- 
biendo Francisco  Drac  pasado  el  Estrecho  de  Ma- 
gallanes, y  corrido  la  costa  de  Chile,  y  de  todo  el 
Perú,  y  robado  el  navio  de  San  Juan  de  Antona, 
donde  iba  gran  suma  de  barras  de  plata,  el  Virey 
D.  Francisco  de  Toledo  armó  y  envió  dos  navios 
buenos,  para  que  reconociesen  el  Estrecho,  yendo 
por  Capitán  Pedro  Sarmiento,  hombre  docto  en  As- 
trología.  Salieron  del  Callao  de  Lima  por  principio 
de  Octubre;  y  porque  aquella  costa  tiene  viento  con- 
trario, que  corre  siempre  del  sur,  hiciéronse  mu- 
cho á  la  mar,  y  con  muy  próspero  viage,  en  poco 
mas  de  treinta  dias  se  pusieron  en  el  parage  dei 
Estrecho.  Pero  porque  es  dificultoso  de  reconocer, 
para  este  efecto  llegándose  á  tierra  entraron  en  una 
ensenada  grande,  donde  hay  un  Archipiélago  deis- 
las.  Sarmiento  porfiaba  qus  allí  era  el  Estrecho,  y 
tardó  mas  de  un  mes  en  buscarle  por  diversas  calas 


2l8  LIBRO   TERCERO 


y  caletas,  y  subiendo  sobre  cerros  altos  de  tierra. 
Viendo  que  no  le  [hallaban,  á  requerimiento  que 
los  del  armada  le  hicieron,  en  fin  volvió  á  salir  á 
la  mar,  y  hízose  á  lo  largo.  El  mismo  dia  les  dio 
un  temporal  recio,  con  el  cual  corrieron,  y  á  pri- 
ma noche  vieron  el  farol  de  la  Capitana,  y  luega 
desapareció,  que  nunca  mas  la  vio  la  otra  nave. 
El  dia  siguiente,  durando  la  furia  del  viento,  que 
era  travesía,  los  de  la  Capitana  vieron  una  abra 
que  hacía  la  tierra,  y  parecióles  recogerse  allí,  y 
abrigarse  hasta  que  el  temporal  pasase.  Sucedió 
que  reconocida  la  abra,  vieron  que  iba  entrando- 
mas  y  mas  en  tierra,  y  sospc.-hando  que  fuese  el 
Estrecho  que  buscaban,  tomando  el  Sol  halláron- 
c::  en  cincuenta  y  un  grados  y  medio,  que  es  la 
I-  ropia  altura  del  Estrecho.  Y  para  certificarse  más 
echaron  el  bergantin,  el  cual  habiendo  corrido 
muchas  leguas  por  aquel  brazo  de  mar  adentro, 
sin  ver  fin  de  él,  acabaron  de  persuadirse  que  allí 
era  el  Estrecho.  Y  porque  tenian  orden  de  pasar- 
le, dejaron  una  Cruz  alta  puesta  allí,  y  letra  abajo 
para  que  el  otro  navio,  si  aportase  allí,  supiese  de 
la  Capitana,  y  la  siguiese.  Pasaron,  pues,  con  buen 
tiempo  y  sin  dificultad  el  Estrecho,  y  salidos  á  la 
mar  del  Norte  fueron  á  no  sé  qué  Isla,  donde  hi- 
cieron aguada,  y  se  reformaron,  y  de  allí  tomaron 
su  derrota  á  Caboverde,  de  donde  el  Piloto  mayor 
volvió  al  Perú  por  la  via  de  Cartagena  y  Panamá> 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS         219 

y  trajo  al  Virrey  la  relación  del  Estrecho,  y  de 
todo  lo  sucedido,  y  fué  remunerado  conforme  al 
buen  servicio  que  habia  hecho.  Mas  el  Capitán  Pe- 
dro Sarmiento,  de  Caboverde  pasó  á  Sevilla  en  el 
navio  que  habia  pasado  el  Estrecho,  y  fué  á  la 
Corte,  donde  su  Magestad  le  hizo  mucha  merced; 
y  á  su  instancia  mandó  armar  una  gruesa  armada, 
que  envió  con  Diego  Flores  de  Valdés,  para  po- 
blar y  fortificar  el  Estrecho;  aunque  con  varios 
sucesos  la  dicha  armada  tuvo  mucha  costa,  y  poco 
efecto.  Volviendo  ahora  á  la  otra  nave  Almiranta 
que  iba  en  compañía  de  la  Capitana,  habiéndose 
perdido  de  ella  con  aquel  temporal  que  dije,  pro- 
curó hacerse  á  la  mar  lo  mas  que  pudo:  mas  come» 
el  viento  era  travesía,  y  forzoso,  entendió  de  cier- 
to perecer,  y  así  se  confesaron  y  aparejaron  para 
morir  todos.  Duróles  el  temporal  sin  aflojar  tres 
dias,  de  los  cuales,  pensando  dar  en  tierra  cada 
hora,  fué  al  revés,  que  siempre  veían  írseles  des- 
viando mas  la  tierra,  hasta  que  al  cabo  del  tercero 
dia,  aplacando  la  tormenta,  tomando  el  Sol  se  ha- 
llaron en  cincuenta  y  seis  grados,  y  viendo  que  no 
hablan  dado  al  través,  antes  se  hallaban  mas  lejos 
de  la  tierra,  quedaron  admirados:  de  donde  infiric:* 
ron  (como  Hernando  Lamero,  Piloto  de  la  dicha 
nave,  me  lo  contó),  que  la  tierra  que  está  de  la 
otra  parte  del  Estrecho,  como  vamos  por  el  mar 
del  sur,  no  corria  por  el  mismo  rumbo   que  hasta 


220  LIBRO     TERCERO 


el  Estrecho,  sino  que  hacia  vuelta  hacia  levante, 
pues  de  otra  suerte  no  fuera  posible  dejar  de  za- 
bordar en  ella  con  la  travesía  que  corrió  tanto 
tiempo.  Pero  no  pasaron  mas  adelante,  ni  supieron 
si  se  acababa  allí  la  tierra  (como  algunos  quieren 
decir  que  es  Isla  lo  que  hay  pasado  el  Estrecho,  y 
que  se  juntan  allí  los  dos  mares  de  norte  y  sur),  ó 
si  iba  corriendo  la  vuelta  de  el  leste  hasta  juntar^ 
se  con  la  tierra  de  Vista  que  llaman,  que  respon- 
de al  cabo  de  Buena-Esperanza,  como  es  opinión 
de  otros.  La  verdad  de  esto  no  está  averiguada 
hoy  dia,  ni  se  halla  quien  haya  rodeado  aquella 
tierra.  El  Virey  D.  Martin  Enriquez  me  dijo  á  mí, 
que  tenia  por  invención  del  corsario  Inglés  la  fama 
que  se  había  echado,  de  que  el  Estrecho  hacía 
luego  Isla,  y  se  juntaban  ambos  mares;  porque  él, 
siendo  Virey  de  la  Nueva-España,  habia  examina- 
do con  diligencia  al  Piloto  Portugués  que  allí  dejó 
Francisco  Drac,  y  jamás  tal  entendió  de  él,  sino 
que  era  verdadero  Estrecho,  y  tierra  firme  de  am- 
bas partes.  Dando,  pues,  vuelta  la  dicha  nave  Al- 
miranta,  reconocieron  el  Estrecho,  según  el  dicho 
Hernando  Lamero  me  refirió;  pero  por  otra  boca 
ó  entrada  que  hace  en  mas  altura,  por  causa  de 
cierta  Isla  grande  que  está  á  la  boca  del  Estrecho, 
que  llaman  la  Campana,  por  la  hechura  que  tiene; 
y  él  quiso,  según  decia,  pasarle,  y  el  Almirante  y 
soldados  no  lo  consintieron,  pareciéndoles  que  era 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS         221 

ya  muy  entrado  el  tiempo,  y  que  corrían  mucho 
peligro;  y  así  se  volvieron  á  Chile  y  al  Perú  sin  ha- 
berle pasado. 


CAPITULO    XII 

Del  Estrecho  que  algunos  afirman  haber  en   la 
Florida. 


Como  Magallanes  halló  aquel  Estrecho,  que  está 
al  sur,  así  han  otros  pretendido  descubrir  otro  Es- 
trecho, que  dicen  haber  al  norte,  el  cual  fabrican 
en  la  tierra  de  la  Florida,  la  cual  corre  tanto,  que 
no  se  sabe  su  término.  El  Adelantado  Pedro  Me- 
lendez,  hombre  tan  práctico  y  excelente  en  la  mar, 
afirmaba  ser  cosa  cierta  el  haber  Estrecho;  y  que 
el  Rey  le  habia  mandado  descubrirle,  de  lo  cual 
mostraba  grandísima  gana.  Traia  razones  para  pro- 
bar su  opinión,  porque  decia,  que  se  hablan  visto 
en  la  mar  del  norte  pedazos  de  navios  que  usan  los 
Chinos,  lo  cual  no  fuera  posible,  si  no  hubiera  paso 


222  LIBRO    TERCERO 

de  la  una  mar  á  la  otra.  ítem,  referia,  que  en  cier- 
ta bahía  grande  que  hay  en  la  Florida,  y  entra  tres- 
cientas leguas  la  tierra  adentro,  se  veían  ballenas 
á  ciertos  tiempos,  que  venian  del  otro  mar:  otros 
indicios  también  refería,  concluyendo  finalmente, 
que  á  la  sabiduría  del  Hacedor,  y  buen  orden  de 
naturaleza  pertenecía,  que  como  habia  comunica- 
ción, y  paso  entre  los  dos  mares  al  polo  Antarti- 
co, así  también  la  hubiese  al  polo  Ártico,  que  es 
mas  principal.  Este  Estrecho,  dicen  algunos,  que 
tuvo  de  él  noticia  aquel  gran  corsario  Drac;  y  que 
así  lo  significó  él  cuando  pasó  la  costa  de  Nueva- 
España  por  la  mar  del  sur,  y  aun  se  piensan  que 
hayan  entrado  por  él  los  corsarios  Ingleses,  que 
este  año  pasado  de  mil  quinientos  ochenta  y  siete 
robaron  un  navio,  que  venía  de  las  Filipinas  con 
gran  cantidad  de  oro  y  otras  riquezas,  la  cual  presa 
hicieron  junto  á  las  Californias,  que  siempre  reco- 
nocen las  naves  que  vuelven  á  la  Nueva-España  de 
las  Filipinas  y  de  la  China.  Según  es  la  osadía  de 
los  hombres,  y  el  ansia  de  hallar  nuevos  modos  de 
acrecentarse,  yo  aseguro  que  antes  de  muchos 
años  se  sepa  también  este  secreto,  que  es  cierto 
cosa  digna  de  admiración,  que  como  las  hormi 
guillas  tras  el  rastro,  y  noticia  de  las  cosas  nuevas, 
no  paran  hasta  dar  con  lo  dulce  de  la  codicia  y 
gloria  humana.  Y  la  alta  y  eterna  sabiduría  del 
Criador  usa  de  esta  natural  curiosidad  de  los  hom- 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE     INDIAS         223 

bres  para  comunicar  la  luz  de  su  Santo  Evangelio 
á  gentes,  que  todavia  viven  en  las  tinieblas  obscu- 
ras de  sus  errores.  Mas  en  fin,  hasta  ahora  el  Es- 
trecho del  polo  xA.rtico,  si  le  hay,  no  está  descu- 
bierto; y  así  será  justo  decir  las  propiedades  y  no- 
ticias, que  del  Antartico  ya  descubierto  y  sabido 
nos  refieren  los  mismos  que  por  sus  ojos  las 
vieron. 


CAPITULO    XIII 
De  las  propiedades  del  Estrecho  de  Magallanes. 


El  Estrecho,  como  está  dicho,  está  en  altura  de 
cincuenta  y  dos  grados  escasos  al  sur;  tiene  de  es- 
pacio desde  un  mar  á  otro  noventa,  ó  cien  leguas, 
donde  mas  angosto,  será  de  una  legua  algo  me- 
nos; y  allí  pretendían  que  el  Rey  pusiese  una  fuer- 
za para  defender  el  paso.  El  fondo  en  partes  es 
tan  profundo,  que  no  se  puede  sondar,  en  otras 
se  halla  fondo,  y  en  algunas  no  tiene  mas  que 
diez  y  ocho,    y  aun  en  otras  no  mas   de   quince 


224  LIBRO     TERCERO 


brazas.  De  las  cien  leguas  que   tiene  de  largo  de 
mar  á  mar,   se  reconoce  claro,  que  las  treinta  va 
entrando   por   su   parte  la    mar  del  sur,  y  va   ha- 
ciendo señal  con  sus  olas;  y   las  otras  setenta   le- 
guas hace  señal  la  mar  del  norte   con  las   suyas. 
Hay  empero  esta  diferencia,  que   las  treinta   del 
sur  corre    entre  peñas   altísimas,    cuyas  cumbres 
están  cubiertas  perpetuamente  de  nieve,  y  según 
son  altas,  parece  que    se  juntan;  y  por   eso  es  tan 
difícil  reconocer  la  entrada  del  Estrecho   por   la 
mar  del  sur.  Estas  mismas  treinta  leguas  es  de  in- 
mensa profundidad,    sin    que  se  pueda   dar  fondo 
en  ellas;  pero  puédense  varar  los  navios  en  tierra^ 
según  es  fondable  su  ribera.  Las   otras  setenta  le- 
guas, que  entra  la  mar  del  norte,  se  halla  fondo,  y 
tienen  á  la  una  banda,  y  á  la  otra  grandes  campos 
y  zavanas,  que  allá  llaman.  Entran  en  el  Estrecho 
muchos  rios,  y  grandes  de  linda  agua.  Hay  mara- 
villosas arboledas,  y   algunos   árboles  de  madera 
escogida   y   olorosa,   y  no   conocida  por  acá,   de 
que  llevaron   muestra  los  que  pasaron    del  Perú. 
Hay  grandes  praderías  la  tierra  adentro;  hace    di- 
versas Islas  en  medio  del  Estrecho.  Los  Indios,  que 
habitan   á   la  banda    del  sur,  son  pocos,  chicos,  y 
ruines:  los  que  habitan  á  la  banda    del   norte    son 
grandes  y  valientes,  de  los  cuales    trajeron  á   Es- 
paña algunos  que  tomaron.    Hallaron  pedazos  de 
piño  azul,  y  otras  insignias  claras  de  haber  pasado 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE    INDIAS  22  5 

por  allí  gente  de  Europa.  Los  Indios  saludaron  á 
los  nuestros  con  el  nombre  de  Jesús.  Son  flecheros, 
andan  vestidos  de  pieles  de  venados,  de  que  hay 
copia  por  allí.  Crecen  y  descrecen  las  aguas  del 
Estrecho  con  las  mareas;  y  vense  venir  las  unas 
mareas  de  la  mar  del  norte,  y  las  otras  de  la  mar 
del  sur  claramente;  y  en  el  lugar  donde  se  encuen- 
tran, que  como  he  dicho,  es  treinta  leguas,  del  sur 
y  setenta  del  norte,  parece  ha  de  haber  más  peli- 
gro que  en  todo  el  resto.  Pero  cuando  pasó  la  Ca- 
pitana de  Sarmiento,  que  he  dicho,  no  padecieron 
grave  tormenta,  antes  hallaron  menos  dificultad 
de  lo  que  pensaron.  Porque  demás  de  ser  enton- 
ces el  tiempo  bonancible,  vienen  las  olas  del  mar 
del  norte  muy  quebrantadas,  por  el  gran  espacio 
de  setenta  leguas  que  entran;  y  las  olas  del  mar 
del  sur,  por  ser  su  profundo  inmenso,  tampoco 
muestran  tanta  furia,  anegándose  en  aquella  pro- 
fundidad. Bien  es  verdad,  que  en  tiempo  de  in- 
vierno es  innavegable  el  Estrecho  por  la  braveza 
de  los  vientos,  é  hinchazón  de  los  mares  que  allí 
hay;  y  por  eso  se  han  perdido  algunas  naves  que 
han  pretendido  pasar  el  Estrecho;  y  de  la  parte 
del  sur  sola  una  le  ha  pasado,  que  es  la  Capitana 
que  he  dicho,  de  cuyo  Piloto  mayor,  llamado 
Hernando  Alonso,  tuve  yo  muy  larga  relación  de 
todo  lo  que  digo,  y  vi  la  verdadera  descripción  y 
costa  del  Estrecho,  que  como  la  iban  pasando,  la 
Tomo  i.  l6 


22&  LIBRO    TERCERO 

fueron  haciendo,  cuya  copia  trajeron  al  Rey  á  Es- 
paña, y  llevaron  á  su  Virey  al  Perú. 


CAPITULO    XIV 
Del  flíLJo  y  reflujo  del  mar  Océano  eji  Indias. 


Uno  de  los  secretos  admirables  de  naturaleza  es 
el  flujo  y  reflujo  del  mar,  no  solamente  por  la  ex- 
trañeza  de  su  crecimiento  y  diminución,  sino  mu- 
cho mas  por  la  variedad  que  en  diversos  mares  se 
halla  en  esto,  y  aun  en  diversas  playas  de  un 
mismo  mar.  Hay  mares  que  no  tienen  el  flujo  y 
reflujo  cotidiano,  como  consta  del  Mediterráneo 
inferior,  que  es  el  Tyrreno:  teniendo  flujo  y  reflu- 
jo cotidiano  el  Mediterráneo  superior,  que  es  el 
mar  de  Venecia,  cosa  que  con  razón  causa  admi- 
ración, porque  siendo  ambos  Mediterráneos,  y  no 
mayor  el  de  Venecia,  aquel  tiene  flujo  y  reHuio 
como  el  Océano,  y  estotro  mar  de  Italia  nn  ]  i:¡e- 
ne;  pero  algunos  Mediterráneos  manifiestim  ^  ito 
tienen  crecimiento  y  menguante    cada  mes,      ros 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  227 

ni  al  dia,  ni  al  mes.  Otros  mares,  como  el  Océano 
de  España,  tienen  el  flujo  y  reflujo  de  cada  dia 
y  á  mas  de  ese,  el  de  cada  mes,  que  son  dos,  es  á 
saber,  á  la  entrada  y  á  la  llena  de  Luna,  que  lla- 
man aguas  vivas.  Mar  que  tenga  el  crecimiento  y 
diminución  de  cada  dia,  y  no  le  tenga  el  de  cada 
mes,  no  sé  que  le  haya.  En  las  Indias  es  cosa  de 
admiración  la  variedad  que  hay  en  esto:  partes 
hay,  en  que  llena  y  vacía  la  mar  cada  dia  dos  le- 
guas, como  se  ve  en  Panamá,  y  en  aguas  vivas  es 
mucho  mas.  Hay  otras,  donde  es  tan  poco  lo  que 
sube  y  lo  que  baja,  que  apenas  se  conoce  la  dife- 
rencia. Lo  común  es  tener  el  mar  Océano  crecien- 
te y  menguante,  cotidiana  y  menstrua;  y  la  coti- 
diana es  dos  veces  al  dia  natural,  y  siempre  tres 
cuartos  de  hora  menos  el  un  dia  de  el  otro,  confor- 
me al  movimiento  de  la  Luna,  y  así  nunca  la  ma- 
rea un  dia  es  á  la  hora  del  otro.  Este  flujo  y  reflu- 
jo han  querido  algunos  sentir,  que  es  movimiento 
local  del  agua  del  mar,  de  suerte  que  el  agua  que 
\Tene  creciendo  á  una  parte,  va  descreciendo  á  la 
contraria,  y  así  es  menguante  en  la  parte  opuesta 
del  mar,  cuando  es  acá  creciente.  A  la  manera 
que  en  una  caldera  hace  ondas  el  agua,  que  es 
llano,  que  cuando  á  la  una  parte  sube,  baja  á  la 
otra.  Otrcs  aíirman,  que  el  mar  á  un  tiempo  crece 
á  todas  partes,  y  á  un  mismo  tiempo  mengua  tam- 
bién á  todas  partes;  de  modo,  que  es  como  el  her- 


228  LIBRO     TERCERO 


vor   de   la    olla,   que  juntamente  sube,  y  se  ex- 
tiende á  todas  sus  partes,  y  cuando  se  aplaca,  jun- 
tamente se  disminuye  a  todas  partes.  Este  segun- 
do parecer  es  verdadero,  y  se  puede  tener,  á   mi 
juicio,  por  cierto  y    averiguado,  no   tanto  por  las 
razones  que  para  esto  dan  los  Filósofos  que  en  sus 
Meteoros  fundan  esta  opinión,  cuanto  por  la  expe- 
riencia cierta  que  de  este  negocio  se  haya  podida 
alcanzar.  Porque  para  satisfacerme  de  este  punto 
y  cuestión,  yo  pregunté  con  muy  particular  curio- 
sidad al  piloto  arriba  dicho,  como  eran  las  mareas 
que  en  el  Estrecho  hallaron,  si  por   ventura    des- 
crecían y  menguaban  las  mareas  del  mar  del  sur, 
al  tiempo  que  subian  y  pujaban   las   del   mar  del 
norte,  y  al  contrario.  Porque  siendo  esto   así,   era 
claro  que  el  crecer  el  mar  de  una  parte,  era  des- 
crecer de  otra,  que  es  lo  que  la  primera  opinión 
afirma.  Respondióme,  que  no  era   de   esa  suerte, 
sino  que  clarísimamente   á  un  propio  tiempo  ve- 
nían creciendo  las  mareas  del  mar  del  norte,  y  las 
del  mar  del  sur,  hasta  encontrarse   unas  olas  con 
otras,  y  que  á  un  mismo  tiempo    volvían   á   bajar 
cada  una  á  su  mar;    y  que    este  pujar  y  subir,  y 
después  bajar  y  menguar,  era  cosa  que  cada  dia 
la  veían,  y  que  el  golpe  y  encuentro  de  la   una  y 
otra  creciente  era   (como   tengo  dicho)  a  las  se- 
tenta leguas  de  el  mar  del  norte,  y  treinta  de  el 
mar  del  sur.  De  donde  se  colige  manifiestamente. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  229 

que  el  flujo  y  reflujo  del  Océano  no  es  puro  mo- 
vimiento local,  sino  alteración  y  fervor  con  que 
realmente  todas  sus  aguas  suben,  y  crecen  á  un 
mismo  tiemgo,  y  á  otro  tiempo  bajan,  y  menguan, 
de  la  manera  que  del  hervor  de  la  olla,  se  ha 
puesto  la  semejanza.  No  fuera  posible  comprehen- 
der  por  via  de  experiencia  este  negocio,  sino  en  el 
Estrecho,  donde  se  junta  todo  el  mar  Océano  en- 
tre sí.  Porque  por  las  playas  opuestas,  saber  si 
cuando  en  la  una  crece,  descrece  en  la  otra,  solos 
los  Angeles  lo  podrían  averiguar,  que  los  hombres 
no  tienen  ojos  para  ver  tanta  distancia,  ni  pies 
para  poder  llevar  los  ojos  con  la  presteza  que  una 
marea  da  de  tiempo,  que  son  solamente  seis 
horas. 


CAPÍTULO   XV 

De  diversos  pescados,  y  modos  de  pescar 
de  los  Indios, 


Hay  en  el  Océano  innumerables  pescados,  que 
solo  el  Hacedor,  puede  declarar  sus  especies  y 
propiedades.  Muchos  de  ellos  son  del  mismo  géne- 
ro que  en  la  mar  de  Europa  se  hallan,  como  lizas, 
sábalos,  que  suben  de  la  mar  á  los  rios,  dorados, 
sardinas,  y  otros  muchos.  Otros  hay,  que  no  sé 
que  los  haya  por  acá,  como  los  que  llaman  cabri- 
llas, y  tienen  alguna  semejanza  con  truchas,  y  los 
que  en  Nueva-España  llaman  bobos,  que  suben  de 
la  mar  á  los  rios.  Besugos,  ni  truchas  no  las  he  vis- 
to; dicen  que  en  tierra  de  Chile  las  hay.  Atunes  hay 
algunos,  aunque  raros,  en  la  costa  de  el  Perú,  y  es 
opinión  que  á  tiempos  suben  á  desovar  al  Estrecho 
de  Magallanes,  como  en  España  al  Estrecho  de  Gi- 
braltar,  y  por  eso  se  hallan  mas  en  la  costa  de 
Chile,  aunque  el  atún  que  yo  he  visto  traído  de 
allá,  no  es  tal  como  lo  de  España.  En  las  Islas  que 
llaman  de  Barlovento,  que  son  Cuba,  la  Española, 


DE    LA    HISTORIA   NATURAL    DE    INDIAS  23 1 

.  — — — 

Puerto-Rico  y  Jamaica,  se  halla  el  que  llaman  ma- 
natí, extraño  género  de  pescado,  si  pescado  se 
puede  llamar  animal  que  pare  vivos  sus  hijos,  y 
tiene  tetas,  y  leche  con  que  los  cria,  y  pace  yerba 
en  el  campo;  pero  en  efecto  habita  de  ordinario  en 
el  agua,  y  por  eso  le  comen  por  pescado,  aunque 
yo  cuando  en  Santo  Domingo  lo  comí  un  viernes, 
cuasi  tenia  escrúpulo,  no  tanto  por  lo  dicho,  como 
porque  en  el  color  y  sabor  no  parecían  sino  taja- 
das de  ternera,  y  en  parte  de  pernil,  las  postas  de 
este  jjescado:  es  grande  como  una  vaca.  De  los  ti- 
burones, y  de  su  increíble  voracidad,  me  maravi- 
llé con  razón,  cuando  vi  que  de  uno  que  hablan 
tomado  en  el  puerto  que  he  dicho,  le  sacaron  del 
buche  un  cuchillo  grande  carnicero,  y  un  an- 
zuelo grande  de  hierro,  y  un  pedazo  grande 
de  la  cabeza  de  una  vaca  con  su  cuerno  entero, 
y  aun  no  sé  si  ambos  á  dos.  Yo  vi  por  pa- 
satiempo echar,  colgado  de  muy  alto,  en  una  poza 
que  hace  la  mar,  un  cuarto  de  un  rocin,  y  venir  á 
él  al  momento  una  cuadrilla  de  tiburones  tras  el 
olor;  y  porque  se  gozase  mejor  la  fiesta,  no  llega- 
ba al  agua  la  carne  del  rocin,  sino  levantada  no  sé 
cuantos  palmos;  tenía  en  derredor  esta  gentecilla 
que  digo,  que  daban  saltos,  y  de  una  arremetida 
en  el  aire  cortaban  carne  y  hueso,  con  extraña 
presteza,  y  así  cercenaban  el  mismo  jarrete  de  el 
rocin,  como  si  fuera  un  troncho  de  lechuga;  pero 


232  LIBRO    TERCERO 


tales  navajas  tienen  en  aquella  su  dentadura.  Asi- 
dos á  estos  fieros  tiburones  andan  unos  pececillos, 
que  llaman  romeros,  y  por  mas  que  hagan,  no  los 
pueden  echar  de  sí:  estos  se  mantienen  de  lo  que 
á  los  tiburones  se  les  escapa  por  los  lados.  \"ola- 
dores  son  otros  pececillos  que  se  hallan  en  la  mar 
dentro  de  los  Trópicos,  y  no  sé  que  se  hallen  fue- 
ra. A  estos  persiguen  los  dorados,  y  por  escapar 
de  ellos  saltan  de  la  mar,  y  van  buen  pedazo  por 
el  aire,  por  eso  los  llaman  voladores:  tienen  unas 
aletas  como  de  telilla  ó  pergamino,  que  les  susten- 
tan un  rato  en  el  aire.  En  el  navio  en  que  yo  iba, 
voló  ó  saltó  uno,  y  vi  la  facción  que  digo  de  alas. 
De  los  lagartos  ó  caimanes  que  llaman,  hay  mu- 
cho escrito  en  Historias  de  Indias;  son  ^-erdadera- 
mente  los  que  Plinio  y  los  Antiguos  llaman  croco- 
dilos. Hállanse  en  las  playas  y  rios  calientes;  en 
playas  ó  rios  frios  no  se  hallan.  Por  eso  en  toda  la 
costa  de  el  Perú  no  los  hay  hasta  Payta,  y  de  allí 
adelante  son  frecuentísimos  en  los  rios.  Es  animal 
ferocísimo,  aunque  muy  torpe:  la  presa  hace  fuera 
de  el  agua,  y  en  ella  ahoga  lo  que  toma  vivo;  pero 
no  la  traga  sino  fuera  de  el  agua,  porque  tiene  el 
tragadero  de  suerte,  que  fácilmente  se  ahogaría 
entrándole  agua.  Es  maravillosa  la  pelea  de  el  cai- 
mán con  el  tigre,  que  los  hay  ferocísimos  en  In- 
dias. Un  religioso  nuestro  me  refirió  haber  \-isto  á 
estas  bestias  pelear  cruelísimamentc  á  la  orilla   de 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL    DE    INDIAS  233 

la  mar.  El  caimán  con  su  cola  daba  recios  golpes 
al  tigre,  y  procuraba  con  su  gran  fuerza  llevarle 
al  agua;  el  tigre  hacía  fuerte  presa  en  el  caimán 
con  las  garras,  tirándole  á  tierra.  Al  fin  prevaleció 
el  tigre,  y  abrió  al  lagarto,  debió  de  ser  por  la  ba- 
rriga, que  la  tiene  blanda,  que  todo  lo  demás  no 
hay  lanza,  y  aun  apenas  arcabuz  que  lo  pase.  ]\Ias 
excelente  fué  la  victoria  que  tuvo  de  otro  caimán 
un  Indio,  al  cual  le  arrebató  un  hijuelo,  y  se  lo  me- 
tió debajo  del  agua,  de  que  el  Indio  lastimado  y  sa- 
ñudo se  echó  luego  tras  él  con  un  cuchillo,  y  como 
son  excelentes  buzos,  y  el  caimán  no  prende  sino 
fuera  del  agua,  por  debajo  de  la  barriga  le  hirió, 
de  suerte  que  el  caimán  se  sahó  herido  á  la  ribera, 
y  soltó  el  muchacho,  aunque  ya  muerto  y  ahogado. 
Pero  mas  maravilloso  es  la  pelea  que  tienen  los 
Indios  con  las  ballenas,  que  cierto  es  una'grande- 
za  del  Hacedor  de  todo,  dar  á  gente  tan  flaca 
como  Indios,  habilidad  y  osadía  para  tomarse  con 
la  mas  fiera  y  disforme  bestia  de  cuantas  hay  en 
el  universo;  y  no  solo  pelear,  pero  vencer  y  triun- 
far tan  gallardamente.  Viendo  esto,  me  he  acor- 
dado muchas  veces  de  aquello  del  Salmo  (i),  que 
se  dice  de  la  ballena:  Draco  iste,  quem  forma sti 
ad  illndeiidimi  ei.  ¿Qué  mas  burla  que  llevar  un 
Indio  solo  con  un  cordel  vencida  y  atada  una  ba- 


(0    Piaml.  103.  V.  26. 


234  LIBRO    TERCERO 


llena  tan  grande  como  un  monte?  El  estilo  que  tie- 
nen, según  me  refirieron  personas  expertas,  los  In- 
dios de  la  Florida,  donde  hay  gran  cantidad  de 
ballenas  es,  meterse  en  una  canoa,  ó  barquilla,  que 
es  como  una  artesa,  y  bogando  llégase  al  costada 
de  la  ballena,  y  con  gran  ligereza  salta,  y  sube 
sobre  su  cerviz,  y  allí  caballero,  aguardando  tiem- 
po, mete  un  palo  agudo  y  recio,  que  trae  consigo, 
por  la  una  ventana  de  la  nariz  de  la  ballena,  llama 
nariz  á  aquella  fístula  por  donde  respiran  las  ba- 
llenas; luego  le  golpea  con  otro  palo  muy  bien,  y 
le  hace  entrar  bien  profundo.  Brama  la  ballena,. 
y  da  golpes  en  la  mar,  y  levanta  montes  de  agua, 
y  húndese  dentro  con  furia,  y  vuelve  á  saltar,  na 
sabiendo  qué  hacerse  de  rabia.  Estáse  quedo  el 
Indio  y  muy  caballero,  y  la  enmienda  que  hace  del 
mal  hecho  es  hincarle  otro  palo  semejante  en  la 
otra  ventana,  y  golpearle  de  modo,  que  le  tapa 
del  todo,  y  le  quita  la  respiración;  y  con  esto  se 
vuelve  á  su  canoa,  que  tiene  asida  al  lado  de  la 
ballena  con  una  cuerda;  pero  deja  primero  bien 
atada  su  cuerda  á  la  ballena,  y  haciéndose  a  un 
lado  con  su  canoa,  va  asi  dando  cuerda  á  la  ba- 
llena. La  cual,  mientras  está  en  mucha  agua,  da 
vueltas  á  una  parte  y  á  otra,  como  loca  de  enojo- 
y  al  fin  se  va  acercando  á  tierra,  donde  con, 
la  enormidad  de  su  cuerpo  presto  encalla,  sin  po- 
der ir,  ni  volver.  Aqui  acuden  gran  copia  de   In- 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  235 

dios  al  vencido  para  coger  sus  despojos.  En  efec- 
to la  acaban  de  matar,  y  la  parten,  y  hacen  trozos, 
y  de  su  carne  harto  perversa,  secándola  y  molién- 
dola hacen  ciertos  polvos  que  usan  para  su  comi- 
da, y  les  dura  largo  tiempo.  También  se  cumple 
aquí  lo  que  de  la  misma  ballena  dice  otro  Sal- 
mo (i):  Dedisti  eum  escam  populis  ^thiopum.  El 
Adelantado  Pedro  Melendez  muchas  veces  conta- 
ba esta  pesquería,  de  que  también  hace  mención 
Monardes  en  su  libro.  Aunque  es  mas  menuda,  no 
deja  de  ser  digna  de  referirse  también  otra  pesque- 
ría que  usan  de  ordinario  los  Indios  en  la  mar. 
Hacen  unos  como  manojos  de  juncia,  ó  espadañas 
secas  bien  atadas,  que  allá  llaman  balsas,  y  llévan- 
las  á  cuestas  hasta  la  mar,  donde  arrojándolas  con 
presteza  suben  en  ellas,  y  así  caballeros  se  entran 
la  mar  adentro,  y  bogando  con  unos  canaletes  do 
un  lado  y  de  otro,  se  van  una  y  dos  leguas  en  alta 
mar  á  pescar;  llevan  en  los  dichos  manojos  sus 
redes  y  cuerdas,  y  sustentándose  sobre  las  balsas, 
arrojan  su  red,  y  están  pescando  grande  parte  de 
la  noche,  ó  del  dia,  hasta  que  llenan  su  medida, 
con  que  dan  la  vuelta  muy  contentos.  Cierto,  ver- 
los ir  á  pescar  en  el  Callao  de  Lima  era  para  mí 
cosa  de  gran  recreación,  porque  eran  muchos,  y 
cada  uno  en  su  balsilla  caballero,  ó  sentado  á  por- 


(0    Psalm.  73.  V.  14. 


236  LIBRO   TERCERO 


fia  cortando  las  olas  del  mar,  que  es  bravo  allí 
donde  pescan,  parecían  los  Tritones,  ó  Neptunos 
que  pintan  sobre  el  agua.  En  llegando  á  tierra, 
sacan  su  barco  á  cuestas,  y  luego  le  deshacen;  y 
tienden  por  aquella  playa  las  espadañas  para  que 
se  enjuguen  y  sequen.  Otros  Indios  de  los  valles  de 
lea  solian  ir  á  pescar  en  unos  cueros,  ó  pellejos  de 
lobo  marino  hinchados,  y  de  tiempo  á  tiempo  los 
soplaban  como  á  pelotas  de  viento  para  que  no  se 
hundiesen.  En  el  valle  de  Cañete,  que  antigua- 
mente decian  el  Guarco,  habia  innumerables  In- 
dios pescadores;  y  porque  resistieron  al  Inca, 
cuando  fué  conquistando  aquella  tierra,  fingió  pa- 
ces con  ellos,  y  ellos  por  hacerle  fiesta,  hicieron 
una  pesca  solemne  de  muchos  millares  de  Indios, 
que  en  sus  balsas  entraron  en  la  mar:  á  la  vuelta, 
el  Inca  tuvo  apercibidos  soldados  de  callada,  é 
hizo  en  ellos  cruel  estrago,  por  donde  quedó  aque- 
lla tierra  tan  despoblada,  siendo  tan  abundante. 
Otro  género  de  pesca  vi,  á  que  me  llevó  el  Virey 
Don  Francisco  de  Toledo;  verdad  es,  que  no  era 
en  mar,  sino  en  un  rio,  que  llaman  el  Rio  Grande, 
en  la  Provincia  de  los  Charcas,  donde  unos  Indios 
Chiriguanas  se  zabullían  debajo  del  agua,  y  na- 
dando con  admirable  presteza  seguían  los  peces, 
y  con  unas  fisgas,  ó  harpones  que  llevaban  en  la 
mano  derecha,  nadando  solo  con  la  izquierda  he- 
rían el  pescado;  y  así  atravesado  lo  sacaban   arri- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  23/ 

ba,  que  cierto  parecían  ellos  ser  mas  peces,  que 
hombres  de  la  tierra.  Y  ya  que  hemos  salido  de  la 
mar,  vamos  a  esotros  géneros  de  aguas  que  restan 
por  decir. 


CAPITULO    XVI 
De  las  lagunas  y  lagos  que  se  hallan  en  Indias, 


En  lugar  del  mar  Mediterráneo,  que  gozan  las 
regiones  del  viejo  orbe,  proveyó  el  Criador  en  el 
nuevo  de  muchos  lagos,  y  algunos  tan  grandes 
que  se  pueden  llamar  mares;  pues  al  de  Palestina 
le  llama  así  la  Escritura,  no  siendo  mayor,  ni  aun 
tan  grande  como  alguno  de  estos.  El  principal  es 
el  de  Titicaca  en  el  Perú,  en  las  provincias  del 
Collao,  del  cual  se  ha  dicho  en  el  libro  preceden- 
te, que  tiene  de  rodeo  cuasi  ochenta  leguas,  y  en- 
tran en  él  diez  ó  doce  rios  caudalosos.  Comenzóse 
un  tiempo  á  navegar  en  barcos,  ó  navios,  'y  dié- 
ronse  tan  mala  maña,  que   el  primero   navio   que 


238  LIBRO    TERCERO 


entró,  se  abrió  con  un  temporal  que  hubo  en  la  la- 
guna. El  agua  no  es  del  todo  amarga  y  salobre 
como  la  del  mar;  pero  es  tan  gruesa,  que  no  es 
para  beber.  Cria  dos  géneros  de  pescado  en  abun- 
dancia; uno  llaman  suches,  que  es  grande  y  sabro- 
so, pero  flemoso  y  mal  sano:  otro  bogas,  mas  sano, 
aunque  pequeño  y  muy  espinoso.  De  patos  y  pati 
líos  de  agua  hay  innumerable  cosa  en  toda  la  la- 
guna. Cuando  quieren  hacer  fiestas  los  Indios  á 
algún  personage  que  pasa  por  Chucuito  ó  por 
Omasuyo,  que  son  las  dos  riberas  de  la  laguna, 
juntan  gran  copia  de  balsas,  y  en  torno  \'an  per- 
siguiendo y  encerrando  los  patos,  hasta  tomar  a 
manos  cuantos  quieren:  llaman  este  .modo  de  cazar 
chaco.  Están  á  las  riberas  de  esta  laguna  de  una  y 
otra  parte  las  mejores  poblaciones  de  hidíos  del 
Perú.  Por  el  desaguadero  de  ésta  se  hace  otra  me- 
nor laguna,  aunque  bien  grande,  que  se  llama  Pa- 
ria, donde  también  hay  mucho  ganado  especial 
porcuno,  que  se  da  allí  en  extremo,  por  la  totora 
•que  cria  la  laguna,  con  que  engorda  bien  ese  ga- 
nado. Hay  otras  muchas  lagunas  en  los  lugares 
íiltos  de  la  sierra,  de  las  cuales  nacen  rios  ó  arro- 
yos, que  vienen  adelante  á  ser  muy  caudalosos 
rios.  Como  vamos  de  Arequipa  al  CoUao  hay  en 
lo  alto  dos  lagunas  hermosas  á  una  banda  y  á  otra 
•del  camino:  de  la  una  sale  un  arroyo,  que  después 
se  hace  rio,  y  \'a  á  la  mar  del  sur:  de  la  otra  dicen 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE     INDIAS  239 


que  tiene  principio  el  rio  famoso  de  Aporima,  del 
cual  se  cree,  que  procede  con  la  gran  junta  de  rios 
que  se  llegan  de  aquellas  sierras,  el  ínclito  rio  de  las 
Amazonas,  por  otro  nombre  el  Marañon.   Es  cosa 
que  muchas  veces  consideré,   de   donde    proviene 
haber  tantos  lagos  en  lo  alto  de  aquellas  sierras  y 
cordilleras,  en  los  cuales  no  entran  rios,  antes  salen 
muy  copiosos  arroyos,  y  no    se    sienten   menguar 
cuasi  en  todo  el  año  las  dichas  lagunas.  Pensar  que 
de  nieves  que  se  derriten,  ó    de    lluvias    del    cielo 
■se  hacen  estos   lagos   que    digo,    no    satisface    del 
todo,  porque   muchos   de   ellos  no   tienen  esa  co- 
pia de  nieve,    ni    tanta    lluvia,    y    no    se    sienten 
menguar,    que   todo   arguye   ser   agua  manantial, 
que    la    naturaleza  proveyó  allí,  aunque    bien    es 
•de   creer  se   ayudan    de  nieves   y   lluvias    en  al- 
gunos tiempos  del  año.   Son  estos  lagos  tan  ordi- 
narios en  las  mas  altas  cumbres  de  las  sierras,  que 
apenas  hay  rio  notable,  que  no  tenga  su  nacimien- 
to de  alguno  de  ellos.  El  agua  de   estos  lagos   es 
limpia  y  clara:  crian  poco   pescado,  y   ese   menu- 
do, por  el    frió  que   continuo   tienen,    aunque   por 
•otra  nueva  maravilla  se  hallan  algunas  de  estas  la- 
gunas ser  sumamente  calientes.  En  fin  del  valle  de 
Tarapaya,  cerca  de  Potosí,  hay  una  laguna  redon- 
da, y  tanto,  que  parece  hecha  por  compás,  y  con 
ser  la  tierra  donde  sale  frígidísima,  es  el  agua  ca- 
lidísima. Suelen  nadar  en  ella   cerca    de  la  orilla, 


240  LIBRO     TERCERO 


porque  entrando  mas  no  pueden  sufrir  el  calor.  Ea 
medio  de  esta  laguna  se  hace  un  remolino  y  jbor- 
bollón  de  mas  de  veinte  pies  en  largo  y  ancho,  y 
es  allí  el  propio  manantial  de  la  laguna,  la  cual 
con  ser  su  manantial  tan  grande,  nunca  la  sientea 
crecer  cosa  alguna,  que  parece  se  exhala  allí,  6 
tiene  algunos  desaguaderos  encubiertos.  Pero  tam- 
poco la  ven  menguar,  que  es  otra  maravilla,  con 
haber  sacado  de  ella  una  corriente  gruesa  para, 
moler  ciertos  ingenios  de  metal,  y  siendo  tanta  el 
agua  que  desagua,  habia  de  menguar  algo  de  ra- 
zón. Dejando  el  Perú,  y  pasando  á  la  Nueva-Es- 
paña, no  son  menos  memorables  las  lagunas  que 
en  ella  se  hallan,  especialmente  aquella  tan  famo- 
sa de  Méjico,  en  la  cual  hay  dos  diferencias  de 
aguas,  una  es  salobre  y  como  de  mar,  otra  clara. 
y  dulce,  causada  de  rios  que  entran  allí.  En  medio 
de  la  laguna  está  un  peñón  muy  gracioso,  y  en  él 
baños  de  agua  caliente,  y  mana  allí,  que  para  sa- 
lud lo  tienen  por  muy  aprobado.  Hay  sementeras 
hechas  en  medio  de  la  laguna,  que  están  fundadas 
sobre  la  propia  agua,  y  hechos  sus  camellones  He- 
nos de  mil  diferencias  de  semillas  y  yerbas,  y  in- 
finitas flores,  que  si  no  es  viéndolo,  no  se  puede 
bien  figurar  como  es.  La  ciudad  de  Méjico  está 
fundada  sobre  esta  laguna,  aunque  los  Españoles 
han  ido  cegando  con  tierra  todo  el  sitio  de  l:i  ciu- 
dad,   y   solo  han    dejado    algunas  acequias   gran- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  24I 

des,  y  otras  menores  que  entran,  y  dan  vuelta  al 
pueblo;  y  con  estas  acequias  tienen  gran  comodi- 
dad para  el  acarreo  de  todo  cuanto  han  menester 
de  leña,  yerba,  piedra,  madera,  frutos  de  la  tierra, 
y  todo  lo  demás.  Cortés  fabricó  bergantines  cuan- 
do conquistó  á  Méjico:  después  pareció,  que  era 
mas  seguro  no  usarlos;  y  así  solo  se  sirven  de  ca- 
noas, de  que  hay  grande  abundancia.  Tiene  la  la- 
guna mucha  pesca  y  caza,  aunque  no  vi  yo  de  ella 
pescado  de  precio:  dicen  valen  los  provechos  de 
ella  mas  de  trescientos  mil  ducados.  Otra  y  otras 
lagunas  hay  también  no  lejos  de  allí,  de  donde  se 
lleva  harto  pescado  á  Méjico.  La  provincia  deMe- 
choacán  se  dice  así,  por  ser  tierra  de  mucho  pes- 
cado: hay  lagunas  hermosas  y  grandes,  abundantí- 
simas de  pescado,  y  es  aquella  tierra  sana  y  fresca. 
Otros  muchos  lagos  hay,  que  hacer  mención  de 
todos,  ni  aun  saberlos  en  particular,  no  es  posible. 
Solo  se  advierta  lo  que  en  el  libro  precedente  se 
notó,  que  debajo  de  la  Tórrida  hay  mayor  copia 
de  lagos  que  en  otra  parte  de  el  mundo.  Con  lo 
dicho,  y  otro  poco  que  digamos  de  rios  y  fuentes, 
quedará  acabado  lo  que  se  ofrece  decir  en  esta 
materia. 


Tomo  i,  1/ 


CAPÍTULO   XVII 
De  diversas  fuentes  y  manantiales. 


Como  en  otras  partes  del  mundo,  asi  en  las  In- 
dias hay  gran  diversidad  de  manantiales,  fuentes, 
y  rios;  y  algunos  de  propiedades  extrañas.  En 
Guancavelica  de  el  Perú,  donde  están  las  minas  de 
azogue,  hay  una  fuente  que  mana  agua  caliente,  y 
como  va  manando  el  agua  se  va  convirtiendo  en 
peña.  De  esta  peña  ó  piedra  tienen  edificadas  cuasi 
todas  las  casas  de  aquel  pueblo.  Es  piedra  blanda, 
y  suave  de  cortar;  y  con  hierro  la  cortan  y  labran 
con  la  facilidad  que  si  fuese  madera,  y  es  liviana 
y  durable.  De  esta  agua,  si  beben  hombres  ó  anima- 
les, mueren,  porque  se  les  congela  en  el  vientre,  y 
se  hace  piedra;  y  así  han  muerto  algunos  caballos. 
Como  se  va  convirtiendo  en  piedra,  el  agua  que 
va  manando  tapa  el  camino  á  la  demás,  y  así  es 
forzoso  mudar  la  corriente,  por  lo  cual  mana  por 
diversas  partes,  como  va  creciendo  la  peña.  En 
la  punta  ó  cabo  de  Santa  Elena  hay  un  manantial 
ó  fuente  de  un  betún,  que  en  el  Perú   llaman  Co- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  243 

pey.  Debe  de  ser  á  este  modo  lo  que  la  Escritura 
refiere  (l)  de  aquel  valle  silvestre,  donde  se  halla- 
ban pozos  de  betún.  Aprovéchanse  los   marineros 
■de  aquella  fuente  ó  pozo  de  Copey,  para  brear  las 
jarcias  y  aparejos,  porque  les  sirv^e  como  la  pez  y 
brea  de  España  para  aquel  efecto.  Viniendo  nave- 
gando para  la   Nueva-España  por  la  costa  de  el 
Perú,  me  mostró  el  Piloto  la  Isla,   que  llaman  de 
lobos,  donde  nace  otra  fuente  ó  pozo   del    Copey, 
ó  betún  que  he  dicho,  con  que  así  mismo  brean  las 
jarcias.  Y  hay  otra  fuente   ó   manantial   de  alqui- 
trán. Díjome  el  sobredicho  Piloto,  hombre   exce- 
lente en  su  ministerio,  que  le  había   acaecido   na- 
vegando por  allí  algunas  veces,  estando  tan  meti- 
do á  la  mar,  que  no   habia  vista  de   tierra,    saber 
por  el  olor  del  Copey  donde  se  hallaba,  tan  cierto 
como  si  hubiera  reconocido  tierra:  tanto  es  el  olor 
que  perpetuamente  se  esparce  de  aquel  manantial. 
En  los  baños  que  llaman  de  el  Inca  hay  un  canal 
•de  agua,  que  sale  hirviendo,  y  junto  á    él  otro  de 
agua  tan  fria  como  de  nieve.  Usaba   el    Inca  tem- 
plar la  una  con  la  otra  como  queria;  y  es  de  notar, 
que  tan  cerca  uno  de  otro  haya   manantiales  de 
tan  contrarias  cualidades.  Otros  innumerables  hay, 
en  especial  en  la  provincia  de  los  Charcas,  en  cuya 
agua  no  se  puede  sufrir  tener  la  mano  por  espacio 


(i)    Genes.  14.  v.  10. 


244  LIBRO     TERCERO 


de  una  Ave  Maria,  como  yo  lo  vi  sobre  apuesta^ 
En  el  Cuzco  tienen  una  heredad  donde  mana  una. 
fuente  de  sal,  que  así  como  va  manando,  se  va 
volviendo  sal;  y  es  blanca  y  buena  á  maravilla,, 
que  si  en  otras  partes  fuera,  no  fuera  poca  rique- 
za; allí  no  lo  es  por  la  abundancia  que  hay  de  saL 
Las  aguas  que  corren  en  Guayaquil,  que  es  en  el 
Perú,  cuasi  debajo  de  la  equinoccial,  las  tienen  por 
saludables  para  el  mal  francés,  y  otros  semejantes; 
y  así  van  allí  á  cobrar  salud  de  partes  muy  remo- 
tas:  dicen  ser  la  causa,  que  hay  por  aquella  tierra, 
infinita  cosa  de  la  raiz  que  llaman  zarzaparrilla,  cuya 
virtud  y  operación  es  tan  notoria,  y  que  las  aguas 
toman  de  aquella  virtud,  para  sanar.  Bilcanota  es- 
un  cerro  que,  según  la  opinión  de  la  gente,  está  en 
el  lugar  mas  alto  de  el  Perú.  Por  lo  alto  está  cu- 
bierto de  nieve,  y  por  partes  todo  negro  como- 
carbón.  Salen  de  él  dos  manantiales  á  partes  con- 
trarias, que  en  breve  rato  se  hacen  arroyos  gran- 
des, y  poco  después  rios  muy  caudalosos;  va  el 
uno  al  CoUao  á  la  gran  laguna  de  Titicaca;  el  otra 
va  á  los  Andes,  y  es  el  que  llaman  Yueay,  que 
juntándose  con  otros  sale  á  la  mar  de  el  norte  con 
excesiva  corriente.  Este  manantial,  cuando  sale  de 
la  Peña  Bilcanota  que  he  dicho,  es  de  la  misma 
manera  que  agua  de  legía,  la  color  cenicienta,  y 
todo  él  vaheando  un  humo  de  cosa  quemada,  y 
así  corre  largo  trecho,  hasta  que  la  multitud  de 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  245 


aguas  que  entran  en  él,  le  apagan  aquel  fuego,  y 
humo  que  saca  de  su  principio.  En  la  Nueva-Es- 
paña vi  un  manantial  como  de  tinta  algo  azul,  otro 
-en  el  Perú  de  color  rojo  como  de  sangre,  por  don- 
de le  llaman  el  rio  Bermejo. 


CAPITULO    XVIII 
De  Ríos. 


Entre  todos  los  rios  no  solo  de  Indias,  sino  de  el 
universo  mundo,  el  principado  tiene  el  rio  Mara- 
ñen, ó  de  las  i\mazonas,  de  el  cual  se  dijo  en  el 
libro  pasado.  Por  éste  han  navegado  diversas 
veces  Españoles,  pretendiendo  descubrir  tierras, 
<jue  según  fama  son  de  grandes  riquezas,  espe- 
cialmente la  que  llaman  el  Dorado,  y  el  Pa3'titi. 
El  Adelantado  Juan  de  Salinas  hizo  una  entrada 
por  él  notable,  aunque  fué  de  poco  efecto.  Tiene 
un  paso  que  le  llaman  el  Pongo,  que  debe  ser 
de  los  peligrosos  de   el   mundo,   porque   recogido 


246  LIBRO  TERCERO 

entre  dos  peñas  altísimas  tajadas,  da  un  salto  aba- 
jo de  terrible  profundidad,  adonde  el  agua  con  eí 
gran  golpe  hace  tales  remolinos,  que  parece  impo- 
sible dejar  de  anegarse  y  hundirse  allí.  Con  todO' 
eso  la  osadía  de  los  hombres  acometió  á  pasar 
aquel  paso  por  la  codicia  del  Dorado  tan  afamado. 
Dejáronse  caer  de  lo  alto  arrebatados  del  furor 
del  rio,  y  asiéndose  bien  á  las  canoas,  ó  barcas  en 
que  iban,  aunque  se  trastornaban  al  caer,  y  ellos  y 
sus  canoas  se  hundían,  volvían  á  lo  alto,  y  en  fia 
con  maña  y  fuerza  salían.  En  efecto,  escapó  todo 
el  ejército,  excepto  muy  poquitos  que  se  ahogaron; 
y  lo  que  mas  admira,  diéronse  tan  buena  maña, 
que  no  se  les  perdió  la  munición  y  pólvora  que 
llevaban.  A  la  vuelta  (porque  al  cabo  de  grandes 
trabajos  y  peligro  la  hubieron  de  dar  por  allí)  su- 
bieron por  una  de  aquellas  peñas  altísimas,  asién- 
dose á  los  puñales  que  hincaban.  Otra  entrada  hizo 
por  el  mismo  rio  el  Capitán  Pedro  de  Orsua;  y 
muerto  él,  y  amotinada  la  gente,  otros  Capitanes 
prosiguieron  por  el  brazo  que  viene  hasta  el 
mar  del  norte.  Decíanos  un  Religioso  de  nues- 
tra Compañía,  que  siendo  seglar  se  halló  en  toda 
aquella  jornada,  que  cuasi  cien  leguas  subian  las 
mareas  el  rio  arriba,  y  que  cuando  viene  ya  á 
mezclarse  con  el  mar,  que  es  cuasi  debajo,  ó  muy 
cerca  de  la  línea,  tiene  setenta  leguas  de  boca, 
cosa  increíble,  y  que  excede  á  la  anchura  del  mar 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  24/ 

Mediterráneo:  auaque  otros  no  le  dan  en  sus  des- 
cripciones sino  veinte  y  cinco,  ó  treinta  leguas  de 
boca.  Después  de  este  rio  tiene  el  segundo  lugar 
en  el  universo  el  rio  de  la  Plata,  que  por  otro  nom- 
bre se  dice  el  Paraguay,  el  cual  corre  de  las  cor- 
dilleras del  Perú,  y  entra  en  la  mar  en  altura  de 
treinta  y  cinco  grados  al  sur.  Crece  al  modo  que 
dicen  del  Nilo;  pero  mucho  mas  sin  comparación, 
y  deja  hechos  mar  los  campos  que  baña,  por  espa- 
cio de  tres  meses:  desj^ucs  se  vuelve  á  su  madre; 
suben  por  él  navios  grandes  muchas  leguas.  Otros 
rios  hay,  que  aunque  no  de  tanta  grandeza;  pero 
igualan,  y  aun  vencen  á  los  mayores  de  Europa, 
como  el  de  la  Magdalena  cerca  de  Santa  Marta,  y 
el  rio  Grande,  y  el  de  Al  varado  en  Nueva-España, 
y  otros  innumerables.  De  la  parte  del  sur,  en  las  sie- 
rras del  Perú,  no  son  tan  grandes  los  rios  comun- 
mente, porque  tienen  poco  espacio  de  corrida,  y 
no  pueden  juntar  tantas  aguas;  pero  son  recios  por 
caer  de  la  sierra,  y  tienen  avenidas  súbitas,  y  por 
e33  son  peligrosos,  y  han  sido  causa  de  muchas 
muertes:  en  tiempo  de  calores  crecen,  y  vienen  de 
avenida.  Yo  pasé  veinte  y  siete  por  la  costa,  y  nin- 
guno de  ellos  á  vado.  Usan  los  Indios  de  mil  arti- 
ficios para  pasar  los  rios.  E.i  algunas  partes  tienen 
una  gran  soga  atravesada  de  banda  á  banda,  y  en 
ella  un  cestón  ó  canasto,  en  el  cual  se  mete  el  que 
ha  de  pasar,  y  desde  la  rib2ra  tiran  de  él,  y  así 


248  LIBRO    TERCERO 


pasa  en  su  cesto.  En  otras  partes  va  el  Indio  como 
caballero  en  una  balsa  de  paja,  y  toma  á  las  ancas 
al^  que  ha  de  pasar,  y  bogando  con  un  canalete 
pasa.  En  otras  partes  tienen  una  gran  red  de  cala- 
bazas, sobre  las  cuales  echan  las  personas,  ó  ropa 
que  han  de  pasar;  y  los  Indios,  asidos  con  unas 
cuerdas,  van  nadando,  y  tirando  de  la  balsa  de  ca- 
labazas como  caballos  tiran  un  coche  ó  carroza;  y 
otros  detrás  van  dando  empellones  á  la  balsa  para 
ayudarla.  Pasados,  toman  á  cuestas  su  balsa  de 
calabazas,  y  vuelven  á  pasar  á  nado;  esto  hacen 
en  el  rio  de  Santa  del  Perú.  En  el  de  Alvarado 
de  Nueva-España  pasamos  sobre  una  tabla  que 
toman  á  hombros  los  Indios,  y  cuando  pierden 
pie,  nadan.  Estas  y  otras  mil  maneras  que  tienen 
de  pasar  los  rios,  ponen  cierto  miedo  cuando  se 
miran,  por  parecer  medios  tan  flacos  y  frági- 
les; pero  en  efecto  son  muy  seguros.  Puentes 
ellos  no  las  usaban,  sino  de  crisnejas  y  paja. 
Ya  hay  en  algunos  rios  puentes  de  piedra  por  la 
diligencia  de  algunos  Gobernadores;  pero  harto 
menos  de  las  que  fuera  razón  en  tierra,  donde  tan- 
tos hombres  se  ahogan  por  falta  de  ellas,  y  que 
tanto  dinero  dan,  de  que  no  solo  España,  pero  tie- 
rras extrangferas  fabrican  soberbios  edificios.  De 
los  rios  que  corren  de  las  sierras,  sacan  en  los  va- 
lles y  llanos  los  Indios  muchas  y  grandes  acequias 
para  regar  la  tierra,   las  cuales  usaron    hacer  con 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS         249 

tanto  orden  y  tan  buen  modo,  que  en  Murcia,  ni 
-en  Milán  no  le  hay  mejor;  y  esta  es  la  mayor  ri- 
queza, ó  toda  la  que  hay  en  los  llanos  del  Perú, 
como  también  en  otras  muchas  partes    de    Indias. 


CAPITULO  XIX 
De  la  cualidad  de  la  tierra  de  Indias  en  general. 


La  cualidad  de  la  tierra  de  Indias  (pues  es  este 
•el  postrero  de  los  tres  elementos  que  propusimos 
tratar  en  este  libro)  en  gran  parte  se  puede  bien 
entender,  por  lo  que  está  disputado  en  el  libro  an- 
tecedente de  la  Tórridazona,  pues  la  mayor  parte 
■de  Indias  cae  debajo  de  ella.  Pero  para  que  me- 
jor se  entienda,  he  considerado  tres  diferencias 
de  tierra  en  lo  que  he  andado  en  aquellas  partes,, 
una  es  baja,  y  otra  muy  alta,  y  la  que  está  en 
medio  de  estos  extremos.  La  tierra  baja  es,  la  que 
■es  costa  de  mar,  que  en  todas  las  Indias  se  halla, 
y  ésta  de  ordinario  es  muy  húmeda  y  caliente,  y 


2sO  LIBRO     TERCERO 


así  es  la  msnos  sana,  y  meaos  poblada  al  presente. 
Bien  que  hubo  antiguamente  grandes  poblaciones 
de  Indios,  como  de  las  historias  de  la  Xueva-Es- 
paña,  y  del  Perú  consta,  porque  como  les  era  na- 
tural aquella  región  á  los  que  en  ella  nacían  y  se 
criaban,  conservábanse  bien.  Vivian  de  pesquerías 
del  mar,  y  de  las  sementeras  que  hacian,  sacando- 
acequias  de  los  rios,  con  que  suplían  la  falta  de 
lluvias,  que  ordinariamente  es  poca  en  la  costa,  y 
en  algunas  partes  ninguna  del  todo.  Tiene  esta  tie 
rra  baja  grandísimos  pedazos  inhabitables,  ya  por 
arenales,  que  los  hay  crueles,  y  montes  enteros  de 
arena;  ya  por  ciénagas,  que  como  corre  el  agua  de 
los  altos,  muchas  veces  no  halla  salida,  y  viértese^ 
y  hace  pantanos  y  tierras  anegadizas  sin  remedio. 
En  efecto  la  mayor  parte  de  toda  la  costa  del  mar 
es  de  esta  suerte  en  Indias,  mayormente  por  la 
parte  del  mar  de  el  sur.  En  nuestro  tiempo  está 
tan  disminuida  y  menoscabada  la  habitación  de 
estas  costas  ó  llanos,  que  de  treinta  partes  se  de- 
ben de  haber  acabado  las  veinte  y  nueve:  lo  que 
dura  de  Indios,  creen  muchos  se  acabará  antes  de 
mucho.  Atribuyen  esto  algunos  á  diversas  causas^ 
unos  á  demasiado  trabajo  que  han  dado  á  los  In-^ 
dios,  otros  al  diverso  modo  de  mantenimientos  y 
bebidas  que  usan,  después  que  participan  del  uso 
de  Españoles;  otros  al  demasiado  vicio  que  en 
beber  y  en  otros  abusos  tienen.  Y  yo  para  mí  crea 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  25  t 

que  este  desorden  es  la  mayor  causa  de  su  dimi^ 
nucion,  y  el  disputarlo  no  es  para  ahora.  En  esta 
tierra  baja  que  digo,  que  generalmente  es  mal 
sana,  y  poco  apta  para  la  habitación  humana,  hay 
excepción  de  algunas  partes  que  son  templadas  y 
fértiles,  como  es  gran  parte  de  los  llanos  del  Perú, 
donde  hay  valles  frescos  y  abundantes.  Sustenta 
por  la  mayor  parte  la  habitación  de  la  costa  el  co~ 
mercio  por  mar  con  España,  del  cual  pende  toda 
el  estado  de  las  Indias.  Están  pobladas  en  la  costa 
algunas  ciudades,  como  en  el  Perú  Lima  y  Truji- 
11o:  Panamá  y  Cartagena  en  Tierra-firme:  Santo 
Domingo,  y  Puerto-Rico  y  la  Habana  en  las  Islas; 
y  muchos  pueblos  menores,  como  la  \'eracruz  ea 
la  Xue va-España,  lea  y  Arica,  y  otros  en  el  Perú: 
y  comunmente  los  Puertos  (aunque  poca)  tie- 
nen alguna  población.  La  segunda  manera  de  tie- 
rra es  por  otro  extremo  muy  alta,  y  por  el  con- 
siguiente fria  y  seca,  como  lo  son  las  sierras  co- 
munmente. Esta  tierra  no  es  fértil,  ni  apacible; 
pero  es  sana,  y  así  es  muy  habitada:  tiene  pastos,  y 
con  ellos  mucho  ganado,  que  es  gran  parte  del 
sustento  de  la  \-ida  humana;  con  esto  suplen  la 
falta  de  sementeras,  rescatando  y  traginando.  Lo 
que  hace  estas  tierras  ser  habitadas,  y  algunas 
muy  pobladas,  es  la  riqueza  de  minas  que  se  halla 
en  ellas,  porque  á  la  plata  y  al  oro  obedece  todo. 
En  éstas,  por  ocasión  de  las  minas,  hay  algunas  po- 


252  LIBRO    TERCERO 


blaciones  de  Españoles  y  de  Indios  muy  crecidas, 
como  es  Potosí  y  Guancavelica  en  el  Perú,  los 
Zacatecas  en  Nueva-España.  De  Indios  hay  por 
todas  las  serranías  grande  habitación,  y  hoy  dia 
se  sustentan,  y  aun  quieren  decir,  que  van  en  cre- 
cimiento los  Indios,  salvo  que  la  labor  de  minas 
gasta  muchos;  y  algunas  enfermedades  generales 
han  consumido  gran  parte,  como  el  cocoliste  en 
la  Nueva-España;  pero  en  efecto  de  parte  de  su 
vivienda  no  se  ve  que  vayan  en  diminución.  En 
este  extremo  de  tierra  alta,  fria  y  seca,  hay  los 
dos  beneficios  "que  he  dicho  de  pastos  y  minas, 
que  recompensan  bien  otros  dos  que  tienen  las  tie- 
rras bajas  de  costa,  que  es  el  beneficio  de  la  con- 
tratación de  mar,  y  la  fertilidad  de  vino,  que  no  se 
da  sino  en  estas  tierras  muy  calientes.  Entre  estos 
dos  extremos  hay  la  tierra  de  mediana  altura,  que 
aunque  una  mas  ó  menos  que  otra,  no  llegan,  ni  al 
calor  de  la  costa,  ni  al  destemple  de  puras  sierras. 
En  esta  manera  de  tierra  se  dan  bien  las  semente- 
ras de  trigo,  cebada  y  maíz,  las  cuales  no  así  en 
tierras  muy  altas,  aunque  sí  en  bajas.  Tienen  tam- 
bién abundancia  de  pastos,  ganados,  frutas  y  arbo- 
ledas, y  se  dan  bastante  las  verduras.  Para  la  sa- 
lud y  para  el  contento  es  la  mejor  habitación,  y 
así  lo  mas  que  está  poblado  en  Indias,  es  de  esta 
cualidad.  Yo  lo  he  considerado  con  alguna  aten- 
ción en  diversos  caminos,  y  discursos  que  he    he- 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL     DE     INDIAS  253 

cho,  y  hallado  por  buena  cuenta,  que  las  provín- 
cias  y  partes  mas  pobladas  y  mejores  de  Indias 
son  de  este  jaez.  En  la  Nueva-España  (que  sin 
duda  es  de  lo  mejor  que  rodea  el  Sol)  mírese,  que 
por  donde  quiera  que  se  entre,  tras  la  costa  luego 
se  va  subiendo,  y  aunque  de  la  suma  subida  se 
vuelve  á  declinar  después,  es  poco,  y  queda  la 
tierra  mucho  mas  alta  que  está  la  costa.  Así 
está  todo  el  contorno  de  Méjico,  y  lo  que  mira 
el  volcán,  que  es  la  mejor  tierra  de  Indias.  Así 
en  el  Perú,  Arequipa,  y  Guamanga,  y  el  Cuz- 
co; aunque  una  algo  mas,  y  otra  algo  menos;  pero 
en  fin  toda  es  tierra  alta,  y  que  de  ella  se  baja  á 
valles  hondos,  y  se  sube  á  sierras  altas,  y  lo  mis- 
mo me  dicen  de  Quito,  y  de  Santafé,  y  de  lo  me- 
jor del  nuevo  Reino.  Finalmente  tengo  por  gran 
acuerdo  del  Hacedor,  proveer,  que  cuasi  la  mayor 
parte  de  esta  tierra  de  Indias  fuese  alta,  porque 
fuese  templada,  pues  siendo  baja  fuera  muy  cálida 
debajo  de  la  Zonatórrida,  mayormente  distando 
déla  mar.  Tiene  también  Guasi  tanta  tierra  yo  he 
visto  en  Indias,  vecindad  de  sierras  altas  por  un 
cabo  ó  -por  otro,  y  algunas  veces  por  todas  partes. 
Tanto  es  esto,  que  muchas  veces  dije  allá,  que  de- 
seaba verme  en  parte  donde  todo  el  Horizonte  se 
terminase  con  el  Cielo  y  tierra  tendida,  como  en 
España  en  mil  campos  se  ve;  pero  jamás  me  acuer- 
do haber  visto  en  Indias  tal  vista,  ni  en  Islas,  ni  en 


254  LIBRO  TERCERO 


tierra  firme,  aunque  anduve  mas  de  setecientas 
leguas  en  largo.  Mas  como  digo,  para  la  habitación 
<ie  aquella  región  fué  muy  conveniente  la  vecindad 
de  los  montes  y  sierras  para  templar  el  calor  del 
Sol.  Y  así  todo  lo  mas  habitado  de  Indias  es  del 
modo  que  está  dicho;  y  en  general  toda  ella  es 
tierra  de  mucha  yerba,  y  pastos,  y  arboleda,  al 
contrario  de  lo  que  Aristóteles  y  los  Antiguos 
pensaron.  De  suerte,  que  cuando  van  de  Europa 
á  Indias,  se  maravillan  ver  tierra  tan  amena  y  tan 
verde,  y  tan  llena  de  frescura,  aunque  tiene  algu- 
nas excepciones  esta  regla,  y  la  principal  es  de  la 
tierra  del  Perú,  que  es  extraña  entre  todas,  de  la 
-cual  diremos  ahora. 


CAPITULO   XX 
De  las  propiedades  de  la  tierra  del  Perú. 


Por  Perú  entendemos  no  toda  aquella  gran  par- 
te del  mundo,  que  intitulan  la  América,  pues  en 
•ésta  se  comprehende  el  Brasil,  y  el  reino  de  Chile, 
y  el  de  Granada,  y  nada  de  esto  es  Perú,  sino  so- 
lamente aquella  parte  que  cae  á  la  banda  del  sur, 
y  comienza  del  reino  de  Quito,  que  está  debajo  de 
la  linea,  y  corre  en  largo  hasta  el  reino  de  Chile, 
■que  sale  de  los  Trópicos,  que  serán  seiscientas 
leguas  en  largo,  y  en  el  ancho  no  mas  de  hasta  lo 
que  toman  los  Andes,  que  serán  cincuenta  leguas 
•comunmente,  aunque  en  algunas  partes,  como  ha- 
cia Chachapoyas,  hay  mas.  Este  pedazo  de  mun- 
do, que  se  llama  Perú,  es  de  mas  notable  conside- 
ración, por  tener  propiedades  muy  extrañas,  y 
ser  cuasi  excepciorf  de  la  regla  general  de  tierras 
de  Indias.  Porque  lo  primero  toda  su  C3sti  no  tie- 
ne sino  un  viento,  y  ese  no  es  el  que  suele  correr 
•debajo  de  la  Tórrida,  sino  su  contrario,  que  es  ej 
sur  ysudueste.  Lo  segundo,  con  ser   de   su  natu- 


256  LIBRO    TERCERO 


raleza  este  viento  el  mas  tempestuoso,  y  mas  pe- 
sado y  enfermo  de  todos,  es  allí  á  maravilla  sua- 
ve, sano  y  regalado,  tanto,  que  á  él  se  debe  la  ha- 
bitación de  aquella  costa,  que  sin  él  fuera  inhabi- 
table de  caliente  y  congojosa.  Lo  tercero,  en  toda 
aquella  costa  nunca  llueve,  ni  truena,  ni  graniza, 
ni  nieva,  que  es  cosa  admirable.  Lo  cuarto,  en 
muy  poca  distancia  junto  á  la  costa  llueve,  y  nie- 
va, y  truena  terriblemente.  Lo  quinto,  corrienda 
dos  cordilleras  de  montes  al  parejo,  y  en  una. 
misma  altura  de  polo,  en  la  una  hay  grandísima, 
arboleda,  y  llueve  lo  mas  del  año,  y  es  muy  cáli- 
da: la  otra  todo  lo  contrario,  es  toda  pelada,  muy 
fria,  y  tiene  el  año  repartido  en  invierno  y  vera- 
no, en  lluvias  y  serenidad.  Para  que  todo  esto  se 
perciba  mejor,  hase  de  considerar,  que  el  Perú 
está  dividido  en  tres  como  tiras  largas  y  angos- 
tas, qne  son  llanos,  sierras,  y  andes:  los  llanos  son 
costa  de  la  mar:  la  sierra  es  todo  cuestas  con  al- 
gunos valles:  los  andes  son  montes  espesísimos. 
Tienen  los  llanos  de  ancho  como  diez  leguas,  y 
en  algunas  partes  menos;  en  otras  algo  mas:  la. 
sierra  tendrá  veinte,  los  andes  otras  veinte,  en 
partes  mas,  y  en  partes  menos;  corren  lo  largo  de 
norte  á  sur,  lo  ancho  de  oriente  á  poniente.  Es^ 
pues,  cosa  maravillosa,  que  en  tan  poca  distancia 
como  son  cincuenta  leguas,  distando  igualmente 
de   la  linea  y   polo,  haya  tan  grande   diversidad» 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  2$/ 

que  en  la  una  parte  cuasi  siempre  llueve,  en  la 
otra  parte  cuasi  nunca  llueve,  y  en  la  otra  un 
tiempo  llueve,  y  otro  no  llueve.  En  la  costa  ó  llanos 
nunca  llueve,  aunque  á  veces  cae  una  agua  menudi- 
11a,  que  ellos  llaman  garúa,  y  en  Castilla  llovizna;  y 
ésta  á  veces  llega  á  unos  goteroncillos  de  agua  que 
cae;  pero  en  efecto,  no  hay  tejados,  ni  agua  que 
obligue  á  ellos.  Los  tejados  son  una  estera  con  un 
poco  de  tierra  encima,  y  eso  les  basta.  En  los  an- 
des cuasi  todo  el  año  llueve,  aunque  un  tiempo 
hay  mas  serenidad  que  otro.  En  la  sierra  que  cae 
en  medio  de  estos  extremos,  llueve  á  los  mismos 
tiempos  que  en  España,  que  es  desde  Septiembre 
á  Abril.  Y  esotro  tiempo  está  sereno,  que  es  cuan- 
do mas  desviado  anda  el  Sol;  y  lo  contrario  cuan- 
do mas  cercano,  de  lo  cual  se  trató  en  el  libro  pa- 
sado. Lo  que  llaman  andes,  y  lo  que  llaman  sierra, 
son  dos  cordilleras  de  montes  altísimos,  y  deben 
de  correr  mas  de  mil  leguas  la  una  a  vista  de  la 
otra,  cuasi  como  paralelas.  En  la  sierra  se  crian 
cuasi  innumerables  manadas  de  vicuñas,  que  son 
aquellas  como  cabras  monteses  tan  ligeras.  Crían- 
se  también  los  que  llaman  guanacos  y  pacos,  que 
son  los  carneros,  y  juntamente  los  jumentos  de 
aquella  tierra,  de  que  se  tratará  á  su  tiempo.  En 
los  andes  se  crían  monos,  y  muchos  micos  muy 
graciosos,  y  papagayos  en  cuantidad.  Dase  la  yer- 
ba ó  árbol  que  llaman  coca,  que  tan  estimada  es 
Tomo  i.  '  1 8 


258  LIBRO  tercp:ro 


de  los  Taiios,  y  tanto  dinero  vale  su  trato.  Lo  que 
llaman  sierra,  en  partes  donde  se  abre,  hace  valles 
que  son  la  mejor  habitación  del  Perú,  como  el  de 
Jauja,  el  de  Andaguaylas,  el  de  Yucay.  En  estos 
valles  se  da  maíz,  y  trigo,  y  frutas,  en  unas  mas, 
y  en  otras  menos.  Pasada  la  ciudad  del  Cuzco  (que 
era  antiguamente  la  Corte  de  los  señores  de  aque- 
llos Reynos)  las  dos  cordilleras  que  he  dicho  se 
apartan  mas  una  de  otra,  y  dejan  en  medio  una 
campaña  grande  ó  llanadas,  que  llaman  la  pro- 
vincia del  Collao.  En  estas  hay  cuantidad  de  rios, 
y  la  gran  laguna  Titicaca,  y  tierras  grandes,  y 
pastos  copiosos;  pero  aunque  es  tierra  llana,  tiene 
la  misma  altura  y  destemplanza  de  sierra.  Tam- 
poco cria  arboleda,  ni  leña;  pero  suplen  la  falta  de 
pan  con  unas  raíces  que  siembran,  que  llaman  pa- 
pas, las  cuales  debajo  de  la  tierra  se  dan,  y 
estas  son  comida  de  los  Indios,  y  secándolas  y  cu- 
rándolas hacen  de  ellas  lo  que  llaman  chuño,  que 
es  el  pan  y  sustento  de  aquella  tierra.  También  se 
dan  algunas  otras  raíces  y  yervezuclas,  que  comen. 
Es  tierra  sana,  y  la  mas  poblada  de  Indias,  y  la 
mas  rica,  por  el  abundancia  de  ganados  que  se 
crian  bien,  así  de  los  de  Europa  ov^ejas,  vacas,  ca- 
bras, como  de  los  de  la  tierra,  que  llaman  guana- 
cos y  pacos:  hay  caza  de  perdices  harta.  Tras  la 
provincia  del  Collao  viene  la  de  los  Charcas,  don- 
de hay    valles  calientes,   y   de   grandísima  fertili- 


DE    LA   HISTORIA   NATURAL    DE    INDIAS  2  59 

dad,  y  hay  cerros  asperísimos,  y  de  graa  riqueza 
de  minas,  que  en  ninguna  parte  del  mundo  las 
hay,  ni  ha  habido  mayores,  ni  tales. 


CAPITULO  XXI 
De  las  causas  que  dan  de   no  llover  en  los  llafios. 


Como  es  cosa  tan  extraordinaria  que  haya  tie- 
rra donde  jamás  llueve,  ni  truena,  naturalmente 
apetecen  los  hombres  saber  la  causa  de  tal  nove- 
dad. El  discurso  que  hacen  algunos,  que  lo  han 
considerado  con  atención,  es,  que  por  falta  de 
materia  no  se  levantan  en  aquella  costa  vahos 
gruesos,  y  suficientes  para  engendrar  lluvia,  sino 
solo  delgados,  que  bastan  á  hacer  aquella  niebla 
y  garúa.  Cctmo  vemos  que  en  Europa  muchos 
dias  por  la  mañana  se  lev^antan  vahos,  que  no  pa- 
ran en  lluvia,  sino  solo  en  nieblas,  lo  cual  provie- 
ne de  la  materia  por  no  ser  gruesa  y  suficiente 
para    volverse    en  lluvia.    Y    que  en  la  costa  del 


26o  LIBRO     TERCERO 


Perú  sea  eso  perpetuo,  como  en  Europa  algunas 
veces,  dicen  ser  la  causa,  que  toda  aquella  región 
es  sequísima  y  inepta  para  vapores  gruesos.  La  se- 
quedad bien  se  ve  por  los  arenales  inmensos  que 
tiene,  y  porque  ni  fuentes,  ni  pozos  no  se  hallan 
sino  es  en  grandísima  profundidad  de  quince  y 
mas  estados,  y  aun  esos  han  de  ser  cercanos  á 
nos,  de  cuya  agua  trascolada  se  hallan  pozos,  tan- 
to, que  por  experiencia  se  ha  visto,  que  quitanda 
el  rio  de  su  madre,  y  echándole  por  otra,  se  haa 
secado  los  pozos,  hasta  que  volvió  el  rio  á  su  co- 
rriente. De  parte  de  la  causa  material  para  no  llo- 
ver, dan  ésta.  De  parte  de  la  eficiente  dan  otra,, 
no  de  menos  consideración,  y  es,  que  la  altura 
excesiva  de  la  sierra  que  corre  por  toda  la  costa 
abriga  aquellos  llanos,  de  suerte  que  no  deja  so- 
plar viento  de  parte  de  tierra,  sino  es  tan  alto,  que 
excede  aquellas  cumbres  tan  levantadas;  y  así  no 
corre  mas  del  viento  de  mar,  el  cual  no  teniendo- 
contrario,  no  aprieta  ni  exprime  los  vapores  que 
se  levantan  para  que  haga  lluvia.  De  manera,  que 
el  abrigo  de  la  sierra  estorba  el  condensarse  Ios- 
vapores,  y  hace  que  todos  se  vayan  en  nieblas 
esparcidas.  Con  este  discurso  vienen  algunas  ex- 
periencias, como  es  llover  en  algunos  collados  de 
la  costa,  que  están  algo  menos  abrigados.  Como 
son  los  cerros  de  Ático  y  Arequipa.  ítem,  haber 
llovido  algunos  años  que  han  corrido  nortes  ó  bri- 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL     DE     INDIAS         201 

sas,  por  todo  el  espacio  que  alcanzaron,  como  acae- 
ció el  año  de  setenta  y  ocho  en  los  llanos  de  Truji- 
Jlo,  donde  llovió  muchísimo,  cosa  que  no  hablan 
visto  muchos  siglos  habia.  ítem,  en  la  misma  cos- 
ta llueve  donde  alcanzan  de  ordinario  brisas  ó 
nortes,  como  en  Guayaquil,  y  en  donde  se  alza 
mucho  la  tierra,  y  se  desvía  del  abrigo  de  los  ce- 
rros, como  pasado  Arica.  De  esta  manera  discu- 
rren algunos.  Podrá  discurrir  cada  uno  como  me- 
jor le  pareciere.  Ésto  es  cierto,  que  bajando  de 
la  sierra  á  los  llanos,  se  suelen  ver  dos  como  Cie- 
los, uno  claro  y  sereno  en  lo  alto,  otro  obscuro,  y 
como  un  velo  pardo  tendido  debajo,  que  cubre 
toda  la  costa.  Mas  aunque  no  llueve,  aquella  ne- 
blina es  á  maravilla  provechosa  para  producir 
yerba  la  tierra,  y  para  que  las  sementeras  tengan 
sazón;  porque  aunque  tengan  agua  de  pie  cuanta 
quieran,  sacada  de  las  acequias,  no  sé  qué  virtud 
se  tiene  la  humedad  del  Cielo,  que  faltando  aque- 
lla garúa,  hay  gran  falta  en  las  sementeras.  Y  lo 
que  mas  es  de  admirar,  que  los  arenales  secos  y 
-estériles  con  la  garúa  ó  niebla  se  visten  de  yerba 
y  flores,  que  es  cosa  deleitosísima  de  mirar  ,  y 
de  gran  utilidad  para  los  pastos  de  los  ganados, 
que  engordan  con  aquella  yerba  á  placer,  como 
se  ve  en  la  sierra  que  llaman  del  Arena,  cerca  de 
la  ciudad  de  los  Reyes. 


CAPITULO  XXII 

De  la  propiedad  de  Niieva-España  y  Islas,  y  las: 
demás  tierras. 


En  pastos  excede  la  Nueva-España;  y  así  hay 
innumerables  crias  de  caballos,  vacas,  ovejas,  y 
de  lo  demás.  También  es  muy  abundante  de  fru- 
tas, y  no  menos  de  sementeras  de  todo  grano:  en 
efecto  es  la  tierra  mas  proveída  y  abastada  de 
Indias.  En  una  cosa  empero  le  hace  gran  ventaja 
el  Perú,  que  es  el  vino,  porque  en  el  Perú  se  da 
mucho  y  bueno,  y  cada  dia  va  creciendo  la  labor 
de  viñas  que  se  dan  en  valles  muy  calientes, 
donde  hay  regadío  de  acequias.  En  la  Nueva- 
España,  aunque  hay  uvas,  no  llegan  á  aque- 
lla sazón  que  se  requiere  para  hacer  vino:  la 
causa  es  llover  allá  por  Julio  y  Agosto,  que  es 
cuando  la  uva  madura,  y  así  no  llega  á  madurar 
lo  que  es  menester.  Y  si  con  mucha  diligencia  se 
quisiese  hacer  vino,  seria  como  lo  del  Genovesa- 
do   y   de  Lombardia,   que   es    muy  flaco,  y  tiene 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  263 

mucha  aspereza  en  el  gusto,  que  no  parece  hecho 
de  uva-s.  Las  Islas  que  llaman  de  Barlovento,  que 
es  la  Española,  Cuba,  y  Puerto-Rico,  y  otras  por 
allí,  tienen  grandísima  verdura,  y  pastos,  y  gana- 
dos mayores  en  grande  abundancia.  Hay  cosa  in- 
numerable de  vacas  y  puercos  hechos  silvestres. 
La  grangeria  de  estas  Islas  es  ingenios  de  azúcar 
y  corambre;  tienen  mucha  caña  fístula  y  geng^bre, 
que  ver  lo  que  en  una  flota  viene  de  esto,  parece 
cosa  increible  que  en  toda  la  Europa  se  puede 
gastar  tanto.  Traen  también  madera  de  excelen- 
tes cualidades  y  vista,  com3  ébano  y  otras,  para 
edificios,  y  para  labor.  Hay  mucho  de  aquel  palo 
que  llaman  santo,  que  es  para  curar  el  mal  debubas. 
Todas  estas  Islas,  y  las  que  están  por  aquel  para- 
ge,  que  son  innumerables,  tienen  hermosísima  y 
fresquísima  vista,  porque  todo  el  año  están  vesti- 
das de  yerba,  y  llenas  de  arboledas,  que  no  saben 
qué  es  otoño,  ni  invierno,  por  la  continua  hume- 
dad con  el  calor  de  la  Tórrida.  Con  ser  infinita 
tierra,  tiene  poca  habitación,  porque  de  suyo  cria 
grandes  y  espesos  arcabucos  (que  así  llam:  n  allá 
los  bosques  espesos),  y  en  los  llanos  hay  muchas 
ciénagas  y  pantanos.  Otra  razón  principal  de  su 
poca  habitación  es  haber  permanecido  pocos  de 
los  Indios  naturales,  por  la  inconsideración  y  des- 
orden de  los  primeros  conquistadores  y  poblado- 
res. Sírvense  en  gran  parte  de  negros;  pero    estos 


264  LIBRO    TERCERO 

cuestan  caro,  y  no  son  buenos  para  cultivar  la  tie- 
rra. No  llevan  pan  ni  vino  estas  Islas,  poi'que  la 
demasiada  fertilidad  y  vicio  de  la  tierra  no  lo  deja 
granar,  sino  todo  lo  echa  en  yerba,  y  sale  muy  des- 
igual. Tampoco  se  dan  olivos,  á  lo  menos  no  llevan 
olivas,  sino  mucha  hoja  y  frescor  de  vista,  y  no 
llega  á  fruto.  El  pan  que  usan  es  cazavi,  de  que 
diremos  en  su  lugar.  Los  rios  de  estas  Islas  tienen 
oro,  que  algunos  sacan;  pero  es  poco,  por  falta  de 
naturales  que  lo  beneficien.  En  estas  Islas  estuve 
menos  de  un  año;  y  la  relación  que  tengo  de  la 
tierra  firme  de  Indias,  donde  no  he  estado,  como 
es  la  Florida,  y  Nicaragua,  y  Guatemala,  y  otras, 
es  cuasi  de  estas  condiciones  que  he  dicho.  En  las 
cuales,  las  cosas  mas  particulares  de  naturaleza 
que  hay,  no  las  pongo  por  no  tener  entera  noticia 
de  ellas.  La  tierra  que  mas  se  parece  á  España  y 
á  las  demás  regiones  de  Europa  en  todas  las  In- 
dias occidentales,  es  el  Reino  de  Chile,  el  cual  sale 
de  la  regla  de  esotras  tierras,  por  ser  fuera  de 
la  Tórrida,  y  Trópico  de  Capricornio  su  asiento. 
Es  tierra  de  suyo  fértil  y  fresca:  lleva  todo  géne- 
ro de  frutos  de  España:  dase  vino  y  pan  en  abun- 
dancia: es  copiosa  de  pastos  y  ganados:  el  temple 
sano  y  templado  entre  calor  y  frió:  hay  verano  é 
invierno  perfectamente:  tiene  copia  de  oro  muy 
fino.  Con  todo  esto,  está  pobre  y  mal  poblada  por 
la  continua  guerra  que  los  Araucanos   y   sus  alia- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  20$ 

dos  hacen,  porque  son  Indios   robustos   y   amigos 
de  su  libertad. 


CAPITULO    XXIII 

J)e  la  tierra  que  se  ignora,  y  de  la  diversidad 

de  un  dia  entero  entre  orientales  y 

occidentales. 


Hay  grandes  congeturas,  que  en  la  Zona  tem- 
plada, que  está  al  polo  Antartico,  hay  tierras  prós- 
peras y  grandes,  mas  hasta  hoy  dia  no  están  des- 
cubiertas, ni  se  sabe  de  otra  tierra  en  aquella 
Zona,  sino  es  la  de  Chile,  y  algún  pedazo  de  la 
que  corre  de  Etiopia  al  cabo  de  Buena-Esperanza, 
como  en  el  ■:  rimer  libro  se  dijo.  En  las  otras  dos 
Zonas  polares  tampoco  se  sabe  si  hay  habitación, 
ni  si  llegan  allá  por  la  banda  del  polo  antartico  ó 
sur.  La  tierra  que  cae  pasado  el  estrecho  de  Ma- 
gallanes, porque  lo  mas  alto  que  se  ha  conocido 
de  ella,  es  en  cincuenta  y  seis   grados   como    está 


266 


LIBRO    TERCERO 


arriba  dicho.  Tampoco  se  sabe  por  la  banda  deP. 
polo  ártico  ó  norte,  adonde  llega  la  tierra  que  co- 
rre sobre  el  cabo  Mendocino  y  Californias.  Ni  el, 
fin  y  término  de  la  F'lorida,  ni  qué  tanto  se  extien- 
de al  occidente.  Poco  ha  que  se  ha  descubierto 
gran  tierra,  que  llaman  el  Nuevo  Méjico,  donde 
dicen  hay  mucha  gente,  y  hablan  la  lengua  Meji- 
cana. Las  Filipinas  y  Islas  consecuentes,  según 
personas  prácticas  de  ellas  refieren,  corren  mas  de 
novecientas  leguas.  Pues  tratar  de  la  China  y  Co- 
chinchina  y  Sian,  y  las  demás  Provincias  que  to- 
can á  la  India  oriental,  es  cosa  infinita  y  agena  de 
mi  intención,  que  es  solo  de  las  Indias  occidenta- 
les. En  la  misma  América,  cuyos  términos  por 
todas  partes  se  saben,  no  se  sabe  la  mayor  parte 
de  ella,  que  es  lo  que  cae  entre  el  Perú  y  Brasil; 
y  hay  diversas  opiniones  de  unos  que  dicen,  que 
toda  es  tierra  anegadiza,  llena  de  lagunas  y  panta- 
nos, y  de  otros  que  afirman  haber  allí  grandes  y 
floridos  reinos,  y  fabrican  ahí  el  Paytiti,  y  el  Do- 
rado,  y  los  Cesares,  y  dicen  haber  cosas  maravi- 
llosas. A  uno  de  nuestra  Compañía,  persona  fide- 
digna, oí  yo  que  él  habia  visto  grandes  poblacio- 
nes, y  caminos  tan  abiertos  y  trillados  como  de: 
Salamanca  á  Valladolicl:  y  esto  fué  cuando  se  hizo- 
la  entrada  ó  descubrimiento  por  el  gran  rio  de 
las  Amazonas  ó  Marañon  por  Pedro  de  Orsua,  y 
después  otros  que  le  sucedieron;  y   creyendo   que 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  26^^ 

el  Dorado  que  buscaban,  estaba  adelante,  no  qui- 
sieron poblar   allí:   y   después    se  quedaron  sin  el 
Dorado  (que  nunca  hallaron),  y   sin   aquella   gran 
provincia  que  dejaron.  En  efecto  es  cosa  hasta  hoy 
oculta  la  habitación  de  la  América,   exceptos  los 
extremos,  que  son  el  Perú  y  Brasil,  y  donde  viene 
á  angostarse  la  tierra,  que  es  el  rio  de  la   Plata,   y 
después  Tacumán,  dando  vuelta  á    Chile  y    á  los; 
Charcas.   Ahora   últimamente,   por    cartas   de  los 
nuestros  que  andan  en  Santa-Cruz  de  la  vSierra,    se 
tiene  por  relación  fresca,  que  se    van    descubrien- 
do grandes   provincias   y    poblaciones     en    aque- 
llas partes  que  caen  entre    el    Perú  y  Brasil.  Esto 
descubrirá  el  tiempo:   que    según    es   la  diligencia 
y  osadía  de  rodear  el  mundo  por  una  y   otra  par- 
te, podemos  bien    creer,  que    como    se   ha  descu- 
bierto lo  de  hasta  aquí,  se  descubrirá  lo  que  resta, 
para  que  el  Santo  Evangelio  sea   anunciado  en    el 
universo  mundo,  pues  se  han   encontrado  ya   por 
oriente  y  poniente,  haciendo   círculo  perfecto    del 
universo,  las  dos  coronas  de   Portugal   y  Castilla, 
hasta  juntar  sus   descubrimientos,   que    cierto   es 
cosa  de  consideración,  que  por   el   oriente    hayan 
los  unos  llegado  hasta  la  China  y  Japón,  y    por  el 
poniente  los  otros  á  las  Filipinas,  que   están    veci- 
nas, y  cuasi  pegadas  con  la  China.   Porque   de   la 
Isla  de  Luzon,  que  es  la  principal  de  las  Filipinas, 
en  donde  está  la  ciudad  de   Manila,    hasta  Macan,, 


268  LIBRO    TERCERO 


que  es  la  Isla  de  Cantón,  no   hay   sino    ochenta  ó 
cien  leguas  de  mar  en  medio.  Y   es   cosa  maravi- 
llosa, que  con  haber  tan  poca  distancia,   traen   un 
dia  entero  de  diferencia  en  su   cuenta:    de  suerte, 
que  en  Macan  es  Domingo    al   mismo  tiempo  que 
en  Manila  es  Sábado:  y  así  en  lo   demás,  siempre 
los  de  Macan  y  la  China  llevan  un   dia  delantero, 
y  los  de  las  Filipinas  le  llevan  atrasado.    Acaeció 
al  Padre  Alonso  Sánchez   (de  quien   arriba  se  ha 
hecho  mención)  que  yendo  de   las  Filipinas   llegó 
á  Macan  en  dos  de  Mayo,  vsegun  su  cuenta;  y  que- 
riendo rezar  de  San  Atanasio,   halló  que   se  cele- 
braba la  fiesta  de  la  invención  de  la  Cruz,  porque 
contaban  allí  tres  de  Mayo.  Lo   mismo  le  sucedió 
otra  vez  que  hicieron  viage  allá.  A  algunos  ha  ma- 
ravillado esta  variedad,  y  les  parece  que  es  yerro 
de  los  unos  ó  de  los  otros;  y  no  lo  es,  sino  cuenta 
verdadera  y  bien  observada.  Porque  según  los  di- 
ferentes caminos  por  donde  han  ido  los  unos  y  los 
otros,  es  forzoso  cuando    se  encuentran,   tener  un 
dia  de  diferencia.  La  razón  de  esto  es,  porque  los 
que  navegan  de  occidente   á  oriente  van   siempre 
ganando  dia,  porque  el   Sol    les   va   saliendo  mas 
presto:  los  que  navegan  de  oriente  á  poniente,  al 
revés,  van  siempre  perdiendo  dia   ó    atrasándose, 
porque  el  Sol  les  va  saliendo  mas  tarde,   y    según 
lo  que  mas  se  van  llegando  á  oriente  ó  á  poniente, 
así  es  el  tener  el  dia  mas  temprano    ó   mas  tarde. 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  20^ 


En  el  Perú,  que  es  occidental  respecto  de  Espa- 
ña, van  mas  de  seis  horas  traseros,  de  modo  que 
cuando  en  España  es  medio  día,  amanece  en  el 
Perú:  y  cuando  amanece  acá,  es  allá  media  noche. 
La  prueba  de  esto  he  hecho  yo  palpable,  por  com- 
putación de  eclipses  del  Sol  y  de  la  Luna.  Ahora,, 
pues,  los  Portugueses  han  hecho  su  navegación 
de  poniente  á  oriente,  los  Castellanos  de  oriente  á 
poniente:  cuando  se  han  venido  á  juntar  (que  es- 
en  las  Filipinas  y  Macan)  los  unos  han  ganado  do- 
ce horas  de  delantera,  los  otros  han  perdido  otras, 
tantas:  y  así  á  un  mismo  punto,  y  á  un  mismo 
tiempo,  hallan  la  diferencia  de  veinte  y  cuatro 
horas,  que  es  dia  entero:  y  por  eso  forzoso  los 
unos  están  en  tres  de  Mayo,  cuando  los  otros 
cuentan  á  dos:  y  los  unos  ayunan  Sábado  Santo, 
y  los  otros  comen  carne  en  dia  de  Resurrección. 
Y  si  fingiésemos  que  pasasen  adelante,  cercando 
otra  vez  al  mundo,  y  llevando  su  cuenta,  cuando 
se  tornasen  á  juntar,  se  llevarían  dos  dias  de  di- 
ferencia en  su  cuenta.  Porque  como  he  dicho,  los 
que  van  al  nacimiento  del  Sol,  van  contando  el  dia 
mas  temprano,  como  les  va  saliendo  mas  presto; 
y  los  que  van  al  ocaso,  al  revés,  van  contando  ej 
dia  mas  tarde,  como  les  va  saliendo  mas  tarde. 
Finalmente,  la  diversidad  de  los  meridianos  hace 
la  diversa  cuenta  de  los  dias,  y  como  los  que  van 
navegando  á  oriente  ó  poniente  van  mudando  me- 


.270  LIBRO   TERCERO 


ridiaaos  sin  sentirlo,  y  por  otra  parte  van  prosi- 
guiendo en  la  misma  cuenta  en  que  se  hallan  cuan- 
do salen,  es  necesario  que  cuando  hayan  dado 
vuelta  entera  al  mundo,  se  hallen  con  yerro  de  un 
xiia  entero. 


CAPITULO    XXIV 
De  los  volcanes  ó  bocas  de  fuego. 


Aunque  en  otras  partes  se  hallan  bocas  de  fue- 
^o,  como  el  monte  Etna,  y  el  Vesubio,  que  aho- 
ra llaman  el  monte  de  Soma,  en  Indias  es  cosa 
muy  notable  lo  que  se  halla  de  esto.  Son  los  vol- 
canes de  ordinario  cerros  muy  altos,  que  se  seña- 
lan entre  las  cumbres  de  los  otros  montes.  Tienen 
-en  lo  alto  una  llanura,  y  en  medio  una  hoya  ó  boca 
grande,  que  baja  hasta  el  profundo,  que  es  cosa 
temercsi  mirarlos.  De  estas  bocas  echan  humo,  y 
•  algunas  veces  fuego.  Algunos  hay,  que  es  muy 
-poco  el  humo  que  echan,  y    cuasi  no   tienen  mas 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  2/1 


•de  la  forma  de  volcanes,  como  es  el  de  Arequipa^ 
que  es  de  inmensa  altura,  y  cuasi  todo  de  arena, 
•en  cuya  subida  gastan  dos  dias;  pero  no  han  ha- 
llado cosa  notable  de  fuego,  sino  rastros  de  los 
■sacrificios  que  allí  hacim  Indios  en  tiempo  de  su 
gentilidad,  y  algún  poco  de  humo  alguna  vez.  El 
volcán  de  Méjico,  que  está  cerca  de  la  Puebla  de 
los  Angeles,  es  también  de  admirable  altura,  que 
:se  ve  de  treinta  leguas  al  derredor.  Sale  de  este 
volcán  no  continuamente,  sino  á  tiempos,  cuasi 
•cada  dia  un  gran  golpe  de  humo,  y  sale  derecho 
en  alto  como  una  saeta;  después  se  va  haciendo 
como  un  plumage  muy  grande,  hasta  que  cesa  del 
todo,  y  luego  se  convierte  en  una  como  nube  ne- 
gra. Lo  mas  ordinario  es,  salir  por  la  mañana  sa 
lido  el  Sol,  y  á  la  noche  cuando  se  pone,  aunque 
también  lo  he  visto  á  otras  horas.  Sale  á  vueltas 
del  humo  también  mucha  ceniza:  fuego  no  se  ha 
visto  salir  hasta  ahora:  hay  recelo  que  salga,  y 
abrase  la  tierra,  que  es  la  mejor  de  aquel  Reino» 
la  que  tiene  en  su  eontorno.  Tienen  por  averigua- 
do, que  de  este  volcán  y  de  la  sierra  de  Tlaxcala, 
que  está  vecina,  se  hace  ciertí  correspondencia, 
por  donde  son  tantos  les  truenes  y  relámpagos,  y 
aun  rayos,  que  de  ordinai  íd  S3  sienten  por  allí.  Á 
este  volcán  han  subido  y  entrado  en  él  Españoles, 
y  sacado  alcrebite  ó  piedra  azufre  para  hacer  pól- 
vora. Corté.s  cuenta  ía  diligencia  que  él  hizo  para 


2/2  LIBRO    TERCERO 


descubrir  lo  que  allí  habia.  Los  volcanes  de  Guate- 
mala son  mas  famosos,  así  por  su  grandeza,  que 
los  navegantes  de  la  mar  del  sur  descubren  de  muy 
lejos,  como  por  la  braveza  de  fuego  que  echan  de 
sí.  En  veinte  y  tres  de  Diciembre  del  año  de  ochen- 
ta y  seis  pasado  sucedió  caer  cuasi  toda  la  ciudad 
de  Guatemala  de  un  temblor,  y  morir  algunas  per- 
sonas. Habia  ya  seis  meses,  que  de  noche  ni  de  dia 
no  cesó  el  volcán  de  echar  de  sí  por  lo  alto,  y 
como  vomitar  un  rio  de  fuego,  cuya  materia,  ca- 
yendo por  las  faldas  del  volcán,  se  convertía  en 
ceniza  y  cantería  quemada.  Excede  el  juicio  hu- 
mano, cómo  pudiese  sacar  de  su  centro  tanta  ma- 
teria como  por  todos  aquellos  meses  arrojaba  de 
sí.  Este  volcán  no  solia  echar  sino  humo,  y  eso  no 
siempre;  y  algunas  veces  también  hacía  algunas  lla- 
maradas. Tuve  yo  esta  relación,  estando  en  Méji- 
co, por  una  carta  de  un  Secretario  de  la  Audien- 
cia de  Guatemala,  fidedigna,  y  aun  entonces  no 
habia  cesado  el  echar  el  fuego  que  se  ha  dicho,  de 
aquel  volcán.  En  Quito  los  años  pasados,  hallán- 
dome en  la  ciudad  de  los  Reyes,  el  volcán  que  tie- 
nen vecino,  echó  de  sí  tanta  ceniza,  que  por  mu- 
chas leguas  llovió  tanta  ceniza,  que  obscureció 
todo  el  dia;  y  en  Quito  cayó  de  modo,  que  no 
era  posible  andar  por  las  calles.  Otros  volca- 
nes han  visto  que  no  han  hecho  llama,  ni  hu- 
mo, ni  ceniza,  sino  allá  en  lo  profundo  está  ardien- 


DE    LA.    HISTORIA  NATURAL     DE    INDIAS  2/3 

do  ea  vivo  fuego  sin  parar.  De  estos  era  aquél, 
que  en  nuestro  tiempo  un  Clérigo  codicioso  se  per- 
suadió, que  era  masa  de  oro  la  que  ardia,  conclu- 
yendo, que  no  podia  ser  otra  materia,  ni  metal, 
cosa  que  tantos  años  ardia  sin  gastarse  jamás;  y 
con  esta  persuasión  hizo  ciertos  calderos  y  cade- 
nas con  no  sé  qué  ingenio,  para  coger  y  sacar 
oro  de  aquel  pozo:  mas  hizo  burla  de  él  el  fuego, 
porque  no  habia  bien  llegado  la  cadena  de  hierro 
y  el  caldero,  cuando  luego  se  deshacía  y  cortaba 
como  si  fuera  estopa.  Todavia  me  dijeron,  que  por- 
fiaba el  sobredicho,  y  que  andaba  dando  otras  tra- 
zas   cómo    sacar    el   oro    que  imaginaba. 


Tomo  i.  1 9 


CAPÍTULO  XXV 

QíLc  sea  la  cansa  de  durar  tanto  tiempo  el  fuego 
y  humo  de  estos  volcanes. 


No  hay  para  qué  referir  mas  número  de  volca- 
nes, pues  de  los  dichos  se  puede  entender  lo  que 
en  esto  pasa.  Pero  es  cosa  digna  de  disputar,  qué 
sea  la  causa  de  durar  el  fuego  y  humo  de  estos 
volcanes,  porque  parece  cosa  prodigiosa,  y  que 
excede  el  curso  natural,  sacar  de  su  estómago 
tanta  cosa  como  vomitan.  ¿Dónde  está  aquella  ma- 
teria, ó  quien  se  la  da,  ó  cómo  se  hace?  Tienen 
algunos  por  opinión,  que  los  volcanes  van  gastan- 
do la  materia  interior  que  ya  tienen  de  su  compo- 
sición^ y  así  creen,  que  tendrán  naturalmente  fin 
en  habiendo  consumido  la  leña,  digamos,  que  tie- 
nen. En  consecuencia  de  esta  opinión  se  muestran 
hoy  dia  algunos  cerros,  de  donde  se  saca  piedra 
quemada  y  muy  liviana;  pero  muy  recia  y  muy 
excelente  para  edificios,  como  es  la  que  en  Méjico 
se  trae  para  algunas  fábricas.  Y  en  efecto  parece 
ser  lo  que  dicen,  que  aquellos  cerros  tuvieron  fue- 


DE    LA    HISTORIA   NATURAL    DE    INDIAS  2/5 

go  natural  un  tiempo,  y  que  se  acabó,  acabada  la 
materia  que  pudo  gastar,  y  así  dejó  aquellas  pie- 
dras pasadas  de  fuego.  Yo  no  contradigo  á  esto, 
cuanto  á  pensar  que  haya  habitado  allí  fuego,  y 
en  su  modo  sido  volcanes  aquellos  en  algún  tiem- 
po. Mas  háceseme  cosa  dura  creer,  que  en  to- 
dos los  volcanes  pasa  así,  viendo  que  la  mate- 
ria que  de  sí  echan  es  cuasi  infinita,  y  que  na 
puede  caber  allá  en  sus  entrañas  junta.  Y  demás 
de  eso  hay  volcanes,  que  en  centenares  y  aun  mi- 
llares de  años  se  están  siempre  de  un  ser,  y  con  el 
mismo  continente  lanzan  de  sí  humo,  fuego  y  ce- 
niza. Plinio,  el  Historiador  natural  (según  refiere 
el  otro  Plinio),  su  sobrino,  por  especular  este  se- 
creto, y  ver  cómo  pasaba  el  negocio,  llegándose  á 
la  conversación  de  el  fuego  de  un  volcán  de  estos, 
murió,  y  fué  á  acabar  de  averiguarlo  allá.  Yo  mi- 
rándolo de  mas  afuera  digo,  que  tengo  para  mí, 
que  como  hay  en  la  tierra  lugares  que  tienen  vir- 
tud de  atraer  á  sí  materia  vaporosa,  y  convertirla 
ca  agua,  y  esas  son  fuentes  que  siempre  manan,  y 
siempre  tienen  de  qué  manar,  porque  atraen  á  sí 
la  materia  de  el  agua;  así  también  hay  lugares  que 
tienen  propiedad  de  atraer  á  sí  exhalaciones  secáis 
y  cálidas,  y  esas  convierten  en  fuego  y  en  humo, 
y  con  la  fuerza  de  ellas  arrojan  también  otra  ma- 
teria gruesa  que  se  resuelve  en  ceniza,  ó  en  pie- 
drapomez,  ó  semejante.  Y  que  esto  sea  asi,   es  in- 


2^]^  LIBRO    TERCERO 


dicio  bastante  el  ser  á  tiempos  el  echar    el   humo^ 
y  no  siempre,  y  á  tiempos  fuego,    y  no   siempre. 
Porque  es,  según  lo  que  ha  podido  atraer  y   dige- 
rir;   y  como    las   fuentes   en  tiempo   de    invierno- 
abundan,  y  en  verano  se  acortan,  y  aun  algunas 
cesan  del  todo,  según  la  virtud  y  eficacia  que  tie- 
nen, y  según  la  materia  se  ofrece,  así  los  volcanes 
en  el  echar  mas  ó  menos  fuego,   á  diversos   tiem- 
pos. Lo  que  otros  platican,   que    es   fuego   del  in- 
fierno, y  que  sale  de  allá,  para  considerar  por  allí 
lo  de  la  otra  vida  puede  servir;  pero  si  el  infierno 
está,  como  platican  los  Teólogos,  en   el    centro,  y 
la  tierra  tiene  de  diámetro  más  de  dos  mil  leguas, 
no  se  puede  bien  asentar  que   salga   de    el   centro- 
aquel  fuego.  Cuanto  mas  que  el  fuego  del  infierno, 
según  San  Basilio  (l)  y  otros  Santos    enseñan,  es 
muy  diferente  de  éste  que  vemos,   porque  no  tie- 
ne luz,  y,  abrasa  incomparablemente  mas  que  este 
nuestro.  Así  que  concluyo  con  parecerme   lo    que: 
tengo  dicho  mas  razonable. 


(i)     Bc.sil.  in  Psalin.  28.  et  in  Hexr.m. 


CAPÍTULO   XXVI 
De  los  Temblores  de  tierra. 


Algunos  han  pensado,  que  de  estos  volcanes 
•que  hay  en  Indias,  procedan  los  temblores  de  tie- 
rra, que  por  allá  son  harto  frecuentes.  Mas  porque 
Jos  hay  en  partes  también  que  no  tienen  vecindad 
con  volcanes,  no  puede  ser  esa  toda  la  causa.  Bien 
-es  verdad,  que  en  cierta  forma  tiene  lo  uno  con 
lo  otro  mucha  semejanza,  porque  las  exhalaciones 
cálidas  que  se  engendran  en  las  íntimas  concavi- 
dades de  la  tierra,  parece  que  son  la  principal  ma- 
teria del  fuego  de  los  volcanes,  con  las  cuales  se 
enciende  también  otra  materia  mas  gruesa,  y  hace 
aquellas  aparencias  de  humos  y  llamas  que  saleni 
y  las  mismas  exhalaciones,  no  hallando  debajo  de 
Ja  tierra  salida  fácil,  mueven  la  tierra  con  aquella 
violencia  para  salir,  de  donde  se  causa  el  ruido 
horrible  que  suena  debajo  de  la  tierra,  y  el  movi- 
miento de  la  misma  tierra  agitada  de  la  exhalación 
encendida,  así  como  la  pólvora  tocándola  el  fuego 


278  LIBRO    TERCERO 

rompe  peñas  y  muros  en  las  minas,  y  como  la. 
castaña  puesta  al  fuego  salta,  y  se  rompe,  y  da- 
estallido,  en  concibiendo  el  aire,  que  está  dentro- 
de  su  cascara,  el  vigor  del  fuego.  Lo  mas  ordina- 
rio de  estos  temblores  ó  terremotos  suele  ser  en 
tierras  marítimas  que  tienen  agua  vecina.  Y  así  se 
ve  en  Europa  y  en  Indias,  que  los  pueblos  muy 
apartados  de  mar  y  aguas  sienten  menos  de  este- 
trabajo,  y  los  que  son  puertos,  ó  playas,  ó  costa, 
ó  tienen  vecindad  con  eso,  padecen  mas  esta  cala- 
midad. En  el  Perú  ha  sido  cosa  maravillosa  y  mu- 
cho de  notar,  que  desde  Chile  á  Quito,  que  son 
mas  de  quinientas  leguas,  han  ido  los  terremotos 
por  su  orden  corriendo,  digo  los  grandes  y  famo- 
sos, que  otros  menores  han  sido  ordinarios.  En  la 
costa  de  Chile,  no  me  acuerdo  qué  año,  hubo  uno 
terribilísimo,  que  trastornó  montes  enteros,  y  ce- 
rró con  ellos  la  corriente  á  los  rios,  y  los  hizo  la 
gunas,  y  derribó  pueblos,  y  mató  cuantidad  de 
hombres,  y  hizo  salir  la  mar  de  sí  por  algunas  le- 
guas, dejando  en  seco  los  navios  muy  lejos  de  su 
puesto,  y  otras  cosas  semejantes  de  mucho  espan- 
to. Y  si  bien  me  acuerdo,  dijeron  habia  corrida 
trescientas  leguas  por  la  costa  el  movimiento  que 
hizo  aquel  terremoto.  De  ahí  á  pocos  años  el  de 
ochenta  y  dos  fué  el  temblor  de  Arequipa,  que 
asoló  cuasi  aquella  ciudad.  Después  el  año  de 
ochenta  y  seis,  á  nueve  de  Julio,  fué  el  de  la  ciu- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  2/9 

dad  de  las  Reyes,  que  según  escribió  el  Virey, 
habia  corrido  en  largo  por  la  costa  ciento  y  seten- 
ta leguas,  y  en  ancho  la  sierra  adentro  cincuenta 
leguas.  En  este  temblor  fué  gran  misericordia  del 
Señor  prevenir  la  gente  con  un  ruido  grande,  que 
sintieron  algún  poco  antes  del  temblor,  y  como 
están  allí  advertidos  por  la  costumbre,  luego  se 
pusieron  en  cobro,  saliéndose  á  las  calles,  ó  plazas, 
ó  huertas,  finalmente,  á  lo  descubierto.  Y  asi  aun- 
que arruinó  mucho  aquella  ciudad,  y  los  princi- 
pales edificios  de  ella  los  derribó  ó  maltrató  mu- 
cho; pero  de  la  gente  solo  refieren  haber  muerto 
hasta  catorce  ó  veinte  personas.  Hizo  también  en- 
tonces la  mar  el  mismo  movimiento  que  habia 
hecho  en  Chile,  que  fijé  poco  después  de  pasado 
el  temblor  de  tierra,  salir  ella  muy  brava  de  sus 
playas,  y  entrar  la  tierra  adentro  cuasi  dos  leguas, 
porque  subió  mas  de  catorce  brazas,  y  cubrió  to- 
da aquella  playa,  nadando  en  el  agua  que  dije,  las 
vigas  y  madera  que  allí  habia.  Después  el  año  si- 
guiente'hubo  otro  temblor  semejante  en  el  Reino 
y  ciudad  de  Quito,  que  parece  han  ido  sucedien- 
do por  su  orden  en  aquella  costa  todos  estos  te- 
rremotos notables.  Y  en  efecto  es  sujeta  á  este 
trabajo,  porque  ya  que  no  tienen  en  los  llanos  del 
Perú  la  persecución  del  Cielo  de  truenos  y  rayos, 
no  les  falte  de  la  tierra  que  temer,  y  así  todos  ten- 
gan á  vista  Alguaciles   de  la  divina  justicia,  para 


28o 


LIBRO   TERCERO 


temer  á  Dios,  pues  como  dice  la  Escritura  (l):  Fe- 
cit  hcec,  ut  timeatur.  Voh'iendo  á  la  proposición 
digo,  que  son  mas  sugetas  á  estos  temblores  las 
tierras  marítimas;  y  la  causa  á  mi  parecer  es,  que 
con  el  agua  se  tapan  y  obstruyen  los  agujeros  y 
aperturas  de  la  tierra  por  donde  habia  de  exhalar 
y  despedir  las  exhalaciones  cálidas,  que  se  engen- 
dran. Y  también  la  humedad  condensa  la  superfi- 
cie de  la  tierra,  y  hace  que  se  encierren  y  recon- 
centren mas  allá  dentro  los  humos  calientes,  que 
vienen  á  romper  encendiéndose.  Algunos  han  ob- 
servado, que  tras  años  muy  secos  viniendo  tiempos 
lluviosos,  suelen  moverse  tales  temblores  de  tierra, 
y  es  por  la  misma  razón,  á  la  cual  ayuda  la  expe- 
riencia, que  dicen,  de  haber  menos  temblores  don- 
de hay  muchos  pozos.  A  la  ciudad  de  Méjico  tie- 
nen por  opinión,  que  le  es  causa  de  algunos  tem- 
blores que  tiene,  aunque  no  grandes,  la  laguna  en 
que  está.  Aunque  también  es  verdad,  que  ciuda- 
des y  tierras  muy  mediterráneas,  y  apartadas  de 
mar,  sienten  á  veces  grandes  daños  de  terremotos, 
como  en  Indias  la  ciudad  de  Chachapoyas,  y  en 
Italia  la  de  Ferrara,  aunque  ésta,  por  la  vecindad 
del  rio,  y  no  mucha  distancia  del  mar  Adriático, 
antes  parece  se  debe  contar  con  las  marítimas 
para  el  caso  de  que   se  trata.  En   Chuquiavo,   que 


(i)     Ecc'.es.  3.  V.  14. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE     INDIAS  28 1 

|:or  otro  nombre  se  dice  la  Paz,  ciudad  del  Perú, 
sucedió  un  caso  en  esta  materia  raro  el  año  de 
ochenta  y  uno,  y  fué  caer  de  repente  un  pedazo 
grandísimo  de  una  altísima  barranca  cerca  de  un 
pueblo  llamado  Angoango,  donde  habia  Indios  he- 
chiceros é  idólatras.  Tomó  gran  parte  de  este  pue- 
blo, y  mató  cantidad  de  los  dichos  Indios;  y  lo  que 
apenasparece  creíble;  pero  afírmanlo  persoryís fide- 
dignas, corrió  la  tierra  que  se  derribó  continuada- 
mente legua  y  media,  como  si  fuera  agua  ó  cera 
derretida,  de  modo  que  tapó  una  laguna,  y  quedó 
aquella  tierra  tendida  por  toda  esta  distancia. 


CAPÍTULO    XXVII 
Cómo  se  abrazan  la  tierra  y  la  mar. 

Acabaré  con  este  elemento  juntándolo  con  el 
precedente  del  agua,  cuyo  orden  y  trabazón  entre 
-sí  es  admirable.  Tienen  estos  dos  elementos  parti- 
da entre  sí  una  misma  esfera,  y  abrázanse  en  mil 
maneras.  En  unas  partes  combate  el  agua  á  la  tie- 


282  LIBRO     TERCERO 


rra  furiosamente  como  enemig-a:  en  otras  la  ciñe 
mansamente.  Hay  donde  la  mar  se  entra  por  la 
tierra  adentro  mucho  camino,  como  á  visitarla: 
hay  donde  se  paga  la  tierra  con  echar  á  la  mar 
unas  puntas  que  llega  á  sus  entrañas.  En  partes  se 
acaba  el  un  elemento,  y  comienza  el  otro  muy 
poco  á  poco,  dando  lugar  uno  á  otro.  En  partes 
cada  uno  de  ellos  tiene  al  juntarse  su  profnndo 
inmenso,  porque  se  hallan  Islas  en  la  mar  del  sur, 
y  otras  en  la  del  norte,  que  llegando  los  navios 
junto  á  ellas,  aunque  echan  la  sonda,  en  setenta  y 
ochenta  brazas  no  hallan  fondo.  De  donde  se  ve, 
que  son  como  unos  espigones  ó  puntas  de  tierra, 
que  suben  del  profundo,  cosa  que  pone  grande  ad- 
miración. De  esta  suerte  me  dijo  un  Piloto  experto, 
que  eran  las  Islas  que  llaman  de  Lobos,  y  otras  al 
principio  de  la  costa  de  Nueva-España,  que  llaman 
de  los  Cocos.  Y  aun  hay  parte  donde  en  medio  del 
inmenso  Océano,  sin  verse  tierra  en  muchas  leguas 
al  derredor,  se  ven  como  dos  torres  altísimas^ 
o  picos  de  viva  peña,  que  salen  en  medio  del 
mar,  y  junto  á  ellos  no  se  halla  tierra  ni  fondo. 
La  forma  que  enteramente  hace  la  tierra  en  Indias 
no  se  puede  entender,  por  no  saberse  las  extremi- 
dades, ni  estar  descubiertas  hasta  el  dia  presente; 
pero  así  gruesamente  podemos  decir,  que  es  como 
de  corazón  con  los  pulmones,  lo  mas  ancho  de 
este  como  corazón  es  del  Brasil  al    Perú:    la  punta 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE    INDIAS  283 

al  Estrecho  de  Magallanes:  el  alto  donde  remata, 
es  Tierrafirme,  y  de  allí  vuelve  á  ensanchar  poco 
á  poco  hasta  llegar  á  la  grandeza  de  la  Florida,  y 
tierras  superiores  que  no  se  saben  bien.  Otras  par- 
ticularidades de  estas  tierras  de  Indias  se  pueden 
entender  de  Comentarios  que  han  hecho  Españo- 
les, de  sus  sucesos  y  descubrimientos,  y  entre 
estos  la  peregrinación  que  yo  escribí  de  un  her- 
mano de  nuestra  Compañía,  que  cierto  es  extraña, 
puede  dar  mucha  noticia.  Con  esto  quedará  dicho 
lo  que  ha  parecido  bastar  al  presente  para  dar  al- 
guna inteligencia  de  cosas  de  Indias,  cuanto  a  los 
comunes  elementos  de  que  constan  todas  la  regio- 
nes del  mundo. 


FIN     DEL     LIBRO     TERCERO 


LIBRO  CUARTO 

DE  LA 

HISTORIA  NATURAL  Y  MORAL  DE  LAS  INDIAS 


CAPÍTULO  PRIMERO 

De  tres  géneros  de  mixtos  que  se  han  de  tratar 
en  esta  Historia, 


Habiendo  tratado  en   el  libro  precedente   de  lo 
que  toca  á  elementos  y  simples,  lo  que  en  materia 
de  Indias  nos  ha  ocurrido,  en  este    presente  trata- 
remos  de  los  compuestos  y  mixtos,    cuanto  al  in- 
tento que  llevamos,  pareciere  convenir.  Y  aunque 
hay  otros  muchos  géneros,  á  tres  reduciremos  esta 
materia,  que  son  metales,  plantas,  y  animales.  Los 
metales  son  como  plantas  encubiertas  en  las  entra- 
ñas de  la  tierra,  y  tienen  alguna   semejanza  en  el 
modo  de  producirse,  pues  se  ven  también  sus  ra- 
mos, y  como  tronco  de  donde  salen,  qué   son   las 
vetas  mayores  y  menores,  que  entre  sí  tienen  no- 
table trabazón  y   concierto,   y  en  alguna   manera 
parece  que  crecen  los  minerales  al  modo  de  plan- 


286  LIBRO     CUARTO 


tas.  No  porque  tengan  verdadera  vegetativa  y 
vida  interior,  que  esto  es  solo  de  verdaderas  plan- 
tas, sino  porque  de  tal  modo  se  producen  en  las 
entrañas  de  la  tierra  por  virtud  y  eficacia  del  Sol, 
y  de  los  otros  planetas,  que  por  discurso  de  tiem- 
po largo  se  van  acrecentando,  y  cuasi  propagan- 
do. Y  así  como  los  metales  son  como  plantas 
ocultas  de  la  tierra,  así  también  podemos  decir, 
■que  las  plantas  son  como  animales  fijos  en  un  lu- 
gar, cuya  vida  se  gobierna  del  alimento  que  la  na- 
luraleza  les  provee  en  su  propio  nacimiento.  Mas 
los  animales  exceden  á  las  plantas,  que  como  tie- 
nen ser  mas  perfecto,  tienen  necesidad  de  alimen- 
to también  mas  perfecto;  y  para  buscarle,  les  dio 
ia  naturaleza  movimiento;  y  para  conocerle  y  des- 
cubrirle, sentido.  De  suerte,  que  la  tierra  estéril  y 
ruda  es  como  materia  y  alimento  de  los  metales: 
la  tierra  fértil  y  de  mas  sazón  es  materia  y  ali- 
mento de  plantas:  las  mismas  plantas  son  alimento 
de  animales;  y  las  plantas  y  animales  alimento  de 
los  hombres;  sirviendo  siempre  la  naturaleza  infe- 
rior para  sustento  de  la  superior,  y  la  menos  per- 
fecta subordinándose  á  la  mas  perfecta.  De  donde 
se  entiende,  cuan  lejos  está  el  oro,  y  la  plata,  y  lo 
demás  que  los  hombres  ciegos  de  codicia  estiman 
en  tanto  de  ser  fin  digno  del  hombre,  pues  están 
tantos  grados  mas  abajo  que  el  hombre;  y  solo  al 
Criador  y  universal  Hacedor  de  todo   está   sujeto 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  28/ 

y  ordenado  el  hombre,  como  á  propio  fin  y  des- 
canso suyo,  y  todo  lo  demás  no  mas  de  en  cuanto 
le  conduce,  y  ayuda  á  conseguir  este  fin.  Quien 
con  .esta  Filosofía  mira  las  cosas  criadas,  y  discu- 
rre por  ellas,  puede  sacar  fi-uto  de  su  conocimien- 
to y  consideración,  sir\aéndose  de  ellas  para  co- 
nocer y  glorificar  al  Autor  de  todas.  Quien  no 
pasa  mas  adelante  de  entender  sus  propiedades  y 
utilidades,  ó  será  curioso  en  el  saber,  ó  codicioso 
en  el  adquirir,  y  al  cabo  le  serán  las  criaturas  lo 
que  dice  el  Sabio  (l),  que  son  á  los  pies  de  los  in- 
sipientes y  necios;  conviene  á  saber,  lazo  y  red  en 
que  caen  y  se  enredan.  Con  el  fin,  pues,  é  intento 
dicho,  para  que  el  Criador  sea  glorificado  en  sus 
criaturas,  pretendo  decir  en  este  libro  algo  de  lo 
mucho  que  hay  digno  de  historia  en  Indias  cerca 
de  los  metales,  plantas  y  animales  que  son  mas 
propiamente  de  aquellas  partes.  Y  porque  tratar 
esto  exactamente  sería  obra  muy  grande,  y  que 
requiere  mayor  conocimiento  que  el  mió,  y  mu- 
cha mas  desocupación  de  la  que  tengo,  digo,  que 
solamente  pienso  tratar  sucintamente  algunas  co- 
sas, que  ])or  experiencia,  ó  por  relación  verdadera 
he  considerado  cerca  de  las  tres  cosas  que  he  pro- 
puesto, dejando  para  otros  mas  curiosos'y  diligen- 
tes la  averiguación   mas   larga  de  estas  materias. 


(i)    Sap.  14.  V.  1 1. 


CAPÍTULO   II 

De  la  abiLiidancia  de  metales  que  hay  en  las 
Indias  occidentales. 


Los  metales  crió  la  sabiduría  de  Dios  para  me- 
dicina, y  para  defensa,  y  para  ornato,  y  para  ins- 
trumentos de  las  operaciones  de  los  hombres.  De 
todas  estas  cuatro  cosas  se  pueden  fácilmente  dar 
ejemplos:  mas  el  principal  fin  de  los  metales  es  la 
última  de  ellas.  Porque  la  vida  humana  no  solo  ha 
menester  sustentarse  como  la  de  los  animales,  sino 
también  ha  de  obrar  conforme  á  la  capacidad  y 
razón  que  le  dio  el  Criador;  y  así  como  es  su  in- 
genio tan  extendido  á  diversas  artes  y  facultades, 
así  también  proveyó  el  mismo  Autor,  que  tuviese 
materia  de  diversos  artificios  para  reparo,  seguri- 
dad, ornato  y  abundancia  de  sus  operaciones. 
Siendo,  pues,  tanta  la  diversidad  de  metales  que 
encerró  el  Criador  en  los  armarios  y  sótanos  de 
la  tierra,  de  todos  ellos  tiene  utilidad  la  vida  hu- 
mana. De  unos  se  sirve  para  cura  de  enfermeda- 
des: de  otros  para  armas  y  defensa  contra  sus  ene- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  289 

migos:  de  otros  para  aderezo  y  gala  de  sus  perso- 
nas y  habitaciones:  de  otros  para  vasijas,  y  herra- 
mientas, y  varios  instrumentos  que  inventa  el  arte 
humano.  Pero  sobre  todos  estos  usos  que  son  sen- 
cillos y   naturales,  halló  la   comunicación  de  los 
hombres  el  uso  del  dinero,  el   cual,  como   dijo   el 
Filósofo  (l),  es  medida  de  todas  las  cosas,  y  sien- 
do una  cosa  sola  en  naturaleza,  es  todas  en  virtud, 
porque  el  dinero  es  comida,  vestido,   casa,  cabal- 
gadura, y  cuanto  los  hombres   han    menester.-  Y 
así  obedece  todo  al  dinero,  como  dice  ei  Sabio  (2). 
Para  esta  invención,  de  hacer  que  una  cosa   fuese 
todas  las  cosas,  guiados  de  natural  instinto  eligie- 
ron los  hombres  la  cosa  mas  durable,  y  mas  trata- 
ble, que  es  el  metal;  y  entre  los  metales  quisieron 
que  aquellos  tuviesen  principado  en  esta  invención 
de  ser  dinero,  que  por  su  naturaleza  eran  más  du- 
rables é  incorruptibles,  que  son  la  plata  y   el   oro. 
Los  cuales,  no   solo  entre    los   Hebreos,   Asirios, 
Griegos,  y  Romanos,  y  otras  naciones   de  Europa 
y  Asia,  tuvieron  estima,    sino  también   entre   las 
mas  remotas,   y   bárbaras   naciones   del  universo, 
como  son  los  Indios,  así  orientales  como   occiden- 
tales, donde  el  oro  y  plata  fué  tenida  en  precio  y 
estima;  y  como  tal  usada  en  los  Templos  y   Pala- 


(0    Arist.  5.  c.  Ethic.  5. 
(2)     Eccles.  10.  V.  19. 

Tomo  i.  20. 


290  LIBRO     CUARTO 


cios,  y  ornato  de  Reyes  y  Nobles.  Porque  aun- 
que se  han  hallado  algunos  bárbaros  que  no  co- 
nocían la  plata,  ni  el  oro,  como  cuentan  de  los 
Floridos,  que  tomaban  las  talegas,  ó  sacos  en  que 
iba  el  dinero,  y  al  mismo  dinero  le  dejaban  echa- 
do por  ahí  en  la  playa  como  á  cosa  inútil.  Y  Plinio 
refiere  (l)  de  los  Babitacos,  que  aborrecían  el  oro,. 
y  por  eso  lo  sepultaban  donde  nadie  pudiese  ser- 
virse de  él;  pero  de  estos  Floridos,  y  de  aquellos 
Babitacos  ha  habido,  y  hay  hoy  dia  pocos;  y  de  los 
que  estiman,  buscan,  y  guarden  el  oro  y  la  plata, 
hay  muchos,  sin  que  tengan  necesidad  de  aprender 
esto  de  los  que  han  ido  de  Europa.  Verdad  es  que 
su  codicia  de  ellos  no  llegó  á  tanto  como  la  de  los 
nuestros,  ni  idolatraron  tanto  con  el  oro  y  plata,^ 
aunque  eran  idólatras,  como  algunos  malos  Cristia- 
nos, que  han  hecho  por  el  oro  y  plata  excesos  tan 
grandes.  Mas  es  cosa  de  alta  consideración,  que  la 
Sabiduría  del  eterno  Señor  quisiese  enriquecer  las 
tierras  de  el  mundo  mas  apartadas,  y  habitadas  de 
gente  menos  política,  y  allí  pusiese  la  mayor  abun- 
dancia de  minas  que  jamás  hubo,  para  con  esto 
convidar  á  los  hombres  á  buscar  aquellas  tierras^ 
y  tenerlas,  y  de  camino  comunicar  su  Religión,  y 
culto  del  verdadero  Dios  a  los  que  no  le  conocían^ 


(i)    Plin.  lib.  6.  cap.  27. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS         ZQl 

cumpliéndose  la  profecía  de  Isaías  (l),  que  la  Igle- 
sia había  de  extender  sus  términos,    no    solo    á    la 
diestra,  sino  también   á  la  siniestra,  que  es    como 
San  Agustin  declara  (2)  haberse    de   propagar    el 
Evangelio,   no   solo    por   los  que  sinceramente,    y 
con    caridad    lo   predicasen,  sino  también  por  los 
que    por  fines  y  medios  temporales  y  humanos  lo 
anunciasen.  Por  donde  vemos,  que   las  tierras    de 
Indias  mas  copiosas  de  minas  y   riqueza    han  sido 
las  mas  cultivadas  en  la  Religión  Cristiana  en  nues- 
tros tiempos,   aprovechándose    el   Señor   para  sus 
fines  soberanos  de  nuestras  pretensiones.  Cerca  de 
esto  decia  un  hombre  sabio,  que    lo    que    hace    un 
padre    con   una   hija  fea  para  casarla,  que  es  darle 
mucha  dote,  eso  habia  hecho  Dios  con  aquella  tie- 
rra tan  trabajosa,  de  darle  mucha  riqueza    de    mi- 
nas, para  que  con  este  medio  hallase  quien  la   qui- 
siese.   Hay,   pues,  en  las  Indias  occidentales   gran 
copia  de  minas,  y  haylas  de  todos  metales,  de  co- 
bre,   de    hierro,    de  plomo,  de  estaño,  de    azogue, 
de  plata,  y  de  oro.  Y  entre  todas  las  partes  de  In- 
dias, los  Reinos  del  Perú  son  los  que  mas  abundan 
de  metales,  especialmente  de  plata,   y  oro   y   azo- 
gue; y  es  en  tanta  manera,  que  cada  día  se  descu- 
bren nuevas  minas.   Y  según  es  la  cualidad  de  la 


(1)  Isaías  54.  V.  3. 

(2)  AugList.  lib.  I.  de  concord.  Evang.  c.  31. 


292  LIBRO     CUARTO 


tierra,  es  cosa  sin  duda,  que  son  sin  comparación 
muchas  mas  las  que  están  por  descubrir  que  las 
descubiertas,  y  aun  parece  que  toda  la  tierra  está 
como  sembrada  de  estos  metales,  mas  que  ningu- 
na otra  que  se  sepa  al  presente  en  el  mundo,  ni  que 
en  lo  pasado  se  haya  escrito. 


CAPITULO    III 

De  la  cualidad  de  la  tierra  donde  se  hallan  meta- 
les; y  que  no  se  labran  todos  en  Indias;  y  de 
cómo  usaban  los  Indios  de  los  metales. 


La  causa  de  haber  tanta  riqueza  de  metales  en 
Indias,  especialmente  en  las  occidentales  del  Perú, 
es,  como  está  dicho,  la  voluntad  del  Criador,  que 
repartió  sus  dones  como  quiso.  Pero  llegándonos  á 
la  razón  y  Filosofía,  es  gran  verdad  lo  que  escri- 
bió Filón,  hombre  sabio  (l)    diciendo,  que  el  oro. 


(i)    Philo  lib.  5.  de  genes,  mundi 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  293 

plata,  y  metales  naturalmente  nacían  en  las  tierras 
mas  estériles,  é  irifructuosas.  Así  vemos,  que  tie- 
rras de  buen  temperamento,  y  fértiles  de  yerva 
y  frutos,  raras  veces,  ó  nunca  son  de  minas  (i): 
contentándose  la  naturaleza  con  darles  vigor  para 
producir  los  frutos  mas  necesarios  al  gobierno  y 
vida  de  los  animales  y  hombres.  Al  contrario,  en 
tierras  muy  ásperas,  secas,  y  estériles,  en  sierras 
muy  altas,  en  peñas  muy  agrias,  en  temples  muy 
desabridos,  allí  es  donde  se  hallan  minas  de  plata 
y  de  azogue,  y  lavaderos  de  oro;  y  toda  cuanta 
riqueza  ha  venido  á  España,  después  que  se  des- 
cubrieron las  Indias  occidentales,  ha  sido  sacada 
de  semejantes  lugares  ásperos,  trabajosos,  desabri- 
dos, y  estériles;  mis  el  gusto  del  dinero  los  hace 
suaves,  y  abundantes,  y  muy  poblados.  Y  aunque 
hay  en  Indias,  como  he  dicho,  vetas  y  minas  de 
todos  metales,  no  se  labran  sino  solamente  minas 
de  plata  y  oro,  y  también  de  azogue,  porque  es 
necesario  para  sacar  la  plata  y  el  oro.  El  hierro 
llevan  de  España,  y  6.2  la  China.  Cobre  usaron  la- 
brar los  Indios,  porque  sus  herramientas  y  armas 
no  eran  comunmente  de  hierro,  sino  de  cobre. 
Después  que  Españoles  tienen  las  Indias,  poco  se 
labran,  ni  siguen  minas  de  cobre,  aunque  las  hay 
muchas,  porque  buscan  los  metales   mas    ricos,    y 


(i)     Euseb.  lib.  8.  de  pracpar.  Lvahg.  c.  5. 


294  LIBRO    CUARTO 


en  esos  gastan  su  tiempo  y  trabajo:  para  esotros 
se  sirv^en  de  lo  que  va  de  España,  ó  de  lo  que  á 
vueltas  de  el  beneficio  de  oro  y  plata  resulta.  No 
se  halla  que  los  Indios  usasen  oro,  ni  plata,  ni  metal 
para  moneda,  ni  para  precio  de  las  cosas,  usábanlo 
para  ornato,  como  está  dicho.  Y  así  tenían  en  Tem- 
plos, Palacios,  y  sepulturas  grande  suma,  y  mil 
géneros  de  vasijas  de  oro  y  plata.  Para  contratar 
y  comprar  no  tenían  dinero,  sino  trocaban  unas 
cosas  con  otras,  como  de  los  Antiguos  refiere  lío- 
mero,  y  cuenta  Plinio  (l).  Había  algunas  cosas  de 
mas  estima,  que  corrían  por  precio  en  lugar  de  di- 
nero; y  hasta  el  día  de  hoy  dura  entre  los  Indios 
esta  costumbre.  Como  en  las  pro\'incias  de  Méjico 
usan  de  cacao,  que  es  una  frutilla,  en  lugar  de  di- 
nero, y  con  ella  rescatan  lo  que  quieren.  En  el 
Perú  sirve  de  lo  mismo  la  coca,  que  es  una  hoja 
que  los  Indios  precian  mucho.  Como  en  el  Para- 
guay usan  cuños  de  hierro  por  moneda.  Y  en  San- 
ta Cruz  de  la  Sierra  algodón  tejido.  Finalmente, 
su  modo  de  contratar  de  los  Indios,  su  comprar  y 
vender  fué  cambiar,  y  rescatar  cosas  por  cosas; 
y  con  ser  los  mercados  grandísimos  y  frecuentísi- 
mos, no  les  hizo  falta  el  dinero,  ni  habían  menester 
terceros,  porque  todos  estaban  muy  diestros  en  sa- 
ber cuanto  de  qué  cosa  era  justo  dar  por  tanto  de 


(i)     Plin.  lib.  33.  c.  3. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  295 

'Otra  cosa.  Después  que  entraron  Españoles,  usaron 
también  los  Indios  el  oro  y  plata  para  comprar,  y 
á  los  principios  no  habia  moneda,  sino  la  plata  por 
peso  era  el  precio,  como  de  los  Romanos  an- 
tiguos se  cuenta  (l).  Después,  por  mas  como- 
didad, se  labró  moneda  en  Méjico  y  en  el  Pe- 
rú; mas  hasta  hoy  ningún  dinero  se  gasta  en 
Indias  occidentales  de  cobre,  ú  otro  metal,  sino 
solamente  plata,  ú  oro.  Porque  la  riqueza  y  grose- 
dad de  aquella  tierra  no  ha  admitido  la  moneda 
que  llaman  de  vellón,  ni  otros  géneros  de  mezclas 
■que  usan  en  Italia,  y  en  otras  provincius  de  Euro- 
pa. Aunque  es  verdad  que  en  algunas  Islas  de  In- 
dias, como  son  Santo  Domingo  y  Puerto-Rico, 
usan  de  moneda  de  cobre,  que  son  unos  cuartos 
que  en  solas  aquellas  Islas  tienen  valor,  porque 
hay  poca  plata:  y  oro,  aunque  hay  mucho,  no  hay 
quien  lo  beneficie.  Mas  porque  la  riqueza  de  In- 
dias, y  el  uso  de  labrar  minas  consiste  en  oro, 
plata,  y  azogue,  de  estos  tres  metales  diré  algo, 
dejando  por  ahora  lo  demás. 


(I)    Plin.  lib.  -^3.0.4.. 


CAPÍTULO   IV 
Del  oro  que  se  labra  en  Indias, 


El  oro  entre  todos  los  metales  fué  siempre  esti- 
mado por  el  mas  principal,  y   con   razón,   porque 
es  el  mas  durable,  é  incorruptible,  pues  el  fuego 
que  consume,  ó  disminuye  a  los  demás,  á  éste  an- 
tes le  abona  y  perfecciona,  y  el  oro  que   ha  pasa- 
do por  mucho  fuego,  queda  de  su  color,  y  es  finí- 
simo. El  cual  propiamente,   según  Plinio   dice,  se 
llama  obrizo  (l),  de  que  tanta  mención  hace  la  Es- 
critura. Y  el  uso  que  gasta  todos  los  otros,    como 
dice  el  mismo  Plinio,  al  oro  solo  no  le  menoscaba 
cosa,  ni  le  carcome,   ni   envejece,  y   con   ser    tan 
firme  en  su  ser,  se  deja  tanto  doblar  y  adelgazar, 
que  es  cosa  de  maravilla.  Los  batihojas  y  tiradores 
saben  bien  la  fuerza  del  oro  en  dejarse  tanto  adel- 
gazar y  doblar,  sin  quebrar  jamás.  Lo   cual  todo, 
con  otras  excelentes  propiedades  que  tiene,    bien 
considerado,  dará  á  los  hombres  espirituales  oca- 


(I)    Plin.  lib.  33.  c.  3. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  29/ 

sion  de  entender,  porque  en  las  divinas  Letras  (l) 
la  caridad  se  semeja  al  oro.  En  lo  demás,  para  que 
él  se  estime  y  busque,  poca  necesidad  hay  de  con- 
tar sus  excelencias,  pues  la  mayor  que  tiene,  es 
estar  entre  los  hombres  ya  conocido  por  el  supre- 
mo poder,  y  grandeza  del  mundo.  Viniendo  a  nues- 
tro propósito,  hay  en  Indias  gran  copia  de  este  me- 
tal; y  sábese  de  Historias  ciertas,  que  los  Incas  del 
Perú  no  se  contentaron  de  tener  vasijas  mayores 
y  menores  de  oro,  jarros,  copas,  tazas,  frascos, 
cántaros,  y  aun  tinajas,  sino  que  también  tenian 
sillas,  y  andas,  ó  literas  de  oro  macizo,  y  en  sus 
templos  colocaron  diversas  estatuas  de  oro  maci* 
zo.  En  Méjico  también  hubo  mucho  de  esto,  aun- 
que no  tanto;  y  cuando  los  primeros  Conquistado- 
res fueron  al  uno  y  otro  Reino,  fueron  inmensas 
las  riquezas  que  hallaron,  y  muchas  mas  sin  com- 
paración las  que  los  Indios  ocultaron  y  hundieron. 
El  haber  usado  de  plata  para  herrar  los  caballos  á 
falta  de  hierro,  y  haber  dado  trescientos  escudos 
de  oro  por  una  botija,  ó  cántaro  de  vino,  con  otros 
excesos  tales,  parecería  fabuloso  contarlo;  y  en 
efecto  pasaron  cosas  mayores  que  éstas.  Sácase  el 
oro  en  aquellas  partes  en  tres  maneras:  yo  á  lo 
menos  de  estas  tres  maneras  lo  he  visto.  Porque 
se  halla  oro  en  pepita,  y  oro  en  polvo,   y   oro    en 


(i)    Apoc.  3.  p  21.  Cant.  3.  v.  10.  Psalm.  64.  Thren.  4.  3.  Reg.  6. 


298  LIBRO     CUARTO 


piedra.  Oro  en  pepita  llaman  unos  pedazos  de  oro 
que  se  hallan  así  enteros,  y  sin  mezcla  de  otro  me- 
tal, que  no  tienen  necesidad  de  fundirse,  ni  benefi- 
ciarse por  fuego:  llámanlos  pepitas,  porque  de  or- 
dinario son  pedazos  pequeños  del  tamaño  de  pepi- 
ta de  melón,  ó  de  calabaza.  Y  esto  es  lo  que  dice 
Job  (l):  Gleba'  illius  aiiriim,  aunque  acaece  haber- 
los, y  yo  los  he  visto  mucho  mayores, y  algunos 
han  llegado  á  pesar  muchas  libras.  Esta  es  gran- 
deza de  este  metal  solo,  según  Plinio  afirma  (2), 
que  se  halla  así  hecho  y  perfecto;  lo  cual  en 
los  otros  no  acaece,  que  siempre  tienen  escoria,  y 
han  menester  fuego  para  apurarse.  Aunque  tam- 
bién he  visto  yo  plata  natural  á  modo  de  escarcha; 
y  también  hay  las  que  llaman  en  Indias  papas  de 
plata,  que  acaece  hallarse  plata  fina  en  pedazos  a 
modo  de  turmas  de  tierra;  mas  esto  en  la  plata  es 
raro,  y  en  el  oro  es  cosa  muy  ordinaria.  De  este 
oro  en  pepita  es  poco  lo  que  se  halla  respecto  de 
lo  demás.  El  oro  en  piedra  es  una  veta  de  oro  que 
nace  en  la  misma  piedra,  ó  pedernal;  y  yo  he  visto 
de  las  minas  de  Zaruma,  en  la  gobernación  de  Sa- 
linas, piedras  bien  grandes  pasadas  todas  de  oro, 
y  otras  ser  la  mitad  oro,  y  la  mitad  piedra.  El  oro 
de  esta  suerte  se  halla  en  pozos,  y    en    minas   que 


(i)    Job  28.  V.  6. 

(2)     Plin.  lib.  33.  c.  t. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL  DE    INDIAS  299 

tienen  sus  vetas  como  las  de  plata,  y  son  dificulto- 
sísimas de  labrar.  El  modo  de  labrar  el  oro  sacado 
de  piedra,  que  usaron  antiguamente  los  Reyes  de 
Egipto,  escribe  Agatárchides  en  el  quinto  libro  de 
la  Historia  del  mar  Eritréo,  ó  Bermejo,  según  re- 
fiere Focio  en  su  biblioteca;  y  es  cosa  de  admira- 
ción, cuan  semejante  es  lo  que  allí  refiere  á  lo  que 
ahora  se  usa  en  el  beneficio  de  estos  metales  de 
oro  y  plata.  La  mayor  cantidad  de  oro  que  se  saca 
en  Indias,  es  en  polvo,  que  se  halla  en  ríos,  ó  lu- 
gares por  donde  ha  pasado  mucha  agua.  Abundan 
los  rios  de  Indias  de  este  género,  como  los  Anti- 
guos celebraron  el  Tajo  de  España,  y  el  Pactólo 
de  Asia,  y  el  Ganges  de  la  India  oriental.  Y  lo  qne 
nosotros  llamamos  oro  en  polvo,  llamaban  ellos 
rametita  miri.  Y  también  entonces  era  la  mayor 
cantidad  de  oro  lo  que  se  hacia  de  estos  ramentos? 
ó  poh'os  de  oro  que  se  hallaban  en  rios. 

En  nuestros  tiempos  en  las  Islas  de  Barlovento 
Española  y  Cuba,  Puerto-Rico,  hubo  y  hay  gran 
copia  en  los  rios;  mas  por  la  falta  de  naturales,  y 
por  la  dificultad  de  sacarlo,  es  poco  lo  que  viene 
de  ellas  á  España.  En  el  Reino  de  Chile  y  en  el  de 
Quito,  y  en  el  nuevo  Reino  de  Granada  hay  mucha 
cantidad.  El  mas  celebrado  es  el  oro  de  Caravaya 
én  el  Perú,  y  el  de  Valdivia  en  Chile,  porque  llega 
á  toda  la  ley,  que  son  veinte  y  tres  quilates  y  me- 
dio, y  aun  á  veces  pasa.  También  es  celebrado  el 


300  LIBRO  CUARTO 


oro  de  Veragua  por  muy  fino.  De  las  Filipinas  y 
China  traen  también  mucho  oro  á  Méjico;  pero 
comunmente  es  bajo  y  de  poca  ley.  Hállase  el  oro^ 
mezclado, ó  con  plata,  ó  con  cobre.  Plinio  dice  (i)^ 
que  ningún  oro  hay  donde  no  haya  algo  de  plata; 
mas  el  que  tiene  mezcla  de  plata,  comunmente  es 
de  menos  quilates  que  el  que  la  tiene  de  cobre.  vSi 
tiene  la  quinta  parte  de  plata,  dice  Plinio  (2),  que 
se  llama  propiamente  electro,  y  que  tiene  propie- 
dad de  resplandecer  á  la  lumbre  de  fuego,  mucho 
mas  que  la  plata  fina,  ni  el  oro  fino.  El  que  es  so- 
bre cobre,  de  ordinario  es  oro  mas  alto.  El  oro  en 
polvo  se  beneficia  en  lavaderos,  lavándolo  mucho 
en  el  agua,  hasta  que  el  arena,  ó  barro  se  cae  de 
las  bateas,  ó  barreñas;  y  el  oro  como  de  mas  peso- 
hace  asiento  abajo.  Beneficiase  también  con  azo- 
gue: también  se  apura  con  agua  fuerte,  porque  cL 
alumbre,  de  que  ella  se  hace,  tiene  esa  fuerza  de 
apartar  el  oro  de  todo  lo  demás.  Después  de  pu- 
rificado, ó  fundido,  hacen  tejos,  ó  barretas  para 
traerlo  á  España,  porque  oro  en  polvo  no 
se  puede  sacar  de  Indias ,  pues  no  se  puede 
quintar,  y  marcar,  y  quilatar  hasta  fundirse.  Solia 
España,  según  refiere  el  Historiador  sobredi- 
cho ,(^),  abundar   sobre   todas   las  provincias  del 


(O    Plin.  lib.  33.  C.4- 

('•)     Ibidem. 

(3)    Plin.  lib.  3^.  c.  4. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  3OI 

mundo  de  estos  metales  de  oro  y  plata,  especial- 
mente Galicia,  y  Lusitania,  y  sobre  todo  las  Astu- 
rias, de  adonde  refiere,  que  se  traían  á  Roma  cada 
año  veinte  mil  libras  de  oro,  y  que  en  ninguna 
otra  tierra  se  hallaba  tanta  abundancia.  Lo  cual 
parece  testificar  el  libro  de  los  Macabeos,  donde 
dice  (1):  Entre  las  mayores  grandezas  de  los  Roma- 
nos, que  hubieron  á  su  poder  los  metales  de  plata  y 
oro  que  hay  en  España.  Ahora  á  España  le  viene 
este  gran  tesoro  de  Indias,  ordenando  la  divina 
providencia  que  unos  Reinos  sirvan  á  otros,  y  co- 
muniquen su  riqueza,  y  participen  de  su  gobierno 
})ara  bien  de  los  unos  y  de  los  otros,  si  usan  de- 
bidamente de  los  bienes  que  tienen.  La  suma  de 
oro  que  se  trae  de  Indias,  no  se  puede  bien  tasar; 
pero  puédese  bien  afirmar,  que  es  harto  mayor 
que  la  que  refiere  Plinio  haberse  llevado  de  Es- 
paña á  Roma  cada  año.  En  la  flota  que  yo  vine, 
el  año  de  ochenta  y  siete,  fué  la  relación  de  Tie- 
rra-firme doce  cajones  de  oro,  que  por  lo  que  me- 
nos es  cada  cajón  cuatro  arrobas.  Y  de  Nueva- 
España  mil  ciento  cincuenta  y  seis  marcos  de  oro. 
P^sto  solo  para  el  Rey,  sin  lo  que  vino  para  parti- 
culares registrado,  -y  sin  lo  que  vino  por  registrar, 
que  suele  ser  mucho.  Y  esto  baste  para  lo  que 
toca  al  oro  de  Indias;  de  la  plata    diremos    ahora 


4^     í .  Machib.  8.  v.   3. 


CAPITULO  V 
De   la  Plata    de    Indias» 


En  el  libro  de  Job  (l)  leemos  así:  Tiene  la  plata 
ciertos  principios  y  raíces  de  sus  venas;  y  el  oro 
tiene  su  cierto  lugar,  donde  se  cuaja.  El  hierro 
cavando  se  saca  de  la  tierra;  y  la  piedra  deshecha 
con  el  calor,  se  vuelve  en  cobre.  Admirablemente 
con  pocas  palabras  declara  las  propiedades  de 
estos  cuatro  metales,  plata,  oro,  hierro,  cobre. 
De  los  lugares  donde  se  cuaja  y  engendra  el  oro, 
algo  se  ha  dicho,  que  son,  ó  piedras  en  lo  pro- 
fundo de  los  montes  y  senos  de  la  tierra,  ó 
arena  de  los  rios  y  lugares  anegadizos,  ó  cerros 
muy  altos  de  donde  los  polvos  de  oro  se  deslizan 
con  el  agua,  como  es  mas  común  opinión  en  In- 
dias. De  donde  vienen  muchos  del  vulgo  á  creer, 
que  del  tiempo  del  diluvio  sucedió  hallarse  en  el  agua 
el  oro  en  partes  tan  extrañas  como  se  halla.  De  las 
venas  de  la  plata,  ó   vetas,  y   de  sus    principios  y 


j)    Job.  28.  vv.  I.  2. 


DE     Li\    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  3O3 

raíces,  que  dice  Job,  trataremos  ahora,  diciendo 
primero,  que  lá  causa  de  tener  el  segundo  lugar 
en  los  metales  la  plata,  es,  por  llegarse  al  oro  mas 
que  otro  ninguno,  en  el  ser  durable,  y  padecer 
menos  del  fuego,  y  dejarse  mas  tratar  y  labrar,  y 
aun  hace  ventaja  al  oro  en  relucir  mas,  y  sonar 
mas.  También  porque  su  color  es  mas  conforme  á 
la  luz,  y  su  sonido  es  mas  delicado  y  penetrativo. 
Y  partes  hay  donde  estiman  la  plata  mas  que  el 
oro;  pero  el  ser  mas  raro  el  oro,  y  la  naturaleza 
mas  escasa  en  darlo,  es  argumento  de  ser  metal 
mas  precioso,  aunque  hay  tierrras,  como  refieren 
de  la  China,  donde  se  halla  mas  fácilmente  oro 
que  plata;  lo  común  y  ordinario  es,  ser  mas  fácil 
y  mas  abundante  la  plata.  En  las  Indias  occiden- 
tales proveyó  el  Criador  tanta  riqueza  de  ella,  que 
todo  lo  que  se  sabe  de  las  Historias  antiguas,  y 
todo  lo  que  encarecen  las  Argentifodinas  de  Espa- 
ña y  de  otras  partes,  es  menos  que  lo  que  vimos 
en  aquellas  partes.  Hállanse  minas  de  plata  co- 
munmente en  cerros  y  montes  muy  ásperos  y  de- 
siertos, aunque  también  se  han  hallado  en  zabañas 
ó  campos.  Estas  son  en  dos  maneras:  unas  llaman 
sueltas,  otras  llaman  vetas  fijas.  Las  sueltas  son 
unos  pedazos  de  metal,  que  acaece  estar  en  partes 
donde  acabado  aquel  pedazo,  no  se  halla  mas.  Las 
vetas  fijas  son  las  que  en  hondo  y  en  largo  tienen 
prosecución,   al   modo   de   ramos   grandes  de   un 


304  LIBRO  CUARTO 


árbol,  y  donde  se  halla  una  de  éstas,  es  cosa  ordi- 
naria haber  cerca  luego  otras  y  otras  vetas.  El 
modo  de  labrar  y  beneficiar  la  plata,  que  los  In- 
dios usaron,  fué  ])or  fundición,  que  es  derritiendo 
aquella  masa  de  metal  al  fuego,  el  cual  echa  la 
escoria  á  una  parte,  y  aparta  la  plata  del  plomo, 
y  del  estaño,  y  del  cobre,  y  de  la  demás  mezcla 
que  tiene.  Para  esto  hacían  unos  como  hornillos, 
donde  el  viento  soplase  recio,  y  con  leña  y  carbón 
hacían  su  operación.  A  estas  en  el  Perú  llamaban 
Guayras.  Después  que  los  Españoles  entraron,  de- 
más del  dicho  modo  de  fundición,  que  también  se 
usa,  benefician  la  plata  por  azogue,  y  aun  es  mas 
ia  plata  que  con  él  sacan,  que  no  la  de  fundición. 
Porque  hay  metal  de  plata,  que  no  se  beneficia,  ni 
aprovecha  con  fuego,  sino  con  azogue:  y  éste  co- 
munmente es  metal  pobre,  de  lo  cual  hay  mucha 
mayor  cantidad.  Pobre  llaman  al  que  tiene  poca 
plata  en  mucha  cantidad,  rico  al  que  da  mucha 
plata.  Y  es  cosa  maravillosa,  que  no  solo  se  halla 
esta  diferencia  de  salearse  por  fuego  un  metal  de 
plata,  y  otro  no  por  fuego,  sino  por  azogue:  sino 
que  en  los  mismos  metales  que  el  fuego  saca  por 
fundición,  hay  algunos,  que  si  el  fuego  se  enciende 
con  aire  artificial,  como  de  fuelles,  no  se  derrite, 
ni  se  funde,  sino  que  ha  d,e  ser  aire  natural  que  co- 
rra: y  hay  metales.,  que  se  funden  también,  ó  me- 
jor con  aire  artificial  dado  por  fuelles.  El  metal  de 


DE     LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  3O5 

las  minas  de  Porco  se  beneficia  y  funde  fácilmen- 
te con  fuelles:  el  metal  de  las  minas  de  Potosí  no 
se  funde  con  fuelles;  ni  aprovecha,  sino  el  aire  de 
'Guayras,  que  son  aquellos  hornillos  que  están  en 
las  laderas  del  cerro  al  viento  natural,  con  el  cual 
se  derrite  aquel  metal.  Y  aunque  dar  razón  de  esta 
diversidad  es  dificil,  es  ella  muy  cierta  por  expe- 
riencia larga.  Otras  mil  delicadezas  ha  hallado  la 
curiosidad  y  codicia  de  este  metal,  que  tanto  los 
hombres  aman,  de  las  cuales  diremos  algunas  ade- 
lante. Las  principales  partes  de  Indias  que  dan 
plata,  son  la  Nueva-España  y  Perú;  mas  las  minas 
'del  Perú  son  de  grande  ventaja,  y  entre  ellas  tie- 
nen el  primado  del  mundo  las  de  Potosí.  De  las 
cuales  trataremos  un  poco  de  espacio,  por  ser  de 
las  cosas  mas  célebres  y  mas  notables  que  hay  en 
las  Indias  occidentales. 


Tomo  t,  21 


CAPITULO  VI 
Del  cerro  de  Potosí  y  de  su  descubrimiento. 


El  cerro  tan  nombrado  de  Potosí  está  en  la  pro- 
vincia de  los  Charcas,  en  el  Reino  del  Perú;  dista 
de  la  equinoccial  á  la  parte  del  sur,  ó  polo  Antar- 
tico veinte  y  un  grados  y  dos  tercios,  de  suerte, 
que  cae  dentro  de  los  Trópicos  en  lo  último  de  la 
Tórridazona.  Y  con  todo  eso  es  en  extremo  frió 
mas  que  Castilla  la  vieja  en  España,  y  mas  que 
Flandes,  habiendo  de  ser  templado,  ó  caliente 
conforme  á  la  altura  del  polo  en  que  está.  Plácele 
frió  estar  tan  levantado  y  empinado,  y  ser  todo- 
bañado  de  vientos  muy  frios  y  destemplados,  es- 
pecialmente el  que  alli  llaman  tomahavi,  que  cs- 
impetuoso  y  frígidísimo,  y  reina  por  Mayo,  Junio, 
Julio,  y  Agosto.  Su  habitación  es  seca,  fria,  y  muy 
desabrida,  y  del  todo  estéril,  que  no  se  da,  ni  pro 
duce  fruto,  ni  grano,  ni  yerba;  y  así  naturalmente 
es  inhabitable  por  el  mal  temple  del  Cielo,  y  por 
la  gran  esterilidad  de  la  tierra.  Mas  la  fuerza  de  la 
plata  que  llama  á  sí  con  su  codicia  las  otras  cosas^ 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  30/ 

ha  poblado  aquel  cerro  de  la  mayor  población 
que  hay  en  todos  aquellos  Reinos,  y  la  ha  hecho 
tan  abundante  de  todas  comidas  y  regalos,  que  nin- 
guna cosa  se  puede  desear  que  no  se  halle  aHí  con 
abundancia;  y  siendo  todo  de  acarreto,  estánlas  pla- 
zas llenas  de  frutas,  conservas,  regalos,  vinos  exce- 
sivos, sedas  y  galas,  tanto  como  donde  mas.  La  co- 
lor de  este  cerro  tira  a  rojo  obscuro:  tiene  una 
graciosísima  vista,  á  modo  de  un  pabellón  igual, 
ó  un  pan  de  azúcar:  empínase,  y  señorea  todos  los 
otros  cerros  que  hay  en  su  contorno:  su  subida  es 
agria,  aunque  se  anda  toda  á  caballo:  remátase 
en  punta  en  forma  redonda:  tiene  de  rodeo  y 
contorno  una  legua  por  su  falda:  hay  desde  la 
cumbre  de  este  cerro  hasta  su  pie  y  planta  mil 
seiscientas  veinte  y  cuatro  varas  de  las  comu- 
nes, que  reducidas  á  medida  y  cuenta  de  le- 
guas Españolas,  hacen  un  cuarto  de  legua.  En 
este  cerro,  al  pie  de  su  falda,  está  otro  cerro 
pequeño  que  nace  de  él,  el  cual  antiguamente  tuvo 
algunas  minas  de  metales  sueltos,  que  se  hallaban, 
como  en  bolsas,  y  no  en  veta  fija,  y  eran  muy 
ricos,  aunque  pocos:  llámanle  Guaynapotosí,  que 
quiere  decir  Potosí  el  mozo.  De  la  falda  de  este 
pequeño  cerro  comienza  la  población  de  Españo- 
les é  Indios,  que  han  venido  á  la  riqueza  y  labor 
de  Potosí.  Tendrá  la  dicha  población  dos  leguas 
de  cont-orno:  en  ella  es  el  mayor   concurso  y  con- 


308  LIBRO    CUARTO 


tratación  que  hay  en  el  Perú.  Las   minas    de    este 
cerro  no  fueron  labradas  en  tiempo  de   los   Incas, 
que  fueron  Señores  de  el  Perú  antes  de  entrar  los 
Españoles,   aunque  cerca    de    Potosí  labraron    las 
minas  de  Porco,  que  está  á  seis  leguas.   1.a    causa 
debió  de  ser  no  tener  noticia  de  ellas,  aunque  otros 
cuentan  no    sé   qué    ñíbula,    que   quisieron    labrar- 
aquellas  minas,  y  oyeron  ciertas  voces  que  decían 
á  los  Indios,  que  no  tocasen  allí,  que  estaba  aquel 
cerro  guardado  para  otros.  En  efecto,  hasta  doce 
años  después  de  entrados  los  Españoles  en  el  Perú, 
ninguna  noticia  se  tuvo  de  Potosí  y  de  su  riqueza, 
cuyo  descubrimiento  fué  en  este  modo.  Un  Indio 
llamado  Gualpa,  de  nación  Chumbibilca,  que  es  en 
tierra  del  Cuzco,  yendo  un    dia   por    la   parte  del 
poniente  siguiendo  unos  venados,  se  le   fueron  su- 
biendo el  cerro  arriba,  y  como  es  tan  empinado,  y 
entonces  estaba  mucha  parte  cubierto  de  unos  ár- 
boles, que  llaman  Quinua,  y  de  muchísimas  matas, 
para  subir  un  paso  algo  áspero  le  fué  forzoso  asir- 
se á  una  rama  que  estaba  nacida  en  la  veta,    que 
tomó  nombre  la  Rica,  y   en  la  raíz    y   vacío  que 
dejó,  conoció  el  metal  que   era   muy  rico,   por  la 
experiencia  que  tenia  de  lo  de  Porco,  y   halló    en 
el  suelo,  junto  á  la  veta,    unos  pedazos  de   metal 
que  se  hablan  soltado  de  ella,  y  no  se  dejaban  bien 
conocer,  por  tener  la  color  gastada  del  Sol  y  agua, 
y  llevólos  á  Porco  á  ensayar  por  Guayra  (esto  es 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL     DE    INDIAS  3O9 

probar  el  metal  por  fuego);  y  como  viese  su  ex- 
tremada riqueza,  secrctameate  labraba  la  veta  sin 
comunicarlo  con  nadie,  hasta  tanto  que  un  Indio 
Guanea,  natural  del  Valle  de  Jauja,  que  es  en  los 
términos  de  la  ciudad  de  los  Reyes,  que  era  veci- 
no en  Porco  del  dicho  Gualpa  Chumbibilca,  vio 
que  sacaba  de  las  fundiciones  que  hacía,  mayores 
tejos  de  los  que  ordinariamente  se  fundían  de  los 
metales  de  aquel  asiento,  y  que  estaba  mejorado 
en  los  atavíos  de  su  persona,  porque  hasta  allí  ha- 
bla vivido  pobremente.  Con  lo  cual,  y  con  ver  que 
el  metal  que  aquel  su  vecino  labraba,  era  diferen- 
te de  lo  de  Porco,  se  movió  á  inquirir  aquel  se- 
creto; y  aunque  el  otro  procuro  encubrirlo,  tanto 
le  importunó,  que  hubo  de  llevarle  al  cerro  de 
Potosí,  al  cabo  de  otro  mes  que  gozaba  de  aquel 
tesoro.  Allí  el  Gualpa  dijo  al  Guanea,  que  tomase 
para  sí  una  veta,  que  él  también  habia  descubier- 
to, que  estaba  cerca  de  la  Rica,  y  es  la  que  hoy 
dia  tiene  nombre  de  la  Veta  de  Diego  Centeno, 
que  no  era  menos  rica,  aunque  era  mas  dura  de 
labrar,  y  con  esta  conformidad  partieron  entre  sí 
el  cerro  de  la  mayor  riqueza  del  mundo.  Sucedió 
después,  que  teniendo  el  Guanea  alguna  dificultad 
en  labrar  su  veta  por  ser  dura,  y  no  queriéndole 
el  otro  Gualpa  dar  parte  en  la  suya,  se  desavinie- 
ron; y  así  por  esto,  como  por  otras  diferencias, 
enojado  el  Guanea  de  Jauja,  dio  parte  de  este   ne- 


310  LIBRO  CUARTO 


gocio  á  SU  amo,  que  se  llamaba  Villaroél,  que  era 
un  Español  que  residía  en  Porco.  El  Villaroél  que- 
riendo satisfacerse  de  la  verdad  fué  á  Potosí,  y 
hallándola  riqueza  que  su  Yanacona,  ó  criado  le 
decia,  hizo  registrar  al  Guanea,  estacándose  con 
él  en  la  veta  que  fué  dicha  Centeno.  Llaman  esta- 
carse, señalar  por  suyo  el  espacio  de  las  varas 
que  concede  la  ley  á  los  que  hallan  mina,  ó  la  la- 
bran, con  lo  cual,  y  con  manifestarlo  ante  la  Jus- 
ticia, quedan  por  señores  de  la  mina  para  labrarla 
por  suya,  pagando  al  Rey  sus  quintos.  En  fin,  el 
primer  registro  y  manifestación  que  se  hizo  de  las 
minas  de  Potosí,  fué  en  veinte  y  un  dias  del  mes 
de  Abril  del  año  de  mil  quinientos  cuarenta  y  cin- 
co, en  el  asiento  de  Porco,  por  los  dichos  Villaroél 
Español,  y  Guanea  Indio.  Luego  de  allí  á  po- 
cos dias  se  descubrió  otra  veta  que  llaman  del 
Estaño,  que  ha  sido  riquísima,  aunque  trabajo- 
sísima de  labrar,  por  su  metal  tan  duro  como  pe- 
dernal. Después ,  á  treinta  y  uno  de  Agosto 
del  mismo  año  de  cuarenta  y  cinco,  se  regis- 
tró la  veta  que  llaman  Mendieta,  y  estas  cua- 
tro son  las  cuatro  vetas  principales  de  Potosí. 
De  la  veta  rica,  que  fué  la  primera  que  se  descu- 
brió, se  dice  que  estaba  el  metal  una  lanza  en  alto, 
á  manera  de  unos  riscos,  levantado  de  la  superfi- 
cie de  la  tierra,  como  una  cresta  que  tenia  tres- 
cientos pies  de  largo,  y  trece  de  ancho;  y  quieren 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  3II 

decir,  que  quedó  descubierta,  y  descarnada  del 
•diluvio,  resistiendo  como  parte  mas  dura  al  ímpe- 
tu y  fuerza  de  las  aguas.  Y  era  tan  rico  el  metal, 
qué  tenia  la  mitad  de  plata;  y  fué  perseverando  su 
riqueza  hasta  los  cincuenta  y  sesenta  estados  en 
liondo,  que  vino  á  faltar.  En  el  modo  que  está  di- 
cho, se  descubrió  Potosí,  ordenando  la  divina  Pro- 
videncia, para  felicidad  de  España,  que  la  mayor 
riqueza  que  se  sabe  que  haya  habido  en  el  mundo, 
estuviese  oculta,  y  se  manifestase  en  tiempo  que 
el  Emperador  Carlos  V,  de  glorioso  nombre,  tenia 
«1  Imperio,  y  los  Reinos  de  España,  y  Señoríos  de 
Indias.  Sabido  en  el  Reino  del  Perú  el  descubri- 
miento de  Potosí,  luego  acudieron  muchos  Espa- 
ñoles, y  cuasi  la  mayor  parte  de  los  vecinos  de  la 
ciudad  de  la  Plata,  que  está  diez  y  ocho  leguas  de 
Potosí,  para  tomar  minas  en  él;  acudieron  también 
_gran  cantidad  de  Indios  de  diversas  provincias,  y 
especialmente  los  Guayradores  de  Porco;  y  en 
breve  tiempo  fué  la  mayor  población   del  Reino. 


CAPITULO   VII 

De  la  riqíieza  que  se  ha  sacado,  y  cada  dia  se  va' 
sacando  de  el  cerro  de  Potosí, 


Dudado  he  muchas  veces,  si  se  halla  en  las  His- 
torias y  relaciones  de  los  Antiguos  tan  gran  ri- 
queza de  minas,  como  la  que  en  nuestros  tiempos 
hemos  visto  en  el  Perú.  Si  algunas  minas  hubo  en 
el  mundo  ricas  y  afamadas  por  tales,  fueron  las 
que  en  España  tuvieron  los  Cartaginenses,  y  des- 
pués los  Romanos.  Las  cuales,  como  ya  he  dicho, 
no  solo  las  letras  profanas,  sino  las  sagradas  tam- 
bién encarecen  á  maravilla.  Ouien  mas  en  particu- 
lar haga  memoria  de  estas  minas  que  yo  haya  leí- 
do, es  Plinio,  el  cual  escribe  en  su  natural  historia 
así  (i):  Hállase  plata  cuasi  en  todas  provincias;, 
pero  la  mas  excelente  es  la  de  España.  Esta  tam-- 
bien  se  da  en  tierra  estéril,  y  en  riscos,  y  cerros,, 
y  donde  quiera  que  se  halla  una  veta  de  plata,  es 
cosa  cierta  hallar  otra  no  lejos  de  ella:    lo    mismo> 


(O    Plin.  lib.  33.C.  6. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE    INDIAS  3I3 


acaece  cuasi  á  los  otros  metales,  y  por  eso  los 
Griegos  (según  parece)  los  llamaron  metales.  Es 
cosa  maravillosa,  que  duran  hasta  el  dia  de  hoy 
en  las  Españas  los  pozos  de  minas,  que  comenza- 
ron á  labrar  en  tiempo  de  Anibal,  en  tanto  que 
aun  los  mismos  nombres  de  los  que  descubrieron 
aquellas  minas,  les  permanecen  el  dia  de  hoy,  en- 
tre las  cuales  fué  famosa  la  que  de  su  descubridor 
llaman  Rebelo  también  ahora.  De  esta  mina  se  sa- 
có tanta  riqueza,  que  daba  á  su  dueño  Anibal  cada 
dia  trescientas  libras  de  plata,  y  hasta  el  dia  pre- 
sente se  ha  proseguido  la  labor  de  esta  mina,  la 
cual  está  ya  cavada,  y  profunda  en  el  cerro  por 
espacio  de  mÜ  y  quinientos  pasos:  por  todo  el 
cual  espacio  tan  largo  sacan  el  agua  los  Gascones 
por  el  tiempo  y  medida  que  lascande  las  les  duran; 
y  así  vienen  á  sacar  tanta,  que  parece  rio.  Todas 
estas  son  palabras  de  Plinio,  las  cuales  he  querida 
aquí  recitar,  porque  daráa  gusto  á  los  que  saben 
de  minas,  viendo  que  lo  mismo  que  ellos  hoy  ex- 
perimentan, pasó  por  los  Antiguos.  En  especial 
es  notable  la  riqueza  de  aquella  mina  de  xA.nibal  en. 
los  Pirineos  que  poseyeron  los  Romanos,  y  conti- 
nuaron su  labor  hasta  en  tiempo  de  Plinio,  que  fue- 
ron como  trescientos  años,  cuyaprofundidadera  de 
mil  y  quinientos  pasos,  que  es  milla  y  medial  (l).  Y 


(i)     Cenebrardus  in  Cronographia. 


314  LIBRO  CUARTO 


4  los  principios  fué  tan  rica,  que  le  valía  á  su  dueño 
trescientas  libras  de  á  doce  onzas  cada  dia.  Mas  aun- 
que ésta  haya  sido  extremada  riqueza,  yo  pienso  to- 
davia,  que  no  llega  á  la  de  nuestros  tiempos  en  Po- 
tosí, porque  según  parece  por  los  libros  Reales  de 
la  Casa  de  Contratación  de  aquel  asiento,  y  lo 
-afirman  hombres  ancianos  fidedignos,  en  tiempo 
que  el  Licenciado  Polo  gobernaba,  que  fué  hartos 
-años  después  del  descubrimiento  de  el  cerro,  se 
metian  á  quintar  cada  sábado  de  ciento  y  cincuen- 
ta mil  pesos  á  doscientos  mil,  y  vallan  los  quintos 
treinta  y  cuarenta  mil  pesos,  y  cada  año  millón  y 
medio,  ó  poco  menos.  De  modo,  que  conforme  á 
-esta  cuenta,  cada  dia  se  sacaban  de  aquellas  minas 
■obra  de  treinta  mil  pesos,  y  le  vallan  al  Rey  los 
•quintos  seis  mil  pesos  al  dia.  Hay  otra  cosa  que 
alegar  por  la  riqueza  de  Potosí,  y  es,  que  la  cuen- 
ta que  se  ha  hecho  es  solo  de  la  plata  que  se  mar- 
-caba  y  quintaba.  Y  es  cosa  muy  notoria  en  el  Perú, 
que  largos  tiempos  se  usó  en  aquellos  Reinos  la 
plata  que  llamaban  corriente,  la  cual  no  era  marca- 
da y  quintada;  y  es  conclusión  de  los  que  bien  sa- 
iDcn  de  aquellas  minas,  que  en  aquel  tiempo  gran- 
dísima parte  de  la  plata  que  se  sacaba  de  Potosí,  se 
quedaba  por  quintar,  que  era  toda  la  que  anclaba 
•entre  Indios,  y  mucha  de  la  de  los  Españoles,  como 
yo  lo  vi  durar  hasta  mi  tiempo.  Así  que  se  puede 
bien  creer,  que  el  tercio  de  la  riqueza  de  Potosí,  si 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS         3l5 

ya  no  era  la  mitad,  no  se  manifestaba,  ni  quinta- 
ba. Hay  aun  otra  consideración  mayor,  que  Plinia 
pone,  haberse  labrado  mil  y  quinientos  pasos  aque- 
lla veta  de  Bebelo,  y  que  por  todo  este  espacio 
sacaban  agua,  que  es  el  mayor  impedimento  que 
puede  haber  para  sacar  riqueza  de  minas.  Las  de 
Potosí,  con  pasar  muchas  de  ellas  de  doscientos 
estados  su  profundidad,  nunca  han  dado  en  agua, 
que  es  la  mayor  felicidad  de  aquel  cerro:  pues  las 
minas  de  Porco,  cuyo  metal  es  riquísimo,  se  dejan 
hoy  dia  de  proseguir  y  beneñciar  por  el  fastidio 
■del  agua  en  que  han  dado,  porque  cavar  peñas,  y 
sacar  agua,  son  dos  trabajos  insufribles  para  bus- 
car metal:  basta  el  primero,  y  sobra.  Finalmente, 
■el  dia  de  hoy  tien^  la  Católica  Magestad  un  año 
■con  otro  un  millón  de  solos  los  quintos  de  plata 
•del  cerro  de  Potosí,  sin  la  otra  riqueza  de  azogues, 
y  otros  derechos  de  la  hacienda  Real,  que  es  otro 
grande  tesoro.  Echando  la  cuenta  los  hombres  ex- 
pertos dicen,  que  lo  que  se  ha  metido  á  quintar  en 
la  caja  de  Potosí,  aunque  no  permanecen  los  li- 
bros de  sus  primeros  quintos  con  la  claridad  que 
hoy  hay,  porque  los  primeros  años  se  hacian  las 
•cobranzas  por  romana  (tanta  era  la  grosedad  que 
habia);  pero  por  la  memoria  de  la  averiguación 
que  hizo  el  Visorey  D.  Francisco  de  Toledo  el  año 
•de  setenta  y  cuarro,  se  halló,  que  fueron  setenta  y 
seis  millones  hasta  el  dicho  año;    y  desde  el  didio 


3l6  LIBRO       CUARTO 


aT^o  hasta  el  de  ocheata  y  cinco  inclusive,  parece 
por  los  libros  Reales  haberse  quintado  treinta  y  cin- 
co millones.  De  manera,  que  monta  lo  que  se  habia. 
quintado  hasta  el  año  de  ochenta  y  cinco,  ciento* 
y  once  millones  de  pesos  ensayados,  que  cada 
peso  vale  trece  reales  y  un  cuartillo.  Y  esto  sin  la 
plata  que  se  ha  sacado  sin  quintar,  y  se  ha  venido 
á  quintar  en  otras  cajas  Reales,  y  sin  lo  que  en 
plata  corriente  se  ha  gastado,  y  hay  por  quintar,, 
que  es  cosa  sin  número.  Esta  cuenta  enviaron  de 
Potosí  al  Virey,  el  año  que  he  dicho,  estando  yo- 
en  el  Perú;  y  después  acá  aún  ha  sido  mayor  la 
riqueza  que  ha  venido  en  las  flotas  del  Perú,  por- 
que en  la  que  yo  vine  el  año  de  ochenta  y  siete, 
fueron  once  millones  los  que  vinieron  en  ambas 
flotas  de  Perú  y  Méjico,  y  era  del  Rey  cuasi  la 
mitad,  y  de  ésta  las  dos  tercias  partes  de  el  Perú. 
He  querido  hacer  esta  relación  tan  particular,  para 
que  se  entienda  la  potencia  que  la  T3ivina  Majes- 
tad ha  sido  servida  de  dar  á  los  Reyes  de  España,, 
en  cuya  cabeza  se  han  juntado  tantas  Coronas  y 
Reinos,  y  por  especial  fav^or  del  Cielo  se  han  jun- 
tado también  la  India  oriental  con  la  occidental 
dando  cerco  al  mundo  con  su  poder.  Lo  cual  se 
debe  pensar  ha  sido  por  providencia  de  nuestro- 
Dios,  para  el  bien  de  aquellas  gentes,  que  viven  tan 
remotas  de  su  cabeza,'  que  es  el  Pontífice  Ro^ 
mano,  Vicario  de   Cristo   nuestro  Señor,    en  cuya 


T)E    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  31/ 

Fé  y  obediencia  solamente  pueden  ser  salvas.  Y 
también  para  la  defensa  de  la  misma  Fé  Católica 
é  Iglesia  Romana  en  estas  partes,  donde  tanto  es 
la  verdad  opugnada  y  perseguida  de  los  heregcs. 
Y  pues  el  Señor  de  los  Cielos,  que  da  y  quita  los 
Reinos  á  quien  quiere,  y  como  quiere,  así  lo  ha 
ordenado,  debemos  suplicarle  con  humildad,  se 
digne  de  favorecer  el  celo  tan  pió  de  el  Rey  Ca- 
tólico dándole  próspero  suceso,  y  victoria  contra 
los  enemigos  de  su  santa  Fé,  pues  en  esta-  causa 
gasta  el  tesoro  de  Lidias,  que  le  ha  dado,  y  aun 
ha  menester  mucho  mas.  Pero  por  ocasión  de  las 
riquezas  de  Potosí  baste  haber  hecho  esta  digre- 
sión, y  ahora  volvamos  á  decir  cómo  se  labran  las 
minas,  y  cómo  S3  beneñcian  los  metales  que  de 
ellas  se  sacan. 


CAPITULO  VIII 
Del  modo  de  labrar  las  minas  de  Potosí. 


Bien  dijo  Boecio  (l)  cuando  se  quejó  del  primer 
inventor  de  minas: 

Heii  pri  mis  quis  fuit  Ule, 
Aíiri  qiti  pondera  tecti, 
Gemmasqne  latere  i- o  lentes, 
Pretiosa  periciUa  fodit. 

Peligros  preciosos  los  llama  con  razón,  porque 
es  grande  el  trabajo  y  peligro  con  que  se  sacan 
estos  metales,  que  tanto  aprecian  los  hombres. 
Plinio  dice  (2),  que  en  Italia  hay  muchos  metales; 
pero  que  los  Antiguos  no  consintieron  beneficiar- 
se por  conservar  la  gente.  De  España  los  traían,. 
y  como  á  tributarios  hacian  á  los  Españoles  labrar 
minas.  Lo  propia    hace  ahora  España    con  Indias ^^ 


(i)    Boetius  de  Consolat. 
(2)     Plin.  lih.  33.  c.  4. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  3I9. 

que  habiendo  todavía  en  España  sin   duda  mucha 
riqueza  de  metales,  no  se  dan  á  buscarlos,   ni    aurt. 
se  consiente  labrar,  por  los  inconvenientes  que    se- 
ven;   y   de  Indias    traen   tanta   riqueza,   donde  el 
buscarla  y  sacarla  no  cuesta  poco  trabajo,   ni   aun 
es  de  poco  riesgo.  Tiene  el  cerro  de  Potosí  cuatro- 
vetas  principales,  como  está  dicho,  que  son  la  Ri- 
ca, la  de  Centeno,  la  del  Estaño,  la    de   Mendieta. 
Todas  estas  vetas  están  á  la  parte  oriental  del  ce- 
rro, como  mirando  al  nacimiento  del  Sol:  á  la   oc- 
cidental no  se  halla  ninguna.  Corren  las  dichas  ve- 
tas norte    sur,    que  es  de  polo  á  polo.  Tienen    de 
ancho  por  donde  mas,  seis  pies;  por  donde  menos^. 
un  palmo.  Otras  diversas  hay,  que  salen  de  estas, 
como  de  ramos  grandes:  los  mas  pequeños  suelen 
producirse    en   el    árbol.  Cada  veta  tiene  diversas 
minas,  que  son  partes  de  ella  misma,  y  han  toma- 
do posesión,  y  repartídose  entre  diversos  dueños,, 
cuyos  nombres  tienen  de  ordinario.  La  mina    ma- 
yor tiene  ochenta  varas,    y   no  puede  tener 'mas 
por  ley  ninguna:  la  menor  tiene  cuatro.  Todas  es 
tas   minas  hoy  dia   llegan  á  mucha    profundidad^ 
En  la  veta  Rica  se  cuentan  setenta  y  ocho  minas: 
llegan  á  ciento  y  ochenta  estados  en  algunas  par- 
tes, y  aun  á  doscientos    de   hondura.   En   la   veta 
de    Centeno    se    cuentan  veinte   y  cuatro  minas^ 
Llegan  algunas  á  sesenta,  y  aun   ochenta    estados, 
de  hondura,  y  así  á  este  modo  es  de  las  otras  ve- 


320  LIBRO    CUARTO 


"tas  y  minas  de  aquel  cerro.  Para  remedio  de  esta 
tan  gran  profundidad  de  minas  se  inventaron  los 
■  socavones,  que  llaman,  que  son  unas  cuevas  que  van 
hechas  por  bajo  desde  un  lado  de  el  cerro,  atra\'c- 
sándole hasta  llegar  á  las  vetas.  Porque  se  hade  sa- 
ber, que  las  vetas,  aunque  corren  norte  sur,  como 
está  dicho;  pero  esto  es  bajando  desde  la  cumbre  has- 
ta la  falda  y  asiento  del  cerro,  según  se  cree  que  se- 
rán según  congetura  de  algunos,  mas  de  mil  y  dos- 
cientos estados.  Y  á  esta  cuenta,  aunque  las  minas 
van  tan  hondas,  les  falta  otro  seis  tanto  hasta  su  raíz 
y  fondo,  que  según  quieren  decir,  ha  de  ser  riquísi- 
mo, como  tronco  y  manantial  de  todas  las  vetas. 
Aunque  hasta  ahora  antes  se  ha  mostrado  lo  con- 
trario por  la  experiencia,  que  mientras  mas  alta 
ha  estado  la  veta,  ha  sido  mas  rica,  y  como  va  ba- 
jando en  hondo,  va  siendo  su  metal  mas  pobre; 
pero  en  fin,  para  labrar  las  minas  con  menos  costa, 
-y  trabajo  y  riesgo,  inventaron  los  socavones,  por 
los  cuales  se  entra  y  sale  á  paso  llano.  Tienen  de 
ancho  ocho  pies,  y  de  alto  mas  de  un  estado.  Cié- 
rranse  con  sus  puertas,  sácanse  por  ellos  los  me- 
tales con  mucha  facilidad,  y  págase  al  dueño  de 
•el  socavón  el  quinto  de  todo  el  metal  que  por  él 
;se  saca.  Hay  hechos  ya  nueve  socavones,  y  otros 
-se  están  haciendo.  Un  socavón,  que  llaman  del 
Venino,  que  va  á  la  veta  Rica,  se  labró  en  veinte 
3^  nueve  años,  comcnzánd'Tse  el   año   de   mil   qii- 


DE     LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  321 

nientos  cincuenta  y  seis,  que  fueron  once  despuc^^. 
de  descubrirse   aquellas  minas,    y  acabándose   rl 
año  de    ochenta  y  cinco  en  once   de    Abril.    liste 
socavón  alcanzó  á  la  veta  Rica  en   treinta  y  cinco 
estados    de    hueco   hasta  su  fondo,  y   hay    descl  ^ 
donde   se  juntó  con  la  veta    hasta   lo   alto   de  1  i 
mina    otros    ciento  treinta  y   cinco  estados,    qu : 
por  todo  este  profundo  bajaban  á  labrar   aquellas 
minas.  Tiene  todo  el  socavón,  desde  la  boca  hasta 
la  veta,  que  llaman  el  Crucero,    doscientas  y    cin- 
cuenta varas,  las  cuales   tardaron   en  labrarse   los 
veinte  y  nueve  años   que  está    dicho,    para  que  se 
vea  lo  que  trabajan  los   hombres  por   ir  á   buscar 
la  plata  á  las  entrañas  del  profundo.  Con  todo  eso, 
trabajan  allá  dentro,  donde    es   perpetua   obscuri- 
dad, sin  saber  poco  ni    mucho    cuando    es  día,    ni 
cuando  es  noche.  Y  como  son  lugares  que   nunca 
los  visita  el  Sol,    no  solo  hay   perpetuas   tinieblas 
mas  también  mucho  frió,  y  un  aire  muy  grueso,  y 
ageno  de  la  naturaleza  humana;   y  así  sucede  ma- 
rearse los  que   allá   entran    de   nuevo,  como   á  mí 
me  acaeció,  sintiendo    bascas   y  congojas  de  estó- 
mago. Trabajan  con  velas  siempre  los  que  labran, 
repartiendo  el  trabajo,  de  suerte   que   unos  labran 
de  dia,  y   des:ansan    de   noche,  y   otros  al  revé^. 
VA  metal  es  duro  comunmente,  y  sácanlo  á  golpes 
de    barreta   quebrantándole,    que    es   quebrar    un 
pedernal.  Después  lo  suben  á  cuestas  por  unas  es- 
ToMo  \.  22 


322  LIBRO     CUARTO 


caleras  hechas  de  tres  ramales  de  cuero  de  vaca 
retorcido,  como  gruesas  maromas,  y  de  un  ramal 
á  otro  puestos  palos  como  escalones,  de  manera 
que  puede  subir  un  hombre,  y  bajar  otro  junta- 
mente. Tienen  estas  escalas  de  largo  diez  estados, 
y  al  fin  de  ellas  está  otra  escala  del  mismo  largo> 
que  comienza  de  un  relej,  ó  poyo,  donde  hay  he- 
chos de  madera  unos  descansos  á  manera  de  an- 
damios,  porque  son  muchas  las  escalas  que  se 
suben.  Saca  un  hombre  carga  de  dos  arrobas 
atada  la  manta  á  los  pechos,  y  el  metal  que  va  en 
ellas  á  la  espalda:  suben  de  tres  en  tres.  El  de- 
lantero lleva  una  vela  atada  al  dedo  pulgar  para 
que  vean,  porque  como  está  dicho,  ninguna  luz 
hay  del  Cielo,  y  vánse  asiendo  con  ambas  manos; 
y  así  suben  tan  grande  espacio,  que  como  ya  dije, 
pasa  muchas  veces  de  ciento  y  cincuenta  estados; 
cosa  horrible,  y  que  solo  pensarla  pone  espanto: 
tanto  es  el  amor  del  dinero,  por  cuya  recuesta  se 
hace  y  padece  tanto.  No  sin  razón  exclama  Plinio 
tratando  de  esto  (l):  Entramos  hasta  las  entrañas 
de  la  tierra,  y  hasta  allá  en  el  lugar  de  los  condena- 
dos buscamos  las  riquezas.  Y  después  en  el  mismo 
libro  (2):  Obras  son  mas  que  de  Gigantes  las  que 
hacen  los  que  sacan  los   metales,  haciendo   aguje- 


i)     Plin.  in  proem.  l:b.  "^3. 
2^    Cap.  4. 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL    DE     INDIAS  323 


ros  y  callejones  en  lo  profundo,  por  tan  grande 
trecho  barrenando  los  montes  á  luz  de  candelas, 
donde  todo  el  espacio  de  noche  y  dia  es  igual,  y 
en  muchos  meses  no  se  ve  el  dia,  donde  acaece 
caerse  las  paredes  de  la  mina  súbitamente,  y 
matar  de  golpe  á  los  Mineros.  Y  poco  después 
añade:  Fueren  la  dura  peña  con  almádanas  que 
tienen  ciento  y  cincuenta  libras  dé  hierro:  sacan 
los  metales  á  cuestas  trabajando  de  noche  y  de 
dia,  y  unos  entregan  la  carga  á  otros,  y  todo  á 
obscuras,  pues  solos  los  últimos  ven  la  luz.  Con 
cuños  de  hierro,  y  con  almádanas  rompen  las 
peñas  y  pedernales,  por  recios  y  duros  que  sean; 
porque  en  fin  es  mas  recia  y  mas  dura  la  hambre 
del  dinero.  Esto  es  de  Plinio,  que  aunque  habla 
como  Historiador  de  entonces,  mas  parece  Profeta 
de  ahora.  Y  no  es  menos  lo  que  Focio  de  Aga- 
tárchides  refiere,  del  trabajo  inmenso  que  pasaban 
los  que  llamaban  Crisios  en  sacar  y  beneficiar  el 
oro,  porque  siempre,  como  el  sobre  dicho  Autor 
dice,  el  oro  y  plata  causan  tanto  trabajo  al  ha- 
berse, cuanto  dan  de  contento  al  tenerse. 


CAPITULO  IX 

Cómo  se  beíiefcia  el  metal  de  Plata. 


La  veta  en  que  hemos  dicho  que  se  halla  la  pla- 
ta, va  de  ordinario  entre  dos  peñas  que  llaman  la 
caja,  y  la  una  de  ellas  suele  ser  durísima  como 
pedernal;  la  otra  blanda,  y  mas  fácil  de  romper: 
el  metal  va  en  medio,  no  todo  igual,  m  de  un  va- 
lor, porque  hay  en  esto  mismo  uno  muy  rico  que 
llaman  cacilla,  ó  tacana,  de  donde  se  saca  mucha 
plata:  hay  otro  pobre,  de  donde  se  saca  poca.  El 
metal  rico  de  este  cerro  es  de  color  de  ámbar,  y 
otro  toca  en  mas  negro:  hay  otro  que  es  de  color 
como  rojo:  otro  como  ceniciento,  y  en  efecto  tie- 
ne diversos  colores,  y  á  quien  no  sabe  lo  que  es, 
todo  ello  parece  piedra  de  por  ahí;  mas  los  Mine_ 
ros  en  las  pintas,  y  vetillas,  y  en  ciertas  señales 
conocen  luego  su  fineza.  Todo  este  metal  que  sa- 
can de  las  minas  se  trae  en  carneros  del  Perú,  que 
sirven  de  jumentos,  y  se  lleva  á  las  moliendas.  F^l 
que  es  metal  rico  se  beneficia  por  fundición  en 
aquellos  hornillos  que  llaman  Guayras:   éste   es  el 


DE    LA     HISTORIA     NATURAL    DE     INDIAS  325 

metal  que  es  mas  plomoso,  y  el  plomo  le  hace  de- 
rretir; y  aua  para  m^jor  derretirlo,  echan  los  In- 
dios el  que  llaman  vSorochc,  que  es  un  metal  muy 
plomizo.  Con  el  íuegu  la  escoria  corre  abajo,  el 
plomo  y  la  plata  se  derriten,  y  la  plata  anda  na- 
dando sobre  el  plomo  hasta  que  se  apura:  vuelven 
después  á  rcfinar  mas  y  mas  la  plata.  vSuelen  salir 
de  un  quintal  de  metal  treinta,  cuarenta,  y  cin- 
cuenta pesos  de  plata  por  fundición.  A  mí  me  die- 
ron para  muestra  metales  de  que  salían  por  fundi- 
ción mas  de  doscientos  pesos,  y  de  doscientos  y 
cincuenta  por  quintal:  riqueza  rara  y  cuasi  increí- 
ble, si  no  lo  testificara  el  fuego  con  manifiesta 
experiencia;  pero  semejantes  metales  son  muy 
raros.  El  metal  pobre  es  el  que  de  un  quintal  da 
dos,  ó  tres  pesos,  ó  cinco,  ó  seis,  ó  no  mucho- 
mas:  éste  ordinariamente  no  es  plomizo,  sino  seco; 
y  así  por  fuego  no  se  puede  beneficiar.  A  cuya 
causa  gran  tiempo  estuvo  en  Potosí  inmensa  suma 
de  estos  metales  pobres,  que  eran  desechos,  y  co- 
mo granzas  de  los  buenos  metales,  hasta  que  se 
introdujo  el  beneficio  de  los  azogues,  con  los  cuales 
aquellos  desechos,  ó  desmontes  que  llamaban, 
fueron  de  inmensa  riqueza,  porque  el  azogue  con 
extraña  y  maravillosa  propiedad  apura  la  plata,  y 
sirve  para  estos  metales  secos  y  pobres,  y  se  gas- 
ta y  consume  menos  azogue  en  ellos,  lo  cual  no  es 
en  los  ricos,  que  cuanto  mas  lo  son,  tanto  mas  azo- 


326  LIBRO  CUARTO 


gae  consumen  de  ordinario.  Hoy  dia  el  mayor  be- 
neficio de  plata,  y  cuasi  toda  el  abundancia  de  ella 
en  Potosí  es  por  el  azogue,  como  también  en  las 
minas  de  los  Cacatecas,  y  otras  de  la  Xuevá'-Es- 
paña.  Habia  antiguamente  en  las  laderas  de  Poto- 
sí, y  por  las  cumbres  y  collados  mas  de  seis  mil 
Guayras,  que  son  aquellos  hornillos  donde  se  de- 
rrite el  metal,  puestos  al  modo  de  luminarias,  que 
x'erlos  arder  de  noche,  y  dar  lumbre  tan  lejos,  y 
estar  en  sí  hechos  una  ascua  roja  de  fuego,  era  es- 
pectáculo agradable.  Ahora  si  llegan  á  mil  6  dos 
mil  Guayras,  será  mucho,  porque  como  he 
dicho,  la  fundición  es  poca,  y  el  beneficio  del  azo- 
gue es  toda  la  riqueza.  Y  porque  las  propiedades 
del  azogue  son  admirables,  y  el  modo  de  benefi- 
'ciar  con  él  la  plata  muy  notable,  trataré  de  el 
azogue,  y  de  sus  minas  y  labor,  lo  que  pareciere 
conveniente  al  prop(3sito. 


CAPÍTULO    X 
De  las  propiedades  maravillosas  del  ar¿ogue. 


El  azogue,  que  por  otro  nombre  se  llama  argén 
vivo,  como  también  le  nombran  los  Latinos,  por- 
que parece  plata  viva,  según  bulle  y  anda  á  unas 
partes  y  otras  velozmente,  entre  todos  los  metales 
tiene  grandes  y  maravillosas  propiedades.  Lo  pri- 
mero, siendo  verdadero  metal,  no  es  duro,  ni  for- 
mado, y  consistente  como  los  demás,  sino  líquido, 
y  que  corre,  no  como  la  plata  y  el  oro,  que  de- 
rretidos del  fuego,  son  líquidos  y  corren,  sino  de 
su  propia  naturaleza,  y  con  ser  licor,  es  mas  pesa- 
do que  ningún  otro  metal;  y  así  los  demás  nadan 
en  el  azogue,  y  no  se  hunden  como  mas  livianos. 
Yo  he  visto  en  un  barreño  de  azogue  echar  dos 
libras  de  hierro,  y  andar  nadando  encima  el  hierro 
sin  hundirse,  como  si  fuera  palo  ó  corcho  en  el 
agua.  Plinio  hace  excepción  diciendo  (l),  que  solo 
el  oro  se  hunde,  y  no  nada  sobre  el  azogue:  no  he 


(i)     Plih.  lib.  r^  c. 


3^8  IJERO    CUARTO 


visto  la  experiencia,  y  por  ventura  es,  porque  el 
azogue  naturalmente  rodea  luego  el  oro,  y  lo  es- 
conde en  sí.  Es  ésta  la  mas  importante  propiedad 
que  tiene,  que  con  maravilloso  afecto  se  pega  al 
oro,  y  le  busca,  y  se  va  á  él  donde  quiera  que  le 
huele.  Y  no  solo  esto,  mas  así  se  encarna  con  él, 
y  lo  junta  á  sí,  que  le  desnuda  y  despega  de  cua- 
lesquier  otros  metales  ó  cuerpos  en  que  está  mez- 
clado, por  lo  cual  toman  oro  los  que  se  quieren 
preservar  del  daño  del  azogue.  A  hombres  que  han 
echado  azogue  en  los  oídos  para  matarlos  secre- 
tamente, ha  sido  el  remedio  meter  por  el  oído  una 
paletilla  de  oro,  con  que  llaman  el  azogue,  y  la 
sacan  blanca,  de  lo  que  se  ha  pegado  al  oro.  En 
Madrid,  yendo  á  ver  las  obras  notables  que  Jaco- 
bo  de  Trezo^  excelente  artífice  Milanés,  labraba 
para  vSan  Lorenzo  el  Real,  sucedió  ser  en  dia  que 
doraban  unas  piezas  del  retablo,  que  eran  de  bron- 
ce, lo  cual  se  hace  con  azogue;  y  porque  el  humo 
del  azogue  es  mortal,  me  dijeron,  que  se  preve- 
nían los  Oficiales  contra  este  veneno  con  tomar 
un  doblón  de  oro  desmenuzado,  el  cual  pasado  al 
estómago  llamaba  allí  cualquier  azogue  que  por 
los  oídos,  ojos,  narices  ó  boca  les  entrase  de  aquel 
humo  mortal,  y  con  esto  se  preservaban  del  daño 
del  azogue,  yéndose  todo  él  al  oro  que  estaba  en 
el  estómago,  y  saliendo  después  todo  por  la  via 
natural:  cosa  cierto  digna  de  admiración,  después 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE    LNDIAS  329^ 


que  el  azogue  ha  limpiado  al  oro,  y  purgítdole  de 
todos  los  otros  metales  y  mezclas,  también  le  apar- 
ta el  fuego  á  él  de  su  amigo  el  oro,  y  así  le  deja 
del  todo  puro  sin  fuego.  Dice  Plinio  (l),  que  coa 
cierta  arte  apartaban  el  oro  de  el  azogue:  no  sé  yo 
que  ahora  se  use  tal  arte.  Paréceme,  que  los  An- 
tiguos no  alcanzaron,  que  la  plata  se  beneficiase 
por  azogue,  que  es  hoy  dia  el  mayor  uso  y  mas 
principal  provecho  del  azogue,  porque  expresa- 
mente dice,  que  á  ninguno  otro  metal  abraza  sino 
solo  al  oro,  y  donde  trata  del  modo  de  beneficiar 
Li  plata,  solo  hace  mención  de  fundición:  por  don- 
de se  puede  colegir,  que  este  secreto  no  le  alcan- 
zaron los  Antiguos.  En  efecto,  aunque "  la  princi- 
p:il  amistad  del  azogue  sea  con  el  oro,  todavía 
donde  no  hay  oro  se  va  á  la  plata,  y  la  abraza ,. 
aunque  no  tan  jjresto  como  á  el  oro:  y  al  cabo 
también  la  limpia,  y  la  apura  de  la  tierra,  cobre  y 
plomo  con  que  se  cria,  sin  ser  necesario  el  fuego, 
que  por  fundición  refina  los  metales;  aunque  para 
despegar  y  desasir  del  azogue  á  la  plata  tam- 
bién interviene  el  fuego,  como  adelante  se  dirá. 
De  esotros  metales,  fuera  de  oro  y  plata,  no  hace 
caso  el  azogue,  antes  los  carcome,  y  gasta,  y  ho- 
rada, y  se  va  y  huye  de  ellos:  que  también  es 
,cosa  admirable.  Por  donde  le  echan    en  vasos  de 


(I)    Plin.  lib.  33.  c.  6 


330  LIBRO  CUARTO 


barro,  ó  en  pieles  de  animales,  porque  \-asijas  de 
cobre,  hierro  ú  otro  metal  luego  las  pasa  y  barre- 
na, y  toda  otra  materia  penetra  y  corrompe,  por 
donde  le  llama  Plinia  veneno  de  todas  las  cosas, 
y  dice,  que  todo  lo  come  y  gasta.  En  sepulturas 
de  hombres  muertos  se  halla  azogue,  que  después 
de  haberlos  gastado,  él  se  sale  muy  á  su  salvo  en- 
tero. Háse  hallado  también  en  las  médulas  y  tué- 
tanos de  hombres  ó  animales,  que  recibiendo  su 
humo  por  la  boca  ó  narices,  allá  dentro  se  conge- 
la, y  penetra  los  mismos  huesos.  Por  eso  es  tan 
peligrosa  la  conversación  con  criatura  tan  atrevi- 
da y  mortal.  Pues  es  otra  gracia  que  tiene,  que 
bulle,  y  se  hace  cien  mil  gotillas,  y  por  menudas 
que  sean,  no  se  pierde  una,  sino  que  por  acá,  ó 
j)or  allá  se  \'uelven  á  juntar  con  su  licor,  y  cuasi 
es  incorruptible,  y  apenas  hay  cosa  que  le  pueda 
gastar:  por  donde  el  sobredicho  Plinio  le  llama 
sudor  eterno.  Otra  propiedad  tiene,  que  siendo  el 
azogue  el  que  aparta  el  oro  del  cobre  y  todos 
metales,  cuando  quieren  juntar  oro  con  cobre,  ó 
bronce,  ó  plata,  que  es  dorando,  el  medianero  de 
esta  junta  es  el  azogue,  porque  mediante  él  se  do- 
ran esos  metales.  Entre  todas  estas  maravillas  de 
este  licor  extraño,  la  que  á  mí  me  ha  parecido 
mas  digna  de  ponderar,  es,  que  siendo  la  cosa  mas 
pesada  del  mundo,  inmediatamente  se  vuelve  en 
la  mas  li\-iana  del  mundo,  que  es  humo,    con    que 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS  331 

sube  arriba  resuelto,  y  luego  el  mismo  humo,  que 
es  cosa  tan  liviana,  inmediatamente  se  vuelve  en 
cosa  tan  pesada  como  es  el  propio  licor  de  azogue, 
en  que  se  resuelve.  Porque  en  topando  el  humo 
de  aquel  metal  cuerpo  duro  arriba,  ó  llegando  á 
región  fria,  luego  al  punto  se  cuaja,  y  vuelve  á 
caer  hecho  azogue,  y  si  dan  fuego  otra  vez  al 
azogue,  se  hace  humo,  y  del  humo  vuelve  sin  di- 
lación á  caer  el  licor  del  azogue.  Cierto  trasmuta- 
ción inmediata  de  cosa  tan  pesada  en  cosa  tan  li- 
viana; y  al  re\'és,  por  cosa  rara  se  puede  tener  en 
naturaleza.  Y  en  todas  estas  y  otras  extrañezas 
que  tiene  este  metal,  es  digno  el  Autor  de  su  na- 
turaleza, de  ser  glorificado,  pues  á  sus  leyes  ocul- 
tas obedece  tan  prontamente  toda  naturaleza 
criada. 


CAPÍTULO  XI 

Dónde  se  halla  el  Azogue,  y  cómo  se  descubri?ron 
sus  ?ninas  riquísimas  en  Guaneare  lie  a. 


Hállase  el  azogue  en  una  manera  de  piedra,  quc;/ 
da  juntamente  el  bermellón,  que  los  Antiguos  lla- 
maron minio,  y  hoy  dia  se  dicen  estar  miniadas  las 
imágenes  que  con  azogue  pintan  en  los  cristales. 
El  minio  ó  bermellón  celebraron  los  Antiguos  en 
grande  manera,  teniéndolo  por  color  sagrado, 
como  Plinio  refiere;  y  así  dice  (l),  que  solian  teñir 
con  él  el  rostro  de  Júpiter  los  Romanos,  y  Ios- 
cuerpos  de  los  que  triunfaban,  y  que  en  la  Etiopia^ 
así  los  ídolos,  como  los  Gobernadores,  se  teñían 
el  rostro  de  minio.  Y  que  era  estimado  en  Roma 
en  tanto  grado  el  bermellón  (el  cual  solamente  se 
llevaba  de  P^spaña,  donde  hubo  muchos  pozos  y 
minas  de  azogue,  y  hasta  el  dia  de  hoy  las  hay),. 
que  no  consentían  los  romanos  que  se  beneficiase 


(1)     Lib.  -x,-},-  cap.  7. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  333 

en  España  aquel  metal,  porque  no  les  hurtasen 
algo,  sino  así  en  piedra  como  lo  sacaban  de  la 
mina,  se  llev^aba  sellado  á  Roma,  y  allá  lo  benefi- 
ciaban y  llevaban  cada  año  de  España,  especial 
del  Andalucía,  obra  de  diez  mil  libras;  y  esto  te- 
nían los  Romanos  por  excesiva  riqueza.  Todo  esto 
lie  referido  de  el  sobredicho  Autor,  porque  á  los. 
-que  ven  lo  que  hoy  dia  pasa  en  el  Perú,  les  dará 
gusto  saber  lo  que  antiguamente  pasó  á  los  mas 
poderosos  señores  del  mundo.  Dígolo,  porque  los 
Incas,  Reyes  del  Perú,  y  los  Indios  naturales  de  él 
labraron  gran  tiempo  las  minas  del  azogue,  sin  sa- 
ber del  azogue,  ni  conocerle,  ni  pretender  otra 
cosa  sino  este  minio,  6  bermellón  que  ellos  llaman 
Llimpi,  el  cual  preciaban  mucho  para  el  mismo 
•efecto  que  Plinio  ha  referido  de  los  Romanos  y 
Etiopes,  que  es  para  pintarse  ó  teñirse  con  él  los 
rostros  y  cuerpos  suyos  y  de  sus  ídolos:  lo  cual 
usaron  mucho  los  Indios,  especialmente  cuando 
iban  á  la  guerra,  y  hoy  dia  lo  usan  cuando  hacen 
algunas  fiestas  ó  danzas,  y  llámanlo  embijarse, 
porque  les  parecía  que  los  rostros  así  embijados 
ponian  terror;  y  ahora  les  parece  que  es  mucha 
gala.  Con  este  fin,  en  los  cerros  de  Guancavelica, 
■que  son  en  el  Perú  cerca  de  la  ciudad  de  Gua- 
manga,  hicieron  labores  extrañas  de  minas,  de 
donde  sacaban  este  metal,  y  es  de  modo,  que  si 
hoy  dia  entran  por  las  cuevas  ó  socavones  que  les 


334  LIBRO       CUARTO 


Indios  hicieron,  se  pierden  los  hombres,  y  no  ati- 
nan á  saHr.  Mas  ni  se  cuidaban  del  azogue,  que 
está  naturalmente  en  la  misma  materia  ó  metal  de 
bermellón,  ni  aun  conocian  que  hubiese  tal  cosa  en 
el  mundo.  Y  no  solo  los  Indios,  mas  ni  aun  los  Es- 
pañoles conocieron  aquella  riqueza  por  muchds 
años,  hasta  que  gobernando  el  Licenciado  Castro 
el  Perú,  el  año  de  sesenta  y  seis  y  sesenta  y  siete 
se  descubrieron  las  minas  de  azogue  en  esta  forma. 
Vino  á  poder  de  un  hombre  inteligente,  llamado 
Enrique  Garcés,  Portugués  de  nación,  el  metal  co- 
lorado que  he  dicho,  que  llamaban  los  Indios  Llim- 
pi,  con  que  se  tiñen  los  rostros,  y  mirándolo  cono- 
ció ser  el  que  en  Castilla  llaman  bermellón;  y  como 
cabía  que  el  bermellón  se  saca  del  mismo  metal 
que  el  azogue,  conjeturó,  que  aquellas  minas 
hablan  de  ser  de  azogue;  fué  allá,  y  hizo  la  expe- 
riencia y  ensaye,  y  halló  ser  así.  Y  de  esta  mane- 
ra descubiertas  las  minas  de  Palcas  en  término  de 
Guamanga,  fueron  diversos  á  beneficiar  el  azogue 
para  llevarle  á  Méjico,  donde  la  plata  se  benefi- 
ciaba por  azogue,  con  cuya  ocasión  se  hicieron 
ricos  no  pocos.  Y  aquel  asiento  de  minas,  que 
llaman  Guancavelica,  se  pobló  de  Españoles  y  de 
Indios  que  acudieron,  y  hoy  dia  acuden  á  la  labor 
de  las  dichas  minas  de  azogue,  que  son  muchas  y 
prósperas.  Entre  todas  es  cosa  ilustrísima  la  mina 
que    llaman    de    Amador  ""de    Cabrera,    por   otro 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL     DE    INDIAS  335 

nombre  la  de  los  Santos,  la  cual  es  un  peñasco  de 
piedra  durísima  empapada  toda  en  azogue,  de 
tanta  grandeza,  que  se  extiende  por  ochenta  varas 
de  largo,  y  cuarenta  en  ancho,  y  por  toda  esta 
cuadra  está  hecha  su  labor  en  hondura  de  setenta 
estados,  y  pueden  labrar  en  ella  mas  de  trescien- 
tos hombres  juntos,  por  su  gran  capacidad.  Esta 
mina  descubrió  un  Lidio  de  Amador  de  Cabrera, 
llamado  Navincopa,  de  el  pueblo  de  Acoria: 
registróla  Amador  de  Cabrera  en  su  nombre:  trajo 
pleito  con  el  Fisco,  y  por  Ejecutoria  se  le  dio  el 
usufructo  de  ella,  por  ser  descubridora.  Después  la 
vendió  por  doscientos  y  cincuenta  mil  ducados, 
y  pareciéndole  que  habia  sido  engañado  en  la 
venta,  volvió  á  poner  pleito,  porque  dicen  que 
vale  mas  de  quinientos  mil  ducados,  y  aun  á 
muchos  les  parece  que  vale  un  millón:  cosa  rara 
haber  mina  de  tanta  riqueza.  En  tiempo  que  go- 
bernaba el  Perú  Don  Francisco  de  Toledo,  un 
hombre  que  habia  estado  en  Méjico,  y  visto  como 
se  sacaba  plata  con  los  azogues,  llamado  Pedro 
Fernandez  de  Velasco,  se  ofreció  á  sacar  la 
plata  de  Potosí  por  azogue.  Y  hecha  la  prue- 
ba, y  saliendo  muy  bien,  el  año  de  setenta  y 
uno  se  comenzó  en  Potosí  á  beneficiar  la  pla- 
ta con  los  azogues  que  se  llevaron  de  Guanea- 
vélica,  y  fué  el  total  remedio  de  aquellas  mi- 
nas, porque  con  el    azogue   se   sacó  plata  infinita 


3l6  LIBRO    CUARTO 


de  los  metales  que  estaban  desechados,  que  llama- 
ban desmontes.  Porque  como  está  dicho,  el  azogue 
apura  la  plata,  aunque  sea  pobre,  y  de  poca  ley, 
y  seca,  lo  cual  no  hace  la  fundición  de  fuego.  Tie- 
ne el  Rey  Católico,  de  la  labor  de  las  minas  de 
azogue,  sin  costa,  ni  riesgo  alguno,  cerca  de  cua- 
trocientos mil  pesos  de  minas,  que  son  de  a  cator- 
ce reales,  ó  poco  menos,  sin  Jo  que  después  de 
ello  procede,  por  el  beneficio  que  se  hace  en  Po- 
tosí, que  es  otra  riqueza  grandísima.  Sácanse  un 
año  con  otro  de  estas  minas  de  Guancavclica,  ocho 
:mit  quintales  de  azogue,  y  aun  mas. 


CAPITULO  XII 

De  el  modo  y  arte  que  se  saca  el  Azogue»  y    se 
beneficia  con  él  la  plata. 


Digamos  ahora  cómo  se  saca  el  azogue,  y  cómo 
•se  saca  con  él  la  plata.  La  piedra,  ó  metal  donde 
el  azogue  se  halla,  se  muele,  y  pone  en  unas  ollas 
al  fuego  tapadas,  y  allí  fundiéndose,  ó  derritién- 
dose aquel  metal,  se  despide  de  él  el  azogue  con 
la  fuerza  del  fuego,  y  sale  en  exhalación  á  vueltas 
de  el  humo  del  dicho  fuego,  y  suele  ir  siempre 
arriba,  hasta  tanto  que  topa  algún  cuerpo,  donde 
para,  y  se  cuaja,  ó  si  pasa  arriba  sin  topar  cuerpo 
duro,  llega  hasta  donde  se  enfria,  y  allí  se  cuaja, 
y  vuelve  á  caer  abajo.  Cuando  está  hecha  la  fun- 
dición destapan  las  ollas,  y  sacan  el  metal.  Lo  cual 
procuran  se  haga  estando  ya  frias,  porque  si  da 
algún  humo,  ó  vapor  de  aquél  á  las  personas  que 
destapan  las  ollas,  se  azogan  y  mueren,  ó  quedan 
muy  maltratadas,  ó  pierden  los  dientes.  Para  dar 
fuego  á  los  metales,  porque  se  gasta  infinita  leña, 
halló  un  Minero,  por  nombre  Rodrigo  de  Torres, 
foMO  I.  23 


33^  LIBRO    CUARTO 


una  invención  útilísima,  y  fué  coger  de  una  paja 
que  nace  por  todos  aquellos  cerros  del  Perú,  la 
cual  allá  llaman  Icho,  y  es  á  modo  de  esparto,  y 
con  ella  dan  fuego.  Es  cosa  maravillosa  la  fuerza 
que  tiene  esta  paja  para  fundir  aquellos  metales, 
que  es  cómo  lo  que  dice  Plinio  (l)  del  oro  que  se 
funde  con  llama  de  paja,  no  fundiéndose  con  bra- 
sas de  leña  fortísima.  El  azogue  así  fundido  lo 
ponen  en  badanas,  porque  en  cuero  se  puede 
guardar  ,  y  así  se  mete  en  los  almacenes  del 
Rey;  y  de  allí  se  lleva  por  mar  á  Arica,  y  de  allí 
á  Potosí  en  recuas,  ó  carneros  de  la  tierra.  Con- 
súmese comunmente  en  el  beneficio  de  los  meta- 
les en  Potosí  de  seis  á  siete  mil  quintales  por  año, 
sin  lo  que  se  saca  de  las  lamas  (que  son  las  heces- 
que  quedan,  y  barro  de  los  primeros  lavatorios 
de  metales  que  se  hacen  en  tinas),  las  cuales  lamas 
se  queman,  y  benefician  en  hornos  para  sacar  el 
azogue  que  en  ellas  queda,  y  habrá  mas  de  cin- 
cuenta hornos  de  éstos  en  la  villa  de  Potosí,  y  en 
Tarapaya.  Será  la  cantidad  de  los  metales  que  se 
benefician,  según  han  echado  la  cuenta  hombres 
prácticos,  mas  de  trescientos  mil  quintales  al  año,, 
de  cuyas  lamas  beneficiadas  se  sacarán  mas  de  dos 
mil  quintales  de  azogue.  Y  es  de  saber,  que  la 
cualidad   de   los   metales    es  varia,  porque  acaece 


(i)     Lib.  33.C.  4- 


DE     LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  339 

que  un  metal  da   mucha   plata,    y    consume    poco 
azogue:  otro  al  revés,  da   poca  plata,    y    consume 
mucho  azogue:  otro  da  mucha,  y  consume  mucho: 
otro  da  poca,  y  consume  poco;  y  conforme  á  como 
es  el  acertar  en  estos  metales,  así  es  el  enriquecer 
poco,  ó  mucho,  ó  perder  en    el  trato   de    metales. 
Aunque  lo  mas  ordinario  es,  que   en    metal    rico, 
como  da  mucha  plata,  así  consume  mucho  azogue, 
y  el  pobre  al  revés.  El  metal  se    muele   muy  bien 
primero  con  los  mazos  de  ingenios,  que  golpean  la 
piedra  como  batanes,  y  después  de  bien  molido  el 
metal,  lo  ciernen  con  utios   cedazos    de  telas    de 
arambre,  que  hacen  la  harina   tan   delgada    como 
los  comunes  de  cerdas;  y  ciernen  estos  cedazos,  si 
están  bien  armados  y  puestos,  treinta  quintales  en- 
tre noche  y  dia.    Cernida    que    está   la   harina  del 
metal,  la  pasan  á  unos  cajones  de  buitrones,  don 
de  la   mortifican  con  salmuera  ,  echando   á  cada 
cincuenta  quintales  de  harina  cinco  quintales  de  sal, 
y  esto  se  hace  para  que  la  sal  desengrase  la  harina 
de  metal,  del  barro,  ó  lama  que  tiene,  con  lo  cual  el 
azogue  recibe  mejor  la  plata.  Exprimen  luego  con  un 
lienzo  de  Holanda  cruda  el  azogue  sobre  el  metal,  y 
sale  el  azogue  como  un  rocío,  y  así  van  revolviendo 
el  metal  para  que  á  todo  él  se  comunique  este  rocío 
del  azogue.  Antes  de  inventarse  los   buitrones  de 
fuego,   se   amasaba   muchas-  y    diversas   veces  el 
metal  con  el  azogue,  así  echado   en  unas  artesas, 


340  LIBRO    CUARTO 


y  hacían  pellas  grandes  como  de  barro,  y  dejá- 
banlo estar  algunos  días,  y  volvían  a  amasarlo  otra 
vez  y  otra,  hasta  que  se  entendía  que  estaba  ya 
incorporado  el  azogue  en  la  plata,  lo  cual  tardaba 
veinte  días  y  mas,  y  cuando  menos  nueve.  Des- 
pués, por  aviso  que  hubo,  como  la  gana  de  adqui- 
rir es  diligente,  hallaron  que  para  abreviar  el  tiem- 
po, el  fuego  ayudaba  mucho  á  que  el  azogue  to- 
mase la  plata  con  presteza,  y  así  trazaron  los  bui- 
trones, donde  ponen  unos  cajones  grandes,  en  que 
•echan  el  metal  con  sal  y  azogue,  y  por  debajo  dan 
fuego  manso  en  ciertas  bóvedas  hechas  á  propc3- 
sito,  y  en  espacio  de  cinco  días  ó  seis  el  azogue 
incorpora  en  sí  la  plata.  Cuando  se  entiende  que 
ya  el  azogue  ha  hecho  su  oficio,  que  es  juntar  la 
plata,  mucha  ó  poca,  sin  dejar  nada  de  ella,  y 
embeberla  en  sí,  como  la  esponja  al  agua,  incor- 
porándola consigo,  y  apartándola  de  la  tierra, 
plomo  y  cobre,  con  que  se  cria,  entonces  tratan 
de  descubrirla,  sacarla  y  apartarla  del  mismo  azo- 
gue, lo  cual  hacen  en  esta  forma:  Echan  el  metal 
en  unas  tinas  de  agua,  donde  con  unos  molinetes 
ó  ruedas  de  agua,  trayendo  al  derredor  el  metal, 
como  quien  deslíe  ó  hace  mostaza,  va  saliendo  el 
barro  ó  lama  del  metal  en  el  agua  que  corre,  y  la 
plata  y  azogue,  como  cosa  mas  pesada,  hace 
asiento  en  el  suelo  de  la  tina.  El  metal  que  queda 
está  como  aren?,  y  de   aquí  lo  sacan  y   llevan  á 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  34  L 

lavar  otra  vuelta  con  bateas  en  unas  balsas  ó  po- 
zas de  agua,  y  allí  acaba  de  caerse  el  barro,  y 
deja  la  plata  y  abogue  á  SDlas,  aunque  á  vueltas 
del  barro  y  lama  va  siempre  algo  de  plata  y  azo- 
gue, que  llaman  relaves:  y  también  procuran  des- 
pués sacarlo  y  aprovecharlo.  Limpia,  pues,  que 
está  la  plata  y  el  az3gue,  que  ya  ello  reluce,  des- 
pedido todo  el  birro  y  tierra,  toman  todo  este 
metal,  y  echado  en  un  lienzo  exprímanlo  fuerte- 
mente; y  así  sale  todo  el  azogue  que  no  está  in- 
corporado en  la  plata,  y  queda  lo  demás  hecho 
todo  una  pella  de  plata  y  azogue,  al  modo  que 
queda  lo  duro  y  cibera  de  las  almendras,  cuando 
exprimen  el  almendrada:  y  estando  bien  exprimi- 
da la  pella  que  queda,  sola  es  la  sexta  parte  de 
plata,  y  las  otras  cinco  son  azogue.  De  manera, 
que  si  queda  una  pella  de  sesenta  libras,  las  diez 
libras  son  de  plata,  y  las  cincuenta  de  azogue.  De 
estas  pellas  se  hacen  las  pinas  á  modo  de  panes 
de  azúcar,  huecas  por  adentro;  y  hácenlas  de  cien 
libras  de  ordinario.  Y  para  apartar  la  plata  del 
azogue,  pónenlas  en  fuego  fuerte,  donde  las  cu- 
bren con  un  vaso  de  barro  de  la  hechura  de  los 
moldes  de  panes  de  azúcar,  que  son  como  unos 
caperuzones,  y  cúbrenlas  de  carbón,  y  danles 
fuego,  con  el  cual  el  azogue  se  exhala  en  humo,  y 
topando  en  el  caperuzon  de  barro,  allí  se  cuaja  y 
destila,  como  los  vapores  de  la   olla   en   la  cober- 


342  LIBRO     CUARTO 


tera;  y  por  un  canon  al  modo  de  alambique,  recí- 
bese todo  el  azogue  que  se  destila,  y  vuélvese  á 
cobrar  quedando  la  plata  sola.  La  cual  en  forma 
y  tamaño  es  la  misma:  en  el  peso  es  cinco  partes 
menos  que  antes:  queda  toda  crespa  y  es- 
ponjada, que  es  cosa  de  ver:  de  dos  de  estas 
pinas  se  hace  una  barra  de  plata,  que  pesa  sesenta  -• 
y  cinco  ó  sesenta  y  seis  marcos;  y  así  se  lleva  á 
ensayar,  quintar  y  marcar.  Y  es  tan  fina  la  plata 
sacada  por  azogue,  que  jamás  baja  de  dos  mil  y 
trescientos  y  ochenta  de  ley:  y  es  tan  excelente, 
que  para  labrarse,  ha  menester  que  los  Plateros  la 
bajen  de  ley  echándola  liga  ó  mezcla;  y  lo  mismo 
hacen  en  las  Casas  de  moneda,  donde  se  labra  y 
acuña.  Todos  estos  tormentos,  y  por  decirlo  así, 
martirios  pasa  la  plata  para  ser  fina,  que  si  bien 
se  mira,  es  un  amasijo  formado,  donde  se  muele, 
se  cierne,  se  amasa,  se  leuda  y  se  cuece  la  plata, 
y  aun  fuera  de  esto  se  lava  y  relava,  y  se  cuece 
y  recuece  pasando  por  mazos  y  cedazos,  artesas, 
buitrones,  tinas,  bateas,  exprimideros  y  hornos; 
y  finalmente,  por  agua  y  fuego.  Digo  esto,  porque 
viendo  este  artificio  en  Potosí,  consideraba  lo  que 
dice  la  Escritura  de  los  Justos,  (i)  que:  Colabit 
eos,  purgabit  cuasi  argentiun.  Y  lo  que  dice  en 
otra   parte   (2):    Sicut  argentuní  prohatiLUí  terree. 


(i)     Mal.  3.  v.3.Ecc!e 
2)     P.ialm.  1 1.  V.  7. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  343 

purgatum  septuplum.  Que  para  apurar  la  plata, 
y  afinarla  y  limpiarla  de  la  tierra  y  barro  en  que 
se  cria,  siete  veces  la  purgan  y  purifican,  porque 
en  efecto  son  siete,  esto  es,  muchas  y  muchas  las 
veces  que  la  atormentan  hasta  dejarla  pura  y  fina. 
Y  así  es  la  doctrina  del  Señor,  y  lo  han  de  ser  las 
almas  que  han  de  participar  de  su    pureza   divina. 


CAPITULO  xm 

De  los  ingenios  para  moler  metales,  y  del  ensaye 
de  la  plata. 


Para  concluir  con  esta  materia  desplata  y  me- 
tales restan  dos  cosas  por  decir:  una  es  de  los  in- 
genios y  moliendas:  otra  de  los  ensayes.  Ya  se 
dijo  que  el  metal  se  muele  para  recibir  el  azogue. 
Esta  molienda  se  hace  con  diversos  ingenios:  unos 
que  traen  caballos,  como  atahonas;  y  otros  que  se 
mueven  con  el  golpe  del  agua,  como  aceñas  ó 
molinos;  y  de  los  unos  y  los  otros   hay   gran  can- 


344  LIBRO  CUARTO 


tidad.  Y  porque  el  agua,  que  comunmente  es  la 
que  llueve,  no  la  hay  bastante  en  Potosí,  sino  en 
tres  ó  cuatro  meses,  que  son  Diciembre,  Enero  y 
Febrero,  han  hecho  unas  lagunas  que  tienen  de 
contorno  como  á  mil  y  setecientas  varas,  y  de 
de  hondo  tres  estados,  y  son  siete,  con  sus  com- 
puertas; y  cuando  es  menester  usar  de  alguna,  la 
alzan,  y  sale  un  cuerpo  de  agua,  y  las  fiestas. 
las  cierran.  Cuando  se  hinchen  las  lagunas,  y  el 
año  es  copioso  de  aguas,  dura  la  molienda  seis  ó 
siete  meses,  de  modo  que  también  para  la  plata 
piden  los  hombres  ya  buen  año  de  aguas  en  Potosí, 
como  en  otras  partes  para  el  pan.  Otros  ingenios 
hay  en  Tarapaya,  que  es  un  valle  tres  ó  cuatro 
leguas  de  Potosí,  donde  corre  un  rio;  y  en  otras 
partes  hay  otros  ingenios.  Hay  esta  diversidad, 
que  unos  ingenios  tienen  á  seis  mazos,  otros  á  doce 
y  catorce.  Muélese  el  metal  en  unos  morteros, 
donde  dia  y  noche  lo  están  echando,  y  de  allí 
llevan  lo  que  está  molido  á  cerner.  Están  en  la 
ribera  del  arroyo  de  Potosí  cuarenta  y  ocho  in- 
genios de  agua,  de  á  ocho,  diez  y  doce  mazos: 
otros  cuatro  ingenios  están  en  otro  lado,  que 
llaman  Tanacoñuño.  En  el  valle  de  Tarapaya  hay 
veinte  y  dos  ingenios;  todos  estos  son  de  agua: 
fuera  de  los  cuales  hay  en  Potosí  otros  treinta 
ingenios  de  caballos,  y  fuera  de  Potosí  otros  algu- 
nos: tanta  ha  sido  la  diligencia  é  industria  de  sacar 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS         345 

plata.  La  cual  finalmente  se  ensaya  y  prueba  por 
los  Ensayadores  y  Maestros  que  tiene  el  Rey 
puestos,  para  dar  su  ley  á  cada  pieza.  Llévanse 
las  barras  de  plata  al  Ensayador,  el  cual  pone  á 
cada  una  su  número,  porque  el  ensaye  se  hace  de 
muchas  juntas.  Saca  de  cada  una  un  bocado,  y 
pésale  fielmente:  échale  en  una  copella,  que  es  un 
vasito  hecho  de  ceniza  de  huesos  molidos  y  que- 
mados. Pone  estos  vasitos  por  su  orden  en  el  horna 
ú  hornaza:  dales  fiíego  Tortísimo:  derrítese  el  metal 
todo,  y  lo  que  es  plomo  se  va  en  humo,  el  cobre 
ó  estaño  se  deshace,  queda  la  plata  finísima  hecha 
de  color  de  ñaego.  Es  cosa  maravillosa,  que 
cuando  está  así  refinada,  aunque  esté  líquida  y 
dcírretida,  no  se  vierte  volviendo  la  copella,  ávasa 
donde  está  hacia  abajo,  sino  que  se  queda  fija  sin 
caer  gota.  En  la  color  y  en  otras  señales  conoce  el 
Ensayador  cuando  está  afinada:  saca  del  horno  las. 
copellas:  vuelve  á  pesar  delicadísimamente  cada 
pedacito:  mira  lo  que  ha  mermado  y  faltado  de  su 
peso,  porque  la  que  es  de  ley  subida  merma  poco,  y 
la  que  es  de  ley  baja,  mucho.  Y  así  conforme  á  lo- 
que ha  mermado,  ve  la  ley  que  tiene,  y  esa  asienta, 
y  señala  en  cada  barra  puntualmente.  Es  el  peso- 
tan  delicado,  y  las  pesicas,  ó  granos  tan  menudos, 
que  no  se  pueden  asir  con  los  dedos,  sino  con  unas, 
pinzas;  y  el  peso  se  hace  á  luz  ác  candela,  porque 
no  dé  aire  que  haga  menear   las  balanzas,   porque 


34^  LIBRO     CUARTO 


de  aquel  poquito  depende  el  precio  y  valor  de 
toda  una  barra.  Cierto  es  cosa  delicada,  y  que  re- 
quiere gran  destreza,  de  la  cual  también  se  apro- 
vecha la  divina  Escritura  en  diversas  partes  (i), 
para  declarar  de  qué  modo  prueba  Dios  á  los 
suyos,  y  para  notar  las  diferencias  de  méritos  y 
valor  de  las  almas,  y  especialmente  donde  á  Jere- 
mías Profeta  le  da  Dios  título  de  Ensayador  (2), 
para  que  conozca,  y  declare  el  valor  espiritual  de 
los  hombres,  y  sus  obras,  que  es  negocio  propio 
del  Espíritu  de  Dios,  que  es  el  que  pesa  los  espí- 
ritus de  los  hombres  (3).  Y  con  esto  nos  podemos 
contentar  cuanto  á  materia  de  plata,  metales  y 
minas,  y  pasar  adelante  á  los  otros  dos  propuestos 
de  plantas  y  animales. 


(i)     Psalm    63.  V.  10.  Prov.  ry.  v.  3. 

(2)  Hierem.  6.  v.  "^y. 

(3)  Prov.  16.  V.  2. 


CAPITULO    XIV 

De  las  esmeraldas . 


Aunque  será  bien  primero  decir  algo  de  las  es- 
meraldas, que  así  por  ser  cosa  preciada  como  el 
oro  y  plata  de  que  se  ha  dicho,  como  por  ser  su 
nacimiento  también  en  minas  de  metales,  según 
Plinio  (l),  no  viene  fuera  de  propósito  tratar  aquí 
de  ellas.  Antiguamente  fué  la  esmeralda  estimada 
€n  mucho;  y  como  el  dicho  Autor  escribe,  tenia 
el  tercer  lugar  entre  las  joyas  después  del  diaman- 
te y  de  la  margarita.  Hoy  dia,  ni  la  esmeralda  se 
tiene  en  tanto,  ni  la  margarita,  por  la  abundancia 
que  las  Indias  han  dado  de  ambas  cosas:  solo  el 
diamante  se  queda  con  su  reinado,  que  no  se  lo 
quitará  nadie:  tras  él  los  rubíes  finos,  y  otras 
piedras  se  precian  en  mas  que  las  esmeraldas.  Son 
amigos  los  hombres  de  singularidad,  y  lo  que  ven 
ya  común  no  lo  precian.  De  un  Español  cuentan, 
que  en  Italia  al  principio  que  se  hallaron  en  Indias, 


(!)     Plin.  lib.  37,  cap. 


348  LIBRO      CUARTO 


mostró  una  esmeralda  á  un  Lapidario,  y  preguntó 
el  precio:  vista  por  el  otro,  que  era  de  excelente 
cualidad  y  tamaño,  respondió,  que  cien  escudos; 
mostróle  otra  mayor,  dijo  que  trescientos.  Engo- 
losinado del  negocio,  llevóle  á  su  casa,  y  mostróle 
un  cajón  lleno  de  ellas:  en  viendo  tantas  dijo  el 
Italiano:  Señor,  éstas  valen  á  escudo.  Así  ha  pasa- 
do en  Indias  y  España,  que  el  haber  hallado  tanta 
riqueza  de  estas  piedras  les  ha  quitado  el  valor. 
Plinio  dice  excelencias  de  ellas  (l),  y  que  no  hay 
cosa  mas  agradable,  ni  mas  saludable  á  la  vista,  y 
tiene  razón;  pero  importa  paco  su  autoridad  mien- 
tras hubiere  tantas.  La  otra  Lolia  Romana,  de  quien 
cuenta  (2),  que  en  un  tocado  y  vestido  labrado  de 
perlas  y  esmeraldas  echó  cuatrocientos  mil  duca- 
dos de  valor,  pudiera  hoy  dia  con  menos  de  cua- 
renta mil  hacer  dos  pares  como  aquél.  En  diver- 
sas partes  de  Indias  se  han  hallado.  Los  Reyes 
Mejicanos  las  preciaban,  y  aun  usaban  algunos 
horadar  las  narices,  y  poner  allí  una  excelente  es- 
meralda. En  los  rostros  de  sus  ídolos  también  las 
|)onian.  Mas  donde  se  ha  hallado,  y  hoy  en  dia  se 
halla  mas  abundancia,  es  en  el  nuevo  Reino  de 
Granada,  y  en  el  Perú  cerca  de  Manta  y  Puerto- 
viejo.   Hay   por  allí  dentro  una  tierra  que  llaman 


<0    Flin.  lib.  37.  c.  5- 
(2)    Plin.  lib.  9.  c.  33. 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL     DE    INDIAS  349 

<ie  las  Esmeraldas,  por  la  noticia  que  hay  de  haber 
muchas,  aunque  no  ha  sido  hasta  ahora  conquista- 
da aquella  tierra.  Las  esmeraldas  nacen  en  piedras 
á  modo  de  cristales,  y  yo  las  he  visto  en  la  misma 
piedra,  que  van  haciendo  como  veta,  y  según  pa- 
rece, poco  á  poco  se  van  cuajando  y  afinandc : 
porque  vi  unas  medio  blancas,  medio  verdes:  otras 
cuasi  blancas:  otras  ya  v^erdes  y  perfectas  del 
todo.  Algunas  he  visto  del  grandor  de  una  nuez, 
y  aun  mayores.  Pero  no  sé  que  en  nuestros  tiempos 
se  hayan  descubierto  del  tamaño  del  catino  ó  joya 
que  tienen  en  Genova,  que  con  razón  la  precian 
en  tanto  por  joya,  y  no  por  reliquia,  pues  no  consta 
que  lo  sea,  antes  lo  contrario.  Pero  sin  compara- 
ción excede  lo  que  Teofrasto  refiere  de  la  esme- 
ralda que  presentó  el  Rey  de  Babilonia  al  Rey 
de  Egipto,  que  tenia  de  largo  cuatro  codos,  y 
tres  de  ancho,  y  que  en  el  templo  de  Júpiter 
una  aguja  hecha  de  cuatro  piedras  de  esme- 
raldas, que  tenia  de  largo  cuarenta  codos  ,  y 
de  ancho  en  partes  cuatro,  y  en  partes  dos;  y  que 
en  su  tiempo  en  Tiro  habia  en  el  templo  de  Hér- 
cules un  pilar  de  esmeralda.  Por  ventura  era, 
como  dice  Plinio  (i),  de  ])iedra  verde  que  tira  á 
esmeralda,  y  la  llaman  esmeralda  falsa.  Como  al- 
gunos quieren  decir,  que    ciertos  pilares  que   hay 


(1)    Plin.  lib.  37.  c.  5. 


35o  LIBRO  CUARTO 


en  la  Iglesia  Catedral  de  Córdoba,  desde  el  tiem- 
po que  fué  mezquita  de  los  Reyes  Miramamolines 
Moros,  que  reinaron  en  Córdoba,  que  son  de  pie- 
dra de  esmeralda.  En  la  flota  del  año  de  ochenta 
y  siete,  en  que  yo  vine  de  Indias,  trajeron  dos  ca- 
jones de  esmeraldas,  que  tenia-  cada  uno  de  ellos 
por  lo  menos  cuatro  arrobas,  por  donde  se  puede 
ver  la  abundancia  que  hay.  Celebra  la  divina  Es- 
critura (l)  las  esmeraldas  como  joya  muy  precia- 
da, y  pónelas  así  entre  las  piedras  preciosas  que. 
traía  en  el  pecho  el  vSumo  Pontífice,  como  en  las 
que  adornan  los  muros  de  la  celestial  Jerusalén. 


(i)     Exod.  29.  39.  Apoc.  2I.V.  19. 


CAPITULO    XV 
De  las  perlas. 


Ya  que  tratamos  la  principal  riqueza  que  se 
trae  de  Indias,  no  es  justo  olvidar  las  perlas  que 
los  Antiguos  llamaban  margaritas,  cuya  estima  en 
los  primeros  fué  tanta,  que  eran  tenidas  por  cosa 
que  sola  á  personas  Reales  pertenecían.  Hoy  dia 
es  tanta  la  copia  de  ellas,  que  hasta  las  negras 
traen  sartas  de  perlas.  Críanse  en  los  ostiones  ó 
conchas  del  mar  entre  la  misma  carne;  y  á  mí  me 
ha  acaecido,  comiendo  algún  ostión,  hallar  la  perla 
enmedio.  Las  conchas  tienen  por  de  dentro  unas 
colores  del  Cielo  muy  vivas,  y  en  algunas  partes 
hacen  cucharas  de  ellas,  que  llaman  de  nácar.  Son 
las  perlas  de  diferentísimos  modos  en  el  tamaño, 
figura,  color  y  lisura,  y  así  su  precio  es  muy  dife- 
rente. Unas  llaman  Avemarias,  por  ser  como  cuen- 
tas pequeñas  de  Rosario:  otras  Paterncstres,  por 
ser  gruesas.  Raras  veces  se  hallan  dos  que  en  todo 
convengan  en  tamaño,  en  forma  ó  en  color.  Por  eso 


352  LIBRO    CUARTO 

los  Romanos  (según  escribe  Plinio)  (l)  las  llama- 
ron Uniones.  Cuando  se  aciertan  á  encontrar  dos 
que  en  todo  convengan,  suben  mucho  de  precio, 
■especialmente  para  zarcillos:  algunos  pares  he 
visto,  que  los  estimaban  en  millares  de  ducados, 
aunque  no  llegasen  al  valor  de  las  dos  perlas  de 
Cleopatra,  que  cuenta  Plinio  (2),  haber  valido 
cada  una  cien  mil  ducados,  con  que  ganó  aquella 
Reina  loca  la  apuesta  que  hizo  Marco  Antonio,  de 
gastar  en  una  cena  mas  de  cien  mil  ducados,  por- 
que acabadas  las  viandas  echó  en  vinagre  fuerte 
una  de  aquellas  perlas,  y  deshecha  así,  se  la  tragó: 
la  otra  dice,  que  partida  en  dos,  fué  puesta  en  el 
Panteón  de  Roma  en  los  zarcillos  de  la  estatua  de 
Venus.  Y  del  otro  Clodio  hijo  de  el  Farsante,  ó 
Trágico  Esopo  cuenta,  que  en  un  banquete  dio  á 
cada  uno  de  los  convidados  una  perla  rica  deshe- 
cha en  vinagre,  entre  los  otros  platos,  para  hacer 
la  fiesta  magnífica.  Fueron  locuras  de  aquellos 
tiempos  éstas;  y  las  de  los  nuestros  no  son  muy 
menores,  pues  hemos  visto  no  solo  los  sombreros 
y  bandas,  mas  los.  botines  y  chapines  de  mujeres 
de  por  ahí  cuajados  todos  de  labores  de  perlas. 
Sácanse  las  perlas  en  diversas  partes  de  Indias, 
donde  con  mas  abundancia   es  en  el    mar   del   sur 


(1)  Lib.  9.  c.  35. 

(2)  Ibic'em. 


DE    LA     HISTORIA   NATURAL    DE     INDIAS  353 

cerca  de  Panamá,  donde  están  las  Islas,  que  por 
esta  causa  llaman  de  las  perlas.  Pero  en  mas  cuan- 
tidad y  mejores  se  sacan  en  la  mar  del  norte  cerca 
de  el  rio  que  llaman  de  la  Hacha.  Allí  supe  cómo 
se  hacía  esta  granjeria,  que  es  con  harta  costa  y 
trabajo  de  los  pobres  buzos,  los  cuales  bajan  seis, 
y  nueve,  y  aun  doce  brazas  en  hondo  á  buscar  los 
ostiones,  que  de  ordinario  están  asidos  á  las  peñas 
y  escollos  de  la  mar.  De  allí  los  arrancan,  y  se 
cargan  de  ellos,  y  se  suben,  y  los  echan  en  las 
canoas,  donde  los  abren  y  sacan  aquel  tesoro  que 
tienen  dentro.  El  frió  del  agua  allá  dentro  del  mar 
•es  grande,  y  mucho  mayor  el  trabajo  de  tener  el 
aliento  estando  un  cuarto  de  hora  á  veces,  y  aun 
media,  en  hacer  su  pesca.  Para  que  puedan  tener  el 
aliento,  hacénles  á  los  pobres  buzos  que  coman 
poco,  y  manjar  muy  seco,  y  que  sean  continentes. 
De  manera  que  también  la  codicia  tiene  sus  absti- 
nentes y  continentes,  aunque  sea  á  su  pesar.  La- 
bránse  de  diversas  maneras  las  perlas,  y  horadán- 
las  para  sartas.  Hay  ya  gran  demasía  donde  quie- 
ra. El  año  de  ochenta  y  siete  vi  en  la  memoria  de 
lo  que  venia  de  Indias  para  el  Rey,  diez  y  ocho 
marcos  de  perlas,  y  otros  tres  cajones  de  ellas,  y 
para  particulares,  mil  doscientos  y  sesenta  y  cua- 
tro marcos  de  perlas,  y  sin  esto  otras  siete  tale- 
gas por  pesar,  que  en  otro  tiempo  se  tuviera  por 
fabuloso. 

Tomo  i.  24 


CAPITULO    XVI 

Del  pan  de  Indias  y   del  niaiz. 


Viniendo  á  las  plantas,  trataremos  de  las  que 
son  mas  propias  de  Indias,  y  después  de  las  co- 
munes á  aquella  tierra,  y  á  ésta  de  Europa.  Y 
porque  las  plantas  fueron  criadas  principalmente 
para  mantenimiento  del  hombre,  y  el  principal  de 
que  se  sustenta  es  el  pan,  será  bien  decir,  qué  pan 
hay  en  Indias,  y  qué  cosa  usan  en  lugar  de  pan. 
El  nombre  de  pan  es  allá  también  usado  con  pro- 
pieda  i  de  su  lengua,  que  en  el  Perú  llaman  tanta, 
y  en  otras  partes  de  otras  maneras.  Mas  la  cuali- 
dad y  substancia  del  pan  que  los  Indios  tenian  y 
usaban,  es  cosa  muy  diversa  del  nuestro,  porque 
ningún  género  de  trigo  se  halla  que  tuviesen,  ni 
cebada,  ni  mijo,  ni  panizo,  ni  esotros  granos  usa- 
dos para  pan  en  Europa.  P^n  lugar  de  esto  usaban 
de  otros  géneros  de  granos,  y  de  raíces:  entre  to- 
dos tiene  el  principal  lugar,  y  con  razón,  el  grano 
de  maíz,  que  en  Castilla  llaman  trigo  de  las  Indias, 
y  en  Italia  grano  de  Turquía.  Así  como  en  las  par- 


DE     LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  355 

tes   del    orbe   antiguo,    que   son   Europa,    Asia  y 
África  el  o-rano  mas  común   á  los  hombres   es    el 

o 

trigo,  así  en  las  partes  del  nuev^o  orbe  ha  sido  y 
es  el  grano  de  maíz,  y  cuasi  se  ha  hallado  en  to- 
dos los  Reinos  de  Indias  occidentales,  en  Perú,  en 
Xueva-España,  en  nuevo  Reino,  en  Guatemala,  en 
Chile,  en  toda  Tierra-firme.  De  las  Islas  de  Bar- 
lovento, que  son  Cuba,  la  Española,  Jamaica,  vSan 
Juan,  no  sé  que  se  usase  antiguamente  el  maíz, 
hoy  dia  usan  mas  la  yuca  y  cazavi,  de  que  lue- 
go diré.  El  grano  del  maíz,  en  fuerza  y  sustento, 
pienso  que  no  es  inferior  al  trigo:  es  mas  grueso  y 
cálido,  y  engendra  sangre:  por  donde  los  que 
de  nuevo  lo  comen,  si  es  con  demasía,  suelen 
padecer  hinchazones  y  sarna.  Xace  en  cañas, 
y  cada  una  lleva  una  ó  dos  mazorcas,  donde  está 
pegado  el  grano:  y  con  ser  granos  gruesos  tienen 
muchos,  y  en  alguna  contamos  setecientos  gra- 
nos. Siémbrase  á  mano,  y  no  esparcido:  quiere 
tierra  caliente  y  húmeda.  Dase  en  muchas  partes 
de  Indias  con  orande  abundancia:    cogfer  trescien- 

o  o 

tas  fanegas  de  una  de  sembradura,  no  es  cosa  muy 
rara.  Hay  diferencia  en  el  maíz  como  también  en 
los  trigos:  uno  es  grueso  y  sustancioso:  otro  chico 
y  sequillo,  que  llaman  moroche:  las  hojas  del  maíz 
y  la  caña  verde  es  escogida  comida  para  cabal- 
gadura?, y  aun  seca  también  sirve  como  de  paja. 
El  mismo  grano  es  de  mas  sustento  para   les   ca- 


356  LIBRO     CUARTO 


ballos  y  muías,  que  la  cebada;  y  así  es  ordinario 
en  aquellas  partes  teniendo  aviso  de  dar  de  beber 
á  las  bestias,  primero  que  coman  el  maíz,  porque 
bebiendo  sobre  él  se  hinchan,  y  les  da  torzón, 
como  también  lo  hace  el  trigo.  El  pan  de  los  In- 
dios es  el  maíz;  cómenlo  comunmente  cocido  así 
en  grano  y  caliente,  que  llaman  ellos  mote;  como 
comen  los  Chinas  y  Japones  el  arroz  también  co- 
cido con  su  agua  caliente.  Algunas  veces  lo  comen 
tostado:  hay  maíz  redondo  y  grueso,  como  lo  de 
los  Lucanas,  que  lo  comen  Españoles  por  golosina 
tostado,  y  tiene  mejor  sabor  que  garbanzos  tosta- 
dos. Otro  modo  de  comerle  mas  regalado  es  mo- 
liendo el  maíz,  y  haciendo  de  su  harina  masa,  y 
de  ella  unas  tortillas,  que  se  ponen  al  fuego,  y  así 
calientes  se  ponen  á  la  mesa,  y  se  comen:  en  al- 
gunas partes  las  llaman  arepas.  Hacen  también  de 
la  propia  masa  unos  bollos  redondos,  y  sazónanlos 
de  cierto  modo,  que  duran,  y  se  comen  por  rega- 
lo. Y  porque  no  falte  la  curiosidad  también  en  co- 
midas de  Indias,  han  inventado  hacer  cierto  modo 
de  pasteles  de  esta  masa,  y  de  la  flor  de  su  harina 
con  azúcar  vizcochuelos,  y  melindres  que  llaman. 
No  les  sirve  á  los  Indios  el  maíz  solo  de  pan,  sino 
también  de  \'ino,  porque  de  él  hacen  sus  bebidas, 
con  que  se  embriagan  harto  mas  presto  que  con 
vino  de  uvas.  El  vino  de  maíz,  que  llaman  en  el 
Perú  aziía,  y  por  vocablo  de  Indias  común  chicha, 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  35/ 

se  hace  en  diversos  modos.  El  mas  fuerte  al  modo 
de  cerveza,  humedeciendo  primero  el  grano  de 
maíz,  hasta  que  comienza  a  brotar,  y  después  co- 
ciéndolo con  cierto  orden,  sale  tan  recio,  que  á 
pocos  lances  derriba:  éste  llaman  en  el  Perú  sora, 
y  es  prohibido  por  ley,  por  los  graves  daños  que 
trae  emborrachando  bravamente;  mas  la  ley  sirve 
de  poco,  que  así  como  así  lo  usan,  y  se  están  bai- 
lando y  bebiendo  noches  y  dias  enteros.  Este 
modo  de  hacer  brebage  con  que  emborracharse, 
de  granos  mojados,  y  después  cocidos  ,  refiere 
Plinio  (l),  haberse  usado  antiguamente  en  España 
y  Francia,  y  en  otras  provincias,  como  hoy  dia 
en  Flandes  se  usa  la  cerveza  hecha  de  granos  de 
cebada.  Otro  modo  de  hacer  el  azua,  6  chicha  es, 
mascando  el  miíz,  y  haciendo  levadura  de  lo  que 
así  se  masca,  y  después  cocido:  y  aun  es  opi- 
nión de  Indios,  que  para  hacer  buena  levadura,  se 
ha  de  mascar  por  viejas  podridas,  que  aun  oirlo 
pone  asco,  y  ellos  no  lo  tienen  de  beber  aquel 
vino.  El  modo  mas  limpio  y  mas  sano,  y  que  me- 
nos encalabrina,  es  de  maíz  tostado:  esto  usan  los 
indios  mas  pulidos,  y  algunos  Españoles  por  me- 
dicina: porque  en  efecto  hallan,  que  para  ríñones 
y  orina  es  muy  saludable  bebida,  por  donde  ape- 
nas se  halla  en  Indios  semejante  mal,  por  el  uso  de 


(I)     Plin.  lib.  14   c.  22. 


358  LIlíRO       CUARTO 


beber  su  chicha.  Cuando  el  miíz  está  tierno  en  su 
mazorca  y  como  en  leche,  cocido  ó  tostado  lo 
comen  por  regalo  Indios  y  Españoles;  también  lo 
echan  en  la  olla,  y  en  guisados,  y  es  buena  comi- 
da. Los  cebones  de  maíz  son  muy  gordos,  y  sir- 
ven para  manteca  en  lugar  de  aceite:  de  manera 
que  para  bestias  y  para  hombres,  para  pan  y  para 
vino,  y  para  aceite    aprovecha  en  Indias   el    maíz. 

Y  así  decia  el  \^irey  Don  Francisco  de  Toledo, 
que  dos  cosas  tenia  de  substancia  y  riqueza  el 
Perú,  que  eran  el  maíz,  y  el   ganado   de  la    tierra. 

Y  cierto  tenia  mucha  razón,  porque  ambas  cosas 
sirven  por  mil.  De  donde  fué  el  maíz  á  Indias,  y 
por  qué  este  grano  tan  provechoso  le  llaman  en 
Italia  grano  de  Turquía,  mejor  sabré  preguntarlo, 
que  decirlo.  Porque  en  efecto,  en  los  Antiguos  no 
hallo  rastro  de  este  génc  o  ,  aunque  el  milio, 
que  Plinio  escribe  (l)  haber  venido  á  Italia  de  la 
India  diez  años  habia,  cuando  escribi(3,  tiene  algu- 
na similitud  con  el  maíz,  en  lo  que  dice  que  es 
grano  y  que  nace  en  caña,  y  se  cubre  de  hoja,  y 
c|ue  tiene  al  remate  como  cabellos,  y  el  ser  férti- 
lísimo, todo  lo  cual  no  cuadra  con  el  mijo,  que  co- 
munmente entienden  por  milio.  En  fin,  repartió  el 
Criador  á  todas  partes  su  gobierno:  á  este  orbe 
dio  el  trigo,  que    es   el    principal   sustento    de   los 

(i)     P,i,i.  lib.  i8.  c.  7. 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL     DE    INDIAS  359 

liombres:  á  aquel  de  Indias  dio  el  maíz,  que  tras 
<el  trigo  tiene  el  segundo  lugar,  para  sustento  de 
liombres  y  animales. 


CAPITULO  XVII 
De  las  yticas,  cazabe,  papas,  cJmño  y  arroz. 


En  algunas  partes  de  las  Indias  usan  un  género 
de  pan  que  llaman  cazabe,  el  cual  se  hace  de  cier- 
ta raíz  que  se  llama  yuca.  Es  la  yuca  raíz  grande 
y  gruesa,  la  cual  cortan  en  partes  menudas,  y  la 
rallan,  y  como  en  prensa  la  exprimen;  y  lo  que 
queda  es  una  como  torta  delgada,  muy  grande,  y 
ancha  cuasi  como  una  adarga.  Esta  así  seca  es  el 
pan  que  comen:  es  cosa  sin  ^usto  y  desabrida, 
pero  sana  y  de  sustento;  por  eso  decíamos  estan- 
do en  la  Española,  que  era  propia  comida  para 
contra  la  gula,  porque  se  podia  comer  sin  escrú- 
pulo de  que  el  apetito  causase  exceso.  Es  necesa- 
rio humedecer  el  cazabe  para  comerlo,  porque  es 


36o  LIBRO  CUARTO 


áspero,  y  raspa:  humedécese  con  agua  ó  caldo  fá- 
cilmente, y  para  sopas  es  bueno,  porque  empapa 
mucho,  y  así  hacen  capirotadas  de  ello.  En  leche, 
y  en  miel  de  cañas,  ni  aun  en  vino  apenas  se  hume- 
dece, ni  pasa,  como  hace  el  pan  de  trigo.  De  este 
cazavi  hay  uno  mas  delicado,  que  es  hecho  de  la 
flor  que  ellos  llaman  jaujau,  que  en  aquellas  partes, 
se  precia,  y  yo  preciaría  mas  un  pedazo  de  pan,, 
por  duro  y  moreno  que  fuese.  Es  cosa  de  maravi- 
lla, que  el  zumo  ó  agua  que  esprimen  de  aquella 
raíz  de  que  hacen  el  cazavi,  es  mortal  veneno,  y 
si  se  bebe  mata,  y  la  substancia  que  queda  es  pan 
sano,  como  está  dicho.  Hay  género  de  yuca  que 
llaman  dulce,  que  no  tiene  en  su  zumo  ese  vene- 
no, y  esta  yuca  se  come  así  en  raíz  cocida  ó  asa- 
da, y  es  buena  comida.  Dura  el  cazavi  mucha 
tiempo,  y  así  lo  llevan  en  lugar  de  vizcocho  para 
navegantes.  Donde  mas  se  usa  esta  comida  es  en 
las  Islas  que  llaman  de  Barlovento,  que  son,  como 
arriba  está  dicho,  Santo  Domingo,  Cuba,  Puerto- 
Rico,  Jamaica,  y  algunas  otras  de  aquel  parage: 
la  causa  es,  no  darse  trigo,  ni  aun  maíz,  sino  mal. 
El  trigo  en  sembrándolo  luego  nace  con  grande 
frescura,  pero  tan  desigualmente,  que  no  se  puede 
coger,  porque  de  una  misma  sementera  al  mismo 
tiempo  uno  está  en  berza,  otro  en  espiga,  y  otro 
brota:  uno  está  alto,  otro  bajo:  uno  es  todo  yerba, 
otro  grana.  Y  aunque  han  llevado  labradores  para 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDL\S  36! 

ver  si  podrían  hacer  agricultura  de  trigo,  no  tiene 
remedio  la  cualidad  de  la  tierra.  Tráese  harina  de 
la  Nueva-España,  ó  llévase  de  España,  ó  de  las- 
Canarias,  y  está  tan  húmeda,  que  el  pan  apenas 
es  de  gusto,  ni  provecho.  Las  hostias,  cuando  de- 
ciamos  ]\Iisa,  se  nos  doblaban  como  si  fuera  papel 
mojado:  esto  causa  el  extremo  de  humedad  y  calor 
juntamente,  que  hay  en  aquella  tierra.  Otro  extre- 
mo contrario  es  el  que  en  otras  partes  de  Indias- 
quita  el  pan  de  trigo  y  de  maíz,  como  es  lo 
alto  de  la  sierra  del  Perú,  y  las  provincias 
que  llaman  del  Collao,  que  es  la  mayor  parte 
de  aquel  Reino:  donde  el  temperamento  es  tan 
frió  y  tan  seco,  que  no  da  lugar  á  criarse  tri- 
go, ni  maíz,  en  cuyo  lugar  usan  los  Indios  otra 
género  de  raíces,  que  llaman  papas,  que  son  á 
modo  de  turmas  de  tierra,  y  echan  arriba  una  po- 
quilla  hoja.  Estas  papas  cogen,  y  déjanlas  secar 
bien  al  Sol,  y  quebrantándolas  hacen  lo  que  lla- 
man chuño,  que  se  conserva  así  muchos  dias,  y 
les  sirve  de  pan,  y  es  en  aquel  Reino  gran  con- 
tratación la  de  este  chuño  para  las  minas  del  Po- 
tosí. Gómense  también  las  papas  así  frescas  coci- 
das ó  asadas,  y  de  un  género  de  ellas  mas  apaci- 
ble, que  se  da  también  en  lugares  calientes,  hacen 
cierto  guisado  ó  cazuela,  que  llaman  locro.  En  fin^ 
estas  raíces  son  todo  el  pan  de  aquella  tierra,. 
y  cuando  el  año  es  bueno  de  éstas,   están  conten- 


3^2  LIBRO    CUARTO 


tos,  porque  hartos  años  se  les  anublan  y  hielan  en 
-la  misma  tierra:  tanto  es  el  frío  y  destemple  de 
aquella  región.  Traen  el  maíz  de  los  valles  y  de 
la  costa  de  la  mar,  y  los  Españoles  regalados  de 
las  mismas  partes,  y  de  otras  harina  y  trigo,'  que 
como  la  sierra  es  seca,  se  conserva  bien,  y  se  hace 
buen  pan.  En  otras  partes  de  Indias,  como  son  las 
Islas  Filipinas,  usan  por  pan  el  arroz,  el  cual  en 
toda  aquella  tierra,  y  en  la  China  se  da  escogido, 
y  es  de  mucho  y  muy  buen  sustento:  cuácenlo,  y 
en  unas  porcelanas  ó  salserillas,  así  caliente  en  su 
agua,  lo  van  mezclando  con  la  vianda.  Hacen  tam- 
bién su  vino  en  muchas  partes  del  grano  del  arroz 
humedeciéndolo,  y  después  cociéndolo  al  modo 
que  la  cerveza  de  Flandes  ó  la  azua  del  Perú.  Es 
el  arroz  comida  poco  menos  universal  en  el  mun- 
do que  el  trigo  y  el  maíz,  y  por  ventura  lo  es  mas 
porque  además  de  la  China,  Japones,  Filipinas,  y 
gran  parte  de  la  India  oriental,  es  en  la  África  y 
Etiopia  el  grano  mas  ordinario.  Quiere  el  arroz 
mucha  humedad,  y  cuasi  la  tierra  empapada  en 
agua,  y  empantanada.  En  Europa,  en  Perú,  y  Mé- 
jico donde  hay  trigo,  cómese  el  arroz  por  guisado 
ó  vianda,  y  no  por  pan,  cociéndose  en  leche,  ó  con 
el  graso  de  la  olla,  y  en  otras  maneras.  El  mas  esco- 
gido grano  es  el  que  \'iene  de  las  Filipinas  y  Chi- 
na, como  está  dicho.  Y  esto  baste  así  en  común 
para  entender  lo  que  en  Indias  se  come  por  pan. 


CAPITULO    XVIII 
De  diversas  raices  que  se  dan  en  Indias. 


Aunque  en  los  frutos  que  se  dan  sobre  la  tierra, 
es  mas  copiosa  y  abundante  la  tierra  de  acá,  por 
la  gran  diversidad  de  árboles,  frutales,  y  de  hor- 
talizas; pero  en  raíces  y  comidas  debajo  de  tierra 
paréceme,  que  es  mayor  la  abundancia  de  allá, 
porque  en  este  género  acá  hay  rábanos,  nabos, 
zanahorias,  chicorias,  cebollas,  ajos,  y  algunas 
otras  raíces  de  provecho:  allá  hay  tantas,  que  no 
sabré  contarlas.  Las  que  ahora  me  ocurren,  ade- 
más de  las  papas,  que  son  lo  principal,  son  ocas, 
yanaocas,  camotes,  batatas,  jiquimas,  yuca,  co- 
chuchu,  ca\'i,  totora,  mani,  y  otros  cien  géneros 
que  no  me  acuerdo.  Algunos  de  éstos  se  han  traí- 
do á  E^uropa,  como  son  batatas,  y  se  comen  por 
cosa  de  buen  gusto;  como  también  se  han  llevado 
á  Indias  las  raíces  de  acá;  y  aun  hay  esta  ventaja, 
que  se  dan  en  Indias  mucho  mejor  las  cosas  de 
Europa,    que   en   Europa    las   de    Indias:  la  causa 


3^4  LIBRO    CUARTO 


pienso  ser,  que  allá  hay  mas  diversidad  de  temples 
que  acá;  y  así  es  fácil  acomodar  allá  las  plantas  al 
temple  que  quieren.  Y  aun  algunas  cosas  de  acá 
parece  darse  mejor  en  Indias,  porque  cebollas,  ajos 
y  zanahorias  no  se  dan  mejor  en  España  que  en 
el  Perú;  y  nabos  se  han  dado  allá  en  tanta  abun- 
dancia, que  han  cundido  en  algunas  partes,  de 
suerte  que  me  afirman,  que  para  sembrar  de  triga 
unas  tierras,  no  podian  valerse  con  la  fuerza  de 
los  nabos  que  allí  hablan  cundido.  Rábanos  mas 
gruesos  que  un  brazo  de  hombre,  y  muy  tiernos, 
y  de  muy  buen  sabor,  hartas  veces  los  vimos.  De 
aquellas  raíces  que  dije,  algunas  son  comida  ordi- 
naria, como  camotes,  que  asados  sirven  de  fruta  ó- 
legumbres:  otras  hay  que  sirven  para  regalo,  como- 
el  cochucho,  que  es  una  raicilla  pequeña  y  dulce,, 
que  algunos  suelen  confitarla  para  mas  golosina: 
otras  sirven  para  refrescar,  como  la  jiquima,  que 
es  muy  fria  y  húmeda;  y  en  verano,  en  tiempo  de 
estío  refresca  y  apaga  la  sed:  para  substancia  y 
mantenimiento,  las  papas,  y  ocas  hacen  ventaja. 
De  las  raíces  de  Europa  el  ajo  estiman  sobre  todo 
los  Indios,  y  le  tienen  por  cosa  de  gran  importan- 
cia, y  no  les  falta  razón,  porque  les  abriga  y  ca- 
lienta el  estómacro,  scp^un  ellos  le  comen  de  buena 
gana  y  bastante,  así  crudo  como  le  echa  la  tierra. 


CAPITULO   XIX 

De  diversos  gemros    de  verduras  y  legumbres; 

y  de  los  que  lia  ñau  pepiuos,  pinas,  frutilla 

de  Chile,  y  ciruelas. 


'%,  Ya  que  hemos  comenzado  por  plantas  mencrcs. 
brevemente  se  podrá  decir  lo  que  toca  á  verduras 
y  hortaliza,  y  lo  que  los  Latinos  llaman  Arbítsta^ 
que  todo  esto  no  llega  á  ser  árboles.  Hay  algunos 
géneros  de  estos  arbustos,  ó  verduras  en  Indias 
que  son  de  muy  buen  gusto:  á  muchas  de  estas 
cosas  de  Indias  los  primeros  P^spañoles  les  pusie- 
ron nombres  de  España,  tomados  de  otras  cosas 
á  que  tienen  alguna  semejanza,  como  pinas,  pepi- 
nos, y  ciruelas,  siendo  en  la  verdad  frutas  diver- 
sísimas; y  que  es  mucho  más  sin  comparación  en 
lo  que  difieren,  de  las  que  en  Castilla  se  llaman 
por  esos  nombres.  Las  ]:)iñas  son  del  tamaño  y 
figura  exterior  de  las  pinas  de  Castilla:  en  lo  de 
dentro  totalmente  difieren,  porque  ni  tienen  piño- 
nes, ni  apartamientos    de   cascaras,   sino  todo  es 


36  3  LIBRO    CUARTO 


carne  de  comer,  quitada  la  corteza  de  fuera:  y  es 
fruta  de  excelente  olor,  y  de  mucho  apetito  para 
comer:  el  sabor  tiene  un  agrillo  dulce  y  jugoso: 
cómenlas  haciendo  tajadas  de  ellas,  y  echándolas 
un  rato  en  agua  y  sal.  Algunos  tienen  opinión, 
que  engendran  cólera,  y  dicen  que  no  es  comida 
muy  sana,  mas  no  he  visto  experiencia  que  las 
acredite  mal.  Nacen  en  una  como  caña  ó  verga^ 
que  sale  de  entre  muchas  hojas,  al  modo  que  el 
azucena  ó  lirio;  y  en  el  tamaño  será  poco  mayor^ 
aunque  mas  grueso.  El  remate  de  cada  caña  de 
éstas  es  la  pina:  dase  en  tierras  cálidas  y  húme- 
das: las  mejores  son  de  las  Islas  de  Barlovento. 
En  el  Perú  no  se  dan:  trácnlas  de  los  Andes;  pera 
no  son  buenas,  ni  bien  maduras.  Al  Emperador 
Don  Carlos  le  presentaron  una  de  estas  pinas,  que 
no  debió  costar  poco  cuidado  traerla  de  Indias  en 
su  planta,  que  de  otra  suerte  no  podia  venir:  el 
olor  alabó:  el  sabor  no  quiso  ver  qué  tal  era.  De 
estas  pinas  en  la  Nueva-España  he  visto  conserva 
extremada.  Tampoco  los  que  llaman  pepinos  soa 
árboles,  sino  hortaliza,  que  en  un  año  hace  su 
curso.  Pusiéronles  este  nombre,  porque  algunos 
de  ellos  ó  los  mas  tienen  el  largo  y  el  redondo 
semejante  á  pepino  de  España,  mas  en  todo  la 
demás  difieren,  porque  el  color  no  es  verde,  sina 
morado,  ó  amarillo,  ó  blanco,  y  no  son  espinosos, 
ni  escabrosos,  sino  muy  lisos,  y  el  gusto  tienen  di- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  367" 

fereatísimo,  y  de  mucha  ventaja,  porque  tienenr 
también  éstos  un  agrete  dulce  muy  sabroso,  cuan- 
do son  de  buena  sazón,  aunque  no  tan  agudo  como- 
la  pina:  son  muy  jugosos,  y  frescos,  y  fáciles  de- 
digestión:  para  refrescar  en  tiempo  de  calor  son 
buenos:  móndase  la  cascara,  que  es  blanda,  y  toda 
lo  demás  es  carne:  dánse  en  tierras  templadas,  y 
quieren  regadío;  y  aunque  por  la  figura  los  llaman- 
pepinos,  muchos  de  ellos  hay  redondos  del  todo^, 
y  otros  de  diferente  hechura,  de  modo,  que  ni 
aun  la  figura  no  tienen  de  pepinos.  Esta  planta 
no  me  acuerdo  haberla  visto  en  Nueva-España,  ni 
en  las  Islas,  sino  solo  en  los  llanos  del  Perú.  La 
que  llaman  frutilla  de  Chile  tiene  también  apetito- 
toso  comer,  que  cuasi  tira  al  sabor  de  guindas,, 
mas  en  todo  es  muy  diferente,  porque  no  es  árbol 
sino  yerba,  que  crece  poco,  y  se  esparce  por  la 
tierra,  y  da  aquella  frutilla,  que  en  el  color  y  gra- 
nillos tira  á  moras,  cuando  están  blancas  por  ma- 
durar, aunque  es  mas  ausada  y  mayor  que  moras.. 
Dicen  que  en  Chile  se  halla  naturalmente  nacida 
esta  frutilla  en  los  campos.  Donde  yo  la  he  visto, 
siémbrase  de  rama,  y  críase  como  otra  hortaliza. 
Las  que  llaman  ciruelas,  son  verdaderamente  frn- 
ta  de  árboles,  y  tienen  mas  semejanza  con  verda- 
deras ciruelas.  Son  en  diversis  maneras:  unas  lia- 
man  de  Nicaragua,  que  son  muy  coloradas  y  pe- 
queñas; y  fuera  del  hollejo  y  hueso  apenas  tienen. 


3^8  LIBRO    CUARTO 


carne  que  comer;  pero  eso  poco  que  tienen,  es  de 
escogido  gusto,  y  un  agrillo  tan  bueno  ó  mejor 
que  el  de  guinda:  tiénenlas  por  muy  sanas,  y  así 
las  dan  á  enfermos,  y  especialmente  para  provo- 
car gana  de  comer.  Otras  hay  grandes,  y  de 
color  obscura,  y  de  mucha  carne;  pero  es  comida 
gruesa  y  de  poco  gusto,  que  son  como  chabaca- 
nas. Estas  tienen  dos  ó  tres  huesezuelos  pequeños 
en  cada  una.  Y  por  volver  á  las  verduras  y  horta- 
lizas, aunque  las  hay  di\^ersas,  y  otras  muchas 
demás  de  las  dichas;  pero  yo  no  he  hallado, 
que  los  Indios  tuviesen  huertos  diversos  de  horta- 
liza, sino  que  cultivaban  la  tierra  á  pedazos  para 
legumbres,  que  ellos  usan,  como  los  que  llaman 
frísoles  y  pallares,  que  les  sirven  como  acá  gar- 
banzos, habas  y  lentejas:  y  no  he  alcanzado,  que 
éstos,  ni  otro  género  de  legumbres  de  Europa  los 
hubiese  antes  de  entrar  los  Españoles,  los  cuales 
han  llevado  hortalizas  y  legumbres  de  España,  y 
se  dan  allá  extremadamente,  y  aun  en  partes  hay, 
que  excede  mucho  la  fertilidad  á  la  de  acá,  como 
si  dijésemos,  de  los  melones,  que  se  dan  en  el 
valle  de  lea  en  el  Perú,  de  suerte,  que  se  hace 
cepa  la  raíz,  y  dura  años,  y  da  cada  uno  melones, 
y  la  podan  como  si  fuese  árbol:  cosa  que  no  sé 
que  en  parte  ninguna  de  España  acaezca.  Pues  las 
calabazas  de  Indias  es  otra  monstruosidad,  de  su 
grandeza  y  vicio  con  que  se  crian,    especialmente 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS         369 

las  que  son  propias  de  la  tierra,  que  allá  llaman 
capallos,  cuya  carne  sirve  para  comer,  especial- 
mente en  Cuaresma,  cocida  ó  guisada.  Hay  de 
•este  género  de  calabazas  mil  diferencias,  y  algu- 
nas son  tan  disformes  de  grandes,  que  dejándolas 
secar,  hacen  de  su  corteza,  cortada  por  medio  y 
limpia,  como  canastos,  en  que  ponen  todo  el  ade- 
rezo para  una  comida:  de  otros  pequeños  hacen 
vasos  para  comer  ó  beber,  y  lábranlos  graciosa- 
mente para  diversos  usos.  Y  esto  dicho  de  las 
plantas  menores,  pasaremos  á  las  mayores,  con 
que  se  diga  primero  del  ají,  que  es  todavía  de 
este  distrito 


Tomo  i.  .25 


CAPÍTULO    XX 
Del  aji  ó  pimienta  de  las  Indias. 


En  las  Indias  occidentales  no  se  ha  topado  es- 
pecería propia,  como  pimienta,  clavo,  canela,  nuez 
y  gengibre.  Aunque  un  hermano  nuestro,  que  pe- 
regrinó por  diversas  y  muchas  partes,  contaba, 
que  en  unos  desiertos  de  la  Isla  de  Jamaica  habia 
encontrado  unos  árboles,  que  daban  pimienta; 
pero  no  se  sabe  que  lo  sean,  ni  hay  contratación 
de  ella.  El  gengibre  se  trajo  de  la  India  a  la  Espa- 
ñola, y  ha  multiplicado  de  suerte  que  ya  no  saben 
qué  hacerse  de  tanto  gengibre,  porque  en  la  flota 
del  año  de  ochenta  y  siete  se  trajeron  veinte  y  dos 
mil  cincuenta  y  tres  'quintales  de  ello  á  Sevilla. 
Pero  la  natural  especería  que  d¡(3  Dios  á  las  Indias 
de  occidente,  es  la  que  en  Castilla  llaman  pimien- 
ta de  las  Indias,  y  en  Indias  por  vocablo  general 
tomado  de  la  primera  tierra  de  Islas  que  conquis- 
taron, nombran  ají,  y  en  lengua  del  Cuzco  se  dice 
uchú,  y  en  la  de  Méjico  chili.   Esta  es   cosa  bien 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE    INDIAS  3/1 

conocida;  y  así  hay  que  tratar  poco  de  ella,  solo 
es  de  saber,  que  cerca  de  los  antiguos  Indios  fué 
muy  preciada,  y  la  llevaban  á  las  partes  donde  no 
se  da,  por  mercadería  importante.  Xo  se  da  en 
tierras  frias,  como  la  sierra  del  Perú:  dase  en  va- 
lles calientes  y  de  regadío.  Hay  ají'  de  diversos 
colores,  verde,  colorado  y  amarillo:  hay  uno  bra-- 
vo,  que  llaman  caribe,  que  pica  y  muerde  recia- 
mente: otro  hay  manso,  y  alguno  dulce,  que  se 
come  á  bocados.  Alguno  menudo  hay  que  huele 
en  la  boca  como  almizcle,  y  es  muy  bueno.  Lo 
que  pica  del  ají,  es  las  venillas  y  pepita:  lo  demás 
no  muerde:  cómese  verde  y  seco,  y  molido  y  en- 
tero, y  en  la  olla  y  en  guisados.  Es  la  princip:ii 
salsa,  y  toda  la  especería  de  indias:  comido  con 
moderación  ayuda  al  estómago  para  la  digestión: 
pero  si  es  demasiado,  tiene  muy  ruines  efectos; 
porque  de  suyo  es  muy  cálido,  humoso  y  penetra- 
tivo. Por  donde  el  mucho  uso  de  él  en  mozos  es 
perjudicial  á  la  salud,  mayormente  del  alma,  por- 
que provoca  á  sensualidad:  y  es  cosa  donosa,  que 
con  ser  esta  experiencia  tan  notoria,  del  fuego  que 
tiene  en  sí,  y  que  al  entrar  y  al  salir  dicen  todos 
que  quema,  con  todo  eso  quieren  algunos,  y  no  po- 
cos, defender  que  el  ají  no  es  cálido,  sino  fresco  y 
bien  templado.  Yo  digo,  que  de  la  pimienta  diré 
lo  mismo,  y  no  me  traerán  mas  experiencias  de  lo 
uno,  que  de  lo  otro:  así  que  es  cosa  de  burla  de- 


372  LIBRO    CUARTO 


cir,  que  no  es  cálido,  y  en  mucho  extremo.  Para 
templar  el  ají  usan  de  sal,  que  le  corrige  mucho, 
porque  son  entre  sí  muy  contrarios,  y  el  uno  al 
otro  se  enfrenan:  usan  también  tomates,  que  son 
frescos  y  sanos,  y  es  un  género  de  granos  gruesos 
jugosos,  y  hacen  gustosa  salsa,  y  por  sí  son  bue- 
nos de  comer.  Hállase  esta  pimienta  de  Indias  uni- 
versalmente  en  todas  ellas,  en  las  Islas,  en  Nuev^a- 
Españá,  en  Perú,  y  en  todo  lo  demás  descubierto; 
de  modo,  que  como  el  maíz  es  el  grano  mas  gene- 
ral para  pan,  así  el  ají  es  la  especie  mas  común 
para  salsa  y  guisados. 


CAPITULO  XXI 
Del  plátano. 


Pasando  á  plantas  mayores,  en  el  linage  de  ár- 
boles, el  primero  de  Indias,  de  quien  es  razón  ha- 
blar, es  el  plátano  ó  plántano,  como  el  vulgo  le 
llama.  Algún  tiempo  dudé,  si  el  plátano  que  los 
Antiguos  celebraron,  y  éste  de  Indias  era  de  una 
especie;  mas  visto  lo  que  es  éste,  y  lo  que  del  otro 
escriben,  no  hay  duda  sino  que  son  diversísimos. 
La  causa  de  haberle  llamado  plátano  los  Españo- 
les (porque  los  naturales  no  tenían  tal  vocablo) 
fué  como  en  otras  cosas,  alguna  similitud  que  ha- 
llaron, como  llaman  ciruelas,  pinas,  almendras  y 
pepinos,  cosas  tan  diferentes  de  las  que  en  Casti- 
lla son  de  esos  géneros.  En  lo  que  me  parece  que 
debieron  de  hallar  S2mejanza  entre  estos  plátanos 
de  Indias,  y  los  plátanos  que  celebran  los  Anti_ 
guos,  es  en  la  grandeza  de  las  hojas,  porque  las 
tienen  grandísimas  y  fresquísimas  estos  plátanos, 
y  de  aquellos    se    celebra    mucho    la   grandeza  y 


374  LIBRO  CUARTO 


frescor  de  sus  hojas,  también  ser  planta  que  quiere 
mucha  agua,  y  cuasi  continua.  Lo  cual  viene  con 
aquello  de  la  Escritura  (i):  Como  plátano  junto  á 
las  aguas.  Mas  en  realidad  de  verdad  no  tiene 
que  ver  la  una  planta  con  la  otra^  mas  que  el  hue- 
vo con  la  castaña,  como  dicen.  Porque  lo  primero, 
el  plátano  antiguo  no  llevaba  fruta,  ó  á  lo  menos 
no  se  hacía  caso  de  ella:  lo  principal  porque  le  es- 
timaban, era  por  la  sombra  que  hacía,  de  suerte, 
que  no  había  mas  vSol  debajo  de  un  plátano,  que 
debajo  de  un  tejado.  El  plátano  de  Lidias,  por  lo 
que  es  de  tener  en  algo,  y  en  mucho,  es  por  Li 
fruta,  que  la  tiene  muy  buena;  y  para  hacer  som- 
bra no  es,  ni  pueden  estar  sentados  debajo  de  é!. 
Además  de  eso,  el  plátano  antiguo  tenia  tronco 
tan  grande,  y  ramos  tan  esparcidos,  que  refiere 
Plinio  (2)  de  el  otro  Licinio,  Capitán  Romano,  que 
con  diez  y  ocho  compañeros  comió  dentro  de  un 
hueco  de  un  plátano  muy  á  placer.  Y  del  otro 
Emperador  Cayo  Calígula,  que  con  once  convida- 
dos se  sentó  sobre  los  ramos  de  otro  plátano  en 
alto,  y  allí  les  dio  un  soberbio  banquete.  Los  plá- 
tanos de  Lidias,  ni  tienen  hueco,  ni  tronco,  ni  ra- 
mos. Añádese  á  lo  dicho,  que  los  plátanos  anti- 
guos dábanse  en  Lalia  y  en  España,  aunque  vinie- 


(i)    Ecclesiast.  24..  v    19. 
(2)    P.in.  lib.  12.  cap.  i. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  3/5 

ron  de  Grecia,  y  á  Grecia  de  Asia,  mas  los  pláta- 
nos de  Indias  no  se  dan  en  Italia  y  España:  digo 
no  se  dan,  porque  aunque  se  han  visto  por  acá,  y 
yo  vi  uno  en  Sevilla  en  la  huerta  del  Rey,  no  me- 
dran, ni  valen  nada.  Finalmente,  lo  mismo  en  que 
hay  la  semejanza,  son  muy  desemejantes,  porque 
aunque  la  hoja  de  aquellos  era  grande,  no  en  tanto 
exceso,  pues  la  junta  Plinio  (l)  con  la  hoja  de  la 
parra  y  de  la  higuera.  Las  hojas  del  plátano  de 
Indias  son  de  maravillosa  grandeza,  pues  cubrirá 
una  de  ellas  á  un  hombre,  poco  menos  que  de  pies 
á  cabeza.  Así  que  no  hay  para  qué  poner  esto  ja- 
más en  duda;  mas  puesto  que  sea  di\'erso  este 
plátano  de  aquel  antiguo,  no  por  eso  merece  me- 
nos loor,  sino  quizá  mas  por  las  propiedades  tan 
provechosas  que  tiene.  Es  planta  que  en  la  tierra 
hace  cepa,  y  de  ella  saca  diversos  pimpollos, 
sin  estar  asido  ni  trabado  uno  de  otro.  Cada  pim- 
pollo crece,  y  hace  como  árbol  por  sí,  engro- 
sando, y  echando  aquellas  hojas  de  un  verde  muy 
fino  y  muy  liso,  y  de  la  grandeza  que  he  dicho. 
Cuando  ha  crecido  como  estado  y  medio  ó  dos, 
echa  un  racimo  solo  de  plátanos,  que  unas  ve- 
ces son  muchos,  otras  no  tantos:  en  algunos  se 
han  contado  trescientos:  es  cada  uno  de  un  palmo 
de  largo,  y  mas  y  menos,  y  grueso   como    de  dos 


(O     Plin.  lib.  (6.  c.  2'\. 


3/6  LIBRO    CUARTO 


dedos  6  tres,  aunque  hay  en  esto  mucha  diferen- 
cia de  unos  á  otros.  Quítase  fácilmente  la  cascara 
ó  corteza;  y  todo  lo  demás  es  médula  tiesa  y  tier- 
na, y  de  muy  buen  comer,  porque  es  sana  y  sus- 
tenta: inclina  un  poco  mas  á  frió  que  á  calor  esta 
fruta.  Suélense  los  racimos  que  digo  coger  ver- 
des, y  en  tinajas:  abrigándolos  se  maduran  y  sa- 
zonan, especialmente  con  cierta  yerba  que  es  á 
propósito  para  eso.  Si  los  dejan  madurar  en  el  ár- 
bol tienen  mejor  gusto,  y  un  olor  como  el  de  ca- 
muesas  muy  lindo.  Duran  cuasi  todo  el  año,  por- 
que de  la  cepa  del  plátano  van  siempre  brotando 
pimpollos,  y  cuando  uno  acaba,  otro  comienza  á 
dar  fruto,  otro  está  á  medio  crecer,  otro  retoña  de 
nuevo;  de  suerte,  que  siempre  suceden  unos  pim- 
pollos á  otros;  y  así  todo  el  año  hay  fruto.  En 
dando  su  racimo  cortan  aquel  brazo,  porque  no  da 
mas  ninguno  de  uno,  y  una  vez;  pero  la  cepa, 
como  digo,  queda,  y  brota  de  nuevo  hasta  que  se 
cansa:  dura  por  algunos  años:  quiere  mucha  hu- 
medad el  plátano,  y  tierra  muy  caliente:  échanle 
al  pié  ceniza  para  mas  beneficio:  hácense  bosques 
espesos  de  los  platanares,  y  son  de  mucho  prove- 
cho, porque  es  la  fruta  que  mas  se  usa  en  Indias,, 
y  es  cuasi  én  todas  ellas  uni\'ersal,  aunque  dicen 
que  su  origen  fué  de  Etiopia,  y  que  de  allí  vino;  y 
en  efecto  los  negros  lo  usan  mucho,  y  en  algunas 
partes  éste  es  su  pan:    también    hacen   vino  de  él. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  3// 

C  MTiese  el  plátano  como  fruta  así  crudo:  ásase 
también,  y  guísase;  y  hacen  de  él  diversos  pota- 
ges,  y  aun  conservas;  y  en  todo  dice  bien.  Hay 
unos  plátanos-  pequeños,  y  mas  delicados  y  blan- 
cos, que  en  la  Española  llaman  dominicos:  hay 
otros  mas  gruesos,  recios  y  colorados.  En  la  tie- 
rra del  Perú  no  se  dan:  traense  de  los  Andes^ 
como  á  Aléjico;  de  Cuerna  vaca  y  otros  valles.  En 
Tierra-firme,  y  en  algunas  Islas  hay  platanares 
grandísimos  como  bosques  espesos:  si  el  plátano 
fuera  de  provecho  para  el  fuego,  fuera  la  planta 
mas  útil  que  puede  ser;  pero  no  lo  es,  porque  ni 
su  hoja,  ni  sus  ramos  sirven  de  leña,  y  mucho  me- 
n  ^s  de  madera,  por  ser  fofos  y  sin  fuerza.  Todavía 
las  hojas  secas  sirvieron  á  Don  Alonso  de  Ercilla 
(como  él  dice)  para  escribir  en  Chile  algunos  pe- 
dazos de  la  Araucana;  y  á  falta  de  papel  no  es 
mal  remedio,  pues  será  la  hoja  del  ancho  de  un 
pHego  de  papel,  ó  poco  menos,  y  de  largo  tiene 
más  de  cuatro  tantos. 


CAPITULO  XXII 

Del  cacao  y  de  la  coca. 


Aunque  el  plátano  es  mas  provechoso,  es  mas 
estimado  el  cacao  en  Méjico,  y  la  coca  en  el  Perú; 
y  ambos á  dos  árboles  son  de  no  poca  superstición. 
El  cacao  es  una  fruta  menor  que  almendras,  y  mas 
gruesa,  la  cual  tostada  no  tiene  mal  sabor.  Esta 
es  tan  preciada  entre  los  Indios,  y  aun  entre  los 
Españoles,  que  es  uno  de  los  ricos  y  gruesos  tra- 
tos de  la  Nueva-España,  porque  como  es  fruta 
seca,  guárdase  sin  dañarse  largo  tiempo,  y  traen 
navios  cargados  de  ella  de  la  provincia  de  Guate- 
mala; y  este  año  pasado  un  corsario  Inglés  quemí3 
■en  el  puerto  de  Guatulco  de  Nueva-España  mas 
-de  cien  mil  cargas  de  cacao.  Sir\'e  también  de  mo- 
neda, porque  con  cinco  cacaos  se  compra  una 
cosa,  y  con  treinta  otra,  y  con  ciento  otra,  y  sin 
■que  haya  contradicción:  y  usan  dar  de  limosna 
■estos  cacaos  á  pobres  que  piden.  El  principal  be- 
neficio de  este  cacao  es  un  brebage  que  hacen,    y 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL     DE    INDIAS  3/9 

llaman  chocolate,  que  es  cosa  loca  lo  que  en 
aquella  tierra  le  j^recian,  y  algunos  que  no  están 
hechos  á  él,  les  hace  asco,  p3rque  tiene  una  espu- 
ma arriba,  y  un  borbollón  como  de  heces,  que 
cierto  es  menester  mucho  crédito  para  pasar  con 
ello.  Y  en  fin,  es  la  bebida  preciada,  y  con  que 
convidan  á  los  señores  que  vienen  6  pasan  por  su 
tierra,  los  Indios:  y  los  Españoles,  y  mas  las  Espa- 
ñolas hechas  á  la  tierra,  se  mueren  por  el  negro 
chocolate.  Este  sobredicho  chocolate  dicen,  que 
hacen  en  diversas  formas  y  temples,  caliente,  y 
fresco,  y  templado.  Usan  echarle  especias  y 
mucho  chili:  también  le  hacen  en  pasta,  y  dicen 
que  es  pectoral,  y  para  el  estomago,  y  contra  el 
catarro.  Sea  lo  que  mandaren,  que  en  efecto  los 
que  no  se  han  criado  con  esta  opinión,  no  le  ape- 
tecen. El  árbol  donde  se  da  esta  fruta,  es  mediano 
y  bien  hecho,  y  tiene  hermosa  copa:  es  tan  deli- 
cado, que  para  guardarle  del  vSol,  y  que  no  le 
queme,  ponen  junto  á  él  otro  árbol  grande,  que 
solo  sirve  de  hacerle  sombra,  y  á  éste  llaman  la 
madre  del  cacao.  Hay  beneficio  de  cacaotales 
donde  se  crian,  como  viñas  ó  olivares  en  España, 
por  el  trato  y  mercancía:  la  provincia  que  mas 
abunda  es  la  de  Guatemala.  En  el  Perú  no  se  dá; 
mas  dase  la  coca,  que  es  otra  s.ipersticion  harto 
mayor,  y  parece  cosa  de  fábula.  P^n  realidad  de 
verdad,  en  solo  Potosí  monta  mas  de  medio  millón 


33o  LIBRO  CUARTO 


de  pesos  cada  año  la  contratación  de  la  coca,  por 
gastarse  de  noventa  á  noventa  y  cinco  mil    cestos 
de  ella,  y  aua  el  año  de  ochenta  y  tres  fueron  cien 
mil.   Vale   un   cesto  de   coca  en  el  Cuzco  de   dos 
pesos  y  medio  á  tres,  y  vale  en  Potosí  de  contado 
á  cuatro  pesos,  y  seis  tomines,  y  á  cinco  pesos  en- 
sayados; y  es  el  género  sobre  que  se  hacen    cuasi 
todas  las  baratas  ó  mohatras,  por  que  es  mercade- 
ria  de  que  hay  gran  expedición.  Es,  pues,  la   coca 
tan  preciada,  una  hoja   verde   pequeña,    que  nace 
en   unos  arbolillos    de  obra  de  un  estado  de   alto: 
críase   en   tierras  calidísimas  y  muy  húmedas:    da 
este  árbol  cada  cuatro  meses  esta  hoja,  que  llaman 
allá  tres  mitas.  Ouicre  mucho  cuidado  en  cultivar- 
se, porque  es  muy  delicada,  y  mucho  mas  en  con- 
servarse después  de   cogida.  Meténla   con   mucho 
orden  en  unos  cestos  largos  y  angostos,  y   cargan 
los  carneros  de  la  tierra,  que  van  con  esta  mcrca- 
doria    á    manadas,    con    mil,    dos    mil    y  tres  mil 
cestos.  El  ordinario  es,  traerse  de   los    Andes,    de 
valles,  de  calor  insufrible,  donde  lo  mas   del    año 
llueve;  y  no  cuesta  poco  trabajo    á   los   Indios,    ni 
aun  pocas  vidas  su  beneficio,  por  ir  de  la  sierra  y 
temples  frios  á  cultivarla,  y  beneficiarla  y  traerla. 
Así  hubo  grandes  disputas  y  pareceres  de    Letra- 
dos y  Sabios,  sobre  si  arrancarían   todas   las    cha- 
caras  de  coca:  en  fin,  han  permanecido.  Los  Indios 
la  precian  sobre  manera;  y  en  tiempo  de  los  Reyes 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  38  I 

Tacas  no  era  lícito  á  los  plebeyos  usar  la  coca  sin 
licencia  del  Inca  ó  su  Gobernador.  El  uso  es, 
traerla  en  la  boca,  y  mascarla  chupándola:  no  la 
tragan:  dicen  que  les  da  gran  esfuerzo,  y  es  sin- 
gular regalo  para  ellos.  Muchos  hombres  graves 
lo  tienen  por  superstición,  y  cosa  de  pura  imagi- 
nación. Yo,  por  decir  verdad,  no  me  persuado 
-que  sea  pura  imaginación;  antes  entiendo,  que  en 
efecto  obra  fuerzas  y  aliento  en  los  Indios,  porque 
se  ve  en  efectos  que  no  se  pueden  atribuir  á  ima- 
ginación, como  es  con  un  puño  de  coca  caminar 
doblando  jornadas,  sin  comer  á  veces  otra  cosa,  y 
otras  semejantes  obras.  La  salsa  con  que  la  comen, 
es  bien  conforme  al  manjar,  porque  ella  yo  la  he 
probado,  y  sabe  á  zumaque,  y  los  Indios  la  polvo- 
rean con  ceniza  de  huesos  quemados  y  molidos,  ó 
con  cal,  según  otros  dicen.  A  ellos  les  sabe  bien, 
y  dicen  les  hace  provecho,  y  dan  su  dinero  de 
buena  gana  por  ella,  y  con  ella  rescatan,  como  si 
fuese  moneda,  cuanto  quieren.  Todo  podria  bien 
pasar,  si  no  fuese  el  beneñcio  y  trato  de  ella  con 
riesgo  suyo  y  ocupación  de  tanta  gente.  Los  Se- 
ñores Incas  usaban  la  coca  por  cosa  real  y  rega- 
lada, y  en  sus  sacrificios  era  la  cosa  que  mas  ofre- 
cían, quemándola  en  honor  de  sus  ídolos. 


CAPITULO    XXIII 

Del  ni-igiiey,  dd  tamil,  d¿  la  grana,    del  añil  y 
algodón. 


El  árbol  de  las  maravillas  es  el  maguey,  de  que 
los  nuevos  ó  Chapetones  (como  en  Indias  los  lla- 
man) suelen  escribir  milagros,  de  que  da  agua^ 
vino,  aceite,  vinagre,  miel,  arrope,  hilo,  aguja  y 
otras  cien  cosas.  El  es  un  árbol,  que  en  la  Nueva- 
España  estiman  mucho  los  Indios,  y  de  ordinario 
tienen  en  su  habitación  alguno  ó  algunos  de  este 
género  para  ayuda  á  su  vida;  y  en  los  campos  se 
da  y  le  cultivan.  Tiene  unas  hojas  anchas  y  grose- 
ras, y  el  cabo  de  ellas  es  una  punta  aguda  y  rccia^ 
que  sirve  para  prender  ó  asir  como  alfileres,  ó 
para  coser,  y  ésta  es  el  aguja:  sacan  de  la  hoja 
cierta  hebra  ó  hilo.  El  tronco  que  es  grueso,  cuan- 
do está  tierno,  le  cortan,  y  queda  una  concavidad 
grande,  donde  sube  la  substancia  de  la  raíz,  y  es 
un  licor  que  se  bebe  como  agua,  y  es  fresco  y 
dulce:  este  mismo  cocido  se  hace  como  vino,  y 
dejánd-^lo  acedar,  se  vuelve  vinagre:  y  apurándolo 


DE     LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  383 

mas  al  fuego  es  como  miel;  y  á  medio  cocer.'Sirve 
de  arrope,  y  es  de  buea  sabor  y  sano,  y  á  mi  pa- 
recer es  mejor  que  arrope    de    uvas.   Así  van  co- 
ciendo estas  y  otras   diferencias   de   aquel  jugo  ó 
licor,  el  cual  se  da  en   mucha    cuantidad;    porque 
por  algún  tiempo  cada   dia   sacan    algunas   azum- 
bres de  ello.  Hay  este  árbol   también   en  el  Perú; 
mas  no  le  aprovechan  como  en  la  Nueva-España. 
El  Palo  de  este  árbol  es  fofo,  y  sirve  para  conser- 
var el  fuego,  porque  como  mecha  de  arcabuz  tie- 
ne el  fuego,  y  le  guarda  mucho  tiempo,  y  de  esto 
he  visto   servirse   de   él   los  Indios  en  el  Perú.  El 
tunal  es  otro  árbol  célebre  de  la  Nueva-España,  si 
árbol  se  debe  llamar  un  montón  de  hojas  ó  pencas 
unas  sobre  otras,  y  en  esto  es  de  la  mas  estrecha 
hechura  que  hay  árbol,  porque   nace    una  hoja,  y 
de  aquella  otra,  y  de  ésta   otra,  y  así   va  hasta  el 
cabo:  salvo  que  como  van  saliendo  hojas  arriba  ó 
á  los  lados,  las  de  abajo  se  van  engrosando,  y  lle- 
gan cuasi  á  perder  la  figura  de  hoja,  y  hacer  tron- 
co y  ramos,  y  todo  él  espinoso,  áspero  y  feo,  que 
por  eso  le  llaman  en  algunas  partes  cardón.   Hay 
cardones  ó  tunales    silvestres,  y  éstos,    ó    no    dan 
fruta,  ó  es  muy  espinosa  y  sin  provecho,  tlay  tu- 
nales domésticos,  y  dan  una  fruta   en   Indias   muy 
estimada,    que   llaman   tunas,  y  son  mayores  que 
ciruelas  de  Fraile  buen   rato,  y  así  rollizas:   abren 
la  cascara,  que  es  gruesa,  y  dentro    hay    carne   y 


384  LIBRO      CUARTO 


•granillos  como  de  higos,  que  tienen  muy  buen 
gusto,  y  son  muy  dulces,  especialmente  las  blan- 
cas, y  tienen  cierto  olor  suave:  las  coloradas  no 
son  tan  buenas  de  ordinario.  Hay  otros  tunales, 
-que  aunque  no  dan  ese  fruto,  los  estiman  mucho 
mas,  y  los  cultivan  con  gran  cuidado,  porque  aun- 
que no  dan  fruta  de  tunas,  dan  empero  el  benefi- 
cio de  la  grana.  Porque  en  las  hojas  de  este  árbol, 
cuando  es  bien  cultivado,  nacen  unos  gusanillos 
pegados  á  ella,  y  cubiertos  de  cierta  telilla  delga- 
da, los  cuales  delicadamente  cogen,  y  son  la  co- 
<:hinilla  tan  afamada  de  Indias,  con  que  tiñen  la 
grana  fina:  déjanlos  secar,  y  así  secos  los  traen 
-á  España,  que  es  una  rica  y  gruesa  mercadería: 
vale  la  arroba  de  esta  cochinilla  ó  grana  muchos 
ducados.  En  la  flota  del  año  de  ochenta  y  siete 
vinieron  cinco  mil  seiscientas  setenta  y  siete  arro- 
bas de  grana,  que  montaron  doscientos  ochenta  y 
tres  mil  setecientos  y  cincuenta  pesos;  y  de  ordi- 
nario viene  cada  año  semejante  riqueza.  Dánse  es- 
tos tunales  en  tierras  templadas,  que  declinan  á 
frió:  en  el  Perú  no  se  han  dado  hasta  ahora;  y  en 
España,  aunque  he  visto  alguna  planta  de  éstas; 
pero  no  de  suerte  que  haya  que  hacer  caso  de 
ella.  Y  aunque  no  es  árbol  sino  yerba,  de  la  que 
se  saca  el  añil,  que  es  para  tinte  de  paños,  por  ser 
mercadería  que  \'iene  con  la  grana,  diré,  que  tam- 
bién se    da   en    cuantidad  en  la  Nueva-España,  y 


DE    LA    HISTORIA   NATURAL    DE     INDIAS     ^"385 

vino  en  la  flota  que  he  dicho,  obra  de  veinte  y 
■cinco  mil  doscientas  y  sesenta  y  tres  arrobas,  que  ^ 
montaron  otros  tantos  pesos.  El  algodón  también 
se  da  en  árboles  pequeños  y  en  grandes,  que  tie-^ 
nen  unos  como  capullos,  los  cuales  se  abren,  y  dan 
aquella  hilaza  ó  vello,  que  cogido  hilan  y  tejen, 
y  hacen  ropa  de  ello.  Es  uno  de  los  mayores  be- 
neficios que  tienen  las  Indias,  porque  les  sirve  en 
lugar  de  lino  y  de  lana  para  ropa:  dase  en  tierras 
calientes  en  los  valles  y  costa  del  Perú  mucho,  y 
en  la  Nueva-España,  y  en  Filipinas  y  China,  y 
mucho  mas  que  en  parte  que  yo  sepa,  en  la  pro- 
vincia de  Tucumán,  y  en  la  de  Santa  Cruz  de  la 
Sierra,  y  en  el  Paraguay;  y  en  estas  partes  es  el 
principal  caudal.  De  las  Islas  de  Santo  Domingo 
se  trae  algodón  á  España;  y  el  año  que  he  dicho 
se  trajeron  sesenta  y  cuatro  arrobas.  En  las  partes 
de  Indias  donde  hay  algodón,  es  la  tela  de  que 
mas 'ordinariamente  visten  hombres  y  mugeres,  y 
hacen  ropa  de  mesa,  y  aun  lonas  ó  velas  de  naos. 
Hay  uno  basto  y  grosero:  otro  delicado  y  feutil;  y 
con  diversas  colores  lo  tiñen,  y  hacen  las  diferen- 
cias que  en  paños  de  Europa  vemos  en  las   lanas. 


Tomo  i.  26 


CAPÍTULO   XXIV 
De  los  mameyes^  guayavos  y  paltos. 


Estas  que  hemos  dicho^  son  las  plantas  de  mas 
grangería  y  vivienda  en  Indias.  Hay  también  otras 
muchas  para  comer:  entre  ellas  los  mameyes  son 
preciados  del  tamaño  de  grandes  melocotones  y 
mayores:  tienen  uno  ó  dos  huesos  dentro:  es  la 
carne  algo  recia.  Unos  hay  dulces,  y  otros  un 
poco  agrios:  la  cascara  también  es  recia.  De  la 
carne  de  éstos  hacen  conserva,  y  parece  carne  de 
membrillo:  son  de  buen  comer,  y  su  conserva 
mejor.  Dánse  en  las  Islas:  no  los  he  visto  en  el 
Perú:  es  árbol  grande,  bien  hecho  y  de  buena 
copa.  Los  guayavos  son  otros  árboles,  que  comun- 
mente dan  una  fruta  ruin,  llena  de  pepitas  recias, 
del  tamaño  de  manzanas  pequeñas.  En  Tierra-fir- 
me y  en  las  Islas  es  árbol  y  fruta  de  mala  fama: 
dicen  que  huelen  á  chinches;  y  su  sabor  es  muy 
grosero,  y  el  efecto  poco  sano.  En  Santo  Domin- 
go  y  en   aquellas  Islas  hay  montañas  espesas    de 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  38/ 

guayavos,  y  añrman,  que  no  había  tal  árbol  cuan- 
do Españoles  arribaron  allá,  sino  que  llevado  dc> 
no  sé  donde,  ha  multiplicado  infinitamente.  Por- 
que las  pepitas  ningún  animal  las  gasta,  y  vueltas, 
como  la  tierra  es  húmeda  y  cálida,  dicen  que  han 
multiplicado  lo  que  se  ve.  En  el  Perú  es  este 
árbol  diferente,  porque  la  fruta  no  es  colorada, 
sino  blanca,  y  no  tiene  ningún  mal  olor,  y  el  sabor 
es  bueno:  y  de  algunos  géneros  de  guayavos  es 
tan  buena  la  fruta  como  la  muy  buena  de  España, 
especial  los  que  llaman  guayavos  de  Matos,  y 
otras  guayavillas  chicas  blancas.  Es  fruta  para  es- 
tómagos de  buena  digestión  y  sanos,  porque  es 
bastante  recia  de  digerir  y  fria.  Las  paltas  al  revés 
son  calientes  y  delicadas.  Es  el  palto  árbol  gran- 
de, y  bien  hecho,  y  de  buena  copa,  y  su  fruta  de 
la  figura  de  peras  grandes:  tiene  dentro  un  hueso 
grandecillo:  lo  demás  es  carne  blanda,  y  cuando 
están  bien  maduras  es  como  manteca,  y  el  gusto  de- 
licado y  mantecoso.  En  el  Perú  son  grandes  las  pal- 
tas, y  tienen  cascaras  dura,  que  toda  enterase  quita. 
En  Méjico  por  la  mayor  parte  son  pequeñas,  y  la 
cascara  delgada,  que  se  monda  como  de  manza- 
nas: tiénenla  por  comida  sana,  y  que  algo  declina 
á  cálida,  como  he  dicho.  Estos  son  los  melocoto- 
nes, manzanas,  y  peras  de  Indias,  mameyes,  gua- 
yavas  y  paltas,  aunque  yo  antes  escogería  las  de 
Europa:  otros  por  el  uso  ó    afición   quizá  tendrán 


388  LIBRO     CUARTO 


por  buena  aquella  fruta  de  Indias.  Una  cosa  es 
cierta,  que  los  que  no  han  visto  y  probado  estas 
frutas  les  hará  poco  concepto  leer  esto,  y  aun  les 
cansará  el  oirlo,  y  á  mí  también  me  va  cansando; 
y  así  abreviaré  con  referir  otras  pocas  de  diferen-. 
cias  de  frutas,  porque  todas  es  imposible. 


CAPITULO  XXV 
Del  chicozapote,  de  las  anonas  y   de  los  capolies. 


Algunos  encarecedores  de  cosas  de  Indias  dije- 
ron, que  habia  una  fruta  que  era  carne  de  mem- 
brillo, y  otra  que  era  manjar  blanco,  porque  les 
pareció  el  sabor  digno  de  estos  nombres.  La  carne 
de  membrillo  o  mermelada,  si  no  estoy  mal  en  el 
cuento,  eran  los  que  llaman  zapotes  ó  chicozapo- 
tes,  que  son  de  comida  muy  dulce,  y  la  color  tira 
á  la  de  conserva  de  membrillo.  Esta  fruta  decían 
algunos  Criollos  (como  allá  llaman  á  los  nacidos 
de  Españoles  en  Indias),  que  excedía  á  todas  las 
frutas  de  España.  A  mí  no  me  lo  parece:  de   gus- 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  389 

tos  dicen  que  no  hay  que  disputar;  y  aunque  lo 
hubiera,  no  es  digna  disputa  para  escribir.  Dánse 
en  partes  cahentes  de  la  Nueva-España  estos  chi- 
cozapotes.  Zapotes,  que  no  creo  difieren  mucho, 
he  visto  yo  de  Tierra-firme;  en  el  Perú  no  sé  que 
haya  tal  fi"uta.  Allá  el  manjar  blanco  es  la  anona 
ó  guanavana,  que  se  da  en  Tierra-firme.  Es  la  ano- 
na del  tamaño  de  pera'  muy  grande,  y  así  algo 
usada  y  abierta:  todo  lo  de  dentro  es  blando,  y 
tierno  como  manteca,  blanco,  dulce  y  de  muy  es- 
cogido gusto.  No  es  manjar  blanco,  aunque  es 
blanco  manjar;  ni  aun  el  encarecimiento  deja  de 
ser  largo,  bien  que  tiene  delicado  y  sabroso  gusto; 
y  á  juicio  de  algunos  es  la  mejor  fruta  de  Indias. 
Tiene  unas  pepitas  negras  en  cuantidad.  Las  me- 
jores de  éstas  que  he  visto  son  en  la  Nueva  Espa- 
ña; donde  también  se  dan  los  capolíes,  que  son 
como  guindas,  y  tienen  su  hueso  aunque  algo  ma- 
yor, y  la  forma  y  tamaño  es  de  guindas,  y  el  sa- 
bor bueno,  y  un  dul-;e  agrete.  No  he  visto  capo- 
líes en  otra  parte. 


CAPÍTULO   XXVI 

De  diversos  géneros   de  frutales;  y  de  los  cocos, 

almendras  de  Andes  y  almendras  de 

Chachapoyas. 


No  es  posible  relatar  todas  las  frutas  y  árboles 
de  Indias,  pues  de  muchas  no  tengo  memoria,  y 
de  muchas  mas  tampoco  tengo  noticia,  y  aun  de 
las  que  me  ocurren,  parece  cosa  de  cansancio  dis- 
currir por  todas.  Pues  se  hallan  otros  géneros  de 
frutales  y  frutas  mas  groseras,  como  las  que  lla- 
man lúcumas;  de  cuya  fruta  dicen  por  refrán,  que 
es  madera  disimulada:  también  los  pacayes  ó  gua- 
yas, hobos  y  nueces,  que  llaman  encarceladas,  que 
á  muchos  les  parece  ser  nogales  de  la  misma  es- 
pecie que  son  los  de  España;  y  aun  dicen,  que  si 
los  traspusiesen  de  unas  partes  á  otras  á  menudo, 
que  vendrían  á  dar  las  nueces  al  mismo  modo  que 
las  de  España,  porque  por  ser  silvestres  dan  la 
fruta  así,  que  apenas  se  puede  gozar.  En  fin,  es 
bien  considerar  la  providencia  y  riqueza  del  Cria- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  391 

<Íor,  que  repartió  á  tan  diversas  partes  del  mundo 
tanta  variedad  de  árboles  y  frutales,  todo  para 
servicio  de  los  hombres  que  habitan  la  tierra:  y  es 
cosa  admirable  ver  tantas  diferencias  de  hechuras, 
gustos  y  operaciones  no  conocidas,  ni  oídas  en  el 
mundo,  antes  que  se  descubriesen  las  Indias,  de 
que  Plinio,  y  Dioscórides,  y  Theofrasto,  y  los  mas 
curiosos,  ninguna  noticia  alcanzaron  con  toda  su 
diligencia  y  curiosidad.  En  nuestro  tiempo  no  han 
faltado  hombres  curiosos  que  han  hecho  tratados 
de  estas  plantas  de  Indias,  y  de  yerbas  y  raíces,  y 
de  sus  operaciones  y  medicinas:  á  los  cuales  podrá 
acudir  quien  deseare  mas  cumplido  conocimiento 
de  estas  materias.  Yo  solo  pretendo  decir  superfi- 
cial y  sumariamente  lo  que  me  ocurre  de  esta  his- 
toria: y  todavía  no  me  parece  pasar  en  silencio  los 
-cocos  ó  palmas  de  Indias,  por  ser  notable  su  pro- 
piedad. Palmas  digo,  no  propiamente,  ni  de  dáti- 
les, sino  semejantes  en  ser  árboles  altos  y  muy  re- 
cios, é  ir  echando  mayores  ramas  cuanto  mas  van 
subiendo.  Estas  palmas  ó  cocos  dan  un  fruto  que 
también  le  llaman  coco,  de  que  suelen  hacer  vasos 
para  beber;  y  de  algunos  dicen,  que  tienen  virtud 
contra  ponzoña,  y  para  mal  de  hijada.  El  núcleo 
ó  médula  de  estos,  cuando  está  cuajada  y  seca,  es 
de  comer,  y  tira  algo  al  sabor  de  castañas  verdes. 
'Cuando  está  en  el  árbol  tierno  el  coco,  es  leche 
todo  lo  que  está  dentro,  y  bébenlo   por   regalo,  y 


392  LIBRO  '  CUARTO 


'para  refrescar  en  tiempo  de  calores.  Vi  estos  ár- 
boles en  San  Juan  de  Puerto-Rico,  y  en  otros  lu- 
gares de  Indias,  y  dijéronme  una  cosa  notable, 
que  cada  luna  ó  mes  echaba  este  árbol  un  racimo 
nuevo  de  estos  cocos,  de  manera  que  da  doce 
frutos  al  año,  como  lo  que  se  escribe  en  el  Apo- 
calipsi:  y  á  la  verdad  así  parecía,  porque  los  raci- 
mos eran  todos  de  diferentes  edades:  unos  que  co- 
menzaban, otros  hechos,  otros  á  medio  hacer,  &c,. 
Estos  cocos  que  digo,  serán  del  tamaño  de  un 
meloncete  pequeño:  otros  hay  que  llaman  coqui- 
llos,  y  es  mejor  fruta,  y  la  hay  en  Chile:  son  algo 
menores  que  nueces,  pero  mas  redondos.  Hay  otra 
género  de  cocos,  que  no  dan  esta  médula  así  cua- 
jada, sino  que  tiene  cuantidad  de  unas  como  al- 
mendras, que  están  dentro,  como  los  granos  en  la 
granada:  son  estas  almendras  mayores  tres  tanto 
que  las  almendras  de  Castilla:  en  el  sabor  se  pare- 
cen: aunque  son  un  poco  mas  recias,  son  también, 
jugosas  ó  aceitosas:  son  de  bnen  comer,  y  sírven- 
se  de  ellas  á  falta  de  almendras  para  regalos,  como 
mazapanes  y  otras  cosas  tales.  Llámanlas  almen- 
dras de  los  Andes,  porque  se  dan  estos  cocos  co- 
piosamente en  los  Andes  del  Perú;  y  son  tan 
recios,  que  para  abrir  uno  es  menester  darle  con 
piedra  muy  grande,  y  buena  fuerza.  Cuando  se 
caen  del  árbol,  si  aciertan  con  alguna  cabeza,  la 
descalabran  muy  bien.  Parece  increíble,  que  en  el 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    1NDL\S  393 

tamaño  que  tienen,  que  no  son  mayores  que  eso- 
tros cocos,  á  lo  menos  no  mucho,  tengan  tanta 
multitud  de  aquellas  almendras.  Pero  en  razón  de 
almendras,  y  aun  de  fruta  cualquiera,  todos  los 
árboles  pueden  callar  con  las. almendras  de  Cha- 
chapoyas, que  no  les  sé  otro  nombre.  Es  la  fruta 
mas  delicada  y  regalada,  y  mas  sana  de  cuantas 
yo  he  visto  en  Indias.  Y  aun  un  Médico  docto 
afirmaba,  que  entre  cuantas  frutas  habia  en  Indias 
y  España,  ninguna  llegaba  a  la  excelencia  de  estas 
almendras.  vSon  menores  que  las  de  los  Andes 
que  dije,  y  mayores,  á  lo  menos  mas  gruesas,  que 
las  de  Castilla.  vSon  muy  tiernas  de  comer,  de 
mucho  jugo  y  substancia,  y  como  mantecosas,  y 
muy  suaves.  Críanse  en  unos  árboles  altísimos,  y 
de  grande  copa,  y  como  á  cosa  preciada  la  natu- 
raleza les  dio  buena  guarda.  Están  en  unos  erizos 
algo  mayores,  y  de  mas  puntas  que  los  de  casta- 
ñas. Cuando  están  estos  erizos  secos,  se  abren  con 
facilidad,  y  se  saca  el  grano.  Cuentan  que  los  mi- 
cos, que  son  muy  golosos  de  esta  fruta,  y  hay 
copia  de  ellos  en  los  lugares  de  Chachapoyas  del 
Perú  (donde  solamente  sé  que  haya  estos  árboles), 
para  no  espinarse  en  el  erizo,  y  sacarle  la  almen- 
dra, arrójanlas  desde  lo  alto  del  árbol  recio  en  las 
piedras,  y  quebrándolas  así,  las  acaban  de  abrir,, 
y  comen  á  placer  lo  que  quieren. 


CAPITULO  XXVII 

De  diversas  flores,  y  de  algunos  árboles  que 

solamente  dan  flores;  y  como  los  Indios 

las  usan. 


Son  los  Indios  muy  amigos  de  flores,  y  en  la 
Nueva-España  mas  que  en  parte  del  mundo;  y  así 
usan  hacer  varios  ramilletes,  que  allá  nombran  sú- 
chiles, con  tanta  variedad,  y  policía  y  gala,  que  no 
se  puede  desear  mas.  A  los  Señores  y  á  los  hués- 
pedes por  honor  es  uso  ofrecerles  los  principales 
sus  súchiles  ó  ramilletes.  Y  eran  tantos,  cuando 
andábamos  en  aquella  provincia,  que  no  sabia  el 
hombre  qué  hacerse  de  ellos.  Bien  que  las  flores 
principales  de  Castilla  las  han  allá  acomoda- 
do para  esto  ,  porque  se  dan  allá  no  menos 
que  acá,  como  son  claveles,  clavellinas,  rosas, 
azucenas  ,  jazmines  ,  violetas  ,  azahar  ,  y  otras 
suertes  de  flores,  que  llevadas  de  España  prue- 
ban maravillosamente.  Los  rosales  en  algunas 
partes  de  puro  vicio  crecían  mucho,  y  dejaban  de 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  395 

dar  rosas.  Sucedió  una  vez  quemarse  un  rosal,  y 
dar  los  pimpollos  que  brotaron  luego  rosas  en 
abundancia,  y  de  ahí  aprendieron  á  podarlas,  y 
quitárseles  el  vicio,  y  dan  rosas  en  abundancia. 
Pero  fuera  de  estas  suertes  de  flores,  que  son  lle- 
vadas de  acá,  hay  allá  otras  muchas,  cuyos  nom- 
bres no  sabré  decir,  coloradas,  amarillas,  azules, 
moradas  y  blancas  con  mil  diferencias,  las  cuales 
suelen  los  Indios  ponerse  por  gala  en  las  cabezas 
como  plumage.  Verdad  es,  que  muchas  de  estas 
flores  no  tienen  mas  que  la  vista,  porque  el  olor 
no  es  bueno,  ó  es  grosero,  6  ninguno,  aunque  hay 
algunas  de  excelente  olor,  como  es  las  que  da  un 
árbol,  que  algunos  llaman  floripondio,  que  no  da 
fruto  ninguno,  sino  solamente  flores,  y  éstas  son 
grandes,  mayores  que  azucenas,  y  á  modo  de 
campanillas,  todas  blancas,  y  dentro  unos  hilos 
como  el  azucena,  y  en  todo  el  año  no  cesa  de 
estar  echando  estas  flores,  cuyo  olor  es  á  maravi- 
lla delicado  y  suave,  especialmente  en  el  frescor 
de  la  mañana.  Por  cosa  digna  de  estar  en  los  jar- 
dines reales  la  envió  el  Virey  Don  Francisco  de 
Toledo  al  Rey  D.  Felipe  nuestro  Señor.  En  la 
Nueva-España  estiman  mucho  los  Indios  una  flor 
que  llaman  yolosuchil,  que  quiere  decir,  flor  de 
corazón,  porque  tiene  la  misma  hechura  de  un  co- 
razón, y  aun  en  el  tamaño  no  es  mucho  menor. 
F^ste   género   de   flores   lleva   también   otro  árbol 


39^  LIBRO    CUARTO 


grande,  sin  dar  otra  fruta:  tiene  un  olor  recio,  y 
á  mi  parecer  demasiado:  á  otros  les  parece  muy 
bueno.  La  flor  que  llaman  del  Sol,  es  cosa  bien 
notoria,  que  tiene  la  figura  del  Sol,  y  se  vuelve  al 
movimiento  del  vSol.  Hay  otras  que  llaman  clave- 
les de  Indias,  y  parecen  un  terciopelo  morado,  y 
naranjado  finísimo:  también  es  cosa  notoria.  Estas 
no  tienen  olor  que  sea  de  precio,  sino  la  vista. 
Otras  flores  hay,  que  con  la  vista,  ya  que  no  tienen 
olor,  tienen  sabor,  como  las  que  saben  á  mastuer- 
zo; y  si  se  comiesen  sin  verse,  por  el  gusto  no  juz- 
garían que  eran  otra  cosa.  La  flor  de  granadilla  es 
tenida  por  cosa  notable:  dicen,  que  tiene  las  in- 
signias de  la  Pasión,  y  que  se  hallan  en  ella  los  cla- 
vos, la  columna,  los  azotes,  la  corona  de  espinas  y 
las  llagas,  y  no  les  falta  alguna  razón,  aunque  para 
figurar  todo  lo  dicho  es  menester  algo  de  piedad, 
que  ayude  á  parecer  aquello;  pero  mucho  está  muy 
expreso,  y  la  vista  en  sí  es  bella,  aunque  no  tiene 
olor.  La  fruta  que  dá  llaman  granadilla,  y  se  come, 
ó  se  bebe,  ó  se  sorbe,  por  mejor  decir,  para  refres- 
car: es  dulce,  y  á  algunos  les  parece  demasiado  duL 
ce.  En  sus  bailes  y  fiestas  usan  los  Indios  llevar  en 
las  manos  flores,  y  los  Señores  y  Reyes  tenerlas  por 
grandeza.  Por  eso  se  ven  pinturas  de  sus  Antiguos 
tan  ordinariamente  con  flores  en  la  mano,  como 
acá  usan  pintarlos  con  guantes.  Y  para  materia 
de  flores,  harto  está  dicho:  la  albahaca,  aunque  no 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  39/ 

es  flor,  sino  yerba,  se  usa  para  el  mismo  efecto  de 
recreación  y  olor,  y  tenerla  en  los  jardines,  y  re- 
galarla en  sus  tiestos.  Por  allá  se  da  tan  común  y 
sin  cuidado,  y  tanta,  que  no  es  albahaca,  sino  yer- 
ba tras  cada  acequia. 


CAPITULO  XXVIII 
Del  bálsamo. 


Las  plantas  formó  el  soberano  Hacedor,  no  solo 
para  comida,  sino  también  para  recreación,  para 
medicina,  y  para  operaciones  del  hombre.  De  las 
que  sirven  de  sustento,  que  es  lo  principal,  se  ha 
dicho,  y  algo  también  de  las  de  la  recreación;  de 
las  de  medicina  y  operaciones  se  dirá  otro  poco. 
Y  aunque  todo  es  medicinal  en  las  plantas  bien 
sabido  y  bien  aplicado;  pero  algunas  cosas  hay, 
que  notoriamente  muestran  haberse  ordenado  de 
su  Criador  para  medicina  y  salud  de  los  hombres, 
como  son  licores,   aceites,    gomas,   ó   resinas,  que 


398  LIBRO    CUARTO 


echan  diversas  plantas,  que  con  fácil  experiencia 
dicen  luego  para  qué  son  buenas.  Entre  éstas,  el 
bálsamo  es  celebrado  con  razón  por  su  excelente 
olor,  y  mucho  mas  extremado  efecto  de  sanar  he- 
ridas, y  otros  diversos  remedios  para  enfermeda- 
des, que  en  él  se  experimentan.  No  es  el  bálsamo 
que  va  de  Indias  occidentales,  de  la  misma  espe- 
cie que  el  verdadero  bálsamo  que  traen  de  Ale- 
jandría, ó  del  Cairo,  y  que  antiguamente  hubo  en 
Judea,  la  cual  sola  en  el  mundo,  según  Plinio  es- 
cribe (l),  poseyó  esta  grandeza  hasta  que  los  Em- 
peradores Vespasianos  la  trajeron  á  Roma  é  Italia. 
Muéveme  á  decir,  que  no  es  de  la  misma  especie 
el  un  licor  y  el  otro,  ver  que  los  árboles  de  donde 
mana,  son  entre  sí  muy  diversos,  porque  el  árbol 
del  bálsamo  de  Palestina  era  pequeño,  y  á  modo 
de  vid,  como  reñere  Plinio  de  vista  de  ojos;  y  hoy 
dia  los  que  le  han  visto  en  oriente  dicen  lo  mismo. 
Y  la  sagrada  Escritura  (2),  el  lugar  donde  se  daba 
este  bálsamo,  le  llamaba  viña  de  Engadi,  por  la 
similitud  con  las  vides.  El  árbcl  de  donde  se  trae 
el  bálsamo  de  Indias,  yo  le  he  visto,  y  es  tan 
grande  como  el  granado,  y  aun  mayor,  y  tira 
algo  á  su  hechura,  si  bien  me  acuerdo,  y  no  tiene 
que    ver    con    vid.  Aunque  Estrabon  escribe    (3)^ 


(1)  P;in.  lib.  12.  c.  25 

(2)  Car.t.  I.  V.  13. 

(3)  Strab.  lib.  i6.  Ceo<./aph. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS      '    399 

que  el  árbol  antiguo  del  bálsamo  era  del  tamaño 
de  granados.  Pero  en  los  accidentes  y  en  las  ope- 
raciones son  licores  muy  semejantes,  como  es  en 
el  olor  admirable:  en  el  curar  heridas:  en  la  color 
y  modo  de  substancia;  pues  lo  que  refieren  (l)  del 
otro  bálsamo,  que  lo  hay  blanco,  bermejo,  verde 
y  negro,  lo  mismo  se  halla  en  el  de  Indias.  Y  como 
aquel  se  sacaba  hiriendo,  ó  sajando  la  corteza, 
y  destilando  por  allí  el  licor,  así  se  hace  en  el  de 
Indias,  aunque  es  mas  la  cuantidad  que  destila. 
Y  como  en  aquel  hay  uno  puro,  que  ce  llama 
opobálsamo,  que  es  la  propia  lágrima  que  destila, 
y  hay  otro  no  tan  perfecto,  que  es  el  licor  que  se 
saca  del  mismo  palo  ó  corteza,  y  hojas  exprimi- 
das y  cocidas  al  fuego,  que  llaman  jilobálsamo^ 
así  también  en  el  bálsamo  de  Indias  hay  uno  puro 
que  sale  así  del  árbol;  y  hay  otro  que  sacan  los 
Indios,  cociendo  y  exprimiendo  las  hojas  y  palos, 
y  también  le  adulteran  y  acrecientan  con  otros  li- 
cores, para  que  parezca  mas.  En  efecto,  se  llama 
con  mucha  razón  bálsamo,  y  lo  es,  aunque  no  sea 
de  aquella  especie;  y  es  estimado  en  mucho,  y  lo 
fuera  mucho  mas,  si  no  tuviera  la  falta  que  las  es- 
meraldas y  perlas  han  tenido,  que  es  ser  muchas. 
Lo  que  mas  importa  es,  que  para  la  substancia  de 
hacer  Crisma,  que   tan   necesario   es  en  la  Santa 


(1)    Plin.  lib.  12.  c.  25. 


400  LIBRO    CUARTO 


Iglesia,  y  de  tanta  veneración,  ha  declarado  la 
Sede  Apostólica,  que  con  este  bálsamo  de  Indias 
se  haga  Crisma  en  Indias,  y  con  él  se  dé  el  Sacra- 
mento de  Confirmación  y  los  demás,  donde  la 
Iglesia  lo  usa.  Tráese  á  España  el  bálsamo  de  la 
Nueva-España,  y  la  provincia  de  Guatemala  y  de 
Chiapa,  y  otras;  por  allí  es  donde  mas  abunda, 
aunque  el  mas  preciado  es  el  que  viene  de  la  Isla 
de  Tolu,  que  es  en  Tierra-firme,  no  lejos  de  Car- 
tagena. Aquel  bálsamo  es  blanco;  y  tienen  comun- 
mente por  mas  perfecto  el  blanco  que  el  bermejo, 
aunque  Plinio  (l)  el  primer  lugar  da  al  bermejo, 
el  segundo  al  blanco,  el  tercero  al  verde,  el  último 
al  negro.  Pero  Estrabón  (2)  parece  preciar  mas  el 
bálsamo  blanco,  como  los  nuestros  lo  precian.  Del 
bálsamo  de  Indias  trata  largamente  Monardes  en 
la  primera  parte;  y  en  la  segunda,  especialmente 
del  de  Cartagena  ó  Tolu,  que  todo  es  uno.  No  he 
hallado  que  en  tiempos  antiguos  los  Indios  precia- 
sen en  mucho  el  bálsamo,  ni  aun  tuviesen  de  él  uso 
de  importancia.  Aunque  Monardes  dice,  que  cura- 
ban con  él  los  Indios  de  sus  heridas;  y  que  de 
ellos  aprendieron  los  Españoles. 


(1)    Plin.  lib.  12.  c.  25. 

(-»)    Strab.  lib.  i6.  Geograph. 


CAPÍTULO   XXIX 

Del  li  quid  ámbar,  y  otros  aceites,  gornas  y  drogas, 
qiLC  se  traen  de  Indias. 


Después  del  bálsamo  tiene  estima  el  liquidam- 
bar:  es  otro  licor  también  oloroso  y  medicinal, 
mas  espeso  en  sí,  y  que  se  viene  a  cuajar  y  hacer 
pasta;  de  complexión  cálido,  de  buen  perfume,  y 
que  le  aplican  á  heridas  y  otras  necesidades,  en 
que  me  remito  á  los  Médicos,  especialmente  al 
Doctor  Monardes,  que  en  la  primera  parte  escri- 
bió de  este  licor,  y  de  otros  muchos  medicinales 
que  vienen  de  Indias.  Viene  también  el  liquidam- 
bar  de  la  Nueva-España,  y  es  sin  duda  aventaja- 
da aquella  provincia  en  estas  gomas,  ó  licores,  ó 
jugos  de  árboles,  y  así  tienen  copia  de  diversas 
materias  para  perfumes  y  para  medicinas,  como  es 
el  anime,  que  viene  en  grande  cuantidad:  el  copal 
y  el  suchicopal,  que  es  otro  género,  como  de  es- 
toraque é  incienso,  que  también  tiene  excelentes 
operaciones,  y  muy  lindo  olor  para  sahumerios. 
También  la  tacamahaca  y  la  caraña,  que  son  muy 
Tomo  i.  2"] 


402  LIBRO  CUARTO 


medicinales.  El  aceite  que  llaman  de  abeto,  tam- 
bién de  allá  lo  traen,  y  Médicos  y  Pintores  se 
aprovechan  bastante  de  él:  los  unos  para  sus  em- 
plastos, y  los  otros  para  barniz  de  sus  imágenes. 
Para  medicina  también  se  trae  la  cañafístola,  la 
cual  se  da  copiosamente  en  la  Española,  y  es  un. 
árbol  grande,  y  echa  por  fruta  aquellas  cañas  con 
su  pulpa.  Trajéronse  en  la  flota  en  que  yo  vine,  de 
Santo  Domingo,  cuarenta  y  ocho  quintales  de  ca- 
ñafístola. La  zarzaparrilla  no  es  menos  conocida 
para  mil  achaques:  vinieron  cincuenta  quintales- 
en  la  dicha  flota  de  la  misma  Isla.  En  el  Perú  hay 
de  esta  zarzaparrilla  mucha;  y  muy  excelente  en 
tierra  de  Guayaquil,  qae  está  debajo  de  la  línea. 
Allí  se  van  muchos  á  curar;  y  es  opinión,  que  las- 
mismas  aguas  simples  que  beben,  les  causan  salud, 
por  pasar  por  copia  de  estas  raíces,  como  está 
arriba  dicho:  con  lo  cual  se  junta,  que  para  sudar 
en  aquella  tierra,  no  son  menester  muchas  frazadas- 
y  ropa.  El  palo  de  guayacán,  que  por  otro  nom- 
bre dicen  el  palo  santo  ó  palo  de  las  Indias,  se 
da  en  abundancia  en  las  mismas  Islas,  y  es  tan  pe- 
sado como  hierro,  y  luego  se  hunde  en  el  agua: 
de  éste  trajo  la  flota  dicha  trescientos  y  cin- 
cuenta quintales,  y  pudiera  traer  veinte,  y  cien 
mil,  si  hubiera  salida  de  tanto  palo.  Del  pa- 
lo del  Brasil,  que  es  tan  colorado  y  encendi- 
do,  y  tan  conocido   y   usado  para  tintes,  y  para 


•JL>E    LA    HISTORIA     NATURAL  DE    INDIAS  4O3 

otros  provechos,    vinieron    ciento    treinta  y  cua- 
tro quintales  de  la  misma   Isla    en  la  misma  flota. 
Otros  innumerables  palos  aromáticos,  gomas,  acei- 
tes y  drogas  hay  en  Indias,  que  ni  es  posible  refe- 
rirlas todas,  ni  importa  al  presente;  solo  diré,  que 
en  tiempo  de  los  Reyes  Incas  del  Cuzco,  y  de  los 
Reyes  Mejicanos,  hubo  muchos   grandes  hombres 
de  curar  con  simples,  y  hacian  curas  aventajadas, 
por  tener  conocimiento  de    diversas  virtudes  y 
propiedades  de  yerbas,   raíces,   palos   y  plantas, 
que  allá  se  dan,  de  que   ninguna   noticia   tuvieron 
los  Antiguos  de  Europa.  Y   para  purgar  hay  mil 
cosas  de  estas  simples,  como  raíz   de   Mechoacán, 
piñones  de  la   Puna,  y   conserva   de   Guanuco,  y 
aceite  de  Higuerilla,  y  otras  cien   cosas,  que  bien 
aplicadas  y  á  tiempo,  no  las  tienen  por  de   menor 
eficacia,   que   las  drogas   que   vienen  de   oriente, 
como  podrá  entender  el  que  leyere  lo  que  Monar- 
des  ha  escrito  en  la  primera    y   segunda  parte,  el 
cual  también  trata  largamente  del  tabaco,  del  cual 
han  hecho   notables   experiencias   contra  veneno. 
Es  el  tabaco  un  arbolillo  ó  planta  bastante  común, 
pero  de  raras  virtudes:  también  en  la  que  llaman 
contrayerba,  y  en  otras   diversas  plantas,  porque 
el  Autor  de  todo   repartió   sus  virtudes   como  él 
fué  servido,  y  no  quiso  que  naciese  cosa  ociosa  en 
el  mundo:  mas  el   conocerlo    el    hombre,    y  saber 
usar  de  ello,  como  conviene,  éste  es  otro   don  so- 


404  LIBRO  CUARTO 


berano,  que  concede  el  Criador  á  quien  él  es  ser- 
vido. De  esta  materia  de  plantas  de  Indias,  y  de 
licores,  y  otras  cosas  medicinales,  hizo  una  insigne 
obra  el  Doctor  Francisco  Hernández,  por  especial 
comisión  de  su  Magestad,  haciendo  pintar  al  natu- 
ral todas  las  plantas  de  Indias,  que  según  dicen, 
pasan  de  mil  y  doscientas;  y  afirman  haber  costa- 
do esta  obra  mas  de  sesenta  mil  ducados.  De  la 
cual  hizo  uno  como  extracto  el  Doctor  Nardo  An- 
tonio, Médico  Italiano,  con  gran  curiosidad.  A  los 
dichos  libros  y  obras  remito  al  que  mas  por  me- 
nudo y  con  perfección  quisiere  saber  de  plant.is 
de  Indias,  mayormente  para  efectos  de    medicina. 


CAPITULO   XXX 

De  las  grandes  arboledas  de  Indias,  y  de  los 
cedros,  ceyvas  y  otros  árboles  grandes. 


Como  desde  el  principio  del  mundo  la  tierra 
produjo  plantas  y  árboles  por  mandado  del  Omni- 
potente Señor,  en  ninguna  región  deja  de  produ- 
cir algún  fruto;  en  unas  mas  que  en  otras.  Y  fuera 
de  los  árboles  y  plantas  que  por  industria  de  los 
hombres  se  han  puesto  y  llevado  de  unas  tierras 
á  otras,  hay  gran  número  de  árboles  que  sola  la 
naturaleza  los  ha  producido.  De  éstos  me  doy  á 
entender,  que  en  el  nuevo  orbe  (que  llamamos 
Indias)  es  mucho  mayor  la  copia,  así  en  número 
como  en  diferencias,  qne  no  en  el  orbe  antiguo  y 
tierras  de  Europa,  Asia  y  África.  La  razón  es, 
ser  las  Indias  de  temple  cálido  y  húmedo,  como 
está  mostrado  en  el  libro  segundo  contra  la  opi- 
nión de  los  Antiguos;  y  asiMa  tierra  produce  con 
extremo  vicio  infinidad  de  estas  plantas  silvestres 
y  naturales.  De  donde  viene  á    ser   inhabitable,    y 


406  LIBRO    CUARTO 


aun  impenetrable  la  mayor  parte  de  Indias,  por 
bosques  y  montañas,  y  arcabucos  cerradísimos, 
que  perpetuamente  se  han  abierto.  Para  andar  al- 
gunos caminos  de  Indias,  mayormente  en  entradas 
de  nuevo,  ha  sido  y  es  necesario  hacer  camino  a 
puro  cortar  con  hachas  árboles,  y  rozar  matorra- 
les, que  como  nos  escriben  padres  que  lo  han  pro- 
bado, acaece  en  seis  dias  caminar  una  legua  y  no 
mas.  Y  un  hermano  nuestro,  hombre  fidedigno, 
nos  contaba,  que  habiéndose  perdido  en  unos 
montes,  sin  saber  adonde,  ni  por  donde  habia  de 
ir,  vino  á  hallarse  entre  matorrales  tan  cerrados, 
que  le  fué  forzoso  andar  por  ellos,  sin  poner  pie 
en  tierra  por  espacio  de  quince  dias  enteros.  En 
los  cuales  también  por  ver  el  Sol,  y  tomar  algún 
tino,  por  ser  tan  cerrado  de  infinita  arboleda 
aquel  monte,  sabia  algunas  veces  trepando  hasta 
la  cumbre  de  árboles  altísimos,  y  desde  allí  des- 
cubría cam'no.  Oaien  leyere  la  relación  de  las  ve- 
ces que  este  hombre  se  perdió,  y  los  caminos  que 
anduvo,  y  sucesos  extraños  que  tuvo  (la  cual 
yo,  por  parecerme  cosa  digna  de  saber,  escribí 
sucintamente)  y  quien  hubiere  andado  algo  por 
montañas  de  Indias,  aunque  no  sean  sino'  las 
diez  y  ocho  leguas  que  hay  de  nombre  de  Dios 
á  Panamá,  entenderá  bien,  de  qué  manera  es  esta 
inmensidad  de  arboleda  que  hay  en  Indias.  Como 
allá  nunca  hay  invierno  que  llegue  á  frío,  y  la  hu- 


DE    LA    HISTORIA  NATURAL    DE    INDIAS  40/ 

medad  del  Cielo  y  del  suelo  es  tanta,  de  ahí  pro- 
viene, que  las  tierras  de  montaña  producen  infini- 
ta arboleda,  y  las  de  campiña,  que  llaman  cavanas, 
infinita  yerba.  Así  que  para  pastos  yerba,  y  para 
edificios  madera,  y  para  el  ñaegoleña,  no  falta.  Con- 
tar las  diferencias  y  hechuras  de  tanto  árbol  silves- 
tre, es  cosa  imposible,  porque  de  los  mas  de  ellos 
no  se  saben  los  nombres.  Los  cedros  tan  encareci- 
dos antiguamente,  son  por  allá  muy  ordinarios 
para  edificios  y  para  naves,  y  hay  diversidad  de 
-ellos:  unos  blancos,  y  otros  rojos,  y  muy  olorosos. 
Dánse  en  los  Andes  del  Perú,  y  en  las  montañas 
de  Tierra-firme,  y  en  las  Islas,  y  en  Nicaragua,  y 
^n  la  Nueva-España,  gran  cuantidad.  Laureles  de 
hermosísima  vista  y  altísimos,  palmas  infinitas, 
ceyvas  de  que  labran  los  Indios  las  canoas,  que 
son  barcos  hechos  de  una  pieza.  De  la  Habana  y 
Isla  de  Cuba,  donde  hay  inmensidad  de  semejan- 
tes árboles,  traen  á  España  palos  de  madera  pre- 
ciada, como  son  ébanos,  caoba,  granadillo,  cedro 
y  otras  maderas  que  no  conozco.  También  hay 
pinos  grandes  en  Nueva-España,  aunque  no  tan 
recios  como  los  de  España:  no  llevan  piñones,  sino 
pinas  vacías.  Los  robles  que  traen  de  Guayaquil, 
son  escogida  madera  y  olorosa,  cuando  se  labran: 
y  de  allí  mismo  cañas  altísimas,  cuyos  cañutos  ha- 
cen una  botija  ó  cántaro  de  agua,  y  sirven  para 
edificios,  y  los  palos  de  mangles,  que  hacen  árbo- 


408  LIBRO      CUARTO 


les  y  mástiles  de  naves,  y  los  tienen  por  tan  recios 
como  si  fuesen  de  hierro.  El  moUe  es  árbol  de  mu- 
cha virtud:  da  unos  racimillos,  de  que  hacen  vino 
los  Indios.  En  Méjico  le  llaman  árbol  del  Perú, 
porque  vino  de  allá;  pero  dase  también  y  mejor 
en  la  Nueva-España,  que  en  el  Perú.  Otras  mil 
maneras  hay  de  árboles,  que  es  supérfluo  trabajo 
decirlas.  Algunos  de  estos  árboles  son  de  enorme 
grandeza;  solo  diré  de  uno  que  está  en  Tlacocha- 
vaya,  tres  leguas  de  Guajaca,  en  la  Nueva-Espa- 
ña. Este  midiéndole  aposta  se  halló  en  solo  el  hue- 
co de  dentro  tener  nueve  brazas,  y  por  defuera 
medido  cerca  de  la  raíz  diez  y  seis  brazas,  y  por 
mas  alto  doce.  A  este  árbol  hirió  un  rayo  desde 
lo  alto  por  el  corazón  hasta  abajo,  y  dicen  que 
dejó  el  hueco,  que  está  referido.  Antes  de  herirle 
el  rayo,  dicen  que  hacia  sombra  bastante  para  mil 
hombres;  y  así  se  juntaban  allí  para  hacer  sus  mi- 
totes, bailes  y  supersticiones:  todavia  tiene  rama 
y  verdor,  pero  mucho  menos.  No  saben  que  espe- 
cie de  árbol  sea,  mas  de  que  dicen  que  es  género 
de  cedro.  A  quien  le  pareciere  cedro  fabuloso 
aqueste,  lea  lo  que  Plinio  cuenta  (l)  del  plátano  de 
Licia,  cuyo  hueco  tenia  ochenta  y  un  pies,  que 
mas  parecía  cueva  ó  casa,  que  no  hueco  de  árbol; 


(i)     Plin.  lib.  í2.  c.   I, 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  4O9- 

y  la  copa  de  él  parecía  un  bosque  entero,  cuya 
sombra  cubría  los  campos.  Con  éste  se  perderá 
el  espanto  y  la  maravilla  del  otro  tejedor,  que 
dentro  del  hueco  de  un  castaño  tenía  casa  y  telar. 
Y  del  otro  castaño  ó  que  se  era,  donde  entraban 
á  caballo  ocho  hombres,  y  se  volvían  á  salir  por 
el  hueco  de  él  sin  embarazarse.  En  estos  árboles 
así  extraños  y  disformes  ejercitaban  sus  idolatrías 
mucho  los  Indios,  como  también  lo  usaron  los  an- 
tiguos Gentiles,  según  refieren  Autores  de  aquel 
tiempo. 


CAPITULO    XXXI 

De  las  plantas  y  fmtales  que  se  han  llevado  de 
España  á  las  Indias. 


Mejor  han  sido  pagadas  las  Indias  en  lo  que 
toca  á  plantas,  que  en  otras  mercaderías,  porque 
las  que  han  venido  á  España  son  pocas,  y  dánse 
mal:  las  que  han  pasado  de  España  son  muchas,  y 
dánse  bien.  No  sé  si  digamos  que  lo  hace  la  bon- 
dad de  las  plantas,  para  dar  la  gloria  á  lo  de  acá; 
ó  si  digamos  que  lo  hace  la  tierra,  para  que  sea  la 
gloria  de  allá.  En  conclusión,  cuasi  cuanto  bueno 
se  produce  én  España  hay  allá,  y  en  partes  aven- 
tajado, y  en  otras  no  talj  trigo,  cebada,  hortaliza» 
verdura  y  legumbres  de  todas  suertes,  como  son 
lechugas,  berzas,  rábanos,  cebollas,  ajos,  peregil, 
nabos,  zanahorias,  berengenas,  escarolas,  acelgas, 
espinacas,  garbanzos,  habas,  lentejas,  y  finalmente 
cuanto  por  acá  se  da  de  esto  casero,  y  de  prove- 
cho, porque  han  sido  cuidadosos  los  que  han  ido, 
«n  llevar  semillas  de  todo,  y  á  todo  ha   respondí- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE     INDIAS         4II 

"do  biea  la  tierra,  aunque  en  div^ersas  partes  de 
uno  mas  que  de  otro,  y  en  algunas  poco.  De  ár- 
boles, los  que  mas  generalmente  se  han  dado  allá, 
y  con  mas  abundancia,  son  naranjos,  limas,  cidras 
y  fruta  de  este  linage.  Hay  ya  en  algunas  partes 
montañas  y  bosques  de  naranjales,  lo  cual  hacién- 
dome maravilla,  pregunté  en  una  Isla,  ^'quién  ha- 
bía llenado  los  campos  de  tanto  naranjo?  Respon- 
diéronme, que  acaso  se  habla  hecho  porque  ca- 
yéndose algunas  naranjas,  y  pudriéndose  la  fruta, 
habian  brotado  de  su  simiente,  y  de  la  que  de 
éstos  y  de  otros  llevaban  las  aguas  a  diversas  par- 
tes, se  venian  á  hacer  aquellos  bosques  espesos: 
parecióme  buena  razón.  Dije  ser  ésta  la  fruta  que 
generalmente  se  haya  dado  en  Indias,  porque  en 
ninguna  parte  he  estado  de  ellas,  donde  no  haya 
naranjas,  por  ser  todas  las  Indias  tierra  caliente  y 
húmeda,  que  es  lo  que  quiere  aquel  árbol:  en  la 
sierra  no  se  dan:  tráense  de  los  valles  ó  de  la 
costa.  La  conserva  de  naranjas  cerradas  que  hacen 
en  las  Islas,  es  de  la  mejor  que  yo  he  visto  allá, 
ni  acá.  También  se  han  dado  bien  duraznos,  y  sus 
consortes  melocotones,  y  priscos,  y  albaricoques, 
aunque  éstos  mas  en  Nueva-España:  en  el  Perú, 
fuera  de  duraznos,  de  esotro  hay  poco,  y  menos 
en  las  Islas.  Manzanas  y  peras  se  dan,  pero  mode- 
radamente: ciruelas  muy  cortamente:  higos  en 
abundancia,  mayormente  en  el    Perú:    membrillos 


412  LIBRO     CUARTO 


en   todas   partes,  y  en  Nueva-España   de  manera,, 
que  por  medio  real  nos  daban    cincuenta   á   esco- 
ger; y  granadas  también   bastantes,   aunque  todas^ 
son  dulces:  aguas  no  se  han    dado   bien.    Melones 
en  partes  los  hay  muy  buenos,  como  en  7'ierra-fir- 
me  y  algunas  partes  del  Perú.  Guindas,  ni  cerezas- 
hasta  ahora  no  han  tenido  dicha  de    hallar  entra- 
da en  Indias:  no  creo  es  falta  del    temple,    porque 
le  hay  en  todas  maneras,  sino  falta  de  cuidado    ó 
de  acierto.  De  frutas  de  regalo  apenas  siento  falte 
otra  por  allá.  De  fruta  basta  y  grosera  faltan    be- 
llotas y  castañas,  que  no  se  han  dado  hasta  ahora,, 
que  yo  sepa  en  Indias.  Almendras  se  dan,  pero  es- 
casamente. Almendra,  nuez  y  avellana  va  de    Es- 
pina para  gente  regalada.  Tampoco  sé  que    haya 
nísperos,    ni   serbas,    ni    imj^ortan    mucho.  Y  esta 
baste  para  entender,  que  no  falte  regalo  de   fruta: 
ahora  digamos  otro  poco  de  plantas  de  provecho 
que  han  ido  de  España,  y  acabaremos  esta  plática 
de  plantas,  que  ya  va  larga. 


CAPITULO  XXXII 

De  las  2ivas,  vin.is,  olivas,  vio  y  eras  y  cañas 
de  azúcar. 


Plantas  de  provecho  entiendo  las  que  demás  de 
dar  que  comer  en  casa,  traen  á  su  dueño  dinero. 
La  principal  de  éstas  es  la  vid,  que  da  el  vino,  el 
vinagre,  la  uva,  la  pasa,  el  agraz  y  el  arrope;  pero 
el  vino  es  lo  que  importa.  En  las  Islas  y  Tierra- 
firme  no  se  da  \-ino  ni  uvas:  en  la  Nueva-España 
hay  parras,  y  llevan  uvas,  pero  no  se  hace  vino. 
La  causa  debe  de  ser,  no  madurar  del  todo  las 
uvas,  por  razón  de  las  lluvias,  que  vienen  por 
Julio  y  Agosto,  y  no  las  dejan  bien  sazonar;  por 
esto  sirven  solamente  ;,  ara  comer.  El  vino  llevan 
de  España  ó  de  las  Canarias;  y  así  es  en  lo  demás 
de  Indias,  salvo  el  Perú  y  Chile,  donde  hay  viñas, 
y  se  hace  vino,  y  muy  bueno;  y  de  cada  dia  cre- 
ce así  en  cuantidad,  porque  es  gran  riqueza  en 
aquella  tierra,  como  en  bondad,  porque  se  en- 
tiende mejor  el  modo  de  hacerse.  Las  viñas  del 
Perú  son  comunmente  en  valles   calientes,   donde 


414  LIBRO    CUARTO 


tienen  acequias,  y  se    riegan   á  mano,   porque  la 
lluvia  del  Cielo  en  los   llanos  no  la   hay,    y  en  la 
sierra  no  es  á  tiempo.  En  partes  hay  donde   ni  se 
riegan  las  viñas,  del  Cielo,  ni  del   suelo:  y  dan  en 
grande  abundancia,  como  en  el  valle  de  lea,  y  la 
mismo    en   las    hoyas    que    llaman    de    Villacuri, 
donde  entre  unos  arenales  muertos  se  hallan  unos 
hoyos  ó  tierras  bajas  de  increíble  frescura  todo  el 
año,  sin  llover  jamás,  ni    haber   acequia,    ni    riega 
humano.  La  causa  es,  ser  aquel  terreno  esponjoso, 
y  chupar  el  agua  de  rios  que  bajan  de  la  sierra,  y 
se  empapan  por  aquellos  arenales;  ó   si   es  hume- 
dad de  la  mar  (como  otros  piensan)   hase   de   en- 
tender, que  el  trascolarse  por  el  arena  hace  que  el 
agua  no  sea   estéril   é   inútil,   como  el  Filósofo  la 
significa.  Han  crecido  tanto  las  viñas,  que  por   su 
causa  los  diezmos  de  las  Iglesias  son  hoy   cinco  y 
seis  tanto  de  lo  que  eran  ahora  veinte  años.  Los 
valles  mas  fértiles  de   viñas   son  Victor  cerca  de 
Arequipa,  lea  en  términos  de   Lima,  Caracato   en 
términos  de  Chuquiavo.  Llévase  este  vino  á  Poto- 
sí, y  al  Cuzco,  y  á   diversas  partes:  y  es   grande 
grangería,  porque  vale  con  toda  el  abundancia  una 
botija  ó  arroba  cinco  ó   seis  ducados;   y   si   es  de 
España,  que  siempre  se  lleva  en   las  flotas,  diez  y 
doce.  En  el  Reino  de  Chile  se  hace  vino   como  en 
España,  porque  es  el  mismo  temple;    pero  traída 
al  Perú  se  daña.  Uvas  se  gozan  donde  no  se  puede 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  41$: 

gozar  vino;  y  es  cosa  de  admirar,  que  en  la  ciu- 
dad del  Cuzco  se  hallarán  uvas  frescas  todo  el 
año.  La  causa  de  esto  me  dijeron  ser  los  valles  de 
aquella  comarca,  que  en  diversos  meses  del  año 
dan  fruto:  y  ahora  sea  por  el  podar  las  vides  á 
diversos  tiempos,  ahora  por  cualidad  de  la  tierra, 
en  efecto,  todo  el  año  hay  diversos  valles  que 
dan  fruta.  Si  alguno  se  maravilla  de  esto,  mas  se 
maravillará  de  lo  que  diré,  y  quizá  no  lo  creerá. 
Hay  árboles  en  el  Perú,  que  la  una  parte  del  ár- 
bol da  fruta  la  mitad  del  año,  y  la  otra  parte  la 
otra  mitad.  En  Mala,  trece  leguas  de  la  ciudad  de 
los  Reyes,  la  mitad  de  una  higuera,  que  está  á  la 
banda  del  sur,  está  verde,  y  da  fruta  un  tiempo 
del  año,  cuando  es  verano  en  la  sierra;  y  la  otra 
mitad,  que  está  hacia  los  llanos  y  mar,  está  verde, 
y  da  fruta  en  otro  tiempo  diferente,  cuando  es 
verano  en  los  llanos.  Tanto  como  esto  obra  la  va- 
riedad del  temple  y  aire,  que  viene  de  una  parte 
ó  de  otra.  La  grangería  del  vino  no  es  pequeña,  pe- 
ro no  sale  de  su  provincia.  Lo  de  la  seda,  que  se 
hace  en  Nueva-España,  sale  para  otros  Reinos,  co- 
mo el  Perú.  No  la  habia  en  tiempo  de  Indios:  de  Es- 
paña se  han  llevado  moreras,  y  dánse  bien,  mayor 
mente  en  la  provincia  que  llaman  la  Misteca,  donde 
se  cria  gusano  de  seda,  y  se  labra  y  hacen  tafetanes 
buenos:  damascos,  rasos  y  terciopelos  no  se  labran 
hasta  ahora.  El  azúcar  es  otra  grangería,   mas  ge- 


4l6  LIBRO     CUARTO 


neral,  pues  no  solo  se  gasta  en  Indias,  sino  también 
se  trae  á  España  harta  cantidad,  porque  las  cañas 
se  dan  escogidamente  en  diversas  partes  de  In- 
dias: en  Islas,  en  Méjico,  en  Perú,  y  en  otras  par- 
tes han  hecho  ingenios  de  grande  contratación. 
De  el  de  la  Xasca  me  afirmaron,  que  solía  rentar 
de  treinta  mil  pesos  arriba  cada  año.  El  de  Chi- 
cama  Junto  á  Trujillo  también  era  hacienda  grue- 
sa, y  no  menos  lo  son  los  de  la  Nueva-España, 
porque  es  cosa  loca  lo  que  se  consume  de  azúcar 
y  conserva  en  Indias.  De  la  Isla  de  Santo  Domin- 
go se  trajeron  en  la  flota  que  vine,  ochocientas  y 
•noventa  y  ocho  cajas  y  cajones  de  azúcar,  que 
siendo  del  modo  que  yo  las  vi  cargar  en  Puerto- 
Rico,  será  á  mi  parecer  cada  caja  de  ocho  arro- 
bas. Es  ésta  del  azúcar  la  principal  grangería  de 
aquellas  Islas:  tanto  se  han  dado  los  hombres  al 
apetito  de  lo  dulce.  Olivas  y  olivares  también  se 
han  dado  en  Indias,  digo  en  Méjico  y  Perú;  pero 
hasta  hoy  no  hay  molino  de  aceite,  ni  se  hace, 
porque  para  comei*  las  quieren  mas,  y  las  sazonan 
bien.  Para  aceite  hallan,  que  es  mas  la  costa  que 
el  provecho;  así  que  todo  el  aceite  va  de  España. 
Con  esto  quede  acabado  con  la  materia  de  las 
plantas,  y  pasemos  á  la  de  animales  de  las  Indias. 


CAPÍTULO    XXXIII 
De  los  ganados  ovejuno  y  vacuno. 


De  tres  maneras  hallo  animales  en  Indias:  unos> 
que  han  sido  llevados  de  Españoles:  otros,  que 
aunque  no  han  sido  llevados  por  Españoles,  los 
hay  en  Indias  de  la  misma  especie  que  en  Europa: 
otros,  que  son  animales  propios  de  Indias,  y  no  se 
hallan  en  España.  En  el  primero  modo  son  ovejas, 
vacas,  cabras,  puercos,  caballos,  asnos,  perros, 
gatos  y  otros  tales,  pues  estos  géneros  los  hay  en 
Indias.  El  ganado  menor  ha  multiplicado  mucho; 
y  si  se  pudieran  aprovechar  las  lanas  enviándose 
á  Europa,  fuera  de  las  mayores  riquezas  que  tu- 
vieran las  Indias.  Porque  el  ganado  ovejuno  allá 
tiene  grande  abundancia  de  pastos,  sin  que  se  agos- 
te la  yerba  en  muchas  partes;  y  es  de  suerte  la  fran- 
queza de  pastos  y  dehesas,  que  en  el  Perú  no  hay 
pastos  propios:  cada  uno  apacienta  donde  quiere. 
Por  lo  cual  la  carne  es  comunmente  abundante,  y 
barata  por  allá;  y  los  demás  provechos  que  de  la 
Tomo  28 


4l8  LIBRO  CUARTO 


oveja  proceden,  de  quesos,  leche,  &c.  Las  lanas 
dejaron  un  tiempo  perder  de  el  todo,  hasta  que  se 
pusieron  obrages,  en  los  cuales  se  hacen  paños  y 
frazadas,  que  ha  sido  gran  socorro  en  aquella  tie- 
rra para  la  gente  pobre,  porque  la  ropa  de  Casti- 
lla es  muy  costosa.  Hay  diversos  obrages  en  el 
Perú;  mucho  mas  copia  de  ellos  en  Nueva-Es- 
paña, aunque  ahora  sea  la  lana  no  ser  tan  fina^ 
ahora  los  obrages  no  labrarla  tan  bien,  es  mucha 
la  ventaja  de  la  ropa  que  va  de  España,  á  la  que 
en  Indias  se  hace.  Habia  hombres  de  setenta  y  de 
cien  mil  cabezas  de  ganado  menor;  y  hoy  dia  los 
hay  poco  menos,  que  á  ser  en  Europa,  fuera  rique- 
za grande,  y  allá  lo  es  moderada.  En  muchas  par- 
tes de  Indias,  y  creo  son  las  mas,  no  se  cria  bien 
ganado  menor,  á  causa  de  ser  la  yerba  alta,  y  la 
tierra  tan  viciosa,  que  no  pueden  apacentarse  sino 
ganados  mayores;  y  así  de  vacuno  hay  innumera- 
ble multitud.  Y  de  esto  en  dos  maneras:  uno  ga- 
nado manso,  y  que  anda  en  sus  hatos,  como  en 
tierra  de  los  Charcas,  y  en  otras  provincias  del 
Perú,  y  en  toda  la  Nueva-España.  De  este  ganado 
se  aprovechan,  como  en  España,  para  carne,  man- 
teca y  terneras,  y  para  bueyes  de  arado,  &c.  En 
otra  forma  hay  de  este  ganado  alzado  al  monte;  y 
así  por  la  aspereza  y  espesura  de  los  montes, 
como  por  su  multitud,  no  se  hierra,  ni  tiene  dueño 
propio,  sino  como  caza  de  monte,  el   primero  que 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  4I9 

la  montea  y  mata,  es  el  dueño.  De  este  modo  han 
multiplicado  las  vacas  en  la  Isla  Española,  y  en 
otras  de  aquel  contorno,  que  andan  á  millares  sin 
dueño  por  los  montes  y  campos.  Aprovéchanse 
de  este  ganado  para  cueros:  salen  negros  ó  blan- 
cos en  sus  caballos  con  desjarretaderas  al  campo, 
y  corren  los  toros  ó  vacas,  y  la  res  que  hieren  y 
cae,  es  suya.  Desuéllanla,  y  llevando  el  cuero  á  su 
casa,  dejan  la  carne  perdida  por  ahí,  sin  haber 
quien  la  gaste,  ni  quiera,  por  la  sobra  que  hay  de 
ella.  Tanto,  que  en  aquella  Isla  me  afirmaron,  que 
en  algunas  partes  habia  infección  de  la  mucha 
carne  que  se  corrompía.  Este  corambre  que  viene 
á  España,  es  una  de  las  mejores  grangerías  de  las 
Islas,  y  de  Nueva-España.  Vinieron  de  vSanto  Do- 
mingo en  la  flota  de  ochenta  y  siete,  treinta  y 
cinco  mil  cuatrocientos  cuarenta  y  cuatro  cueros 
vacunos.  De  la  Nueva-España  vinieron  sesenta  y 
cuatro  mil  trescientos  y  cincuenta  cueros,  que  los 
valuaron  en  noventa  y  seis  mil  quinientos  treinta 
y  dos  pesos.  Cuando  descarga  una  flota  de  éstas, 
ver  el  rio  de  Sevilla,  y  aquel  arenal  donde  se  pone 
tanto  cuero,  y  tanta  mercadería,  es  cosa  para  ad- 
mirar. El  ganado  cabrío  también  se  da;  y  además 
de  los  otros  provechos  de  cabritos,  de  leche,  &c. 
es  uno  muy  principal  el  sebo,  con  el  cual  comun- 
mente se  alumbran  ricos  y  pobres,  porque  como 
hay   abundancia,  les  es   mas    barato   que    aceite, 


420  LIBRO     CUARTO 


aunque  no  es  todo  el  sebo  que  en  esto  se  gasta,  de 
macho.  También  para  el  calzado  aderezan  los  cor- 
^ovanes;  mas  no  pienso  que  son  tan  buenos  como 
los  que  llevan  de  Castilla.  Caballos  se  han  dado,  y 
se  dan  escogidamente  en  muchas  partes  ó  las  mas 
de  Indias,  y  algunas  razas  hay  de  ellos  tan  buenos 
como  los  mejores  de  Castilla,  así  para  carrera  y 
gala,  como  para  camino  y  trabajo.  Por  lo  cual  allá 
el  usar  caballos  para  camino,  es  lo  mas  ordinario, 
aunque  no  faltan  muías  y  muchas,  especialmente 
donde  las  recuas  son  de  ellas,  como  en  Tie-rra-ñr- 
me.  De  asnos  no  hay  tanta  copia,  ni  tanto  uso;  y 
para  trabajo  es  muy  poco  lo  que  se  sirven  de 
ellos.  Camellos  algunos,  aunque  pocos,  vi  en  el 
Perú  llevados  de  las  Canarias,  y  multiplicados  allá, 
pero  cortamente.  Perros  en  la  Española  han  cre- 
cido en  número  y  en  grandeza,  de  suerte  que  es 
plaga  de  aquella  Isla,  porque  se  comen  los  gana- 
dos, y  andan  á  manadas  por  los  campos.  Los  que 
los  matan  tienen  premio  por  ello,  como  hacen  con 
los  lobos  en  España.  Verdaderos  perros  no  los  ha- 
bla en  Indias,  sino  unos  semejantes  á  perrillos,  que 
los  Indios  llamaban  aleo:  y  por  su  semejanza  á  los 
que  han  sido  llevados  de  España,  también  los  lla- 
man aleó:  y  son  tan  amigos  de  estos  perrillos, 
que  se  quitarán  el  comer  por  dárselo:  y  cuan- 
do van  camino,  los  llevan  consigo  á  cuestas  ó 
en    el  seno.    Y    si    están    malos ,    el   perrito    ha 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE    INDIAS  421 

de    estar    allí    con    ellos,    sin    servirse    de  ellos 

para  cosa,   sino  solo  para  buena  amistad  y  com- 
pañía. 


CAPÍTULO  XXXIV 

De  algunos  animales  de  Europa  que  hallaron   los 
Españoles  en  Indias^  y  cómo  hayan  pasado. 


Todos  estos  animales  que  he  dicho,  es  cosa 
cierta  que  se  llevaron  de  España,  y  que  no  los 
habia  en  Indias  cuando  se  descubrieron,  aun  no  ha 
cien  años:  y  además  de  ser  negocio  que  aún  tiene 
testigos  vivos,  es  bastante  prueba  ver,  que  los  In- 
dios no  tienen  en  su  lengua  vocablos  propios  para 
estos  animales,  sino  que  se  aprovechan  de  los  mis- 
mos vocablos  Españoles,  aunque  corruptos,  por- 
que de  donde  les  vino  la  cosa,  como  no  la  cono- 
cían, tomaron  el  vocablo  de  ella.  Esta  regla  he 
hallado  buena  para  discernir   qué  cosas    tuviesen 


422  ~    LIBRO    CUARTO 


los  Indios  antes  de  venir  Españoles,  y  qué  cosas 
no.  Porque  aquellas  que  ellos  ya  tenian  y  cono- 
cían, también  les  daban  su  nombre:  las  que  de 
nuevo  recibieron  diéronles  también  nombres  de 
nuevo,  los  cuales  de  ordinario  son  los  mismos  nom- 
bres Españoles,  aunque  pronunciados  á  su  modo, 
como  al  caballo,  al  vino  y  al  trigo,  &c.  Halláronse, 
pues,  animales  de  la  misma  especie  que  en  Euro- 
pa, sin  haber  sido  llevados  de  Españoles.  Hay  leo- 
nes, tigres,  osos,  jabalíes,  zorras,  y  otras  fieras  y 
animales  silvestres,  de  los  cuales  hicimos  en  el 
primer  libro  argumento  fuerte,  que  n3  siendo  ve- 
rosímil que  por  mar  pasasen  á  Indias,  pues  pa- 
sar á  nado  el  Océano  es  imposible,  y  embar- 
carlos consigo  hombres,  es  locura,  sigúese  que 
por  alguna  parte  donde  el  un  orbe  se  conti- 
núa y  avecina  al  otro,  hayan  penetrado,  y  po- 
co á  poco  poblado  aquel  mundo  nuevo.  Pues 
conforme  á  la  divina  Escritura  (l)  todos  estos 
animales  ce  salvaron  en  el  arca  de  Noé,  y  de 
allí  se  han  propagado  en  el  mundo.  Los  leones  que 
que  por  allá  yo  he  visto,  no  son  bermejos,  ni  tie- 
nen aquellas  vedijas  con  que  los  acostumbran  pin- 
tar: son  pardos,  y  no  tan  bravos  como  los  pintan. 
Para  cazarlos  se  juntan  los  Indios  en  torno,  que 
ellos  llaman  chaco,  y  á  pedradas,  y    con   palos  y 


(i)    Genes.  6. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  425 

otros  instrumentos  los  matan.  Usan  encaramarse 
también  en  árboles  estos  leones,  y  allí  con  lanzas 
ó  con  ballestas,  y  mejor  con  arcabuz,  los  matan. 
Los  tigres  se  tienen  por  mas  bravos  y  crueles,  y 
que  hacen  salto  mas  peligroso,  por  ser  á  traición. 
Son  maculosos,  y  de  el  mismo  modo  que  los  His- 
toriadores los  describen.  Algunas  veces  oí  contar, 
que  estos  tigres  están  cebados  en  Indios,  y  que 
por  eso  no  acometían  á  Españoles,  ó  muy  poco 
y  que  de  entre  ellos  sacaban  un  Indio,  y  se  le  lle- 
vaban. Los  osos,  que  en  lengua  del  Cuzco  llaman 
otoroncos,  son  de  la  misma  especie  que  acá,  y  son 
hormigueros.  De  colmeneros  poca  experiencia  hay, 
porque  los  panales  donde  los  hay  en  Indias,  dánse 
en  árboles,  ó  debajo  de  la  tierra,  y  no  en  colme- 
nas al  modo  de  Castilla;  y  los  panales  que  yo  he 
visto  en  la  provincia  de  los  Charcas,  que  allá  nom- 
bran lechiguanas,  son  de  color  p.^irdo  y  de  muy 
poco  jugo:  mas  parecen  paja  dulce,  que  panales 
de  miel.  Dicen  que  las  abejas  son  tan  chiquitas 
como  moscas,  y  que  enjambran  debajo  de  la  tie- 
rra: la  miel  es  aceda  y  negra.  En  otras  partes  hay 
mejor  miel,  y  panales  mas  bien  formados,  como 
la  provincia  de  Tucumán,  y  en  Chile,  y  en  Carta- 
gena. De  los  jabalíes  tengo  poca  relación,  mas  de 
haber  oído  á  personas  que  dicen  haberlos  visto. 
Zorros  y  animales  que  degüellan  el  ganado,  hay 
mas  de  los  que  los  pastores   quisieran.    Fuera   de 


424  LIBRO    CUARTO 


estos  animales,  que  son  fieros  y  perniciosos,  hay 
otros  provechosos,  que  no  fueron  llevados  por  los 
Españoles,  como  son  los  ciervos  ó  venados,  de 
que  hay  gran  suma  por  todos  aquellos  montes; 
pero  los  mas  no  son  venados  con  cuernos:  á  lo 
menos  ni  yo  los  he  visto,  ni  oído  á  quien  los  haya 
visto:  todos  son  mochos  como  corzos.  Todos  estos 
animales  que  hayan  pasado  por  su  ligereza,  y  por 
ser  naturalmente  silvestres  y  de  caza,  desde  el  un 
orbe  al  otro,  por  donde  se  juntan,  no  se  me  hace 
difícil,  sino  muy  probable  y  cuasi  cierto,  viendo 
que  en  Islas  grandísimas,  y  muy  apartadas  de  tie- 
rra firme,  no  se  hallan,  cuanto  yo  he  podido  por 
alguna  experiencia  y  relación  alcanzar. 


CAPÍTULO  XXXV 

De  las  aves  que  hay  de  acá,  y  cómo  pasaron 
á  Indias, 


Menos  dificultad  tiene  creer  lo  mismo  de  aves^. 
que  hay  del  género  de  las  de  acá,  como  son  per- 
dices, tórtolas,  palomas  torcaces,  codornices  y 
diversas  castas  de  halcones,  que  por  muy  precia- 
dos se  envian  á  presentar  de  la  Nueva-España  y 
del  Perú  á  señores  de  España.  ítem,  garzas  y  águi- 
las de  diversas  castas.  Estos  y  otros  pájaros  seme- 
jantes no  hay  duda  que  pudieron  pasar  mucho 
mejor  que  los  leones,  tigres  y  ciervos.  Los  papa_ 
gayos  también  son  de  gran  vuelo,  y  se  hallan  co- 
piosamente en  Indias,  especialmente  en  los  Andes 
del  Perú;  y  en  las  Islas  de  Puerto-Rico  y  Santo 
Domingo  andan  bandas  de  ellos  como  de  palomas. 
Finalmente,  las  aves  con  sus  alas  tienen  camino 
adonde  quieren;  y  el  pasar  el  golfo  no  les  será  á 
muchas  muy  difícil;  pues  es  cosa  cierta,  y  la  afir- 


-426  LIBRO    CUARTO 


ma  Plinio  (l),  que  muchas  pasan  la  mar,  y  van  á 
regiones  muy  extrañas,  aunque  tan  grande  golfo, 
como  el  mar  Océano  de  Indias,  no  sé  yo  que  es- 
criba nadie  que  le  pasen  aves  á  vuelo.  Mas  tampo- 
co lo  tengo  por  del  todo  imposible,  pues  de  algu- 
nas es  opinión  común  de  marineros,  que  se  ven 
doscientas,  y  aun  muchas  mas  leguas  lejos  de  tie- 
rra; y  también,  según  que  Aristóteles  enseña  (2), 
las  aves  fácilmente  sufren  estar  debajo  del  agua, 
porque  su  respiración  es  poca,  como  lo  vemos  en 
aves  marinas,  que  se  zabullen,  y  están  buen  rato; 
y  asi  se  podria  pensar,  que  los  pájaros  y  aves  que 
se  hallan  en  las  Islas  y  tierra  firme  de  Indias,  ha- 
yan pasado  la  mar  descansando  en  Islotes  y  tie- 
rras, que  con  instinto  natural  conocen,  como  de 
algunos  lo  refiere  Plinio  (3):  ó  quizá  dejándose 
caer  en  el  agua,  cuando  están  fatigadas  de  volar, 
y  de  allí,  después  de  descansar  un  rato,  volviendo 
á  proseguir  su  vuelo.  Y  cuanto  á  los  pájaros  que 
se  hallan  en  Islas,  donde  no  se  ven  animales  de 
tierra,  tengo  por  sin  duda,  qué  han  pasado  en  una 
de  las  dos  maneras  dichas.  Cuanto  á  las  de- 
más que  se  hallan  en  tierra  firme  ,  especial- 
mente  las   que  no    son   de  vuelo  muy  ligero,  es 


(i)     Piin.  lib.  10.  c.  23. 

<2)    Arist.  lib.  3.  de  part.  animal  c.  6. 

<3)    Plin.  lib.  10.  c.  25. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  42/ 

mejor  camino  decir,  que  fueron  por  donde  los 
animales  de  tierra,  que  allá  hay  de  los  de  Europa. 
Porque  hay  aves  también  en  Indias  muy  pesadas, 
como  avestruces,  que  se  hallan  en  el  Perú,  y  aun 
á  veces  suelen  espantar  á  los  carneros  de  la  tierra, 
que  van  cargados.  Pero  dejando  estas  aves,  que 
ellas  por  sí  se  gobiernan,  sin  que  los  hombres  cui- 
den de  ellas,  sino  es  por  via  de  caza;  de  aves  do- 
mésticas me  he  maravillado  de  las  gallinas,  por- 
que en  efecto  las  habia  antes  de  ir  Españoles;  y 
€S  claro  indicio  tener  nombres  de  allá,  qué  á  la 
gallina  llaman  gualpa,  y  al  huevo  ronto;  y  el  mis- 
mo refrán  que  tenemos  de  llamar  á  un  hombre 
gallina,  para  notarle  de  cobarde,  ese  propio  usan 
los  Indios.  Y  los  que  fueron  al  descubrimiento  de 
las  Islas  de  Salomón,  refieren  haber  visto  allá  ga- 
llinas de  las  nuestras.  Puédese  entender,  que  como 
la  gallina  es  ave  tan  doméstica  y  tan  provechosa, 
los  mismos  hombres  las  llevaron  consigo,  cuando 
pasaron  de  unas  partes  á  otras,  como  hoy  dia  ve- 
mos que  caminan  los  Indios  llevando  su  gallina,  ó 
pollito  sobre  la  carga  que  llevan  á  las  espaldas;  y 
también  las  llevan  fácilmente  en  sus  gallineros  he- 
chos de  paja  ú  de  palo.  Finalmente,  en  Indias  hay 
muchas  especies  de  animales  y  aves  de  las  de  Eu- 
ropa, que  las  hallaron  allá  los  Españoles,  como 
son  las  que  he  referido,  y  otras  que  otros  dirán. 


CAPITULO    XXXVI 

Cótno  sea  posible   haber  -  en  Indias  animales ,   que 
no  hay  en  otra  parte  del  inundo. 


Mayor  dificultad  hace  averiguar,  qué  principia 
tuvieron  diversos  animales  que  se  hallan  en  Indias,. 
y  no  se  hallan  en  el  mundo  de  acá.  Porque  si  allá 
los  [irodujo  el  Criador,  no  hay  para  qué  recurrir 
al  arca  de  Noé,  ni  aun  hubiera  para  qué  salvar 
entonces  todas  las  especies  de  aves  y  animales,  si 
hablan  de  criarse  después  de  nuevo;  ni  tampoco 
parece,  que  con  la  creación  de  los  seis  dias  dejara 
Dios  el  mundo  acabado  y  perfecto,  si  restaban  nue- 
vas especies  de  animales  por  formar,  mayormente 
animales  perfectos,  y  de  no  menor  excelencia  que 
esotros  conocidos.  Pues  si  decimos,  que  todas 
estas  especies  de  animales  se  conservaron  en  el 
arca  de  Noé,  sigúese,  que  como  esotros  animales 
fueron  á  Indias  de  este  mundo  de  acá,  así  también 
éstos,  que  no  se  hallan  en  otras  partes  del  mundo. 
Y  siendo  esto  así,  pregunto:  ¿cómo  no  quedó  su 
especie  de  ellos  por  acá?  ¿cómo  solo  se  halla  don- 


DE     I  A    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  429 


•de  es  peregrina  y  extranjera?  cierto  es  cuestión 
■que  me  ha  tenido  perplejo  mucho  tiempo.  Digo 
por  ejemplo,  si  los  carneros  del  Perú,  y  los  que 
J laman  pacos  y  guanacos  no  se  hallan  en  otra  re- 
gión del  mundo,  (¿quién  los  llevó  al  Perú?  ¿ó  cómo 
fueron?  pues  no  quedó  rastro  de  ellos  en  todo  el 
mundo;  y  si  no  fueron  de  otra  región,  ¿cómo  se 
formaron  y  produjeron  allí?  ^-Por  ventura  hizo 
Dios  nu^va  formación  de  animales?  Lo  que  digo 
de  estos  guanacos  y  pacos,  diré  de  mil  diferencias 
de  pájaros,  aves  y  animales  del  monte,  que  jamás 
han  sido  conocidas,  ni  de  nombre,  ni  de  figura,  ni 
hay  memoria  de  ellos  en  Latinos  ni  Griegos,  ni  el 
naciones  ningunas  de  este  mundo  de  acá.  Sino  es 
que  digamos,  que  aunque  todos  los  animales  salie- 
ron del  arca;  pero  por  instinto  natural  y  providen- 
cia del  Cielo,  diversos  géneros  se  fueron  á  diver- 
sas regiones,  y  en  algunas  de  ellas  se  hallaron 
también,  que  no  quisieron  salir  de  ellas,  ó  si  salie- 
ron, no  se  conservaron,  ó  por  tiempo  vinieron  á 
fenecer,  como  sucede  en  muchas  cosas.  Y  si  bien 
S2  mira,  esto  no  es  caso  propio  de  Indias,  sino  ge- 
neral de  otras  muchas  regiones  y  provincias  de 
Asia,  Europa  y  África:  de  las  cuales  se  lee,  haber 
en  ellas  castas  de  animales  que  no  se  hallan  en 
otras;  y  si  se  hallan,  se  sabe  haber  sido  llevadas  de 
allí.  Pues  como  estos  animales  salieron  del  arca: 
verbi  gratia,  ^Xq.ÍA'íxíq.^^  que   solo   se   hallan   en   la 


430  LIBRO    CUARTO 


India  oriental,  y  de  allá  se  han  comunicado  á  otras 
partes,  del  mismo  modo  diremos  de  estos  anima- 
les del  Perú,  y  de  los  demás  de  Indias,  que  no  se 
hallan  en  otra  parte  del  mundo.  También  es  de 
considerar,  si  los  tales  animales  difieren  específica 
y  esencialmente  de  todos  los  otros,  ó  si  es  su  di- 
ferencia accidental,  que  pudo  ser  causada  de  di- 
versos accidentes,  como  en  el  linage  de  los  hom- 
bres ser  unos  blancos  y  otros  negros,  unos  gigan- 
tes y  otros  enanos.  Así  verbi  grada ^  en  el  linaje 
de  los  ximios  ser  unos  sin  cola  y  otros  con  cola,  y 
en  el  linage  de  los  carneros  ser  unos  rasos  y  otros 
lanudos:  unos  grandes  y  recios,  y  de  cuello  muy 
largo,  como  los  del  Perú:  otros  pequeños  y  de 
pocas  fuerzas,  y  de  cuellos  cortos,  como  los  de 
Castilla.  Mas  por  decir  lo  mas  cierto,  quien  por 
esta  vía  de  poner  solo  diferencias  accidentales 
pretendiere  salvar  la  propagación  de  los  animales 
de  Indias,  y  reducirlos  á  las  de  Europa,  tomará 
carga  que  mal  podrá  salir  con  ella.  Porque  si  he- 
mos de  juzgar  de  las  especies  de  los  animales  por 
sus  propiedades,  son  tan  diversas,  que  quererlas 
reducir  á  especies  conocidas  de  Europa,  será  lla- 
mar al  huevo,  castaña. 


CAPÍTULO   XXXVII 
De  las  aves  propias  de  Indias. 


Ahora  sean  de  diversa  especie,  ahora  de  la  mis- 
ma de  otras  de  acá,  hay  aves  en  Indias  notables. 
De  la  China  traen  unos  pájaros,  que  enteramente 
no  tienen  pies  ni  grandes  ni  pequeños,  y  cuasi  todo 
su  cuerpo  es  pluma:  nunca  bajan  á  tierra;  ásense 
de  unos  hilillos  que  tienen,  á  ramos,  y  así  descan- 
san: comen  mosquitos  y  cosillas  del  aire.  En  et 
Perú  hay  los  que  llaman  tominejos,  tan  pequeñi- 
tos,  que  muchas  veces  dudé  viéndolos  volar,  si 
eran  abejas  ó  mariposillas,  mas  son  realmente  pá- 
jaros. Al  contrario  los  que  llaman  condores,  son 
de  inmensa  grandeza,  y  de  tanta  fuerza,  que  no 
solo  abren  un  carnero  y  se  lo  comen,  sino  á  un 
ternero.  Las  avras  que  llaman,  y  otros  las  dicen 
gallinazas,  tengo  para  mi  que  son  de  género  de 
cuervos:  son  de  extraña  ligereza,  y  no  menos  agu- 
da vista:  para  limpiar  las  ciudades  y  calles  son 
propias,  porque  no  dejan  cosa  muerta:  hacen   no- 


432  LIBRO    CUARTO 


che  en  el  campo  en  árboles  ó  peñas:  por  la  maña 
na  vienen  á  las  ciudades,  y  desde  los  mas  altos 
edificios  atalayan  para  hacer  presa.  Los  pollos  de 
éstas  son  de  pluma  blanquizca,  como  refieren  de 
los  cuervos,  y  mudan  el  pelo  en  negro.  Las  guaca- 
mayas son  pájaros  mayores  que  papagayos,  y 
tienen  algo  de  ellos:  son  preciadas  por  la  diversa 
color  de  sus  plumas,  que  las  tienen  muy  galanas. 
En  la  Nueva-España  hay  copia  de  pájaros  de  ex- 
celentes plumas,  que  de  su  fineza  no  se  ha- 
llan en  Europa,  como  se  puede  ver  por  las 
imágenes  de  pluma,  que  de  allá  se  traen:  las 
cuales  con  mucha  razón  son  estimadas,  y  causan 
admiración,  que  de  plumas  de  pájaros  se  pueda 
labrar  obra  tan  delicada,  y  tan  igual,  que  no  pare- 
ce sino  de  colores  pintadas,  y  lo  que  no  puede 
hacer  el  pincel  y  las  colores  de  tinte:  tienen  unos 
visos  miradas  un  poco  á  soslayo  tan  lindos,  tan 
alegres  y  vivos,  que  deleitan  admirablemente.  Al- 
gunos Indios,  buenas  maestros,  retratan  con  per- 
fección de  pluma  lo  que  ven  de  pincel,  que  nin- 
guna ventaja  les  hacen  los  Pintores  de  España.  Al 
Príncipe  de  España  Don  Felipe,  dio  su  maestro 
tres  estampas  pequeñitas,  como  para  registros  de 
diurno,  hechas  de  pluma,  y  su  Alteza  las  mostró 
al  Rey  Don  F'elipe  nuestro  Señor,  su  padre,  y 
mirándolas  su  Magestad,  dijo:  que  no  habia  vis- 
to en  figuras  tan  pequeñas  cosa  de  mayor  primor. 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  435 

Otro  cuadro  mayor,  en  que  estaba  retratado    San 
Francisco  recibiéndole  alegremente  la  Santidad  de 
Sixto  V,  y  diciéndole  que  aquello  hacian  los  In- 
dios de  pluma,  quiso  probarlo  trayendo  los  dedos 
un  poco  por  el  cuadro  para  ver  si  era  pluma  aque- 
lla, pareciéndole   cosa   maravillosa   estar  tan  bien 
asentada,  que  la   vista   no  pudiese  juzgar  si   eran 
colores  naturales  de  plumas,  ó  si  eran   artificiales 
de  pincel.  Los  visos  que  hace  lo    verde,  y  un  na- 
ranjado como  dorado,  y  otras  colores   finas,    son 
de  extraña  hermosura:  y  mirada  la  imagen  á  otra 
luz,  parecen  colores  muertas,  que   es   variedad  de 
notar.  Hácense  las  mejores  imágenes  de  pluma  en 
la  provincia  de  Mechoacán,  en  el  pueblo  de  Pásca- 
ro.  El  modo  es  con  unas  pinzas  tomar  las  plumas, 
arrancándolas  de  los  mismos   pájaros  muertos,   y 
con  un  engrudillo  delicado    que    tienen,   irlas    pe- 
gando con  gran  presteza  y    policía.    Toman   estas 
plumas  tan  chiquitas  y  delicadas  de    aquellos  pa- 
jarillos,   que   llaman   en   el    Perú   tominejos,   ó  de 
otros  semejantes,  que  tienen  perfectísimas  colores 
en  su  pluma.  Fuera  de  imaginería  usaron  los  Indios 
otras  muchas  obras  de  pluma  muy   preciosas,  es- 
pecialmente para  ornato  de  los  Reyes   y  Señores, 
y  de  los  templos  é  ídolos.  Porque   hay   otros   pá- 
jaros y  aves  grandes  de  excelentes  plumas  y  muy 
finas,  de  que  hacian  bizarros  plumages  y  penachos, 
especialmente  cuando  iban  á  la  guerra;  y  con  oro 
Tomo  i.  29 


434  LIBRO    CUARTO 


y  plata  concertaban  estas  obras  de  plumería  rica, 
que  era  cosa  de  mucho  precio.  Hoy  dia  hay  las 
mismas  aves  y  pájaros,  pero  no  tanta  curiosidad 
y  gala  como  solian  usar.  A  estos  pájaros  tan  ga- 
lanos y  de  tan  rica  pluma,  hay  en  Indias  otros  del 
todo  contrarios,  que  demás  de  ser  en  sí  feos,  no 
sirven  de  otro  oficio  sino  de  echar  estiércol;  y  con 
todo  eso  no  son  quizá  de  menor  provecho.  He 
considerado  esto  admirándome  la  providencia  del 
Criador,  que  de  tantas  maneras  ordena  que  sirvan 
á  los  hombres  las  otras  criaturas.  En  algunas  Islas 
ó  Farellones,  que  están  junto  á  la  costa  del  Perú, 
se  ven  de  lejos  unos  cerros  todos  blancos:  dirá 
quien  les  viere,  que  son  de  nieve,  ó  que  toda  es 
tierra  blanca,  y  son  montones  de  estiércol  de  pá- 
jaros marinos,  que  van  allí  continuo  á  estercolar. 
Y  es  esta  cosa  tanta,  que  sube  varas  y  aun  lanzas 
en  alto,  que  parece  cosa  fabulosa.  A  estas  Islas 
van  barcas  á  solo  cargar  de  este  estiércol,  porque 
otro  fruto  pequeño,  ni  grande  en  ellas  no  se  da:  y 
es  tan  eficaz  y  tan  cómodo,  que  la  tierra  esterco- 
lada con  él  da  el  grano  y  la  fruta  con  grandes 
ventajas.  Llaman  guano  el  dicho  estiércol,  de  don- 
de se  tomó  el  nombre  del  valle  que  dicen  de  Lu- 
naguana,  en  los  valles  del  Perú,  donde  se  aprove- 
chan, de  aquel  estiércol:  y  es  el  mas  fértil  que  hay 
por  allá.  Los  membrillos  y  granadas,  y  otras  frutas 
en  grandeza  y  bondad  exceden  mucho,  y  dicen  ser 


DE    LA    HISTORIA     NATURAL    DE    INDIAS  435 


la  causa,  que  el  agua  con  que  riegan  estos  árboles, 
pasa  por  tierra  estercolada,  y  da  aquella  belleza  de 
fruta.  De  manera,  que  de  los  pájaros  no  solo  la  car- 
ne para  comer,  y  el  canto  para  deleite,  y  la  pluma 
para  ornato  y  gala,  sino  el  mismo  estiércol  es  tam- 
bién para  el  beneficio  de  la  tierra,  y  todo  ordena- 
do del  sumo  Hacedor  para  servicio  del  hombre, 
con  que  el  hombre  se  acordase  de  ser  grato  y 
leal  á  quien  con  todo  le  hace  bien. 


CAPÍTULO    XXX\  III 
De    los    animales   de    monte. 


Fuera  de  los  géneros  de  animales  que  se  han 
dicho  de  monte,  que  son  comunes  á  Indias  y  á 
Europa,  hay  otros  que  se  hallan  allá,  y  no  sé  que 
los  haya  por  acá,  sino  por  ventura  traídos  de 
aquellas  partes.  Saynos  llaman  unos  como  porque- 
zuelos,  que  tienen  la  extrañeza  de  tener  el  ombli- 
go sobre  el  espinazo:  éstos  andan  por   los   montes 


436  LIBRO    CUARTO 


á  manadas:  son  crueles,  y  no  temen,  antes  acome- 
ten, y  tienen  unos  colmillos  como  navajas,  con 
que  dan  muy  buenas  heridas  y  navajadas,  si  no  se 
ponen  á  recaudo  los  que  los  cazan.  Súbense  los 
que  quieren  cazarlos  á  su  seguro  en  árboles,  y  los 
saynos  ó  puercos  de  manada  acu  ien  á  morder  el 
árbol,  cuando  no  pueden  al  hombre;  y  de  lo  alto, 
con  una  lancilla  hieren  y  matan  los  que  quieren. 
Son  de  muy  buena  comida;  pero  es  menester  qui- 
tarles luego  aquel  redondo  que  tienen  en  el  om- 
bligo del  espinazo,  porque  de  otra  suerte  dentro 
de  un  dia  se  corrompen.  Otra  casta  de  animalejos 
hay  que  parecen  lechones,  que  llaman  guadatina- 
jas.  Puercos  de  la  misma  especie  de  los  de  Euro- 
pa, yo  dudo  si  los  habia  en  Indias  antes  de  ir  Es- 
pañoles, porque  en  la  relación  del  descubrimiento 
de  las  Islas  de  Salomón  se  dice  que  hallaron  galli- 
nas y  puercos  de  España.  Lo  que  es  cierto  es  ha- 
ber multiplicado  cuasi  en  todas  partes  de  Indias 
este  ganado  en  grande  abundancia.  En  muchas 
partes  se  come  carne  fresca  de  ellos,  y  la  tienen 
por  tan  sana  y  buena  como  si  fuera  carnero,  como 
en  Cartagena.  En  partes  se  han  hecho  montaraces 
y  crueles;  y  se  va  á  caza  de  ellos,  como  de  jaba- 
líes, como  en  la  Española  y  otras  Islas,  donde  se 
ha  alzado  al  monte  este  ganado.  En  partes  se  ce- 
ban con  grano  de  maíz,  y  engordan  excesivamen- 
te, para  que  den  manteca,  que   se   usa   á  falta   de 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  43/ 

aceite.  En  partes  se  hacen  muy  escogidos  pemiles, 
como  en  Toluca  de  la  Nueva-España  y  en  Paria 
del  Perú.  Volviendo  á  los  animales  de  allá,  como 
los  saynos  son  semejantes  á  puercos,  aunque  mas 
pequeños,  así  lo  son  á  las  vaquillas  pequeñas  las 
dantas,  aunque  en  el  carecer  de  cuernos  mas  pa- 
recen muletas:  el  cuero  de  éstas  es  tan  preciado 
para  cueras  y  otras  cubiertas,  por  ser  tan  recias, 
que  resisten  cualquier  golpe  ó  tiro.  Lo  que  defien- 
de á  las  dantas  la  fuerza  del  cuero,  defiende  á  los 
que  llaman  armadillos  la  multitud  de  conchas,  que 
abren  y  cierran  como  quieren  á  modo  de  corazas. 
Son  unos  animalejos  pequeños  que  andan  en  mon- 
tes, y  por  la  defensa  que  tienen  metiéndose  entre 
sus  conchas,  y  desplegándolas  como  quieren,  los 
llaman  armadillos.  Yo  he  comido  de  ellos:  no 
me  pareció  cosa  de  precio.  Harto  mejor  comida 
es  la  de  iguanas,  aunque  su  vista  es  bien  asque- 
rosa, pues  parecen  puros  lagartos  de  España, 
aunque  éstos  son  de  género  ambiguo,  porque 
andan  en  agua,  y  sálense  á  tierra,  y  súben- 
se  en  árboles  que  están  á  la  orilla  del  agua, 
y  lanzándose  de  allí  al  agua,  las  cogen  poniéndo- 
les debajo  los  barcos.  Chinchillas  es  otro  género 
de  animalejos  pequeños  como  hardillas:  tienen  un 
pelo  á  maravilla  blando,  y  sus  pieles  se  traen  por 
cosa  regalada  y  saludable  para  abrigar  el  estóma- 
go, y  partes  que  tienen  necesidad  de  calor  mode- 


438  LIBRO      CUARTO 


rado:  también  se  hacen  cubiertas  ó  frazadas  del 
pelo  de  estas  chinchillas.  Hállanse  en  la  sierra  del 
Perú,  donde  también  hay  otro  animalejo  muy  co* 
mun,  que  llaman  cuy,  que  los  Indios  tienen  por  co- 
mida muy  buena,  y  en  sus  sacrificios  usaban  fre- 
CLientísimamente  ofrecer  estos  cuyes.  Son  como 
conejuelos,  y  tÍ3nen  sus  madrigueras  debajo  de 
tierra;  y  en  partes  hay  donde  la  tienen  toda  mina- 
da. Son  algunos  de  ellos  pardos:  otros  blancos  y 
diferentes.  (3tros  animalejos  llaman  vizcachas, 
q.ie  son  á. manera  de  liebres,  aunque  mayores, 
y  también  las  cazan  y  comen.  De  liebres  verda- 
deras también  hay  caza  en  partes  bien  abundante. 
Conejos  también  se  hallan  en  el  Reino  de  Quito; 
pero  los  buenos  han  ido  de  España.  Otro  animal 
donoso  es  el  que  por  su  excesiva  tardanza  en  mo- 
verse le  llaman  perico  ligero,  que  tiene  tres  uñas 
en  cada  mano:  menea  los  pies  y  manos  como  por 
compás  con  grandísima  flema:  es  á  la  manera  de 
mona,  y  en  la  cara  se  le  parece:  da  grandes  gritos, 
anda  en  árboles  y  come  hormigas. 


CAPÍTULO   XXXIX 
De  los  micos  ó  monos  de  Indias. 


Micos  hay  innumerables  por  todas  esas  monta- 
ñas de  Islas,  y  Tierra-firme  y  Andes.  Son  de  la 
casta  de  monas,  pero  diferentes  en  tener  cola,  y 
muy  larga,  y  haber  entre  ellos  algunos  linages  de 
tres  tanto,  y  cuatro  tanto  mas  cuerpo  que  monas 
ordinarias.  Unos  son  negros  del  todo,  otros  bayos, 
otros  pardos,  otros  manchados  y  \^arios.  La  ligereza 
y  maña  de  éstos  admira,  porque  parece  que  tienen 
discurso  y  razón:  en  el  andar  por  árboles  parece  que 
quieren  imitar  las  aves.  En  Capira,  pasando  de 
Nombre  de  Dios  á  Panamá,  vi  saltar  un  mico  de 
estos  de  un  árbol  á  otro,  que  estaba  á  la  otra  ban- 
da del  rio,  que  me  admiró.  Ásense  con  la  cola  á 
un  ramo,  y  arrójanse  adonde  quieren,  y  cuando  el 
espacio  es  muy  grande,  que  no  puede  con  un  sal- 
to alcanzarle,  usan  una  maña  graciosa,  de  asirse 
uno  á  la  cola  del  otro,  y  hacer  de  esta  suerte  una 
como  cadena  de  muchos:  después  ondeándose  to- 
dos, ó  columpiándose,  el  primero,  ayudado  de   la 


440  LIBRO    CUARTO 


fuerza  de  los  otros,  salta,  y  alcanza,  y   se   ase   al 
ramo,  y  sustenta  á   los  demás,    hasta   que  llegan,, 
como  dije,  uno  á  la  cola  de  otro.  Las   burlas,  em- 
bustes y  travesuras  que  estos  hacen,  es  negocio  de 
mucho  espacio:  las  habilidades  que  alcanzan  cuan- 
do los  imponen,  no  parecen   de   animales  brutos,, 
sino  de  entendimiento  humano.  Uno  vi  en   Carta- 
gena en  casa  del  Gobernador,  que  las    cosas   que 
de  él  me  referían,  apenas  parecían  creíbles.  Come- 
en enviarle  á  la  taberna    por  vino,    y  poniéndole 
en  la  una  mano  el  dinero,  y  en  la    otra   el  pichel,, 
no  haber  orden  de  sacarle  el  dinero  hasta    que  le 
daban  el  pichel  con  vino.  Si  los  muchachos  en  el 
camino  le  daban  grita  ó  le  tiraban,  poner  el  pichel 
á  un  lado,  y  apañar  piedras,  y  tirarlas  á   los  mu- 
chachos,   hasta   que   dejaba  el    camino  seguro;  y 
así  volvia  á  llevar  su  pichel.  Y  lo  que  es  mas,  con 
ser  muy  buen  bebedor  de  vino  (como  yo  se  lo  ví 
beber  echándoselo   su   amo   de   alto),  sin  dárselo,, 
ó  darle  licencia,  no  habia  tocar  al  jarro.  Dijéronme 
también,  que  si  veía  mugeres  afeitadas,  iba   y  les 
tiraba   del  tocado,    y   las   descomponía  y  trataba 
mal.  Podrá  ser  algo  de  esto   encarecimiento,    que 
yo  no  lo  ví,  mas  en  efecto  no  pienso  que  hay  ani- 
mal que  así  perciba  y  se  acomode  á  la    conversa- 
ción humana,  como  esta  casta  de  micos.    Cuentark 
tantas    cosas,  que   yo,   por   no   parecer   que  doy 
crédito  á  fábulas,  ó  porque  otros  no  las  tengan  por 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS         44I 

tales,  tengo  por  mejor  dejar  esta  materia  con  solo 
bendecir  al  Autor  de  toda  criatura,  pues  para  sola 
recreación  de  los  hombres  y  entretenimiento  do- 
noso, parece  haber  hecho  un  género  de  animal, 
que  todo  es  de  reir,  ó  para  mover  á  risa.  Algunos 
han  escrito,  que  á  Salomón  se  le  llevaban  estos 
micos  de  Indias  occidentales:  yo  tengo  para  mí 
que  iban  de  la  India  oriental. 


CAPÍTULO   XL 
De  las  vicuñas  y  tarugas  del  Perú. 


Entre  las  cosas  que  tienen  las  Indias  del  Perú 
notables,  son  las  vicuñas  y  carneros  que  llaman  de 
la  tierra,  que  son  animales  mansos  y  de  mucho 
provecho.  Las  vicuñas  son  silvestres,  y  los  carne- 
ros son  ganado  doméstico.  Algunos  han  pensado 
que  las  vicuñas  sean  las  que  Aristóteles,  Plinio  y 
otros  Autores  tratan  (l),  cuando  escriben  de  las 
que  dicen  capreas^   que   son   cabras   silvestres;  y 


(i)    Arist  lib.  3.  de  part.  animal,  cap.  1.  Plin.  lib.  10.  cap.  72. 


442  LIBRO     CUARTO 


tienen  sin  duda  similitud,  por  la  ligereza,  por  an 
dar  en  los  montes,  por  parecerse  algo  á  cabras. 
Mas  en  efecto,  no  son  aquellas,  pues  las  vicuñas 
no  tienen  cuernos,  y  aquellas  los  tienen,  según 
Aristóteles  refiere.  Tampoco  son  las  cabras  de  la 
India  oriental,  de  donde  traen  la  piedra  bezaar:  ó 
si  son  de  aquel  género,  serán  especies'  diversas, 
como  en  el  linage  de  perros  es  diversa  especie  la 
del  mastin  y  la  del  lebrel.  Tampoco  son  las  vicu- 
ñas del  Perú  los  animales  que  en  la  provincia  de 
la  Nueva-España  tienen  las  piedras,  que  allá  lia 
man  bezaares,  porque  aquellos  son  de  especie  de 
ciervos  ó  venados.  Así  que  no  sé  que  en  otra  par- 
te del  mundo  haya  este  género  de  animales,  sino 
en  el  Perú  y  Chile,  que  se  continúa  con  él.  Son  las 
vicuñas  mayores  que  cabras,  y  menores  que  bece- 
rros: tienen  la  color,  que  tira  á  leonado,  algo  mas 
clara:  no  tienen  cuernos,  como  los  tienen  ciervos 
y  capreas:  apaciéntanse,  y  viven  en  sierras  altísi- 
mas, en  las  partes  mas  frias  y  despobladas,  que 
allá  llaman  punas.  Las  nieves  y  el  hielo  no  les 
ofende,  antes  parece  que  les  recrea:  andan  á  ma- 
nadas, y  corren  ligerísimamente:  cuando  encuen- 
tran caminantes  ó  bestias,  luego  huyen,  como  muy 
tímidas:  al  huir  echan  delante  d'e  sí  sus  hijuelos. 
No  se  entiende,  que  multipliquen  mucho,  por  don- 
de los  Reyes  Incas  tenian  prohibida  la  caza  de  vi- 
cuñas, si  no  era  para  fiestas    con  órdeij  suyo.    Al- 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  443 

^un(»s  se  quejan,  que  después  que  entraron  Espa- 
ñoles se  ha  concedido    demasiada  licencia    á  los 
chacos  ó  cazas  de  vicuñas,  y  que  se  han  disminuí- 
do.  La  manera  de  cazar   de   los  Indios  es   chaco, 
que  es  juntarse  muchos  de  ellos,  que  á   veces  son 
mil,  y  tres  mil  y  mas,  y  cercar  un  gran  espacio  de 
monte,  y   ir   ojeando    la  caza,   hasta  juntarse   por 
todas  partes,  donde  se  toman    trescientas   y   cua- 
trocientas, y  mas  y  menos,  como  ellos  quieren,  y 
dejan    ir   las  demás,    especialmente   las   hembras, 
para  el  multiplico.  Suelen  trasquilar  estos    anima- 
les, y  de  la  lana  de  ellos  hacen  cubiertas  ó   fraza- 
das   de   mucha   estima,  porque  la   lana   es  como 
una  seda  blanda,  y  duran  mucho;  y  como  el  color 
es  natural  y  no  de  tinte,  es  perpetuo.  Son    frescas 
y    muy   buenas    para  en  tiempo  de  calores:    para 
inflamaciones  de  ríñones  y  otras  partes  las    tienen 
por  muy  sanas,  y  que  templan  el   calor    demasia- 
do: y  lo  mismo  hace  la  lana  en  colchones,  que  al- 
gunos usan  por  salud,  por  la    experiencia   que    de 
ello  tienen.  Para  otras  indisposiciones,  como  gota, 
dicen  también,  que  es  buena  esta  lana   ó    frazadas 
hechas    de   ella:   no  sé  en  esto  experiencia   cierta. 
La  carne  de  las  vicuñas  ud  es    buena,   aunque   los 
Indios  la  comen,  y  hacen    cusharqui   ó    cecina  de 
ella.   Para    medicina   podré   yo    contar  lo  que  vi: 
Caminando  por  la  sierra  del  Perú  llegué  á  un  tam- 
bo ó  venta  una  tarde    con  tan   terrible    dolor    de 


444  LIBRO    CUARTO 


ojos,    que    me    parecía  se    me  querían   saltar:  et 
cual  accidente  suele  acaecer  de  pasar  por    mucha 
nieve  y  mirarla.  Estando  echado  con  tanto  dolor, 
que  cuasi  perdía  la  paciencia,  llegó   una   India,   y 
me  dijo:  Ponte,  padre,  esto  en  los   ojos,    y   estarás 
bueno.  Era  una  poca  de  carne   de  vicuña    recien 
muerta,  y  corriendo  sangre.  En  poniéndome  aque- 
lla medicina  se  aplacó  el  dolor,  y  dentro   de    muy 
breve  tiempo  se  me  quitó  del  todo,  que  no  le  sen- 
tí  mas.   Fuera  de   los  chacos    que  he  dicho,  que 
son    cazas    generales,   usan  los   Indios  particular- 
mente para  coger  estas  vicuñas,  cuando    llegan    á 
tiro,  arrojarles  unos  cordelejos  con  ciertos  plomos, 
que  se  les  traban,  y  envuelven    entre   los   píes,   y 
embarazan  para  que  no  puedan  correr;   y    así  lle- 
gan y  toman  la  vicuña.  Lo  principal   porque   este 
animal  es  digno  de  precio,  son  las  piedras   bezaa- 
res,  que  hallan  en  él,  deque  diremos   luego.    Hay 
otro  género  que  llaman  tarugas,  que   también   son 
silvestres,  y  son  de  mayor  ligereza  que    las    vicu- 
ñas: son   también   de    mayor    cuerpo,    y   la   color 
mas  tostada:  tienen   las   orejas  blandas  y  caídas. 
Estas  no  andan  á  manadas  como  las  vicuñas;  á  lo 
menos  yo  no  las  vi  sino  solas,  y  de    ordinario  por 
riscos  altísimos.  De  las  tarugas  sacan  también  pie- 
dras bezaares,  y  son  mayores,  y  de  mayor  efica- 
cia y  virtud. 


CAPITULO   XLI 
D¿  los  pacos,  gua7icicos  y  carneros  del  Perú. 


Ninguna  cosa  tiene  el  Perú  de  mayor  riqueza  y 
ventaja,  que  es  el  ganado  de  la  tierra,  que  los 
nuestros  llaman  carneros  de  las  Indias;  y  los  In- 
dios en  lengua  general  los  llaman  llama,  porque 
bien  mirado  es  el  animal  de  mayores  provechos, 
y  de  menos  gasto  de  cuantos  se  conocen.  De  este 
ganado  sacan  comida  y  vestido,  como  en  Europa 
del  ganado  ovejuno,  y  sacan  mas  el  tragin  y  aca- 
rreto de  cuanto  han  menester,  pues  les  sirve  de 
traer  y  llevar  sus  cargas.  Y  ]3or  otra  parte  no  han 
menester  gastar  en  herrage,  ni  en  sillas  ó  jalmas, 
ni  tampoco  en  cebada,  sino  que  de  valde  sirve  á 
sus  amos,  contentándose  con  la  yerba  que  halla  en 
el  campo.  De  manera,  que  les  proveyó  Dios  de 
ovejas  y  de  jumentos  en  un  mismo  animal,  y  como 
á  gente  pobre  quiso  que  ninguna  costa  les  hiciese, 
porque  los  pastos  en  la  sierra  son  muchos;  y  otros 
gastos,  ni  los  pide,  ni  los  ha  menester  este  género 
<ie  ganado.  Son   est  ^s  carneros   ó  llamas  en  dos 


44^  LIBRO  CUARTO 


especies:  unos  son  pacos  ó  carneros  lanudos:  otros 
son  rasos  y  de  poca  lana,  y  son  mejores  para  car- 
ga: son  mayores  que  carneros  grandes,  y  meno- 
res que  becerros:  tienen  el  cuello  muy  largo  á  se- 
mejanza de  camello,  y  hánlo  menester,  porque 
como  son  altos  y  levantados  de  cuerpo,  para  pa- 
cer requiere  tener  cuello  largo.  Son  de  varias  co- 
lores: unos  blancos  del  todo,  otros  negros  del 
todo,  otros  pardos,  otros  varios,  que  llaman  mo- 
romoro.  Para  los  sacrificios  tenian  los  Indios 
grandes  advertencias  de  qué  color  habian  de  ser 
para  diferentes  tiempos  y  efectos.  La  carne  de 
éstos  es  buena,  aunque  recia:  la  de  sus  corderos 
es  de  las  cosas  mejores  y  mas  regaladas  que  se 
comen;  pero  gástanse  poco  en  esto,  porque  el 
principal  fruto  es  la  lana  para  hacer  ropa,  y  el 
servicio  de  traer  y  llevar  cargas.  La  lana  labran 
los  Indios,  y  hacen  ropa,  de  que  se  visten:  una, 
grosera  y  común,  que  llaman  havasca:  otra,  deli- 
cada y  fina,  que  llaman  cumbi.  De  este  cumbi  la- 
bran sobremesas,  cubiertas,  reposteros  y  otros 
paños  de  muy  escogida  labor,  que  dura  mucho 
tiempo,  y  tiene  un  lustre  bueno,  cuasi  de  media 
seda,  y  lo  que  es  particular  de  su  mudo  de  tejer 
lana.  Labran  á  dos  haces  todas  las  labores  que 
quieren,  sin  que  se  vea  hilo  ni  cabo  de  él  en  toda 
una  pieza.  Tenia  el  Inca,  Rey  del  Perú,  grandes 
maestros  de  labrar  esta  ropa  de  cumbi,  y  los  prin- 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL    DE    INDIAS  44/ 

cipales  residían  en  el  repartimiento  de  Capachica,. 
junto    á    la  laguna    grande    de  Titicaca.  Dan  con 
yerbas  diversas  diversos    colores   y   muy    finos   á 
esta   lana,    con   que   hacen    varias   labores.  Y  de 
labor   basta    y   grosera,    ó  de  pulida,  y  sutil,    to- 
dos los  Indios   é   Indias  son   oficiales  en  la  sierra^ 
teniendo  sus  telares  en  su  casa,  sin  que  hayan   de 
ir  á  comprar,  ni  á  dar   á   hacer   la    ropa   que    han 
menester  para  su  casa.  De  la   carne  de  este  gana- 
do hacen  cusharqui  ó  cecina,  que   les  dura   largo 
tiempo,  y  se  gasta  por  mucha  cuenta:   usan  llevar 
manadas  de  estos  carneros  cargados  como  recua: 
y  van  en  una  recua  de  éstas  trescientos  ó  quinien- 
tos, y  aun  mil  carneros,  que  traginan   vino,    coca, 
maíz,  chuño  y  azogue,  y  otra  cualquier   mercade- 
ría; y  lo  mejor  de  ella,  que  es  la  plata,  porque  las 
barras  de  plata  las  llevan  el    camino   de   Potosí   á 
Arica  setenta  leguas,  y   á  Arequipa   otro    tiempo 
solian  ciento  y  cincuenta.  Y  es   cosa   que   muchas 
veces  me  admiré  de  ver,  que  iban   estas  manadas 
de  carneros  con  mil  y    dos    mil    barras,    y  mucho 
mas,  que  son  mas  de  trescientos  mil  ducados,    sin 
otra  guarda,  ni  reparo,  mas  que  unos  pocos  de  In- 
dios para  solo  guiar  los   carneros   y   cargarlos,   y 
cuando  mucho  algún  Español;  y  todas   las  noches 
dormían  en  medio  del  campo  sin  mas  recato    que 
el  dicho.  Y  en  tan  largo  camino,   y  con  tan  poca 
guarda,  jamás  faltaba  cosa  entre   tanta   plata:    tan 


^4^  LIBRO    CUARTO 


igrande  es  la  seguridad  con  que  se  camina  en  el 
Perú.  La  carga  que  lleva  de  ordinario  un  carnero 
de  éstos  será  de  cuatro  á  seis  arrobas;  y  siendo 
viage  largo  no  caminan  sino  dos  ó  tres  leguas,  ó 
cuatro  á  lo  largo.  Tienen  sus  paradas  sabidas  los 
-carnereros,  que  llaman  (que  son  los  que  llevan 
•estas  recuas),  donde  hay  pasto  y  agua;  allí  descar- 
gan, y  arman  sus  toldos,  y  hacen  fuego  y  comida, 
y  no  lo  pasan  mal,  aunque  es  modo  de  caminar 
harto  flemático.  Cuando  no  es  mas  de  una  jorna- 
da, bien  lleva  un  carnero  de  éstos  ocho  arro- 
bas y  mas,  y  anda  con  su  carga  jornada  ente- 
ra de  ocho  ó  diez  leguas,  como  lo  han  usado  sol- 
dados pobres  que  caminan  por  el  Perú.  Es  todo 
este  ganado  amigo  de  temple  frió;  y  por  eso  se  da 
en  la  sierra  y  muere  en  los  llanos  con  el  calor. 
Acaece  estar  todo  cubierto  de  escarcha  y  hielo 
este  ganado,  y  con  eso  muy  contento  y  sano.  Los 
carneros  rasos  tienen  un  mirar  muy  donoso,  por- 
que se  paran  en  el  camino,  y  alzan  el  cuello,  y 
miran  una  persona  muy  atentos,  y  estanse  así 
largo  rato  sin  moverse,  ni  hacer  semblante  de 
miedo,  ni  de  contento,  que  pone  gana  de  reir  ver 
su  serenidad,  aunque  á  veces  se  espantan  súbito,  y 
•corren  con  la  carga  hasta  los  mas  altos  riscos,  que 
acaece  no  pudiendo  alcanzarlos,  porque  no  se 
piérdanlas  barras  que  llevan,  tirarles  con  arcabuz, 
y  matarlos.  Los  pacos  á  veces  se  enojan  y  aburren 


DE    LA    HISTORIA    NATURAL   DE   INDIAS  449 

con  la  carga,  y  echánse  con  ella  sin  remedio  de 
hacerlos  levantar;  antes  se  dejarán  hacer  mil  pie- 
zas, que  moverse  cuando  les  da  este  enojo.  Por 
donde  vino  el  refrán  que  usan  en  el  Perú,  de  de- 
cir de  uno  que  se  ha  empacado,  para  significar 
que  ha  tomado  tirria,  ó  porfía,  ó  despecho,  por- 
que los  pacos  hacen  este  extremo  cuando  se  eno- 
jan. El  remedio  que  tienen  los  Indios  entonces  es, 
parar,  y  sentarse  junto  al  paco,  y  hacerle  muchas 
caricias,  y  regalarle,  hasta  que  se  desenoja  y  se 
alza:  y  acaece  esperarle  bien  dos  y  tres  horas  á 
que  se  desempaque  y  desenoje.  Dales  un  mal 
como  sarna,  que  llaman  carache,  de  que  suele  mo- 
rir este  ganado.  El  remedio  que  los  Antiguos  usa- 
ban era,  enterrar  viva  la  res  que  tenia  carache, 
porque  no  se  pegase  á  las  demás,  como  mal  que 
es  muy  pegajoso.  Un  carnero  ó  dos  que  tenga  un 
Indio,  no  lo  tiene  por  pequeño  caudal.  Vale  un 
carnero  de  estos  de  la  tierra  seis  y  siete  pesos  en- 
sayados y  mas,   según  que  son  tiempos  y  lugares. 


OMO  1.  30 


CAPITULO  XLTÍ 
De  las    piedras     beza ar e^. 


En  todos  los  animales,  que  hemos  dicho  ser 
propios  del  Perú,  se  halla  la  piedra  bezaar,  de  la 
cual  han  escrito  libros  enteros  Autores  de  nuestro 
tiempo,  que  podrá  ver  quien  quisiere  mas  cumpli- 
da noticia.  Para  el  intento  presente  bastará  decir,, 
que  esta  piedra  que  llaman  bezaar,  se  halla  en  el- 
buche  y  vientre  de  estos  animales,  unas  veces  una, 
y  otras  dos,  tres  y  cuatro.  En  la  figura,  grandeza 
y  color  tienen  mucha  diferencia:  porque  unas  son 
pequeñas  como  avellanas,  y  aun  menores:  otras 
como  nueces:  otras  como  huevos  de  paloma:  al- 
gunas tan  grandes  como  huevos  de  gallina;  y  al- 
gunas he  visto  de  la  grandeza  de  una  naranja.  En 
la  figura  unas  son  redondas:  otras  ovadas:  otras- 
lenticulares;  y  así  de  diferentes  formas.  En  la 
color  hay  negras,  pardas,  blancas,  berengenadas 
y  como  doradas:  no  es  regla  cierta  mirar  la  color 
ni  tamaño  para  juzgar  que   sea  mas  fina.   Todas 


DE    LA     HISTORIA    NATURAL  DE    INDIAS  45  I 

ellas  se  componen  de  diversas  túnicas  6  láminas 
una  sobre  otra.  En  la  provincia  de  Jauja,  y  en 
otras  del  Perú  se  hallan  en  diferentes  animales 
bravos  y  domésticos,  como  son  guanacos,  pacos^ 
vicuñas  y  tarugas:  otros  añaden  otro  género,  que 
dicen  ser  cabras  silvestres,  a  las  que  llaman  los 
Indios  cipris.  Esotros  géneros  de  animales  son 
muy  conocidos  en  el  Perú,  y  se  ha  ya  tratado  de 
ellos.  Los  guanacos,  carneros  de  la  tierra  y  pacos 
comunmente  tienen  las  piedras  mas  pequeñas  y 
negrillas,  y  no  se  estiman  en  tanto,  ni  se  tienen  por 
tan  aprobadas  para  medicina.  De  las  vicuñas  se 
sacan  piedras  bezaares  mayores,  y  son  pardas^ 
ó  blancas  ó  berengenadas,  y  se  tienen  por  mejo- 
res. Las  mas  excelentes  se  creen  ser  las  de  las 
tarugas,  y  algunas  son  de  mucha  grandeza:  sus 
piedras  son  mas  comunmente  blancas,  y  que  tiran 
á  pardas;  y  sus  láminas  ó  túnicas  son  mas  gruesas. 
Hállase  la  piedra  bezaar  en  machos  y  hembras 
igualmente:  todos  los  animales  que  la  tienen  ru- 
mian, y  ordinariamente  pastan  entre  nieves  y  pu- 
nas. Refieren  los  Indios,  de  tradición,  y  enseñanza 
de  sus  Mayores  y  Antiguos,  que  en  la  provincia 
de  Jauja,  y  en  otras  del  Perú  hay  muchas  yerbas 
y  animales  ponzoñosos,  los  cuales  emponzoñan  el 
agua  y  pastos  que  beben,  comen  y  huellan.  Y  en- 
tre estas  yerbas  hay  una  muy  conocida  por  ins- 
tinto natural  de  la  vicuña,   y  esotros  animales  que 


452  LIBRO     CUARTO 


crian  la  piedra  bezaar,  los  cuales  comen  esta  yer- 
ba, y  con  ella  se  preservan  de  la  ponzoña  de  las 
aguas  y  pastos;  y  de  la  dicha  yerba  crian  en  su 
buche  la  piedra,  y  de  allí  le  proviene  toda  su  vir- 
tud contra  ponzoña,  y  esotras  operaciones  mara- 
villosas. Esta  es  la  opinión  y  tradición  de  los  In- 
dios, según  personas  muy  prácticas  en  aquel  Reino 
del  Perú  han  averiguado.  Lo  cual  viene  mucho 
con  la  razón,  y  con  lo  que  de  las  cabras  monteses 
refiere  Plinio  (l),  que  se  apacientan  de  ponzoña, 
y  no  les  empece.  Preguntados  los  Indios,  que  pas- 
tando, como  pastan,  en  las  mismas  punas  carneros 
y  ovejas  de  Castilla,  cabras,  venados  y  vacas, 
^  como  no  se  halla  en  ellos  la  piedra  bezaar } 
Responden,  que  no  creen  ellos  que  los  dichos  ani- 
males de  Castilla  coman  aquella  yerba;  y  que  en 
venidos  y  gamos  ellos  han  hallado  también  la 
piedra  bezaar.  Parece  venir  con  esto  lo  que  sabe- 
mos, que  en  la  Nueva-España  se  hallan  piedras 
bezaares,  donde  no  hay  vicuñas,  ni  pacos,  ni  ta- 
rugas, sino  solamente  ciervos,  y  en  algunos  de 
ellos  se  halla  la  dicha  piedra.  El  efecto  principal 
de  la  piedra  bezaar  es  contra  venenos  y  enferme- 
dades venenosas;  y  aunque  de  ella  hay  diferentes 
opiniones,  y  unos  la  tienen  por  cosa  de  aire,  otros 
hacen  milagros  de  ella,  lo  cierto  es  ser  de  mucha 


(1^     Plin.  lib. 


DE   LA    HISTORIA    NATURAL     DE    INDIAS  453' 


Operación,  aplicada  en  el  tiempo  y  modo  conve- 
niente, como  las  demás  yerbas,  y  agentes  natura- 
les. Pues  no  hay  medicina  tan  eficaz,  que  siempre 
sane.  En  el  mal  de  tabardillo,  en  España  é  Italia 
ha  probado  admirablemente:  en  el  Perú  no  tanto. 
Para  melancolía  y  mal  de  corazón,  y  para  calen- 
turas pestíferas,  y  para  otros  diversos  males  se 
aplica  molida,  y  echada  en  algún  licor  que  sea  á 
propósito  del  mal  que  se  cura.  Unos  la  toman  en 
vino,  otros  en  vinagre,  en  agua  de  azahar,  de  len- 
gua de  buey,  de  borrajas  y  de  otras  maneras,  lo 
cual  dirán  los  Médicos  y  Boticarios.  No  tiene  sa- 
bor alguno  propio  la  piedra  bezaar,  como  de  ella 
también  lo  dijo  Rasis,  i\rabe.  Hánse  visto  algunas 
experiencias  notables;  y  no  hay  duda,  sino  que  el 
Autor  de  todo  puso  virtudes  grandes  en  esta  pie- 
dra. El  primer  grado  de  estima  tienen  las  piedras 
bezaares,  que  se  traen  de  la  India  oriental,  que  son 
de  color  de  aceituna:  el  segundo  las  del  Perú:  el 
tercero  las  de  Nueva-España.  Después  que  se  co- 
menzaron á  preciar  estas  piedras,  dicen,  que  los 
Indios  han  hecho  algunas  artificiales  y  adulte- 
radas. Y  muchos,  cuando  ven  piedras  de  és- 
tas, de  mayor  grandeza  que  la  ordinaria,  creen 
que  son  falsas;  y  es  engaño,  porque  las  hay  gran- 
des y  muy  finas,  y  pequeñas  contrahechas:  la 
prueba  y  experiencia  es  el  mejor  Maestro  de  co- 
nocerlas. Una  cosa  es  de   admirar,    que  se  fundan 


454  LIBRO    CUARTO 


estas  piedras  algunas  veces  en  cosas  muy  extra- 
ñas, como  en  un  hierrezuelo,  ó  alfiler  ó  palillo, 
que  se  halló  en  lo  íntimo  de  la  piedra,  y  no  por 
eso  se  arguye  que  es  falsa,  porque  acaece  tragar 
aquello  el  animal,  y  cuajarse  sobre  ello  la  piedra, 
la  cual  se  v^a  criando  poco  á  poco  una  cascara  so- 
bre otra,  y  así  crece.  Yo  vi  en  el  Perú  dos  piedras 
fundadas  sobre  dos  piñones  de  Castilla,  y  á  todos 
los  que  las  vimos  nos  causó  admiración,  porque  en 
todo  el  Perú  no  habíamos  visto  pinas,  ni  piñones 
de  Castilla,  si  no  fuesen  traidos  de  España;  lo  cual 
parece  cosa  muy  extraordinaria.  Y  esto  poco  baste 
cuanto  a  piedras  bezaares.  Otras  piedras  medici- 
nales se  traen  de  Indias,  como  de  hijada,  de  san- 
gre, de  leche  y  de  madre;  y  las  que  llaman  corne- 
rinas para  el  corazón,  que  por  no  pertenecer  á  la 
materia  de  animales  que  se  ha  tratado,  no  hay 
obligación  de  decir  de  ellas.  Lo  que  está  dicho 
sirva  para  entender,  como  el  universal  Señor  y 
Autor  omnipotente  á  todas  las  partes  del  orbe 
que  formó,  repartió  sus  dones,  secretos  y  maravi- 
llas, por  las  cuales  debe  ser  adorado,  y  glorificado 
por  todos  los  siglos  de  los  siglos.  Amen. 


FIN     DEL     LIBRO     CUARTO 


T  A  B  L  A 

nJE  LAS   COSAS  MAS  PRINCIPALES  QUE   SE  CONTIENEN 
EN    ESTE     TOMO     PRIMERO 


A 


Aceite  no  se  hace   en  las  Indias   aunque  hay   oli- 

\os,  página  4 1 6. 
Aguas  de  diversas   calidades  y  virtudes,   véanse 

las  palabras  fuentes,  lagunas  y  lluvias. 
Aguaceros  y  turbiones,  son  mas  ordinarios   en  las 

costas,  que  no  en  el  golfo,  202. 
Aguja  de  marear  no  es  cosa  antigua,  ni  se  sabe  su 

Autor,   82.    Cuando   nordestea,    y  donde   mira 

derechamente  al  Norte,  33. 
Algodón,  donde  nace,  y  sirve  á  los  Indios  de  lino 

y  lana,  385. 
Almendras  de  diversas  especies  hay  en  Indias,  393. 
América  (que  es   cierta   Provincia)    no  se   puede 

habitar  en  la  mayor  parte,    por  los  muchos  rios 

y  aguas  que  tiene,  1 3 1. 


45^ 

Andalucía  y  Vizcaya  difieren  en  ocho  grados  no- 
cabales,  48. 

Andes,  sierras  altísimas  del  Perú,  61.  No  son  las 
sierras  Sephér,  de  que  habla  la  Escritura,  idem. 

Animales  terrestres  y  aves,  cómo  hayan  ido  á  las 
Indias  é  islas,  92  y  94. 

Animales  diversos  de  Europa  hallaron  los  Espa- 
ñoles en  las  Indias,  422.  Otros  hay  en  Indias, 
que  no  hay  en  Europa,  434.  Y  cómo  sea  posi- 
ble no  haberlos  en  otra  parte  del    mundo,   428. 

Anonas,  qué  fruta  sea,  389. 

Antípodes,  por  qué  los  Antiguos  los  negaron,  y 
cómo" se  reprueba  su  opinión,  30  y  32.  A  los 
que  habitan  en  Asia  son  Antípodes,  los  que  ha- 
bitan en  el  Perú,  31. 

Añil,  qué  cosa  sea,  384. 

Arabia  interior,  por  falta  de  lluvias  se  abrasa  de 
calor,  147. 

Árbol  hay  en  Nueva-España,  cuyo  tronco  tiene 
en  torno  diez  y  seis  brazas,  408. 

Arboles  y  arboledas  grandes  que  hay  en  In- 
dias, 405.  Dánsc  allá  muy  bien  los  de  Espa- 
ña, 410. 

Arboles  hay  en  el  Perú,  cuya  mitad  da  fruto  los 
seis  meses  del  año,  y  la  otra  mitad  los  otros 
seis  meses,  415. 

Arequipa  quedó  asolada  de  un  temblor  de  tie- 
rra, 2-^. 


457 

Arroz,  sirve  á  los  Indios  de  pan  y  vino,  362. 

Atlante,  isla  que  llegaba  hasta  las  Indias,  es  cosa 
fabulosa,  58,  104,  105. 

Aves,  muchas  de  Europa  habia  en  Indias  antes  de 
la  ida  de  los  Espaíioles,  427.  Hay  otras,  las  cua- 
les no  hay  en  otras  partes,  430.  Otras  hay  tan 
chicas  como  ;\bejas,  idem.  Otras  hay  que  sola- 
mente sirven  para  estercolar,  4^4. 

Aves  hay  en  la  China  que  totalmente  no  tienen 
pies,  431. 

Aire,  en  Pariacaca  es  mas  sutil  de  lo  que  sufre  la 
respiración  humana.  En  ciertos  despoblados  del 
Perú  manca  y  mata  los  hombres,  y  conserva 
los  cuerpos  muertos  sin  corrupción.  En  ciertas 
partes  hace  marearse  las  bestias  y  los  hombres 
en  tierra,  2O0  y  siguientes. 

Azúcar  hay  en  diversas  partes  de  Indias,  415. 

Azogue,  cómo  y  dónde  se  descubrió,  333.  Ha- 
lláronlo los  Indios  sin  saber  sus  propiedades, 
idem.  Apura  la  plata  mucho  mas  y  mejor  que 
el  fuego,  336.  Cómo  se  saca  y  beneficia  con  él 
la  plata,  337.  De  azogue  salen  cinco  partes,  y 
la  sexta  de  plata,  341.  Tiene  otras  propieda- 
des, id.  Sacaránse  cada  año  en  Guancavelica 
ocho  mil  quintales,  3í6. 

B 

Ballenas,  cómo  las  pescan  los  Indios,  234. 


458 


Bálsamo,  qué  cosa  sea,  y  cuántas  diferencias  hay- 
de  ello,  398. 

Bermellón,  donde  y  cómo  se  halló;  cómo  usan  de 
él  los  Indios,  y  cuan  estimado  fué  el  de  España; 
con  él  pintaban  los  Indios  sus  dioses  y  perso- 
nas, 333  y  334. 

Bestias  y  ganados,  cómo  pasaron  á  las  Indias,  92 

y  93. 

Bosques  espesísimos  en  Indias,  y  de  infinita  arbo- 
leda, 406  y  407. 

Brisas,  qué  vientos  stían.  Cuántas  diíerencias  haya 
de  ellas.  Corren  siempre  debajo  de  la  Tórrida- 
Zona,  190  y  191. 

Buzos,  qué  remedios  tienen  para  detener  el  resue- 
lio,  ;,53. 


C 


Cabras,  en  las  Indias  son  de  mucho  pro\'echo,  419. 

Cacao,  qué  cosa  sea,  y  para  qué  sirve  á  los  In- 
dios, 379. 

Caza  diversa  hay  en  Indias,  que  no  hay  en  Euro- 
pa, 436  y  437. 

Cazar  Patos,  cómo  lo  hacen  los  Indios,  238. 

Cazavi  qué  cosa  sea,  y  de  sus  propiedades,  359. 
Cómese,  y  tiene  el  zumo  mortal,  360. 

Calmas  que  hay  en  mar  y  tierra,  2^04.  Nunca  las 
hay  debajo  de  la  línea,  ídem. 


459 

Camellos  hay  pocos  en  las  Indias,  420. 

Camino  de  Santiago,  véase  la  palabra  Via  Láctea. 

Campana,  es  una  isla  que  está  á  la  entrada  de  el 
Estrecho  de  Magallanes,  221. 

Canaria,  isla,  se  dijo  así,  porque  en  ella  habia  mu- 
chos Canes  ó  Perros,  54- 

Capolíes,  qué  fruta  sea,  389. 

Carneros,  en  el  Perú  sirven  de  jumentos,  338. 
Cuántas  diferencias  haya  de  ellos,  446. 

Caballos  hay  muchos  en  las  Indias,  y  para  todos 
usos,  420. 

Caimanes  son  lo  mismo  que  Cocodrilos,  232.  Pe- 
lean con  los  Tigres,  idem. 

Cedros,  cuántas  especies  haya  de  ellos  en  In- 
dias, 407. 

Cerro  de  Potosí,  como  se  descubrió,  y  de  sus  ca- 
lidades, 307.  Cuánta  riqueza  haya  dado,   314. 

Cerros  en  la  mar  de  solo  estiércol  de  aves,  434. 

Charcas,  es  Provincia  riquísima  de  minas,  258. 

Chicha,  véase  la  palabra  Vino. 

Chicozapotes,  qué  fruta  sea,  388. 

Cielo,  pensaron  los  Antiguos  no  haber  mas  de  lo 
que  se  ve  en  África,  Asia  y  Europa,  I,  4,  19. 
Es  redondo  y  ciñe  la  tierra,  y  muévese  en  sí 
mismo  circularmente,  6,  8,  9,  20.  Tiene  unas 
partes  densas  y  lucidas,  y  otras  mas  raras  y 
obscuras,  9.  El  del  nuevo  mundo  tiene  diferen- 
te apariencia  que  el  del  viejo,  22.   El  que    está 


46o 

hacia  el  Norte  es  mas  noble  que  el  que  está 
hacia  el  Sur,  y  demás  estrellas,  y  mayores,  23. 

Cobre  tenian  los  Indios  por  hierro  antes  que  fue- 
sen conquistados,  293. 

Coca,  qué  cosa  sea,  y  de  sus  usos,  330. 

Cochinilla,  qué  cosa  sea,  y  dónde  se  cría,  384. 

Cocodrilos  son  lo  mismo  que  Caimanes,  pelean 
con  los  Tigres,  232. 

Cocos,  qué  cosa  sean,  y  cuántas  suertes  hay  de 
ellos,  391. 

Collao,  Provincia  fertih'sima,  258. 

Colmenas,  véase  la  palabra  Miel. 

Cometas,  se  ha  visto  tener  dos  movimientos  par- 
ticulares fuera  del  común  del  primer  móvil,  193. 
La  insigne  del  año  de  T577>  id.  Se  engendran  y 
están  en  la  región  del  aire,  muévense  con  el 
primer  móvil,  194. 

Contratos  no  hacían  los  Indios  con  dinero,  sino 
trocando  una  cosa  por  otra,  294. 

Crecientes  y  menguantes  de  diversos  mares,  236. 
Véase  la  palabra  Mar, 

Crucero,  que  parece  en  la  banda  del  vSur,  no  es 
el  Polo  Antartico  ;  tiene  la  estrella  del  pie 
distante  del  verdadero  Polo  por  treinta  gra- 
dos, 23. 

Cuyes,  qué  animales  sean  ,  y  de  sus  propieda- 
des, 438. 


46 1 


D 


Dinero,  es  medio  de  la  comunicación  de  los  hom- 
bres, 289.  Es  todas  las  cosas  en  virtud,  siendo 
una  sola  en  naturaleza.  No  le  estiman  los  de  la 
Florida,  290.  No  usaban  de  él  los  Indios  en  sus 
contratos,  sino  trocaban  una  cosa  por  otra,  294. 
Ni  para  él  les  servía  el  oro,  id.  En  su  lugar  usa- 
ron algunos  Indios  del  Cacao.  De  cobre  no  se 
usa  comunmente  en  las  Indias,  295. 

Drogas  diversas,  400. 


Elemento  del  aire  debajo  de  la  Equinoccial  es 
mas  veloz  que  no  en   otras  partes,   195.    . 

Elementos  de  tierra  y  agua  no  se  mueven,  el  del 
aire  y  del  fuego  si,  192,  196. 

Ensaye  de  la  plata,  cómo  se  hace,  345. 

Equinoccial,  pasáronla  dos  veces  Hannon  y  Cor- 
nelio  Nepote,  52.  Debajo  de  ella  se  mueve  el 
aire  mas  velozmente  que  en  otras  partes,  197. 
Vívese  vida  muy  apacible,  IÓ3.  Hay  fuentes 
de  aguas  saludables,  244.  En  el  Perú  el  mayor 
calor  se  siente  por  la  mañana,  y  á  medio  dia 
hace  fresco,  161. 

Esmeraldas,  dc3nde  se  hallan,  y   de   cuánta  estima 


462 

sean,  348.  Eran  ornato  de  los  Reyes  Mejicanos^ 
y  de  sus  ídolos,  349.  Algunas  ha  habido  de 
grande  cantidad,  350. 

Estrecho  de  Magallanes,  está  en  altura  de  cincuen- 
ta y  un  grados  y  medio,  28.  220.  223.  Quien  lo- 
halló.  Todavia  lo  hay;  y  muchos  lo  han  pasado, 
215  y  2IÓ.  Como  se  pasó  por  la  banda  del  vSur. 
Pasáronlo  Francisco  Drac  y  Pedro  Sarmiento, 
216,  No  se  sabe  si  tiene  tierra  firme  por  ambas- 
partes,  218.  Tiene  dos  entradas,  222.  Qué  an- 
chura, largura,  profundidad  y  propiedades  ten- 
ga. Ídem. 

Estrecho  que  afirman  algunos  que  hay  en  la  ]"lo- 
rida,  221. 

Estrella  Polar,  dista  del  verdadero  Polo  Ártico 
por  tres  grados  y  mas;  y  la  mas  cercana  del 
Polo  Antartico  dista  de  él  por  treinta  gra- 
dos, 22. 

Estrellas,  no  se  mueven  solas,  sino  juntamente  con 
todo  el  Cielo  donde  están,  lO.  Las  del  Polo  Ár- 
tico son  mas  y  mayores  que  las  del  Antar- 
tico, 22. 


Plores  diversas  que  hay  en  Indias,  394. 
Floridos,  no  estimaban  la  plata  y   oro,   ni  el  dine- 
ro, 290. 


4^5 

Flujo  y  reflujo  de  diversas  mares,  226. 

Francisco  Drac,  pasó  el  Estrecho  de  Magalla- 
nes, 216. 

Frutas  diversas  que  hay  en  las  Indias,  249.  393. 

Fuente  de  agua  caliente,  que  como  vá  manando 
se  convierte  en  piedra,  y  mata  á  los  que  la  be- 
ben, 244.  Fuente  que  cria  betún,  y  sirve  de 
brea,  id.  Fuente  que  mana  alquitrán,  243.  Fuen- 
te de  agua  hirviendo,  que  está  junto  á  otra  fría» 
como  la  nieve,  id.  Fuente  cuya  agua  luego  se 
convierte  en  sal,  244.  Fuente  de  agua  de  color 
de  lejía,  id.  Fuente  de  agua  negra  como  tinta, 
244.  Fuente  de  agua  roja  como  sangre,  idem. 

Fuentes  y  manantiales  diversos  que  hay  en  In- 
dias, 244.  Las  que  están  debajo  de  la  Equinoc- 
cial son  de  aguas  saludables,  247. 

Fuentes  y  ríos,  que  origen  tengan,  280. 


Gallinas,  como  las  de  España  había  en  Indias  an- 
tes de  su  conquista,  426. 

Ganado  vacuno,  hay  tanto  en  algunas  partes,  que 
no  tiene  dueño,  y  sirve  solo  el  pellejo,   91.    94. 

Ganados  diversos  como  los  de  España,  y  otros 
diferentes  que  hay  en  Indias,  417.  Cómo  pasa- 
ron allá,  91.  94. 

Gigantes  (según  dicen)   fueron  los  primeros    que 


464 


conquistaron  las  Indias,  89.  Fueron  abrasados 
con  fuego  del  Cielo  por  el  pecado  nefando,  90. 

Golfo  de  las  Yeguas,  es  vario,  y  muy  contrastado 
de  ^'arios  vientos,  182. 

Guayabos,  qué  fruta  sea,  386. 


H 


Hannón,  Capitán,  pasó  dos  veces  la  línea  Equi- 
noccial, 52. 

Historias,  hay  en  tres  maneras,  167.  Las  de  cosas 
de  Indias  son  apacibles,  id. 

Historias,  no  son  mas  que  de  cuatrocientos  años  á 
esta  parte,  1 14. 


I 


India  Oriental,  fué  conocida  de  los  Antiguos,  pe- 
ro no  la  Occidental,  50.  Qué  sintió  Platón  de 
ella,  57. 

Inlias  Occidentales  no  profetizó  Abdías,  68.  Cómo 
se  poblaron  primeramente  de  hombres  y  de  bru- 
tos, 72.  91  y  sigs.  Fueron  primeramente  con- 
quistadas (según  dicen  de  Gigantes),  99.  No  es- 
tán divididas  del  todo  del  viejo  mundo,  94.  99. 
Debieron  de  ser  pobladas  primeramente  de  ca- 
zadores y  salvajes,  y  no  ha  muchos  años  que  se 
poblaron,  1 13.  En  ellas  y  en  luiropa   no  es   de 


4^5 

un  mismo  tiempo  invierno  y  verano,  12/.  A 
ellas  se  va  por  una  parte,  y  se  vuelve  por  otra, 
l8o.  En  general,  qué  calidades  tengan;  tienen 
tres  suertes  de  tierra,  249. 

Indios,  no  vienen  de  linage  de  Judíos,  106.  Por  qué 
no  se  puede  averiguar  qué  origen  tengan,  id. 
Qué  suelen  ellos  contar  de  su  origen,  112.  No 
tienen  historia  mas  que  de  cuatrocientos  años  á 
esta  parte,  1 14.  Usan  de  diversos  artificios  para 
pasar  los  ríos,  248.  En  las  tierras  bajas  se  van 
acabando,  250.  En  qué  manera  usaban  de  los 
metales,  294.  Antes  de  ser  conquistados  usaban 
de  cobre  por  hierro.  Usan  del  oro  solamente 
para  ornato  y  no  para  dinero,  293.  Contrataban 
trocando  unas  cosas  por  otras;  y  en  algunas 
partes  usan  de  cacao  por  dinero,  294.  Son  gran- 
demente amigos  de  Perrillos,  292. 

Indios,  los  navios  pensaron  que  eran  peñascos,  y 
los  Españoles  dioses,  98. 

Indios,  los  del  Estrecho  de  Magallanes  saludaron 
á  los  Españoles  con  el  nombre  de  Jesús,  255. 

Ingenios  con  que  se  muelen  los  metales,  343. 

Invierno  y  verano,  no  es  en  un  mismo  tierno 
en  las  Indias  y  en  Europa.  En  el  Perú  es  sere- 
no el  invierno,  y  no  hay  lluvias,  y  en  el  verana 
sí,  271. 

Isla  Atlántida,  ly.  202. 

Islas  de  Ijarlovento,  57,'  Oué  propiedades  tengan, 
Tomo  i.  31 


466 


263.    Las  Canarias,    54.   Las  de  Salomón,    75. 
Islas  varias,   2'] . 

j 

Juncos,  que  llamnn  Totora,  sirven  á  los  Indios  de 
mantenimiento,  casa,  leña  y  embarcación,  133- 

L 

Lago  de  Titicaca,  qué  cantidad  y  calidades  ten- 
ga, 237. 

Laguna  de  Paria,  238.  La  de  Tarapaya  tiene  eí 
agua  caliente,  nunca  crece  ni  mengua,  240.  La. 
de  Méjico  es  de  agua  cenagosa   idem. 

Lagunas  de  Potosí,  tendrán  en  contorno  mil  y  se- 
tecientas varas  cada  una,  344.  De  las  lagunas, 
lagos  y  ríos  grandes  que  se  hallan,  en  Indias^ 
238.  Y  dentro  de  los  Trópicos,  127. 

Lana  de  Vicuñas,  es  como  seda,  443. 

Lanas  se  dejaron  perder  algún  tiempo  en  In- 
dias, ya  se  aprovechan  de  ellas,  418. 

Legumbres  y  verduras  diversas  de  Indias,  365.  Las- 
de  Europa,  se  dan  mejor  en  las   Indias,  y  no  al 
contrario,  364. 

Leones,  hay  muchos  en  el  Perú;  pero  no  como- 
los  de  África  en  fiereza,  ni  en  color,  99.  422. 

Llueve  en  el  Verano,  y  hace  serenidad  en   el    In 
vierno    dentro  de  laTórrida-Zona,  127. 


467 


Llueven  pulgas  en  algunas  partes,  y  en  otras  sapi- 
llos, 170. 

Lluvias,  son  mayores  fuera  de  los  Trópicos,  cuan- 
to mas  el  Sol  se  aparta  de  ellos;  y  dentro  de 
ellos,  son  mayores  en  el  Estío,  cuál  sea  la  ra- 
zón, 124  y  siguientes. 

Liquidambar,  qué  cosa  sea  y  de  sus  propieda- 
des, 401. 

M 

Macan  y  Manila,  distando  solas  ochenta  leguas, 
tienen  un  dia  de  diferencia  en  el  Kalendario 
Romano,  268.   269. 

Mameyes,  qué  fruta  sean,  386. 

Manantiales  y  fuentes  diversas  que  hay  en  Indias, 
242.  Qué  origen  tengan,  276. 

Maguey,  da  agua,  vino,  vinagre,  aceite,  arrope, 
miel,  hilo  y  aguja,  382. 

Mar  Océano,  en  la  Sagrada  Escritura  se  llama 
Abismo.  En  diversas  partes  tiene  diversos  nom- 
bres, 26.  27.  El  Océano  en  ninguna  parte  tiene 
mas  anchura  que  mil  leguas,  id.  Tiene  div^er- 
sas  crecientes  y  menguantes  en  diversos  luga- 
res, 25Ó.  Tuviéronlo  los  antiguos  por  innavega- 
ble, 39.  No  se  le  halla  fondo,  ni  se  llama  Atlán- 
tico de  la  isla  Atlante,  106.  Navegase  diferente- 
mente que  el  Mediterráneo,  180.  Divídese  en 
mar  del  Norte  y  del  Sur,  213. 


468 


Mar  Mediterráneo,  en  dirersas  partes  tiene  diver- 
sos nombres,  26.  En  unas  partes  crece  y  men- 
gua, y  en  otras  no,  226.    No  se  ha   descubierto 
otro  en  Indias,  213. 
Mar  del  vSur,  descubrió  primero  Blasco   Núñez  de 

Balboa,  213.  214. 
Mares  de  Norte  y  Sur,  se  llegan  hasta  siete  leguas 
uno  de  otro,  214.  Han  procurado   algunos  jun- 
tarlos, id.  No  es  cierto   si   se  juntan  en  alguna 
parte,  220. 
Marea,  cada  una  dura  solamente  seis  horas,   228. 
Marearse  los  navegantes  es  efecto  de  los   vientos, 
205  y  sigs.   En  tierra  se  marean  los  hombres  y 
las  bestias  en  ciertas  partes  de  Indias,  207  y  sig. 
Matorrales  espesísimos  de  Indias,  405. 
Maíz,   se  halla   en  todas  las  partes  de  Indias,  354. 

Qué  calidades  tenga,  id. 
Menguantes  y  crecientes  de  diversos  mares,  226. 

Véase  la  palabra  Mar. 
Metal  de  plata,  cómo  se  beneficia,  324.    Véase  la 

palabra  Plata,  y  la  palabra  Azogue. 
Metales,  se  van  aumentando,  y  son  como  plantas 
ocultas,285.  Hay  grande  abundancia  de  ellos  en 
las  Indias  Occidentales,  286.  Con  qué  ingenios 
sé  muelen,  343.  Sirven  á  los  hombres  principal- 
mente para  cuatro  cosas,  447.  No  todos  labran 
los  Indios,  y  qué  calidad  de  tierra  los  cria,  292. 
tinos  hay  mas  ricos  que  otros,   324. 


469 


Alicos  y  monos,  y  de  sus  propiedades  y  extrañas 
habilidades,  438.  439.   . 

Miel,  en  Indias  hay  en  diversas  partes,  y  no  como 
la  de  Europa,  423. 

Mina  insigne  de  Habelo  en  España,  313. 

Minas,  en  cierta  manera  se  van  aumentando,  285. 
Hay  en  Indias  gran  multitud  de  ellas,  291.  Y 
son  en  dos  maneras,  295.  Cómo  se  labran,  318- 
323.  Tienen  diversos  colores,  323.  Las  del  Ce- 
rro de  Potosí,  312.  Las  de  Azogue,  véase  la  pa- 
labra Azogue. 

Móvil  primero,  no  solamente  lleva  tras  sí  los  otros 
cielos,  sino  también  elementos,  192. 

Monos  y  micos,  y  de  sus  propiedades,  421. 

Muías  hay  en  algunas  partes  de  Indias,  420. 

Mundo,  pensaron  los  Antiguos  no  ser  mas  que 
África,  Asia,  Europa,  I  y  sigs.  A  todo  él  dio 
vuelta  la  nave  Victoria,  7.  Es  redondo,  y  no 
como  pensaron  los  Antiguos,  I  y  sigs.  Hacia 
ambos  Polos  tiene  mar  y  tierra,  24.  Cómo  lo 
imaginó  Aristóteles;  y  por  qué  se  engañó,  39  y 
47.  Del  nuevo  tuvieron  alguna  noticia  los  Anti- 
guos, 50. 


N 


Nave  Victoria,  rodeó  todo  el  mundo,  y. 
Naranjales  grandes  de  Indias,  410. 


4/0 

Navegación,  tuvo  origen  de  los  de  Fenicia,  ']']. 

Navegar  con  aguja  no  es  cosa  antigua,  ni  se  sabe 
su  Autor,  83.  Antiguamente  no  se  navegaba  sin 
remos,  86.  Los  Indios  solían  navegar  en  barcos 
hechos  de  cuero,  90. 

Navios  primeros  qu^  vieron  los  Lidios  pensaron 
que  eran  peñascos,  98. 

Nilo,  Rio  famoso,  por  qué  causa  tenga  inundacio- 
nes, 125. 

Nordestear  y  Norvestear,  qué  cosa  sea,  83. 

Nueva-España,  tiene  viñas,  y  no  vino;  y  qué  otras 
propiedades  tenga,  2^2. 

O 

Obras  de  Dios  y  las  de  los  hombres,  difieren 
grandemente,  i"] . 

Olivares  y  Olivas  hay  en  las  Indias,  pero  no  acei- 
te, 416. 

Ophir,  de  quien  hace  mención  la  Escritura,  no  es 
el  Perú,  59;  sino  la  India  Oriental,  Ó2. 

Orbe,  viejo  y  nuevo,  se  deben  de  continuar  en  al- 
guna parte,  94  y  lOO.  Véase  la  palabra  Mundo. 

Origen  de  fuentes  y  rios,  276. 

Oro  no  estiman  los  Floridos,  289.  Servia  á  los  Li- 
dios  solamente  para  ornato,  y  no  para  dinero, 
294.  Dónde  se  halla,  y  en  cuántas  maneras,  y 
de  sus  calidades  y  abundancia,  y  cómo  se  la- 
bra, 296  y  sigs. 


471 

< Jsos  de  Indias  son  como  los  de  Europa,  523. 
(Ovejas,  sirven  á  los  Indios  de  llevar   cargas,     lOO 
y  445- 


Pájaros,  véase  la  palabra  Aves. 

Paltos,  qué  fruta  sea,  387. 

Pan,  en  Indias  se  hace  de   maíz  y    de  raíces,    354. 

Papas,  qué  fruta  sea,  y  de  sus  propiedades,  339. 

Paraguay  solo,  es  mayor  Rio  que  el  Nilo,  Ganjes 
y  Eufrates  juntos.  Los  que  viven  junto  á  él  ha- 
bitan en  Canoas  sobre  el  agua  tres  meses  del 
año,  131. 

Pariacaca,  es  paso  peligroso  donde  los  hombres 
se  marean  en  tierra:  es  uno  de  los  lugares  mas 
altos  del  universo  mundo:  es  lugar  totalmente 
despoblado:  no  se  crian  en  él  bestias,  ni  aves, 
sino  solas  Vicuñas:  tiene  el  aire  mas  sutil  de  lo 
<\ue.  sufre  la  respiración  humana:  tiene  toda  la 
yerba  quemada:  tiene  de  ancho  veinte  ó  treinta 
leguas,  y  mas  de  quinientas  de  largo,   205. 

Patos,  cómo  los  cazan  los  Indios,  238. 

Pedro  Sarmiento  pas(3  el  Estrecho  de  Magalla- 
nes, 216. 

Perico  ligero,  qué  animal  sea,  438. 

leerlas,  dónde  se  crían,  de  su  estima  y  diferen- 
cia, S^  I. 


4/2 

Perros,  andan  á  manadas  en  algunas  partes  de  In- 
diap^  y  hacen  tanto  daño  como  los  Lobos,  y  tie-^ 
ne  premio  quien  los  mata,  99  y  420. 

Pescados,  y  modos  de  pescar  diversos  que  hay  en 
Indias,  230. 

Pescar  Ballenas,  cómo  lo  acostumbran  los   Indios^ 

^33  y  234- 

Piedra  imán,  no  supieron  los  Antiguos  que  servia 
para  marear,  ']6. 

Piedras  Bezaares,  dónde  se  hallan,  y  de  sus  pro- 
piedades, 100. 

Pimienta  de  Indias  y  de  sus  propiedades,  370. 

Perú  no  es  Ophir,  de  quien  habla  la  Escritura,  59. 
Ji^s  nombre  impuesto  por  los  Españoles,  61.  En 
él  las  noches  de  verano  no  son  calientes,  199.  Y 
debajo  de  la  Pínea  el  mayor  calor  se  siente  por 
la  mañana,  y  á  medio  día  hace  fresco,  160.  Es- 
tierra  templada,  415-  Tiene  cincuenta  leguas  de 
ancho,  y  seiscientas  de  largo,  255.  Tiene  de  or- 
dinario un  mismo  viento.  P21  Sur  y  Surueste  son 
saludables.  Nunca  llueve,  ni  truena,  ni  graniza 
sino  junto  á  la  costa,  y  allí  terriblemente,  2  55* 
Y  qué  sea  la  causa,  259.  Tiene  dos  cordilleras 
de  montes  de  una  misma  altura,  y  son  de  con- 
trarias calidades,  257-  Tiene  tres  maneras  de 
tierras,  249  y  sigs.  Tiene  viñas  y  vino;  tiene 
abundancia  de  Minas,  mas  que  todas  las  In- 
dias, 29  [. 


473 

Planetas  y:  Estrellas,  pusieron  los  Antiguos  que  se 
movían  solos,  sin  moverse  el  Cielo  donde  es- 
tán, 3. 

Plantas  diversas  de  España  se  han  llevado  á  In- 
dias, y  prueban  mejor  que  las  de  allá  en  Espa- 
ña, 410. 

Plata,  no  estimaban  los  Floridos,  289.  Suélese  ha- 
llar algunas  veces  pura,  sin  mezcla  de  escoria, 
299.  Cómo  se  saca  y  labra,  302.  Cómo  se  bene- 
ficia con  azogue,  y  mejor  que  con  fuego,  342. 
Sale  la  sexta  parte  de  plata,  y  las  cinco  de 
azogue,  340.  Es  mas  subida  de  ley,  idem . 
Con  qué  ingenios  se  mue\^e,  y  cómo  se  ensa- 
ya, 338. 

Plátanos  de  Indias,  no  son  los  antiguos,  y  qué  pro- 
piedades tengan,  373. 

Platón,  qué  sintió  déla  India  Occidental,  57. 

Plumas,  sirven  á  los  Indios  para  hacer  rica  imagi- 
nería, 431. 

Polo  Antartico,  no  es  el  Crucero;  y  la  Estrella  mas 
cercana  á  él  dista  por  treinta  grados,  y  la  mas 
cercana  al  Ártico  dista  por  tres  grados  y  algo 
mas,  22. 

Potosí,  provincia,  y  la  de  la  Plata,  están  en  una 
misma  altura,  y  tienen  diferentes  calidades, 
160.  Véase  la  palabra  Cerro  de  Potosí. 

Puentes  hacen  los  Indios  de  paja,  133.  247 

Puercos  de  varias  especies  hay  en  las  Indias,  418. 


474 

435-  Unos  hay  que  tienen  el   ombligo  en  el  es- 
pinazo. 

Q 

(juito  está  debajo  de  la  Líaea  Equinoccial,  148. 
R 

Raíces  diversas  qpe  comen  los  Indios,  y  de  sus 
propiedades,  354. 

Rio  de  la  Plata,  tiene  inundaciones  como  el  Nilo, 
126,  245.  El  Paraguay;  véase  la  palabra  Para- 
guay, El  de  la  Magdalena,  ó  Rio  grande,  hace 
en  la  mar  señal  de  diez  leguas  adentro.  Tiene 
de  ancho  casi  dos  leguas,  132.  247.  El  de  las 
Amazonas,  ó  Marañon,  lí  de  Orellana,  antes  se 
debe  llamar  mar  que  no  rio;  de  su  grandeza  y 
cosas  notables,  132.  Dónde  tenga  su  origen, 
238  y  247. 

Rios  y  Fuentes,  qué  origen  tengan,  275.  Hay  mu- 
chos en  Indias.  245.  Los  de  la  banda  del  Sur  no 
son  tan  grandes  como  los  del  Norte;  pero  son 
mas  recios,  y  tienen  súbitas  avenidas,  y  crecen 
en  tiempos  de  calores,  247.  Pasánlos  los  ladios 
con  diversos  artificios,  245. 


4/5 


S 


Sacaboncs,  qué  cosa  sea,  320. 

vSeda  hay  en  las  Indias  después  que  se  conquista- 
ron, 415. 

Séneca  (según  algunos)  tuvo  noticia  de  las  Indias 
Occidentales,  54- 

Sequedad  de  la  tierra  no  es  tanto  mayor,  cuanto 
el  vSol  está  mas  cercano  á  ella,  121. 

vSephér,  de  quien  habla  la  Escritura,  no  son  los 
Andes  del  Perú,  61. 

vSol,  yendo  hacia  el  Trópico  de  Cancro  tarda  siete 
dias  mas,  que  yendo  hacia  el  de  Capricornio, 
177.  Véase  la  palabra  Planetas. 


I  arugas,  qué  animales  sean,  y  de  sus  propieda- 
des, 344. 

Temblores  de  tierra,  de  qué  causa  procedan.  En 
Indias  ha  habido  algunos  que  han  asolado  pue- 
blos, cerrado  rios,  trastornado  montes,  hecho 
salir  el  mar,  y  corrido  muchas  leguas,  277  y  sig. 

Tierra  del  nuevo  orbe  nunca  quisieron  conceder 
los  Antiguos,  I.  Cércala  á  toda  ella  el  Cielo 
por  todas  partes,  4  y  sig.  Es  redonda;  hacen 
ella  y  el  agua  juntamente  un  globo,  5  y  siguien- 


476 


tes.  Por  que  se  diga  estar  fundadas  sobre  las 
aguas,  14  y  sig.  Estar  en  medio  del  mundo  es 
conforme  á  la  Sagrada  Escritura  12  y  sigs.  Tie- 
ne su  anchura  de  un  Polo  á  otro.  Su  largura  de 
Oriente  á  Poniente,  41.  La  que  está  hacia  el 
Polo  Antartico  es  mas  ancha  que  larga,  44.  I  íay 
grande  parte  de  tierra  que  se  ignora,  265.  Por 
qué  tiembla  tantas  veces  en  el  Perú,  2/8. 
Tierra,  la  del  Perú  y  Nueva-España,  qué  pro- 
piedades tengan,  262.  Y  la  que  cría  meta- 
les, 292. 

Tierra,  que  cayó  y  corrió  como  agua  por  espacio 
de  legua  y  media,  y  tapó  una  laguna,  281.  Véa- 
se la  palabra  Eleme7itos. 

Jlgres,  en  Indias  son  mas  crueles  con  los  Indios, 
que  con  los  Españoles,  107.  423.  Pelean  con  los 
Caimanes,  232.  Son  mas  bravos  que  los  Leo- 
nes, 423. 

Titicaca,  laguna  insigne,  tiene  de  ancho  quince 
leguas,  y  de  largo  casi  treinta  y  cinco,  132.  Ig3, 

Tórrida-Zona,  véase  la  palabra  Zona. 

Totora,  sirve  á  los  Indios  de  mantenimiento,  de 
casa,  leña,  puentes  y  embarcación,  133. 

Trigo,  no  se  halla  que  hayan  tenido  los  Indios, 
133.  Y  qué  trigo  hayan  tenido,  véase  la  pala- 
bra Mai£. 

I  Tópicos,  véase  la  palabra  Lluvias,  y  la  palabra 
Vientos. 


477 


Tunas,  qué  fruta   sea,  y   cuántas  diferencias  haya 

de  ellas,   303. 
l'urbiones,  son  mas  ordinarios   en  las  costas,   que 

en  el  golfo  debajo  de  la  Línea,  202. 


U 


Uvas  frescas  hay  en  el  Cuzco  todo  el  año,  414. 

Uros,  Indios,  son  tan  brutos,  que  no  se  tienen  ellos 
por  hombres;  moran  algunos  sobre  el  agua, 
y  mudanse  pueblos  enteros  de  una  parte  á 
otra,  133. 


Venda\^ales,  qué  vientos  sean,  y  de  sus  propieda- 
des, 185  y  siguientes. 

Verano  é  Invierno,  no  se  diferencian  en  Indias 
conforme  á  la  vecindad  del  Sol,  ni  son  a  un 
mismo  tiempo  que  en  Europa.  El  Verano  en  el 
Perú  es  llovioso,  y  no  el  Invierno,  127. 

Verdura,  véase  la  palabra  Legumbres. 

Vía  Láctea  (que  llaman  Camino  de  Santiago), 
corre  por  la  parte  del  Sur  por  grande  espacio, 
y  muy  resplandeciente,  y  tiene  ciertas  manchas 
negras,  24. 

Vicuñas,  qué  animales  sean,   y   de  sus  propieda- 


478 

dades,    441.    Tienen  la   lana    mas    blanca    que 
seda,  443. 

\  iento,  corriendo  en  tierra  de  menos  grados,  co- 
rre su  contrario  en  tierra  de  mas  grados,  170 
y  siguientes. 

\  ientos  contrarios  suelen  correr  juntamente  algu- 
nas veces,  y  unos  mismos  tienen  contrarias  pro- 
piedades en  diversos  lugares,  1 70  y  sigs.  Y  la 
causa  principal  de  esto  no  es  el  lugar  por  don- 
de pasan,  171  y  sigs.  Sino  el  eficiente,  id.  Y 
los  contrarios  en  contrarias  tierras  no  siempre 
tienen  contrariar  calidades,  176  y  sigs.  Unos 
mismos  corren  siempre  en  la  costa  del  Perú, 
y  dentro  de  los  Trópicos,  id.  y  sigs.  Y  qué  sea 
la  causa,  178  y  sigs.  De  qué  se  engendran,  y  de- 
sús diferencias,  nombres  y  propiedades,  169  y 
sig.  y  186.  Corriendo  en  algunas  partes  cier- 
tos vientos  llueven  pulgas,  y  en  otras  sapillos,, 
y  en  otros  tienen  otros  maravillosos  efectos, 
170.  Los  de  tierra  de  ordinario  soplan  después 
de  media  noche  hasta  medio  dia.  y  los  del  mar, 
desde  medio  dia  hasta  puesto  el  Sol,  200. 

Viñas  y  vino  hay  en  algunas  partes  de  Indias,  y 
en  otras  no,  413. 

Vino  hacen, los  Indios  del  maíz,  y  embriaga  mas- 
que el  de  uvas,  316.  Llamánle  Chicha,  y  hay 
muchas  suertes  de  él,  317. 

Volcanes  6  bocas  de  fuego   hay  en  Indias,  y   cuálí 


479' 


sea  la  causa^  270  y  sigs.  Soq  lugares  que  traca 
exhalaciones  secas  y  calientes,  ídem. 


Zapotes,  qué  fruta  sea,  388. 

Zona  Tórrida,  aquella  parte  del  año  es  mas  serena 
cuando  el  Sol  anda  más  apartado  de  ella,  y  cuan- 
do mas  junto,  hay  mayores  nublados  y  lluvias, 
1 22  y  sig.  y  cuál  sea  la  razón  de  esto,  124  y  sig. 
Llueve  de  ordinario  después  de  medio  día, 
y  mas  en  las  llenas  de  la  Luna,  135.  Es  tierra 
fértil  y  templada,  y  muy  habitada,  lo  contrario 
de  lo  cuál  tuvieron  Aristóteles  y  los  Antiguos, 
45.  143  y  144.  Por  qué  razones  lo  sintieron  así, 
118.  Tiene  grande  abundancia  de  pastos,  aguas, 
ríos,  fuentes  y  manantiales  diversos,  128.  Hs  ea 
unas  partes  muy  templada,  y  en  otras  no  tanto, 
143.  155.  Y  quesea  la  causa,  idem. 


T  A  B  L  A  ^ 

DE  ALGUNOS  LUGARES  ü£  LA  SAGRADA  ESCRITURA, 

CUYA  DECLARACIÓN  SE  TOCA  DE  PASO  EN  ESTE 

PRIMER  TOMO  DE  LA  HISTORIA  NATURAL 

Y  MORAL  DE  LAS  INDIAS 


Génesis , 

Cap.   I.  V.  I.  Tenebrae   erant  superfaciefn 

abissi. 22 

Cap.   7.   V.    II.   Rupti  SLint   omnes   fontes 

abissi 2Ó 

Cap.  8.  V.  2.  Clausi  sunt  fontes  abissi 2^ 

Cap.    49.   V.  25.   Benedictionibus  abissi  ja- 

centis  de  orsum 2Ó 

Exodus. 

Cap.  15.  V.  5.  Abissi  operuerunt  eos 26 

V.    8.   Congregatai   sunt   abissi    in 

me  dio  mari ....    26 

Numeri. 

Cap.  33.  vv^   23.  24.  Castra  metati  sunt  in  . 
Tomo  i.  32 


482 

Págs. 

monte  Sepher.   Egressi   de  monte 
Sepher 61 

Deiiteronomhim. 

Cap.  8.  V.  7.  Erumpunt  fluviorum  abissi .  .      22 
Cap.  33.  V.  13.  Atque  abisso  subjacente.  .      22 

Regiim    tertiiLs. 

Cap.  9.  V.  28.  Qui  cum  venissent  in  Ophir .    341 
Cap.    10.   V.    II.  Cuse  portabat  aurum  de 

Ophir,  attulit  ex  Ophir  ]igna 342 

V.  22.  Per  tres  annos  ibat  in  Thar- 

sis 64 

Cap.    22.    V.  49.   Quae  navigarcnt  in  Ophir 

propter  aurum 342 

Paralip.  prinms. 

Cap.    29.    V.   4.    Tria  miUia  talenta  auri  de 

auro  Ophir 342 

Paralip.  secimdus. 

Cap.   8.   V.    18.  Abierunt  cum  servís  Salo- 
monis  in  Ophir 342 

Cap.  9.  v^  10,  Attulerunt  aurum  de  Ophir.  342 

V.  21.  Naves  regis  ibant  in  Tharsis  65 

Cap.  20.  V.  36.  Naves,  quae  irent  in  Tharsis.  65 

Esdrae  qitartus. 

Cap.  3.  V.  18.  Tremeré  fecisti  abissos.  ...      23 
Cap.  4.  V.  7.  Quantse  vense  sunt  in  princi- 
pio abissos 22 


483 

V.  8.  In  abissum  non  descendí ....  23 
Cap.  5.  V.  25.  Ex  ómnibus  abissis  maris  re- 

plesti  tibí  rivum '23 

Cap,    8.    V.    23.     Cujus    aspectus    arefecit 

abissos 23 

Judith. 

Cap.    2.  V.    15.    Predavitque    omnes    filies 

Tharsis 65 

Cap.  9.  V.  8.  Tenuit  pedes  eorum  abissus. .      23 

Job. 

Cap.   2^.  V.  7.  Qui  extendit  Aquilonem  su-    • 
per  vacuum,  etc.,  appendit  terram 
super  nihilum 17 

Cap.  28.  V.  14.  Abissus  dicit  non  est  in  me.      23 

Cap.   38.  V.  16.  In  novissimis  abissi  de  am-    • 

bulasti.- 23 

V.    30.  vSuperficies  abissi  constrin- 
gitur 23 

Cap.   41.    V,   23.   ^íistimabit  abissum  quasi 

senescentem 23 

Psa/z/i!. 

Psal.  II.  V.  7.  Sicut  argentum    terrse,  pur- 

gatum  septuplum 342 

Psal.    23.    V.    2.  Ipse  super   maria  fundavit 

eum  .  . 14-  1 5 

Psal.  32.  V.  7.  Ponens  in  thesauri  abissos.  .      23 

Psal.  47.  \'.  8.  In  spiritu  vehementi,  conte- 
res naves  Tharsis      64 


484 


Páss. 


Psal.  71.  V.  10.  Reges  Tharsis,  etc.,  insulte 

muñera  offerent 65 

Psal.  73.  V.  14.  Dedisti  eum  escam  populis 

^.thiopum , 235 

Psal.  'J^.  V.  17.  Turbatae  sunt  abissi 23 

Psal.    jy.  V.    15.    Adaquavit   eos    vclut   in 

abisso  multa 23 

Psal.    103.  V.  5-  Qui  fundasti  terram  super 

stabilitatem  suam ly 

V.  26.  Draco  iste,  quem  formasti 

ad  illudendum  ei 233 

Psal.  105.  V.  9.  Deduxit  eos  in  abissis  sicut 

in  deserto. 23 

Psal.    106.   V.    26.    Descendunt    usque    ad 

abissos 23 

Psal.  134.  V.  6.  In  mari  &  in  ómnibus  abis- 
sis..       23 

Psal.  148.  V.  7.  Dracones  &  omnes  abissi..      23 

Proverbia. 

Cap.    3.   V.    20.    Sapientia  illius   eruperunt 

abissi 23 

Cap.  8.  V.  24.  Nondum  erant  abissi 23 

V.  27.  Giro  valabat  abissos.  .....  23 

Ecclesiasticus. 

Cap.  I.  V.  2.  Profundum  abissi  quis  dimen- 

sus  est 23 

Cap.  16.  V.  28.  Abissus  &  universa  térra..      23 
Cap.   23.  V.  28.  Profundum  abissi,  &  homi- 

num  corda  intuentes 23 


485 

Hágs. 

Cap.  24.  V.  8.  Profundum  abissi  penetravi .  23 
Cap.  42,    V.    18.  AbissLim  &  cor  hominuní 

investigavit 23 

Cap.    43.   V.    25.   Cogitatione  sua   placavit 

abissum 23 

Isaías. 

Cap.  2.  V.  16.  Super  omnes  naves  Tharsis.  ()() 
Cap.    51.  V.    10.  Tu  siccasti  mare,  aquam 

abissi  vehementis 23 

Cap.  03.  V.  13.  Qui  eduxit  eos  per  abissos.  23 

jferemias. 

Cap.    10.   V.  9.    Argentum   involutum    de 
Tharsis    affertur  ,    &    aurum    de 
Ophir  opus  artificis Ó4.  342 

Ezechiel. 

Cap.  26.  V.  19.  Adduxero  super  te  abisso.  23 

Cap.  31.  V.  4.  Abissus  exaltavit  illum 2^ 

Cap.  38.  V.  13.  Negotiatores  Tharsis,  &  om- 
nes leones  ejus  dicent  tibi ó 5 

Daniel. 

Cap.  3.  V.  55*  Qy^^  intuerit  abissos 23 

Abdias, 

V.  20,  Et  transmigratio  exercitus 
hujus  íiHorum  Israel,  omnia  loca 
Chananeorum  usque  ad  Sareptam: 


486 

Págs. 


&  transmigratio  Jerusalem,  quae  in 
Bosphoro  est.,  possidebit  civitates 
austri 68 

yo7iás. 

Gap.  I.  V.  3.  Ut  fugeret  in  l^harsis 65 

Invenit  navem  euntem  in  Tharsis.  65 

Ut  irent  cum  eis  in  Tharsis 65 

Cap.  12.  V.  6.  Abissus  vallavit  me 23 

Cap.  4.  V.  2.  Ut  fugerem  in  Tharsis 65 

Habacnc. 

Cap.  3.  V.  10.  Dedit  abissus  vocem  seam, .      23 

Malachias. 

Cap.    3.   V.    3.  Et  colabit  eos  quasi  auriim, 

&  quasi  argentum 343 

Lucas. 

Cap.  8,  V.  31.  Ut  in  abissum  irent 23 


LAUS    DEO 


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UNIVERSITYOF  CALIFORNIA,  BERKELEY 
BERKELEY,CA  94720 


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